Al Señor
Don Leopoldo Augusto de Cueto, encargado de negocios por S. M. C.
en Dinamarca.
Querido Leopoldo:
Te dedico esta obrilla, cuyo manuscrito te envío, para que
lleves á Dinamarca un recuerdo de nuestra última
entrevista. Al hojearle en Copenhague, acuérdate de tu mejor
amigo.
Madrid, 3 de octubre
de 1847.
Escena
II
|
|
ROMANO y
THEUDIA.
|
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|
|
THEUDIA |
¡Ay de mí!
|
|
Por imposible lo dí, |
|
mas Dios me dió su
mano. |
|
|
|
ROMANO |
Decís bien, Dios está
en todo; |
55 |
y pues os trae á mi
amparo |
|
segunda vez, está claro |
|
que es el mejor acomodo. |
|
Ea, sentaos; tomad |
|
posesión de mi
chozuela; |
60 |
(Siéntase THEUDIA á la
lumbre.)
|
calentaos; ¿no os
consuela |
|
esa llama? |
|
|
|
ROMANO |
Acercaos más;
así. |
|
¿Traeréis
hambre? |
|
|
|
ROMANO |
Viandas hay, aunque
frías. |
65 |
|
|
THEUDIA |
Dadme; aun hay calor en
mí |
|
que suplirá al de la
lumbre, |
|
y comer frío no
daña |
|
á quien trae de la
campaña |
|
la privación por
costumbre. |
70 |
|
|
ROMANO |
Entrad, pues, á ese
pastel, |
|
como si fuera á una
plaza |
|
enemiga. |
|
|
|
ROMANO |
Pues, firme con él.
|
|
Aquí tenéis un
vasijo |
75 |
con vino añejo de
Oporto.. |
|
|
|
THEUDIA |
Padre, me dejáis
absorto. |
|
¿Aquí vino? |
|
|
ROMANO |
Bebed, hijo;
|
|
(THEUDIA come y
bebe.)
|
gozad el bien que os, da Dios, |
|
y aprended que en Él tan
sólo |
80 |
no cabe falta ni dolo; |
|
y pues os crió, de vos |
|
cuida su paterna mano, |
|
porque sin su voluntad |
|
no bulle en la inmensidad |
85 |
ni el átomo más
liviano. |
|
|
|
THEUDIA |
Anciano, tenéis
razón, |
|
y nadie en su gran poder |
|
mayor fe puede tener |
|
que Theudia en su
corazón. |
90 |
Sí, padre; yo he visto al
hombre |
|
en su agonía mil veces, |
|
y siempre le oí con
preces |
|
invocar su santo nombre. |
|
No hay mercader tan infame |
95 |
ni tan blasfemo soldado, |
|
que, por la muerte llamado, |
|
á Dios muriendo no
llame. |
|
Y tal vez al pensamiento |
|
que puse una noche en Dios, |
100 |
debo el hallarme con vos |
|
aquí, y en este
momento. |
|
|
|
ROMANO |
Os creo, Theudia; sin duda |
|
os creo; porque los males |
|
son recuerdos celestiales |
105 |
con que nuestra fe, se ayuda. |
|
(THEUDIA aparta la
vianda.)
|
¿No más? |
|
|
THEUDIA |
Soy sobrio, aunque godo;
|
|
mas el hambre y el cansancio, |
|
por la pasta y por el rancio |
|
me han hecho olvidar de todo. |
110 |
Dios me perdone. Ahora,
hermano, |
|
decidme... |
|
|
ROMANO |
No os fatiguéis
|
|
en preguntas. |
|
|
|
|
THEUDIA |
¡Dios soberano,
|
|
gracias! Ya desconfiaba |
115 |
de volverle en vida hallar. |
|
¿Quién es de
él? ¿Quién hace? |
|
|
ROMANO |
Vegetar
|
|
como una planta que traba |
|
raíces en un
peñón, |
|
por un turbión
producida, |
120 |
y espera, al peñasco
asida, |
|
que la arranque otro
turbión. |
|
|
|
THEUDIA |
¡Infeliz!
¿Cuánto ha que vino? |
|
|
|
ROMANO |
Tres meses ya. Todavía |
|
era de noche, y dormía |
125 |
yo aún, cuando un
repentino |
|
golpe en la puerta asentado, |
|
estremeció la
cabaña. |
|
Tal visita era harto
extraña, |
|
y acudí sobresaltado. |
130 |
Abrí, entró;
sombrío, mudo, |
|
avanzó con lento paso; |
|
colgó, sin hacerme
caso, |
|
espada, casco y escudo |
|
en el pilar; se metió |
135 |
en la pieza que ocupaba |
|
la otra vez, y como estaba, |
|
sobre una piel se
tendió. |
|
Durmióse al Punto. ¡Ay
de mí! |
|
¡Cómo venía el
cuitado! |
140 |
Herido, roto, embarrado: |
|
lloré cuando tal le vi. |
|
Llaméle, mas no
dormía: |
|
fuerza febril le sostuvo |
|
hasta llegar; mas cuando hubo |
145 |
el fin que se proponía |
|
tocado, le abandonó |
|
su vigor calenturiento, |
|
y en un aletargamiento |
|
anonadado cayó. |
150 |
La hambre, el pesar, la
fatiga, |
|
que al par en él presa
hicieron, |
|
vi que á la par le
rindieron. |
|
Con solicitud amiga |
|
desnudóle, y le
abrigué |
155 |
de unas pieles al calor; |
|
espirituoso licor |
|
vertí en su boca, y
dejó |
|
que con el sueño
cobrara |
|
las fuerzas que abandonado |
160 |
le habían; me eché
á su lado, |
|
y esperé á que
despertara. |
|
|
|
THEUDIA |
¡Oh, buen amigo, dejad |
|
que os bese la noble mano! |
|
|
|
ROMANO |
Él infeliz, yo
cristiano, |
165 |
cumplí con la caridad. |
|
|
|
THEUDIA |
¡Bendígaos Dios!...
