Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —86→  

ArribaAbajo Raquel Saguier: Ficción autorreflexiva y sociocrítica en busca del amor

Sonja M. Steckbauer97


Saguier es, sin duda, una de las más innovadoras narradoras paraguayas actuales. Ha publicado hasta ahora cuatro novelas: La niña que perdí en el circo (1987), traducida al francés y al portugués; La vera historia de Purificación (1989); Esta zanja está ocupada (1994), galardonada con varios premios, entre ellos el Premio Lector; y finalmente La posta del placer (1999), galardonada con el Premio Municipal de Literatura del Paraguay98.

A pesar de que estas cuatro novelas se diferencian tanto en lo que se refiere al estilo como al contenido, tienen algunos rasgos en común, siendo el más destacado una fuerte crítica de la sociedad paraguaya, en especial de la perteneciente a la clase media y alta en Asunción. Esta crítica, que en su totalidad llega a ser denuncia99, siempre se encuentra en el segundo plano de la narración -que es de una historia personal en dos casos y de un crimen en los otros dos-, y nunca es directa sino irónica y da lugar a la risa o, por lo menos, a una cierta sonrisa satisfecha de reencontrarse a sí mismo o a gente conocida. A continuación, se destacarán estos aspectos de la narrativa de Raquel Saguier, poniendo de esta manera mayor énfasis en sus dos últimas novelas, sin dejar de lado las primeras.


Esta zanja está ocupada (1994)

En un primer nivel, se trata de una novela policíaca que se concentra en aclarar el asesinato de Onofre Quintreros quien -en la primera página de la novela- se halla muerto en una zanja de la ciudad de Asunción. Al adentrarse más en la novela, el lector descubre que lo esencial no es encontrar a esa persona, sino que se trata de una denuncia de la sociedad machista de la clase media alta asuncena, en la cual el ser y el parecer difieren completamente el uno del otro. Todas las mujeres que aparecen a lo largo de la novela y que estuvieron en contacto con Onofre lo odiaban lo suficiente como para haberlo matado. Son su esposa Sofía Bernal, que se casó con él para no quedarse solterona; Lumina Santos, que mantuvo con él una relación sexual durante varios años por razones económicas; y finalmente, Leonor, para quien Onofre representó el primer amor y a la vez la máxima decepción. Lo que caracteriza a esta novela es que el lector conocerá a Onofre Quintreros desde varias perspectivas que dan, por tanto, luz a varias facetas tanto de su vida como de la sociedad capitalina. A la vez, esta novela se enfrenta el machismo de manera humorística y a veces cínica.

Con el motivo de la resolución del asesinato, la autora desmitifica paso a paso la vida de este hombre, empezando con su propio pasado: fue criado en un ambiente muy pobre por su madre adoptiva Gumersinda a la que Onofre olvidó inmediatamente después de hacerse una mejor vida en Asunción; vivió en la hacienda del inmigrante alemán don Walter a cuya hija Leonor violó; por último, se casó con la mujer más rica que pudo alcanzar y la engañó tanto como más tarde a su socio Recaredo Anodino Flores. En total, no fue un hombre admirable sino más bien una persona deplorable:

  —87→  

¿Quién lo hubiera sospechado, no es cierto?, que Onofre Quintreros no fuera en realidad el que todo el mundo creía, sino nada más y nada menos que un cabal almacén de complejos, con varios gramos de cobardías, muchas docenas de miedos, y un estante repleto de las dudas que cada uno prefiera. Por lo tanto, sí señor, un firme candidato a la siquiatría.


(Saguier 1994, p. 45)                


Esta descripción del pasado del protagonista lleva a Gabriella Dionisi a la comparación de Onofre con Artemio de La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes (cf. Dionisi 2002), aunque habrá que añadir que, a diferencia de este último, aquí la simpatía del lector se va alejando más y más del protagonista hasta llegar a un menosprecio total. Al final de la novela se vuelve al principio, es decir, Onofre termina su vida donde la empezó: en una zanja de un barrio popular de la ciudad, encontrado por un vendedor ambulante días después de su muerte, y olvidado rápidamente y con ganas por todos.

