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La ciudad actual como objeto de reflexión y análisis

Alfredo Rubio Díaz


(Departamento Geografía, Universidad de Málaga)



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Acotamiento general de la ponencia

Resultaría absurdo por mi parte plantear esta intervención como un marco desde donde dar cuenta la innumerable cantidad de contenidos presentes en la cuestión de la ciudad contemporánea. Únicamente acotando la temática, es decir, reduciéndola en un sentido más literal, puedo intentar la arriesgada aventura de dar cuenta de algunos aspectos parciales y fragmentarios del estado de la cuestión.

Mi intervención se sitúa en un plano conscientemente fragmentario: voy a intentar enumerar sobre algunos aspectos que, a mi parecer, son decisivos en lo que podríamos denominar la situación urbana en los países centrales. Esta primera delimitación temática no sirve exactamente para superar los problemas que he enunciado anteriormente. No es posible superar la condición postmoderna del pensamiento, es decir, esa situación que nos obliga a olvidar nuestra propia memoria para pasar a depender de las memorias exentas en un contexto de sobreinformación, literalmente intratable. En la condición postmoderna, el pensamiento aislado de un aislado no puede concluir apenas nada y la única salida enlazaría con la cuestión de un pensamiento en redes (es decir, la posibilidad de un pensamiento no individual).

En ese sentido, parto de una hipótesis difícil de enunciar y contrastar, como ocurre siempre en el ámbito de las Ciencias Sociales: la Geografía Urbana (española) lleva un largo período anclada en una dialéctica negativa que pretende convertirla exclusivamente en una disciplina aplicada.

Por el momento, no creo necesario ahondar en las causas. Sólo quiero decir algo sobre las consecuencias de esa «dialéctica negativa» caracterizada por: la ausencia de investigación básica (cuando la hay es investigación puramente operativa); la ruptura con cualquier pretensión de conocimiento global de la ciudad; la ausencia de creación de nuevos conceptos y recepción acrítica   —456→   de los producidos en otros ámbitos. Mientras, por el contrario, se percibe una cierta incapacidad para tener en cuenta los avances en las ciencias físicas y matemáticas. Dicho de un modo más sintético, la Geografía urbana (española), con las lógicas excepciones, se encuentra en una situación de impasse cuando, históricamente, algunos de sus cultivadores fueron capaces de introducir los «complejos científicos» más significativos de las últimas «revoluciones geográficas».




Pensar y analizar la ciudad


La crisis general del pensamiento como sistema capaz de reflejar la totalidad

J. Racine, analizando la evolución de la Comisión de Geografía Urbana de la Unión Geográfica Internacional, ha llamado la atención sobre el hecho de que, realmente, «nadie de la Comisión haya planteado la idea misma de ciudad y el modo de pensarla y de juzgarla. Ni siquiera en su evolución formal»1. Esta breve cita enuncia ya un estado de la cuestión: la ausencia generalizada de un pensamiento riguroso sobre la ciudad. Por razones obvias no puedo desarrollarlo aquí pero todavía, hasta fechas muy recientes, existía pensamiento sobre la ciudad y dentro del mismo se incluía, necesariamente, un modelo social a modo de referente último2.

Pensar la ciudad, desde cualquier perspectiva y para cualquier interés, implica hacerlo en términos de totalidad o, al menos, reflexionarla con la intención expresa de contener el máximo número de variables significativas. Sin embargo, por lo que atañe a la Geografía urbana, con la crisis del estructuralismo y su versión marxista y de todas aquellas otras posibilidades o vías de pensar con el referente último de la totalidad, desapareció cualquier posibilidad de pensarla, más allá del fragmento.

Como en otros ámbitos disciplinarios, la Geografía urbana abandonó la búsqueda de un pensamiento sobre la ciudad una vez que los modelos analíticos de base cuantitativa fueron cuestionados sucesivamente como incapaces de dar cuenta de la complejidad de lo urbano. Incluso, el rechazo de cualquier modelo, al menos en el caso español, se profundizó con la constatación de que la realidad de la ciudad no era abarcable desde modelizaciones; en todo caso, sólo nos cabía descubrir el modelo de cada ciudad desde sí misma (cada ciudad como modelo de sí misma)3.