Mas, seguid, |
|
seguid. |
|
|
ROMANO |
El sol se ocultaba
|
|
ya, cuando él se
despertaba |
|
poco á poco. |
|
|
|
ROMANO |
Oid.
|
170 |
Tendió una vaga mirada |
|
en torno de sí; me
vió, |
|
y el infeliz sonrió |
|
sin poder decirme nada; |
|
porque al hallar un amigo |
175 |
que lloraba junto á
él, |
|
su suerte vió menos
cruel, |
|
y echóse á llorar
conmigo. |
|
|
|
THEUDIA |
¡Oh! Se comprende muy
bien. |
|
|
|
ROMANO |
Vistióse; tomó
alimento, |
180 |
y oramos por un momento. |
|
Hízolo él como
quien |
|
pone en Dios una fe santa, |
|
y en alas de su
oración, |
|
entero su corazón |
185 |
al trono de Dios levanta. |
|
Tranquilo después le
vi, |
|
y tendiéndome la mano, |
|
dijo: «Ya lo veis,
hermano, |
|
vuelvo á vos, mirad por
mí.» |
190 |
De entonces acá, ni aun
tiene |
|
voluntad: orad, le digo, |
|
y se arrodilla conmigo; |
|
id ó venid, y va ó
viene. |
|
|
|
|
ROMANO |
Jamás;
|
195 |
como en el tiempo pasado, |
|
en silencio se ha encerrado, |
|
y yo nunca quise atrás |
|
la vista hacerle volver, |
|
por no renovar la herida |
200 |
que el recuerdo de su vida |
|
le debió en el alma
hacer. |
|
Mudo así, pero
tranquilo, |
|
vive, y tengo á buen
consejo |
|
dejarle, como le dejo, |
205 |
vivir quieto en este asilo. |
|
Mi hospitalidad recibe |
|
con gratitud, no
desdeña |
|
bajar al monte por
leña, |
|
sacar agua del aljibe, |
210 |
encender fuego, arreglar |
|
los trastos, de la
cabaña; |
|
nada le ofende ni
extraña; |
|
conmigo vive á la par, |
|
todo á ambos es
común. |
215 |
Para él pedí á
mi convento |
|
más nutritivo alimento; |
|
se lo sirvo; pero aún |
|
no ha dado señal
ninguna |
|
de ver sí hay más que
agua y pan |
220 |
come de lo que le dan, |
|
sin notar mudanza alguna. |
|
Mas á veces, como á
impulso |
|
de algún vértigo
arrastrado, |
|
sale desatalentado |
225 |
de la cabaña, y le
llamo |
|
en vano; de risco en risco |
|
huye montaraz, arisco, |
|
como un acosado gamo |
|
que huyendo va del ojeo, |
230 |
y metido en la espesura |
|
se está, hasta que cierra
obscura |
|
la noche. ¡Ay! Entonces
veo |
|
en su cara macilenta |
|
y el cansancio que le abate, |
235 |
las huellas de la tormenta |
|
interior que le combate. |
|
Le hago orar, y se consuela; |
|
mas bajo el sayo eremita |
|
la sangre Real se le irrita |
240 |
y el corazón se revela. |
|
Hoy tarda ya. El desdichado, |
|
hoy, como nunca
sombrío, |
|
me dijo: «Orad, padre
mío, |
|
por este desventurado. |
245 |
Orad más que ningún
día |
|
hoy, porque yo os aseguro |
|
que es el día más
obscuro |
|
que hay en la existencia
mía.» |
|
|
|
THEUDIA |
¿Hoy? ¿Quién
sabe el día fijo |
250 |
á su recuerdo más
cruel? |
|
¡Son tantos! Padre, por
él |
|
oremos. |
|
|
|
|
(Al irse á arrodillar ambos, THEUDIA, que escucha, detiene al
ERMITAÑO.)
|
THEUDIA |
Mas aguardad un momento, |
|
pues, ó me
engañó el oído, |
255 |
ó á lo lejos he
creído |
|
oír un grito. |
|
|
ROMANO |
Fué el viento
|
|
de la tempestad acaso. |
|
(Abre la puerta del fondo; se ve
relampaguear.)
|
Ved cómo el nublando
avanza. |
|
|
|
THEUDIA |
Mi oído es fino, y
alcanza |
260 |
de alguno que sube el paso. |
|
|
|
ROMANO |
Tenéis razón; es su
huella, |
|
la reconozco. |
|
|
|
(Óyese muy á lo lejos un grito
lúgubre.)
|
THEUDIA |
¡Dios santo!
|
|
¿Qué grito es
ese? |
|
|
ROMANO |
Es de espanto,
|
|
de agonía. |
|
|
THEUDIA |
¡Ah, si se estrella
|
265 |
algún barco! |
|
|
ROMANO |
Vamos, pues,
|
|
al mar; tal vez tiempo haya |
|
de atraer hacia la playa |
|
al náufrago, si lo es. |
|
|
|
|
(ROMANO y
THEUDIA van á
entrar, ROMANO delante.
DON RODRIGO sale al mismo
tiempo, y encarándose sólo con ROMANO, sin reparar en THEUDIA, le dirige la palabra.