Toda la novela está escrita en tercera persona por un narrador omnisciente. Sin embargo, no solamente la perspectiva sino también el lenguaje de la narración cambian según lo narrado, y dan de esta manera mucha vivacidad al relato. Tal es así que, cuando se narra el acto sexual entre los esposos Sofía y Onofre, se utiliza un lenguaje tan neutro y frío como la personalidad de Sofía; mientras que en las horas amorosas de Onofre con Lumina el lenguaje es vivaz y divertido, tal como es ella, un lenguaje salpicado de dichos populares:

... porque la que empieza dando un beso acaba por ceder también el queso.


(Saguier 1994, p. 62)                


imagen

Militar (Dibujo de Joel Filártiga).

La siguiente cita, tomada del entierro de Onofre Quintreros, es una prueba más del estilo refinado que domina Raquel Saguier. Se trata de la descripción de Sofía Bernal por un narrador omnisciente impersonal que permite a la vez traslucir la observación por parte de los espectadores y leer los pensamientos de la esposa; después de un salto temporal se llega a la descripción que dará la viuda para explicarle, días después, al comisario su comportamiento en el entierro, y la escena concluye con una aclaración dirigida al lector. Vale la pena citar in extenso para dar una prueba de la riqueza narrativa de Raquel Saguier:

Se armó un ligero barullo a continuación porque ahí estaba nada más y nada menos que la flamante viuda, Sofía Bernal de Quintreros, dentro de una dignidad severamente enlutada: negro el trajecito de dos piezas, negros los zapatos, negra la cartera, renegrido el peinado, y llorando a lágrima viva todas las infidelidades que le adornaban la testa, y de las que prefiero no hablar, señor comisario, al menos por el momento.

Después, de acuerdo con la discreción que le habían inculcado desde niña, se interrumpió bruscamente, enterrando la cara entre los vapores gálicos de un menudo pañuelito, no para reanudar el llanto, como lo supusieron todos, sino para sofocar en privado su primer grito de independencia.


(Saguier 1994, p. 141)                


Esta combinación de diversas técnicas narrativas, en especial el cambio de perspectivas y de tiempos, convierte la solución del crimen en una interesante aventura para el lector en la búsqueda de un culpable -a quien mientras tanto ya no se le echa la culpa sino nomás a la víctima.

El final es tan sorprendente como interesante: Leonor no ha podido olvidar ni superar psíquicamente la violación por parte de Onofre cuando era una niña de 12 años, y vive, como consecuencia, en un manicomio en Asunción. Para ella, la única forma de superar este dolor es inventar la muerte del usurpador Onofre, aunque sea en ficción. Escribe una novela, la que el lector tiene en sus manos. En las últimas páginas se van intercalando cada vez más realidad ficticia y metarreflexión literaria hasta llegar a confundirse. Leonor se escapa del manicomio, ve a Onofre asesinado en la zanja y no sabe si es ella misma la que lo ha matado o la que lo ha inventado, e incluso llega a dudar de su propia existencia:

Porque entre tantas y tan variadas conjeturas cabe también la de que Onofre no pase de ser pura fabulación mía, [...] que hasta se me quita el sueño pensando que yo no soy yo, sino un horrible simulacro, un mero personaje de ficción vaya a saber por quién inventado y, sobre todo, con qué fin.


(Saguier 1994, p. 187)                


La invención y la ficción como necesidad para poder enfrentarse a la vida diaria y a sus obstáculos. Parece ser un camino por el que anda no solamente la autora -del crimen y de la novela- ficticia Leonor en Esta zanja está   —88→   ocupada, sino que toman también las protagonistas de otras novelas de Raquel Saguier, un camino buscado y encontrado en la ficción por la propia novelista. Esta última admitió en una entrevista realizada en marzo de 2000 en Toulouse, Francia, que pasaba muchas horas en su casa por razones personales, y que su salida era la escritura.

