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Los africanistas

Humorada cómico-lírica en un acto, dividido en tres cuadros (consecuencia de El dúo de la africana)

Gabriel Merino

Enrique López Marín



portada



PERSONAJES
 
ACTORES
 
MARIANITA.SRTA. PRADO.
LA SEÑÁ CONCHA.SRA. CORREA.
COLASA.SRTA. L. RIAZA.
ZERDEIRA1.SR. RUILOA.
EL ALCALDE.SR. SOLER.
PEREA.SR. BARRAYCOA.
TELMO,   sacristán.SR. CORBELLE.
CIRIACO,   el albéitar.SR. ORTIZ.
ALFORJA,   el pregonero2.SR. CANEJA.
GUARDIA CIVIL 1.ºSR. CARMELO.
GUARDIA CIVIL 2.ºSR. PASTOR.
MOZO 1.ºSR. TORRECILLA.
MOZO 2.ºSR. LORENZO.
Mozas y Mozos del pueblo.



ArribaAbajoDedicatoria

Al eminente maestro Fernández Caballero


Creemos firmemente que el éxito delirante alcanzado por estos pobres Africanistas de Pucela se debe única y exclusivamente a usted, y fuera una ingratitud manifiesta no dedicarle íntegra la parte moral que pueda correspondernos, por pequeña que ésta sea, que lo es.

Acéptela, pues, en testimonio de la admiración, cariño y respeto que le profesan sus buenos amigos.

Merino y López Marín.



 

La acción se supone en Pucela, pueblo imaginario de Aragón, y en la época actual.

 




ArribaAbajoActo único


ArribaAbajoCuadro I

 

Plaza de un pueblo a todo foro. A la izquierda, casa con puerta practicable. Derecha, posada con este rótulo:

 

imagen


Escena I

 

ALFORJA, Coro general; luego TELMO por la casa izquierda.

 
 

(Música.)

 
CORO
Señor Telmo, señor Telmo,
no se quiere despertar.
Señor Telmo, señor Telmo,
¡vaya al diablo el sacristán!
En este sitio nos ha citado  5
para decirnos yo no sé qué,
mas por las señas no ha despertado
y es necesario subir por él.

ELLOS
      Señor Telmo.

ELLAS
      Salga pronto.  10

ELLOS
      Señor Telmo.

ELLAS
      Salga ya.

TODOS
Vamos pronto, señor Telmo,
no nos haga usté esperar,
que nos tiene usted a todos  15
llenos de curiosidad.

TELMO
¡Va!, ¡va!, ¡va!, ¡va!
No es preciso ese alboroto,
por lo menos para mí;
es que estaba en ropa blanca,  20
disponiéndome a salir.
Y desde hoy en adelante
os conviene no olvidar
que con el primer aviso
se levanta un sacristán.  25

CORO
      Todos estamos
       a su servicio.
¿Qué es lo que ocurre?
       Dígalo ya.

TELMO
      Voy a decirlo.  30

CORO
Hable usted pronto,
calme usted nuestra curiosidad.

TELMO
   Callaos, muchachos,
   y no alborotar,
   que voy a contaros  35
   la gran novedad.
Según dicen los papeles
de la prensa de Madrid,
se ha estrenado una zarzuela
que ha dao mucho que decir.  40
El albéitar, que la ha visto,
nos armó to este jollín
y el señor Alcalde quiere
que se represente aquí.
Para esto ha fundado  45
esa sociedad,
de la que son socios
tos los del lugar.

CORO
Tos los del lugar.

TELMO
Y para los gastos  50
de esa gran función,
ha sacado a todos
la contribución.

CORO
Y para los gastos
de esa gran función,  55
ha sacado a todos
la contribución.

TELMO
Es El dúo de la Africana
lo que aquí se ha de cantar,
y de vírgenes vosotras  60
os tenéis que disfrazar.

ELLAS
¡Cómo voy a hacer de virgen!

TELMO
Eso yo os lo enseñaré.

ELLOS
¿Y nosotros?

TELMO
De salvajes,
que, sin duda, lo haréis bien.  65

ELLAS
Salvajes, ¡qué gracia!
¡Qué bien vais a estar!

TELMO
Plumas de gallinas
os adornarán.

ELLAS
Os adornarán.  70

ELLOS
Yo haré de salvaje.

ELLAS
Eso lo sois ya.

ELLOS
Pero tú de virgen,
por más que lo estudies
nunca lo serás.  75

CORO
¡Ay, qué gusto será,
sin igual diversión!
Deseando estoy ya
el hacer la función.

 

(Hablado.)

 

TELMO.-  ¿Os vais enterando?

ALFORJA.-  ¿Yo? ¡De na!

TELMO.-  Porque tú eres muy bruto.

ALFORJA.-  Es que a éstos les ha pasao lo que a mí.

TELMO.-  Porque son paisanos tuyos.

ALFORJA.-  Güeno. Pero, ¿de qué se trata?

TELMO.-  De hacer aquí una comedia que se llama El dúo de la Africana.  (Pausa)  ¡Bueno! Claro... ¡Os quedáis en ayunas!... Vosotros no sabéis quién fue la Africana, ni lo que es un dúo.

ALFORJA.-  Pero explíquese usté.

TELMO.-  A eso voy..., es decir, a eso vengo... Veréis. Allí sale primero un tío que creo que es empresario de ópera.

ALFORJA.-  Bueno.

TELMO.-  Éste tiene una hija que está enamorada del tenor y a la que le hace el amor otro.

ALFORJA.-  ¿Otro tenor?

TELMO.-  No, otro de la compañía. Pero el tenor le hace cocos a la Africana, mujer de uno que no quiere pagar a nadie. Luego salen unas chicas que hablan mal de todo el mundo.

ALFORJA.-  ¡Serán toas boticarias!

TELMO.-  Bueno; y después salen otra vez y cantan, y hablan allí de sus cosas y se arma un lío; porque, según me ha contado Ciriaco, el albéitar, que es el único que lo ha visto, la tiple le falta.

ALFORJA.-  ¿Al albéitar?

TELMO.-  No, hombre, al bajo; y el tenor quiere escaparse con no sé quién. Pero el empresario, que es un vivo, hace que no ve nada. Entonces el tenor y la tiple se aprovechan, porque ella y el bajo tienen celos de la hija del director, que es amante del barítono.

ALFORJA.-  ¿El director?

TELMO.-  ¡Y dale! ¡La hija! Viene en esto la madre del tenor y paga dos mil pesetas para que no dejen a la Africana cantar con el otro, a lo que se oponen la hija y el barítono; pero la tiple rabia porque el director de la madre del bajo arma un lío horrible con el empresario. ¿Comprendéis?

ALFORJA.-  ¿Yo? ¡Ni una palabra!

TELMO.-  Claro, como que es un lío.

ALFORJA.-  ¡Otra! ¿Pus cómo lo vamos a entender, si empieza usté diciendo que es un lío?

TELMO.-  Después de todo, no hace falta para nada que os enteréis; pero a mí el Alcalde me ha encargado de las masas.

ALFORJA.-  ¿De las masas?

TELMO.-  Sí, hombre, sí; las masas corales.

ALFORJA.-  ¿Qué será eso?

TELMO.-  El coro, el baile, las vestales...

ALFORJA.-  ¿Y pa qué tanta masa?

TELMO.-  Porque hace falta.

ALFORJA.-  ¿Y qué son masas bestiales?

TELMO.-  ¡Tú sí que eres bestia, Alforja! Pues vestales son vírgenes del templo de Vesta.

ALFORJA.-  ¿Toa la vida?

TELMO.-  ¡Claro!

ALFORJA.-  ¿Y no hacían más que eso?

TELMO.-  Nada más.

ALFORJA.-  ¡Panolis!

TELMO.-  Bueno, pues esta tarde tengo que daros un buen jabón, porque ya me ha dicho Ciriaco lo que he de hacer. ¡Y a éstas ya les dirá la mujer del albéitar lo que tienen que ir cosiendo y arreglando para la función!

TODOS.-  ¡Sí, sí, eso!

