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El puñal del godo

Drama en un acto

José Zorrilla

A mi buen amigo D. Tomás Rodríguez Rubí

A tí, que sabes de la historia y origen de este juguete, y el escaso tiempo que se me dió para escribirle, te le dedico ahora que le doy á luz; porque, escudado con tu nombre, serán acaso mejor disimulados los muchos defectos inherentes á una obra escrita por apuesta en determinado número de horas.

No atiendas, pues, a su poco valor, sino al buen recuerdo que con ella te consagra tu amigo

José Zorrilla

Madrid, 20 de Diciembre de 1842.

PERSONAJES



DON RODRIGO.
EL CONDE DON JULIÁN.
THEUDIA,noble godo.
MONJE ROMANO,ermitaño.

La escena pasa en la soledad de Pederneira, monte de San Miguel, cerca de la ciudad de Viseo, en Portugal, la noche del día 9 de Septiembre de 719.

Interior de la cabaña ó ermita del MONJE ROMANO, sostenida en su centro por un pilar de madera ó tronco de árbol, á cuyo pie hay dos asientos. Á la derecha una pequeña hoguera, colocada bajo un respiradero que da salida al humo. Asientos groseros por la escena. Puerta á la izquierda que da á otra habitación que se supone en la cabaña. Puerta en el fondo, abierta la cual se verá monte al resplandor de los relámpagos. Al levantarse el telón se ve su claridad por las junturas, y se oye tronar á lo lejos. La hoguera y una tea alumbran la escena.

Escena I

El MONJE ROMANO, á la lumbre.

ERMITAÑO
¡Qué tormenta nos amaga!
¡Qué noche, válgame el cielo!
Y esta lumbre se me apaga...
¡Si está lloviznando hielo!
¡Cuán grande á Dios se concibe
5
en aquesta soledad!
¿De quién sino de Él recibe
su aliento la tempestad?
¿Cuyo es el terrible acento
y el fulgor que centellea
10
cuando zumba airado el viento
y el cenit relampaguea?
¿Quién peñas y árboles hiende
con la centella veloz,
como segador que tiende
15
las espigas con su hoz?
¿Quién sino Dios, que se asienta
sobre las nubes sereno
cuando en las nubes revienta
el fragor del ronco trueno?
20
Señor, que de las alturas
de tu omnipotencia ves
á las pobres criaturas
que se arrastran á tus pies,
detén, Dios bueno, tus iras,
25
detén tu justo furor,
si justa saña respiras
contra la obra de tu amor.
Pudiste en un punto hacerla,
Y tu inmensa potestad
30
puede en otro deshacerla
si tal es tu voluntad;
mas considera, Dios mío,
que vas á igualar así
al que se te aparta impío
35
y al que se postra ante ti.

(Un momento de pausa.)

Mas tanto tardar me extraña,
y estoy temiendo por él...
¿Por qué deja la cabaña
en una tarde tan cruel?
40
¡Válgame la Virgen Santa!
Si á espesar la lluvia empieza,
¿cómo con segura planta
podrá subir la aspereza
de esa desigual garganta
45
por do la senda endereza?
¡Infeliz! ¡Cuánto en el mundo
lleva sin duda sufrido;
cuánto es su dolor profundo,
y cuánto está arrepentido!
50
Mas siento pasos... Parece

(Abre y dice afuera.)

que llega ya. Entrad ligero,
que la tempestad acrece.

Escena II

El MONJE y THEUDIA embozado.

THEUDIA
Gracias.
ERMITAÑO
Mas ¿quién se guarece
de esta choza?
THEUDIA
Un caballero.
55

(Entra THEUDIA y se desemboza. Quedan mirándose un momento.)

Sorprendido os hais quedado.
¿Qué es lo que tenéis, buen hombre?
ERMITAÑO
Y ¿no queréis que me asombre
de que hayáis aquí llegado?
THEUDIA
En verdad que es aprensión
60
tener, como una cigüeña,
en la punta de esta peña
un hombre su habitación.
ERMITAÑO
Mis votos me retrajeron
á esta triste soledad.
65
THEUDIA
¡Monje sois! ¡Oh, perdonad
mis palabras si os pudieron
ofender!
ERMITAÑO
No, en modo alguno.
Acogíme á esta montaña
sin creer que gente extraña
70
me hallara en tiempo ninguno.
THEUDIA
Si os estorbo...
ERMITAÑO

(Interrumpiéndole.)

Aparte Dios
tal pensamiento de mí.
Contento os tendré yo aquí
como estéis contento vos.
75
THEUDIA
Yo estaré siempre contento,
que mil noches he pasado
peor acondicionado
en mitad del campamento.
ERMITAÑO
¿Soldado sois?
THEUDIA
Helo sido,
80
porque salí de mi tierra.
ERMITAÑO
¿Os cansaba ya la guerra?
THEUDIA
No; pero nos han vencido,
merced á infames traidores,
y evito la suerte, huyendo
85
de vivir esclavo siendo
de mis fieros vencedores.
ERMITAÑO
Mas huir...
THEUDIA
Téngase, anciano:
contra ellos se alzó bandera,
y yo voy adondequiera
90
que la defienda un cristiano.
Pero fatigado estoy;
¿tenéis algo que cenar?
ERMITAÑO
Fruta seca os puedo dar;
no os regalo.
THEUDIA
Sobrio soy.
95

(El ERMITAÑO le pone delante algunas frutas y una vasija con agua; THEUDIA come y bebe.)