THEUDIA permanece en el
fondo.)
|
Escena
III
|
|
Dichos y DON
RODRIGO.
|
DON RODRIGO |
Padre, no os mováis de
aquí; |
270 |
no, no es náufrago el que
grita. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
La sombra maldita
|
|
que viene detrás de
mí. |
|
Cerrad, cerrad. |
|
|
ROMANO |
Son antojos
|
|
que os forja algún
desvarío. |
275 |
|
|
DON RODRIGO |
No; oí Su voz, padre
mío, |
|
y la he visto por mis ojos. |
|
Como un pájaro marino, |
|
como un vapor, avanzaba |
|
por sobre el mar, que la daba |
280 |
sobre sus ondas camino. |
|
Á la torva claridad |
|
de un relámpago la vi. |
|
¡Maldita sombra! ¡Ay de
mí! |
|
Me la trae la tempestad. |
285 |
(DON RODRIGO se sienta junto á
la lumbre, tapándose la cara con las
manos.)
|
|
|
ROMANO |
(Á THEUDIA.)
|
Aun no ha reparado en vos; |
|
no os mováis de
ahí. |
(Á DON RODRIGO.)
|
Hijo mío,
|
|
con ese vértigo
impío |
|
luchad; acudid á Dios. |
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Ay, padre! Dios no me
escucha, |
290 |
y á Satanás á
la tierra |
|
ha enviado á moverme
guerra, |
|
y es desigual esta lucha. |
|
Yo á todo mi ánimo
apelo, |
|
pero por grande que sea, |
295 |
¿quién, quién
á un tiempo pelea |
|
contra sí mismo y el
cielo? |
|
Ya os he dicho esta
mañana |
|
que hoy era mi día
aciago, |
|
y témome algún
estrago |
300 |
contra el que mi fuerza es
vana. |
|
|
|
ROMANO |
Indigna superstición, |
|
hija de la fantasía. |
|
|
|
DON RODRIGO |
Del acíbar que se
cría |
|
en mi triste corazón. |
305 |
Hija de la sangre amarga |
|
que por celestial sentencia |
|
envenena mi existencia, |
|
cuanto más triste,
más larga. |
|
¿Qué me resta ya que
hacer? |
310 |
Llamó al cielo y no me
oyó; |
|
me mostré á la
tierra, y no |
|
me quiso reconocer. |
|
Sí, sí; ésta
es la misma hora |
|
del crimen; éste el
fatal |
315 |
día de tan criminal |
|
aniversario, y ahora |
|
la sombra debe venir |
|
á mis puertas á
llamar, |
|
sin que la pueda ahuyentar...; |
320 |
dejadme, pues, sucumbir. |
|
Del África viene,
sí; |
|
yo la he visto balancearse |
|
sobre el agua, y acercarse |
|
á la playa contra
mí. |
325 |
¿No habéis
oído en la calma |
|
nocturna un horrendo grito? |
|
Fué el espíritu
maldito |
|
que viene á pedir mi
alma. |
|
|
|
ROMANO |
Serenaos, don Rodrigo. |
330 |
|
|
DON RODRIGO |
Jamás me llaméis
así; |
|
bajo este nombre perdí |
|
todo cuanto tuve amigo. |
|
Solo en la tierra me hallo; |
|
pereció cuanto leal |
335 |
era á ese nombre fatal, |
|
¡hasta mi último
caballo! |
|
(DON RODRIGO se levanta, transportado
por los recuerdos á los tiempos pasados. Varía de
carácter, hasta volver á caer en su desvarío
al fin de esta escena. Depende del actor.)
|
Un generoso corcel |
|
con paramentos de malla; |
|
todo un corcel de batalla. |
340 |
¡Qué bizarro iba yo en
él! |
|
Sobre él, de venganza
rayo, |
|
encerrado en mi armadura, |
|
llegué en una noche
obscura |
|
al campo de don Pelayo. |
345 |
Con él, al pie de una
encina, |
|
pasé aquella noche
horrenda, |
|
y abrigo, falto de tienda, |
|
le di con mi capellina. |
|
Apenas el alba nueva |
350 |
por el Oriente asomaba, |
|
ya sobre él caracoleaba |
|
por las márgenes del
Deva; |
|
y al escuchar los clarines |
|
del feroz morisco bando, |
355 |
su noble raza mostrando, |
|
bufó y erizó las
crines. |
|
Al combate me lancé |
|
sobre él; con él me
metí |
|
entre los moros, y á mi |
360 |
sabor los alanceé. |
|
Tras de su tropel
impío, |
|
cuando ya huían
deshechos, |
|
tenaz se arrojó de
pechos |
|
conmigo en mitad del
río. |
365 |
La corriente nos llevó; |
|
llegué yo, hiriendo y
matando, |
|
hasta Causegadia, cuando |
|
el monte se desplomó. |
|
Cuantos árabes delante |
370 |
llevaba, huyendo de mí, |
|
se sepultaron allí, |
|
bajo el peñasco
gigante. |
|
Mas de entra el golfo de
espuma |
|
que alzó el
peñón desplomado, |
375 |
sacóme á la orilla
á nado, |
|
flotando como una pluma. |
|
Allí di en tierra con
él, |
|
rendidos al fin los dos; |
|
yo tendí la diestra á
Dios, |
380 |
y la siniestra al corcel. |
|
Leal junto á mí
yacía, |
|
y al ir perdiendo el sentido, |
|
me apercibí, conmovido, |
|
que la mano me lamía. |
385 |
Era el amigo postrero |
|
que tenía, y yo pensaba |
|
que á par de él aun
expiraba, |
|
si no rey, buen caballero. |
|
¡Mas Dios no lo quiso
así! |
390 |
Al volver de mi desmayo, |
|
de las gentes de Pelayo |
|
cercado en torno me vi. |
|
Halláronme al explorar |
|
el campo al siguiente
día. |
395 |
¡Más hiel allí
todavía |
|
restábame que apurar! |
|
Pelayo me dijo: «Amigo, |
|
¿quién eres? Por ti
vencí» |
|
Yo ufano, ¡necio de
mí! contesté: |
400 |
«Soy don Rodrigo» |
|
Todo el mundo se echó
atrás |
|
con horror, y replicó |
|
don Pelayo: «Ya se
hundió, |
|
para no alzarse jamás, |
405 |
don Rodrigo, y de su nombre |
|
no habrá ya rey en
España; |
|
mas tú has hecho en la
campaña |
|
cuanto puede hacer un hombre, |
|
y en premio de tu valor, |
410 |
á faz del pueblo te
abono |
|
yo; libre eres, te perdono |
|
por lo bravo lo
impostor» |
|
De sangre con una venda |
|
cegó mis ojos la ira |
415 |
al oír que de mentira |
|
era mi palabra prenda. |
|
Quedé inmóvil de
coraje, |
|
y teníendome por loco, |
|
dejáronme poco a poco |
420 |
á solas con tal
ultraje. |
|
¡Solo aquella vil
canalla, |
|
por quien lidié, me
dejó! |
|
Mas no estaba solo, no; |
|
mi fiel corcel de batalla |
425 |
pacía en una ladera; |
|
sobre la silla me eché, |
|
el acicate le hinqué, |
|
y se lanzó á la
carrera. |
|
Pensé en vos y en
Lusitania, |
430 |
y hacia vos me dirigí; |
|
mas era sino ¡ay de
mí! |
|
perder en mi ciega insania |
|
todo cuanto me era fiel. |
|
¡En mi vértigo
infernal, |
435 |
me olvidé que era
mortal |
|
mi desdichado corcel! |
|
Desbocado le traía |
|
día y noche, sin cesar. |
|
A mí la hiel del pesar |
440 |
de alimento me servía, |
|
del universo enemigo |
|
para huir; mas á él,
que no, |
|
¡noble animal!
