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Mujeres y prensa: la página femenina de «El Sol» (1917-1936)

Servén Díez, Carmen




Introducción

La diversificación del público lector es un largo proceso cuyos avances en la segunda mitad del siglo XIX y primeros del veinte se hacen notorios. Estudiosos como Jean François Botrel han mostrado la estrecha relación existente entre los avances de la industrialización en España y las consiguientes modificaciones de las empresas editoriales, que lanzan por entonces nuevos tipos de lecturas destinadas a satisfacer a un público más y más diversificado, pero también más numeroso cada día1.

La configuración de un público femenino, definido en función del género y no de otros posibles considerandos (ideología política, clase social..., etc.) ha sido esbozada de manera convincente por varios estudiosos. Con respecto al primer tercio del siglo XX, Ángela Ena Bordonada ha anotado una «mayor actividad lectora de la mujer» que se traduce en una «proliferación de revistas de temática específicamente femenina», pero también en la presencia de secciones destinadas a la mujer en las revistas de interés general: Blanco y Negro, La Esfera, La Estampa..., etc., así como en el hecho de que las más prestigiosas editoriales ofrecen «colecciones destinadas a la mujer» (Ena Bordonada, 2001: 243). Por su parte, Leonor Acosta ya se refirió tempranamente a esa vieja estrategia de algunos periódicos ingleses consistente en aproximarse al público femenino por el procedimiento de introducir secciones en que se tratan temas asociados con el «bello sexo»; esa estrategia estaría en el origen de las primeras publicaciones periódicas dirigidas enteramente a mujeres (Acosta, 1997: 12) ya en el siglo XVII. Desde ahí se inicia, según argumenta Acosta, la escalada hacia una mayor visibilidad de la mujer en la prensa, pero también una especialización de contenidos que implica la expansión de un modelo femenino cada vez más estrecho y limitado a lo doméstico, todo lo cual refuerza la configuración y organización del público lector en sectores determinados por el género. Desde la aparición del Lady's Magazine, revista inglesa nacida en 1770, las revistas femeninas occidentales ofrecen similares contenidos2:

«un poco de instrucción, un poco de moda, belleza, cocina, historias seriadas, cuentos románticos, versos, cartas de las lectoras, anuncios de nacimientos, bodas y fallecimientos, informaciones del extranjero..., etc.».


(Acosta, 1997:14)                


La prensa española, en concreto, ve multiplicarse las revistas femeninas desde mediados del siglo XIX; además asiste a la eclosión del periodismo femenino entre 1850 y 1936, y muestra ya a principios del siglo XX la existencia de colaboradoras fijas en determinadas secciones que albergan los grandes diarios.






El Sol

El Sol ha pasado a la historia como «el periódico de mayor prestigio que existió en España antes de la guerra civil» (Desvois, 2010: 166). Nació en 1917 y desapareció en 1939, aunque había entrado en franca decadencia a partir de 1931. La trayectoria de este diario ha sido minuciosamente estudiada por Michel Desvois, de quien proceden los datos que recojo a continuación: se desarrolló en pleno proceso de cambio de la prensa española, cuya estructura, contenidos y protagonistas se habían visto muy afectados por las transformaciones político-sociales y económicos que sufría el país (Desvois, 2010: 167); a lo largo de los primeros treinta años del siglo XX, la prensa de opinión había perdido terreno en España frente al grupo de grandes diarios que privilegiaban la información; la distribución en secciones se fue haciendo sistemática; y se multiplicó la información gráfica (Desvois, 2010:168)3.

En todo ese proceso de renovación, intervino de forma destacada un empresario, Nicolás Urgoiti, y una empresa, La Papelera Española. Urgoiti no consiguió hacerse con El Imparcial, pero finalmente fundó El Sol para sacar adelante su proyecto político y económico, lo apuntaló con grandes inversiones en maquinaria y en capital humano, y recabó el apoyo de los mismos accionistas que formaban parte de la empresa papelera (Desvois, 165-170).