TELMO.-  Hacen falta muchos trajes. A vosotros os vestirán de salvajes.

ALFORJA.-  ¡Oye! ¡Vamos a estar bien!

TELMO.-  Muy dentro del tipo. Os pondrán muchas plumas.

ALFORJA.-  ¿A dónde?

TELMO.-  En... Ya os dirán dónde... Largo de aquí. Esta tarde nos reuniremos en casa del Alcalde.

TODOS.-  Bueno, hasta luego.  (Mutis por distintos lados.) 



Escena II

 

TELMO, a poco EL ALCALDE, de la posada.

 

TELMO.-  Milagro será que este jaleíto no me cueste a mí salir de la parroquia, porque la verdad es que está completamente abandonada. Pero yo le tengo mucha afición a las cosas del teatro. ¡Hombre, aquí viene el Alcalde!

EL ALCALDE.-   (Con un saco al hombro.)  ¡Hola, Telmo!

TELMO.-  Santos y buenos, señor Alcalde.

EL ALCALDE.-  ¿Le has dicho a esos...?

TELMO.-  Ya están avisados. ¿Qué trae usted ahí?

EL ALCALDE.-  ¡Qué sé yo! La mar de arrumacos pa la junción.  (Sacando del talego lo que indica el diálogo.) ¡Estas colleras pa la que haga de Fricana! Me las ha vendío un baratero de la feria que para aquí.  (En la posada.) 

TELMO.-  Muy bien.

EL ALCALDE.-  Y aquí plumas. No hay pavo ni pollo en too el pueblo que no se haiga quedao a cuerpo. Avichucho que cojo lo desnúo. Eso acabo de hacer con el ganso del posadero.

TELMO.-  La verdad es que el albéitar ha tenido una idea buena.

EL ALCALDE.-  Por primera vez en su vida, porque mía tú que el albéitar tiene mala idea.

TELMO.-  No, pues ahora es la primera vez que da en el clavo.

EL ALCALDE.-  Me paice que no se quejarán del Alcalde de Pucela.

TELMO.-  ¡Quia! ¿Y qué tal va la sociedad de Africanistas?

EL ALCALDE.-  Mu bien. Se ha suscribío lo prencipal del pueblo, a pesar de que yo sigo sin entender lo que senifica Molusco.

TELMO.-  ¡Nelusko, señor Alcalde!

EL ALCALDE.-  Lo mismo da. ¡Tampoco lo entiendo! Pero, en fin, estoy dispuesto a fermentar en el pueblo la afición a las comedias.

TELMO.-  A mí no se me ocultan los inconvenientes que ofrece el pensamiento.

EL ALCALDE.-  Denguno.

TELMO.-  ¿Dónde se va a hacer la obra?

EL ALCALDE.-  Pero, ¿hay que hacer obra en algún sitio?

TELMO.-  Quiero decir la función.

EL ALCALDE.-  ¡Ah! Pues en metá la sala de sesiones del Ayuntamiento. Ya mandao que quiten aquellos cacharros y que vayan poniendo to lo que haga falta.

TELMO.-  Bueno; pero, ¿y el reparto?

EL ALCALDE.-  Eso no sé; pero si aquí no hay reparto, se manda hacer uno.

TELMO.-  Me refiero a la distribución de los papeles.

EL ALCALDE.-  Hombre, eso el albéitar, que es el que corre con to.

TELMO.-  Pero es que hace falta mucha gente.

EL ALCALDE.-  No será mucha. ¿No decís que es un dúo?

TELMO.-  ¡Claro!

EL ALCALDE.-  ¿Pues entre cuantos se canta un dúo?

TELMO.-  Hasta la presente, entre dos. Pero luego hay otra porción de papeles necesarios.

EL ALCALDE.-  A ver.

TELMO.-  Verá usted. El tenor.

EL ALCALDE.-  ¿Quién es el tenor?

TELMO.-  Un tal Frasco de Goma.

EL ALCALDE.-  Pues tú haces el frasco ese.

TELMO.-  Bueno; el bajo.

EL ALCALDE.-  Alforja el pregonero.

TELMO.-  Ése es tartamudo.

EL ALCALDE.-  Eso no se le ha de notar después que se pinte la cara.

TELMO.-  Pero si tiene que hablar mucho.

EL ALCALDE.-  Que no hable, porque es muy bruto y no va a decir más que burrás.

TELMO.-  Si es de la obra.

EL ALCALDE.-  Se quita. Y si no, tú dices el papel y él sale de bajo.

TELMO.-  Yo hago el tenor.

EL ALCALDE.-  Bueno, pues no digas na y así no se enteran de lo que haces tú.



Escena III

 

Dichos y CIRIACO.

 

CIRIACO.-  Pero... que muy buenos días.

EL ALCALDE.-  ¡Hola, Ciriaco! Vienes mu a propósito. ¿Qué hay?

CIRIACO.-  Pues hay... que no hay Africana, y que sin tiple no podemos hacer na. He ido a ver a la boticaria...

EL ALCALDE.-  Pero ésa es muy rubia.

TELMO.-  Claro, y la Africana tendrá que salir muy negra.

CIRIACO.-  Eso no era inconveniente, porque ya me había dicho ella que se pintaría la cara con extracto de regaliz.

EL ALCALDE.-  Pues ya está.

CIRIACO.-  Sí, pero el boticario dice que no quiere que su mujer haga títeres.

EL ALCALDE.-  ¡Habrá salvaje!

CIRIACO.-  Y el ama del cura...

EL ALCALDE.-  A ése le atropello por lo de ayer.

CIRIACO.-  ¿Qué ocurrió?

EL ALCALDE.-  Que no sé por quién se ha enterado de que en esa función salen obispos y sacerdotes... y sin encomendarse a Dios ni al diablo, va ¿y qué hace? Sube al púlpito y excomulga a tos los de la sociedad por... sarcrófagos.

TELMO.-  ¡Por sacrílegos, señor Alcalde!

EL ALCALDE.-  Lo mesmo tiene.

CIRIACO.-  Bien; pero el caso es que no hay tiple, y es lo principal.

EL ALCALDE.-  ¡Hombre, pues suprimía la tiple estaba to arreglao!

CIRIACO.-  Se desbarata el argumento.

EL ALCALDE.-  Bueno, y el argumento, ¿no se podía suprimir?

TELMO.-  ¡Quia, hombre!

EL ALCALDE.-  Porque... ¿quién hace de argumento?

CIRIACO.-  De eso nadie; pero, ¿y de característica?

EL ALCALDE.-  ¿De qué?

CIRIACO.-  De madre del tenor.

TELMO.-  La señora alcaldesa.

EL ALCALDE.-  No sirve.

TELMO.-  ¿Por qué?

EL ALCALDE.-  Porque mi mujer no es madre de nadie.

CIRIACO.-  Bueno, pero puede serlo.

EL ALCALDE.-  Pues, ¿a cuándo aguarda?

CIRIACO.-  Digo, que puede hacer ese papel.

EL ALCALDE.-  Pero es que a mí no me gusta que la Concha haga papeles y, además, que en su vida las ha visto más gordas y no va a saber hacer de madre.

CIRIACO.-  Yo la ensayaré.

EL ALCALDE.-  Te advierto que es mu acémila.

CIRIACO.-  No le hace.

EL ALCALDE.-  ¿En qué quedamos, le hace o no le hace?

CIRIACO.-  Digo, que no importa que sea algo torpe.

EL ALCALDE.-  ¡Güeno, güeno! Si no hay otro remedio, que haga de madre, pero yo... no me encargo de eso. ¿Qué tiene que sacar?

CIRIACO.-  Ya se lo he dicho yo a ella esta mañana. Un bolso de mano, en el que lleva el dinero, que luego ha de dar al empresario.

EL ALCALDE.-  ¡Ah! Pero, ¿hay que dar dinero a alguien?

CIRIACO.-  ¡Sí, hombre, sí!

EL ALCALDE.-  ¿Mucho?

CIRIACO.-  Tres mil pesetas.