ERMITAÑO
Ea, pues, tomad, sentaos.
Dadme la capa, os la cuelgo.
THEUDIA
Que así me tratéis me huelgo;
mas yo...
ERMITAÑO
No; vos calentaos,
que bien lo necesitáis.
100
THEUDIA
Buen viejo, ¡por Dios que sí!

(El ERMITAÑO mira á la parte de afuera teniendo abierta la puerta.)

Pero ¿qué hacéis ¡pese á mí!
que esa puerta no cerráis?
¿No veis que empieza á llover,
y el aire no hay quien resista?
105
ERMITAÑO
Eso es lo que me contrista.
THEUDIA
Pues ¿qué nos da que temer?
ERMITAÑO
Nada; por un compañero
siento, en verdad, pesadumbre.
THEUDIA
¿Fuera está?
ERMITAÑO
Sí.
THEUDIA
Ya costumbre
110
tendrá en ese ruin sendero.
ERMITAÑO
¡Ay, infeliz! No lo sé.
Dios en sus pies ponga tino.
THEUDIA
Pues ¿no conoce el camino?
ERMITAÑO
No siempre.
THEUDIA
Torpe es, á fe.
115
ERMITAÑO
Hablad de él con más respeto,
que aunque es hoy bien desdichado,
hombre es que no fué criado
de invectivas para objeto.
THEUDIA
Perdonad.
ERMITAÑO
De ello no hablemos;
120
sabedlo, que no es de más.
THEUDIA
Si es que me juzgáis quizás
útil, descender podemos
á ayudarle.
ERMITAÑO
No es preciso,
que todo el auxilio humano
125
le fuera ofrecido en vano;
mas estamos sobre aviso.

(Va á la puerta otra vez.)

THEUDIA

(Aparte.)

¡Si equivocado me habré
y á caer habré venido
en la cueva de un bandido!
130
(Veamos.) ¿Buen viejo?
ERMITAÑO

(Volviendo á la escena.)

¿Qué?
THEUDIA
Yo, como soldado, soy
algo hablador y curioso.
Decidme, pues, si enojoso
con mis preguntas no estoy:
135
puesto que es un compañero
ese hombre á quien aguardáis,
¿por qué recelando estáis
que no dé con el sendero?
ERMITAÑO
Porque es capaz por sí mismo,
140
si su demencia le apura,
de abrirse la sepultura
en el fondo de ese abismo.
THEUDIA
¡Jesús! ¿La mente le falta?
ERMITAÑO
De lo pasado el recuerdo
145
le pone tan sin acuerdo,
que algunas veces le asalta
una fiebre tan cruel,
un delirio tan insano,
que no hallo remedio humano
150
que pueda acabar con él.
Y aunque, ó engañado estoy,
ó ningún acceso extraño
le ha acometido hace un año,
me temo que le dé hoy.
155
THEUDIA
Y ¿sabe de él la razón?
ERMITAÑO
Guarda un silencio profundo
de lo que le hizo en el mundo
tan íntima sensación.
THEUDIA
Picáis mi curiosidad;
160
de historia debe ser hombre.
ERMITAÑO
Me ha callado hasta su nombre.
THEUDIA
Padre, ¿os burláis?
ERMITAÑO
No, en verdad:
cinco años hace que vino
á demandarme asistencia
165
en una grave dolencia,
y estuvo á morir vecino.
Mas sanó al fin, y tornar
no quiso al mundo otra vez,
viviendo en esta estrechez
170
con una vida ejemplar.
¡Oh! Si él su perdón no alcanza
con vida tan penitente;
no sé quién sea el viviente
que de ello tenga esperanza.
175
THEUDIA
Mas ¿no decís que está loco?
ERMITAÑO
Dejóle su enfermedad
extrema debilidad
que hirió su cerebro un poco.
Y cuando en algún acceso
180
el desdichado no entra,
es un hombre en quien se encuentra
mucho valor, mucho seso;
mas cuando el mal le acomete,
¡oh! entonces es extremado.
185
THEUDIA
Pero ¿nunca os ha contado?...
ERMITAÑO
Jamás; y si se le mete
conversasión de su historia,
según que tiembla y se espanta,
parece que se levanta
190
un espectro en su memoria.
THEUDIA
¡Es bravo caso, á fe mía,
y que atención me merece!
Y ¿en qué da cuando enloquece?
ERMITAÑO
En una horrible manía.
195
Tiene consigo una daga
que jamás del cinto quita,
y dice que está maldita
y que á su existencia amaga.
Y en su demencia al entrar,
200
exclama con gran pavor:
«Con ese puñal traidor,
con ése, me ha de matar.»
THEUDIA
¡Raro es, por Dios! Y ¿conviene
con período ó día alguno
205
fijo su mal?
ERMITAÑO
Hoy es uno;
el más terrible que tiene.
THEUDIA
¡Hoy!
ERMITAÑO
Por eso es mi recelo
mayor.
THEUDIA
¿Sabéis si ese hombre es
de esta tierra?
ERMITAÑO
¿Portugués?
210
Creo que no.
THEUDIA
¡Por el cielo,
que á ser español, podría
su demencia comprender!
ERMITAÑO
Pero ¿qué tiene que ver
ese mal con este día?
215
THEUDIA
¡Hoy es un día de hiel,
de luto, baldón y saña
para la infeliz España!
Y ¡ay de quien fué causa de él!
Mas hablemos de otra cosa.
220
¿Vos sois portugués?
ERMITAÑO
Sí soy,
mas hace once años que estoy
morando aquí.
THEUDIA
Y ¿no os acosa
el deseo de saber
lo que por el mundo pasa?
225
ERMITAÑO
Dióme el dolor tan sin tasa
y con tal tasa el placer
ese mundo que mentáis,
que los días de mis años
conté en él por desengaños,
230
y huyo de él.
THEUDIA
Y lo acertáis.
ERMITAÑO
Mas callad... Oigo rumor
en la maleza. ¿Quién va?
DON RODRIGO