El Sol contrató a periodistas prestigiosos, a quienes pagó bien, y creó una tupida y valiosa red de corresponsales en el extranjero; tenía más páginas que otros diarios, y valía aproximadamente el doble. Se dirigía a un público de profesionales y empresarios, y «se inscribía en el proyecto de la fracción liberal, laica y moderna de la burguesía» española (Desvois, 2010: 174). Más adelante hubo de plegarse a exigencias que limitaban sus páginas por iniciativa del gobierno auspiciada por gerentes de otros diarios; y se ofreció otro diario hermano, más barato pero que defendiera el mismo proyecto político para bolsillos más modestos: La Voz, fundado en 1929. El Sol recibió un golpe de muerte en 1931, cuando en vísperas de la II República, cayó en manos de un grupo de accionistas monárquicos. Desde entonces, no levantó cabeza y cambió de manos y de signo político varias veces hasta 1939, en que desapareció.




Colaboradoras asiduas en El Sol

Desde sus inicios, El Sol prestó cierto espacio a la participación de periodistas o escritoras destacadas. A partir de 1917, contaba con la escritora Isabel Oyarzábal, que solía firmar con el seudónimo «Beatriz Galindo». Más adelante sentó plaza María Luz Morales, que tenía una página fija los domingos; y después se encargó de ella Carmen de Icaza, que firmaba «CIL» y figuró en el periódico durante un periodo más breve.

No se entienda por ello que el resto del diario iba exclusivamente dirigido al público masculino. A través de la publicidad y también en algunas secciones, asoma la presencia de temas o reclamos dirigidos a la mujer. Por ejemplo: en la sección de cine, normalmente inserta en la página 8, o siguientes si las hay, se hallarán fotografías de actrices que lucen distintos atuendos de moda en posturas apropiadas para exhibirlos bien; estas imágenes vienen acompañadas de pies de foto que difícilmente despertarán el interés de los lectores varones, pero parecen afines a las inquietudes indumentarias de las lectoras: por ejemplo, «Marión Nixon vistiendo un abrigo muy original» (El Sol, 4-XI-1928, p. 8).

Igualmente, merece atención la publicidad; según anotaba la profesora Ángela Ena (2001: 225), «la publicidad inserta es una buena fuente de observación del público al que va dirigida» una publicación periódica; pues bien: en El Sol se anuncia un jabón mediante la representación gráfica de una escena en que vemos a una dama en plena faena doméstica con su doncella, ambas dedicadas a guardar la ropa limpia y fragante en los armarios; por lo que el reclamo parece estar dirigido a damas elegantes (v. gr. El Sol, 6-1-1926).




Isabel Oyarzábal (Málaga, 1878-México D. F., 1974)

Isabel Oyarzábal de Palencia fue una escritora que cultivó novela y teatro, y además ejerció como periodista y traductora. De padre español y madre escocesa, pertenecía a la alta burguesía, pero tenía un fuerte afán de independencia4. Trabajó en una temprana etapa para las tablas con la compañía de María Tubau, y después decidió escribir para los periódicos; además de insertar sus textos en la prensa inglesa, sacó una revista femenina, la Dama (1907), que editaba junto a su hermana Ana y que ofrecía frivolidades pero también avances ideológicos y culturales. Tuvieron cierto éxito, pero el precio del papel hizo declinar la revista.

En Diciembre de 1917 se le encomendó una columna diaria en El Sol, que firmaba con el pseudónimo «Beatriz Galindo», y que se tituló primero «Diario de una mujer» y desde junio de 1918, «Cónica femenina». Sus aportaciones forman un conjunto de ciento quince artículos anteriores al 17 de enero de 1919. Además, Oyarzábal se encargaba de comentar los éxitos teatrales para el diario.

Estos artículos de Oyarzábal para el gran diario madrileño de la Edad de Plata, han sido analizados por Amparo Quiles Faz (2008): abarcan temas feministas (necesidad del voto femenino, la anquilosada educación de la mujer en España, la escasez de lecturas y lectoras, el atraso de las españolas con respecto a las europeas...), pero también temas ligados a la feminidad más tradicional (belleza, salud, estética y moda...)- La periodista se iba acercando progresivamente al movimiento feminista. Formó parte de la ANME (Asociación Nacional de Mujeres Españolas), donde llegó a ser presidenta, y también estaba ligada al Lyceum Club Femenino de Madrid desde 1926.

