Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —[29-30]→     —31→  

ArribaAbajoSelecciones


ArribaAbajoDe «Antropología prehispánica del Ecuador»


ArribaAbajoCapítulo IV

Las glaciaciones en los andes ecuatoriales y notas acerca de la relativa antigüedad del hombre


  —[32]→     —33→  
Advertencia

Este estudio es una somera síntesis de nuestra obra El Ecuador Interandino y occidental antes de la Conquista española, de la cual llevamos publicados cuatro volúmenes (vol. I y II, Quito, 1941, vol. III, Quito 1944, vol. IV, Quito, 1946) y que constará de algunos tomos más, en los que pretendemos resumir el fruto de cuarenta y dos años de investigación.

En lo relativo a las lenguas precolombinas del Ecuador interandino y occidental, estas páginas presentarán el estado de nuestros conocimientos en forma definitiva, no así en lo relativo a las culturas, ya que es posible que al redactar los tomos siguientes de nuestra obra, llenemos algunos vacíos, o que descubrimientos que hasta tanto se verifiquen, den a conocer nuevos hechos; mas el cuadro, no sólo en sus líneas generales, pero también en el detalle, confiamos, será casi exactamente el mismo.

Quito, mayo de 1945.



  —[34]→     —35→  

El sistema andino de Sudamérica tiene una larga historia, que se pierde en los albores de las edades geológicas; puede decirse que cada una de las tres cordilleras de que se compone posee una historia propia, más larga, mientras más alejadas están del Pacífico, excepción hecha de la ya casi desaparecida «cordillera marina», que es la más antigua; prescindiendo de ésta, lo es la oriental; pero todas han sufrido, en mayor o menor grado, la acción del volcanismo cuaternario y las consecuencias del gran levantamiento de la época terciaria.

Mientras las formaciones de gneis y los esquistos cristalinos constituyen el basamento de la cordillera central, apareciendo en los grandes cortes de los ríos y en los flancos orientales de los montes, y los pórfiros, porfiritos, dioritas, rocas verdes y formaciones cretáceas, lo son de la cordillera occidental; las formaciones terciarias constituyen la base de la zona del litoral, pero en «gran parte están recubiertas por terrenos cuaternarios o diluviales y, hacia el golfo de Guayaquil, por capas aluviales modernas». Los conglomerados volcánicos, las andesitas y lavas y la cangagua -loess- cubren casi   —36→   todo el callejón interandino, al norte del Nudo del Azuay, quedando al sur visibles las formaciones mesozoicas.

A no ser por los nudos meridionales, que son de rocas antiguas, podría creerse que éstos fuesen de origen cuaternario, fruto del volcanismo que, habiéndose originado en el período terciario, llegó en los Andes Ecuatoriales a su máximo desarrollo en el pleistoceno; lo son, en efecto, muchos de los del norte, como el de Cajas, Mojanda, el de Tiopullo, constituidos por una serie de volcanes; así este último lo forman el Rumiñahui, los cerritos del Chaupi, y el Pasochoa, cadena de cráteres que van del Cotopaxi al Iliniza. Otro casi nudo separa el valle de Chillo del de Tumbaco, lo forma el Ilaló, volcán pleistoceno, que al formarse dividió en dos llanuras la que antes fue una sola.

Así podemos imaginar un tiempo en el cual el Callejón interandino no estaba dividido en tantas hoyas y en el cual debieron existir sistemas fluviales más largos, que salían al mar por las depresiones orográficas de la cordillera, no por los cañones excavados por los ríos, en los lugares donde ya la cordillera tenía una depresión.

Grandes lagos, hoy rellenos con los materiales acarreados de las cumbres, se formaron en estas hoyas, cuando se completó el sistema de los Nudos; a través de estos limos han cortado sus lechos los ríos en el curso de los milenios. Esto puede observarse con claridad en los flancos de los cañones del Guayllabamba, el Ambi, el Chota; en el valle de Chillo, el río San Pedro, corre por un lecho aluvial de edad glacial, mientras a mayor profundidad hay una formación lacustre, que debe ser también cuaternaria.

Los cataclismos volcánicos han dejado por doquiera sus huellas, mientras la erosión de los hielos y de las aguas, las potentes avenidas de los ríos, especialmente las provocadas por el contacto de las lavas incandescentes   —37→   y las masas de gases inflamados con las nieves, han ido modelando el paisaje, cuyos contornos fueron redondeados en las épocas glaciales, en las que las inmensas cantidades de «lapilli», arrojadas por innúmeros volcanes, redistribuidas por los vientos, se transformaron en inmensas capas de un «loess» especial, que llamamos «cangagua», que oculta las rugosidades de las montañas, bajo un potentísimo manto de suaves pliegues.

El nivel de las nieves perpetuas en los Andes ecuatoriales, que lo fijan Reiss y Stübel en 4653 metros sobre el nivel del mar, es según Wolf, el de 4742, en la Cordillera occidental y de 4564 en la oriental; el glacial más bajo del Antisana, está a 4216 metros de altura, pero en todas se encuentran, como lo han demostrado Sievers y Meyer, morenas terminales a 4150 metros por término medio, mientras hay otras antiguas, entre 3830 y 3770 metros de altura4. Hubo, pues, dos períodos de enfriamiento, aquel cuya existencia revelan los valles en U y las morenas que se encuentran en todos los montes que sobrepasan los 4100 metros de altura, aun cuando hoy carezcan absolutamente de nieve y aquel que llega casi a los límites de la vegetación arbórea; a éste corresponden las hermosas y típicas morenas que cortan la carretera García Moreno y que cualquier viajero puede observar al ir de Quito a Riobamba, en el páramo de Sanancajas.

Pero existe otra glaciación más antigua y poderosa, aun cuando ha pasado generalmente desapercibida, la que hemos podido reconocer en varios lugares; el término medio de altura a que se encuentran sus vestigios, está más o menos entre 2900 y 2800 metros sobre el nivel del mar. Descubrímosla, primero, en Puengasí, cordillerita que separa el valle de Quito del de Chillo, al observar cómo, en medio de la cangagua, se encontraban   —38→   cantos erráticos, como nueces en un pastel, que no eran bombas volcánicas, no eran piedras rodadas por los ríos y presentaban las estrías y pátinas propias de los glaciares; después notamos un pequeño valle en U, con sus cantos erráticos, sobre el barrio de Alpahuasi, en la misma loma de Puengasí, pero en su flanco occidental. Estas observaciones nos permitieron reconocer toda una serie de formaciones glaciales, tales como las que ocupara las faldas de Pichincha, en las inmediaciones de Quito, especialmente al norte de la ciudad, pues la «Quebrada del Volcán», o del «Cuntur-huachana» con sus rocas estriadas, su enorme morena frontal, demuestra que fue el emplazamiento de un inmenso glacial5; otro, aún mucho mayor, parte del Cayambe y va a terminar en Chorlaví, cerca de Ibarra, casi juntándose con el que descendiendo de los páramos de Cotachi, Yanaurco y Piñán, descabeza al oeste de Ibarra, después de haber seguido la orilla oriental del cañón del Ambi, que entonces no debe haber tenido la profundidad que hoy6.

Existen, pues, en los Andes ecuatoriales, por lo menos tres períodos glaciales, el más moderno, en el que las nieves eternas bajaron unos quinientos metros.

Si se tiene en cuenta las prolijas observaciones de don Carlos Aguirre y Montúfar, que merecieron ser publicadas por la Academia de Ciencias de París, la temperatura desciende un grado centígrado por cada 130 metros de altura absoluta; así durante la última glaciación, la de la ciudad de Quito, que es, hoy de 13,2º debió ser de 9,50º, esto es, la del páramo frígido.

En la segunda glaciación el nivel de las nieves eternas bajó en 900 metros, la temperatura de Quito habrá sido de 6º. En la primera, con un avance de los hielos de 1700 metros, habrá sido de 0º7.

  —39→  

Qué enormes consecuencias para la vida animal y vegetal tendrían estos cambios climatológicos, no es para ponderarlo, pero debemos apuntar que para los paleontólogos ha sido un problema, casi insoluble, el de las migraciones del sur de la América meridional, a la América del Norte y viceversa, ya que la depresión de la cordillera entre Costa Rica y las primeras ramificaciones de los Andes hacia la Goajira, en donde las montañas no llegan a los 1000 metros, parecía constituir un foso infranqueable para los animales y vegetales propios de la estepa; pero estas migraciones del primer período glacial, resultan fácilmente explicables8.

A estas conclusiones habíamos llegado en nuestro estadio de la glaciación de los Andes ecuatorianos, en 1933, año en el cual las consignamos en un cursillo mimeografiado, de las clases dictadas, por nosotros acerca de etnografía ecuatoriana, en la Universidad Central del Ecuador.

En 1943, el geólogo doctor Walther Sauer, editó la «memoria explicativa del Mapa Geológico de Quito» (Quito, Imprenta de la Universidad), en la que afirma la existencia de cuatro períodos glaciales, principiando por el más antiguo, que llama fluvo-glacial, que ocurrió cuando las más altas cumbres de la cordillera se alzaban «sólo muy poco por encima de los 3.000 metros de altitud».

La diferencia sustancial entre las conclusiones del doctor Sauer y las nuestras estriba en que nuestro 1er. período glacial, sería, según él, el tercero, esto es que el descenso de los hielos hasta 2900-2800 metros de altura habría ocurrido sólo un interglaciar, antes del final del pleistoceno9.

La geología del Ecuador es demasiado desconocida, para que podamos definir con aproximación siquiera, las   —40→   épocas interglaciares. Una, la más reciente, está caracterizada por la fauna de Punín, (provincia del Chimborazo); las especies características de ella son: Mastodon antidium (Cuv), Equus andium (Wagner), Cervus chimborazenzi (Wolf), Cervus riobambensi (Wolf). Protoauchenia Reissi (Branco). Dasypus magnus (Wolf). Machairodos neogacus (Branco).

Esta fauna, según Branco, es contemporánea con la de Tarija y con la inferior de las pampas argentinas. A ella corresponden las de los otros depósitos fosilíferos, como los de Alangasí (Pichincha) y Pingunchuela (Imbabura).

A otro interglaciar más antiguo corresponde la formación lacustre de la Magdalena, al Sur de Quito, en donde nosotros encontramos en 1908, fósiles de una fauna de clima caliente, entre ellos un saurio de regular tamaño; de ésta sólo ha sido clasificada científicamente la especie de Hippidum jijoni (Spillmann).

La historia de las glaciaciones pleistocenas de la América del sur; está por estudiarse.

En Colombia, en la cordillera oriental, pueden reconocerse tres períodos glaciales; con niveles medios aproximados, de avance de los hielos de 3200, 3500 y 4100 metros, mientras el nivel medio actual de las nieves, en la sierra nevada de Santa Marta, es más o menos 4650 metros sobre el nivel del mar.

En Venezuela se encuentra el nivel de las nieves a 4600 y formaciones glaciales se hallan a 4000 y 3400.

En el Perú la nevé está en la Serranía de Conchucos y en la de Cerro de Pasco, entre 4800 y 4900. En la cordillera oriental, entre 5300 y 5400 en la parte más meridional de la occidental, entre 5500 y 6000. Los glaciales bajan mucho de esta línea de nevé y en el norte alcanzan a 4400, pero hay tres períodos de glaciación   —41→   entre 3300, 3400, 4000 y 4200 metros. En Bolivia, donde el nivel de las nieves eternas está entre 4600 y 5000 metros, los niveles pleistocenos están a 2600, 3200 y 3600 metros.

En la Patagonia, Caldenius ha demostrado que hubo cuatro períodos glaciales.

Vemos, pues, que en la mayor parte de Sudamérica se puede reconocer, por lo menos, la existencia de tres períodos glaciales, que son cuatro en la Patagonia y, quizás, en el Ecuador, si bien la diferencia, de altura entre las observaciones del señor Oppenheim y las nuestras se deba a una oscilación semejante a la de Laufen, en los Alpes.

Cuatro son los períodos glaciales en la América del Norte, cuatro los generalmente admitidas en los Alpes; así, el día que sean mejor conocidos estos fenómenos en Sudamérica, tendremos un criterio mucho más seguro para datar las formaciones cuaternarias, que el proporcionado por el estudio de los fósiles.

Ninguna prueba indiscutible tenemos de la existencia del hombre en el Ecuador, durante el período glacial, pero sí fuertes indicios de ella.

Hace muchos años, al hacer una excavación en las orillas del río «San Pedro» en el valle de Chillo (provincia de Pichincha), se encontró en terreno aluvial un maxilar humano, bastante fosilizado; en 1908, el padre Julio Herbach, S. J., halló en Cotocollao, a gran profundidad huesos humanos que no provenían de una sepultura, entre los que había una tibia, al parecer hendida para extraer la médula. Ninguno de estos dos descubrimientos fue objeto de una investigación científica; el terreno del que provenía la mandíbula puede ser reciente y la mineralización del hueso no tener valor alguno; la capa de que provenían los huesos de Cotocollao era,   —42→   seguramente, postglaciar y a lo mucho puede anteceder un poco a las primeras civilizaciones registradas por la arqueología, sin que nada obste aún a que sea posterior.

Dos hechos, sin embargo, obligan a considerar como muy probable la existencia del hombre al final del pleistoceno superior. Es el uno el «cráneo de Punín», el otro el hallazgo que vamos a describir10.