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Sin embargo, esta ausencia de interrogación y de superación de la desilusión de los modelos no se ha resuelto mediante el replanteamiento de viejas preguntas y la puesta en escena de otras nuevas. De ahí, resulta un panorama verdaderamente decepcionante: proliferan supuestos conceptos de ciudad que intentan dar cuenta de las evidentes transformaciones actuales (ciudad virtual, ciudad difusa, hiperciudad, ciudad patrimonial, cercada, fragmentada, tecnológica, informacional, divagante, etcétera).

Nos quedamos en un simple constatar que, sólo y exclusivamente la ciudad nuclear, anterior a la explosión de la industrialización y a la hegemonía del sistema capitalista, fue ciudad. Asumiendo los evidentes riesgos que conlleva este planteamiento deberíamos volver a interrogarnos directamente y sin concesiones sobre el concepto mismo de ciudad y de ahí extraer todas las consecuencias. ¿Qué decimos cuando decimos ciudad? ¿Decimos todos lo mismo? ¿Lo que conceptualizamos es aplicable a todos los territorios, a todas las «ciudades»? ¿Podemos hablar realmente de ciudades en los países centrales y, más concretamente en el territorio de la Unión Europea?

La lectura del «Libro Verde» (1990) señala la necesidad de superar el concepto de ciudad puesto que, actualmente está siendo un factor que imposibilita la labor de entendimiento de las transformaciones en curso, sesgándola ideológicamente4.




El corte postmoderno

La reflexión postmoderna y las prácticas postmodernas sobre la ciudad, fundamentalmente las arquitectónicas, incluyendo lo que podríamos denominar, no sin ambigüedad, la Geografía postmoderna en particular, han significado una escisión profunda en el pensamiento sobre la ciudad.

La reflexión postmoderna, al negar cualquier pensamiento de tipo sistemático y globalizador, indujo conscientemente un corte con las elaboraciones anteriores.

El último programa conceptual y operativo sobre la ciudad fue, como es sabido, la Carta de Atenas (el funcionalismo), que introdujo principios de ordenación universalmente supuestamente válidos, con división (de las ciudades) en áreas unifuncionales desde un concepto reduccionista por abstracto de la ciudad. El momento último de su crítica y superación no estuvo en el ámbito de lo que llamamos «Nuevo Urbanismo», en los años iniciales de los ochenta, aunque   —458→   arrancaba de experiencias anteriores5, sino en las elaboraciones teóricas del sociólogo francés H. Lefebvre. Éste, en su momento, en la transición entre los sesenta y setenta, reflexionó, a partir de la transducción, y en el interior de un eje 0-100, cuyo umbral significaba teóricamente la desaparición de la ciudad y la emergencia de lo urbano (de la sociedad urbana) como nueva realidad6.

Esta hipótesis, cuyos límites intentaré poner de manifiesto más adelante, fue criticada tanto por el marxismo-estructuralismo, por entonces dominante en la Sociología urbana y en la misma Geografía urbana. Sin embargo, en términos más profundos, H. Lefebvre, cuyas relaciones con la matemática de la morfogénesis y la cibernética son conocidas, no pudo ahondar más en su hipótesis de disolución de la ciudad y emergencia de lo urbano que definiendo un modo de acercamiento a la ciudad basado en niveles y dimensiones. Quiero decir que, H. Lefebvre sólo pudo llamar complejo a lo urbano pero, en ningún caso, dispuso de posibilidad alguna de superar ese simple denominar para aposentarse resueltamente en la complejidad de lo urbano (la complejidad era nombrable pero no accesible).

Representa, por tanto, un momento último del razonamiento lineal de las ciencias clásicas (los modelos lineales clásicos). Los nuevos paradigmas de la física de los fluidos, de la teoría del ecosistema, de la teoría de la información o de la matemática fractal no estaban disponibles y, por tanto, la complejidad no era accesible.