EL ALCALDE.-  ¡Tres mil pesetas! Vaya, pues se acabó la sociedá; yo no doy tres mil pesetas aunque me emplumen.

CIRIACO.-  ¡Pero si es figurado, señor Alcalde!

EL ALCALDE.-  ¡Ah, menos mal! Con el dinero pocas bromitas, ¿eh?

CIRIACO.-  Y diga usted, señor Telmo, ¿cómo va esa masa?

TELMO.-  Muy bien.

EL ALCALDE.-  ¿Qué masa es ésa?

TELMO.-  Es la reunión de voces que cantan al unis.

EL ALCALDE.-  ¿A quién?

CIRIACO.-  Al unis.

EL ALCALDE.-  ¿Otro argumento?

TELMO.-  ¡No, hombre, no! Al unis quiere decir a la vez.

EL ALCALDE.-  Güeno;  (A CIRIACO.)  pues tú, a buscar la tiple;  (A TELMO.)  tú, a liarte con la masa del unis ese, y yo, a seguir recolectando cacharros.

CIRIACO.-  Me parece que no perdí el viaje a la cabeza del partío. Puse bueno al asno del secretario, asistí al parto del registrador y me aprendí de memoria El dúo de la Africana.

TELMO.-  Tres pájaros de un tiro. Vaya, yo voy a reunir al coro para que lo aprendan bien.

EL ALCALDE.-  ¿Y lo aprenderán?

TELMO.-  Éste me ha contado lo que dicen y yo lo he puesto en verso. De modo que todo es cuestión de machacar.

EL ALCALDE.-  ¡Pues machaca, hijo, machaca! A la paz de Dios.

TELMO y
CIRIACO.- 
Hasta luego.

 

(Mutis cada uno por su lado.)

 


Escena IV

 

MARIANITA, PEREA y ZERDEIRA, por el fondo izquierda, deteriorados, vacilantes y con la mar de líos, espadas, sacos de noche, etcétera. ZERDEIRA saca un serpentón «auténtico», es decir, que suene.

 
 

(Música.)

 
ZERDEIRA
¡Los tres!...

PEREA
¡Los tres!...

MARIANITA
¡Los tres!...

TODOS
¡Que ves
 80
son tres artistas
que ayunan hace un mes!

ZERDEIRA
¡No hay tres!...

PEREA
¡No hay tres!...

MARIANITA
¡No hay tres!...

TODOS
¡Que vivan de milagro
como éstos que aquí ves!  85
Somos de los cómicos la flor,
somos de un talento sin igual,
siempre que trabajo lo hago yo
      con mucho aquél,
       con mucha sal.  90
Vamos de la gloria siempre en pos,
nunca por fortuna estamos mal,
       y causamos con razón
       entusiasmo colosal.
      Y es natural.  95
      Los tres que ves
       son tres artistas
que ayunan hace un mes.

MARIANITA
Yo soy la tiple, y no es que quiera
ponerme moños por presumir;  100
mas tengo un pico como un canario,
y lo que canto se puede oír.

ZERDEIRA
Yo soy un bajo de mucha fuerza,
lo más profundo que vio la luz,
y aunque el acento se me conoce,  105
me toman todos por andaluz.

PEREA
Yo, caballeros, sin darme bombo,
soy un prodigio de habilidad...
Un tenorcito que el do de pecho
lo da sin grande dificultad.  110

TODOS
Y así logramos ser aplaudidos
los tres unidos como nos ves,
y así en sainetes, como en revistas,
no hay tres artistas como estos tres.

 

(Hablado.)

 

PEREA.-  ¡Ea! Pues ya estamos en... ¿Dónde estaremos ya?

MARIANITA.-  El sitio es lo de menos.

ZERDEIRA.-  ¡Justo, lo primero es el lastre!  (Señalando al estómago.) 

PEREA.-  Ésa es una posada.

MARIANITA.-   (Leyendo.)  «Carbón y otros comestibles. ¡Hay mulas!».

ZERDEIRA.-  Sí, hay mulas; lo que no hay es...  (Indicando dinero.) 

MARIANITA.-  ¡¿Qué habrán dicho de nosotros en Majalandrín?!

PEREA.-  Perrerías, hija.

MARIANITA.-  ¡Este Zerdeira es tan desahogado!

ZERDEIRA.-  ¡Toma! ¿Y qué íbamos a hacer? Con el dinero del abono pagamos los atrasos que teníamos...

PEREA.-  ¡Claro, y si dábamos las funciones ajustadas, nos volvíamos a atrasar!

ZERDEIRA.-  Por eso lo mejor fue apelar a la fuga.

MARIANITA.-  Sí, pero en cuanto se hayan enterado de nuestra huida mandarán a la Guardia Civil que nos busquen.

PEREA.-  ¡Pues trabajo le mando a la benemérita!

ZERDEIRA.-  Afortunadamente, escapamos de noche para no provocar un conflicto de orden público...

PEREA.-  ¡Ay! ¡¿Quién fuera orden público?!

MARIANITA.-  ¿Para qué?

PEREA.-  Porque es lo primero que procura mantener el Gobierno.  (Bostezando.) 

ZERDEIRA.-  ¡Lo cierto es que se deja sentir la necesidad de un bistec!

MARIANITA.-  Ahí vienen dos.  (Mirando a la derecha.) 

PEREA y
ZERDEIRA.- 
¿Dos bistecs?

MARIANITA.-  No, dos hombres que parecen de pueblo.

PEREA.-  ¡Hija, de pueblo son todos!



Escena V

 

Dichos, EL ALCALDE y ALFORJA con chismes y sacos.

 

ZERDEIRA.-  Servidor de ustedes. ¿Tienen la bondad de decirme qué pueblo es éste?

EL ALCALDE.-  ¿Éste?... ¡Pucela!

MARIANITA.-  ¡Uy, qué cosa más rara!

PEREA.-  Pucela, Pucela... no me suena.

MARIANITA.-  Tendrá pocos vecinos, ¿eh?

EL ALCALDE.-  ¡Oye, Alforja!... Pocos, dice. ¡Doscientos con alcalde y to!

ZERDEIRA.-  El Alcalde será muy bruto, como de costumbre.

EL ALCALDE.-  ¿Bruto?  (Suelta los sacos y va hacia ZERDEIRA.)  ¡Verá usted si es bruto!  (Amenazándole.) 

PEREA.-   (Interponiéndose.)  Cálmese usted. La intención del señor no ha sido ofenderle. Preguntaba, porque el alcalde del pueblo que hemos dejado era una caballería..., mejorando lo presente.

EL ALCALDE.-  ¿Pus de dónde vienen ustés?

MARIANITA.-  De un pueblo muy indecente.

ZERDEIRA.-  De Majalandrín.

EL ALCALDE.-  ¿De Majalandrín?

PEREA.-  Sí, señor.

EL ALCALDE.-  Pus el alcalde de ese pueblo es tío mío,  (Muy indignado.)  y a mi familia no hay quien la falte delante de mí. ¡De modo que ahora mismo los tres a la cárcel!

ZERDEIRA.-  ¡Pero, hombre!  (Suplicando.) 

MARIANITA.-  ¡Por Dios, señor Alcalde!  (Suplicando.) 

PEREA.-  No hay motivo...

EL ALCALDE.-  ¡Na, na, a la cárcel por insultaores!

PEREA.-  Señor Alcalde, mire usted que nosotros somos inofensivos; que somos tres cómicos infelices capaces de todo menos de ofender a la autoridad.

EL ALCALDE.-  ¡Que son ustedes cómicos!  (Muy asombrado.) 

ZERDEIRA.-  (¡Ahora es cuando nos cuelga!)

PEREA.-  ¿No puede usted consentir eso tampoco?

EL ALCALDE.-  Pero... ¿los tres?  (Más que antes.) 

LOS TRES.-  Sí, señor.  (Con pena.) 

PEREA.-  Ésta es la tiple, éste es el bajo y yo el tenor.