Isabel Oyarzábal trabajó además en otras publicaciones antes de la guerra civil de 1936-39: ha sido ya estudiada su colaboración entre 1925 y 1928 en Blanco y Negro por María Luisa Mateos Ruiz, pero se han de revisar sus aportaciones a Cosmópolis entre 1927 y 19305, así como otros textos de prensa.

Al paso de los años, la escritora y periodista se adscribió con mayor firmeza y claridad a una ideología europeísta y feminista. Como señala Amparo Quiles Faz en su excelente estudio sobre los artículos publicados por Oyarzábal en El Sol.

[Oyarzábal] «representa la imagen de una mujer que rompió con el orden establecido por el poder patriarcal. Con estas rupturas, pasó a formar parte del grupo de las heterodoxas, de aquellas mujeres que optaron por el bando opuesto al establecido para las mujeres de la época».


(Quiles Faz, 2008:132)                


Como tantas otras intelectuales modernas de todo el país, la periodista, traductora, novelista y dramaturga hubo de salir de España al término de la guerra civil. Murió en México, donde había seguido escribiendo.




María Luz Morales (A Coruña, 1898-Barcelona, 1980)

Hasta hace poco, cuando se trataba de las periodistas españolas de la Edad de Plata solía olvidarse la figura de María Luz Morales Godoy, apenas estudiada hasta el momento6 y sin embargo extraordinariamente interesante por su variada labor como escritora: no sólo dirigió publicaciones de índole diversa -como El Hogar y la Moda o La Vanguardia- sino que además fue traductora, adaptadora, narradora original y editora de libros para niños. Las entradas que actualmente ofrece la Biblioteca Nacional de Madrid a nombre de María Luz Morales alcanzan muchas docenas de títulos distintos.

Existen breves biografías de María Luz Morales, algunas contenidas en repertorios muy significativos. Una de ellas es la que Antonina Rodrigo incluye en su libro dedicado a las mujeres progresistas que el régimen de posguerra rechazó y procuró olvidar (Rodrigo: 1996). Rodrigo sitúa a María Luz Morales en un contexto en que el advenimiento de la II República española permite a la mujer salir del espacio físico e intelectual en que se hallaba recluida tradicionalmente la mujer española; y señala que la periodista-escritora fue uno de esos «protagonistas circunstanciales» que tuvieron que asumir «responsabilidades extraordinarias» durante la guerra civil: María Luz fue nombrada directora de La Vanguardia, el gran periódico de Barcelona, durante el conflicto bélico. Tras la guerra sufrió reclusión.

Otra breve biografía de María Luz Morales puede hallarse en la enciclopedia biográfica dirigida por Cándida Martínez, Reyna Pastor, María José de la Pascua y Susana Tavera. Se hace aquí hincapié en la formación políglota de la periodista-escritora, en que pudo rehacer su carrera a partir de 1948 y en que obtuvo numerosos galardones profesionales a lo largo de su vida.

Por lo que sabemos, María Luz Morales logró el respeto profesional y la amistad de sus colegas. A lo largo del periodo de preguerra, que es el que nos interesa hoy, mantuvo estrecha relación con el grupo de mujeres que Shirley Mangini ha llamado «las modernas de Madrid»7: mujeres de vanguardia, generalmente de clase acomodada y muchas de profesión docente o dedicadas a la escritura, que se hallan ligadas a las iniciativas de la Institución Libre de Enseñanza, poseen una cultura más extensa que la media, se integran en diversas asociaciones femeninas, culturales o no, y gravitan en torno al Lyceum Club y la Residencia de Señoritas. Aunque María Luz Morales vivía y trabajaba en Barcelona, colaboraba con grandes periódicos de Madrid, como El Sol, y hacía frecuentes viajes a Madrid. Cuando así ocurría, se alojaba en 'la Resi', la Residencia de Señoritas que se promovió a imagen de la Residencia de Estudiantes y que dirigía María de Maeztu; de hecho María Luz llegó a hacerse cargo de la institución paralela que se creó en Barcelona siguiendo el mismo modelo; me refiero a la Residencia de Señoritas Estudiantes de Barcelona (Shirley Mangini, 2001: 194), que se fundó en los años treinta y estuvo ubicada en el Palacio de Pedralbes, según indica Antonina Rodrigo (1996: 209).

