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Apoteosis de don Pedro Calderón de la Barca

Acto único

José Zorrilla



PERSONAJES
 

 
LA FAMA.
EL REPOSO.
LA CRÍTICA.
HOMERO.
VIRGILIO.
SHAKESPEARE.
CERVANTES.
Coros y acompañamientos correspondientes.




 

Alegoría del alcázar de la Memoria, figurando un antro obscuro con cinco puertas ó nichos que se abren á su tiempo. Al levantarse el telón se oye MÚSICA y cantan dentro.

 

Escena I

   Pasad, ruidos livianos,
inútiles quimeras,
espíritus mundanos
que de la tierra prófugos
por las tinieblas vais. 5
Pasad, sin que al tumulto
de vuestros pies profanos
de mi palacio oculto
la soledad pacífica
pasando interrumpáis. 10
       ¡Pasad, pasad!
   Aquí no está el imperio
de vuestra magia impura,
aquí de hondo misterio
entre los velos mágicos 15
en blando sueño están
los Genios que vertieron
la luz sobre la tierra,
los que de Dios bebieron
la ciencia y el espíritu 20
con anheloso afán.
       ¡Pasad, pasad!
LA FAMA

 (Saliendo.) 

   ¡Ha del reposo que en las tumbas mora!
¡Ha del misterio que velando está!
EL REPOSO

 (Dentro.) 

¿Quién de las tumbas atención implora? 25
¿Quién por mi reino descarriado va?
LA FAMA
    La Fama soy, que de la tierra vengo.


Escena II

 

Ábrese la puerta del centro, y aparece en un lecho EL REPOSO coronado de adormideras.

 
EL REPOSO
¿Qué pasa, pues, en la fatal mansión?
¿Llegó el instante en que sin tino tengo
los sellos que romper de mi panteón? 30
   ¿Tocó en su colmo la locura humana?
¿La cólera de Dios se desbordó,
y el orbe á polvo tornará mañana?
¿Vuelve la nada á su principio?
LA FAMA
No.
   El tiempo sigue su veloz carrera, 35
el mundo, largo tiempo vivirá,
y largo sueño en tu mansión espera
á los que su antro cobijando está.
   Mas óyeme un instante, y tus oídos
la nueva que divulgo escucharán, 40
y tus genios, de gozo estremecidos,
en su lecho de mármol se alzarán.
   Hay un rincón de la atrevida Europa
do una raza de inmenso corazón
vive, y guarece su triunfante tropa 45
la sombra de un castillo y un león:
   España, sí, que vencedora un día,
dos mundos ocupó con estrechez;
España, que negaba y concedía
tierra donde vivir, con altivez, 50
   existe libre de extranjero yugo
por más que Europa la contemple audaz,
y ser quisiera su fatal verdugo,
siempre envidiando su valor tenaz.
   La inquieta Europa, que intentó humillarla, 55
no la conoce todavía bien,
y atenta solamente á encadenarla,
la mira desde lejos con desdén.
   Pobre, ignorante y sin poder la entiende,
de sí misma la juzga sin amor, 60
y ella á su vez su libertad defiende
con su fe solamente y su valor.
   Tinta en la sangre de sus propios hijos,
cercenada de intrusos por doquier,
no ha sabido á desastres tan prolijos 65
la gloria de sus hijos posponer.
   Templos les abre, y les eleva estatuas,
y «esos son (dice á los extraños), sí,
los que pregonan vuestras lenguas fatuas
sin recompensa ni memoria en mí. 70
   «¿No hay aquí gloria? Sin que mucho tarde,
Calderón y Cervantes lo dirán.
¿No hay libertad? Daoiz y Velarde
á daros un ¡mentís! despertarán.»
    Eso dice la España postergada, 75
eso la fama anunciará veloz;
díselo tú, Reposo de la nada,
a esos que duermen sin oír mi voz.
   Si al viento de las recias tempestades
con que su patria desolar se ve, 80
ardiendo se desploman sus ciudades,
sus mausoleos quedarán en pie.
   Diles que duerman sin odiar los hombres
á esos que grandes y españoles son,
y que no ignoren que escribió sus nombres 85
á par de los más grandes, su nación.
EL REPOSO
    Sí les diré. Sus almas bienhadadas
con tus nuevas ¡oh Fama! gozarán,
y con blanda sonrisa, en sus almohadas
a posar la cabeza tornarán. 90
   Que aquí halla amparo, protección y asilo
cuanto atañe al descanso y al placer,
aquí reposa el corazón tranquilo
de la ansiedad con que acertó á nacer.
LA FAMA
   ¡Oh! Tengan ese mísero consuelo 95
que el envidioso mundo les negó,
ahora que ven que sin premiar el cielo
jamás el genio y la virtud dejó.
EL REPOSO
   Las alas otra vez tiende segura,
tórnate en calma donde alumbra el sol; 100
ellos sabrán en mi mansión obscura
la gloria de ese Fénix español.
LA FAMA
   ¿Quién trajo aquí sin mi poder la nueva?
EL REPOSO
Ha siglo y medio ¡oh Fama! que la sé,
que ha siglo y medio que en el mundo prueba 105
con sus palabras Calderón quién fué.
LA FAMA
   La lumbre de su gloria reverbera
por cuanto alumbra el rutilante sol,
y España olvida su contienda fiera
escuchando su Fénix español. 110
EL REPOSO
   Por quien es, está aquí; yo que le guardo,
el primero á mi vez le conocí.
LA FAMA
Su triunfo dile.
EL REPOSO
A que se torne aguardo.
LA FAMA
¿No está en tus reinos?
EL REPOSO
Volveráse á mí.
   A recibir la merecida palma, 115
á su alcázar la gloria le llamó,
y hoy volverá regocijada el alma
al lecho que un instante abandonó.
LA FAMA
    A Dios te queda, pues.
EL REPOSO
Vé tu camino,
y allá en los sitios por do errante vas, 120
venga á la España y su cantor divino,
que bien merecen los de España más.
LA FAMA
   ¡Guay de quien mira necio ó atrevido
con ojos insolentes su pendón!
¡Guay del que asome cuando dé un rugido 125
y despierte iracundo su león!