Abriendo un canal en las orillas del río «San Pedro», en la parroquia de Amaguaña, valle de Chillo, provincia de Pichincha, en un terreno aluvial antiguo, a unos cinco metros sobre el cauce actual del río, encontramos en medio de un conglomerado muy duro de cantos rodados y «cangagua», una piedra que nos inclinamos a creer que ha sido trabajada por el hombre. Es una andesita dura, laminada, de 274 mm. de largo, 98 mm. de ancho en la parte posterior, 68 mm. en la más gruesa, 42 mm. la punta, cuyo espesor es de 29 mm. en la extremidad posterior, 70 mm. en la más ancha y 7 mm. en la punta que está rota. La cara superior tiene una suave curvatura convexa, natural del canto laminado; las caras laterales son rectas y tampoco ofrecen indicios de trabajo humano; la cara inferior está formada por dos planos: el posterior, recto, divergente de la cara superior, de modo que el punto más grueso se encuentra a 148 mm. y 175 mm. de la base del supuesto instrumento, diferencia debida a que la base no forma un ángulo recto con los costados y a que el plano recto termina en una línea curva; el anterior, cóncavo, a partir de este punto hasta la extremidad. El trabajo humano consiste, a nuestro entender, en el corte posterior del canto laminado, obtenido con dos golpes, uno con el que se le ha desprendido del resto del bloque, casi perpendicular a los bordes de la piedra (754 con el un borde, 894 con el otro); el otro, un solo estallido en sentido diagonal y en la formación del plano cóncavo, hecho mediante frotamiento   —43→   con otra piedra, para dar una punta al instrumento, que pesa 2760 gramos. No estamos seguros de que sea obra humana, pero sospechamos lo sea; el que esto se confirme dependerá del hallazgo de otros semejantes; nos inclinamos a tenerlo por tal, no sólo por su forma admirablemente apta para ser usada como pico -sea tomándolo con la mano, sea sujetándolo a un mango- sino porque no presenta señales de desgaste por las aguas en un río torrentoso, mientras que todas las piedras que lo acompañaban eran cantos rodados.

Su edad no pudo ser cuaternaria, pero sí muy remota.

En 1923, H. E. Antony, miembro del personal del American Museum of Natural History, mientras buscaba fósiles cuaternarios en la célebre quebrada de Chalán, en Punín (Chimborazo), descubrió un cráneo humano que estaba en un banco bajo, inmediatamente encima del curso de agua de la quebrada. Este banco tenía entre 1,80 y 2,10 metros de altura y descansaba inmediatamente sobre una capa de andesita. El yacimiento de fósiles pleistocenos, que tanta celebridad han dado a ese lugar, está desparramado a lo largo de la quebrada, dejando, intervalos en los que no se encuentran fósiles; estos intervalos suelen ser pequeños, en uno de éstos estuvo el cráneo; junto a él, que estaba invertido, no se hallaron otros huesos humanos.

En Punín se encuentran huesos en dos estados distintos de fosilización, unos son negros y tienen dureza suficiente para rayar el vidrio, otros café-oscuros, no son tan duros como los anteriores; el cráneo es exactamente igual a éstos.

El hecho de haber sido encontrado al nivel del arroyo, el de no estar asociado con la fauna cuaternaria, no permiten aseverar que date de esta época; el tipo racial que representa, el lugar del hallazgo, hacen -ello no   —44→   obstante- pensar que puede serlo. En todo caso es de respetable antigüedad.

En 1928 descubrieron los doctores Max Uhle y Franz Spillmann, en Alangasí, el esqueleto de un mastodonte, que creyeron había servido de comida del hombre, que había hecho una gran fogata alrededor del animal muerto, junto a cuyos huesos se encontraron puntas de obsidiana y fragmentos de alfarería, de los que los descubridores deducen que esta especie sobrevivió a los tiempos cuaternarios, hasta aquellos en que en el Azuay florecía la cultura de Chaullabamba.

El precioso ejemplar desapareció en el incendio de la Universidad Central de Quito; así para juzgar del hallazgo sólo contamos con las publicaciones de sus descubridores. La alfarería que ellos nos dan a conocer, corresponde exactamente con la del cementerio de Chaupicruz (al norte de la ciudad de Quito) que data de la última época anterior a la conquista incaica; el fragmento decorado con blanco, negro y rojo, en cuanto puede juzgarse por el dibujo, pertenece también a la última civilización de Panzaleo; así, si estos artefactos son contemporáneos con el animal, el mastodonte debió existir en el siglo XIV y XV de nuestra era, pues esa alfarería, que llega al XVI, no puede ser mucho más antigua.

Las excavaciones fueron hechas concienzudamente, pero pensamos que la interpretación de las observaciones no son acertadas. Que los huesos estaban en un pantano, lo reconocen sus descubridores; parécenos que el mastodonte murió atascado en él y que muchos siglos después fueron cayendo en el ciénago los artefactos humanos; la descomposición de la carne del animal produjo la descomposición de las sales de hierro comunes, en gran abundancia en esas aguas, dando al cieno el color rojizo de tierra calcinada. Parécenos que es un caso semejante al de «La Brea», en los Angeles (California   —45→   del Sur), en el que cosas de muy distintas edades se encuentran entremezcladas por la plasticidad del medio11.

Esta interpretación nuestra, igualmente conforme con los hechos que la de Uhle y Spillmann, nos parece más en concordancia con lo que nos enseñan la paleontología y la zoología12.



  —[46]→     —47→  
ArribaAbajoApéndice y notas al capítulo sobre las glaciaciones en los andes del Ecuador

Por el Doctor Walter Sauer

Nota Editorial.-La gran importancia de las bases sentadas en este capítulo por el ilustre arqueólogo don Jacinto Jijón Caamaño, como necesarias para proseguir sobre terreno firme los estudios a que había dedicado toda su vida, no puede menos que ser reconocida. Hemos creído, pues, del caso someterlas a la consideración de un especialista en la materia, de tanta autoridad como el doctor Walther Sauer, actualmente el mejor conocedor de nuestra geología y de sus fenómenos característicos. De su respuesta   —48→   hacemos constar su opinión, junto con las notas que se le habían solicitado.

[...]

Es realmente de admirar la inteligencia del sabio arqueólogo y antropólogo Jacinto Jijón Caamaño, la que le facilitó adentrarse en la materia de la geología del Ecuador de una manera tan estupenda que yo podría citar el contenido de las primeras hojas, que tratan del vulcanismo, poniéndolo como introducción a mi capítulo sobre el Cuaternario, en mi Geología del Ecuador: con tanta claridad expone el autor la influencia del vulcanismo en la formación topográfica de la región serrana de la parte septentrional del país.

Pero los depósitos que han dejado las glaciaciones, inclusive las formas de erosión características, no se dejan desenredar fácilmente del embrollo al que está sujeto todo el conjunto de los fenómenos glaciares, volcánicos y tectónicos. En la tectónica, el levantamiento gradual de los Andes durante el tiempo del Cuaternario, especialmente del Pleistoceno, ha causado las mayores dificultades a la determinación de la edad relativa de los diversos periodos glaciares. A cada glaciación, separada de otro por un intervalo interglaciar menos frío, corresponde un levantamiento de los Andes con sus cerros y valles, lo que se efectuó desigual y gradualmente, causando rupturas de la corteza terrestre.

  —49→  

Para aumentar la complejidad de esos fenómenos, el movimiento vertical ha sido muy diferente en las diversas partes de la sierra, hasta presentarse hundimientos absolutos en varios lugares. Yo mismo he podido comprender el mecanismo de la tectónica andina sólo después del estudio prolijo de grandes extensiones de las cordilleras y de la región interandina. Por eso mis Contribuciones para el conocimiento del Cuaternario en el Ecuador aparecieron en los Anales de la Universidad Central tardíamente, en el año de 1950. La Memoria explicativa de mi mapa geológico de Quito, publicada en 1943, aún no contiene todos mis conocimientos sobre las glaciaciones, causa por la que el señor Jijón no ha podido explicarse el hecho de que mis opiniones acerca de la edad de las glaciaciones están en contraposición con las suyas. Además no se había podido dar cuenta de que los Andes se han alzado durante el Pleistoceno en escala tan enorme que el levantamiento alcanza, en muchos lugares, más de 1.000 metros. Tal fenómeno explica por qué los restos y huellas antiguas de las glaciaciones se encuentran actualmente a diferentes niveles latitudinales, a pesar de que el límite de la nieve perpetua bajó siempre durante las cuatro glaciaciones, al mismo nivel latitudinal, aproximadamente. En las Contribuciones intenté la explicación de las relaciones entre las glaciaciones, el volcanismo y el levantamiento tectónico (según el perfil esquemático adjunto) demostrando que la superficie de las regiones que alimentaban los glaciares se iba aumentando por la edificación de los macizos volcánicos, superpuestos a las cordilleras en el transcurso del Pleistoceno, cordilleras cada vez más altas por el levantamiento tectónico del conjunto de la Sierra.

La intensidad de los cuatro períodos glaciares ha dependido de dos causas principales: el clima, -y especialmente el factor humedad-, que había suministrado   —50→   las cantidades de lluvia y nieve, que se transformaban en hielo glaciar, en las cuencas de alimentación de los glaciares pleistocénicos; y el nivel latitudinal hasta el cual bajó en cada período glaciar el límite de las nieves perpetuas.

Además, hay que tomar en cuenta que las lenguas de los glaciares sobrepasan hacia abajo el límite de la nieve perpetua en diferente grado, según las circunstancias locales. De una potente y extensa cuenca de alimentación saldrá una gran masa de hielo que resistirá largo tiempo al deshielo y alcanzará por eso, en su movimiento descendente, regiones a muchos centenares de metros más abajo del límite de la nieve perpetua, dejando allá su morrena terminal. Además aumentará mucho su velocidad y con ello el poder de alejarse a mayor distancia del límite de la nieve perpetua, en el caso de mayor inclinación de su lecho, es decir que ésta mayor inclinación le ayudará a bajar y depositar sus morrenas en lugares mucho más bajos.

De este modo existe una compleja diversidad en las circunstancias que han sido causa de la deposición de las morrenas a muy diferentes alturas, a pesar de que, estas morrenas pertenezcan al mismo periodo glaciar. Es de comprender que si se toma en cuenta solamente la posición latitudinal de una morrena, no se obtendrá un resultado justo en cuanto a la determinación de su edad relativa.

20 de noviembre de 1959.





  —[54]→     —55→  

ArribaAbajo Capítulo V

Razas humanas que poblaron el Ecuador


  —[56]→     —57→  

La antropología física es la rama de la etnología que entre nosotros menos se ha cultivado; de allí que las nociones que podemos dar acerca de las razas que poblaron el Ecuador andino, tengan que ser muy fragmentarias y breves.

En primer lugar debemos mencionar, nuevamente, el cráneo de Punín tiene índices: cefálico de 71,0; vertical 66,7; vertical transverso 94,0; de largo y altura de la oreja (bregma) 58,6; largo y alto de la oreja (vertox) 61,8; fronto parietal 67,5; facial, 48,0; nasal 59,6; orbital (maxileo frontal) 69,2; orbital (dacryon) 72,4; orbital (lacrimal) 74,4; máxilo alveolar 109,3.

Es, definitivamente, de tipo australoide, como lo demuestran la bóveda cránea y la región facial; la región de la glavela, las órbitas y hasta la región nasal lo sugieren.

«Nos damos cuenta de que las semejanzas superficiales son, a menudo, engañosas y que el análisis minucioso revela, a veces, marcadas diferencias que han pasado desapercibidas. Pero, en este caso por lo menos,   —58→   el análisis métrico confirma las primeras impresiones. Prácticamente todos los índices se refieren a normas australoides. Si escogemos una docena de los más característicos índices y medidas y tratamos su distribución en diferentes series de cráneos, en forma de curvas, encontramos que el cráneo de Punín concuerda mejor con las normas de los cráneos de Tasmania, Australia y Nueva. Guinea», dicen Sullivan (Luis R.) y Hellman.

Hace tiempo se había señalado ya la presencia de cráneos australianos en América, de cráneos australoides, especialmente en Patagonia; pero el de Punín es notablemente interesante, por su posible antigüedad.

En 1908, el doctor Rivet señaló la presencia, en el Ecuador, de la raza de Lagoa Santa, de «cráneo pequeño, dolicocéfalo y sobrealzado, cara corta y ancha, frente estrecha, nariz y órbitas medianas, bóveda palatina: sumamente ancha. Visto de perfil el cráneo presenta una curva antero-posterior bastante regular, la glavela está fuertemente marcada; la frente bien desarrollada y sin fuga; más allá del bregma, la línea del perfil continúa elevándose y no empieza a doblarse sino aproximadamente al nivel del tercio anterior de la sutura sagital; desde este punto hasta el inión presenta un ligero aplanamiento, mas no una caída brusca de tal modo que el cambio de dirección resulta armonioso; la parte superior de la escama occipital se hincha fuertemente en algunos ejemplares y después bruscamente la línea del perfil se dirige hacia adelante y el occipital, en sus dos tercios inferiores, tiene una dirección casi horizontal. Del lado de la cara se nota un prognatismo visible, limitando la región alveolar..

»La norma frontal del cráneo presenta un aspecto piramidal característico, que proviene de la gran anchura de la cara al nivel de los arcos cigomáticos. Esta gran anchura se acompaña de un muy débil desarrollo en altura. El espacio íntero-orbitario es ancho, el maxilar   —59→   superior es algo tosco y su parte subnasal notablemente corta.

»En norma vertical, el cráneo tiene la forma de un ovoide alargado y los arcos cigomáticos se proyectan fuertemente hacia afuera.