La vida y el resto de la obra de María Luz Morales merecen estudios y atención; pero en el presente trabajo voy a referirme exclusivamente a su faceta como periodista y en concreto a su participación en la redacción de El Sol, que se produjo cuando ya la brillante periodista había trabajado largamente para El Hogar y la Moda e incluso había dirigido varios años esa revista femenina.

A principios de los años veinte, una jovencísima María Luz Morales era ya una firma constante en El Hogar y la Moda; en febrero de 1923, la propia revista anuncia que la dirección de la publicación ha sido confiada a la joven redactara8. La revista, volcada en temas de moda y hogar, insertaba además por esos años relatos cortos o cuentos, algunos de firmas tan acreditadas como la de Emilia Pardo Bazán; también crónicas o artículos de plumas diversas, incluida Carmen de Burgos, Colombine. Solía reservar la plana final a juegos o historietas para los niños; y ofrecía una sección fija «De todos a todos» en que la revista servía como intermediaria entre unos lectores y otros. De su imprenta salía además el suplemento literario Lecturas, objeto de intensa propaganda en las páginas de El Hogar y La Moda, y en que se ofrecían cuentos, novelas, artículos y obras teatrales de los autores más conocidos del momento (Mercedes Roig, 1989: 209). Es necesario hacerse cargo hoy de que a primeros del siglo XX concurren varios factores que justifican la dedicación de una mujer culta e inteligente a producir textos sobre moda y hogar: el deseo de luchar por la dignificación de la feminidad; la aspiración a convertirse en una firma conocida, puesto que «la firma autorial funcionaba claramente como una marca registrada, que indicaba cierto grado de popularidad dentro de determinado segmento del mercado» (Susan Kirkpatrick, 2003: 171); y el contexto, en que muchas de las «modernas» de estos años se abrían paso tratando temas relativos a la mujer y al hogar9; por ejemplo, Carmen de Burgos Colombine dedicó durante los primeros meses (1903) su columna del Diario Universal a temas de aseo personal, moda y belleza femeninas, y más tarde publicó varios volúmenes, fueran originales o arreglos, con títulos tan ceñidos a esos temas como Moderno tratado de labores (1904), El arte de seducir (1916), El arte de ser mujer (¿1916?) o Arte de la elegancia (1918); Isabel Oyarzábal Smith también tuvo una página en El Sol en que reivindicaba el voto femenino o lecturas para las mujeres, pero tampoco se resistía a dar su versión sobre los sombreros al uso o sobre la licitud de los afeites (Amparo Quiles Faz: 2008, 118 y ss.), como había hecho previamente en La Dama, mezclando feminidad y feminismo... Así, es necesario recordar las posiciones de sus coetáneas para valorar la dedicación de María Luz Morales a El Hogar y la Moda.

El hecho de que María Luz Morales, pese a su juventud y a su género, llegara a ser directora de una publicación durante largos años, no es tampoco desdeñable. Como indica Danièle Bussy Genevois (2005: 203), «desde los años 1860, se soñaba con el modelo de periodista ilustrada y entregada a su misión, de forma que la imagen político-feminista de las directoras es además un ideal para las lectoras y núcleo de las asociaciones de mujeres de vanguardia». El hecho de que El Hogar y la Moda no sea una revista de carácter político o cultural, no resta significación a la autoridad que logra María Luz gracias a su papel directivo.

De forma que María Luz Morales ya era una firma solvente y una figura popular cuando El Sol decide albergarla entre sus páginas.

La integración de María Luz en El Sol se produce en un momento de cambios generales en el diario y se anuncia a bombo y platillo. En 1926, La Voz de Madrid y también El Sol, ambos periódicos en manos de la misma empresa, avisan10 de que va a salir un nuevo suplemento dominical con trabajos de María Luz Morales y de grandes firmas del panorama español: Ortega y Gasset o Ramiro de Maeztu, entre otros. La propia joven explica en qué consistirá su colaboración en una página que se titulará «La Mujer, el Niño y el Hogar»; será una:

«[...] charla amiga, de las cosas que a las mujeres interesan: del hogar, del niño, de la casa, del ambiente doméstico, de hijos. Y también, ¿por qué no?, de trapos, de modas, de afeites, de gratas y consoladoras frivolidades... Y también en cuanto la fuerza y la voz de quien ha de hablar a ello alcancen, de los eternos temas humanos que por igual a hombres y mujeres importan: la belleza, el trabajo, la cultura, el arte, la naturaleza, el dolor, la caridad».



