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Ver la edición de PAGÉS LARRAYA, op. cit., en n. 9.

 

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José M. ESTRADA, «La campaña», en Revista Argentina, Buenos Aires, t. III, 1869, pp. 313-327. Reproducido en J. M. Estrada, La iglesia y el Estado. Y otros estados políticos y de crítica literaria, Buenos Aires, W. M. Jackson, s. a.; col. Grandes Escritores Argentinos, 35, pp. 131-150. Cito por esta edición.

 

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Rescato sobre el tema un apunte breve de Alberdi, mentor ideológico de Hernández: «La división de hombre de la ciudad y hombre de la campaña es falsa, no existe: es reminiscencia de los estudios de Niebhur sobre la historia primitiva de Roma [...] La única división que admite el hombre americano español es en hombre del litoral y hombre de tierra adentro o mediterráneo. Esta división es real y profunda», en Obras completas, Buenos Aires, Imp. Lit. y Enc. de La Tribuna Nacional, 1888, t. III, p. 422.

 

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Domingo F. Sarmiento, Obras completas, Buenos Aires, Editorial «Luz del Día», 1948, t. VIII, cap. III, pp. 120-121.

 

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En la 1.ª edición de 1872, «Camino trasandino» ocupa las pp. 69-78. La cita de Villarino que se hace más adelante está tomada de la p. 71.

 

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Cita, por ejemplo, a Ferdinand DENIS La sabiduría popular de todas las naciones o los viajes de un Bracma. Obra compuesta ni francés y traducida al castellano por Vicente Pazos Kanki, o Pazos Silva (Buenos Aires, Imprenta Republicana, 1849). Este Pazos Kanki es un sujeto interesante para una galería de «nuestros heterodoxos». Tradujo al aymnara El Evangelio según san Marcos, publicado por la Sociedad Bíblica de Londres, en 1828; más tarde, hizo lo propio con el Evangelio da San Lucas. Pazos nació en La Paz, Bolivia, en 1779.

Otro autor, más interesante aún para la serie de heterodoxos argentinos, es Ezequiel Ramos Mexía.

 

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Hernández estima que hasta la condición de folleto de su publicación será útil para sus fines. En los años que median entre la Ida y la Vuelta, el autor ha advertido un curiosísimo fenómeno de recepción literaria para con su obra en el medio campesino: es el surgimiento del tipo de lector para un público iletrado y, por tanto, auditivo. «En algunos lugares de reunión se creó el tipo del lector, en torno del cual se congregaban gentes de ambos sexos, para escuchar con oído atento la general relación de la vida gauchesca», dice en «Cuatro palabras...». El libro se inventó sus propias vías novedosas de eficacia. Los discípulos de Hans R. Jaussa -digo los escasísimos que se aplican al difícil trabajo que supone todo estudio de recepción y no a la mayoría cómoda de los que sólo exponen la teoría- hallarán en este caso una materia atrayente y casi virgen. La figura de un lector para auditorio modifica novedosamente el esquema de la comunicación, al instaurar un intermediario, entre texto y receptor final, muy peculiar.