»La norma occipital, es pentagonal y los lados laterales caen vertical y casi paralelamente»..

La raza de Lagoa Santa se encuentra en el Ecuador, principalmente en la hoya del Jubones, en sepulturas emplazadas en cuevas naturales, los esqueletos están en la clásica posición embrionaria, tan típica para las momias peruanas. Estos restos, al parecer, no son muy antiguos y corresponden al período que precedió a la Conquista incaica.

Los principales índices de los cráneos de Paltacalo, cuya capacidad media es 1425 cm., son: cefálico-horizontal 71,43; vértico-longitudinal 73,97; vértico-transversal 103,54; fronto-parietal 72,15; facial superior 49,07;. fronto-cigomático 68,74; nasal 51,48; orbital 86,13.

La otra raza de que podemos hablar en el Ecuador, es la de los que en Imbabura se enterraban en pozos. Distínguense los cráneos por su gran altura y por lo proporcionado de su desarrollo longitudinal al transversal, así deben clasificarse como hipsimesaticéfalos. La norma vertical afecta una forma regular: la frente es algo desarrollada y elegantemente encorvada hasta las crestas crotáfiles, desde las cuales el contorno se vuelve rectilíneo hasta las bolsas parietales, donde toma el cráneo la forma de un semicírculo. Así podemos decir que en esta norma afecta la forma de elipses de lados casi rectos. Las apófisis cigomáticos y la espina nasal son visibles.

La norma lateral permite apreciar el desarrollo vertical del cráneo. En la curva media nótase que la glavevela está poco marcada, así como los arcos supraciliares;   —60→   que la frente es alta y escapada; que el vertex se puede decir coincide con el bregma; que la curvatura de la bóveda es regular y suave hasta el inio, en donde recibe el contorno una fuerte inflexión, que hace muy visible la línea occipital superior. La espina nasal es muy pequeña, los cigomas fuertes y planos forman en el yugal ángulo recto.

En la norma occipital nótase muy bien lo considerable de la altura, sobre todo comparada con el ancho, así afectan forma pentagonal, si bien en algunos la arista media está bastante arredondeada. Son perpendiculares los parietales, desde la bolsa de este nombre hasta la apófisis mastoidea. El occipital superior es redondeado y está bien deslindado de la porción cerebelosa por la cresta occipital superior que, poco marcada por arriba, se vuelve por abajo muy marcada.

La norma básica demuestra robustez. La región palatina es parabólica. Los cóndilos son grandes, altos, en forma de pabichuela e inclinados hacia adelante; el foramen máximo, elíptico. El occipital cerebeloso es amplio y muy ligeramente inclinado. Las apófisis mastoideas voluminosas.

La norma facial es de configuración interesante, por lo elevado del frontal, que termina a modo de ojiva y lo rectilíneo del contorno temporal parietal; por la altura de la cara son mesozemas; por la anchura mesoprozopios. Los superciliares, poco marcados, así como las bolsas parietales; los pómulos salientes y robustos, un poco encorvados hacia arriba; las fosas caninas, profundas.

La nariz es larga y angosta, platirrina; la abertura piriforme está poco deslindada en su parte inferior; es ligeramente acorazonada, con el borde escurrido y, a veces, acanalado. Las órbitas son cuadrangulares, de bordes inclinados hacia el exterior y muy espaciosas. Estos cráneos son prognatos.

  —61→  

Esta raza está bastante difundida por el Ecuador andino, a ella pertenece la mayoría de los cráneos encontrados desde el país Palta hasta Imbabura.

Otra es la representada por los indios imbabureños que edificaban, para base de sus casas, tolas, en cuyos flancos se sepultaban, y cuyos cráneos son notables por su gran anchura, pequeño diámetro ántero-posterior y especial desarrollo vertical, lo cual autoriza a clasificarlos como hipsihiperbraquicéfalos, y que tienen una capacidad media de 1.275 cmc.

La norma vertical afecta la forma de una curva achatada, siendo la frente estrecha y más o menos rectilínea; las bolsas grontales son marcadas; desde ellas el frontal y los parietales forman líneas rectas muy divergentes, hasta las bolsas parietales, que son prominentes y en las cuales el contorno recibe una fuerte inflexión, para seguir con una suave curvatura en la región occipital; así; no son estos cráneos elipses, más o menos alargadas, sino trapecios de ángulos arredondeados.

En la norma lateral, nótase en la curva media, en primer lugar que la glavela está muy poco marcada, así como los arcos superciliares y que la frente bien desarrollada es casi vertical; que la curva de la bóveda se eleva poco, desde el bregma hasta el vertex y sigue un trecho casi horizontal, para inclinarse fuertemente hasta el obelio, en donde tórnase casi perpendicular, notándose en el lamba una ligera depresión, compensada por la prominencia del occipital que, exceptuadas estas insignificantes inflexiones, sigue hasta el inio la misma línea, que principia sobre los orificios parietales; el inio, poco marcado en su parte superior, señala el fin de esta recta, pues la cresta occipital inferior márcase tan sólo en el borde interno, tras el cual recibe el contorno una fortísima inflexión, de manera que, oblicuamente, se dirige hacia el interior para seguir con una suave inclinación   —62→   hasta el opiztio. La espina nasal no es muy marcada, así como las líneas temporales. Los cigomas, fuertes y planos, tienen el yugal en ángulo recto redondeado. Todo el contorno es notablemente corto, alto e irregular.

En la norma occipital tiende a la forma pentagonal.

En la norma básica llama la atención lo corto y ancho de los cráneos, la finura de las crestas, agujeros e impresiones. El agujero occipital es redondo. La arcada palatina es upsilóidea.

La norma occipital muestra un inmenso desarrollo de las bolsas parietales, una frente estrecha, todos los cráneos son micosemos, lo que les da un aspecto de pirámide truncada. La cara es un trapecio, proyectándose los molares hacia afuera; por la altura total, o sinfisio nasal, son cameposopototois; la altura ofrio-alveolar los clasifica como microsemas. Los arcos superciliares no están muy marcados, así como tampoco las bolsas frontales. Los pómulos son grandes, algo salientes, de no muy fuertes curvas. Las órbitas, son de contornos cuadrangulares, siendo los cráneos, por su índice orbitario, hipsiconquios y por el nasal platirrinos.

La mayoría de los cráneos encontrados en las «Tolas» de Imbabura, tienen una deformación fronto-occipital, que ha podido acentuar estas características, pero que no es la causa de ellas, pues exactamente las mismas tienen las cabezas de indios actuales, que hemos estudiado en el vivo, que no practican la deformación artificial del cráneo.

Esta raza que tiene vinculaciones con la de Yucatán es la que predomina en la costa ecuatoriana y se encuentra en el país Pasto.

La talla de los indios de Paltacalo raza de Lagoa -Santa- calculada según el método de Manouvrier: para   —63→   los hombres 1,593, en el cadáver; 1,573, en el vivo; para las mujeres, 1,473 y 1,453, lo que arroja una diferencia sexual de 120 milímetros.

La de la raza de los imbabureños que se enterraban en pozos, para el cadáver, 1,619 para los hombres; 1,490 para las mujeres, diferencia sexual 129 mm. La de la de los constructores de Tolas: hombres, 1,610; mujeres, 1,510; diferencia sexual, 110. La de los imbabureños actuales (vivo) 1,530, 1,410; diferencia sexual, 120. El estudio de los indios contemporáneos nos ha revelado, además, la existencia de una raza braquicéfala, de pequeña talla, que puede clasificarse de pigmoide.

No quedaría completo este capítulo, si no dijésemos algunas palabras acerca de las deformaciones artificiales del cráneo. En el Ecuador se encuentran la tabular oblicua, practicada en el país Pasto, quizás desde la época de Tuncahuán y la tabular erecta, conocida también en el país Pasto.

Las deformaciones anulares no han sido conocidas en el Ecuador.

Los pueblos y períodos en que se ha usado la deformación artificial del cráneo, son: Pastos, desde la época de Tuncahuán; Caranquis -en el período de las tolas; Paltas, desde la época penúltima; Manteños o manabitas, último período.



  —[64]→     —65→  

ArribaAbajoCapítulo VI

Las lenguas del Ecuador preincaico


(Fragmento)


  —[66]→     —67→  

En la república del Ecuador, si exceptuamos la región amazónica apartada de la cordillera, sólo se hablan hoy las siguientes lenguas: el castellano, fruto de la conquista española; el quechua, impuesto por la dominación de los incas; el cayapa, el colorado y el jíbaro, lenguas autóctonas.

El quechua no se habló en lo que hoy es república del Ecuador, antes de fines del siglo XV; su difusión es debida, más que a la dominación cuzqueña, a la castellana y especialmente a la acción del clero.

Velasco sostuvo el prequechuismo, no sólo de los caras sino de los quitus, hoy insostenible, en vista de auténticos documentos. Hervas y Panduro, el inmortal filólogo, jesuita como él y compañero suyo en los tristes días del ostracismo en Italia, repite lo que debió oír de boca suya, pero conocedor de Cieza, salva la contradicción evidente, con testimonio tan fidedigno, con una hipótesis más gratuita que ingeniosa; las lenguas de que habla el Príncipe de los Cronistas del Perú, habrían sido las nativas anteriores a la Scyri.

  —68→  

Amparada por tan gran autoridad, la afirmación de Velasco hace fortuna. La acepta Tschudi y sobre ella edifica su teoría del origen de los quechuas, según él originarios de la región comprendida entre Quito y el alto Marañón, fundándose para tal opinión en lo que le imaginan formas arcaicas, no obstante haber llamado antes al dialecto quiteño «el más impuro, lleno de voces, de otros idiomas y con formas gramaticales muy corrompidas».

Middendorf, sin conocer según parece a Velasco, pero sí a Tschudi, encuentra verosímil que en la región andina se hablasen, como en Quito, dialectos de una misma lengua, lo que explicaría que el quechua se trocase en lengua general.

Brinton adoptó la teoría de Tschudi, que ha servido de base a las hipótesis del imperio quechua preincaico, que unos han identificado con Tiahuanaco, otros a un imaginario período megalítico.

Markham, mejor conocedor de las fuentes históricas, reaccionó ya en 1864 y combatió la afirmación de Velasco. Pero reservado estaba al gran historiador ecuatoriano, González Suárez, presentar la prueba documental de la falsedad de lo sostenido por Velasco. En efecto, él dio a conocer el texto del sínodo quitense de 1593, que celebró el tercer obispo de Quito, fray Luis López de Solís. Dice así:

«Por la experiencia nos consta que en nuestro obispado hay diversidad de lenguas, que no tienen ni hablan la del Cuzco y la Aymará, y para que no carezcan de la doctrina cristiana es necesario traducir el catecismo y confesionario, en las propias lenguas; por tanto, conformándonos con lo dispuesto en el Concilio Provincial último, habiéndonos informado de las mejores lenguas que podrían hacer esto, nos ha parecido cometer este trabajo y cuidado a Alonso Núñez de San Pedro y Alonso   —69→   Ruiz, para las lenguas de los Llanos y Atallana, y a Gabriel Minaya, presbítero, para lengua cañar y puruái, y a fray Francisco de Jerez y a Fray Alonso de Jerez, de la orden de la Merced, para la lengua de los Pastos; y a Andrés Moreno de Zúñiga y Diego Bermúdez, presbítero, la lengua quillacinga».



El testimonio irrefragable del Sínodo, nos enseña que en el obispado de Quito no había una lengua general y que muchos indios que usaban sus lenguas particulares, no entendían el quechua. Otros datos corroboran esta afirmación que es la de Cieza; Garcilaso, después de recordar los cuidados de los Incas por generalizar el Quechua, agrega: «por lo cual todo el término de la ciudad de Trujillo, y otras muchas provincias de la jurisdicción de Quito, ignoran del todo la lengua general». En la descripción de la ciudad de San Francisco de Quito, de 1573, se lee: «en los términos de la dicha ciudad son muchas y diversas las lenguas que los naturales nos hablan».

En un documento de 1629 se lee: «que en Puruaes, donde ni la lengua general del inca se habla en la mayor parte, sólo se habla la materna, se ha de poner mayor trabajo, aplicación, con castigo, para que hablen la española».

El sínodo quítense de 1593, no enumera todas las lenguas habladas en el Ecuador y no se refiere únicamente a esta república, pues entonces el obispado de Quito, fuera del territorio de Pasto en Colombia, comprendía todo el territorio de Jaén de Bracamoros y parte del de Piura, en el Perú.

El Quillacinga.-Es uno de los idiomas mentados por el sínodo; Cieza de León, quien dice que «las costumbres de estos quillacingas, ni pastos, no conforman unos con otros», menciona como sus pueblos más principales: Mocondino, Bexendino, Buisco, Guaganzanga, Mocoxonduque;   —70→   Huacunaquer, Macasomata y añade «y más oriental está otra provincia, algo grande, muy fértil, que tiene por nombre Sebondoy. También hay otro pueblo, que se llama Pastoco, y otro que está junto a una laguna (la de los Patos o San Pablo) que está en la cumbre de la montaña» «La villa de Pasto está fundada en la tierra de los quillacingas».

En la jurisdicción de la ciudad de Almaguer había cinco provincias de indios, una de ellas «la de los quillacingas, fría y de gente caribe».

El que Cieza de León mencione Sebondoy, al parecer como un pueblo quillacinga, permite identificar esta lengua con el Coche o Sebondoy, idioma perteneciente al «grupo oriental o evolucionado», de la familia lingüística chibcha, del Phylum Macro-chibcha, del superphylum-hokan-sionan-macro-chibcha.