expiró, |
|
y con él mi último
amigo. |
445 |
|
|
|
(DON RODRIGO, al
volverse, da con THEUDIA,
que se ha puesto de rodillas á su lado á sus
últimas palabras, y que le dice:)
|
|
|
THEUDIA |
No, echéis un caballo
de
|
|
menos; mientras yo viva, |
|
aun la fortuna no os priva |
|
de un amigo y de un vasallo. |
450 |
|
|
DON RODRIGO |
Alza, y que yo te reciba |
|
en mis brazos. ¡Ay!
Creí |
|
que tú también, como
todos |
|
ingrato, harías
allí |
|
causa común con los
godos, |
455 |
volviéndote contra
mí. |
|
|
|
THEUDIA |
¡Yo contra vos hacer
bando! |
|
No: si ante vos estallando |
|
la tierra se nos derrumba, |
|
para entonces yo os demando |
460 |
la mitad de vuestra tumba. |
|
|
|
DON RODRIGO |
Sí, te reconozco bien; |
|
tú solo fueras capaz |
|
de mirarme sin desdén. |
|
|
|
THEUDIA |
Y de vengaros también |
465 |
del mundo entero á la
faz. |
|
|
|
DON RODRIGO |
Mas ¿cómo hiciste
jornada |
|
hacia aquí? |
|
|
THEUDIA |
Allá en Covadonga,
|
|
viendo que era hombre de
espada, |
|
me pusieron de avanzada |
470 |
por la noche. Que me exponga |
|
yo más que éstos,
justo es, |
|
me dije; soy un soldado, |
|
y no hay completo un
arnés |
|
en campo tan mal armado; |
475 |
de facción quedéme,
pues. |
|
Creí juntarme con vos |
|
a la aurora; mas la lucha |
|
se trabó antes; yo os f
uí en pos, |
|
pero la gente era mucha, |
480 |
y quiso apartarnos Dios. |
|
Caí herido; de un
paisano |
|
lleváronme á la
cabaña, |
|
y cuando ya me vi sano, |
|
volviendo al campo de
España, |
485 |
nuevas de vos pedí en
vano. |
|
Mas comprendí que
vivíais |
|
por un soldado que
habló |
|
de uno que por rey se
dió; |
|
Y juzgando que os
vendríais |
490 |
aquí, tras vos eché
yo. |
|
Orillas del Duero dí |
|
con los huesos de un corcel; |
|
cerca los pedazos vi |
|
de un arnés; fijéme
en él, |
495 |
y el vuestro reconocí. |
|
|
|
DON RODRIGO |
¿No viniste, pues, por
mar? |
|
|
|
THEUDIA |
No, y que lo penséis me
asombra. |
|
|
|
|
|
|
|
DON RODRIGO |
¡No eras tú aquella
sombra!
|
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Dejadnos, anciano,
|
|
á solas por un momento. |
|
|
|
ROMANO |
(Á THEUDIA.)
|
Idle, por Dios, á la
mano. |
|
|
|
THEUDIA |
(Á ROMANO.)
|
Yo procuraré con tiento |
505 |
calmar su espíritu
insano. |
|
|
|
Escena
IV
|
|
DON RODRIGO y
THEUDIA.
|
|
|
DON RODRIGO |
Escúchame.
Tenía
|
|
sed de volverte á ver, de
hablar contigo, |
|
porque tú ves la desventura
mía |
|
tan inmensa cual es; porque
testigo |
510 |
de mi poder y de mi gloria un
día, |
|
tú solo puedes consolarme
amigo; |
|
porque rey, necesito un
caballero, |
|
no un monje en mi pesar por
compañero. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Mas nunca ha sido
|
515 |
ni soldado ni rey; ni nació
godo; |
|
ni vió jamás su
nombre escarnecido |
|
y su honor arrastrado por el
lodo; |
|
ni se vió de su pueblo
maldecido, |
|
y rechazado, en fin, del mundo
todo. |
520 |
¿Qué decir puede
semejante amigo |
|
al inmenso dolor de don
Rodrigo? |
|
Nada. Siento exaltarse mi
cabeza |
|
en esta soledad, y se
enloquece |
|
débil ya mi razón.