Su contribución se atiene, por tanto, a la esfera de influencia que tradicionalmente se consideraba propia de la mujer11: hogar y niños, así como frivolidades relativas a la moda y el adorno personal o temas que en gran parte se hallan en el territorio de los sentimientos y de lo artístico entre lo genuinamente humano. Procurará siempre ceñirse a los parámetros comunes en la mentalidad de su tiempo, aunque intentando siempre dignificar el rol femenino y mejorar la formación e información de las mujeres. Precisamente su afán de abordar lo que a ellas les interesa, la conduce a hablar repetidamente de los niños, de sus lecturas y de su educación; por ejemplo, su colaboración del 19-11-1926 (v. p. 1), se titula «Temas femeninos. Libros para niños»; es decir: se dirige a las madres como mediadoras por excelencia en la promoción de la lectura infantil. Esa forma de concebir la intervención de la madre en la educación del hijo será una de las constantes de su perspectiva; pero además se refiere muy a menudo a la mujer como lectora, a la presencia del libro en el ámbito exclusivamente femenino, como en «Charlas. La mujer y la biblioteca», en El Sol, 29-4-28, p. 9.

Su importante labor de difusión de la literatura entre sus lectoras a través de las páginas de El Sol culmina con una encuesta de la que incluso hablan otros periódicos y que se dirigió a averiguar las preferencias literarias de las mujeres. Esta consulta a las lectoras se desarrolló en dos fases. La primera lanza tres preguntas a las lectoras, para averiguar qué leen las mujeres y cuál es su género y su escritor/a predilecto (v. El Sol, 16-4-27, p. 9). La segunda consistirá en un sondeo a varias personalidades intelectuales para recabar su consejo sobre lecturas para la mujer.

El resultado que arroja la primera parte del trabajo es resumido en la página de María Luz: la encuesta «nos ha dado, como resultado casi único -aparte la indiscutible preferencia femenina por la obra de D. Benito Pérez Galdós- la evidencia de una gran desorientación y de un deseo todavía mayor de orientarse en materia de lecturas por parte de un gran número de mujeres españolas» (El Sol, 03/07/1927, página 9). Más adelante se proporcionan unas estadísticas más precisas y matizadas, y una carta del director de la Biblioteca Nacional12.

En cuanto al sondeo realizado entre los intelectuales del momento, la encuestadora afirma haber extraído las siguientes conclusiones generales: «Las mujeres deben leer lo mismo que los hombres» pero «no deben leer esa literatura llamada blanca, ñoña, sensiblera, que algunos hacen a su medida [...] juzgando su medida, desde luego, muy insignificante)». Así, la opinión mayoritaria de los intelectuales consultados parece contraria a una diversificación de lecturas que propicie diferencias de género en el material literario.

Finalizada toda la encuesta, la propia María Luz hace balance general en su página: «Por lo menos, durante largos días y para que lo oyeran las mujeres se ha hablado en esta página de libros y de autores, de ideales y de orientaciones...»; claro está, admite, que quizás las mujeres no han hablado de lo que realmente leen, sino de lo que creen que deberían leer: «al fijarse en determinados títulos, dándoles preferencia, ¿no indican ya con ello que tales libros son los que ellas creerían que deben leer?»...




Carmen de Icaza (Madrid, 1899-1979)13

Carmen de Icaza era hija del poeta, académico y diplomático mexicano Francisco de Icaza14. Con su familia, viajó por diversas capitales europeas y aprendió varios idiomas.

Tras la muerte del padre, su madre y sus hermanas Anita y Sonsoles, Carmen decidió dedicarse a la escritura. Según cuenta Paloma Montojo, hija de Carmen y nieta de Francisco de Icaza, Carmen de Icaza se presentó a Félix Lorenzo, director de El Sol, para pedirle trabajo, y lo obtuvo. Probablemente las ambiciones literarias de la bonita y arrojada joven hablaban a su favor; pero también debieron pesar las relaciones intelectuales de la familia15, así como el viraje que por entonces estaba experimentando El Sol.