Estos eslabones no han sido continuados sino que, a la posibilidad de un desarrollo del pensamiento sobre la ciudad, se les han superpuesto los distintos modos postmodernos de pensamiento que, en otro lugar, hemos calificado como «residuos de una situación anterior»7.

Sin embargo, el complejo de los distintos pensamientos postmodernos no sólo ha logrado erradicar cualquier pensamiento sobre la ciudad en términos de totalidad sino que, también, ha inducido consecuencias temáticas muy relevantes a mi parecer:

1. Ha eliminado la relación entre sistema económico y territorio de modo que, la investigación básica sobre las transformaciones y tendencias del sistema capitalista no se ha realizado o, en todo caso, ha quedado en una posición residual y/o marginal.

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2. Las nuevas lógicas (económicas) creadoras de los nuevos espacios y territorios se han situado, en la mayoría de las ocasiones, en un plano difuso/confuso inexplicado e inexplicable, relacionándolas con la supremacía del mercado y el nuevo concepto llave de la eficacia o, finalmente, como consecuencia necesaria de los impactos de las nuevas tecnologías8.

3. Por todo ello, las consecuencias territoriales, urbanas y físicas del neoliberalismo, fase actual del desarrollo capitalista, no se han analizado desde un pensamiento sistematizador y estratégico. Es más, algunas temáticas relevantes, como los problemas de las periferias (sociales), han sido cuando menos radicalmente excluidas de los estudios geográficos, singularmente de la Geografía urbana española.

En todo caso, la Geografía urbana (española) ha estado más interesada en aplicarse al conocimiento de asuntos, temáticas y fenómenos urbanos parciales que en comprender los fenómenos globales inducidos por las tendencias del neoliberalismo.

Las tres cuestiones enunciadas han inducido otras nuevas, más bien relacionadas con los campos de intervención:

  1. Persistencias temáticas: centros históricos.
  2. La supuesta crisis del planeamiento clásico.
  3. La adscripción acrítica al planeamiento estratégico.
  4. El entendimiento exclusivo de la ciudad como recurso (económico).

Sin embargo, a fines de los años ochenta, los debilísimos planteamientos urbanos del pensamiento postmoderno, no pudieron evitar la emergencia de los viejos problemas urbanos, en un contexto generalizado de repliegue de las políticas intervencionistas de los Estados (la crisis del Estado del bienestar). Probablemente pudiéramos encontrar una larga serie de referencias, aunque dos ejemplos concretos pueden ser la base de cualquier interpretación o demostración al respecto: desde el Libro Verde sobre el Medio Ambiente Urbano de la actual Unión Europea (1990) hasta la más reciente Carta Urbanística Megaride 94, que «expresa el pensamiento que tiene la cultura internacional sobre el futuro urbano próximo»9.

Llegados aquí parece oportuno una mirada a los principales componentes del legado postmoderno:

1. La ruptura con el sistema.

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2. La vuelta a la vieja relación entre filosofía y ciudad. Los ejemplos españoles son muy diversos: desde la predecesora «El drama de la ciudad» (Víctor Gómez Pín) a los trabajos de E. Subirats, E. Trías, R. Argullol y José Luis Pardo, este último uno de los filósofos verdaderamente interesado en la Geografía10.

3. La ausencia de cualquier tensión moral. El discurso de la eficacia dejó literalmente fuera de lugar cualquier pretensión sobre el «deber ser».

Nos preguntamos, teniendo en cuenta lo anterior, qué está ocurriendo. Hemos dicho que, H. Lefebvre, en su momento, pudo constatar o intuir la resolución de la crisis del capitalismo como cambio en la organización material de la realidad, dando lugar a las formas emergentes de lo urbano. Las transformaciones del capitalismo avanzado presuponen nuevos patrones en la organización territorial y, por tanto, también en la organización urbana. Podríamos decir, simplificando, que hemos asistido, sobre todo desde la mal llamada «crisis energética», al paso de las economías de escala (economías industriales) a las economías de foco (economías informacionales).