 (Vuela.) 



Escena III

EL REPOSO
   Y vosotros que en sueño perfumado
en vuestro lecho de laurel dormís,
alzaos y gozad con lo pasado,
levantaos á ver cómo vivís. 130
   ¡Ha de los mansos soñolientos sones
que arrullan y adormecen mi mansión,
cantad, y al entonar nuevas canciones,
el descanso romped de mi panteón!
   No traigáis el murmullo de las hojas, 135
ni de las fuentes el rumor tenaz,
ni el son del aura en las espigas rojas,
ni el suspiro del céfiro fugaz.
   Venid sobre el perfume de las flores
con el vario cantar del ruiseñor, 140
cuando cuenta á la aurora sus amores,
el rocío libando en una flor.
   Traed las armonías que en la gloria
se exhalan del laúd del serafín,
y á las puertas llamad de la memoria 145
de los que duermen sin temer su fin.
   ¡Cantad, y que despierten un momento
su gloria inmarcesible á contemplar,
como á los besos de amoroso viento
las flores, que se vuelven á cerrar! 150
 

(Ciérranse las puertas que muestran el lecho del REPOSO, y se oye dentro MÚSICA.)

 


Escena IV

MÚSICA
       Alzaos del sepulcro
       los que dormís en paz.
   Aún se oyen vuestros cánticos
gloriosos resonar;
sobre las alas rápidas 155
de las centurias van;
de vuestros nombres ínclitos
la lumbre celestial,
el mundo por sus ámbitos
iluminando está. 160
       Alzaos del sepulcro
       los que dormís en paz.
   Ni ingrata á vuestro espíritu
la patria desleal,
en vuestros secos mármoles 165
os dejará posar.
Con vuestra fama espléndida
feliz se ufanará,
si acuerda á vuestras ánimas
origen inmortal. 170
       Alzaos del sepulcro
       los que dormís en paz.
 

(Ábrense las puertecillas del escenario, cada cual á su turno, dejando ver una débil aureola de luz, símbolo de la gloria, y se presentan á su vez HOMERO, VIRGILIO y SHAKESPEARE, coronados de laurel, apareciendo sus nombres sobre sus respectivas puertas en letras de luz, y conforme van presentándose.)

