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ArribaAbajoDos ejemplos de restituciones contemporáneas

Dos ejemplos quiere decir que omito otros posibles, y que sitúo en el ejemplo un sentido principal que quiero destacar. Podría elegir otros: la Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes y su aniquilación en Palinodia del polvo; los recorridos casi arqueológicos de Octavio Paz, en poemas como «En Uxmal», o el impacto urbano de la ciudad del pasado «enterrada y resucitada cada día» en «Hablo de la ciudad», también de Paz. O la persistencia del pasado en «Templo Mayor» de José Emilio Pacheco. Podría, cambiando de escenario mexicano, abrir la referencia a las Leyendas de Guatemala de Miguel Ángel Asturias o, yéndonos más al sur, hablar de la restitución contemporánea que realiza el Neruda de Alturas de Macchu Picchu.


ArribaAbajo1. Carlos Fuentes

Es Carlos Fuentes un notable fundador literario que ha conseguido darnos imágenes de la ciudad en muchos momentos de su obra. Comencemos por la ciudad previa, la indígena, que tiene una formidable evocación en la perspectiva del soldado de la conquista, Jerónimo de Aguilar, personaje cuya historia contó Bernal Díaz del Castillo para decirnos que estuvo en poder de los indios, sirvió de lengua entre unos y otros, y murió de bubas. El comienzo de El naranjo (paralelo al final en el que Gonzalo Guerrero utiliza los mismos párrafos para la imaginaria caída de Sevilla ante los conquistadores mayas) tiene aquella formidable evocación de la ciudad azteca:

Yo vi todo esto. La caída de la gran ciudad azteca, en medio del rumor de atabales, el choque de acero contra el pedernal y el fuego de los cañones castellanos. Vi el agua quemada de la laguna sobre la cual se asentó esta gran Tenochtitlán, dos veces más grande que Córdoba.

Cayeron los templos, las insignias, los trofeos. Cayeron los mismísimos dioses. Y al día siguiente de la derrota, con las piedras de los templos indios, comenzamos a edificar las iglesias cristianas. Quien sienta curiosidad o sea topo, encontrará en la base de las columnas de la Catedral de México las divisas mágicas del dios de la noche, el espejo humeante de Tezcatlipoca. ¿Cuánto durarán las nuevas mansiones de nuestro único dios, construidas sobre las ruinas de no uno, sino mil dioses? Acaso tanto como el nombre de éstos: Lluvia, Agua, Viento, Fuego, Basura...11.



Portada de El naranjo

Portada del libro El naranjo de Carlos Fuentes.

La ciudad enterrada de nuevo, la ciudad edificada sobre ruinas que están presentes como memoria de un pasado desaparecido, tiene en el texto de Fuentes una perspectiva utópica que nos dirige la atención. Sobre las ruinas de la antigua ciudad emergieron los trazos de la nueva, los edificios primeros, una arquitectura colonial que también tiene su relevancia utópica, desde el principio además, desde la contraposición de los dos universos que se encontraban.

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En Carlos Fuentes hay además una mirada hacia la ciudad contemporánea, como la que el personaje narrador de La región más trasparente, Ixca Cienfuegos, nos diera de la ciudad en la que ha nacido, México D. F. Creo que la visión que recuerdo es el caos enumerativo más sobresaliente que refleja la ciudad contemporánea; precisamente en contraposición a la reyesiana «región más transparente del aire» nos dice Cienfuegos:

Aquí vivimos, en las calles se cruzan nuestros olores, de sudor y páchuli, de ladrillo nuevo y gas subterráneo, nuestras carnes ociosas y tensas, jamás nuestras miradas [...] Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el agua al cuello, ciudad del letargo pícaro, ciudad de los nervios negros, ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda, ciudad del hedor torcido, ciudad rígida entre el aire y los gusanos, ciudad vieja en las luces, vieja ciudad en su cuna de aves agoreras, ciudad nueva junto al polvo esculpido, ciudad a la vela del cielo gigante, ciudad de barnices oscuros y pedrería, ciudad bajo el lodo esplendente, ciudad de víscera y cuerdas, ciudad de la derrota violada (la que no pudimos amamantar a la luz, la derrota secreta), ciudad del tianguis sumiso, carne de tinaja, ciudad reflexión de la furia, ciudad del fracaso ansiado, ciudad en tempestad de cúpulas, ciudad abrevadero de las fauces rígidas del hermano empapado de sed y costras, ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias, encarnación de pluma, ciudad perro, ciudad famélica, suntuosa villa, ciudad lepra y cólera, hundida ciudad. Tuna incandescente. Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire12.



Portada del libro de Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz

Portada del libro La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes.

La idea de ciudad de Fuentes surge de la reinterpretación de sentidos que entrelazan visiones del pasado con lo contemporáneo. La reflexión sobre las ruinas se articula como metáfora histórica, mientras las visiones contemporáneas nos dan cuenta de la vida compleja y caótica de la ciudad de México.




ArribaAbajo2. Homero Aridjis

Homero Aridjis

Homero Aridjis.