A su vez, estos nuevos patrones de la organización urbana debieran tener sus correlatos cognitivos (planos científicos y teóricos): presuponen la crisis de los sistemas conservativos (sistemas caracterizados por estar aislados de sus entornos y con cantidades constantes de materia y energía) y exigen la incorporación de complejos científicos (conceptuales e instrumentales) procedentes de ámbitos tan diversos como la Física de la termodinámica, la Teoría del caos, la matemática fractal. Concretamente, se trata de introducir, en la medida de lo posible, el concepto de tiempo irreversible, los sistemas de autoorganización, en los que aleatoriedad y casos crean orden. Por tanto, suponemos que los modelos de autoorganización11 se pueden aplicar a las ciudades a partir de los principios de «orden producto de la inestabilidad» y «orden producto del crecimiento aleatorio»12.

El cambio presupone pasar de los sistemas lineales y paralineales a otros capaces de dar cuenta de la complejidad (desde dentro de la propia complejidad). Como ha señalado A. Zaera, «analizar las analogías que existen entre los procesos urbanos emergentes y las formas de conocimiento aparecidas dentro del modelo productivo-económico-cultural del denominado capitalismo avanzado podría explicar el aparente comportamiento "caótico" de la ciudad contemporánea, como parte de un proceso de reformulación de órdenes, más que de su ausencia»13.

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Como hipótesis de trabajo apuntamos las siguientes cuestiones:

1.- La organización más contemporánea del entorno material está creando varias realidades (territoriales, urbanas, supraterritoriales) superpuestas o, mejor, dispuestas a modo de estratos, en evidente interactividad e interrelación, pero con leyes de funcionamiento diferentes. En el territorio y en los sistemas de ciudades estas nuevas realidades en redes focales, verdaderos atractores, crean las topografías y las topologías urbanas emergentes. Sin embargo, sus relaciones no podemos describirlas con los conceptos de viejo cuño, del tipo centro/periferia; con conceptualizaciones duales y lineales incapaces de dar cuenta de lo que viene ocurriendo. El uso de conceptos de este tipo volvería a retrotraernos al ámbito de los modelos lineales de análisis.

2.- La ciudad anterior, lo que H. Lefebvre llamó la ciudad industrial, donde la estabilidad era relativa, pues el tiempo de cambio era lento (tiempo ralentizado); donde las estructuras físicas eran relativamente estables, homogéneas, continuas y jerárquicas; se ve transformada por una dinámica de intensidad desconocida que rompe las topografías y las topologías urbanas y territoriales preexistentes, creando las condiciones de diversificación y de heterogeneidad características de la sobremodernidad. Se rompen los modelos relacionales del tipo centro/periferia, la jerarquización, la homogeneidad, siempre relativa de la ciudad, la continuidad/discontinuidad clásicas (aquella secuencia lógica y perceptivamente constatable de lo urbano, lo periurbano y lo rural).

3.- Estas nuevas dinámicas de intensidad densa, no impiden las viejas dinámicas urbanas y los procesos clásicos de difusión de lo urbano en el territorio pero, al menos hipotéticamente, las articulan de un modo distinto que, probablemente, aún no estamos capacitados para discernir con seguridad.

3.1. Por tanto, cuando no aparecen los nuevos fenómenos, siguen estas dinámicas y estos procesos.

3.2. Cuando coexisten tienden a hacer desaparecer la realidad física, social y cultural anterior.

3.3. Por su parte, en los territorios, sistemas de ciudades y ciudades donde se insertan (en el sentido informático del término) superan (transcienden) todas las realidades urbanas anteriores y los modos de pensar/planificar lo urbano.

Se ha dicho que, unas estructuras rígidas (físicas, conceptuales, jurídicas o sociales, entre otras) no pueden contener una economía líquida (fluida) como la actual. Ésta desborda a aquéllas de diversos modos y, apoyándose en las nuevas tecnologías (recuérdese que estas tecnologías son esencialmente tecnologías de la información), de modo resuelto, aunque este tema de las tecnologías   —462→   como posibilitantes/desencadenantes de los cambios territoriales y urbanos no es nada nuevo.