EL ALCALDE.-  ¡Haber empezado por ahí! ¿Lo ves tú, Alforja? Hablando se entiende la gente. ¡Ya está aquí to el argumento que nos hacía falta!

MARIANITA.-  ¿Dios mío, qué irán a hacer con nosotros?

EL ALCALDE.-  ¡Güeno, pues ustés no se van de aquí aunque lo mande a ecir el propio Gobernaor de la provincia!

ELLOS.-   (Asustados.)  ¿Cómo?

EL ALCALDE.-  ¿Ustés sabrán lo que es El dúo de la Africana?

PEREA.-  ¡Si nos lo sabemos de memoria!

ZERDEIRA.-  (¡Mentira!)

EL ALCALDE.-  Pus no hay más que hablar.

PEREA.-  En Madrid lo hemos hecho doscientas noches... sin intervención del delegado.

MARIANITA.-   (A PEREA.)  ¡Pero, Perea, por Dios!

PEREA.-   (A MARIANITA.)  Calla, tonta, tú verás.

EL ALCALDE.-  Lo van ustés a hacer aquí con tos los del pueblo.

ZERDEIRA.-  ¡Magnífico!

EL ALCALDE.-  Y no se ocupen ustés de na. Oye, Alforja, entra en la posá y dile a Caifás que prepare un buen alojamiento a estos señores.

ALFORJA.-  Güeno.  (Mutis.) 

EL ALCALDE.-  ¿Porque ustés traerán hambre?

ZERDEIRA.-  ¡¡Horrible!!

PEREA.-  Sí, señor, bastante apetito. ¡Yo me siento famélico!

EL ALCALDE.-   (A ZERDEIRA.)  ¿Y usté también se siente... famélico?

ZERDEIRA.-  No, señor. ¡Yo soy de la provincia de Lugo!

EL ALCALDE.-  Güeno, pues a dejar esos trebejos y al ensayo.

ZERDEIRA.-  Pero, señor Alcalde, usted comprenderá que las contratas de los artistas exigen ciertas formalidades...

PEREA.-  Calla, Zerdeira, no vengas ahora con pretensiones, ya que el dignísimo Alcalde de esta muy ilustre villa de Pucela ha tenido la bondad de contratarnos con cinco duros diarios de sueldo para que hagamos en esta localidad el incomparable, el nunca bastante aplaudido, el inmortal El dúo de la Africana!

EL ALCALDE.-  ¡Recontra! ¡Habla usté mejor que el sacristán, que es cuanto se pue icir!

PEREA.-  Gracias, señor Alcalde.

EL ALCALDE.-  Pero eso de los cinco duros...

PEREA.-  Lo he dicho para adelantarme a los deseos de usted.

EL ALCALDE.-  Pus no se adelante usté más, ¿eh?

MARIANITA.-   (A ZERDEIRA.)  ¿Lo ves? Dios aprieta, pero no ahoga.

ZERDEIRA.-  ¡Pues esta vez si se descuida un poco, nos estrangula!

EL ALCALDE.-  ¿Conque hace mucha hambre?

PEREA.-  Sí, señor, mucha.

EL ALCALDE.-  Güeno, pues entonces ahora mismo...

ZERDEIRA.-  Eso es... ¡A comer!

EL ALCALDE.-  No, ahora mismo a mi casa a ensayar. Quiero que hablen ustés con el albéitar para arreglar to lo necesario y, después, tranquilamente, vienen ustés y... ¡devoran!

PEREA.-  ¡Nos partió!

ZERDEIRA.-  Es que mi estómago se resiste.

EL ALCALDE.-  ¿Qué importa? Aquí donde usté me ve no he tomao nada desde las diez.

PEREA.-  ¡Pero, hombre, si ahora serán las once!

EL ALCALDE.-  ¿Y qué tie que ver eso pa que yo no haiga tomao na desde las diez?

MARIANITA.-   (A PEREA.)  Resignémonos.

PEREA.-  No hay más remedio.

ZERDEIRA.-  ¡Estamos a sus órdenes!  (A PEREA.)  Yo prometo que la cuenta de la comida ha de importar bastante.

PEREA.-  ¿Qué va a importar? ¡Quia! ¡Lo que es a nosotros no nos importa nada!

EL ALCALDE.-  Güeno, güeno, poco a poco.

LOS TRES.-  ¿Qué?

EL ALCALDE.-  ¿Será verdá que son ustés cómicos?

PEREA.-  Pero, ¿no lo ve usted?

ZERDEIRA y
MARIANITA.- 
Sí, hombre, sí.

EL ALCALDE.-  ¡A probalo!

PEREA.-  Pero, hombre, ¿nos quiere usted calar?...

EL ALCALDE.-  ¡Ah, pus claro!

PEREA.-   (A ZERDEIRA y MARIANITA.)  ¿Y qué hacemos?

ZERDEIRA.-  No sé.

MARIANITA.-  Ni yo.

PEREA.-  ¡Ah, sí! Aquella descripción musical...  (ZERDEIRA y MARIANITA asienten.)  Oiga usted  (A EL ALCALDE.)  un número de nuestro repertorio.

EL ALCALDE.-  Güeno. A ver.

 

(Música.)

 
 

(Mucha mímica en todo este número.)

 
ZERDEIRA

 (Imitando el trombón.) 

¡Po! ¡Po! ¡Po! ¡Po! ¡Po! ¡Po! ¡Po!  115

MARIANITA

 (Imitando el flautín.) 

¡Tipiri, tipiri, tipiri, ti!

PEREA

 (Imitando el cornetín.) 

¡Tarará, tatá, tatá, ta!

MARIANITA
¡Pi, pi!

PEREA
¡Ta, ta!

ZERDEIRA
¡Po, po!

TODOS
      ¡Racataplón!

ZERDEIRA
   Ahora sale el bajo  120
   embozado así.

  (Se emboza en el saco o levita blanca u otra prenda rara.) 


MARIANITA
   Y la tiple tiembla
   y pretende huir.

PEREA
   Pero de improviso

 (Coge una espada.) 

    sale allí el tenor  125
   y la emprende a palos
   con el seductor.

 

(Al pegar a ZERDEIRA con la espada da a la tiple.)

 
MARIANITA
   ¡Ay!

PEREA
¿Eh?

ZERDEIRA
¡Oh!

MARIANITA
   Viene una escena
   de mucho fuego,  130
    en que la tiple
   pide perdón.

PEREA
   Y yo, furioso,
   pido su sangre.

ZERDEIRA
   Y el bajo pide  135
   la extremaunción.

MARIANITA
   Pero mis quejas
    calman su ira.

PEREA
   Le echo un requiebro
   con gracia y tal.  140

TODOS
   Y ya repuestos
    se hacen las paces
    y la alegría
   es general.

MARIANITA
Y cantando yo un rondó.  145

PEREA
Y bailando yo un chotís.

MARIANITA
Nos aplauden al final.

ZERDEIRA
      ¡Qué infeliz!
      O nos silban,
      que es igual.  150

MARIANITA
Es un baile original.

PEREA
Con un paso de mistó.

MARIANITA
Porque hacemos siempre el paso.

ZERDEIRA
Eso mismo digo yo.

PEREA
No hay quien resista al verme aquí  155
cuando a abrazarla voy así.

MARIANITA
Y entonces yo procuro huir.

ZERDEIRA
Y al escapar me abraza a mí.
Y él se enfada y se alborota
y me llama a mí animal.  160

MARIANITA
¡Ja, ja, ja!

PEREA
¡Quita allá!

ZERDEIRA
Y el efecto es colosal.

PEREA
Mas pongo yo gran interés
cuando a abrazarla voy después;
hago un seasé, la cojo así...  165

MARIANITA
Y al terminar me abraza al fin.

ZERDEIRA
Pero interpongo el serpentón

 (Haciéndolo.) 

y el efecto es colosal,
y es más grande la ovación.

TODOS
      Sí, señor,  170
y es más grande la ovación.

MARIANITA
   Yo le expreso así mi amor.

PEREA
   Contestándole yo así.

LOS DOS
   Que es un modo original.