En Homero Aridjis hay una de las visiones más complejas de articulación de la ciudad prehispánica en un universo urbano contemporáneo. En su poesía ha construido una mirada concreta a las ruinas de la ciudad de México como contrapunto de un universo personal en el que el poeta narra, por ejemplo, una historia de amor. Es «Sueño en Tenochtitlán» de Construir la muerte13 uno de los ejemplos principales de esta articulación contemporánea de un pasado, aquí el de la ciudad sobre la laguna, con sauces y templos que recuerdan la imaginación del poema citado antes de Netzahuatcóyotl:


Toda la noche
entre las casas blancas
atravesé el canal
los remos cortaban el agua
el verde silencioso de los sauces
y revolvían las sombras de los templos
Del otro lado del canal
en una barca amarilla venías tú
con la cara pintada de rojo
y por un momento nuestras barcas
se cruzaron bajo el puente azul
y ya no pude seguir
tus ojos que me miraron
clavaron en mi corazón
flechas de luz14



Homero Aridjis construye en otros momentos evocaciones de las ciudades del pasado, de sus ruinas, construyéndolas como mito personal: poemas como «Teotihuacán», «Mitla», «Tormenta sobre México», «Desde lo alto del templo Moctezuma muestra a Cortés su imperio», «Vientos de piedra», «Monte Alban», «Espejos», «Sol de Movimiento» forman un universo que, también a través de la narrativa, ha querido recuperar un espacio mítico que tiene que ver con metáforas urbanas contemporáneas. Pero me voy a ceñir al comentario que vinculaba «Sueño en Tenochtitlán» a la historia personal. La historia amorosa es insistente en la visión de la ciudad del pasado y obtiene un amplio espacio narrativo e histórico en un poema como «Poema de amor en la ciudad de México»15, donde comienza contándonos el pasado de la ciudad:

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En este valle rodeado de montañas había un lago,
y en medio del lago una ciudad,
donde un águila desgarraba una serpiente
sobre una planta espinosa de la tierra.

Una mañana llegaron los hombres barbados a caballo
y arrasaron los templos de los dioses,
los palacios, los muros, los panteones,
y cegaron las acequias y las fuentes.

Sobre sus ruinas, con sus mismas piedras
los vencidos construyeron las casas de los vencedores,
erigieron las iglesias de su Dios, y las calles
por las que corrieron los días hacia su olvido,



para enfrentarnos a los abrumadores agobios urbanos del presente:


Siglos después, las multitudes la conquistaron de nuevo,
subieron a los cerros, bajaron a las barrancas,
entubaron los ríos, talaron árboles,
y la ciudad comenzó a morir de sed,



y a una historia de amor surgida en medio de la ciudad del desastre:



Una tarde, por una avenida multitudinaria, una mujer
vino
hacia mí,
y toda la noche y todo el día
anduvimos las calles sin nombre, los barrios desfigurados
de México-Tenochtitlán-Distrito Federal.

Entre paquetes humanos y embotellamientos de coches,
por plazas, mercados y hoteles,
conocimos nuestros cuerpos,
hicimos de los dos un cuerpo,



en un tiempo en el que el fin de la historia de amor construye una metáfora de la soledad de la urbe:


Cuando ella se fue, la ciudad se quedó sola,
con sus muchedumbres,
su lago desecado, su cielo de neblumo
y sus montañas invisible16.



Podría con Homero Aridjis seguir narrando los espacios de recuperación y actualización histórica que realizó con Memorias del Nuevo Mundo (1991), o la vinculación urbana futura a mitos del pasado que el México del 2027 tiene en La leyenda de los soles (1993), o la reciente y apocalíptica ¿En qué piensas cuando haces el amor? con la distorsionada «Ciudad Moctezuma», que es una metáfora contemporánea del México que se destruye cada día y de sus principales distorsiones históricas y contemporáneas.

Portada de la Antología poética [1960-1994] de Homero Aridjis

Portada de la Antología poética [1960-1994] de Homero Aridjis.

Portada de La Leyenda de los Soles de Homero Aridjis

Portada de La Leyenda de los Soles de Homero Aridjis.

Concluyo por tanto situando una visión del pasado que tardó en producirse. Era evidente que el siglo XVI no podía cantar ruinas porque el canto era el de los que las habían provocado. Desenterrar la ciudad ha sido sobre todo una tarea d el XX y desenterrarla, a veces, no sólo ha sido trabajo de los arqueólogos, sino de los escritores. En el fondo, hay una fundación utópica del pasado sobre todo cuando el presente de las ciudades se ha ido haciendo insoportable (Ixca Cienfuegos nos modelizaba esa sensación). El caso de México es el paradigma principal de la emergencia de ruinas en la literatura, pero la Guatemala de Asturias lo fue también. Y en la actitud de los restauradores literarios de ruinas hay mucho de recreación a partir de ellas de glorias del pasado. El tiempo ha diseñado un conjunto de sensaciones que el canto renacentista a las ruinas no podía ni tan siquiera sugerir.

Las ciudades se han hecho ciudades interiores y en ellas volcamos nuestra identidad. Las ruinas que emergen del pasado prehispánico son elementos que densifican una de las tradiciones de América. Y es una tradición imprescindible si queremos realmente ver las urbes no como turistas, sino como viajeros literarios. Verlas simplemente. El canto a las ruinas nos situará así sobre todo en una tradición cultural. Podremos hablar a partir de la misma de muchas cosas. Indagar otros modelos literarios, otros ejemplos. Pero indagar sobre todo en otra forma de ciudades invisibles, (en el sentido que las construyó Italo Calvino) que la verdadera «venganza de Moctezuma», la arqueología y la literatura nos han puesto ante los ojos.









 
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