De este modo, la oposición campo-ciudad hace mucho tiempo que no estructura la dinámica del crecimiento económico. La economía líquida hace ya algún tiempo que tiene su medio en las infraestructuras de transportes y comunicaciones.






Conclusiones


Viejas y nuevas temáticas

La crisis de los modelos lineales, como creo haber mostrado, nos sitúa ante nuevos campos de estudio, investigación y análisis. En primer lugar, si nuestra hipótesis inicial es verdadera, exigirá precisamente su demostración, es decir, se impone un estudio sistemático de lo producido por la Geografía Urbana española en las dos últimas décadas pero con algo más que una simple descripción: se trataría de hacer un análisis desde dentro de los complejos culturales que los han producido y de las condiciones de recepción de los mismos.

El futuro de la Geografía Urbana española dependerá de su capacidad de autoentenderse más allá de su condición de disciplina aplicada. Por tanto, hemos de volver a un ámbito de reflexión científica y a la creación de conceptos capaces de dar cuenta de las transformaciones en curso, mediante modelizaciones dotadas de legalidad científica. Por tanto, el proyecto consiste en reencontrar las fórmulas que nos permitieron alumbrar conceptos: la ciudad como cristalización en el territorio, la ciudad espacio social (producido) o la ciudad espacio vivido.

Esta sugerencia sólo será posible mediante la autoconsideración y el entendimiento social de la Geografía Urbana como disciplina capaz de realizar investigación básica con plazos temporales largos mediante la utilización de las ciudades, total o parcialmente, como verdaderos laboratorios, todo lo cual me parece posible si nos auxiliamos adecuadamente de algunas de las tecnologías disponibles (SIG) y se cuenta con los recursos oportunos.




Crecimiento y desarrollo

Hemos de plantearnos las nociones y los conceptos de crecimiento y desarrollo para crear concepciones concretas, incluyendo el aspecto (parcial) del desarrollo sostenido de las ciudades. Como es bien sabido, la cuestión de las relaciones y oposiciones entre crecimiento y desarrollo fue un tema recurrente   —463→   en la bibliografía y en los debates de los años setenta, arrinconada como temática (y como problema) en los ochenta y vuelto a plantear hoy a través de la noción de desarrollo sostenido aplicado a las ciudades.

El concepto de desarrollo sostenido surgió a fines de los años setenta como intento de superación de la confrontación entre crecimiento y conservación medioambiental. El trabajo de la Comisión Brundland (fines de los ochenta) impulsó su divulgación y difusión entre expertos y organizaciones de todo tipo. Cuando se llegó a la Conferencia de Río de Janeiro (1992), Naciones Unidas disponían de un programa detallado para el desarrollo sostenible14.

Como es lógico no me considero capaz de señalar aquí ninguna definición precisa de los conceptos de crecimiento y desarrollo y, menos aún, de crecimiento (urbano) sostenido. Lo que quiero apuntar es la necesidad de abrir seriamente la investigación y la comunicación de ideas y propuestas (sugerir el debate). Sin embargo, no creo ser contradictorio, si apunto algunas cuestiones que creo relevantes:

1.- Sería deseable una mejor definición del concepto de desarrollo urbano sostenible y su modelización (en términos de complejidad).

Para comenzar, la mayoría de los documentos que he podido consultar hasta la fecha, están en la fase preanalítica del entendimiento lineal de la cuestión, es decir, siguen entendiendo las ciudades como sistemas cerrados, individuales y aislados y no, como todos los datos parecen indicar, integrándolas en sus sistemas de pertenencia, donde son subsistemas. De este modo, sin quererlo, se siguen comportando muchos de los planes estratégicos y de las «cartas verdes» urbanas. Dentro de éstas, la cuestión del desarrollo sostenible parece reducirse a un asunto de parques y jardines. En el caso europeo, donde las políticas con contenidos expresamente urbanos son muy recientes, los instrumentos existentes parecen estar en una línea de comprensión más ajustada.