ZERDEIRA
      Sí, señor,  175
   el lenguaje universal.

MARIANITA
Media vuelta por acá.

PEREA
Y otra media del revés.

LOS DOS
Damos luego vuelta y media.

ZERDEIRA
Y así nos suelen poner.  180

PEREA
      Pero logramos
      la ovación
       en este paso
       tan guasón.

MARIANITA
      Y al abrazar  185
       sin intención...

ZERDEIRA
      Suele abrazar
      al serpentón.
Y él me insulta y me acrimina
y me llama fantasmón.  190

MARIANITA
¡Ja, ja, ja!

PEREA
¡Quita allá!

ZERDEIRA
Y es bonita situación.

PEREA
No hay quien resista al verme así
cuando a abrazarla voy después;
hago un seasé, la cojo así...  195

MARIANITA
Y al terminar me abraza al fin.

ZERDEIRA
Es una notabilidad
que hizo siempre sensación
y alcanzó celebridad.

TODOS
      Sí, señor,  200
y alcanzó celebridad.

 

(Durante todo este número y en la redova con que termina, los artistas han de hacer distintos pasos de baile, cuando el cantable lo indica. Algunos detalles de precisión van indicados en la partitura para facilitar el estudio, sin embargo de cuanto pueda ocurrírseles a los directores de escena para dar mayor relieve cómico al terceto. Queda, pues, encomendado a la discreción de todos.)

 
 

(Hablado.)

 

EL ALCALDE.-  Mu bien, ma gustao. Sí, señor, está bien.

MARIANITA.-  ¿Podremos al menos dejar estos equipajes en la posada y arreglarnos un poco?

EL ALCALDE.-  Sí, hombre, sí; pero de seguida a mi casa. Alforja les enseñará el camino.

PEREA.-  Descuide usted.

ZERDEIRA.-  (¡Bendito sea El dúo de la Africana!)

PEREA.-  ¡Amén!  (Mutis por la posada.) 



Escena VI

 

EL ALCALDE y LA SEÑÁ CONCHA, por la izquierda con un bolso en la mano.

 

LA SEÑÁ CONCHA.-  Vengo buscándote.

EL ALCALDE.-  ¿Pus qué hay?

LA SEÑÁ CONCHA.-  ¡Me he encontrao al secretario y dice que se acaba de recibir un oficio del Gobernaor en que te ponen como chupa de dómine!

EL ALCALDE.-  ¿Por qué?

LA SEÑÁ CONCHA.-  Por la mar de cosas. Dice que ya se sabe el resultao de las elecciones y que han ganao toos...

EL ALCALDE.-  ¡Me alegro!

LA SEÑÁ CONCHA.-  Tos los de oposición.

EL ALCALDE.-  Di que estaba yo ocupao con esto, que si no...

LA SEÑÁ CONCHA.-  Además, que denguno de los reclutas que han sido llamaos se ha incorporao.

EL ALCALDE.-  ¡Claro, como que me hacen a mí falta pa este lío de El dúo!

LA SEÑÁ CONCHA.-  Que se ha recibío una queja del maestro diciendo que el dinero que debía ser pa él se está gastando en cosas pa la junción.

EL ALCALDE.-  Naturalmente.

LA SEÑÁ CONCHA.-  Y que desde que el albéitar anda en estos trotes se está desarrollando una porción de epidemias entre el ganao.

EL ALCALDE.-  ¡Enseguida vamos a dejar nosotros esto, pa ver si tienen calentura los animales!

LA SEÑÁ CONCHA.-  Y además...

EL ALCALDE.-  ¡Güeno, güeno, déjame en paz! ¡Yo me empeñao en que se haga El dúo y soy aragonés! ¿Pa qué es ese bolso?

LA SEÑÁ CONCHA.-  Porque ma dicho el señor Ciriaco que lo tengo que sacar en la comedia con dinero.

EL ALCALDE.-  ¡Ah! Es verdad, ya no me acordaba. Toma, mete ahí esos cuarenta duros que tienes que dárselos no sé a quién... pero de mentirijillas, ¿eh? ¡No vayas a soltárselos de verdá, que tú eres mu animal!  (Saca un bolsillo muy largo de anillas y se los entrega.) 

LA SEÑÁ CONCHA.-  ¡Descuidia, hombre!

EL ALCALDE.-  Y vámonos, que ya deben estar las masas ensañando.  (A la puerta de la posada.)  ¡Oye, tú, cómico! ¡A ver si tengo yo que venir por vosotros con una vara!  (Mutis izquierda. Orquesta.) 



 
 
MUTACIÓN
 
 



ArribaAbajoCuadro II

 

Telón corto. Interior de la casa de EL ALCALDE.

 

Escena VII

 

TELMO y Coro general.

 
 

(Música.)

 
TELMO
      Vamos, muchachas,
      mucha atención,
       que éste es el coro
      de introducción.205
      Entráis vosotras
       y me contáis
       por qué al ensayo
       tarde llegáis.
      Vamos a ver,210
      porque este numerito
       ya lo debéis saber.
ELLAS
      Pues siga usted,
       que lo sabemos
      va usted a ver.215
      Comí a las siete
un cacho inmenso de bacalao.
ELLOS
      De bacalao.
ELLAS
      Que estaba duro
como un demonio y muy salao.220
ELLOS
      Y muy salao.
      De allí a muy poco
estaban todas con sed rabiosa
      y las llevamos
a que tomasen alguna cosa.225
ELLAS
      Si a usted le ofrecen,
       teniendo sed,
       unas copitas,
      ¿qué hiciera usted?
TELMO

 (Hablado.) 

      ¡Pues bebérmelas!230
CORO
      Cuando acabamos
dieron las cuatro de la mañana,
      y dando tumbos
y revolcones fuimos a casa.
      ¿Cómo es posible235
      venir a tiempo
      con tanto vino
       como bebí?
      Yendo de juerga
       toda la noche,240
       ya usted comprende
      que no dormí.
TELMO
Muy bien dicho, y sin tropiezos.
Es muy fácil, ya lo veis.
Ahora cambia ya el motivo,245
conque a ver si no os perdéis.
ELLAS
Todas las de este coro
       somos bestiales,
que mantienen el fuego
       sin abrasarse.250
Y con tanta destreza
      nos arreglamos,
que, aun jugando con fuego,
      no nos quemamos.
      Por si se apaga255
      nuestro carbón,
    aquí traigo la yesca
       y el eslabón.

 (Enseñándolo.) 

En mi fuego el cigarro
se enciende muy bien.260
ELLOS
¡Ay, qué bien!, ¡qué placer!,
en tu fuego encender.
ELLAS
Con soltura y precisión

 (Sacando chispas de los pedernales, pero a compás.) 

yo manejo el eslabón
y, si a usted le falta fuego,265
se lo ofrezco, desde luego,
con buenísima intención.
Cosa igual no puede haber,
y es tan grande mi poder,
que a los fósforos desbanco270
y a los puros del estanco
sólo yo los hago arder.
ELLOS
El cigarro encenderé
en el fuego de tu amor
y, si de este fuego275
guardas el calor,
tú te abrasarás
si me abraso yo.
CORO
Con soltura y precisión,
manejando el eslabón,280
puedo/pueden darles mucho fuego,
que ofrecemos/que aceptamos, desde luego,
con buenísima intención.
Llama igual no puede haber,
porque llega hasta encender285
esos puros de tercera
que usa la Tabacalera
para hacernos padecer.
Nunca jugar con fuego
       ninguno debe,290
porque puede ocurrirle
       que al fin se queme.
ELLAS
Yo en mi fuego no me abraso,
      pero suele suceder
que los hombres echan chispas295
cuando quieren encender.
ELLOS
Por lo tanto, ten cuidado,
no te vayas a quemar,
que ésa es una quemadura
muy difícil de curar.300
       No te alejes, no.
ELLAS
       ¡Déjame marchar!
ELLOS
      Ven cerca de mí.
ELLAS
      ¡Eres un truhán!
 

(Hablado.)

 

TELMO.-  ¿Lo veis? Esto va como una seda.



