¿Qué perdió el mundo cuando cayó Constantinopla?
«Nuestra raza y nuestra lengua, ¿no nos hacen compatriotas y herederos de los antiguos helenos?».
Teodoro Metoquites
El mundo entero se convulsionó al saber la noticia, y muchas fueron las consecuencias de la toma de Constantinopla por los turcos, pero el hecho principal que se produjo fue que ya no habría nunca más una ciudad cristiana a caballo de dos continentes, nunca más los viajeros cristianos pudieron hacer sus peregrinaciones para conocer la ciudad y sus hermosas iglesias, nunca más habría una ciudad cosmopolita donde las culturas occidentales y orientales hicieran su conocimiento unas de otras, nunca más habría una ciudad tan abierta a la influencia cultural de dos mundos tan distantes, que en ella se acercaban tanto como podían y se influían mutuamente.
A partir de ese momento se perdió una ciudad que, si bien era una sombra de lo que había sido, representaba la posible convivencia de esos dos mundos, que a partir de allí no volvieron a acercarse jamás, muy a pesar de los tratados comerciales que hacían por puro y vil interés las repúblicas italianas con los turcos.
Y mucho más que eso, se perdió una verdadera raza de hombres que solían interpretar el mundo como un lugar donde todos tenían un espacio y una ubicación, un lugar donde los emperadores solían imponer su ley hasta en lugares extremadamente lejanos, donde se creaba un arte sin igual, un sitio desde donde se irradiaba hacia todo el mundo una cultura, un saber, una forma de vida que sirvió indiscutiblemente de base al mundo moderno.
Se perdió el Centro del Mundo, se perdió esa vitalidad de un pueblo que no perdonaba a los malos gobernantes, se perdió una clase de gente que hacía de la cultura su centro, del conocimiento una base para su cultura, y de la lucha el sostén de ese conocimiento.
Se perdió una civilización que había nacido para propagar el conocimiento cristiano y para contener el avance musulmán, una clase de personas que luchaba todo el tiempo para mantener sus creencias y extenderlas hacia todo el mundo conocido mientras trataba de que no la exterminaran los bárbaros.
Se perdió una civilización que sin distinguir entre etnias o idiomas consiguió ser la primera y la más valiosa durante toda su existencia en la lucha contra el infiel, y esto a pesar de la incomprensión de Occidente.
Finalmente, con la pérdida de Constantinopla la civilización occidental se quedó sin la ciudad que la creó, haciendo una incomparable fusión de lo romano, lo helénico y lo cristiano que aún hoy pervive en todo país que se crea civilizado y occidental, o sea que se perdió la madre de la identidad del mundo moderno.