A continuación, se ofrece una retrospectiva hacia las primeras dos novelas de la autora, mucho más autobiográficas y de una técnica literaria más simple, pero no menos elaborada, antes de pasar a la última, La posta del placer, que más bien hace pareja con la que se acaba de presentar.




La niña que perdí en el circo (1987)

La primera novela publicada de Raquel Saguier es marcadamente autobiográfica. Describe los pensamientos de una niña que se mira en un espejo o en una fotografía -la portada de la primera edición muestra una fotografía de la misma autora cuando era joven- y reflexiona sobre su propio pasado. Es una retrospectiva en primera persona y narrada en el lenguaje simple e inocente de esta niña, que deja vislumbrar un pasado triste y solitario. La niña se crió con sus dos tías solteronas, extremadamente conservadoras y conformistas, quienes reaparecerán en la siguiente novela de la autora, La vera historia de Purificación y que en algunos aspectos hacen pensar en doña Ángela de la novela La Babosa de Gabriel Casaccia. La niña hace el camino inverso de su historia personal, regresa paso a paso por los tristes corredores de la casa donde pasó su niñez a fin de llegar al principio y, en último lugar, a fin de encontrarse a sí misma. En el último capítulo, logra este objetivo y se produce el reencuentro entre la mujer adulta y la niña, quien es a su vez su propio pasado, puesto que la escritura le ha permitido descubrirse a sí misma. O, en palabras de José Vicente Peiró, se produce el «desdoblamiento» de ambas (cf. Peiró 2001, cap. 2.2.3.).

Pero esta vez no nací de mi madre sino de las entrañas de un libro. Su primer libro. Allí encontre [sic] mis raíces, mi alimento, mi pequeña ración de vida. Ella tuvo que escribirlo, tuvo que abrirse, pujar desde su oscuridad para que yo saliera a la luz.


(Saguier 1987, p. 140)                


Tal como en Esta zanja está ocupada, ya en La niña que perdí en el circo la escritura cumple un rol terapéutico. Así como allá Leonor, aquí es Raquel -autora/protagonista/narradora en primera persona- quien necesita escribir en la oscuridad para aclarar las manchas oscuras de su propio pasado. En los dos casos es una terapia fructífera y una fuerte crítica -que en La niña que perdí en el circo nunca llega a ser irónica o sarcástica- al orden patriarcal tradicional e impuesto, que principalmente se caracteriza por la educación marcada por la diferencia de sexos que ha recibido esta niña y que siguen recibiendo muchas otras. Ésta también será tema de la siguiente novela de la autora, La vera historia de Purificación, con la diferencia de que la protagonista demostrará una incipiente rebelión.

imagen

Raquel Saguier.




La vera historia de Purificación (1989)

Esta novela describe la vida de una mujer joven e infeliz, Purificación, que asume el papel esperado por su esposo y por la sociedad hasta que un día conoce a un joven pianista de quien se enamora. Nuevamente el tema fundamental de la novela es «el duro oficio de ser mujer en una sociedad patriarcal, inficionada de hipocresía y autoritarismo», tal como lo anuncia Osvaldo González Real en el «Prólogo» (Saguier 1989, p. 10). Pero a diferencia de la protagonista de la primera novela de Raquel Saguier anteriormente descrita, en La vera historia de Purificación la mujer logra liberarse de las cadenas impuestas por la sociedad mediante el verdadero amor y la música, las dos fuerzas que comparte con su amante Fidel. Mientras que para la niña de La niña que perdí en el circo, el piano representaba el sueño anhelado, para Purificación éste constituye el cumplimiento de sus deseos.

Al final de la novela, la narradora en primera persona no sabe si el acto de amor con Fidel bajo la Novena de Beethoven fue verdad o imaginación, pero no le importa. Lo importante para ella es que por primera vez se siente libre y feliz:

Y si por casualidad alguien insinuara la sospecha de lo que lo mío ha sido un sueño, o acaso menos que   —89→   eso -[...]-, a ese alguien yo le diría que sí, que es cierto. Es quizá ínfimo lo que de allá traemos, pero a la vez algo precioso. Sobre todo si la cara que soñamos corresponde a la que estamos viendo fuera del sueño.


