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ArribaAbajo Epílogo

Rubén Bareiro Saguier134


Ko ñane retã sorokuemíme, en nuestro pequeño deshilachado y entrañable Paraguay, además de los esporádicos intentos golpistas y de una -felizmente- decreciente tradición de gobiernos autoritarios, tenemos un producto interior bruto no tan significativo como el de otros países del continente, pero digno de consideración. Sin embargo, nosotros mismos rara vez incluimos en las microcifras de la riqueza nacional nuestros mejores exponentes culturales: la lengua guaraní, nuestra música, nuestras artes y el preciado bien que es la literatura. Más rica de lo que se suele pensar -sobre todo por parte de los editores-, algunos fuimos una avanzadilla en su estudio y nos dedicamos, desde el exilio, a difundir las mejores obras y autores y, al mismo tiempo, el conocimiento de nuestra lengua ancestral y viva, que nos otorga signo propio como pueblo y, de cierta manera, se constituye en América como ejemplo de país que asume una lengua amerindia como oficial, al par de la que España nos legó.

Entonces no teníamos tantos autores como ahora. Ni esa riqueza de tendencias visible en sus creaciones. He manejado la cronología de obras narrativas paraguayas publicadas que, con ahínco ejemplar, ha incluido José Vicente Peiró en su magistral tesis doctoral, y pienso en cuántas hubiéramos analizado allá por 1960-70, si hubiéramos sido capaces de difundir el conocimiento de tantos escritores compatriotas en busca de un lector -parodiando a Pirandello-. En Paraguay, ese lapso fue quebrado por el signo del exilio (exterior/interior), reduciendo el empuje de nuestra tarea cultural. Animados por el entusiasmo cordial de un entrañable y fino estudioso precursor, Jean Andreu (profesor en Toulouse-Le Mirail), tratamos de consolidar un grupo de investigación de la cultura paraguaya. Se consiguió. Sin ánimo alguno de arrogancia, trabajamos y abrimos una puerta hasta entonces cerrada en la vieja Europa. Los múltiples encuentros, coloquios, mesas redondas, conferencias, asignaturas en la Universidad Le Mirail, quedaron plasmados en un número especial de la revista de ese centro universitario «Caravelle» (N.º 27/1976). Números especiales de publicaciones similares fueron dedicados a la literatura paraguaya y a su cultura: «Europe» (N.º 494, Paris/1976), «Co-Texte» (N.º 14/1987) Universidad de Montpellier, dirigido por Christiane Tarroux-Follin.

Nuestros estudios han quedado como una referencia que parece no haberse extinguido, a juzgar por las citas de las bibliografías de los trabajos actuales.

Se siguió trabajando, humildemente, con mucha convicción, pese a no tener ningún apoyo de nuestro propio país, inmerso en la oscuridad de la dictadura. Intentábamos encender la luz que en nuestra propia tierra se había apagado. Puedo asegurar que mi trabajo iniciado en la revista Alcor, fundada en 1954 con Julio César Troche, en Asunción de las tinieblas, prosiguió y dio sus frutos apetecibles, aunque lo pagáramos con la persecución, las cárceles, las vejaciones y luego el exilio. Revisamos multitud de aspectos pocas veces tenidos en cuenta o que eran silenciados por el servilismo, con objetividad y sin miedo, y en Francia pudimos escribir con la libertad que nuestro país no nos ofrecía. Por mi parte, era una manera de estar en mi patria desde la lejanía física.

El tiempo ha pasado. Sólo unas décadas y la dictadura contra la que luchamos agonizó, aunque durante los últimos años hayamos contemplado su fantasma y luego sufrido su   —103→   herencia maligna, puesto que no es tan fácil extinguir hábitos de intolerancia arraigados desde hace tiempo en un pueblo que no ha conocido demasiados períodos de convivencia pacífica. Quizá la difícil transición a la democracia no haya satisfecho todos los anhelos de quienes lucharon por su vigencia en Paraguay. Pero mejor es compartir que aniquilar. Lo han comprendido las generaciones más jóvenes, afortunadamente. Y lo comprenderán mejor cuando la reforma de la educación -el proyecto altamente positivo de futuro vigente desde 1994- y en ese marco, la enseñanza bilingüe dé sus frutos patentes.

También pasaron los tiempos en los que con seis o siete nombres cumplíamos la deuda con nuestro país. Estos autores que estudiábamos no han desaparecido, aunque algunos sí lo hayan hecho físicamente. Perviven. Pero no son los únicos. Como tampoco es Francia el único refugio europeo desde el que se estudia la literatura y la cultura de mi entrañable patria en la actualidad.

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Rubén Bareiro Saguier.