Sí; la pereza |
525 |
de esta vida inactiva me
enflaquece. |
|
Theudia, bullir en mi cerebro
siento |
|
mil siniestras imágenes, que
aumenta |
|
como una inundación cada
momento. |
|
|
|
THEUDIA |
Quimeras son con que Satán
os tienta. |
530 |
|
|
DON RODRIGO |
¡Pero odiosas,
proféticas acaso! |
|
¡Tentaciones horribles que no
puedo |
|
vencer! ¡Qué vida tan
horrenda paso, |
|
Theudia! ¡Ah, no me
abandones! Tengo miedo. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Theudia, de todo;
|
535 |
de todo cuanto siento y cuanto
miro; |
|
de todo cuanto lleva un nombre
godo: |
|
de Dios, de mí, del aire que
respiro. |
|
|
|
THEUDIA |
¿De Dios? ¿No es
infinita su clemencia? |
|
|
|
DON RODRIGO |
Y también su justicia.
¿Crees que alcanza |
540 |
un día de forzada
penitencia, |
|
el rayo á detener de su
venganza? |
|
No; un reino entero pereció
á mis manos |
|
por mi crimen fatal, y un pueblo
entero, |
|
esclavo de los fieros
africanos, |
545 |
venganza pide contra mí...,
y yo infiero |
|
que Dios se la ha de dar. La tierra
hispana, |
|
tinta en la sangre de mi pueblo
humea, |
|
sangre doquiera que la huella
mana, |
|
sangre por mí vertida! Hay
una idea |
550 |
arraigada en mi mente, una
profunda |
|
convicción en mi seno
guarecida, |
|
en que mi sino proverbial se
funda, |
|
y que es, Theudia, el tormento de
mi vida, |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Tal vez; pero se aferra
|
555 |
más cada día al
corazón; se extiende |
|
más cada día por mi
mente, y cierra |
|
más mi horizonte á
cada punto: atiende. |
|
Es la ley celestial; sobre la
tierra |
|
abre Dios un infierno al rey que
vende, |
560 |
cual yo, á sus pueblos;
á este rey malvado |
|
le señala un
espíritu, que impío |
|
le acosa, al pueblo hasta dejar
vengado; |
|
y yo siento ese espíritu
á mi lado |
|
que venga de su rey al reino
mío. |
565 |
|
|
|
DON RODRIGO |
No, no; yo sé, yo creo
|
|
que, de Dios mensajero, tras
mí vaga |
|
Inístico ser que por doquier
me amaga, |
|
y por doquiera junto á
mí lo veo. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
No sé; un fantasma
|
570 |
que marcha tras de mí cuando
camino; |
|
su huella siento, y dé
terror me pasma; |
|
va á mi lado, es mi sombra,
mi destino. |
|
Escucha: á veces, á
la luz postrera |
|
del día, bajo hacia la mar;
me place |
575 |
verla estrellarse humilde en la
ribera, |
|
al triste son que con sus hondas
hace. |
|
¿Qué busco
allí? No sé. Voy arrastrado |
|
allí por un instinto
poderoso, |
|
á esperar al fantasma,
amedrentado; |
580 |
porque le temo, aunque le busco
ansioso, |
|
y no en vano. Del África
viniendo, |
|
acercarse le veo de ola en
ola, |
|
su caprichosa oscilación
siguiendo, |
|
la playa hasta tocar callada y,
sola, |
585 |
Huyo al verle llegar, y me
parece |
|
(yo no sé si es el viento
que murmura); |
|
mas creo que se ríe y me
escarnece, |
|
y en lengua que no sé,
volver me jura. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Hoy le esperé; del
horizonte
|
590 |
destacarse le vi, crecer,
llegarse |
|
más que nunca visible;
huí hacia el monte, |
|
mas mi sangre sentí
paralizarse |
|
cuando lo oí lanzar hondo
lamento |
|
que estuvo en tierra para dar
conmigo, |
595 |
y gritarme le oí:
«¡Vuelve, Rodrigo!» |
|
Y esta vez fué su voz, no la
del viento. |
|
|
|
THEUDIA |
Fué, señor, vuestra
loca fantasía; |
|
fué que la soledad y la
abstinencia |
|
exaltan vuestra mente cada
día |
600 |
más, y os minan la
frágil existencia. |
|
|
|
DON RODRIGO |
Theudia, ya te he dicho: esta es la
hora |
|
del crimen; es el de hoy el mismo,
día |
|
del año, y esa sombra
vengadora |
|
sale hoy á reclamarme del
abismo. |
605 |
El eco de su voz, en mi
memoria |
|
toda entera evocó la edad
pasada; |
|
sí, todo cuanto fué,
toda mi historia; |
|
fué voz por un
espíritu lanzada. |
|
|
|
THEUDIA |
Fué voz por vuestro
espíritu forjada. |
610 |
|
|
DON RODRIGO |
¡Ah! Lo ignoras tal vez. Hoy
ha diez años |
|
que á Florinda
ultrajé. |
(THEUDIA va
á hablar, DON
RODRIGO le pone la mano en la boca.)
|
No lo repitas.
|
|
Hoy en la soledad ecos
extraños |
|
que te devolverían mis
malditas |
|
palabras...; pero sábelo:
á esta hora... |
615 |
en mi palacio de Toledo... Aun
veo |
|
aquella escena amante,
abrasadora; |
|
veo aun su rostro virginal que
llora..., |
|
y aun ¡sacrílego amor!
que la amo creo. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
¿Tú alguna vez en el
seguro
|
620 |
recinto del palacio no la
viste? |
|
|
|
THEUDIA |
¡Jamás la
conocí, ¡mas la maldigo! |
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Theudia! Inocente
fué; yo te lo juro. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
¿Quién le
resiste
|
|
cuando Dios nos le da para
castigo? |
625 |
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Lloras, Theudia! Te
comprendo:
|
|
te inspiro compasión. |
|
|
THEUDIA |
Señor, sí
lloro,
|
|
es porque vos no veis y yo estoy
viendo |
|
que Dios, que de piedad es un
tesoro, |
|
á vos me guía por su
propia mano, |
630 |
porque guíe desde hoy
vuestro destino |
|
porque os recuerde yo que el ser
humano |
|
tiene su origen en el Ser
divino. |
|
Avergüénceos, pues,
vuestra locura; |
|
los ojos levantad al Dios que
dijo: |
635 |
«Venid á mí en
las horas de amargura; |
|
padre, os perdono en nombre de mi
hijo» |
|
Necesitáis trabajo y
ejercicio; |
|
las fieras de las selvas nos
convidan |
|
á sacudir de la pereza el
vicio, |
640 |
y así echaréis las
sombras que se anidan, |
|
de la inercia á favor, en
vuestro juicio. |
|
¿Recordáis que sois
rey? He aquí un vasallo. |
|
¿Que sois harto infeliz? He
aquí un amigo. |
|
¿Cenobita os hacéis?