(Dentro.)

Yo, hermano.
THEUDIA
¿Es él?
ERMITAÑO
Aquí está.

Escena III

El ERMITAÑO, THEUDIA y DON RODRIGO, envuelto en una especie de clámide larga y entrando distraído, como meditando.

ERMITAÑO

DON RODRIGO.)

Me habíais puesto en temor.
235
DON RODRIGO
Gracias.
ERMITAÑO
¿Os perdisteis?
DON RODRIGO
No.
ERMITAÑO
¿Visteis el nublado?
DON RODRIGO
Sí.
ERMITAÑO
Y ¿dónde ibais?
DON RODRIGO
¡Qué sé yo!
ERMITAÑO
Traeréis frío.
DON RODRIGO
Así así.
ERMITAÑO
Calentaos, pues.
DON RODRIGO
Sí haré.
240

(Al acercarse al fuego ve á THEUDIA, que escucha vuelto de espaldas á ellos.)

(Aparte al ERMITAÑO.)

Pero ¿quién con vos está?
ERMITAÑO
Un viajero que poco ha
llegó aquí.
DON RODRIGO
¿Quién es?
ERMITAÑO
No sé.
DON RODRIGO
No os fiéis de ningún hombre;
la doblez y la traición
245
abriga en el corazón
el de más prez y más nombre.
ERMITAÑO
Mas ved...
DON RODRIGO
Yo sé lo que digo:
preguntadle el suyo á ése,
y veré, mal que le pese,
250
si es amigo ó enemigo.
ERMITAÑO
De nosotros, ¿y por qué?
¿Á quién jamás ofendimos?
DON RODRIGO
Todos, padre, delinquimos:
ved de hablarle.
ERMITAÑO
Sí que haré.
255
THEUDIA

(Aparte.)

(No me gusta ese misterio
con que platican los dos.
Estaré alerta, ¡por Dios!
que puede ser lance serio.)

(DON RODRIGO va hacia el fuego, y aparta á THEUDIA para poner su banquillo.)

DON RODRIGO

THEUDIA.)

Haceos, buen hombre, allá.
260
THEUDIA
(Pues gasta gran cortesía.)
ERMITAÑO

(Aparte á THEUDIA.)

(Quiere ese sitio, es manía.)
THEUDIA
Bien hace; en su casa está.

(Aparte.)

(Mas ahora que bien le miro,
no es ésta la vez primera
265
que he visto esa faz severa...
¡Gran Dios! ¡Qué idea!... ¡Eh, deliro!)

(Un espacio de silencio.)

ERMITAÑO

THEUDIA.)

Callado estáis.
THEUDIA
¡Qué queréis!
¿De qué os tengo yo de hablar?
ERMITAÑO
¿Una historia no sabéis
270
que podernos relatar?
THEUDIA
Sé tantas, que duraría
mi relato un año entero;
mas hoy mentarlas no quiero,
que es para mí aciago día.
275
DON RODRIGO

(Con viveza y aire sombrío.)

También para mí lo es.
THEUDIA

(Idem.)

Y para todo español
lo será mientras el sol
alumbre.
DON RODRIGO

(Agitado.)

Decidme, pues.
¿Con que hoy es un día aciago
280
para España?
THEUDIA
¡Sí, por Dios!
Qué, ¿no ha llegado hasta vos
la noticia de ese estrago?
ERMITAÑO

(Queriendo interrumpirlo.)

En este desierto hundidos...
DON RODRIGO

(Interrumpiéndole.)

Dejadle, ¡pese á mi estrella!
285

(Al ERMITAÑO.)

Dejadle que me hable de ella,
aunque hiera mis oídos.

THEUDIA.)

¿Habéis en España estado?
THEUDIA
Bajo su cielo he nacido.
DON RODRIGO
¡Ay! Nacer os ha cabido
290
en país bien desdichado.
¿Qué pasa hoy en él?
THEUDIA
¿Qué pasa?
Presa es de gente salvaje,
á quien rinde vasallaje,
y que la asuela y la arrasa.
295
Por dar entrada en su pecho
á una venganza de amor,
ha abierto un Conde traidor
á los moros el Estrecho.
DON RODRIGO
Obró bien villanamente,
300
sí: ¡tómele Dios en cuenta
á su Rey tan torpe afrenta,
tan gran traición á su gente!
THEUDIA
Dicen que audaz le ultrajó
en su hija el rey don Rodrigo.
305
DON RODRIGO
Mas si era el Rey su enemigo,
no lo era su reino, no.
THEUDIA
Con moros hizo su flete,
y hoy hace años que en Jerez
se ahogó España de una vez
310
en el turbio Guadalete.
DON RODRIGO
Sí, allí lo perdimos todo;
debajo de su corriente
yace vergonzosamente
la gloria del reino godo.
315
¡Maldito quien fué concordia
con los árabes á hacer,
y maldita la mujer
ocasión de la discordia!
THEUDIA
¡Sabéis esa historia!

