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«I must have liberty». Para una arqueología sobre la recepción internacional de la Guerra Civil1

Josebe Martínez





I Must Have Liberty es la autobiografía de Isabel de Palencia (Málaga 1878-Ciudad de México 1974), escritora, periodista, fundadora de la primera revista exclusivamente dirigida a mujeres en la España de 1908, y embajadora de España en Suecia y Finlandia de 1936 a 19392.

La publicación de esta autobiografía en inglés, y en Estados Unidos es debida, al igual que Doble esplendor, la autobiografía de Constancia de La Mora3, al interés que despertó en ese país la guerra civil española de 1936. España y la causa española ocupaban por primera vez en la era moderna el interés de todas las naciones, especialmente de aquellas que, en la década de los años treinta, contaban con crecientes corrientes liberales, como lo era Estados Unidos durante el gobierno de Roosevelt4. A lo largo de la guerra, Isabel Oyarzábal de Palencia había realizado varias visitas a Norteamérica enviada por el gobierno republicano como portavoz de la España leal5. Sus viajes, que aparecen descritos en su autobiografía, dan una idea clara de su papel como embajadora y emisaria de la Segunda República Española, y también de los sentimientos y la disposición del público norteamericano hacia la causa democrática española. Intelectuales, artistas y opinión pública le ayudaron con dinero, manifiestos y publicaciones, como lo demuestran los éxitos que a estos tres niveles obtuvo en sus apariciones en Nueva York, Los Ángeles, Miami, Toronto, Montreal, etc. La adhesión del público de EE. UU. y Canadá, y la concienciación y sensibilización con respecto al tema de España habían quedado ya manifiestas con la creación de la Brigada Abraham Lincoln, que luchó en suelo español, por la causa leal.

Rumbo a su exilio mexicano, en 1939, tras una breve estancia en Nueva York, Isabel Oyarzábal escribía:

«Antes de salir de Nueva York se acordó que volvería a los Estados Unidos en el otoño para dar alguna conferencia sobre España. También se habló de la posibilidad de que yo escribiera uno o quizás dos libros...»6.



En realidad fueron dos libros los escritos por ella entonces, I Must Have Liberty y Smouldering Freedom, publicado este último en Londres en 1946. Bajo el subtítulo «The story of Spanish republicans in exile», este segundo libro hace un análisis político y social de las últimas etapas de la guerra, de la posguerra y del exilio (1939-1945).

El contrato para la publicación del primer libro con la editora Longmans es del 2 de mayo de 1940. Podemos considerar esta fecha en relación con los aconteceres en el panorama internacional: Polonia había sido invadida por Alemania en septiembre de 1939, en abril de 1940 Hitler invade Dinamarca y Noruega; Holanda y Bélgica caen bajo el dominio alemán en mayo del mismo año, y Francia es invadida también en mayo, mes en el que Isabel de Palencia firma su contrato.

En 1940 la España republicana, derrotada desde abril del 39, cinco meses antes del desencadenamiento de la II Guerra mundial, aparece ante los norteamericanos como un ejemplo de dignidad y resistencia (tres años de lucha) contra el fascismo, en una Europa que se rendía en semanas a los nazis. La labor de los intelectuales y de la prensa de EE. UU. en la popularización de la causa española fue, como mencionábamos, muy grande7. I Must Have Liberty apareció ante el lector norteamericano en una hora en que su horizonte de expectativas exigía este tipo de literatura8.

Rastreando las críticas, puede decirse que I Must Have Liberty recibió la atención de al menos cuarenta y siete periódicos a lo largo y ancho de Estados Unidos. Entre ellos se hallan, por supuesto, los más notables del país, que publican recensiones favorables al libro y largos reportajes con fotografías de la autora. The New York Times le dedica un largo comentario en su sección 'Books of the Times' del 27 de noviembre de 1940, e igualmente lo hace el New York Times Book Review del 8 de diciembre. Otras recensiones notables aparecen en El New York Telegram (28-11-40), The New Yorker (30-11-40), New York Herald Tribune (30-11-40 y 1-12-40), New York Post (6-12-40), Los Angeles Times (8-12-40), The Boston Herald (21-12-40), The Boston Transcrip (28-12-40), The Nation (25-1-41)... a los que hay que añadir las reseñas aparecidas en Kansas City Star, The Republican de Minnesota, The News de Buffalo, Everyday Magazine de St. Louis, The Townsman de Massachussets, The Houston Post, Tejas, etc.9




La biografía como proyecto patriótico

I Must Have Liberty es una autobiografía apologética, escrita en defensa de la causa republicana después de su derrota, y desde la marginación geográfica, física, y textual; escrita en el exilio por uno de los vencidos, una mujer, y en una lengua extranjera. Trataba de mostrar en el exterior la verdadera historia, o la «otra» historia del conflicto español; es decir, sobre todo, sustentar la legitimidad del régimen republicano y demostrar que la guerra española no fue en definitiva una guerra civil sino una invasión de las potencias fascistas europeas, Alemania e Italia, amparadas en la política de no intervención promulgada por Inglaterra, Francia y Estados Unidos10.

La autobiografía no fue escrita en defensa propia, ni se puede considerar una confesión. Es parte de su proyecto patriótico. Contrariamente a lo que Estelle C. Jelinek11 indica sobre el género autobiográfico (cuyas críticas giraban principalmente en torno a la moral de los autores), en la que nosotros tratamos, es la autora, Isabel Oyarzábal, quien con su ejemplo interpela al lector sobre su propia moral, relacionándose así con la postura reflejada por Francisco Ayala, para quien «la causa española, España, irrumpió de golpe en un orden mundial del que era arrabal inerte, para perturbarlo y plantearle al Occidente su cuestión moral en términos tan perentorios, tan obstinados y violentos, que se haría para él cuestión de vida o muerte, de salvarse o condenarse»12.