Cabe hacer, a esta altura, un rápido recuento del interés iniciado en la Universidad de Toulouse, a partir de los trabajos de Jean Andreu -personales, y los encargados a sus discípulos- ya que me vi profundamente implicado en ellos. Al citado se sumaron progresivamente: Christiane Tarroux-Follin (esta brillante investigadora enseña en la Universidad de Montpellier), Claude Castro, autora de una tesis sobre Caballero, la novela de Guido Rodríguez Alcalá; Dominique Bouzigues-Lamoise, quien defendió una tesis, cuyo título es Memoria y raíces: la obra de Rubén Bareiro Saguier y Gerard Gómez, docente de la Universidad de Aix-en-Provence, quien obtuvo un doctorado con un voluminoso trabajo: El hibridismo cultural de la sociedad paraguaya transcrito por Rubén Bareiro Saguier (1958-1998). Con los arriba citados, a los que se sumaron Iris Jiménez, Carla Fernandes y varios más, se creó la asociación Paraguay Temimbou, que en marzo de 2000 realizó una primera reunión internacional de estudiosos de la literatura y cultura paraguayas en Toulouse, con la participación de los nombrados y de especialistas de otros países europeos.

Por primera vez se contó con la presencia de escritores venidos especialmente de Paraguay para un evento semejante: Raquel Saguier, Renée Ferrer y Guido Rodríguez Alcalá trajeron la voz de la tierra, permitiendo así un diálogo vivo, un intercambio fecundo entre escritores paraguayos e investigadores de sus obras y la realidad cultural de nuestro país. El evento se denominó VOCES DEL PARAGUAY y los temas expuestos por los tres participantes venidos del país fueron: 1) Literatura y cultura, 2) En torno al cuento y 3) Democratización y cultura en el Paraguay. Las ponencias fueron ampliamente discutidas. Como representante oficial y escritor de una promoción anterior, me tocó el cometido de presidir las sesiones y de coordinar las intervenciones del público.

Es de mencionar, en un marco particular, a Milagros Ezquerro, quien fue docente en la Universidad de Toulouse, en la que sostuvo una Tesis de Doctorado de Estado sobre la obra de Augusto Roa Bastos, en especial sobre Yo el Supremo. En su tarea profesoral, Milagros siguió interesándose en la obra del citado novelista, sobre la cual dirigió -y sigue dirigiendo- múltiples tesis. Actualmente Ezquerro es profesora en la Universidad de Montpellier, después de enseñar en la de Caen.

Por otro lado, fue posible editar, en francés, a varios autores paraguayos: Gabriel Casaccia, Augusto Roa Bastos, Elvio Romero y yo mismo. También fueron publicadas tres autoras: Raquel Saguier, la novela La niña que perdí en el circo, Renée Ferrer: Desde el encendido corazón del monte (cuentos ecológicos) y la novela Los nudos del silencio, Lourdes Espínola, dos poemarios: Encre de Femme y Las palabras del cuerpo (Les mots du corps).

Escritores de nuestro país integran múltiples antologías dedicadas exclusivamente a nuestra poesía elaboradas en coautoría con Carlos Villagra Marsal: Anthologie de la poésie paraguayenne du XXème Siècle (bilingüe, español-francés) y Anthologie de la poésie guarani du Paraguay (trilingüe, guaraní, español -traducciones de los autores citados - y francés). Ambas aparecieron en las Ediciones Patiño, en Ginebra.

A propósito del estudio del guaraní, la universidad francesa ha realizado una ingente tarea, gracias especialmente al maestrazgo del profesor Bernard Pottier, estudioso de las lenguas amerindias.

En el Institut des Hautes Études de l'Amérique Latine, primero, y luego en la Universidad   —104→   de Paris X-Nanterre, Bernard Pottier creó una enseñanza de las mismas en el marco de su cátedra de Lingüística. Solicitó mi ayuda; con un asistente, el guaraní se convirtió en la lengua amerindia usada como modelo. La circunstancia me condujo a estudiarla con especial interés; de simple bilingüe, me volví un curioso buceador de mi lengua raigal. Y al poco tiempo, inscribí un tema de tesis: De la literatura guaraní a la literatura paraguaya: un proceso colonial. Con él obtuve posteriormente el título de Doctor de Estado en Letras y Ciencias Humanas.

Cuando se creó el Centro Experimental de Vincennes, en 1969 (Universidad de Paris VIII), bajo la dirección del citado profesor Bernard Pottier se constituyó la Cátedra de Lenguas Amerindias, en la que se enseñaron: el quechua, el náhuatl, el maya y el guaraní. El director del Departamento me encargó de la enseñanza de la última. Con modificaciones, el Departamento sigue existiendo; el guaraní continúa enseñándose, bajo la responsabilidad de Michel Dessaint, que fuera mi asistente en Paris VIII.