2.- Si nuestras hipótesis se confirmaran, parece muy improbable la posibilidad de una integración entre crecimiento urbano y desarrollo urbano sostenible. En un contexto de una economía capitalista de la especialización flexible (la economía líquida), de los nodos fractales y de las polarizaciones instantáneas, estas nociones parecen ser contradictorias puesto que, sin duda, no reflejan un cambio de tendencias en el capitalismo y, menos aún, la forma de vincularlo al desarrollo sostenible, con una matriz conceptual radicalmente diferente del análisis clásico del desarrollo económico15.

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3.- El concepto de desarrollo sostenible debe ligarse y debe entenderse dentro/desde el mundo conceptual que lo ha producido (la respuesta al problema de la relación entre crecimiento y protección medioambiental). El concepto, aunque renunciemos expresamente aquí a llenarlo de contenido, contiene una noción de escala o umbral: la escala óptima según la cual la ciudad debe crecer.

En ese sentido, el crecimiento urbano debe contemplarse desde dimensiones y niveles bien diversos, entre los cuales podemos señalar algunos:

a) Su interrelación y dependencia de un sistema global de interrelaciones, jerarquizado que funciona dentro de una lógica de naturaleza caótica.

b) Su relación con el «sistema natural» (ecosistema natural) que no se comporta como un simple abastecedor y con quien mantiene unas relaciones energéticas16.

c) Su condición de crecimiento como sistema (ecosistema) artificial (capital de creación humana). Ésta es una característica esencial que lo relaciona estrechamente con la economía. El crecimiento urbano forma parte del «incremento de volumen de producción física transformada en productos útiles a partir de recursos de baja entropía, tomados del medio ambiente y sucesivamente transformados, mediante su consumo y desgaste, en desperdicios de alta entropía, devueltos al medio ambiente»17.






La sociedad urbana


Un bosquejo de los problemas

En mi opinión, la Geografía Urbana des parece, se autodisuelve, en la medida que olvida o elude la cuestión social. No es irrelevante que, en los últimos años, la Geografía Urbana (española) haya ido perdiendo el referente de los habitantes de la ciudad. Creo que, si analizamos sosegadamente nuestros trabajos e investigaciones, concluiremos que, con las lógicas excepciones, en pocas ocasiones aflora un diagnóstico de la situación social en nuestras ciudades; ni se deduce ni está presente el conflicto social y la larga y persistente temática (real) de las desigualdades socio-espaciales.

Desde la crisis de las geografías radicales los habitantes de las ciudades son estudiados unilateralmente y en relación con ciertas necesidades estratégicas   —465→   de conocimiento (desde la razón instrumental): son consumidores o subconsumidores, viandantes o automovilistas; creadores de flujos o anónimos y activos productores de cronousos; son categorías sociales o profesionales.

Generalizadamente se nos presentan como habitantes del mejor de los mundos posibles y no como resultado de un sistema que los produce y modela, no sin resistencias por su parte. Sin obviar las temáticas de la razón instrumental dominante, propongo ciertos contenidos, a saber:

1. Una vuelta a la ecología humana, incluyendo los análisis de la ecología factorial.

2. Una determinación de las escalas de análisis de la población urbana.

3. Un programa de análisis de los efectos a largo plazo del neoliberalismo, con inclusión expresa de los aspectos macro: aumento de la pobreza y nuevas formas de la pobreza (los riesgos de pobreza en las economías centrales); descenso de las prestaciones sociales y en las dotaciones del equipamiento urbano; nuevas dinámicas de los equipamientos urbanos; concentración de la riqueza y fragmentación social, medidos lógicamente en el plano urbano; ampliación de los problemas de riesgo social y de los sectores afectados por la misma.

4. Un programa que «la vida humana en las ciudades», en cuyo interior nuestra disciplina efectúe una aproximación efectiva a la Sociología (sociologías del riesgo y microsociología) y la Antropología (urbana) en distintos sentidos: como respuesta científica a la paradoja contemporánea según la cual nuestro mejor conocimiento estadístico de lo social (cuantitativo) está acompañado de una notable opacidad e ilegibilidad de los fenómenos sociales.