(Creciendo el interés en ambos.)

DON RODRIGO
Sí;
320
y me prensa el corazón.
THEUDIA
También á mí.
DON RODRIGO
Y con razón.
THEUDIA
Sí, que su víctima fuí.
DON RODRIGO
Yo también.
THEUDIA
¿Sois vos de España?
DON RODRIGO

(Reservándose de repente y con sequedad.)

No lo sé.
THEUDIA

(Afanoso.)

Vos...
DON RODRIGO
Basta ya.
325
THEUDIA
No, que atenazando está
mi memoria idea extraña...
Yo en Guadalete me hallé.
DON RODRIGO
Conmigo.
THEUDIA
Con vos. ¡Dios mío!
Hundirse le vi en el río,
330
y á ayudarle me arrojé;
pero ya no le vi más.
DON RODRIGO
¡Theudia!
THEUDIA

(Queriendo arrodillarse.)

¡Señor!
DON RODRIGO
Alza, ¡necio!
Del mundo soy ya desprecio.
THEUDIA
Pero de Theudia, jamás.
335
DON RODRIGO
Padre, un escaso momento
dejadnos solos.
ERMITAÑO

THEUDIA.)

¡Por Dios,
no le excitéis mucho vos!
THEUDIA
Descuidad: de su contento
no son excesos extraños,
340
que somos amigos viejos,
y, de nuestra patria lejos,
nos vemos tras largos años.

(El ERMITAÑO entra en el interior de la cabaña por la izquierda.)

Escena IV

DON RODRIGO y THEUDIA.

(Llueve.)