Escena VIII

 

EL ALCALDE y CIRIACO, por el foro.

 

EL ALCALDE.-  ¡Hola, hola! ¿Qué tal va eso?

CIRIACO.-  Muy bien.

EL ALCALDE.-  ¡Malegro! Vamos ahora a la repartición de billetes. A ver tú, Colasa, ¿cuántas entrás quieres?  (Sacando un paquete.) 

COLASA.-  ¡Pus yo... cinco!

EL ALCALDE.-  ¡Allá van!

COLASA.-  ¿Cuánto es?

EL ALCALDE.-  ¡Diez riales y el sello movible!

COLASA.-  ¡Eso es muy caro!

EL ALCALDE.-  Si creerás tú que la Fricana se pue hacer de balde.

COLASA.-  Es que yo debía entrar sin pagar na con la familia, porque pa eso me he quitao el refajo.

EL ALCALDE.-  Pa abultar menos, ¿eh?

COLASA.-  ¡No, señor, pa que lo sacara la triple!

EL ALCALDE.-  ¡Vaya, to sea por Dios y por el refajo! Dame dos pesetas y en paz!  (Se las da.) 

MOZO 1º.-  ¡A mí deme usté dos tabloncillos de sombra!

EL ALCALDE.-  ¡Pero cacho de bruto! ¿Crees que el Ayuntamiento es una plaza de toros fuera de los días de sesión?

MOZO 1º.-  ¡Güeno, pus deme usté dos delanteras de Ayuntamiento!

MOZO 2º.-  Y a mí una silla, pero de las anchas.

EL ALCALDE.-  Vamos, una albarda, ¿verdá?

MUJER 1ª.-  ¡A mí dos entradas!

MUJER 2ª.-  ¡A mí cuatro!

MUJER 3ª.-  ¡Y a mí siete!

 

(Confusión y gritería.)

 

EL ALCALDE.-  ¡Vaya, se acabó! Toma tú.  (Al MOZO 2.º Entraide en ese cuarto y repártelas tú.

MOZO 2º.-  Güeno.

EL ALCALDE.-  Y a ver si te engañan.

 

(Mutis el Coro izquierda.)

 


Escena IX

 

EL ALCALDE, TELMO, CIRIACO, a poco MARIANITA, PEREA, ZERDEIRA y ALFORJA por la primera derecha.

 

CIRIACO.-  Lo que yo temo es que falte algo, porque son tantos los cachivaches que se necesitan...

EL ALCALDE.-  Pus eso, los cómicos lo dirán, porque más saben ellos que nosotros. ¿Cómo no habrán venío ya?

TELMO.-  ¿Qué cómicos?

EL ALCALDE.-  ¡Anda! ¿No sabéis na? Pues unos que han llegao de Majalandrín y los he contratao yo pa que nos ayuden.

CIRIACO.-  ¡Magnífico!

EL ALCALDE.-  ¡Aquí están!

 

(Entran los tres cómicos con ALFORJA.)

 

PEREA.-  Buenas tardes, señores.

CIRIACO.-  ¡A la paz de Dios! Vienen ustedes como ladrillo en el ojo de boticario.

EL ALCALDE.-  A ver, díganos ustés los atrefatos que hay que buscar pa eso de El dúo.

TELMO.-  Eso, que no falte nada.

EL ALCALDE.-  ¿Qué es lo que ustés nesecitan?

ZERDEIRA.-  Pues en primer lugar... unos cuartos.

EL ALCALDE.-  Pa vestirse, ¿verdad?

PEREA.-  No, señor, en metálico.

MARIANITA.-  ¡Vamos, algún dinero, es la costumbre!

EL ALCALDE.-  ¡Ah!... ¡Luego hablaremos de eso!

ZERDEIRA.-  ¿Luego?...

PEREA.-  ¡Pues, mire usted, señor Alcalde, nos hace usted muy mala obra!

EL ALCALDE.-  ¿Mala obra? ¡Peores las harán ustés por ahí!

TELMO.-  Lo importante es saber los adminículos que hay que buscar.

PEREA.-  Pues, mire usted, estas cosas hay que hacerlas bien.

EL ALCALDE.-  Eso quiero yo.

PEREA.-  Ante todo, ¿está arreglado el reparto?

EL ALCALDE.-   (A CIRIACO.)  Tú, ¿está arreglado... eso?

CIRIACO.-  Con ustedes, sí, señor.

EL ALCALDE.-   (A PEREA.)  Que sí, señor.

MARIANITA.-  Bueno, ¿hay segundo apunte?

TELMO.-  No se ha pensado en eso.

EL ALCALDE.-  ¿Que no? Pues se hace uno en seguida.

MARIANITA.-  Entonces, ¿quién va a dar los paños?

EL ALCALDE.-  Eso cualquiera; tú, Alforja, pídele a mi mujer una rodilla.

PEREA.-  No, hombre... A ver si nos entendemos. Mire usted, el primer cuadro es un telón corto.

CIRIACO.-  ¿Telón corto dice usted?

EL ALCALDE.-  ¡Sí, hombre, sí, no seas torpe! Un telón que no llegue al suelo pa que se vea por debajo to lo que hay detrás, ¿no es eso?

ZERDEIRA.-  No, señor, es un telón que cae en primer término...

EL ALCALDE.-  En primer término... lo que vas a hacer tú es callarte, porque lo estás enredando to.

ZERDEIRA.-  Bueno.

PEREA.-  El caso es que como no habrá allí telar, ni peines, ni bambalina de aire...

EL ALCALDE.-  Sí, hombre, sí... No busques tú también dificultades. ¡Hay de to! Bandolina, aire y peine, ¿verdad, Ciriaco?

CIRIACO.-  ¡Sí, señor, hay de to!

MARIANITA.-  De modo que la ropa puede subir y bajar.

EL ALCALDE.-  ¿La ropa de quién?

MARIANITA.-  De la embocadura.

EL ALCALDE.-  Hombre, todo será hasta que se le tome la embocadura.

PEREA.-  Bueno, pues entonces en el momento de empezar, se da fuego a la batería.

EL ALCALDE.-  ¡Caracoles! Pero, ¿me van ustés a bombardear el monicipio?

MARIANITA.-  Habla de la luz de las cajas.

EL ALCALDE.-  ¡Ah! Pues la luz de las cajas pue hacerse con las mismas cerillas.

ZERDEIRA.-  (¡Es más bruto que el de Majalandrín!)

PEREA.-  Otro tiene que encargarse de las mutaciones.

EL ALCALDE.-  ¿Y qué es eso?

ZERDEIRA.-  El cambio de decoración, señor Alcalde.

EL ALCALDE.-  Bueno, pero pa eso, ustés avisarán.

PEREA.-  Sí, señor. Y se hace en dos tiempos: prevención y ejecución.

EL ALCALDE.-  Comprendío, comprendío.

ZERDEIRA.-  De manera que en cuanto yo dé la señal...

EL ALCALDE.-  ¡Toos a la prevención!

PEREA.-  Además, uno tiene que dar voces dentro.

EL ALCALDE.-  ¿Dentro de dónde?

MARIANITA.-  En el foro.

EL ALCALDE.-  Pues, eso, Alforja. Oyes, entérate y no vayas a echarlo a perder. Te metes donde dice esta señora y empiezas a dar gritos.

PEREA.-  Eso es: les dice usted al Coro «prevenidos para un rumor», les da usted el pie...

EL ALCALDE.-  ¡No, eso no! Porque yo sé lo que son y como se les dé el pie se toman la mano.

ZERDEIRA.-  (¡Pues, señor, con este hombre no se puede hablar!)

PEREA.-  Aquí la lástima es no tener orquesta para el momento culminante, que es la entrada del metal.

EL ALCALDE.-  ¿Y qué hace falta pa eso?

PEREA.-  Cuanto más metal hubiera, mejor.

EL ALCALDE.-  Pus no hay que apurarse; yo me encargo de reunir too el metal que encuentre por el pueblo y en cuanto ustés digan... ¡arriba con too!