Como batallo, |
645 |
rezo; mandad, llorad, orad
conmigo, |
|
pronto á partir con vos la
vida me hallo; |
|
tendréis en mí un
esclavo, don Rodrigo; |
|
de cuanto vuestro fué, yo
solo os quedo, |
|
mas aun sois para mí rey de
Toledo. |
650 |
Mientras que viva yo, vuestra
ventura |
|
seguirá, atado siempre
á vuestra huella; |
|
si os condena la suerte á
vida obscura, |
|
no ha de faltaros, pese á
vuestra estrella, |
|
ni un vasallo que os cave
sepultura, |
655 |
ni un amigo leal que os llore en
ella; |
|
y siempre queda mundo, don
Rodrigo, |
|
al que le queda Dios y un buen
amigo. |
|
|
|
DON RODRIGO |
Theudia, tienes razón; Dios
te me envía |
|
cual hora de consuelo y de
bonanza |
660 |
en la borrasca de la angustia
mía, |
|
cual iris mensajero de
esperanza; |
|
tienes razón: tú
irás siempre conmigo. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Y emprenderemos otra vida
|
|
mejor para mi espíritu. |
|
|
THEUDIA |
Y os digo que
|
665 |
cobraréis vuestra quietud
perdida. |
|
|
|
|
THEUDIA |
Y volveremos
|
|
con hambre á la
cabaña. |
|
|
DON RODRIGO |
Y de la lumbre
|
|
al amor, de otros tiempos
hablaremos. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Tengo costumbre
|
670 |
de orar al acostarme. |
|
|
THEUDIA |
Pues lo haremos
|
|
juntos todas las noches. |
|
|
DON RODRIGO |
Me temía,
|
|
Theudia, que el campamento... |
|
|
THEUDIA |
¿Lo cristiano
|
|
en mí amenguara? ¡Oh,
no! Con alegría |
|
sufro, y tengo fe en Dios. |
|
|
DON RODRIGO |
(Con amargura.)
|
¿La corte mía
|
675 |
frecuentaste? |
|
|
THEUDIA |
Jamás; noble he
nacido,
|
|
mas vivir en la corte no he
querido |
|
nunca. |
|
|
DON RODRIGO |
Por eso crees, y el alma pura
|
|
conservas y leal. |
|
|
THEUDIA |
Es lo que ahora
|
|
necesita, señor, vuestra
amargura: |
680 |
fe cierta, y lealtad
consoladora. |
|
Mas se hace tarde; reposad
tranquilo |
|
esta noche, señor, y nuestra
nueva |
|
vida mañana empezará.
Este asilo |
|
es seguro, y no hay nadie que se
atreva |
685 |
á penetrar en esta
selva. |
|
|
|
THEUDIA |
El pavor echad del alma;
|
|
yo estoy con vos, y yo soy un
guerrero. |
|
|
|
|
THEUDIA |
Dormid en calma,
|
|
señor; yo velo
aquí. |
|
|
DON RODRIGO |
No; estás rendido
|
690 |
de fatiga; esta noche
necesitas |
|
reposo tú. Mi lecho muy
mullido |
|
no es, mas yo te le doy con
infinitas |
|
albricias por tu vuelta. |
|
|
|
DON RODRIGO |
Un rato
|
|
quiero estarme á la vera de
la lumbre |
695 |
conmigo mismo á solas. |
|
|
|
DON RODRIGO |
Ingrato
|
|
el sueño huye de mí,
y es mi costumbre |
|
recogerme á altas
horas. |
|
|
THEUDIA |
Hoy, empero,
|
|
no tardaréis. |
|
|
DON RODRIGO |
No á fe, que con el
día
|
|
te pienso despertar. Vé,
pues; lo quiero. |
700 |
|
|
|
DON RODRIGO |
Vé, y en mí
confía;
|
|
yo te despertaré. |
|
|
|
(Va DON RODRIGO
á sentarse á la lumbre; THEUDIA, contemplándole, dice
desde la puerta, levantando los ojos al cielo:)
|
THEUDIA |
¡Dios justiciero,
|
|
yo adoro tu piedad! Si tardo un
poco, |
|
desventurado rey, le encuentro
loco. |
|
|
|
Escena
VI
|
|
DON RODRIGO y
FLORINDA.
|
|
FLORINDA |
(Fijándose en la lumbre.)
|
Aun arde; á tiempo
llego.
|
|
(Siéntase FLORINDA al lado del fuego, gozando de
su calor con insensata avidez.)
|
|
|
DON RODRIGO |
¿Qué traéis?
¿Qué buscáis? |
|
|
|
|
FLORINDA |
Nadie ya; soy una sombra.
|
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Sombra! ¿Quién
me la trae? |
|
|
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Es la mía!
|
730 |
¡Ah! ¿Qué
quiere de mí? |
|
|
FLORINDA |
Vida, alimento.
|
|
¡Agua!... Tengo el temblor de
la agonía. |
|
¡Agua! |
|
|
DON RODRIGO |
¡Ay de mí! Yo creo que
deliro.
|
|
|
|
FLORINDA |
¡Agua!...La calentura me
sustenta, |
|
y en el momento en que me deje,
expiro. |
735 |
¡Agua! |
|
|
DON RODRIGO |
Ahí la tienes.
|
(Señalando una vasija.)
|
|
|
FLORINDA |
(Después de beber.)
|
Gracias. Dios en cuenta
|
|
te lo tenga, buen hombre.