De esa larga y cordial tarea salieron varias tesis, libros y artículos, que dan cuenta de un país que con su bilingüismo rinde merecido homenaje a la lengua de sus antepasados amerindios. Cabe citarse la excelente tesis de Michel Dessaint: La langue guarani du Paraguay. Esquisse d'une typologie interne du guarani paraguayen contemporain; la de Silvio Liuzzi: Temps et aspects en guarani; la de Christine Gillard: Le plan d'enseignement bilingue au Paraguay. Incidences sociolinguistiques y la de Delicia Villagra-Batoux: El guaraní paraguayo: de la oralidad a la lengua escrita. Éste es el trabajo más completo y sólido sobre el guaraní paraguayo, desde el período precolonial hasta nuestros días, elaborado con rigor científico por la citada lingüista y filóloga de sólida formación y gran sensibilidad. En todos ellos me tocó el papel de consultor y miembro de jurado.

Mención especial merecen los trabajos de dos antropólogos franceses, Hélène y Pierre Clastres. Éste, además de sus obras sobre la sociedad y el estado de los guaraníes, tradujo al francés el Ayvu rapytá -recogido por don León Cadogan-, la maravillosa cosmogonía de esa cultura, y lo hizo con gran calidad poética y excelentes comentarios exegéticos.

Y paro de contar, inclusive si hay más cosas que decir del interés que, de una u otra manera, nuestra cultura y literatura están presentes en Francia. Ahora que he realizado una apretada síntesis, me doy cuenta de ello.

Pero como decía más arriba, Francia no es el único país que demuestra ese interés. Prueba de ello es la rica antología temática, trabajo ejemplar de Gabriella Dionisi, en Italia. Los excelentes trabajos de Sonja Steckbauer y los del guaraní y su literatura de Wolf Lustig, en Alemania. Y hasta en un escondido país, como Bulgaria, se ha estudiado el cuento paraguayo, de la mano de Reni Marchevska. Ni digamos en Estados Unidos, donde la infatigable y prolífica Teresa Méndez-Faith continúa con su obra proteica, junto a otros calificados profesores como Betsy Partika o Ronald Haladyna. Asimismo, es altamente loable el número especial de la revista Exégesis dedicado a nuestra literatura, que dirigió el profesor Marcos Reyes Dávila, en 1996. O desde nuestros países vecinos, sobre todo Brasil, donde se empeñan en valorar nuestro pasado y nuestro presente con gran rigor, como en el caso del profesor Francisco Doratioto o de Gloria da Cunha Gibbai. Un conjunto de estudiosos que está enriqueciendo nuestra cultura, al que es preciso sumar los esforzados profesores e investigadores de nuestro país, que con tantas dificultades tratan de incorporarse a la tarea, superando esa falta de metodología, de conocimientos y de medios que tradicionalmente hemos padecido. Desde mi país debemos estar orgullosos de que estas tareas puedan ser valoradas desde la inclusión y no desde la exclusión, como se ha venido realizando históricamente. En un mundo donde se presume de que la globalización debe alcanzarse en todos los ámbitos y no sólo en el económico, sería una muy importante propuesta la de crear un vínculo entre todos ellos y una organización que supiera vertebrar su empuje desde factores como la solidaridad y la comunicación entre ellos y nosotros.

La Universidad de Alicante, en España, se ha convertido en un punto de encuentro de los estudiosos paraguayos. Su buque insignia, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, ha permitido que nuestras obras existan. No ya que sean conocidas, sino que simplemente vivan y trasciendan las paupérrimas fronteras literarias de nuestro Paraguay. El portal que ha dirigido José Vicente Peiró -en la senda   —105→   abierta por su magistral tesis- ha sabido aglutinar nuestras mejores creaciones (hasta donde los límites legales y la voluntad de los autores y herederos le han permitido). Las editoriales europeas no han sido generosas en los últimos años, pero al menos el espacio electrónico, incomprensible para muchos, nos ha dado carta de existencia. Me consta, además, que está siendo un estímulo para la creación en el país. Y ahora nos llega América sin nombre. Es un orgullo para nosotros, un país pequeño, que una revista de literatura hispanoamericana nos otorgue un espacio. Que Alicante prosiga a este ritmo y que surjan nuevas «Alicantes».

Me siento partícipe de este esfuerzo. Quizá porque yo padecí y gocé de los terribles sufrimientos del investigador hace unas décadas. En la prehistoria surgió Alcor. Luego pusimos unas raíces en Toulouse, que se expandieron al resto de Francia. Ahora surgen brotes en otros lares. Y me resulta significativo el de España, que casi siempre había circunscrito la literatura paraguaya a un par de nombres, generalmente por su vinculación natal o cervantina. Que me hayan permitido acompañarles en este viaje por la invitación a participar en América sin nombre, es motivo de orgullo y me ofrece el placer de pensar en que aquellos esfuerzos iniciados en los sesenta se han visto recompensados más lejos incluso de donde yo creía que llegarían a ser apreciados.

No sé si Paraguay lo agradecerá pero los paraguayos sí.