 
HOMERO
   ¿Quién á luz torna mis desiertos ojos?
¿Quién música tan dulce en mis oídos
vierte, y á vida vuelve mis despojos, 175
en el abismo de la sombra hundidos?
   Oigo una voz más suave y halagüeña
que las aguas del Xanto y del Eurotas,
que de mi patria la ilusión risueña:
¡memorias dulces por la muerte rotas! 180
   Alcanzo en el espacio, vagarosos,
ricos de gloria y varios en colores,
ir en montón espíritus famosos
cantando al par su religión y amores.
   ¿Quiénes son esos héroes que embozados 185
van en tropel, y nacen de una lira
cuyos cantares, con vigor lanzados,
de mi Grecia el espíritu no inspira?
   No conozco sus faces, escondidas
tras de los cascos que los rayos doran, 190
ni comprendo sus trovas, confundidas
con plegarias al Dios á quien adoran.
   No van á los Elíseos por descanso,
ni á Júpiter invocan, mas su acento
baja solemne y armonioso y manso 195
por la región del azulado viento.
   ¡Cantad, héroes, cantad, que-mis oídos
os oyen con placer, y el alma mía
en vuestros sones va desconocidos,
á torrentes bebiendo la armonía! 200
   Yo os escucho, cantad; mi largo sueño
mecéis con vuestra voz: ¡cisnes extraños!
Verted deliciosísimo beleño
en el insomnio de mis luengos años.
VIRGILIO
   Yo oí de entre las hojas de mi laurel sonoro 205
brotar de un arpa nueva el inspirado son,
y desperté sintiendo de sus bordones de oro
los misteriosos ecos herirme el corazón.
   No fué, sin par Homero, la voz de tus valientes
ni el himno de tu Grecia la música que oí; 210
sus notas son más graves, y excitan reverentes
memorias religiosas con que jamás viví.
   No adornan sus misterios los mirtos de Cartago,
la voz de las Sibilas, ni el carro del Amor,
de Venus las palomas, ni de Carón el lago, 215
ni el porvenir de Roma, á quien fingí mejor.
   Mas yo, mientras escuche las notas de esa lira,
no quiero de mi lecho volver al cabezal;
quienquiera que tú seas, quien con tu voz suspira,
tu canto no interrumpas, ¡oh Bardo celestial! 220
    Te escucho, y tu armonía dulcísima me suena
como la voz lejana del espumoso mar,
como el susurro manso de la floresta amena
y el ala de la garza que empieza á remontar.
   La sombra de los olmos en la abrasada siesta, 225
de un límpido arroyuelo el desigual rumor,
no son para el viajero que á reposar se apresta,
cual para mí son dulces tus cántigas de amor.
   Sí, canta, y de mi gloria, con reverente oído
en mi inmortal insomnio tu voz escucharé, 230
y aromará mis sueños el plácido sonido
de tus palabras bellas, que comprender no sé.
SHAKESPEARE
   Yo oí su voz primera descendiendo
á esta mansión de sombra y de reposo,
y allá en el alma el porvenir midiendo, 235
miré á lo lejos y alcancé un coloso.
   Yo te conozco bien, hijo del canto;
yo comprendo la voz de esas quimeras
que en un delirio misterioso y santo
lanzas al mundo, de quien nada esperas. 240
   ¿Quién resiste tu voz? Lanzada al cielo,
te franquea sus puertas eternales;
lánzala al viento, y detendrá su vuelo
al vivo lampo de sus mil fanales.
   El averno, la mar y el orbe todo, 245
de tu arpa cede al colosal imperio:
sí; cuanto existe de insondable modo,
de su existencia te mostró el misterio.
   ¿Quién como tú? Los mundos á tu orden,
ante tus ojos obedientes giran; 250
átomos son que hierven en desorden,
y á tu voz nacen, y á tu voz expiran.
   Soplas sobre ellos, y á tu soplo viven;
si necesitan voz, les das tu acento;
si forma, de tus manos la reciben; 255
si atributos, les das tu pensamiento.
   Eres un manantial rico y fecundo,
tu lengua es un torrente de ambrosía,
tu mente radia como el sol, y el mundo,
al son de tu palabra se extasía. 260
   De águila son tus ojos; son tus alas
de ardiente querubín; á las tormentas
en el impulso de tu vuelo igualas,
y á reposar en el cenit te sientas.
   Allí sueltas tu voz, y allí á tu canto 265
el curso de los astros se suspende;
Dios te envuelve en las orlas de su manto,
y en su divino espíritu te enciende.
   Sacerdote de Dios, cantas su gloria;
bardo de religión, tú la penetras; 270
tu patria diviniza tu memoria,
y los sabios aprenden de tus letras.
   Canta, y en tanto que tu genio aborte
de místicos fantasmas luenga tropa,
á la sombra inmortal de su cohorte 275
yo dormiré, y aplaudirá la Europa.


Escena V

 

HOMERO, VIRGILIO, SHAKESPEARE y LA CRÍTICA.