Esta biografía es, pues, un texto de carácter ético trasunto de aquella cuestión moral que fue la guerra de España. Al surgir de ella, contradice también los cánones de la autobiografía, según los cuales, los hombres escribirían en los grandes periodos de crisis y las mujeres en épocas de paz y progreso (abundantes en las primeras décadas del XX y en los años sesenta y setenta). I Must Have Liberty está escrita por una mujer, en tiempo de hombres. Tampoco cumple el precepto de encerrarse en sí misma y olvidar su circunstancia de acuerdo con el común de las autobiografías femeninas, sino que nos proporciona, con gran detalle, su inclusión en la época que trata, inserción llevada a cabo mediante sus escritos y sus intervenciones políticas, cosas ambas que tampoco abundan en los trabajos de mujeres13.

La necesidad de explicación y entendimiento del propio pasado, que parece inmanente a las autobiografías de mujeres, deja aquí paso a la interrogación abierta al mundo, sobre el pasado y el presente de individuos y naciones. Se trata de una exposición lineal y clara sobre la evolución de una persona, que es a la vez la de un pueblo14. Hay episodios en que aparece lo estereotípico de la mujer; por ejemplo, cuando se detiene a describir el vestido que lució al entregar sus credenciales de embajadora en manos del rey sueco. Lo hace, sin embargo, por una razón de fondo: la historia oficial no prevé indumentaria femenina para tal ocasión porque no prevé ministros plenipotenciarios de dicho sexo.




La Guerra Civil

Isabel Oyarzábal escribe por extenso en su biografía como el año de 1936 fue recibido al grito de «salvar a los presos políticos»: cuarenta y cinco mil hombres y mujeres defensores de la República estaban en prisión y cientos de niños asturianos habían sido trasladados a otras provincias porque morían de hambre.

Nuevas elecciones fueron convocadas para el 16 de febrero, bajo el control del gobierno conservador. Las mujeres también votaron y, esta vez, su voto fue para la izquierda. No en vano, escribe Isabel de Palencia, habían pasado dos años en los que su libertad había sido amenazada.

El Frente Popular ganó, y Azaña encabezó un nuevo gabinete. Isabel de Palencia colaboró con el nuevo gobierno, lo representó en la Conferencia Internacional del Trabajo y en el Comité Internacional sobre la Esclavitud en vísperas de la sublevación franquista.

Poco después del levantamiento sería enviada por el gobierno republicano a una gira internacional como emisaria de la causa leal, junto al padre Sarasola y Marcelino Domingo (ministro de Instrucción Pública en 1931 en el gabinete de Alcalá Zamora, y de Agricultura en 1936, en el gobierno de Azaña), en la que daría numerosas conferencias en Estados Unidos y Canadá: en Nueva York ante veinticinco mil personas, en el Madison Square Garden, en Seattle, en Portland; en San Francisco, en el Western Writers' Congress con Upton Sinclair, John Steinbeck, Humphrey Cobb, Doroty Parker, Haakon Chevalier, y con la adhesión de Thomas Mann; en Los Angeles, Denver, Tampa, St. Louis, Wisconsin, Chicago, Washington, en la Casa Blanca, con Franklin Delano Roosevelt y en la Society of Women Geographers, de la que era miembro. Vancouver, Montreal, Toronto y Quebec completaron la gira. Al terminarla, el gobierno español la envió como embajadora a Suecia. Esta función se alternó con representaciones tanto en Inglaterra, donde hablaría de la situación española en la Cámara de los Comunes15, como en la Liga de Naciones, en Ginebra, junto al ministro de Relaciones Exteriores, Álvarez del Vayo. La reacción internacional era de temor ante el conflicto español, que era presentado por España en la Liga como una invasión extranjera. México expresaba abiertamente su apoyo: «El legalmente constituido gobierno de la República española tiene todo el derecho ante las leyes internacionales de recibir armas, y nosotros, los mexicanos, vamos a actuar de acuerdo con esa ley»16.

Su labor en Suecia consistió en ahondar, extender y consolidar las relaciones comerciales que tenía España con aquel país. Durante la guerra, se trataba, más que nunca, de abastecer a la nación de productos como leche, mantequilla, queso, y carne, de los que ya carecía. Por otra parte, Suecia necesitaba fruta del oriente español. El problema consistía en que los aviones italianos y alemanes hundían los barcos españoles que transportaban estas mercancías, y los suecos sólo pagaban la carga que llegaba hasta sus puertos. Otro aspecto de la diplomacia comercial consistió en impedir a toda costa que las compañías suecas comerciaran con la zona franquista, cosa que pudo evitarse hasta poco antes de terminar la guerra. A fines de 1938 el gobierno sueco, presionado por las grandes compañías industriales nacionales e internacionales, envió una representación comercial a la zona franquista. La intercesión diplomática de Isabel Oyarzábal se había extendido también a Finlandia, donde su tarea y su persona, como embajadora del gobierno leal, le granjearon el respeto y la colaboración hasta los momentos finales de la guerra, cuando las potencias internacionales reconocieron a Franco.

Siendo el desenlace inevitable, ella, en conferencias periodísticas y radiadas, acusó gravemente la política internacional de los países occidentales, que tanta prisa se daban en reconocer al régimen fascista de Franco y tan remisos se habían mostrado ante un estado democráticamente elegido. Al terminar la guerra, libre de su responsabilidad diplomática, salió de Suecia embarcándose rumbo a Nueva York, de donde iría a México, «verdadera tierra de libertad para miles de españoles» como escribe en la dedicatoria de Smouldering Freedom, su siguiente libro sobre esta etapa política española.





 
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