MARIANITA.-  Se refiere a los instrumentos, a la orquesta, que dice una frase en la mayor.

EL ALCALDE.-  ¿En la mayor qué?

TELMO.-  Señor Alcalde, la es una nota musical.

EL ALCALDE.-  ¿Sí?

TELMO.-  Y ésa otra.

EL ALCALDE.-  ¿Cuál?

TELMO.-  ¡Sí!

EL ALCALDE.-  Pero, ¿cuál?

TELMO.-  Pues el .

EL ALCALDE.-  ¡Ah! Claro. Este año, como soy primerizo, estoy algo torpe, pero palque viene os doy lecciones a toos.

MARIANITA.-  Otra cosa, Perea: ¿han pensado en la concha?

EL ALCALDE.-  ¡Anda! ¡Ya pue que esté vestida! ¡Ésa no se descuida, no!

ZERDEIRA.-  Pero, ¿de qué está vestida?

EL ALCALDE.-  ¡Otra! Me han dicho éstos  (Por CIRIACO y TELMO.)  que mi mujer hacía de madre de no sé quién...

MARIANITA.-  ¡No es eso, digo la concha del apuntador!

PEREA.-  Mire usted, un agujero que se hace en el suelo; por ejemplo, éste. ¿Ve usted?  (Señalando la concha.) 

EL ALCALDE.-  Güeno, pus haremos un ajuero en el salón de sesiones.

CIRIACO.-  Basta de conversación y a ensayar.

TELMO.-  La música ya casi la saben.

CIRIACO.-  Y el libro, como lo he arreglado yo en papeles según me iba acordando..., con leer lo escrito, ya está.

EL ALCALDE.-  Pero, ¿y si alguno pierde los papeles?

CIRIACO.-  Pues, ése, que se las componga como pueda.

TELMO.-   (Puerta izquierda.)  Vamos, ya pueden venir las masas.

 

(Sale el Coro general.)

 


Escena X

 

Dichos y Coro general.

 

EL ALCALDE.-  ¡Y a ver qué tal lo hacís, que estoy yo delante!

CIRIACO.-   (A MARIANITA, PEREA y ZERDEIRA.)  Vaya, aquí tienen ustedes sus papeles.  (Entregando a cada uno una hoja.) 

TELMO.-  ¡Prevenidos, y mucho ojo, que yo no puedo dar las entradas!

EL ALCALDE.-  De eso se encargará Alforja, que estará en la puerta.

TELMO.-  Oído a la caja.

PEREA.-  (¡Perdonadlos, Señor, que no saben lo que se hacen!)

 

(Música.)

 
TELMO

 (A MARIANITA.) 

Usted es la primera305
que sale a cantar.
PEREA
Y yo la acompaño.
EL ALCALDE
No faltaba más.
TELMO
El coro en seguida
se da a murmurar.310
ZERDEIRA
Y viene la jota,
que es lo principal.
CORO
Empiece ya,
venga de ahí.
ZERDEIRA
Yo no sé, ni me figuro,315
lo que va a salir de aquí.
EL ALCALDE
Pues bien, que escomiencen,
no hay más que dicir.
MARIANITA
      Yo soy la tiple
       de esta partía.320
TODOS
      Y está la pobre
       desconocía.
PEREA
      Yo de esta trinca
      soy el tenor.
TODOS
      Y tiene un pico325
       muy superior.
MARIANITA
      Soy andaluza,
       nací en mi tierra.
PEREA
      Yo, aunque baturro,
      nací en Chinchón.330
ZERDEIRA
      Yo soy gallego
      jacarandoso
      y coquetón.
MARIANITA
Yo nací muy chiquitita,
como todo el mundo nace.335
CORO

 (Marcándose un bolerito.) 

Ha nacío muy chiquitita,
pues lo mismo nací yo.
MARIANITA
Y quedeme huerfanita,
es decir, sin pare y mare.
CORO

 (Marcándose un bolerito.) 

Se quedó ya huerfanita.340
¡Ay, qué pena y qué dolor!
MARIANITA
No tengo pare, no tengo mare
y ni un perrito pa que me ladre.
       No tengo pare.
       No tengo mare.345

  (Muchas veces.) 

EL ALCALDE.-   (Hablado.)  ¡Bueno, pues que pare, que ya lo hemos oído!

CORO
Se asegura que el gobierno
      está muy mal.
Y que tiene una mieditis
      colosal,
porque en Cádiz y en Pamplona,350
la Coruña y Barcelona,
hay tumulto colosal.
ZERDEIRA
   Yo no tengo dientes.
PEREA
   Somos dos tirantes.
ZERDEIRA
   Tan hambrones somos...355
LOS DOS
    Como fuimos antes.
MARIANITA y
PEREA
No me mires por Dios,
      amor mío,
que, al mirarme, me da
       escalofrío.360
No me mires así,
porque está el otro ahí,
y si te mira y te ve,
te dará un puntapié.
CORO
Se asegura que el gobierno365
       está muy mal,
porque tiene una mieditis
      colosal,
y que quieren levantarse
       de una vez370
en Vitoria y en Pamplona
      y en Jerez,
y en Sevilla, la Coruña
      y en León,
Albacete, Cartagena375
       y Alcorcón,
y en Valencia y en Segovia
      y Santander,
en el Rastro y Lavapiés.
PEREA
   Africana barbiana,380
    flamenca y gitana.
MARIANITA
   ¡Ay, baturro gracioso,
   por Dios, déjame!
PEREA
   Vente conmigo.
ZERDEIRA
   (¡No me la das!)385
MARIANITA
   No puede ser.
ZERDEIRA
   (¡Morto serás!)
MARIANITA
   Que tú eres hombre
    y yo mujer.
PEREA
Vente conmigo, gitana.390
ZERDEIRA
(No hagas caso, que es un animal.)
PEREA
Vente conmigo a Chinchón.
ZERDEIRA
(Yo soy más gracioso y más barbián.)
MARIANITA
Calla, que está mi marido,
no te atice un coscorrón.395
PEREA
Vámonos, bien mío,
vámonos.
MARIANITA
¡No, no!
PEREA
A cantar la jota
entre los dos.
MARIANITA
¡Jamás!
PEREA
Y verás qué cosas400
tan jacarandosas
y tan salerosas
canto yo.
TODOS

 (Pianísimo.) 

¡Calla, por Dios, que me matas!
Vente conmigo a Chinchón.405

TELMO.-   (Hablado.)  ¡Más fuerte! ¡Más, más!

TODOS
¡Calla por Dios, que me matas!
Vente conmigo a Chinchón.
Vente, por fin, amor mío...
 

(Silencio absoluto. Todos abren desmesuradamente la boca como si efectivamente estuviesen en un «imponente calderón».)

 

EL ALCALDE.-   (Sorprendido.)  Pero, ¿qué es esto? ¿Se ha acabao ya?

ZERDEIRA.-  Calle usted, hombre, que estamos en un silencio muy importante.

 

(Al final del número todo Dios baila la jota.)

 
 

(Hablado.)

 

EL ALCALDE.-  ¡Mu bien, mu bien, este escándalo tie que resultar por fuerza!

CIRIACO.-  ¡Vaya, pues no perded tiempo! ¡Cada uno a su quehacer!

 

(Todos dan órdenes a un tiempo, yendo de un lado para otro.)

 

TELMO.-   (Al Coro.)  ¡Vosotros, a vestirse a escape!  (Mutis.) 

EL ALCALDE.-   (A ALFORJA.)  ¡Tú, a la taquilla!

 

(Mutis ALFORJA y el Coro.)

 

CIRIACO.-   (A TELMO.)  ¡Usted, al salón a ver si falta algo!

 

(Mutis TELMO y CIRIACO.)

 

ZERDEIRA.-  (Nosotros a comer.)

MARIANITA.-  Y a probarnos los trajes.

 

(Mutis los tres cómicos.)

 

EL ALCALDE.-  ¡Dios mío, lo que adelanta la cevilización en Pucela!

 

(Mutis EL ALCALDE. Orquesta.)

