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La caída de Constantinopla

¿Qué significó Constantinopla para el mundo?

Constantinopla fue llamada desde el principio Nueva Roma, por haber heredado la capitalidad de un Imperio en un momento de crisis de la ciudad de Roma, que se había vuelto ingobernable, llegando a ejercer su poder sobre todo el imperio. También fue apodada Nueva Jerusalén, porque luego de la caída de esta población ante el Islam, Constantinopla fue el nuevo baluarte del Cristianismo en su máxima expresión, y su pueblo se creía el más profundamente cristiano del mundo.

Constantinopla. Detalle de un mosaico de la bóveda de Santa Sofía.Igualmente, era una localidad cosmopolita, donde se podían encontrar mercaderes persas, armenios, árabes, gente que traía mercancías de la lejana China, India, Etiopía, Rusia, Europa Occidental, etc. Era, por tanto, una urbe que se transformó en el punto de encuentro de culturas nuevas y milenarias, un verdadero paraíso para el alma inquieta que deseara bucear en el conocimiento humano. Esta trilogía transformaba a Constantinopla en capital del mundo, tanto en materia administrativa, como en asuntos religiosos o económico financieros. Por lo tanto, la visión que el mundo tenía de Constantinopla era la de una metrópoli de oro, una ciudad santa o una capital de las oportunidades, según quien pensara en ella.

Desde las costas de Al-Andalus o desde los fríos bosques de Irlanda hasta las inmensas estepas euroasiáticas, y desde las tierras frías de los vikingos hasta las arenas ardientes de Etiopía o de Arabia, no hubo quien fuera indiferente a la seducción que esta urbe ejercía sobre el mundo entero.

Los mercaderes querían acceder a sus puertos y mercados para poder participar de su inmenso intercambio y algún día llegar a ser ricos; los fieles cristianos la tenían por centro de peregrinación debido a la inmensa cantidad de reliquias que tenían sus iglesias y a la fama de éstas de ser majestuosas e imponentes, y muchos, aún los extranjeros (nadie era extranjero si hablaba griego, se convertía al Cristianismo ortodoxo y reconocía al emperador como su gobernante máximo), querían ganarse un lugar en la administración o llegar a formar parte de la corte imperial para participar de su inmenso poder. Por estas razones se puede decir que en el imaginario medieval Constantinopla fascinaba a todo el mundo conocido, era no solamente una enorme metrópoli sino que era la Ciudad.

Pero también fue ampliamente envidiada por muchos pueblos, y por eso mismo era el objeto del deseo de distintas civilizaciones que intentaron tomarla por la fuerza durante el transcurso de tantos siglos de vida, y en esas ocasiones Constantinopla tenía que estar muy bien preparada, con sus murallas en buen estado y con sus famosas divisiones de ejército que superaban todo lo conocido en materia bélica.

Por eso no era una urbe paradisíaca, ya que siempre había revueltas y el ejército controlaba cualquier disturbio y efectuaba permanentemente tareas de policía, necesarias también para reprimir las habituales revoluciones de su inquieto pueblo y mantener un cierto orden, que era fundamental para responder a las agresiones exteriores.

De todas formas, la envidia y la codicia fueron triunfando sobre la admiración con el correr de los siglos, especialmente luego del Cisma de 1054, transformando a la Ciudad en una joya hereje pretendida por muchos, especialmente por los latinos que durante las cruzadas pudieron comprobar lo maravillosa que era y lo cerca que habían estado como para derrotarla y saquearla.

Podemos concluir que asombro, admiración, esperanza, codicia, envidia, odio, eran los sentimientos que más comúnmente sentían los pueblos del mundo con respecto a la Ciudad, y que Constantinopla no es comparable a ninguna ciudad de su época.

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