El estudio de la toponimia comprueba plenamente la deducción sacada del texto de Cieza y permite señalar el territorio de los quillacingas así: por el norte, los declives meridionales del macizo colombiano; por el oeste el río Guachinoco hasta su unión con el Patia, la meseta que bordea este río hasta la desembocadura del Guáitara, el cañón de éste; por el sur, el río Telles o quizás el Guapascal, afluente oriental del Guáitara, hasta la cumbre de la cordillera, la que trasmontaban ocupando las fuentes del Caquetá y Putumayo, sin llegar al río San Miguel, pues Écija quedaba fuera de su territorio.

El Pasto, otro de los idiomas mentados por el sínodo.

Cieza dice que más adelante del pueblo de la sal, en el valle del Patia, está la provincia de los Abades y los pueblos de Isancal, Pangán, Zacuanpues, el que llamar los Chorros de Agua, Pichilimbuy (nombre quillacinga), Tuiles, Angayán, Pagual, Chuchaldo «y otros caciques   —71→   y algunos pueblos. La tierra dentro, más hacia el poniente hay gran noticia de muchos poblados y ricas minas y mucha gente, que allega hasta la mar del sur. También son comarcanos con éstos, otros pueblos cuyos nombres son: Ascual, Mallama, Tucurres, Zapuís, Iles, Gualmatán, Funes, Chápal, Males, Ipiales, Turca, Cumba. Todos estos pueblos y caciques tenían y tienen por nombre pastos».

Saliendo de la Villa Pasto, que «está fundada en el valle de Atrís, que cae en la tierra de los quillacingas», se va a Funes «cacique o pueblo de los pastos» y luego a Iles, Gualmatán, Ipiales, Guaca y de allí a Tuza (hoy San Gabriel), «que es el último pueblo de los pastos». En un documento de principios del siglo XVII, se dice que «en la provincia de Tulcán y sus confines, llamados Barbacoas, de que es cacique y gobernador principal don García Tulcanaza... están reducidos y poblados cinco pueblos llamados... Mayasquer... Tasombi... Guatal... Chical... Quinchul... Está tomado asiento con don Felipe Ipuxán, cacique y gobernador de la provincia de Mallama, a que traiga a los indios barbacoas... muchos están puestos en la real corona y poblados en pueblo que llaman Coaiquer, hacia la parte que llaman Cocales. Igualmente está en la obediencia del rey, la provincia de los abades...el caciquees don Juan Chulpidaz (nombre pasto)... Igualmente fueron reducidos los indios de Guacal, en el que es cacique don Diego Nattaquezán, dista legua y media del pueblo de Mira».

Las relaciones de los misioneros mercedarios distinguen los siguientes pueblos: Barbacoas, bajo la jurisdicción de los Tulcanazas de Tulcán; los Nurpes o Puntales, que viví an en los pueblos de San Felipe y San Antonio de Mayasquer, San Juan y San Pablo del Puntal y en el de Chuchos; Mallamas; Abadeas, Guacales y Malabas. Tulcanaza era también gobernador de los malabas.

  —72→  

Según Cabello Balboa, los indios del San Juan y del Patía, tenían unos mismos mitos.

Así los pastos son los mismos que los barbacoas, pobladores de las hoyas del San Juan y del Patía y parientes de los Colimas residentes en el Alto Daule. Su territorio se habría extendido desde la parte del San Juan, en la costa, hasta la bahía de San Mateo, a lo largo del mar, comprendiendo todo el valle del Patía y la parte baja del mayo, la ribera occidental del Guáytara, hasta la confluencia del Telles o del Guapascal, para remontar por uno de éstos hasta las cumbres de la cordillera por el este, las que les servían de límites hasta las fuentes del Pisquer, afluente del Chota; estos dos ríos eran el lindero que separa a los pastos de los caranquis, en el callejón interandino. Ya en la costa ocupaban buena parte de las dos orillas del Mira y tenían una colonia, resto de una expansión antigua, en el Alto Daule y su afluente, el Colima.

Los toponímicos y patronímicos pastos se caracterizan por: la final pas del Coayquer pattsu -hija, pashapa- hijo, que es frecuente en los apellidos; asa que debe significar jefe, cacique, señor; kuat, kual, que viene del coayquer kuazhe, kuarru, agua; kua, kuay del coayquer kua, viril; kuan del coayquen kuan -comeré, ker del coayquer koaiker -pueblo; fuel del muellamués, juelan -agua.

El hecho de que el coayquer figure entre los nombres de los pueblos pastos, la toponimia Pasto de la región ocupada por estos indios, el carácter de ella, todo demuestra que la lengua de los pastos era muy semejante al idioma coayquer y decimos sólo semejante y no igual, por cuanto consta que el idioma hablado en Muellamués, no era idéntico al coayquer, sino un dialecto distinto.

En 1692 vivía en Taques la familia Puedbueycuay, apellido híbrido, compuesto de castellano y pasto. Pued,   —73→   viene del coayquer pueten -yerba; buey es la voz española; kua-jh es en coayquer estar haciendo comer. El boyero, es el que está haciendo comer hierba a los bueyes. Lo que constituye prueba plena de que el coayquer o un dialecto afín era el idioma pasto de la época de la conquista española.

Este idioma pertenece al subgrupo barbacoa, del grupo arcaico u occidental, de la familia Chibcha, del philum macro-chibcha, del super-philum hokan-siuammacro chibcha.

Pastos no es nombre castellano, viene del coayquer pattstan -alacrán.

El caranqui.-Idioma no mencionado por el sínodo, quizás o porque a causa de la dominación incaica, la mayoría de las gentes que lo hablaban era bilingües y entendían quechua, o porque ya antes da la reunión sinodal, algún sacerdote había traducido en él el catecismo cristiano.

Cieza de León antes de llegar a Huaca encontró el camino real de los incas, visible aún hoy cerca de PajaBlanca, y siguió la hoya de Pizán, cerca de la cual vio la primera fortaleza incaica; de allí pasó a Rumichaca de la Paz, sobre el Pizán, distinta y muy mayor que la Rumichaca del Carchi; visitando de paso la fuente termal que hay allí, encontró luego «otra fortaleza que quisieron los reyes ingas hacer» (¿inconclusa?) llegando después de este recorrido a Tuza, llamada ahora San Gabriel, que por el recorrido transcrito se ve que estaba más al sur y cercana al Chota que la actual población.

Pasando este lugar se allegaba «a un pequeño cerro, donde se ve una fortaleza, que los ingas tuvieron antiguamente con su cava... del pueblo de Tuza y de esta fuerza se va hasta llegar al río Mira (Chota) que no es poco caliente». Ya vimos que Cieza señala en Tuza el fin del territorio Pasto.

  —74→  

Pasado el Chota, el primer pueblo que menta es Carangue (Caranqui), por lo que se ve que pasó por Aluburu, pues vio al paso la laguna de Yaguarcocha; de allí siguió a Otavalo. Allí se desorienta el cronista y pone al este pueblos que están al oeste y viceversa. Corrigiendo ese error, los que enumera son: al naciente, Poritaco, Gollaguazo, Guanca y Cayambe; al poniente «las tierras de labor de Cotoyambe y las montañas de los yumbos».

De Otavalo pasó a Cochesquí, de allí a Guayllabamba, «cálido mas no tanto que no esté muy poblado»; de allí pasó a Quito.

Saliendo de esta ciudad fue el pueblo de Panzaleo, «cuyos naturales tenían otra lengua que la de los Carangue y Otavalo».

De lo transcrito se ve que en el Chota se principiaba a hablar una lengua que no era la de los pastos, la queya no se usaba en Panzaleo.

Sancho de Paz Ponce de León nos habla de un idioma de Otavalo, Cotacachi, Atuntaqui, Urcuquí y Tumbabiro; fray Gerónimo de Aguilar afirma que la lengua, de Quilca «es la que se trata en esta comarca de Otavalo». El beneficiado Antonio de Borja escribe «Los demás indios de Chapi -los que no son oriundos de la montaña, al otro lado de la cordillera- hablan la lengua como estos de este pueblo de Pimampiro, que es lengua exquisita, que es la de Otavalo, Carangue y Cayambi y los demás pueblos de esta comarca».

Estos testimonios fidedignos demuestran que al sur del Chota había otra unidad lingüística distinta de la de los pastos, cuyos límites eran: por el norte el cauce del Chota y hasta su confluencia con el Pisquer, luego el curso de éste hasta las cumbres de la cordillera por el este; por el oriente, estas cumbres.

A dos leguas de Pimampiro estaba el pueblo de Chapi, formado por indios montañeses, «llámanse así porque   —75→   su propia tierra era la montaña,... eran nacidos y criados en ella, hoy día tienen sus sementeras en la dicha montaña... la lengua de estos indios de la montaña... es muy exquisita, y es muy peor que la de los Quijos, aunque en algunos vocablos se parece la una a la otra».

Por el sur, sabemos que el caranqui se hablaba en Cayambe, de lo que hemos de deducir que también en Cochasquí. El nombre de Carapungo, o puerta de los caras, (quechua, pungo=puerta) aldea situada en el bordo occidental del cañón del Guayllabamba, señala por esta parte el lindero.

Los estudios toponímicos y arqueológicos permiten incluir en el territorio caranqui los valles del Quinche, Pifo, Yaruquí, Tumbaco y -hasta cierto punto- el de Chillo. Pomasquí parece estar en su dominio. Llegaban, pues a las inmediaciones de Quito, por el sur.

El lindero occidental es borroso.

Los autores de las relaciones geográficas nos han dado la traducción de algunos topónimos, unas parecen forzadas, otras son valiosísimas: Pimampiro=«laguna grande». Colorado: pi=agua; ngba=sufijo enfático y admirativo; pilu=estanque pipilu=laguna).

Tumbabiro=«estanque de pájaros». Colorado: toli= una ave (li, cosa flexible) ngba=admirativo, pilu=estanque.

Cambi=agua recia. Colorado: wa=grande; pi=río, agua.

Tontaqui=«tierra de muchos humos». Colorado: to= tierra; n=genitivo; tang=rico; ki=auxiliar, hacer; en Caranqui, pueblo.

Urcuquí, Ulcoqui=hombre de bien. Colorado: orra= bueno; cayapa: urra=bueno.

  —76→  

Algunas de estas etimologías convencieron a Rivet de que la lengua caranqui era un idioma muy parecido al cayapa y al colorado, en lo que estamos conformes cuantos después hemos estudiado el asunto.

Era, pues, el caranqui otro idioma del mismo subgrupo barbacoa que el pasto.

Caracteriza a los topónimos y patronímicos caranquis: asala o asaya=sangriento; ango, final patronímico que significa noble, cacique, lo mismo que inca en el Cuzco; imba; del colorado ing=mío; ngpa=sufijo enfático, «nuestro por excelencia»; ki, del auxiliar hacer, equivale a ker del pasto, es el final de los nombres de las parcialidades y por ende de los de pueblos y caseríos.

El cayapa.-Idioma no mencionado por el sínodo quitense, pero hablado aún hoy en toda la hoya del sistema fluvial del Santiago.

Según sus tradiciones son oriundos de Imbabura, de donde huyendo de los blancos, según unos, de los incas, según otros, fueron a establecerse en Pueblo Viejo de Cayapas (cabecera del río Santiago). Esta emigración es seguramente mucho más antigua. Al llegar a la región de Esmeraldas, la encontraron poblada por los que llaman «Indios bravos», seres a los que se atribuye caracteres míticos. En La Tolita vivían otras gentes, los constructores de las ruinas que hay allí y los Wasúsú, moraban en el curso inferior del río Esmeraldas, que tenían un idioma enteramente distinto.

Los «indios bravos» deben ser barbacoas o pastos, los de la Tolita, los manteños, manabitas o «confederación de mercaderes», los Wasúsú, los esmeraldeños.

El cayapa es un idioma muy semejante al caranqui.

El Nigua.-Los niguas eran los moradores de la parte superior de la cuenca del Esmeraldas y sus afluentes,   —77→   en la parte que queda al otro lado de la cordillera occidental.

Sólo se conoce una palabra de su idioma, bola=cosa sagrada, eminente, que equivale a buru, del caranqui, por lo que -y por la toponimia- se ve que era muy parecido al caranqui, al cayapa y al colorado.

El Colorado.-Idioma aún vivo, hablado por los sachila o indios colorados, llamados por Cabello Balboa, campaces. Su territorio es la hoya del Daule, esto es, el espacio comprendido entre la cordillera occidental de los Andes y la de Daule o de Campaces.

Las tradiciones de los colorados recuerdan una antigua permanencia en el callejón interandino de la que dan testimonio el papel que en su religión desempeña montes como el Cotopaxi, que ni son visibles desde su territorio.

No es posible distinguir por la toponimia el territorio de caranquis, cayapas, niguas y colorados, pues éstos, más bien que cuatro idiomas, son dialectos de uno solo, el caranqui cayapa-colorado, lo que no sucede con el coayquer, que merece el nombre de lengua distinta. Representan varios estados de evolución de una sola lengua, como es distinta la historia de los cuatro pueblos.

El caranqui-cayapa-colorado, pertenece al subgrupo barbacoa, del grupo arcaico u occidental de la familia chibcha, del phylum macro chibcha, del superphylum hokan-siouan-macro chibcha.

El panzaleo.-Así como el sínodo quítense no menciona al caranqui, guarda también silencio acerca del panzaleo; ello no obstante el que hubiese un idioma propio de la región del sur de Quito, es un hecho cierto, que consta por documentos auténticos y que el estudio de la toponimia comprueba.