 


 
 
MUTACIÓN
 
 



ArribaAbajoCuadro III

 

Salón de sesiones a todo foro en la Casa Consistorial. Al fondo, y cubierto con una cortina chillona, un escenario con embocadura muy mal pintada. Por todas partes han de verse, pero sin orden ni simetría, gallardetes, escudos raros, banderines, faroles, velas, quinqués de petróleo, candiles de aceite, cadenetas de papel de colores, etcétera, etcétera. Al levantarse el telón el Coro general, que aparece en escena colocando bancos, sillas, cajones y demás. Mucha animación.

 

Escena XI

 

Coro general.

 
 

(Música.)

 
ELLAS
      Ya llegó la hora
      de ver la función;410
      sólo de pensarlo
      riéndome estoy.
      Todas un buen sitio
      queremos coger,
       antes que los mozos415
       nos dejen de a pie.

 (A ellos.) 

      ¡Déjame este sitio!
ELLOS
      ¡Quítate de ahí!
ELLAS
      Este sitio es mío.
ELLOS
      No, que es para mí.420
ELLAS
      Yo no lo consiento.
ELLOS
      ¡No faltaba más!
ELLAS
      Siéntate, si puedes.
ELLOS
      Ahora lo verás.
TODOS
      Yo llegué primero,425
      yo me he de sentar.
      Ya que estoy sentada/sentado
      pa ver la función,
      déjame que escuche
      con gran atención,430
      porque quiero oírla
      con gran interés,
       y ni una palabra
      quisiera perder.
¡Señor Alcalde! ¡Señor Alcalde!435
Dé usted pronto la señal.


Escena XII

 

Dichos y EL ALCALDE.

 
 

(Hablado.)

 

EL ALCALDE.-  ¿Estamos ya?

TODOS.-  ¡Sí, sí!  (Colocándose en las sillas y bancos, y otros de pie a ambos lados de la segunda embocadura.) 

EL ALCALDE.-   (Dando con la vara un golpe en el teloncillo del fondo.)  ¡Celipeee!... ¡Duro!  (Gritando.) 



Escena XIII

 

Se oye un cencerro y se levanta la cortina, dejando ver el pequeño escenario con tablado a una altura prudencial. La decoración representa una galería de teatro muy mal pintada y con monigotes grotescos que figuran espectadores. Uno o dos bastidores torcidos y pintarrajeados de bermellón, y cuantos detalles puedan contribuir a un conjunto ridículo y abigarrado. Aparecen en la escena MARIANITA y PEREA; ella con refajo amarillo, plumas de pavo y unas colleras de cascabeles al cuello, y él con pantalón encarnado, sombrero de copa, una camiseta de franela y cuantos detalles cómicos sugieran a los artistas y al director su buen criterio.

 


Escena XIV

 

MARIANITA, PEREA, luego ZERDEIRA; después LA SEÑÁ CONCHA y, por último, el GUARDIA CIVIL 1.º y GUARDIA CIVIL 2.º

 
 

(Música.)

 
PEREA
Mia Selika,
io ti adori.
Io ti adori,
mia Selika.  440
Si tu mami
soli ven con miqui
a fuchir.

ZERDEIRA

 (Por el foro.) 

¡Que se acercan los civiles!
Los he visto.

MARIANITA

 (Asustada.) 

¡Siamo tuti
 445
perdutti!

PEREA

 (Asustado.) 

¡Qué ascolto!

ZERDEIRA
El bolsillo con los cuartos
a la vieja le cogí.

TODOS
¡No perdamos un minuto
y escapémonos de aquí!  450

 

(Mutis precipitado por la derecha. EL ALCALDE aplaude frenéticamente y todos le imitan.)

 
 

(Hablado.)

 

EL ALCALDE.-  ¡Recontra, y qué bonito es esto!...

LA SEÑÁ CONCHA.-   (Que sale corriendo y también muy mal vestida.)  ¡Pillo, granuja!... ¡Dame mi bolso!... ¡Que se lleva el dinero!  (Corre tras ellos.) 

EL ALCALDE.-  ¡Muy bien la señá Concha!

 

(Aplausos. Confusión. Pausa. Aparecen en escena el GUARDIA CIVIL 1.º y GUARDIA CIVIL 2.º)

 

GUARDIA CIVIL 1º.-  ¿Dónde está el señor Alcalde?

EL ALCALDE.-  ¡Aquí! ¡Bravo los ceviles, bravo!

 

(Aplauden todos.)

 

GUARDIA CIVIL 2º.-   (Al GUARDIA CIVIL 1.º Pero, ¿qué es esto?

GUARDIA CIVIL 1º.-  ¡Que están locos!

EL ALCALDE.-  ¡Mu propio!

 

(Aplausos.)

 

GUARDIA CIVIL 1º.-   (A EL ALCALDE.)  ¡Dese usted preso!

EL ALCALDE.-  ¡Mu propio!

 

(Aplausos.)

 

GUARDIA CIVIL 2º.-  Traemos orden de llevarle a usted a presencia del señor Gobernador.  (Saltando del segundo escenario a la sala.) 

EL ALCALDE.-   (Muy asombrado.)  Pero, ¿eso es de El dúo?

GUARDIA CIVIL 1º.-  ¡Qué dúo ni qué niño muerto!



Escena XV

 

Dichos y LA SEÑÁ CONCHA muy apurada, por la primera derecha.

 

LA SEÑÁ CONCHA.-  ¡Se han escapado con los cuarenta duros!...

EL ALCALDE.-  Pero, ¿eso no era de la obra?

LA SEÑÁ CONCHA.-  Han desaparecido con el bolso. ¡Ay, ay!  (Le da una convulsión. El Coro se impacienta y prodúcese un tumulto.) 

GUARDIA CIVIL 1º.-  Pero, ¿qué lío es éste?



Escena XVI

 

Dichos y ALFORJA, muy agitado.

 

ALFORJA.-  ¡Tos a la calle!... ¡A la calle!

VARIOS.-  ¿Qué pasa?

ALFORJA.-  Que se ha volcao un quinqué encendío y se han prendío los fuegos artificiales que están aquí debajo.

 

(Se oyen cohetes.)

 

TODOS.-  ¡Ay! ¡Socorro!

 

(Gritería y dispersión general.)

 

GUARDIA CIVIL 1º.-  Pero, ¿quiere usted decirnos lo que ocurre aquí?

EL ALCALDE.-   (Casi llorando.)  ¿Pus no lo ve usté? ¡Que no podemos hacer El dúo de la Africana!

GUARDIA CIVIL 1º.-  ¡Vaya, vaya! Queda usted detenido, y véngase con nosotros ahora mismo.

EL ALCALDE

  (Se adelanta a la batería con el GUARDIA CIVIL 1.º y el GUARDIA CIVIL 2.º, que le cogen uno de cada brazo.) 

¡Me llevan, no es que me voy!
Es imposible por hoy
representar la zarzuela.
¡Pero eso se hace en Pucela
o dejo de ser quien soy!  455







 
 
TELÓN
 
 



Arriba¡¡Muchas gracias!!

Amigos nuestros de Romea:

Si éste hubiera sido el primer estreno de la brillante temporada que venís haciendo, nos hubiera cabido la satisfacción de ser los primeros en deciros muchas cosas bonitas.

Para disfrutar este derecho de primacía es tarde, pero no lo es para señalaros nuevamente nuestra gratitud por el cariñoso interés con que tomáis nuestras humildes coplas.

Conste que habéis dignificado ese teatro -como dice el Doctor Centeno-, que valéis muchas pesetas, que tenéis mucha gracia y que en esta ocasión, mejor que nunca, hemos cumplido nosotros con aquella máxima moral que aconseja reunirse con buenas compañías.

Los nombres de Loreto, Irene, Lino, Soler, Barraycoa, Corbelle, Caneja y demás compañeros mártires tendrán siempre aquí dentro3 un lugar preferente de grato recuerdo.

¡¡Chóquense ustedes y hasta otra!!

Siempre vuestros afectísimos amigos,

LOS DEL LIBRO



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