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La caída de Constantinopla

Sobre la temible muralla de Teodosio II

Sin duda alguna, había un factor enorme en el medio de esta historia que ya hemos mencionado más de una vez; se trata de la muralla de la capital, que era de unas dimensiones colosales, obra de ingeniería única en el mundo que no, por haber sido construida hacía más de mil años, había perdido su importancia en 1453.

Constantinopla. Contrafuerte sur de Santa Sofía.La obra pertenece al periodo del emperador Teodosio II (408-450) y dio fama a Constantinopla de invencible e inexpugnable, comenzando el trabajo en el año 412, con miles de obreros probablemente en su mayoría godos o bárbaros de distintas procedencias al mando del prefecto Antemio. Este trabajo no fue terminado hasta el 447, aunque siglo tras siglo todos los emperadores, quien más quien menos, se ocuparon de su mantenimiento y reconstrucción después de cada sitio, los cuales las dejaban a veces en estado lamentable en alguna de sus partes.

Las murallas terrestres tenían más de seis kilómetros de longitud. Comenzaban en la costa del Mar de Mármara, formando una especie de curva, y terminaban en el Cuerno de Oro. En realidad era un verdadero sistema defensivo que estaba constituido por una triple línea defensiva, de dos murallas y un enorme foso provisto de un parapeto. Lo primero que se encontraba el enemigo cuya ambición era entrar en la ciudad a la fuerza era el amplio foso parapetado de cerca de 20 metros de ancho. El foso mismo había constituido antaño un espacio imposible de atravesar para muchos grupos de aventureros que luego de alguna escaramuza decidía retirarse sin siquiera atravesarlo. Después del foso, si el enemigo lograba atravesarlo luego de mucho esfuerzo y bajo los proyectiles de los defensores, se encontraba con una franja de 15 metros de ancho que lo separaba de una primera línea de murallas. Esa primera línea, la muralla exterior, era de muros de 2 metros de espesor y 8 metros de alto, con más de 80 torres estratégicamente colocadas a través de los más de seis kilómetros que la hacían ya bastante dificultosa de franquear para los indeseables visitantes.

Si las fuerzas de ataque hubieran tenido la inmensa fortuna y la suficiente fuerza y hubiesen podido atravesar la primer muralla en alguno de sus puntos, se encontraban luego con el peor de los infiernos, un «pasillo» bien abierto y libre de aproximadamente unos 18 metros de ancho, tras el cual los esperaba la más temible de estas construcciones: una muralla de nada menos que 5 metros de ancho y 13 metros de altura y que, a lo largo de sus más de seis kilómetros de largo, contaba con alrededor de 100 torres de hasta 15 metros de altura, desde las cuales los defensores tenían todo el trabajo facilitado, dominando este pasillo mortal para el enemigo y muy útil para el defensor, porque cuando éste se hallaba en posesión de los dos muros servía a sus tropas para desplazarse cómodamente de un lado a otro de las murallas y les daba otra notable ventaja sobre el ejército enemigo. Los muros y las torres estaban fuertemente edificados, recubiertos de pequeños cubos de caliza y fortalecidos con líneas de ladrillo, con lo cual las enormes piedras arrojadas podían dañarlo aquí o allá, pero era muy difícil que eso facilitara su destrucción.

Constantinopla. Detalle de los contrafuertes de Santa Sofía.Para completar la obra del cerco alrededor de la ciudad entera, por las amplias costas de sus territorios se construyeron murallas costeras enormemente eficaces, de menor envergadura, ya que eran alrededor de 13 kilómetros de un muro único de 12 metros de alto, pero con la inmensa ayuda de la inaccesibilidad gracias a la presencia del mar y de la flota, y defendido por unas 300 torres aproximadamente.

Pero los defensores de 1453 eran tal vez menos de 8.000, si imaginamos que había nada menos que casi 500 torres para ocupar en la defensa total del perímetro de la ciudad, podemos suponer que esa gran extensión de formidables murallas también supuso un enorme problema para las tropas que protegían la ciudad, ya que cubrirlas con la suficiente cantidad de gente y con suficientes proyectiles para arrojar habrá sido una de las mayores preocupaciones del emperador y sus generales.

La carencia de una enorme flota, como en siglos pasados, también supuso un gran problema a solucionar por los defensores de Constantinopla, pero cuando la gran cadena del Cuerno de Oro fue burlada por el camino terrestre de la armada de Mahomet II, esto también significó mucho más trabajo para el emperador y los suyos.

Por otra parte, las enormes piezas de artillería puestas en juego por Mahomet II jugaron una carta fundamental a favor de los asaltantes, ya que con los formidables proyectiles empleaban una táctica de tiro muy eficaz, disparando a la base de las murallas hasta obtener un boquete de varios metros, y luego afinando el tiro en una línea vertical que así, al unirse con la abertura de la base, provocaba el derrumbamiento de una buena parte del muro, y obligaba a concurrir allí a todo un destacamento para luchar y a muchos hombres para reconstruir con diversos materiales el agujero.

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