DON RODRIGO
Háblame de mi España, Theudia amigo;
háblame de ella tú, que fuiste el solo
345
en quien traición tan fea no halló abrigo,
en quien tu pobre Rey no encontró dolo.
Dime, ¿conserva aún el pueblo hispano
recuerdo alguno de la antigua gloria?
¿Qué piensa del vencido Soberano?
350
Theudia, ¿qué sitio ocupa en su memoria?
THEUDIA
No me lo preguntéis.
DON RODRIGO
¡Ah! Te comprendo:
me culpa sólo á mí.
THEUDIA
Sois el vencido,
DON RODRIGO
Desengaño es á un rey, duro y tremendo.
¿Conque sólo me dan...
THEUDIA
Mengua ú olvido.
355
Mas basta ya, que vuestro afán entiendo.
Y ¿cómo os hallo aquí?
DON RODRIGO
Triste es mi historia,
Theudia.
THEUDIA
Y la mía.
DON RODRIGO
Y yo, ¿cómo te hallo?
THEUDIA
Huyendo de los moros.
DON RODRIGO
¿La victoria
llevan?
THEUDIA
Ya es nuestro pueblo su vasallo.
360
DON RODRIGO
¡Tierra infeliz!
THEUDIA
Sí, á fe. Toda la ocupan
esos infieles ya.
DON RODRIGO
¿Ya nada resta?
THEUDIA
Un rincón en Asturias, do se agrupan
los que escaparon de la lid funesta.
DON RODRIGO
Pero ¿podrán allí...
THEUDIA
No pueden nada,
365
por más que, de ira y de venganza rayo,
levantó su pendón con alma osada
vuestro valiente primo don Pelayo.
DON RODRIGO
¿Y mis nobles con él?
THEUDIA
No, no hay ninguno.
DON RODRIGO
¡Ninguno dices!
THEUDIA
Perecieron todos
370
á manos de los moros uno á uno.
DON RODRIGO
¿Qué resta, pues, de los ilustres godos?
THEUDIA
Vos y yo nada más; porque no cuento
al que con vil traición nos ha vendido.
DON RODRIGO
¿Aun vive don Julián?
THEUDIA
Para escarmiento
375
de los que á sus contrarios han servido.
DON RODRIGO
¡Vive! Y ¿qué es ora de él?
THEUDIA
En una torre
estuvo largo tiempo, mas con maña
huyó de allí... Su estrella le socorre.
DON RODRIGO
Sí, sí; mi estrella, tan fatal á España.
380
¡Ay, bien mi corazón me lo decía:
su estrella marcha con la estrella mía!
THEUDIA
¿Qué es lo que habláis, señor?
DON RODRIGO
Es mi secreto.
(No para ti, de mi amistad objeto.)
Es agüero fatal que á fin terrible
385
de mi existencia el término ha sujeto.
THEUDIA
¡Y en agüeros creeis! Es imposible.
DON RODRIGO
Theudia, son los destinos celestiales
inmutables, y es justo su castigo
para los que han causado tantos males
390
en la tierra, cual yo.
THEUDIA
Soñais os digo.
El noble osado que su suerte afronta,
hace cejar á su enemiga suerte,
ó halla tranquilidad segura y pronta
en el reposo de gloriosa muerte.
395
Eso es superstición.
DON RODRIGO
Yo ya sabía
que el insensato mundo,
miedo ó superstición lo llamaría.
¡Mas ¡ay! que es la verdad!
THEUDIA
Y á ese villano...
DON RODRIGO
El cielo, de los godos enemigo,
400
para que acabe al fin, guarda su mano,
con todos de una vez dando conmigo.
THEUDIA
¡Ay, si yo doy con él! En la frontera
le perdí.
DON RODRIGO
¿Le seguíais?
THEUDIA
Desde el día
que vi frente á las nuestras su bandera,
405
vengar de ello juré á la patria mía.
Y de soldado suyo disfrazado,
de aventurero ya, ya de mendigo,
fuí su sombra doquier, doquier he estado
de él en acecho, y la traición conmigo.
410
Mas un poder oculto le defiende;
jamás en ocasión hallarme pude.
DON RODRIGO
En vano, sí, tu lealtad pretende
que el cielo en ello vengador te ayude.
THEUDIA
¡Ay si me vuelvo á ver sobre su huella!
415
¡Ay si algún día mi furor le alcanza!
No ha de valerle contra mí su estrella.
Será, como él, traidora mi venganza.
DON RODRIGO
No, Theudia, es imposible... Inútil brío.
Oye, y ésta conserva en tu memoria,
420
página triste de mi triste historia.
Al salir de las aguas de aquel río
do me vistes caer sin la victoria,
y en cuya agua se hundió cuanto fué mío,
abandoné el caballo y la armadura,
425
cambié con un pastor mi vestidura,
y con todo el pesar del vencimiento
despechado me entré por la espesura,
cual de esperanzas ya, falto de aliento.
¡Cuánto, Theudia, sufrí! Triste, perdido,
430
de mi reino crucé por las llanuras,
en hambre y soledad, como un bandido
que huyendo de la ley camina á obscuras.
Era la hora en que la luz se hundía
tras las montañas, y la niebla densa
435
por todo el ancho de la selva umbría
iba tendiendo su cortina inmensa.
Con el cansancio y el temor y el duelo,
fiebre traidora me abrasaba ardiente,
sin ver dónde acudir en aquel suelo
440
en que nunca tal vez habitó gente.
Cuanto con más esfuerzos avanzaba
viendo si al llano por doquier salía,
más la selva á mis pasos se cerraba,
más en la negra oscuridad me hundía.
445
Un vértigo infernal apoderóse
de mi alma..., y sin luz y, sin camino,
á mi exaltada mente presentóse
toda la realidad de mi destino.
Rey sin vasallos, sin amigos hombre,
450
en mi raza extinguido el reino godo,
sin esperanza, sin honor, sin nombre,
perdido, Theudia, para siempre todo.
¡Cuán odioso me vi! Despavorido,
á pedir empecé con grandes voces
455
auxilio en el desierto; mas perdido
fué mi acento en las ráfagas veloces
á expirar en los senos del espacio...,
y á impulso entonces del furor interno,
maldiciendo mi estirpe y mi palacio,
460
con sacrílega voz llamé al infierno.
THEUDIA
¡Cielos!
DON RODRIGO
Y él me acudió; sulfúrea lumbre,
rauda encendió relámpago brillante,
y en mi pecho siniestra incertidumbre.
Sentí algo junto á mí; miré un instante,
465
y á la sulfúrea, luz, monje sombrío
á mi lado pasó, y á su presencia
tembló mi corazón, cedió mi brío.
Pedíle amparo, mas fatal sentencia
me fulminó, diciendo: «¡Vaya, impío,
470
que el á quien deshonró tu incontinencia
vendrá, de crimen y vergüenza lleno,
con tu mismo puñal á hendir tu seno»
Dijo, y por entre la niebla arrebatado
huyó el fantasma y me dejó aterrado.
475
THEUDIA
Sueño vuestro, fantasma peregrino
fué de la calentura abrasadora.
DON RODRIGO
No, Theudia; voz de mi fatal destino.
Mientras ese hombre esté sobre la tierra,
Theudia, no hay para mí paz ni reposo;
480
doquiera el paso sin piedad me cierra
ese espectro, á mi raza peligroso.
¿Ves el puñal que cuelga á mi cintura?
Con él me ha de matar, es mi destino;
Theudia, no hay tierra para mí segura;
485
ese hombre ha de bajar por mi camino.
THEUDIA
¡Y eso creéis!... Calládselo á la gente,
y toleradme en paz esta franqueza.
Mas vuestra vida austera y penitente
amenguó de vuestra alma la grandeza,
490
y amenguó la razón de vuestra mente.
DON RODRIGO
Tiene en mi corazón sacro prestigio,
Theudia, te lo confieso, y me amedrenta
aquella predicción y aquel prodigio.
THEUDIA
¡Prodigio lo llamáis! Y ¿no os afrenta
495
tan vil superstición?
DON RODRIGO
Sea en buen hora,
mas creo en ella; á ser fascinadora
de la mente aprensión, despareciera
con el tiempo; el ayuno y el cilicio,
arrancado á la mente se la hubiera.
500
THEUDIA
La arrancara mejor trompa guerrera
y de la lid revuelta el ejercicio.
Eso cumple mejor á vuestra raza;
en vez de esta cabaña y ese sayo,
la blanca tienda y la ferrada maza,
505
y el bruto cordobés, hijo del rayo.
Sí; mientras viva Theudia y por amigo
queráis tenerle, con bizarro alarde
os dirá, de la paz siempre enemigo,
que el noble que no lidia es un cobarde.
510
DON RODRIGO
¡Traidor!
THEUDIA
¡Hola! Vuestra alma se despierta
á la voz del honor; así os quería:
veo que aun vuestra sangre no está muerta
y alienta el corazón con hidalguía.
Escuchadme, señor, y ved despacio
515
el peso y la razón de lo que os digo,
que es mengua, sí, que quien nació en palacio
aguarde con pavor á su enemigo.
Perdido estáis, sin esperanza alguna;
no hay para vos ni fuerza ni derecho;
520
no hay para vos ni gente ni fortuna;
el moro vuestro ejército ha deshecho,
y atropelló á la cruz la media luna;
mas hay un corazón en vuestro pecho
que á vuestro antiguo honor cuentas demande,
525
y un corazón de rey debe ser grande.
Si á las manos morir es vuestro sino
de ese Conde traidor que nos vendiera,
la mitad evitadle del camino,
tras él saliendo con audacia fiera.
530
Provocad con valor vuestro destino;
con él trabaos en la lid postrera,
y arrostrad ese sino que os espanta,
vuestro puñal hundiendo en su garganta.
Ya no tenéis ni ejércitos ni enseñas,
535
mas os resta un amigo y un vasallo,
y las lunas del mundo no son dueñas,
ni es de la suerte irrevocable el fallo.
Dejad, pues, el misterio de estas breñas;
asíos de una lanza y un caballo,
540
y con caballo y lanza, y yo escudero,
si no podéis ser rey, sed caballero.
DON RODRIGO
Basta, Theudia; ese bélico lenguaje
cumplo á los corazones bien nacidos,
y en el mío despiertan el coraje
545
de tus fieras palabras los sonidos.
Sangre me pide mi sangriento ultraje,
sangre mis tercios en Jerez vencidos,
Theudia, tienes razón; de cualquier modo,
morir me cumple cual monarca godo.
550
Sí; ya á mi olfato y mis oídos siento
que trae el aura que las riendas mece,
el militar olor del campamento
y el clamor de la lid que se embravece,
y del clarín agudo el limpio acento
555
que á los nobles caballos estremece;
y esa guerrera y bárbara armonía,
la prez me torna de la estirpe mía.
Indigna es de un monarca y de un guerrero
esta debilidad que me avergüenza;
560
de mi superstición reirme quiero;
no quiero, Theudia, que el pavor me venza.
THEUDIA
Dos sendas hay, y por cualquiera os sigo:
buscar al Conde y perecer vengado,
ó guareceros del pendón amigo
565
y acabar con honor como soldado.
DON RODRIGO
Cumple eso más al corazón que abrigo:
Theudia, olvidémonos de lo pasado,
y en la desgracia, de rencor ajenos,
bajemos á la tumba de los buenos.
570
Este arma vil que á mi existencia amaga,
quédese aquí después de mi partida,