¡Qué cansada |
|
estoy!... A esos peñascos he
trepado, |
|
por este fuego y esa luz
guiada. |
|
Temí que me la hubieras
apagado. |
740 |
¡Qué agradable calor!
¡Cómo consuela! |
|
Allá en la obscuridad,
¡qué frío hacía |
|
sobre la mar! Pues ¿y en el
monte? Hiela. |
|
|
|
|
FLORINDA |
Sin duda; yo venía
|
|
todas las noches á esta
playa. |
|
|
|
FLORINDA |
Todas. Todas las noches de seis
años, |
|
siempre viendo pasar las naves
godas |
|
ante mí, y yo
¡qué afán! presa entre extraños. |
|
Porque yo estaba África
cautiva, |
|
allá en un
torreón..., sobre una roca |
750 |
que daba al mar...; mas ya no
estaba viva. |
|
|
|
|
FLORINDA |
No; estaba loca.
|
|
Yo lo sabía bien, porque
sentía |
|
que la razón se me iba por
momentos; |
|
mas el dolor con la razón
huía, |
755 |
y gozaba en mis locos
pensamientos. |
|
Un día mi señor trajo
á un anciano |
|
á la torre, y
mostrándome, le dijo: |
|
«Hela ahí» El
viejo me tomó la mano, |
|
ó hizo de mí un
examen muy prolijo. |
760 |
Aquel viejo era un sabio.
«¡Pobre esclava! |
|
decía. Mis
pronósticos son ciertos; |
|
esta es la fiebre que la vida
acaba.» |
|
«¿Nadie la
curará?», lo preguntaba |
|
mi señor... Yo afanosa le
escuchaba. |
765 |
Y el viejo contestó:
«Tal vez los muertos. |
|
Si el Rey que la infamó
resucitase; |
|
si á su edad virginal volver
pudiera, |
|
á su patria, á su
amor, cual si tornase |
|
de un ensueño, tal vez en
sí volviera. |
770 |
Tan sólo esta
impresión desesperada |
|
la podría curar. Mas id con
tiento, |
|
pues sólo por la fiebre
alimentada |
|
cuando la deje,
morirá.»Y ya siento |
|
que se va poco á poco. |
|
|
DON RODRIGO |
¡Desdichada!
|
775 |
El eco de su voz ¡ay! me
estremece, |
|
mas me atrae como imán; no
sé qué encanto |
|
siniestro tiene para mí; es
el canto |
|
traidor de una sirena que
adormece. |
|
|
|
FLORINDA |
Vivifica esta llama; bien has
hecho |
780 |
en no apagarla. Mira, me
devora |
|
la fiebre..., me consume hora por
hora |
|
la vida... Mas percibo que mi
pecho |
|
se fortalece á su calor un
poco; |
|
muy poco, porque tiene mi
existencia |
785 |
un plazo fijo, y á su
extremo toco. |
|
Hoy moriré tal vez: es mi
sentencia. |
|
|
|
|
FLORINDA |
Hoy, que es día aciago.
Tú no puedes
|
|
comprenderlo, es verdad; pero yo
quiero |
|
que lo comprendas. Oye: en las
paredes |
790 |
de mi prisión había
un agujero |
|
que daba sobre el mar. Desde
él veía |
|
siempre atada una barca en la
ribera, |
|
que encima de las ondas se
mecía, |
|
ó imán eterno de mis
ojos era. |
795 |
En ella sobre el mar iba y
venía |
|
todas las noches yo; me
aproximaba |
|
á estas playas; en ellas
percibía |
|
un ser de quien soy sombra; le
llamaba, |
|
venía..., mas mi barca se
volvía |
800 |
á África y yo
volvía á ser esclava. |
|
|
|
DON RODRIGO |
¿Veníais á
esta playa en las tinieblas? |
|
|
|
FLORINDA |
¿Te he dicho eso? ¡Ja,
ja!... No; lo soñaba. |
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Lo soñabais! Mas
¿hoy... |
|
|
FLORINDA |
Hoy en las tinieblas
|
|
nocturnas descendí de la
montaña. |
805 |
|
|
|
FLORINDA |
Como sombra, por el viento.
|
|
Rompió la tempestad, y en un
momento |
|
Mi hermano el huracán me
trajo á España. |
|
|
|
|
FLORINDA |
Pues qué, ¿no estoy
en ella?
|
|
|
|
|
FLORINDA |
¿Conque es decir que ya no
puedo
|
810 |
esta noche llegar? |
|
|
DON RODRIGO |
¿Dónde la
huella
|
|
queríais dirigir? |
|
|
|
|
|
|
|
|
FLORINDA |
En su alcázar he
vivido.
|
815 |
|
|
|
FLORINDA |
Allí amé, mas
fuí vendida.
|
|
|
|
|
FLORINDA |
Una corona allí he
perdido.
|
|
|
|
|
FLORINDA |
Y allí, en fin, perdí
mi vida.