La página dedicada a «La mujer, el niño y el hogar» sigue albergando la firma de María Luz Morales hasta otoño de 1931; pero en la bisagra de los años 1931/1932, este espacio semanal abandona los domingos y pasa a ubicarse los martes; simultáneamente desaparece la firma de María Luz Morales y con asiduidad se presentan dos seudónimos: «Miss Any» y «D'Enery», cuyo nombre real no he identificado. En todo caso, estos cambios son muy provisionales: desde otoño de 1932 aparece regularmente «CIL», pesudónimo que popularizó Carmen de Icaza; y la página ha vuelto a situarse en los números dominicales. La joven Icaza es una firma en alza, que populariza la firma «CIL»16 a partir de entonces y la inserta en sus trabajos periodísticos de los años siguientes, tanto en El Sol, como en Ya, ABC y Blanco y Negro. Nótese que Icaza, salvo su presencia en El Sol, se vincula a los grandes medios de prensa conservadores; y lo cierto es que entró en el periódico liberal cuando éste estaba sometido a fuertes bandazos ideológicos y sufría importante déficit económico.

Como quiera que sea, en los primeros años treinta El Sol se vanagloriaba de incluir una página femenina; en varios números del propio diario aparece un suelto publicitario que reza:

«Todas las semanas publica este diario una página entera titulada La mujer, el niño y el hogar, en que se abordan todos los temas que pueden ir incluidos en el citado título, tales como recetas prácticas para la vida doméstica, educación infantil, modas, etc. El Sol es el único diario español que ofrece a sus lectoras y lectores una sección fija de esta naturaleza».


(El Sol, 1-3-32)                


Carmen de Icaza, a partir de 1935 se convertiría en una novelista muy popular, que cultivó un tipo de narrativa en ocasiones muy afín al subgénero rosa, y de elaboración muy irregular (Servén, 2005: 110)17. Pero fue elogiada por estudiosos como Sáinz de Robles y por otros novelistas como Martín Gaite. El primero advertía las diferencias existentes entre las sucesivas narraciones de Icaza, se resistía a encasillarla exclusivamente en el ámbito de la ñoñería rosa, y anotaba (1971: 11-13) una progresiva evolución de la autora hacia formas de novela más ambiciosas. Por su parte, Carmen Martín Gaite rememoraba sus lecturas de antaño y destacaba la importancia que las novelas rosa tuvieron en la formación intelectual de las jóvenes de postguerra, así como la llamativa irrupción de Carmen de Icaza en aquel panorama cultural:

«[...] leía tantas novelas rosa, de Eugenia Marlitt, de Berta Ruck, de Pérez y Pérez, de Elisabeth Mulder, de Duhamel. Luego vino Carmen de Icaza y desplazó a los demás, ella era el ídolo de la postguerra, introdujo en el género la modernidad moderada, la protagonista podía no ser tan joven, incluso peinar canas, era valiente y trabajadora, se había liberado económicamente, pero llevaba a cuestas un pasado secreto y tormentoso...».


(Martín Gaite, 1978:141)                


La bonita y elegante Carmen de Icaza juvenil empezó en El Sol redactando unas breves crónicas De la vida moderna, su gracioso desenfado contribuyó a que le fuera encargada la plana dominical de La mujer, el niño y el hogar, como ya se ha dicho. Pero bajo su pluma, la página se transformó: disminuyó notablemente el número de noticias culturales, y la plana se dedicó casi exclusivamente a moda, belleza, higiene y crianza de los niños. No debe entenderse por ello que la periodista se colocaba personalmente de espaldas a la realidad política y cultural: de hecho fue una importante activista poco después desde las páginas de Ya, donde dedicaba el grueso de sus esfuerzos a la infancia desvalida; durante la guerra se adhirió firmemente a los afanes falangistas; y tras ella fue secretaria del Auxilio Social o trabajó para la Cruz Roja. Su afinidad con el bando rebelde alzado contra la II República, así como sus comentarios elogiosos a la falange o a la Guardia de Hierro rumana, le granjearon un puesto destacado en la Historia de la literatura fascista española18. Con ello se hace palmaria la diversidad de orientaciones políticas de las mujeres que El Sol reclutó como encargadas de desarrollar regularmente un espacio dedicado a las lectoras.