 
LA CRÍTICA
   (Ni del reposo y la muerte
en los brazos dormirán;
yo amargaré cuanta gloria
el universo les da.) 280
   ¡Ha de los que alzan la frente
del mundo á la vanidad;
hierbas que brotáis al soplo
de vuestro orgullo no más,
   tan sólo vuestra demencia 285
vosotros divinizáis!
¿De qué sirve á quien le escucha
vuestro sublime cantar?
   Esas creaciones grandes
que encarecéis con afán, 290
sólo son necios delirios
incomprensibles asaz.
    ¿De ese cantor os arrulla
el cántico celestial?
Porque escucháis solamente 295
su monótono compás.
   Así es el ruido del viento,
del agua así el son fugaz,
á su murmullo se duerme,
mas no se entiende jamás. 300


Escena VI

 

HOMERO, SHAKESPEARE, VIRGILIO, LA CRÍTICA y CERVANTES.

 
CERVANTES
   ¿Quién con tan negras palabras
llega á esta mansión audaz,
que de mi sueño de mármol
me viene así á despertar?
LA CRÍTICA
   La Crítica soy juiciosa, 305
en cuya balanza igual
se equilibran los tesoros
que debe la ciencia dar.
   Yo, por el bien de los hombres
estoy en vela tenaz, 310
y les marco los caminos
por do salir sin errar.
   Yo les aparto los brezos,
yo les enseño además
dónde están los precipicios 315
y los escollos dó están.
   Yo voy con mi clara antorcha
guiando su ceguedad,
y caen los que no me siguen
á cada paso que dan. 320
    Sin mí no hay nada perfecto,
sin mí no podéis hallar
ni lo justo, ni lo hermoso,
ni la luz, ni la verdad.
   Calderón, á quien ufanos 325
Fénix del Arpa llamáis,
no supo sin mis auxilios
sino caer y tropezar.
   Y pues queréis como al Genio
divinizarle, mirad 330
que es perfección lo divino,
y que quien yerra es mortal.
   Y esto os dice quien lo sabe,
que no aumento al afirmar,
que aun Dios, al hacer sus obras, 335
me las consulta quizás.
CERVANTES
   Yo te conozco, quién eres
sé bien, y de mí ocultar
no puedes lo que tu envidia
dicta á tu lengua infernal. 340
   Crítica, tú eres un monstruo
sólo de envidia capaz,
tu lengua mana veneno,
y en hieles bañada está.
   Pero no puede los bordes 345
de los sepulcros pasar,
y aquí no tienes oídos
para tu canto mordaz.
   Aparta, pobre sirena,
que has olvidado el cantar; 350
huye, hermosura caduca,
que has perdido tu beldad.
   Tú tienes torpes las manos,
y las alas con que vas
volando, tan sólo pueden 355
tu cuerpo vil remolcar.
   Aparta, lince sin ojos,
que lo que no puedes ya
ciega entender por ti misma,
lo tienes que preguntar. 360
   Aparta, cuervo engreído,
que pavoneándote vas,
con las plumas que recoges,
en pos de la garza real.
LA CRÍTICA
    ¡Oh, sí! Vosotros quisierais 365
al corazón engañar,
mas yo quiero recordaros
algo de la realidad.
   Homero, tú que cantando
hiciste á Grecia inmortal, 370
para alimentarte en Grecia
tuviste que mendigar.
   Virgilio, tus ricos cantos,
que á Homero te hacen igual,
son el incienso que el César 375
te hizo á sus plantas quemar.
   Cervantes, la misma tierra
que ahora estatuas te da,
miserable y calumniado
te vió morir sin piedad. 380
   Ni Shakespeare vigoroso,
ni Calderón.....
CERVANTES
Basta ya;
mi patria es grande, y no puede,
ni confundir ni olvidar.
 

(MÚSICA lejos.)

 
VIRGILIO
   ¡Silencio! Ya resuenan los himnos inmortales, 385
á cuyo justo y santo y poderoso son,
sus quicios de oro rompen las puertas celestiales,
y al Genio dan camino por su imperial mansión.
HOMERO
   Desciende, de tu gloria la frente coronada;
baja á la arena olimpia, ¡oh atleta triunfador! 390
Ven á dejar tu lira sobre el laurel colgada,
cuya tranquila sombra te enjugará el sudor.
SHAKESPEARE
    Cantor de los misterios, que ciega no comprende
de Grecia ni de Roma la inspiración gentil,
los ojos á tu origen divinizado tiende; 395
tú tienes en tu patria un trono de marfil.
   De Dios siendo en la tierra la soberana hechura,
derechos inmortales tenemos hacia él;
ven á gozar tu gloria sobre la lumbre pura
que radia su semblante y entolda su dosel. 400
CERVANTES

 (Á LA CRÍTICA.) 