(Clava el puñal en el poste que sostiene la choza.)

y quede en este tronco, con mi daga,
enclavado el misterio de mi vida.
¿Dices que ha levantado en la montaña
575
pendón un noble, de venganza rayo?
Pues bien: ¿qué hacemos en la tierra extraña?
¡Lejos de mí mi penitente sayo!
Vamos, Theudia, á lidiar por nuestra España
y á triunfar ó caer con don Pelayo;
580
no diga nunca el mundo venidero
que ni supe ser rey, ni caballero.
THEUDIA
¡Ahora os conozco, vive Dios!
DON RODRIGO
Mañana
partiremos á Asturias.
THEUDIA
Franco paso
nos dará el Portugal que nos dió asilo.
585
DON RODRIGO
Hasta mañana, pues; duerme tranquilo.
Duerme, Theudia.
THEUDIA
¡Señor, velando acaso
vais a quedar mi sueño!
DON RODRIGO
Desde ahora,
no hay de los dos segundo ni primero.
THEUDIA
Señor...
DON RODRIGO
Déjame solo hasta la aurora;
590
pues no soy más que un pobre aventurero,
seré, en vez de ta rey, tu compañero.

(Vase THEUDIA al aposento contiguo de la izquierda.)

Escena V

DON RODRIGO.

DON RODRIGO
Bien dice ese leal. Más vale al cabo
caer en una lid por causa extraña,
que, de servil superstición esclavo,
595
llorar imbécil la perdida España.
Saldré otra vez al agitado mundo
con mi contraria suerte por herencia,
velando en el misterio más profundo
el secreto fatal de mi existencia.
600
Nada soy, nada tengo, nada espero;
encerrado desde hoy en mi armadura,
seré en mi propia causa aventurero,
sin esperar jamás prez ni ventura.
Mas al caer lidiando en la campaña,
605
al pueblo diga mi sangrienta huella:
«Ved: si no supo defender á España,
supo á lo menos sucumbir por ella.»
Mas, ¡ay, triste de mí! Mi pueblo mismo,
que me tiene en horror, con frío encono
610
me verá descender hacia el abismo
como me ha visto descender del trono.
Sí; aplaudiendo tal vez mi sino adverso...
Y todo es obra tuya, Conde infame;
por ti desprecio soy del universo.
615
Fuerza es que sangre nuestra se derrame.