La microsociología y las sociologías del riesgo18, acompañadas de ciertas técnicas cualitativas de análisis de lo social (redes sociales, grupos de discusión, etcétera), debe permitirnos acceder a un mejor conocimiento de los impactos micro de la organización capitalista de la vida, de notable incidencia en las ciudades y en las perspectivas personales (subjetivas) ante la inconmensurabilidad de la vida urbana postmoderna expresable, como confirma A. Giddens, en la inseguridad ontológica del ser humano contemporáneo y su desanclaje temporal y espacial (disyunción entre espacio y tiempo)19.

Mientras nuestras investigaciones se mueven en el ámbito del fragmento (de la temática parcial) o la opacidad de la gran escala, lo cual no es exactamente   —466→   criticable siempre y cuando seamos conscientes de sus limitaciones), el capitalismo neoliberal (de la desregulación) actúa desde/con una visión global del cambio, que no sólo se presenta como pretensión de modificar las transacciones económicas sino que, quiere modelar los atributos culturales y las motivaciones psicológicas de los individuos.

Al margen de los tres componentes que lo caracterizan (reestructuración empresarial, flexibilidad laboral con bajos salarios y movilidad del capital con desplazamientos constantes de los flujos de capital; su incidencia se prueba en asuntos muy atrayentes para la investigación sociogeográfica de primer y segundo orden: las consecuencias urbanas de la flexibilidad y precariedad en el empleo; el aumento del esfuerzo familiar conjunto para acaparar rentas (aumento del número de trabajadores en cada unidad familiar); la disolución de los lazos personales, de clase y de vecindad; el aumento de los denominados comportamientos desviados y la desaparición del tiempo de calidad, reducido a tiempo residual para el consumo.

Todo ello, actuando conjuntamente, deviene produce fenomenologías sociales e individuales muy concretas: deterioro de las formas conocidas de sociabilidad, creación social de nuevas formas de socialidad, aislamiento personal. Lo transitorio en el mundo laboral y la incapacidad incluso de acceder al trabajo crean formas de vida desarraigadas que induce la crisis definitiva de vertebradores y redes sociales.

En ese contexto, a mi entender, familia y consumo, aislados y en interacción, deben ser aspectos centrales de la investigación geográfica urbana y desde distintas perspectivas:

1.- Los profundos cambios aludidos -como la reorganización del trabajo, la movilidad del capital o la reducción de los salarios- han dado lugar a trastornos psicológicos que han aumentado la violencia doméstica y pública, la sensación de alienación en las personas y los conflictos generacionales.

2.- Las profundas reorganizaciones funcionales que los nuevos espacios del consumo están determinando en las ciudades.




Las ciudades de los espacios acotados

Las ciudades se van conformando como territorios de ruptura con el sentido (social), consecuencia de la combinatoria del par crecimiento demográfico/crecimiento físico de las ciudades con los efectos territoriales y sociales del neoliberalismo. En cuyo interior proliferan «estilos de vida» incomunicados e incomprensibles entre sí que, a su vez, transcurren sobre texturas físicas desiguales.   —467→   Surgen y proliferan los espacios acotados, aislados, con apariencia de independencia, que ponen en duda la existencia real y efectiva de la ciudad como totalidad y hacen imposible cualquier idea o sentimiento (social) de copertenencia.

Los diversos territorios urbanos acotados, componentes de lo que seguimos llamando ciudad, donde ésta desaparece (como ciudad imaginada, recordada, soñada o sentida) forman parte de un espacio abstracto ordenado alfanuméricamente y sólo definible por señales e iconos20 de modo que, podemos hablar de una suplantación del espacio físico por un espacio lógico de los símbolos y señales (una especie de proceso de sustitución ocultante), es decir, una proliferación de no-lugares21.

La coherencia (social), es decir, la necesaria referencia a una globalidad, que ya no es posible deducir o percibir directamente por los ciudadanos, se consigue a través de «las terminales de anuncios a domicilio» y la sustitución de la ciudad por ciertos fragmentos recualificados e iconizados (por ejemplo, determinados hitos, el centro histórico, etcétera).








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