(Saguier 1989, 173 y s.)                


Todas las protagonistas centrales de las novelas de Raquel Saguier hasta aquí tratadas están en busca de ese algo, que podría resumirse con la palabra «amor», y todas se rebelan contra las estructuras sociales existentes en una sociedad patriarcal, con diferente éxito en ambos aspectos. Mientras que la niña de la primera novela de Raquel Saguier ni siquiera recibe el piano -la metáfora para la libertad-, la mujer de la segunda novela aprende a tocarlo y a gozarlo. Mientras que Purificación experimenta el verdadero amor, por lo menos en el sueño, ninguna de las tres mujeres que tienen una relación sexual con Onofre Quintreros -Leonor, Lumina Santos y Sofía Bernal- aman verdaderamente o son amadas. Sin embargo, dos de ellas son capaces de sacar el máximo provecho de su relación con el hombre, ya sea económica o socialmente. La novelística de Raquel Saguier se caracteriza, por lo tanto, no sólo por la denuncia de la sociedad machista sino más bien por la denuncia de las relaciones amorosas de conveniencia.

Ella [Lumina] responde con valentía al machismo del protagonista, quien la ve como un negocio, pero que se convierte en una empresa frustrada al final porque se revela la superioridad de la mujer sobre el hombre que se complace de su virilidad y desprecia la inteligencia femenina.


(Peiró 2000, cap. 2.2.3.)                


Lo dicho no implica que las novelas de Raquel Saguier dejen un sabor amargo después de la lectura, sino que más bien al contrario, dan lugar a la esperanza: la liberación de «la niña» es retrospectiva y ficticia, la liberación de la esposa Purificación es onírica y musical, y, finalmente, la liberación de las tres mujeres alrededor de Onofre es real y a la vez inventada. En suma, las mujeres logran liberarse de las cadenas impuestas por la sociedad y permiten una visión optimista hacia el futuro.

En la última novela de Raquel Saguier se pone de relieve otra vertiente del amor, el amor pagado, el amor en un prostíbulo, que también tiene su reglamento y pone en tela de juicio al que lo traspasa.




La posta del placer (1999)

Nuevamente se trata de una novela policíaca en la que la narración gira alrededor de la resolución de un «crimen», sólo que no es un crimen en el sentido estricto de la palabra: Nicasio Estigarribia suele ir a un burdel y una vez allí, se retira a un cuarto solo, sin chica, lo único que lleva consigo es un pequeño maletín. Se cuentan seis versiones diferentes del supuesto crimen -«Versión inmediatamente anterior a la versión de la muñeca inflable», «Versión tumultuosa de la muñeca inflable», «Versión del testamento ológrafo», «Versión del autoflagelamiento», «Versión del General Celestino Robles» y finalmente, la «Versión durante la cual se hace un repentino silencio para que "La posta del placer" cuente su historia»- a lo largo de las cuales se revela no solamente la vida de Nicasio sino también la de los otros huéspedes de «La posta del placer» y, en consecuencia, la de cierta parte de la sociedad asuncena.

imagen

La posta del placer. Portada.

Esta novela se puede inscribir en la lista de novelas latinoamericanas donde la narración está ubicada en un prostíbulo, tal como La casa verde de Mario Vargas Llosa o Las muertas de Jorge Ibargüengoitia, para sólo mencionar los dos ejemplos más conocidos. Lo que relaciona la novela de Raquel Saguier con la última mencionada es que en las dos se trata de aclarar un crimen cometido en un prostíbulo -en la novela de Ibargüengoitia se mueren en total seis prostitutas-, pero a diferencia de ésta y otras novelas policíacas, en La posta del placer el crimen sólo existe en la mente de la gente observadora. Es exactamente esa gente hacia donde se dirige la crítica.