(Viendo el puñal.)

Mas, Dios Santo, ¡ahí estás! Húyeme, aparta,
sueño fascinador, que esquivo en vano;
nunca de sangre de los godos harta,
esta daga fatal busca una mano.
620
La de uno de ambos..., tigre vengativo,
ser exterminador de mi familia;
uno solo de entrambos quede vivo,
veamos el infierno á quién auxilia,
Mi razón, mi creencia, lo repele,
625
mas nunca echar de mí puedo esta idea;
ese día fatal ¡oh infierno! impele;
tráenosla de una vez, y pronto sea.
Vértigo horrible el corazón me acosa,
sed de su sangre el corazón me irrita...
630
¡O huye por siempre, pesadilla odiosa,
ó ante mis ojos ven, sombra precita!

(Ábrese la puerta con ímpetu, y al par que ilumina el fondo un relámpago, entra en la escena el CONDE DON JULIÁN.)

Escena VI

DON RODRIGO y el CONDE.

CONDE
Gracias al diablo que llegué á la cumbre.
DON RODRIGO
¿Quién es? ¿Dó va? ¿Qué busca? ¿Quién le trae?
CONDE
¡Rápido preguntar! Mas si es costumbre,
635
oíd: Un hombre, á Portugal, y lumbre
para secarme del turbión que cae.
¿Hay más que preguntar?
DON RODRIGO
Mal humor gasta.
CONDE
Lo mismo que pregunta le respondo.
¿Tiene algo que cenar?
DON RODRIGO
Nada.
CONDE
Pues basta.
640
La cuestión, por mi parte, ha dado fondo.

(Se sienta con calma á la lumbre.)

DON RODRIGO
Desatento venís donde os alojan.
CONDE
Pues sin brindarme vos yo me aparezco,
y esos nublados hasta aquí me arrojan,
ni vos me la ofrecéis, ni os la agradezco.
645
DON RODRIGO
Me obliga, por mi fe, la cortesía,
mas no soy hombre que á sufrir me avenga
razones de tamaña altanería.
CONDE
Tampoco yo, que despechado vengo
y harto estoy de la vida.
DON RODRIGO
Y yo lo mismo.
650
CONDE
Yo, tras la muerte con deseo insano,
debo partir mañana muy temprano.
DON RODRIGO
Y yo también.
CONDE
Y ¿adónde?
DON RODRIGO
Á España
CONDE
De ella
vengo.
DON RODRIGO
¿Sois de ella?
CONDE
Por desdicha mía.
DON RODRIGO
Cúpome á mí también tan mala estrella.
655
CONDE
Que la mía peor nunca, sería.
DON RODRIGO
Puede que sí.
CONDE
Lo dudo.
DON RODRIGO
Allí he perdido
cuanto amé.
CONDE
Yo también.
DON RODRIGO
Padres, hermanos...
CONDE
Yo también.
DON RODRIGO
Mis amigos me han vendido.
CONDE
También á mí.
DON RODRIGO
Fui mofa á los villanos.
660
CONDE
También yo.
DON RODRIGO
Y el honor de mis blasones
ultrajó un hombre vil.
CONDE
Y otro los míos.
DON RODRIGO
Yo he tenido que huir.
CONDE
Como ladrones
nos desbandamos, sin poder ni bríos,
mis soldados y yo. Todos ingratos
665
me han sido á mí.
DON RODRIGO
Y á mí todos traidores.
CONDE
Nada espero.
DON RODRIGO
Ni yo. Mas pienso á ratos
en venganzas horribles.
CONDE
No mayores
que las mías serán.
DON RODRIGO
¡Oh! Sí; son tales,
que vértigos terribles me producen.
670
CONDE
Los míos á la rabia son iguales.
DON RODRIGO
Y los míos á España me conducen
nada más que á morir.
CONDE
Y á mí lo mismo;
vengo á buscar un hombre á quien detesto,
y ante uno de los dos se abre el abismo.
675
DON RODRIGO
Yo busco á otro hombre para mí funesto,
y guardo ese puñal de mi familia,
que del uno es el fin de todos modos.

(El CONDE lo mira y lo reconoce. Esto depende de los actores.)

CONDE
¿Es tuyo ese puñal?
DON RODRIGO
Sí.
CONDE
¡Dios me auxilia!
Ese hierro es la muerte de los godos.
680
DON RODRIGO
Godo soy.
CONDE
Yo también, mas su enemigo.
DON RODRIGO
¿Quién hará de ello ante mi vista alarde?
CONDE
¡Tú eres el torpe Rey...
DON RODRIGO
¡Tú el vil cobarde...!
CONDE
Yo el conde don Julián.
DON RODRIGO
Yo don Rodrigo.

(Quedan un momento contemplándose.)