    Y tú, que nunca descansas
y que á todos aconsejas,
ven a presenciar su gloria,
si con su gloria no ciegas.
   Hoy que le conoce España 405
y que grande le confiesa,
en la divina familia
de los inmortales entra.
   Y aquí del mezquino mundo
las tempestades no llegan, 410
ni de la envidia los dardos
emponzoñados penetran.
   Que las estrellas no alumbran
por donde el sol reverbera,
ni suben las golondrinas 415
donde las águilas vuelan.
   Vé á contar esto á la España,
y si su amor les conserva
á los hijos que la ilustran
con sus armas ó sus letras, 420
   ni necesita extranjeros
que la enseñen ni defiendan,
ni ha de faltarla, lidiando,
la libertad ni la tierra.
LA CRÍTICA
    Sí que la diré.....


Escena VII

 

Aparece EL REPOSO, y desaparecen HOMERO, VIRGILIO, SHAKESPEARE y CERVANTES por sus correspondientes apariencias.

 
EL REPOSO
¡Silencio!
425
¡Crítica, tus labios sella,
venda tus ojos, y escucha
de rodillas, muda y ciega;
   que del Genio á quien su patria
agradecida venera, 430
donde le labran su tumba,
su Apoteosis empieza!
 

(Transformación magnífica de Apoteosis al son de un himno triunfal á órgano y orquesta.)

 
 

(LA CRÍTICA, de rodillas; en un pedestal, decorado con insignias de triunfo, la sombra de don Pedro Calderón de la Barca, de cuerpo entero, coronada de laurel y mostrando la cruz de Santiago, de quien fué caballero. Á la derecha, un símbolo de los Autos sacramentales, en una alegoría que remata con la cruz, y sembrada de palmas, en cuyas hojas se leerán los títulos de los mejores Autos.)

 
La nave del mercader.
La divina Filotea.
La cena de Baltasar. 435
Las espigas de Ruth.
El laberinto del mundo.
El divino Orfeo.
La cura y la enfermedad, etc.
 

(Á la izquierda, otra alegoría, coronada por el Amor y orlada de atributos profanos, donde se lean títulos de las mejores comedias de Calderón.)

 
La dama duende. 440
La vida es sueño.
La niña de Gómez Arias.
El escondido y la tapada.
El jardín de Falerina.
La devoción de la cruz. 445
El Alcalde de Zalamea.
Las tres justicias en una.
El mágico prodigioso.
Á secreto agravio, secreta venganza.
Casa con dos puertas, mala de guardar. 450
El pintor de su deshonra, etc.
 

(Al pie de las alegorías, los genios y coros correspondientes que han de cantar el himno de Apoteosis, y los bailarines, cuya primera figura será quedar formando, con guirnaldas ó cosa equivalente, y cada cual con su letra, el nombre de Calderón.)

 
 

(Himno.)

 
CORO
       Las aguas del olvido
       por ti no pasarán;
       los que á su gloria suben,
       jamás descenderán. 455
   Sin miedo de los siglos al insolente encono,
ostenta ya tu frente ceñida de laurel;
tu nombre es infinito, tu féretro es un trono,
y tú sólo desciendes para reinar en él.
       Las aguas del olvido, etc. 460
   Tú puedes ver el alba nacer junto á. tu frente,
tú puedes con las nubes por los espacios ir;
tu gloria es más brillante que el sol en el Oriente,
más grande que los tiempos tu inmenso porvenir.
       Las aguas del olvido, etc. 465
   El mundo rueda henchido de ardientes creaciones
que de tu mente rica, la inmensidad lanzó,
y el aura vaga llena de los brillantes sones
que de tu sacra lira la inspiración brotó.
       Las aguas del olvido, etc. 470
   Los astros y los montes, las aguas y los vientos,
las fieras de la selva, los peces de la mar,
vinieron convocados al son de tus acentos,
de Jehová infinito las glorias á cantar.
       Las aguas del olvido, etc. 475
   Y montes, aguas, astros, y peces, aire y fieras,
recuerdos de tu gloria sin término serán;
y en las remotas playas y edades venideras,
por do se encuentre vida, tus cantos vivirán.
       Las aguas del olvido, etc. 480
   Ven á ocupar tu trono, rey harto de victoria;
ven á tomar tu lira, ¡oh ardiente serafín!
Y beberás, eterno, las aguas de la gloria,
delante del santuario del que será sin fin.
       Las aguas del olvido 485
       por ti no pasarán;
       los que á su gloria suben,
       jamás descenderán.





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