El tono de la novela es, en su totalidad, extremadamente irónico, como se nota ya desde las primeras páginas, cuando la dueña del local explica a dos nuevos clientes el reglamento del lugar. Con la misma disciplina de un Pantaleón Pantoja de la novela Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa, doña Coca ha impuesto parquímetros sexuales a la entrada de cada cuarto, «... creados a la imagen y semejanza de los parquímetros callejeros, la diferencia residía en que los suyos se hallaban enteramente pintados de rojo» (Saguier 1999,   —90→   p. 24). A diferencia de las prostitutas de otras novelas paraguayas, como Salu'i en Hijo de hombre de Augusto Roa Bastos o Cipriana Romero en La llaga de Gabriel Casaccia, las dos mujeres que entran en la prostitución como última forma de supervivencia, doña Coca no es para nada digna de compasión100. Y tampoco se le acusa por el negocio que mantiene sino que más bien se destaca la efectividad con la que atrae a sus futuros clientes:

Luego, [...] armó un sigiloso paquete que con toda discreción hizo llegar a los representantes de ambas Cámaras, a los del Cuerpo Diplomático, al sacrificado Cuerpo de Bomberos, y en general a todos los cuerpos que estuvieron listos a disfrutar 40 celestiales minutos en completo regocijo.


(Saguier 1999, p. 189)                


En La posta del placer el verdadero amor no existe; por tanto, el amor que se ofrece en «La posta del placer» es una excelente recompensa. Al final, al esclarecerse la razón de las asiduas visitas de Nicasio -en su cuarto se encuentran algunos poemas escritos por él así como la Divina Comedia-, queda claro que para él la búsqueda del amor lo lleva a su mejor sustitución que es la literatura.

Una vez más en la novelística de Raquel Saguier, el arte -en especial la literatura y la música- le da al hombre lo que no ha encontrado en la vida real: felicidad, amor, libertad. Aquí se halla probablemente el mensaje central de la obra de esta destacada narradora.

Con sus últimas dos novelas Raquel Saguier se presenta como escritora postmoderna que domina perfectamente los parámetros que impone la nueva novelística. Confluyen en ellas heteroglosia con cambio de perspectivas, ironía con parodia, intertextualidad con metarreflexión literaria. A pesar de tratarse de obras elaboradas en cuanto a sus técnicas narrativas permiten una lectura fácil y divertida.

No obstante, sea cual sea la trama de la novela, después de la lectura de una de las novelas de Raquel Saguier -y más aún de las cuatro-, se puede reconocer claramente la preocupación principal de la autora: descubrir las esferas oscuras de la sociedad desde el sentimiento. Esta sensibilidad de la autora le da veracidad a su obra.




Bibliografía

DIONISI, Gabriella, «Denuncia e ironía en las novelas de Raquel Saguier», HISPANORAMA, 98 (2002), pp. 27-30.

PEIRÓ, José Vicente, Literatura y sociedad: la narrativa paraguaya actual (1980-1995), Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, tesis de doctorado, 2001; en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (www.cervantesvirtual.com).

POMPA QUIROZ, María del Carmen, «Imagen de la prostituta en dos novelas paraguayas», Revista Enfoques de Mujer, 4 (1989), pp. 14-17.

SAGUIER, Raquel, La niña que perdí en el circo, Asunción, RP ediciones, 1987 [2.ª ed. 1991; francés: La petite fille que j'ai perdue au cirque, Paris, Éditions du Griot, 1992; portugués: A menina que perdi no circo, Porto Alegre, Mercado Aberto, 1993; 13 reediciones].

SAGUIER, Raquel, La vera historia de Purificación, Asunción, RP ediciones, 1989.

SAGUIER, Raquel, Esta zanja está ocupada, Asunción, RP ediciones, 1994.

SAGUIER, Raquel, La posta del placer, Asunción/Buenos Aires, RP ediciones/Expolibro, 1999.

STECKBAUER, Sonja M., Insel ohne Meer. Prosa Paraguays von 1980 bis 2000, Eichstätt, Universidad Católica de Eichstätt, tesis de postdoctorado, 2001.