  —78→  

En Cieza de León se lee: «luego que salen della (de la ciudad de Quito) por el camino ya dicho (el real de los incas) se va a un pueblo llamado Panzaleo. Los naturales dél difieren algo de los comarcanos... Estos y todos los demás de este reino... hablan la lengua general de los incas... Mas no embargante que hablan la lengua del Cuzco... todos tenían sus lenguas, las que usaron sus antepasados. Y así estos de Panzaleo tenían otra lengua que los de Carangue y Otavalo... Adelante de Panzaleo... están los aposentos de Mulahaló... Poco adelante... está el pueblo y grandes aposentos llamados de la Tacunga... se allega a los aposentos de Muliambato, de los quales no tengo que decir, más que estan poblados de indios de la nación y costumbres de los de la Tacunga... de Muliambato se va al río llamado Ambato... Luego están tres leguas de allí los sumptuosos aposentos de Mocha... Hay a la redonda de Mocha algunos pueblos de indios, los quales todos andan vestidos, y lo mismo sus mujeres; y guardan las costumbres que tienen los de atrás; y son de una misma lengua.

»A la parte del poniente están los pueblos de indios llamados Siechos y al oriente los Píllaros... Saliendo de Mocha se allega a los grandes aposentos de Riobamba... Los quales están en la provincia de los Puruhaes».

Había, pues, una nación que hablaba su propia lengua, en la región comprendida entre Panzaleo, por el norte y Mocha por el sur. Este idioma era distinto del de Caranqui y Otavalo y del de puruhá. Pero aquí viene la dificultad; en primer lugar hay que preguntarse ¿qué lengua hablaban los naturales de Quito? ¿dónde estaba Panzaleo? Hay varios lugares de este nombre, todos al sur de Quito, como lo requieren que sea el texto de Cieza; el uno está cerca de la laguna de Yambo, al sur de Salcedo, San Miguel de Latacunga, o Tigualó, el Muliambato del cronista, que debe ser, por consiguiente, excluido; el otro, en el valle de Machachi y el más   —79→   septentrional en la cordillerita que es la prolongación meridional de la de Puengasí, que separa los valles de Quito y Chillo; cualquiera de estos dos puede ser aquel de que habla Cieza; pero ambos quedan a considerable distancia del Guayllabamba, límite meridional de los caranquis. ¿Cuál era la población de la región intermedia, esto es la de los valles de Quito y del de Chillo?

La toponimia nos enseña que el del primero era netamente Panzaleo; del segundo mixta; Panzalea y Caranqui; Cieza no dice que los de Chillo, que llama Uchillo, y Langasí (Alangasí) fuesen panzaleos, «sino amigos y confederados».

De los de Quito no afirma nada, sin duda por cuanto siendo el centro de la dominación incaica en el norte, estaban, cuando los visitó, muy quechuizados.

La arqueología y la toponimia vienen en nuestro auxilio; no hay tolas de Pomasqui al sur, y [...] el, y en el valle de Chillo la última está cerca de Sangolquí; éstas, numerosas en el Quinche, son rarísimas en Tumbaco y Cumbayá ; los apellidos y nombres geográficos de tipo caranqui, se mezclan con los de aspecto panzaleo, disminuyendo en la misma proporción que las tolas. Todo indica un avance reciente de los caranquis, aproximándose hacia Quito, adonde no llegaron. Así el límite septentrional de los panzaleos al tiempo de la invasión incaica, puede fijarse con bastante certeza en las lomas que separan Cotocollao y Pomasqui, en el cauce del San Pedro y las faldas meridionales del Ilaló.

El límite sur en el nudo de Sanancajas y la hoya del Patate.

El lindero occidental es menos preciso aún. Cieza escribe: de Panzaleo «se toma un camino que va a los montes de Yambo; en los cuales están unas poblaciones donde los naturales dellas no son de tan buen servicio   —80→   como los comarcanos de Quito... parécense en las costumbres y afectos a sus comarcanos: porque fueron como ellos sojuzgados por el gran Topaynga Yupangue». La frase es ambigua y la vuelve aún más la razón apuntada para explicar la similitud de costumbres. Ello, no obstante, si se tiene en cuenta el que los indios de Quito, con los que se les compara, eran panzaleos; las vinculaciones de los Yumbos con éstos y el ser los sigchos panzaleos, induce a tener por tales a los yumbos.

Los pueblos de yumbos a fines del siglo XVI eran Gualea, Lulluto, Nanical (Nanegal), Alambi, Camoquí, Zarabullo, Napo, Alaqui, Canzacoto, Topo, Mindo, Tuza y Ambo, siendo el más alejado San Juan de los Niguas. Así, si los yumbos eran panzaleos, éstos trasmontaban la cordillera occidental, ocupando los repechos de ella.

El límite oriental estaba también al otro lado de los Andes. «Otro camino sale hacia el nacimiento del sol, que va a otras poblaciones, llamados Quixos, poblados de la manera y costumbres de éstos», escribe Cieza. A qué éstos se refiere?

Rivet y Verneau entiende a los de Quito; en el texto, gramaticalmente, «éstos» concuerda con los incas; y, forzando un poco; con los yumbos. Así llama hoy el pueblo a los del río Napo, si bien los yumbos en el siglo XVI no eran los que vivían al oriente sino al occidente de los Andes. ¿Unos y otros yumbos no habrán tenido igual lengua y costumbres y por eso se los designó con un mismo nombre? Pero los yumbos de Quijos, ésos sí sabemos con seguridad que eran próximos parientes de los panzaleos. «Del expediente de servicios prestados a Gil Ramírez Dávalos, para la conquista de Quijos y fundación de Baeza, por don Sancho Hacho, cacique de Latacunga, consta que era cuñado de uno de los caciques la provincia de Quijos, el cual estaba casado con una   —81→   hermana de Hacho». Estas relaciones de parentesco demuestran la afinidad de Quijos y Panzaleos y que, a los últimos se refiere el «estos». La alfarería de Baeza es netamente panzalea, lo que viene a dirimir toda cuestión.

La ciudad de Baeza tenía tres provincias: Atunquijo, a la que pertenecían los pueblos de Chalpe, Atunquijo, Pacha-Mama y Coxque; la de la Coca; la de Cozanga, con los pueblos de Guarioxta, Seteta, Cudocota y las Guacamayas.

No todas estas provincias estuvieron pobladas por quijos, la de la Coca era habitada por los cofanes; cofanes tenían que ser los montañeses de Chapi y de la lengua afirma el beneficiado, padre Antonio Borja, que era «peor que la de Quixos, aunque en algunos vocablos se parece la una a la otra».

Por un informe del oidor Ortegón se sabe que los indios de Archidona tenían distinta cultura de los de Baeza y Ávila, lo que hace sospechar eran de distinta lengua.

El conde Lemus de Andrade dice que en Quijos había distintas lenguas, en una de las cuales, corazón, se dice, conceto. El Clérigo Agradecido escribe: «Hablan todos estos la lengua general del inga, que era emperador del Pirú, que les impuso su lengua general, y en particular tienen sus lenguas maternas, por sus provincias y pueblos y todas diferentes, sólo en dos vocablos que se conforman, que es: padre que llaman abba y corazón, que lo llaman concepto».

No habrá sido en todas las lenguas que estas palabras eran comunes, pero sí en varias, lo que indicaría que eran dialectos de una misma.

El minucioso estudio de los nombres panzaleos, hace ver que este fue un idioma intermedio entre los   —82→   puruha-mochicas y los chibchas, que no era un jergón, sino un lenguaje propio, que existía una marcada diferencia dialectal entre el panzaleo de Cotopaxi y Tungurahua con el del sur de Pichincha y entre éste y el de la porción central de esta provincia.

Típico para el panzaleo es el uso de consonantes prefijos; así la voz oa es k-oa, t-oa, p-oa, ch-oa, j-oa; iza es k-iza, t-iza, oh-iza, s-iza, etc.

Un examen de los topónimos y apellidos permite establecer el sentido aproximado de unas pocas palabras, entre ellas:

ati, hati=rey

awa=subida, cuesta, barranco, peña.

aló=pueblo caserío.

oa=valle

kazo=monte

p'axi=cerro

chi=curso de agua.

Estas pocas palabras, en total treinta, nos inclinan a creer que el panzaleo pertenecía al super philum hokansiouan-macro chibcha, del phylum macro chibcha, de la familia chibcha, probablemente del grupo intermedio interandino. Si, según el testimonio del beneficiado Antonio de Borja, se relacionaba con el cofane, también sería macro-chibcha, lo que tampoco muda, si se admite -como puede sugerirlo la palabra p'axi- que era afín al murato.

El cofane.-Los cofanes que son los indios «montañeses» de Chapi, de que habla el beneficiado padre Antonio de Borja, vivían desde el río San Miguel de Sucumbíos   —83→   y el río Guannés, por el norte, hasta la hoya del Aguarico por el sur, su idioma «en algunos vocablos» se parecía al de los quijos.

Muy poco se sabe acerca del idioma cofane, pero sí lo suficiente para poder afirmar que pertenece al phylum macro-chibcha.

El murato se divide en dos dialectos: el murato, propiamente dicho y el Shapra; el primero se habla en el medio y bajo Pastaza si bien no en el mismo río, sino en sus afluentes orientales y occidentales y en algunos de los tributarios del Tigre por el oeste. El Shapra, en el Huitoyacu, afluente del Pastaza y en el Yanasúm tributario del Morona.

El murato no es un idioma del Ecuador andino sino del amazónico. Se lo menciona aquí por pertenecer al phylum macro-chibcha y por estar separado del Quijo, por la penetración jíbara, habiendo de seguro, antes de que ésta se produzca, sido usados los dos idiomas en un territorio continuo.

El esmeraldeño.-Cieza de León distingue en la costa norte del Ecuador, fuera de los campaces, que él llama serranos (los colorados) y de los colimas que eran barbacoas (coayquer o pastos); a) -los moradores desde el río Santiago por el norte, -que puede ser el que hoy así se llama o el Mira-, hasta el cabo Pasado, por el sur y desde un punto, al medio día de Bahía de Caráquez, al norte, hasta Salango, por el Sur, y b) los caráquez y sus comarcanos, que formaban un enclave entre las gentes del grupo anterior, que vivían desde el cabo Pasado hasta un poco más allá de la Bahía de Caráquez.

Estos y sus comarcanos, escribe el cronista, «es otro linaje de gente y no son labrados (el rostro); eran de menos saber que sus vecinos; porque eran behetrías. Por causas muy livianas se daban guerra unas a otros.   —84→   En naciendo la criatura le abajaban la cabeza y después, la ponían entre dos tablas líadas de tal manera que, cuando era de cuatro o cinco años, le quedaba ancha o larga sin colodrillo».

El inca Garcilaso, en 1560, al ir a España, paró en Pasado tres días y vio a los naturales de la región que «verdaderamente eran salvajes, de lo más selvático que se puede imaginar... hombres y mujeres se labran la cara con puntas de pedernal, deformaban las cabezas a los niños en naciendo... trasquilaban el cabello que hay en la mollera, corona y colodrillo y dejaban lo de los lados; y aquellos cabellos tampoco habían de andar peinados, ni asentados, sino crespos y levantados... manteníanse de su pesquería, que eran grandes pescadores, y de yerbas y raíces y fruta silvestre. Andan desnudos... no tenían pueblo, ni casa; vivían en huecos de árboles de las montañas... no sabían labrar la tierra, ni hacer otra cosa alguna de beneficio suyo, andaban desnudos, demás de traer labrados los labios por de fuera y de dentro; traían las caras embijadas a cuarteles de diversos colores, un cuarto amarillo, otro azul, otro de colorado y otro de negro, variando cada uno los colores, como más gusto le daban; jamás peinaron sus cabezas, traían los cabellos largos y crespos, llenos de paja y polvo, y de cuanto sobre ellos caía; en suma, eran peores que bestias». Y añade «yo los ví con mis ojos, cuando vine a España».

Los restos arqueológicos que se encuentran en Bahía de Caráquez corresponden más a lo que dice Cieza que a lo que describe Garcilaso; no pertenecen a la cultura «manteña», pero no son los de un pueblo primitivo. Pero Garcilaso cuenta lo que vio y por muy recargadas que estén las tintas por el panegirista del incario, tenemos que admitir que él vio gentes muy atrasadas en Pasado. Pensamos, pues, que los caráquez, cuya alfarería y restos de edificios se encuentran en Bahía, eran gentes culturizadas   —85→   por sus vecinos, mientras que los que vio el inca en Pasado era la tribu en su estado originario.

Fue entre estas gentes, más o menos mestizadas por los pueblos marinos, que se establecieron los negros náufragos, que transformaron la composición étnica de la provincia de Esmeraldas.

Los esmeraldeños ocupaban el siglo XVI, la región montuosa, que se extiende desde Bahía de Caráquez, a la que pertenecen los montes de Cojinúes y termina en Atacames, y, además, el curso medio del Esmeraldas.

El esmeraldeño que fue un idioma vivo hasta mediados del siglo XIX, pertenece al super-phylum hokansioauan-macro chibcha, al phylum-macro-chibchas y con el yaruro forma el grupo de las lenguas paleo-chibchas de la familia chibcha.

El puruhá.-Uno de los idiomas mencionados por el sínodo quitense de 1593, lengua viva hasta 1692, año en que aún la mayor parte de los indios de la región de Riobamba sólo hablaban en ella, lo que hace suponer que no se habrá extinguido sino muy avanzado ya el siglo XVIII.