CONDE
Nos hallamos al fin.
DON RODRIGO
Sí, nos hallamos;
685
y ambos á dos execración del mundo,
la última vez mirándonos estamos.
CONDE
Eso apetece mi rencor profundo.
Mírame bien; sobre esta faz, Rodrigo,
echaron un baldón tus liviandades,
690
y el universo de él será testigo,
y tu torpeza horror de las edades.
DON RODRIGO
Culpa fué de mi amor la culpa mía;
de Florinda me abona la hermosura;
mas ¿quién te abonará tu villanía?
695
CONDE
De mi misma traición la desventura.
Deshonrado por ti, perdílo todo;
mas no saciaba mi venganza fiera
tu afrenta nada más; menester era
toda la afrenta del imperio godo.
700
DON RODRIGO
¡De un traidor como tú, fué digna hazaña!
Cumplieras con tus viles intenciones
yendo á matarme con silencio y maña,
ó contra mí sacaras tus pendones
y bebieras mi sangre en la campaña,
705
mi corazón echando á tus legiones;
mas no lograras con tan necio encono
vender á España por hollar mi trono.
CONDE
Todo lo ansiaba mi tremenda saña;
no hartaba mis sangrientas intenciones
710
beber tu sangre con silencio y maña
o en contra tuya levantar pendones;
dar quise tu lugar á estirpe extraña,
y tu raza borrar de las naciones;
eso quería mi sangriento encono:
715
vender tu reino y derribar tu trono.
DON RODRIGO
¡Y lo lograste!
CONDE
Sí; logré que, al cabo,
el mundo á ambos á dos nos aborrezca:
á ti, de torpes vicios por esclavo,
y á mí por mi traición, nos escarnezca.
720
DON RODRIGO
¡Tanta maldad de comprender no acabo!
CONDE
Hice más.
DON RODRIGO
Imposible es ya que crezca
tu infamia.
CONDE
Escucha, pues, ¡oh rey Rodrigo!
á cuánto llega mi rencor contigo.
Yo solo quedo de mi raza: presa
725
los demás de los moros, á pedradas
fué muerta ante mis ojos la Condesa,
y á la mar arrojados á lanzadas
mis hijos, de Tarifa en la sorpresa;
mas te traigo una nueva, que pagadas
730
me deja todas las desdichas mías:
¡supe, tiempo ha, que en Portugal vivías!
DON RODRIGO
¡Dios!
CONDE
Por un monje que te halló en la selva.
DON RODRIGO

(Con temor.)

¡Un monje!
CONDE
Sí, mi hermano, cuyos votos
le impiden hoy que contra ti se vuelva,
735
mas cuya astucia, para siempre rotos
los anillos dejó de mis cadenas
para seguir tus pasos noche y día,
y para que la sangre de tus venas
la mancha lave de la afrenta mía.
740
DON RODRIGO
Y ¿es cierto? Y ese monje, ¿era tu hermano?
¿Era un hombre no más? ¡No era un fantasma!
¿Nada había en su ser de sobrehumano?
CONDE
¡Que tal preguntes, en verdad me pasma!
Él me salvó, y me dijo: «Vé á buscarle;
745
mas antes de matarle,
dile que su castísima Egilona
con su amor ha comprado otra corona.»
DON RODRIGO
¡Mi esposa!
CONDE
Sí; Abdalasis te la quita,
o, por mejor decir, vendiósele ella.
750
Y bien la raza en que nació acredita,
y de su esposo bien sigue la huella.

(Con mofa.)

Una reina cristiana, favorita
de un árabe... ¡Oh! ¡Nació con brava estrella!
No penes, pues, por tan leal matrona,
755
que esposo no la falta, ni corona.
DON RODRIGO
Basta, basta, traidor; la estirpe goda
deshonrada por ti, por ti vendida,
clama sedienta por tu sangre toda.

(DON RODRIGO va á coger el puñal que está clavado en el poste, pero el CONDE DON JULIÁN se adelanta y lo toma. DON RODRIGO retrocede dos pasos con supersticioso temor.)

CONDE
Con la tuya á la par sea vertida.
760
El mismo cieno nuestro timbre enloda,
la misma tumba nos dará cabida.

(El CONDE se arroja sobre DON RODRIGO, mas THEUDIA se presenta de repente entre los dos con el hacha de armas empuñada.)

Escena VII

DON RODRIGO, el CONDE DON JULIÁN, THEUDIA y el ERMITAÑO.

THEUDIA
¡Mientes! Aun queda quien su honor repare
y del traidor al infeliz separe.

(Da al CONDE un golpe mortal, y cae.)

DON RODRIGO
¡Theudia!
THEUDIA
Señor, cumplí conmigo mismo,
765
que al vengaros, a vos vengué á la España.
DON RODRIGO
¡Gracias, Theudia! Hoy me arranca tu heroísmo
mi ruin superstición, á un noble extraña.
Sí, mi pavor con él baje al abismo;
partamos con Pelayo á la montaña
770
y logremos, ¡oh Theudia! por lo menos,
morir en nuestra patria como buenos.

(Al ERMITAÑO.)

¡Padre, dad á ese tronco sepultura
donde repose en paz; mi justo encono
no pasa, no, de su mansión obscura,
775
aunque el honor de España esté en mi abono
Yo vuelvo al campo, á la pelea dura,
y aunque muera sin huestes y sin trono,
siempre ha de ser, para quien muere honrado,
tumba de rey la fosa del soldado.
780

(Vase con THEUDIA y cae el telón.)