Conclusión

Sutilmente, cada una de las periodistas que El Sol acogió regularmente muestra su peculiar actitud en torno a la vida cultural y política, así como su personal noción sobre la feminidad y el feminismo; cada una de ellas se dirige a las lectoras desde supuestos diferentes. Tanto Oyarzábal como Morales expresan la necesidad de potenciar la lectura femenina; pero Icaza dedica casi todo su espacio a variadas cuestiones de arreglo personal. Todas se muestran partidarias del voto femenino, pero en lo que respecta al trabajo e independencia de la mujer, así como al esfuerzo que dedican a promocionar la lectura femenina mantienen posiciones disímiles. Isabel Oyarzábal, la de prosa más elegante y sobria, reputa muy insuficientes los hábitos lectores de la población femenina española, y explica: «En realidad, aparte lo que a ciertos devocionarios se refiere y quizá a la vida de los Santos, para las mujeres en general no existe el libro ni apenas la palabra impresa»19.Y atribuye tan menguada afición a la lectura a dos causas principalmente: «las limitaciones que cercan a la educación femenina», sólo atenta a los conocimientos más elementales; y «las restricciones que en este terreno imponen a la mujer sus directores morales», muy reacios a promover el desarrollo de la capacidad razonadora femenina (El Sol, 15-IV-1918). Así, Isabel Oyarzábal reclama más cantidad y libertad de lectura para las mujeres, y se coloca en un ángulo ideológico claramente separado de las fuerzas más tradicionales o conservadoras. Sus artículos abordan con frecuencia temas político-sociales o relativos a los avances de las asociaciones y las figuras del feminismo internacional.

María Luz Morales procura familiarizar a sus lectoras con escritoras y personajes femeninos de la literatura Hispánica, y en ocasiones dedica por completo su espacio en el periódico a alguna autora concreta: sobre Alfonsina Storni escribe el 19-1-1930, o sobre Víctor Catalá (Catarina Albert) el 18-12-26. Otros artículos versan sobre «Mujeres. Poetisas de las Américas», en El Sol de 28-10-28, 4-11-28 y 22-11-1929, p. 10, o comentan los «Cuentos para soñar» de María Teresa León. En 1931 dedica un trabajo en su página a Emilia Pardo Bazán («Mujeres. Una profecía», 17-5-1931, p. 10). Su interés por la presencia de las mujeres en la órbita literaria no acaba ahí: todavía dedica en El Sol un artículo a «Preciosas y preciosismos» (21-9-29, p. 3), mujeres artistas (13-1-1929, p. 10) e incluso a las mujeres de los genios (31-3-29)20. Sus aportaciones a menudo se insertan en el campo de lo cultural, lo literario y las noticias sobre el progreso de la mujer en el mundo.

Carmen de Icaza no comparte los afanes de animación lectora, de independencia o de integración en redes internacionales21 que caracterizaban a María Luz Morales y a Isabel Oyarzábal, y se decanta por una figura femenina activa y de presencia muy agradable. Frecuentemente se refiere al trabajo femenino y al feminismo, pero su plana a menudo está por completo dedicada a la moda, las frivolidades y los contenidos propios de la domesticidad. Por ejemplo: el 7-V-1933, los textos de su página se titulan: «Cosas de París», «Recetas de cocina», «La chechia»22, «La moda. Trajes de noche», y «Nuestros hijos. Enseñad la higiene a todo el mundo». En realidad la animosa Icaza defiende el trabajo femenino fuera del hogar sólo en casos de necesidad, en la misma línea que lo hacían algunas mujeres decimonónicas: véase al respecto su exposición sobre el tema en El Sol, 4-VI-1933 y 23-VII-1933.

Las tres periodistas que escribieron regularmente para El Sol, así como el espacio que ocuparon en ese periódico, merecen una atención histórico-crítica más minuciosa, que además iluminará los arquetipos de género manejados por la prensa liberal y la producción específica de las autoras españolas en la Edad de Plata.






Bibliografía citada

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