Es muy de advertir que el obispo fray Luis López de Solís encomendó a un mismo sujeto, el presbítero Gabriel de Minaya, el traducir el catecismo y el confesionario en puruhá y en cañari, lo que puede ser porque éste, siendo ambas lenguas diferentes, dominase las dos, o porque entre ellas existiese gran parecido. Este parece era el caso.

Fray Juan de Paz Maldonado afirma que los indios de San Andrés de Xunxi Chundi hablan la lengua «puruhay que es la suya propia... y los mitimas, que son de Condesuyo... hablan unos con otros su lengua, que es la de aquella tierra, y, todos, la del inga». En la descripción de la villa del villar don Pardo (Riobamba) se   —86→   dice: «los indios usan la general del inga y su puruhay lengua».

Cieza señala Mocha como el lindero meridional de los panzaleos y escribe: «muchos pueblos hay en esta provincia de los Puruhaes, a una parte y a otra; que no trato dellos por evitar prolijidad. A la parte de levante de Riobamba, éstas otras poblaciones que confinare con los nacimientos del río Marañón y la sierra Ramada Tungurahua; al rededor de la qual hay assi mismo muchas poblaciones... A la parte del poniente está otra sierra nevada; y en ella no hay mucha población, que llaman Urcolazo».

En la descripción anónima de los pueblos del corregimiento de Riobamba, al principiar por Calpi la descripción de los pueblos que hoy forman parte de la provincia del Chimborazo, advierte que está en «la provincia de los indios puruhuayes».

En Alausí y Chunchi se hablaba «la lengua general quichua, del inga; los más, la lengua particular dellos ques la cañar de la provincia de Cuenca y en parte revuelta con la de los puruhuayes de la provincia de Riobamba. Hay otras diferentes lenguas en estos mesmos indios, más por estas dos lenguas se entienden todos».

En el corregimiento de Chimbo había mitimas de Cajamarca, Huamucho «e puruaes e panzaleos».

De lo expuesto anteriormente se deduce que los Puruhaes ocupaban en el siglo XVI toda la actual provincia del Chimborazo y buena parte de la de Bolívar. El nudo de Sanancajas era el límite norte; el del Azuay y el cañón del Chanchán, el meridional; Chunchi y Aalusí estaban en el lindero donde se mezclaban cañaris, puruhaes y campaces o colorados; la cordillera central separaba a puruhaes de jíbaros. En el valle del Chimbo, donde los incas establecieron numerosas colonias de   —87→   mítimas, se mezclaban puruhaes con panzaleos y campaces.

El estudio minucioso de la toponimia puruhá revela que es muy semejante a la cañara, a la de la sierra y costa del Perú, hasta los departamentos peruanos de Junín y Lima, de lo que hemos deducido que el puruhá era emparentado con el mochica, o yunga, de la costa del Perú; hemos, pues, constituido la familia puruhámochica, que pertenece al phyluru-macro chibcha, del super-phylum hokan-sionan-macro-chibcha.

El cañari.-En San Francisco de Puelensí, o Pelensí del Azogue, hablaban la dicha «lengua de los callares entre ellos»; el cura beneficiado de Paute dice, en 1582: «las lenguas que tienen es la callar, ques la suya propia»; y del de Pacaybamba o Leoquina -actual cantón de Girón- «su lenguaje es callar quen esta provincia se entienden y en las demás y en poco diferencian»; el de Cañaribamba -hoy el Pucará, Chaguarurco y Machala- el «lenguaje que hablan se dice cañar, es todo uno, aunque diferencia este pueblo de los demás pueblos cañaris en algunos vocablos; empero todos se entienden, sin que haya otro lenguaje entrellos».

El cañari es, como recordamos, una de las lenguas mentadas por el Sínodo del obispo Solís.

El área en que se hablaba en el siglo XVI puede limitarse así: por el norte el nudo del Azuay y el cañón del Chanchán; por el ONO, una línea imprecisa que une la desembocadura del Chanchá en el Chimbo, con la del Naranjal, en el canal de Jambelí; por el oeste, la línea del litoral, entre este último punto y los deltas del Jubones; por el sur, el cauce de este río, quedando, por lo menos parte de sus orillas meridionales, fuera del dominio cañari; por el este, las cumbres de la cordillera central.

  —88→  

El Cañari, a juzgar por los topónimos y apellidos, era una lengua muy semejante al Puruhá.

El manteño o manabita, o lengua de la confederación de mercaderes.-Bartolomé Ruiz partió de la Isla del Gallo y avanzó hasta un grado y medio de la equinoccial, o sea hasta la región comprendida entre el cabo de San Lorenzo y la isla de Salango. Estando en Cabo Galera, que parece corresponder, o a la punta de San Mateo o a la de Jaramijó, vio venir una gran balsa indígena con vela latina que era un «navío de tractantes de aquellas partes, que venían a hacer sus rescates, en el que venían hasta veinte personas, hombres, mujeres e muchachos», de los que tomó tres que le sirvieron de intérpretes, entre los cuales se contó el famoso Felipillo, estos «tomaron nuestra lengua muy bien: parece que ellos eran de una tierra que se dice Calangane (cerca de la isla de Salango)... y a lo que parece ellos tienen sujeción sobre los indios de Tacamez (Atacamez) y de la bahía de San Mateo (desembocadura del Esmeraldas) y de Nancabez y de Tovirsini y Conilope (Canilloa) y Papagayos (Pasaos) y Toloma (Chondama) y Quisimoso (Cojim) y Coaque y Tonconges y Orampagos y Pintagua (Patagua, Pantagua, parcialidad de Catarama o Yagua en el valle de Portoviejo) y Caraslóbez (quizás Catarama) y Amarejos (quizás Jaramijó) Cames (parcialidad de Jaramijó) y Amotospe, Apelope, parcialidad de Jipijapa y Docoa, todos pueblos de la dicha tierra llana que van descubriendo por la costa y de todo lo otro de la costa. En aquel pueblo de Calangane donde ellos son, hay cuatro pueblos juntos, todos de un señor, que son el dicho Calangone, Tusco, Seracapez y Salango».

Cieza de León escribe: «en esta costa y tierra subjeta a la ciudad de Puerto viejo y a la de Guayaquil hay dos maneras de gente, porque desde Cabo de Pasaos y Río Santiago (el Mira o el actual Santiago, en todo caso al norte de Pasao) hasta el pueblo de Calangos (isla de   —89→   Salango al sur de Pasao) son los hombres labrados el rostro... y los principales pueblos donde... usan labarse son Passaos, Xaramixo (Jaramijó), Pimpaguace, Peclansemeque (parcialidad de Jipijapa) y el valle de Xagua (en el río Portoviejo) Pechonse y los de Monte Cristo, Apechigue (parcialidad de Jipijapa) y Silos y Canilloha y Manta Zapil (parcialidad de Manta) Manabí yaraguagua (Charapotó o Yopotó); y otros que no se cutan que están a la una parte y a la otra... Los caraquez y sus comarcanos es otro linaje de gente... Algunas de estas gentes, especialmente los que están bajo del pueblo de Colima, a la parte del norte, andan desnudos y se contratan con los indios de la costa que va largo hacia el río de San Juan... Este pueblo de Manta está en las costas... la tierra adentro hay más número de gente y mayores pueblos y difieren en la lengua de los de la costa».

Del testimonio de Sámanos se desprende la existencia de una especie de liga hanseática, o confederación de mercaderes, desde la bahía de San Mateo hasta el territorio Huancavilca; del de Cieza, que el idioma de los costeños, que da a entender era uno que difería del de los serranos, que son los campases o colorados, pero advierte que en el mismo litoral vivían dos clases de gentes, una de las cuales eran los Caráquez, que habrán hablado otra lengua. Los pueblos de los que se labraban los rostros, que enumera Cieza -salvo Pasao- todos quedan al sur de Caráquez y al norte de Salango; así hay que entender que habían otros entre Pasao y el río Santiago.

La situación lingüística de la costa la caracteriza Oviedo, quien dice: «Toda la tierra situada entre la costa de Anegadizos (al norte del río Mira) y la punta de Santa Elena e aún la que se dirá, es de diversas lenguas tanto que cada población tiene su lengua, e aunque con los vecinos se entienden es con mucha diversidad de vocablos mezclados con otros comunes».

  —90→  

Tales palabras tienen una traducción precisa: había infinidad de dialectos de un solo idioma, no tan diferenciados, que impidiese entenderse entre sí los que los hablaban.

El obispado de Quito, en 1593, fecha del sínodo del obispo Solís, comprendía, en Piura, las doctrinas de Ayavaca, Guancabamba, Piura el viejo, Olmos, Motupe, Cala, Penachi, Jayanca, Pacora, Sechura, Catacaos y Paita. La mayoría de estas doctrinas están en territorio Tallan, pero en Guancabamba y Motupe se hablaba Mochica. El sínodo menta la lengua de los Llanos y Atallana, ésta es el Sec; la de los Llanos sería el Mochica, o la Manabita, o Montaña.

El estudio de la toponimia demuestra que la lengua manabita era muy parecida al puruhá y al cañari; esto es de la familia Puruhá-mochica del phylum-macro-chibcha.

El territorio en que se hablaba el manabita, puede limitarse así: por el norte, el Mira; por el este una línea casi paralela al océano y a poca distancia de él, desde el Mira hasta cabo Pasao, en donde se interrumpía su dominio; desde la sierra del Bálsamo por el septentrión hasta la de Colonche, por el mediodía y la de Campaces, por el oriente.

El Guancavilca y Puneño.-Idioma, a juzgar por la toponimia, muy parecido al anterior. El territorio Guanvilca principiaba en Colonche, comprendía la sección seca de la provincia del Guayas y las orillas del golfo; en el interior húmedo moraban los chonos, que parecen haber sido los mismos colorados.

El tallan.-Oviedo escribe: «En el río que llaman de la Piura... hay una lengua, e llámase Tallanes».

El territorio tallán era el desierto de Sechura.

  —91→  

En lengua independiente.

El Jíbaro, palta o malacato.-Los paltas y los malacatos ocupaban la actual provincia de Loja y por el sur llegaba hasta Jaén.

Sabemos, por el testimonio de Benavente, que el jíbaro y el malacato eran un mismo idioma; poseemos cuatro voces paltas que comprueban se trata de un dialecto, jíbaro.

Los jíbaros ocupan el alto Pastaza, las hoyas del Morona y el Santiago y están establecidos en la ribera meridional del Marañón, desde el pongo de Rentema, por el sur, hasta el río Cahuapana, por el oriente, y las faldas de la cordillera central, por el occidente. El territorio jíbaro se extiende, pues, desde 14 de latitud meridional, hasta 6º30', desde 80º30' hasta 77º de longitud occidental.

Dentro del territorio jíbaro se hablaban antiguamente las lenguas rabona y bolona.

El jíbaro es una lengua mezclada, producto del contacto de un pueblo profundamente arawaquizado, o quizás Arawako, con los dos pobladores que antes vivían en la región que hoy ocupan, pertenecientes, posiblemente, al phylum-macro-chibcha.

Encontramos pues que en el Ecuador occidental e interandino se hablaban lenguas pertenecientes al phylum-macro chibcha; una independiente, el tallán, atallá o sec y otra profundamente arawaquizado, el jíbaro o palta.

El phylum-macro-chibcha es, a su vez, uno de los componentes del super-phylum-hokan-siouan-macro chibcha y se divide en:

a) lenguas paleo-chibchas.

b) lenguas chibchas.

  —92→  

a) grupo arcaico u occidental

1) sub-grupo talamanco

2) sub-grupo barbacoa

3) sub-grupo guatuso

4) sub-grupo cuna

b) grupo intermedio del Pacífico

1) Sub-grupo ístmico

2) sub-grupo colombiano

c) grupo intermedio interandino

d) grupo evolucionado u oriental

1) sub-grupo de Cundinamarca

2) sub-grupo Aruaco

3) sub-grupo Centroamericano

c) Lenguas timotes

a) grupo kuika

b) grupo timote

d) Kofane

e) murato

f) lenguas del grupo miskito-xinca

g) lenguas Puruhá-mochicas

h) Cholona.

  —93→  

El phylum-macro-chibcha se extiende, pues, desde 19º de latitud septentrional, hasta 13º al sur del la línea ecuatorial, por lo menos y -probablemente por 11º más al mediodía-, desde la costa del océano hasta el 66º de longitud occidental.

El phylum-hokan ocupa la costa del Pacífico, desde el Oregón hasta Nicaragua, y el Siouan llega hasta el Atlántico, en Norteamérica. Es, pues, este super-phy-lum el que mayor extensión tiene en el Nuevo Mundo y posee carácter panamericano, ya que se habló en el norte, centro y sur del Nuevo Mundo; según Rivet no estaría limitado a América, pues a él pertenecerían también las lenguas de Melanesia, cuestión acerca de la cual no estamos preparados para emitir nuestra opinión.

Hemos esbozado la distribución lingüística de la población precolombina de la región andina del Ecuador, tal cual era en el siglo XVI, pero los pueblos de que hemos hecho mención no habían permanecido estáticos y de sus movimientos prehistóricos encontramos claras huellas en la toponimia.