|
|
|
|
DON RODRIGO |
(Dadme fuerzas, Señor; luz
en su mente |
|
derramad, y abreviad este
suplicio.) |
820 |
Conque ¿moristeis? |
|
|
FLORINDA |
Di: ¿vive realmente
|
|
el que pierde el honor, la fe y el
juicio? |
|
|
|
|
FLORINDA |
Pues bien, yo estoy ya
muerta;
|
|
mas soy mi sombra, y á
merced del viento |
|
sobre la tierra voy vagando
incierta, |
825 |
porque un secreto revelarle
intento. |
|
|
|
|
|
|
|
|
FLORINDA |
Es una historia
|
|
que él solo
entenderá: no es para todos. |
|
Nadie la sabe aún; en mi
memoria |
830 |
vive no más; y mira, he
canecido |
|
sólo por conservarla en ella
escrita; |
|
por ella mi nación me ha
maldecido, |
|
y por ella mi raza está
maldita. |
|
|
|
|
FLORINDA |
Odio, detesto
|
835 |
cuanto fuí. |
|
|
|
FLORINDA |
Hasta el cariño
|
|
de los que ser me dieron, y el
honesto |
|
pudor de virgen y el candor de
niño. |
|
Óyela, pues, entera la
recuerdo, |
|
mas no me la interrumpas; esta
fiebre |
840 |
me abandona, y tal vez si tiempo
pierdo, |
|
al par mi historia con mi ser se
quiebre. |
|
|
|
|
FLORINDA |
Yo era una flor que cultivaba
|
|
un Rey en el jardín de su
palacio; |
|
con solícito afán
él me cuidaba, |
845 |
y yo con mi perfume
embalsamaba |
|
de su Real corazón todo el
espacio. |
|
Era aquel Rey galán, Rey de
las flores, |
|
y una elegir debía para
esposa; |
|
yo era entre ellas la flor de sus
amores... |
850 |
¡Mas Dios me hizo brotar de
los traidores |
|
tallos de una letal flor
venenosa! |
|
Aquella flor de quien nací
capullo, |
|
en vez de contemplarme con
orgullo |
|
hija suya por ser y la
elegida, |
855 |
del aura de la envidia oyó
el arrullo, |
|
y envidió mi favor y
odió mi vida. |
|
Iba de noche el Rey enamorado |
|
al jardín, mientras yo,
casta, plegaba |
|
mis hojas sobre el cáliz
delicado, |
860 |
y él, en silencio y á
mis pies echado, |
|
con el aroma de mi amor
soñaba. |
|
Si en la sombra hacia mí
tendió la mano, |
|
tropezó de mi honor con las
espinas, |
|
porque yo, frágil flor, y
él, Rey liviano, |
865 |
recelé y me previne..., y no
fué en vano. |
|
Una noche espesísimas
cortinas |
|
de tinieblas velaban tierra y
cielo; |
|
tendióme el Rey la mano, el
aura errante |
|
inclinó á mi rival
hacia adelante; |
870 |
no halló espinas el Rey, y
con anhelo, |
|
de la traidora flor gozó
ignorante. |
|
|
|
|
FLORINDA |
Y al siguiente día, audaz,
risueño,
|
|
confiado, mis hojas purpurinas |
|
vino á besar con amoroso
empeño; |
875 |
yo, ajena á la
traición hecha en mi sueño, |
|
cerréme, y dí
á sus labios mis espinas. |
|
Indignó al Rey galán
mi fantasía, |
|
y viendo que de noche flor
liviana |
|
á su liviano amor
correspondía, |
880 |
desairándole
hipócrita de día, |
|
me deshojó á la
fuerza una mañana. |
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Ah! Comprendo, infeliz, tu
horrenda historia. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
Recobra tu memoria,
|
|
de ti las nieblas del delirio
aparta; |
885 |
respóndeme... Una noche
á tu aposento |
|
fué el Rey tras el perfume
de una carta. |
|
|
|
|
DON RODRIGO |
En la sombra el suave aliento
|
|
sintió de una mujer. |
|
|
|
|
|
DON RODRIGO |
¿Cuál era, pues, la
flor que el Rey cogía? |
|
|
|
FLORINDA |
La que el aura inclinó
porque él la asiera. |
|
|
|
DON RODRIGO |
¿Cuál la que
deshojó con mano fiera? |
|
|
|
FLORINDA |
La que en su cáliz virginal
dormía. |
|
|
|
DON RODRIGO |
¡Ah! De una vez tus
pensamientos fija: |
895 |
tú la inocente flor,
¿quién fué la rea? |
|
|
|
FLORINDA |
(Con misterio.)
|
De su tallo nací. |
|
|
|
FLORINDA |
(Con espanto.)
|
¡Es mi madre! |
|
|
|
FLORINDA |
Y tú que la maldices,
tú, ¿quién eres? |
|
|
|
DON RODRIGO |
¿Quién he de ser sino
quien fué contigo |
900 |
de su generación plaga y
castigo? |
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FLORINDA |
¿Tú... el Rey
infamador de las mujeres? |
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FLORINDA |
¡Tú don
Rodrigo!
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(Pausa.)
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Mi alma se va... la vida me
abandona. |
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Sí; de nuevo la luz brilla
en mi mente; |
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recuerdo..., reconozco..., me
perdona, |
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sin duda, Dios. |
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DON RODRIGO |
(Acercándosela.)
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¡Florinda!
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FLORINDA |
(Rechazándole.)
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¡Atrás!
Detente.
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Yo no soy la mujer que
hundió tu trono; |
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yo soy mi sombra, que pasó
á tu lado |
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al volver á su tumba,
solamente |
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para decirte:
«¡Adiós, Rey desdichado! |
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Yo, de tu crimen víctima
inocente, |
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blanco seré de universal
encono |
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y execración de la futura
gente; |
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mas el juicio de Dios tengo en mi
abono.» |
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FLORINDA |
Aparta..., tentador... El
alma
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se separa del cuerpo...
dulcemente; |
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la tierra huye de mí...; yo
la abandono |
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sin pesar...; siento en mí
la dulce calma, |
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la paz, la sombra del
sepulcro... |
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FLORINDA |
¡Tente!
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¡Hasta la eternidad!
¡Yo te perdono! |
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(Cae.)
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(Asoma THEUDIA.)
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DON RODRIGO |
No hay perdón para
mí, yo le rechazo. |
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¡Tierra de maldición,
libre muy presto |
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vas á verte de
mí! |
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