Los últimos venidos al Ecuador fueron, seguramente, los jíbaros. El doctor Coba Robalino recogió en Píllaro la tradición de que las gentes salidas de las montañas, desde el Anzu y Canelos, invadieron la provincia de Cotopaxi. Las guerras que los cañaris de San Francisco de Pacha y San Bartolomé Aroxxapa «tenían» antes de la conquista española, «era con los indios xíbaros por les quitar sus mugeres, y con los zamoranos sobre y en razón de defender las salinas. Están así los xíbaros como los zamoranos de la otra parte de la cordillera». La cerámica del último período preincaico de Puruhá revela una fuerte penetración amazónica... No sólo la provincia de Loja está llena de topónimos y apellidos puruhá-mochicas (47,84%), sino también el territorio donde hoy viven los jíbaros -el vicariato de Méndez y Gualaquiza-   —94→   (12,71%) la cerámica de Loja, es de factura jíbara, a partir de un tiempo posterior a la irradiación septentrional del arte tiahuanaquense. En el vicariato los nombres jíbaros son el 60,17%, en Loja sólo el 9,69%; en el Oro el 3,33%. Esto que, en parte, ha de explicarse por la permanencia jíbara en el vicariato, demuestra la penetración de este a oeste.

Ya recordamos que en el territorio propiamente jíbaro convivían con el shuar, en el siglo XVI, otras dos lenguas, que no son desconocidas, el rabona y el bolona.

El murato y el shafra son idiomas macro-chibchas y con ellos tiene vinculación estrecha el chirino, hablado en Chirinos y Cumbaraza, lo que revela que los jíbaros, rompiendo la unidad de los pueblos muratos, empujaron a éstos hacia el este, separándolos de los Quijos y panzaleos, dejando arrinconados en Jaén a los chirinos.

La extensión de los puruhá-mochicas fue en otros tiempos mayor que la que en el Ecuador tenían en el siglo XVI, como lo revela el que en el toponimia del país pasto, haya un 0,67% de hombres pertenecientes a estas lenguas, en el caranqui, el 0,16%, en el panzaleo el 6,15%.

Parece que en el país panzaleo, por lo menos en el sur, hubo dos épocas de dominación puruhá-mochica, una muy antigua, anterior quizás al establecimiento definitivo en él de los panzaleos, aunque posterior a la aparición de estas gentes en el Ecuador; otra, relativamente reciente, que corresponde al período de elén-pata, durante el cual el valle de Ambato fue conquistado por los puruhaes.

El panzaleo también tuvo en una época una expansión mucho mayor que la que poseía en el siglo XVI. En efecto, en el país Pasto hay un 0,95% de voces panzaleas,   —95→   en el caranqui el 6,40%, en el puruhá el 14,67%, en el cañari el 17,72%, en el palta el 8,38%, en el jíbaro (vicariato de Méndez y Gualaquiza) el 14,40%, en la costa, excepción hecha de la provincia de El Oro, el 3,58%, y en ésta el 1,11%. Casi puede sostenerse que en un tiempo en todo el Ecuador se habló este idioma.

Formando un sustrato más antiguo aún, encuéntranse que en el occidente y el callejón interandino las voces se derivan de aquel idioma, del cual se derivaron con el transcurso de los tiempos el caranqui, el cayapa, el nigua y el colorado; así en el sur del territorio pasto hay un 3,24% de nombres que pertenecen a este idioma; en el panzaleo el 4,63, o; en el puruhá el 9,72%; en el cañar el 3,33%; en el jíbaro y palta, en Loja el 3,70%; en el vicariato de Méndez y Gualaquizo el 3,39%; en la costa, al norte del golfo de Guayaquil el 32,28% y al sur el 6,66%.

No todos los caranquis -cayapa- colorados llegaron a un mismo tiempo, pero podemos vislumbrar las rutas por donde penetraron, primero, al callejón y luego al litoral.

Es muy revelador el que existen dos centros importantes de topónimos de esta lengua, fuera del hábitat histórico de las gentes que lo hablaban; el uno en la cuenca, por donde el Patate rompe la cordillera central, la otra en el Chinchipe, los que indican una ocupación antigua más intensa y revelan la ruta de inmigración desde la región amazónica. No creemos que el Pastaza y el Chinchipe hayan sido los únicos caminos seguidos por los cayapa-caranqui-colorados; suponemos que debieran usar también las otras rutas naturales, entre el oriente y la sierra; el del Putumayo, el de Pimampiro, el de Guamaní y quizás estos de preferencia, sólo que en ellos no se descubre la huella claramente, por coincidir los dos últimos con el territorio ocupado por ellos, en tiempos históricos.

  —96→  

Los que penetraron por el Guamaní y el Pastaza debieron establecerse en las provincias de Pichinchas, Cotopaxi, Tungurahua y Chimborazo; deben ser los colorados, que desalojados de la sierra por los panzaleos, se refugiaron entre sus congéneres ya radicados en la costa.

Los cayapas, cuyas tradiciones señalan a Imbabura como su sede nativa, debieron ser los que penetraron por Pimampiro. Los que entraron por Putumayo, habrán dominado un tiempo el país pasto, pero fueron sojuzgados por la población más antigua, la que conquistó también Imbabura (época de los sepulcros en pozos); entonces, quizás, se verificó la emigración al litoral, de que hablan las tradiciones cayapas, luego sobrevino el surgimiento de los «angos», caranqui-cayapas-colorados, aculturizados en la costa, en donde aprendieron a construir las «tolas», los que fueron conquistando más tarde territorio panzaleos, proceso histórico que debe haber estado en vía de desarrollo a la llegada de los incas.

Los pastos, a la época del descubrimiento, se dividían en: pastos propiamente dichos, en la región interandina; coayqueros, o barbacoas, en la costa; muellamúes en los repechos de la cordillera occidental; colimas en el valle del Daule. Este territorio no era más que un resto de su antigua expansión, como se ve por el estudio de los nombres indígenas; así en el territorio caranqui, pertenecen al pasto el 3,11%; en el Panzaleo el 0,25%; en el Cañar el 0,38%; en el palta el 0,32%; en la costa hasta la provincia del Guayas el 6,05%.

Antes de los pastos se establecieron en el Ecuador los esmeraldeños; el 0,40% de los topónimos del sur del país pasto pertenecen a este idioma; en el caranqui el 0,98% en el panzaleo el 1,27%; en el cañari el 0,45%; el 0,16% en el palta; el 13% en la costa, al norte del Oro, en donde no se encuentran. Otros idiomas, entre los cuales seguramente el tallán o sec, en el sur, especialmente   —97→   en El Oro, debieron hablarse en esta época en el Ecuador, a los cuales pertenecen las voces de origen desconocido, que se encuentran en varias regiones, cuya naturaleza no nos es dable reconocer.

Estos movimientos de pueblos que hemos bosquejado son, en parte, ecos y consecuencias de los que en América se verificaban.

Los pueblos chibchas debieron vivir en un territorio continuo. En una época muy remota, gentes paleo-chibchas-yaruros, esmeraldeños, poseedores de una cultura primitiva, de cazadores y recolectores de semillas, parecida a la de los sirionó y makú, o a la de los chagos, uros y pescadores primitivos de Arica, debieron ocupar casi todo el territorio de las repúblicas de Venezuela, Colombia y Ecuador, como demuestra el encontrarse los yaruros en el extremo oriental del territorio del phylum-macro-chibcha, los esmeraldeños en el occidental. Es probable que este estado de cosas se haya extendido no sólo hasta Nicaragua sino a regiones mucho más septentrionales a todo el dominio del super-phylum-hokan-siouanmacro chibcha.

Las lenguas del grupo miskito xinca representan, quizás, la primera diversificación de los idiomas paleochibchas, pero ésta no es sólo producto de evolución interna, pues hay lengua como el xinka, que son idiomas mezclados.

Los pueblos chibchas del grupo occidental o arcaico, debieron en una época, también remota, ocupar un territorio continuo, quizás al este de los Andes, en las fuentes del Orinoco o de los afluentes septentrionales del Amazonas. Los barbacoas (pastos, coayqueros, muellamúes y colimas), los caranqui-cayapas-colorados, son de este grupo, los que mayores afinidades tienen entre sí; los guatusos parecen más diversificados y lo son, sin duda, los cunas; así los primeros en separarse del tronco   —98→   común debieron ser los talamancos, dirigiéndose hacia el norte, los barbacoas, encaminándose al sur.

Los chibchas del grupo intermedio del Pacífico debieron vivir en una zona continua; una fuerte presión del este los dividió, quedando unos en el Istmo de Panamá, otros en la costa colombiana, al sur del territorio Chocó; lo mismo se observa en el grupo intermedio interandino y en el grupo evolucionado u oriental, dividido en ramos en Centroamérica, en Aruacos, en la sierra de Santa Marta y en pueblos de la cordillera oriental y sus versantes amazónicos.

Los timotes son un grupo retrasado, la retaguardia del Phylum, con los cofanes y muratos.

Los puruhá-mochicas jugaron un papel preponderante en el pasado precolombino, siendo, quizás, los que primero avanzaron al sur.

Un motivo aparece claramente como causando estos desplazamientos, es la invasión hacia el este de los pueblos caribes, que tras largas migraciones irrumpen en Colombia, que desde Venezuela ocupan las partes bajas del Magdalena y el Cauca, desparramándose, luego por la costa del Pacífico, pero la caribe es tan sólo una de las oleadas de pueblos que empujan del este al oeste; ellos habían sido precedidos por arawakos, tucanos, etc., etc. Hay en todo el pasado de América una constante corriente migratoria que sigue en orden inverso el curso de las aguas que bajan por el Orinoco, el Amazonas y el Plata hacia el Atlántico y otra que partido de la región boreal de Norteamérica, avanza hacia el sur; a esta se debe, con toda probabilidad, la dispersión del super-phylum hokan-siouan-macro-chibcha y, ciertamente, la del phylum macro penutian; a la primera la del araeako, macro caribe y tupi-guaraní, en el orden en que los hemos mentado.



  —99→  

ArribaAbajoCapítulo VIII

Protohistoria


(Fragmento)


  —[100]→     —101→  

PASTOS.-El vestido de los pastos en la época de la «cerámica negativa» era para los varones un tapa rabo, sostenido por un cinturón y que cruzaba entre las piernas; para las mujeres, un paño envuelto a la cintura y que les llegaba a la rodilla. Los varones usaban una especie de banda cruzada sobre el pecho y un gorro que se adaptaba al contorno de la cabeza y, dejando libre la frente, caía sobre las orejas. En la época de Cuasmal, parece que se había introducido el uso de la cushma, camisa sin mangas, de igual ancho arriba que abajo, con una abertura para la cabeza y otras dos para los brazos, la que se ceñían a la cintura con una faja (véanse las representaciones humanas de las dos épocas).

Su arma preferida era la estólica.

Eran agricultores. Por ser la tierra fría, cultivaban poco maíz (Cieza), alimentándose principalmente de patatas.

CARANQUIS.-Durante la dominación incaica usaban, como vestido, la cushma y una manta cuadrada de vara y tres cuartas de largo, a guisa de capa, anteriormente   —102→   «una manta grande algodón que les daba dos vueltas al cuerpo» (Sancho Ponce de León.)

Manteníanse -principalmente- de maíz, preparado como bebida (chicha) o cocido (mote), de ciertas hiervas cocidas (yuyos) fréjoles, papas, camotes. Comían la carne del cobayo (cuy) que lo tenían domesticado en sus casas; la carne de llama era manjar reservado a los caciques. Completaban la dieta el maní y las frutas americanas. Servíanse mucho de la coca. Poseían una ave doméstica.

Había cazadores de oficio, que vendían la carne de venado hecha cecina.

Pescaban las preñadillas (pimelodes cyclopum) en las noches oscuras, «con unos garlitos de caña que ponen a la boca de las fuentes».

Labraban la tierra con palas de madera, del tipo bien conocido por los ejemplos encontrados en la costa del Perú. Cultivaban en Pimampiro la coca con esmero y para su labranza acudían a gentes de distintas partes del Ecuador, que alquilaban su trabajo en cambio de la preciosa hoja por determinado número de días. Conocían la propiedad privada y el contrato de trabajo. Tenían canales para el regadío.

Las casas se levantaban sobre las tolas, eran redondas; las paredes de palos entretejidos y embarrados de barro, por dentro y fuera -bareque- y con techo de paja; las de los caciques eran más grandes, con una viga grande en el medio.

Las fortalezas, según Cabello Balboa, eran eminencias, con varias cercas de piedra. Para la batalla de Yaguar-cocha, cuenta Montesinos, hicieron unos andamiajes en ochos corpulentos sauces en donde se atrincheraron más de 2000 personas. Hilaban el algodón que cultivaban y tejían mantas que negociaban con otros indios.

  —103→  

Comerciaban con los moradores de las selvas orientales, de los que adquirían muchachos y muchachas (esclavos) a trueque de mantas, sal y perros; además les compraban achiote, pira, monos, papagayos, contrayerba y palas.

En los caminos, para pasar los ríos, hacían puentes colgantes.

Como armas empleaban la estólica, las lanzas, las piedras arrojadas con o sin honda.

No existía un Estado organizado. Cada pueblo, cada parcialidad importante tenía su jefe y vivían entre sí en frecuentes guerras. Si en éstas una de las partes vencía totalmente a la otra, ésta quedaba sometida a su dominio. Formábanse así unidades políticas mayores, pero de organización débil e inestable.

El que más podía y más valiente era y mejor labranza tenía, ese era reconocido por cacique.

Existía la propiedad privada de la tierra y se trasmitía por herencia.

En tiempos de peligro común, como cuando la invasión cuzqueña, se confederaban entre sí estos diversos cacicazgos.

En Capi, cuando moría el dueño de la casa, al irlo a enterrar iban por un camino y al volver del sepelio regresaban por otro; y abriendo un boquerón en la pared de la casa, por donde sacaban todo el menaje y luego abandonaban la habitación. En la ruta recorrida por el cadáver encendían fogatas para espantar al espíritu del difunto.

En Lita adoraban a los altos montes y, a veces, al sol; en Caguasquí y Quilca, al cielo, a los montes eminentes. En Pimampiro tenían ídolos de piedra y de madera, en un cerro alto, al que consultaban todo negocio   —104→   grave (soñadores como los de los jíbaros y actualmente el Imbabura para los indios del contorno) En Coaque decían apareció una serpiente monstruosa, de poderes mágicos.

PANZALEOS.-Según Cieza, los indios de Quito eran «gente mediana de cuerpo y grandes labradores... antiguamente eran... mal vestidos y sin industria en el edificar».

De los de Panzaleo dice: «Andan vestidos con sus camisetas sin manga, ni collar, no más que abiertas por los lados, por donde sacan los brazos y por arriba, por donde asimismo sacan la cabeza -cushma- y con sus mantas largas de lana y algunas de algodón»... por zapatos traen unas ojotas de... cabuya y por la cabeza traen puestos sus ramales. Las mujeres, algunas, andan vestidas a uso del Cuzco. «Tenían grandes adoratorios y diversos dioses». «Las casas que tienen, todas son de piedra y cubiertas de paja».

Eran polígamos.

Enterraban con el señor, algunas de sus esposas y las que lo sobrevivían se cortaban el pelo y hacían grandes lloros durante un año.

«Tienen cuidado en hacer sus arreetos o cantares, ordenadamente asidos los hombres y mujeres de las manos y andando a la redonda; a son de un atambor, recontando en sus cantares y endechas las cosas pasadas, siempre bebiendo hasta quedar muy embriagados».

»Creen en la inmortalidad del alma»

«Usan para pelear de lanzas de palma y tiraderas y dardos y hondas».



Tenían cierta organización estatal, el Ati de Tigualó y el Hacho de Latacunga; parece eran los jefes más poderosos.

  —105→  

Según González Suárez, los de Píllaro, Patate y Pelileo creíanse provocados por el Langanate (Llanga-a-Ati) y en Ambato y Latacunga mostraban piedras con las pisadas de un héroe cultural semejante a Viracocha.

PURUHAES.-Vestían los varones cushma y manto de lana, las indias anacos y liquedas; el algodón estaba reservado a los caciques.

Tenían «los cabellos muy largos y se los entrenchaban muy menudamente».

En perdiendo la virginidad, en el primer parto o a la muerte del marido, las mujeres se cortaban el pelo.

Eran agricultores, los campos estaban cercados con plantas de agave y poseían canales para regadío.

Poseían llamas domésticas, desde muy antiguo y en tiempos incaicos había rebaños dedicados al Chimborazo.

Las casas de la porción oriental eran de piedra; las camas de paja; los caciques poseían duhos, o tenían asientos.

La jarcia de cabuya era su principal granjería.

El matrimonio, se contraía con la dación de presentes; eran polígamos y parece había cierto género de prostitutas.

Celebraban fiestas en lugares apartados, a las que llevaban mozas de buen parecer y a las que regalaban, en pago de su asistencia, mantas y preseas, obsequiadas al dueño de la casa por los concurrentes.

«Cuando el maíz está ya cuajado, hacen una gran borrachera y arman un indio muy dispuesto a uso de guerra, el cual va... por los cerros que hay alrededor y dando voces diciendo que si hay alguno que se quiera matar   —106→   con él, y como no hay nadie que le responde, vuelve victorioso a la borrachera y dice que el campo está seguro».



Las sepulturas están en los huertos de los difuntos. Las mujeres salían a buscar al muerto, y como no lo hallan, vanse a sus casas, se cortan el cabello y embadurnan la cara con betún negro; después de ciertos días se van al río y se bañan para olvidar al difunto.

Abandonaban la casa mortuoria y a los caciques los enterraban sentados en su duho.

Adoraban al Chimborazo, al que creían varón y al Tungurahua su esposa. Junto a la nieve del primero tenían un templo donde se sacrificaban vírgenes y llamas, de las que tenían rebaños consagrados al monte que creían era su progenitor.

A los cinco o seis años imponían el nombre a los niños cortándoles mechones de pelo. A las mujeres les era prohibido decir el nombre de su marido.

Abandonaban las casas con su mueblaje, cuando caía un rayo y los dueños de ellas ayunaban muchos días, sin comer ni sal ni ají.

Temían al arco iris y antes de entrar a los papales floridos a quitarles las flores, azotábanse los pies con ortigas.

En cuanto el señor se levantaba de su asiento, «un paje», que estaba siempre detrás, lo volteaba, pues de lo contrario se sentaba el diablo.

LOS CAÑARIS. «Llevaban el cabello largo y enrollado en la cabeza con una corona de palo, a modo de ara de cedazo. Vestían lana y algodón y en los pies -oshotas- sandalias».

  —107→  

Las mujeres labraban los campos, los hombres se quedaban en casa, tejiendo, hilando, aderezando sus armas y ropas y curando sus rostros.

Las casas eran pequeñas, de piedra con techo pajizo. Eran polígamos.

Cristóbal Molina cuenta que estando Cañaribamba bien poblada, sobrevino el diluvio, salvándose dos hermanos en la cueva de un monte. Pasada la inundación, el uno de ellos se desposó con una guacamaya, que enseñó la agricultura y fue la madre de los cañaris.

Tenían guerras unos con otros, «nostante que eran de una lengua».

Para pelear se pintaban con achiote y ponían unas camisetas de plumas de papagayo y adornos de plata. Sus armas eran hondas, tiraderas, macanas y rompecabezas de piedra.

En San Francisco de Pacha, las casas eran unas redondas, otras largas, las de los caciques tenían patio a la entrada.

Tenían guerra con los jíbaros, «por les quitar sus mujeres y con los zamoranos sobre y en razón de defender las salinas».

Mantenían comercio con la tierra caliente, trocando puercos, venados, conejos, con algodón y coca.

En Paute adoraban a una imagen que a veces se aparecía, en figura de un muchacho rubio, a los caciques. Allí las casas eran de bahareque.

Los azogues adoraban al monte Abgna.

LOS PALTAS.-Vestían cusman y manta, usaban oshotas. «Las casas donde habitan son las paredes de palos o tablas y algunas cubiertas de barro a manera de tabique   —108→   y otras con paja, la cubija, en general, de la misma paja. En medio de la casa... ponen dos o tres estantes, o más y de las paredes a ellas ponen sus varas bien atadas y tejidas y sobre ellas ponen sus cobijos de paja muy bien obrados y grandes».

LOS PUEBLOS DE LA COSTA.-Pizarro y sus compañeros sólo encontraron poblaciones pobres y primitivas en la costa al norte de San Mateo. En la bahía de este nombre vieron diez y ocho canoas grandes «las proas e popas muy grandes e altas, con ciertos edificios de madera en ellas, de alto de un hombre, e venían a la vela e al remo e llenas de gente con armaduras de oro e de plata... y en aquel edificio que traían en las popas de las canoas puestas allí muchas piezas de oro».

De allí pasaron a Atacames, «en que las gentes tenían muy buen orden de vivir y los pueblos con sus calles y plazas», «hallaron en todas las casas mucho mantenimiento de mahís muy grueso e fesoles e pescado e habar de comer; pescan con chinchorros... Podría aber mill casas».

En Coaque, pueblo de «hasta cuatrocientas casas», encontraron objetos de oro, plata, esmeraldas y «ropas de lana y algodón ricas».

Los de Pasao eran «gente belicosa y grandes adoradores de ídolos de muchos dioses». En los templos «donde sepultan los muertos, usan de desollar el cuerpo y quemar la carne y el cuerpo (cuero) aderezado como badana, le envisten, la carnaza afuera, de paja y así aspado, los brazos en cruz, le cuelgan del techo... y así ponen gran muchedumbre de ellos. Las cabezas, sacados los huesos, sin alterar las facciones, las reducían a un tamaño pequeñísimo y las guardaban en arcas en los templos. En Pasao y en Coaque tenían balanzas romanas, de media vara de largo con su cuenta y número en ellas y su pilón».

  —109→  

Los de Caráquez eran «otro linaje y no son labrados los rostros y eran de menos saber que sus vecinos, porque eran behetrías». Se deformaban el cráneo. Tenían sobre las puertas de los templos unas figuras de hombres con un vestido a modo de dalmática. Cieza compara a los que no eran Caráquez, los que se labraban el rostro, con los moros, Zárate dice que son «de gestos ajudiados, hablan de papo, andan trasquilados... hácense coronas a manera de frailes, aunque adelante ni atrás no traen ningún cabello sino a los lados».

Usan camisetas sin manga... se cubren las vergüenzas con una benda de algodón, la cual por detrás casi llega al suelo, a manera de cola de caballo. Las camisetas eran cortas hasta el ombligo. Las mujeres vestían «nahuas o mantas de la cinta abaxo». Usaban muchas joyas de oro en las orejas y en las narices, así como esmeraldas. «Atanse los brazos y piernas con muchas cuentas de oro, plata y de turquezas menudas y de contezuelas blancas y coloradas y caracoles, sin consentir traer a las mujeres ninguna cosa destas».

Comen tortillas de maíz y pescado crudo. Las indias sembraban el grano, lo molían y amasaban.

Navegaban el mar en canoas faleadas y en balsas. Estas eran hechas de tres, cinco, siete u once palos, el del medio más largo y los otros menos, a medida que se alejaban, con un mástil y una vela latina. Cuando en el mar les sobrevenía una calma, arrojaban a las aguas, como sacrificio, pan, frutas y otras cosas, para que volviese a soplar el viento. Eran comerciantes y recorrían grandes distancias.

Las casas eran de madera y techo de paja.

Las puertas de los templos hacia el oriente, las tapaban con unos paramentos de algodón «y en cada templo hay dos figuras de bulto de cabrones negros» (¿sillas?),   —110→   ante las cuales quemaban la perfumada leña del «palo santo».

Los cueros de hombres aspados en cruz, eran de los indios sacrificados. «Si habían preso a algunos de sus comarcanos con quien tuviesen guerra... después de haberse embriagado y haber hecho lo mismo del preso, con sus navajas de pedernal o de cobre el sacerdote mayor de ellos lo mataba y, cortándole la cabeza, la ofrecía con el cuerpo al maldito demonio».

Tenían ídolos en forma de serpientes.

Sacrificaban a sus divinidades más que en otra parte del Perú, en los templos; a sus tiempos y horas decían los sacerdotes cantares y hacían ceremonias.

En Manta había una diosa, una esmeralda de gran tamaño, curaba las enfermedades y le ofrecían como don, otras esmeraldas. Velasco dice se la llamaba umiña.

Benzoni vio al son de tambores y cantos que se preparaban a ofrecer en sacrificio a un ídolo de arcilla, en forma de un tigre dos pavos y otros pájaros. Esto ocurrió en Charapotó.

Eran sodomitas, y a los muchachos los tenían muy «enchaquirados e ordenados de sartales de muchas joyuelas de oro».

Antes del casamiento los parientes del novio desfloraban a la que se iba a desposar.

Heredaban los hijos y a falta de éstos los hermanos y, a carencia de ellos, los hijos de las hermanas.

Cieza habla de sepulturas en hoyos profundos, pero tales enterramientos no se han encontrado -que sepamos- en la costa ecuatoriana.

Al sur de los manabitas o manteños vivían los Huancavilcas, «los destentados», que en honor de sus dioses   —111→   se sacaban tres dientes de cada mandíbula. En algunos pueblos los principales se «clavaban los dientes con puntas de oro».

El vestido de los Huancavilcas difería del de los de Manabí en que las mujeres usaban dos mantas, una de la cintura abajo y otra para tapar los pechos.

Benzoni dice que el primer pueblo de los huancavilcas, viniendo del norte, era colonche y que el cacique vestía una camisa roja sin mangas, un collar de oro finísimo, en la mano un anillo, en las orejas muchas joyas y piezas de oro, en el brazo izquierdo un espejo de piedra, para conservar la vista; que las mujeres llevaban una tela envuelta en la cintura, que les llegaba a la mitad de la pierna.

Ofrecían sacrificios humanos y corazones de hombres cuando hacían sus sementeras y cuando los jefes caían enfermos «y para hacer estas cosas tenían sus atambores y campanilla e ídolos, algunos figurados, a manera de león o de tigre».

Las costumbres de los de Puná, al decir de Oviedo y Zárate, eran las ya descritas.

«El señor de esta isla, escribe el primero, se sirve con mucha pompa e cuando sale de su casa es con trompetas e etabales; tiene porteros e guardas de sus mujeres, e porque estos no le parezcan bien a ellas traen cortados los bezos e narices e los miembros genitales».



Tenían guerras con los comarcanos, especialmente con los de Túmbez. Sus armas eran: tiraderas, hondas, porras de plata y cobre, lanzas con el hierro de oro de baja ley.

En la isla vecina de Santa Clara o el Muerto, tenían un santuario y en él «el retrato de una huerta con los arbolillos y plantas de oro».

  —112→  

Al sur de Bahía de Caráquez, «especialmente los que están abajo del pueblo de Colima, a la parte del norte, andan desnudos».

La tierra adentro, al este de la costa manabita, vivían otras gentes, los campaces o colorados, de diferente lengua; eran sus casas de madera, pequeñas, la cobertura de paja o de hoja de palma... Andan vestidos.