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El acantilado y el mar

Renée Ferrer de Arréllaga



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Para
César Enrique,
José Rodrigo,
Eva María
y Juan Pablo,
que me hicieron madre





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ArribaAbajo-I-

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ArribaAbajoNace el planeta


Piedra desmelenada en llamas
huyendo de la elipse
primigenia.
En llamas desprendida,
piedra sola.
Desmemoriada de la gran fogata.
Escapando del ojo elemental a la vida futura.  5

Por el confín del universo
huyendo
hacia su centro,
hacia ninguna parte
y todas,
tras el espacio que se ofrenda entero.

Estallido circular  10
en la lechada abismal de las galaxias.
Hoguera
derribando
coordenadas no escritas con su fuga.

Su paso cincela,
incandescente,
la noche progresiva,
el firmamento.
 15
Firmamento no visto,
presentido,
—14→
no plano,
profundo,
sin fondo, sin linderos
-ni indicios de su nombre-
sin respuestas.  20

En archivos prefijados
de multiplánicos misterios
su flama recorre
y descorre
la soberbia soledad de la negrura,  25
la frente ensimismada de las estrellas.

Perfora el aire abismal
un segundo y lo cierra.
Se inmiscuye
entre el matemático trajinar de los planetas.

Enramada sutil de las constelaciones.  30
Asalto, lucha, placidez
de los inquilinos del zodíaco.

Como una horda en llamas
avanza.
Desde lejos se palpa,
de cerca se distancia.
—15→

La huella del sonido desfallece  35
en el vacío
sin siquiera rozar
los sueños siderales del silencio.

Se esfuman los cometas con sus velos de novia.
Música su trayecto,
su desvanecimiento música.
 40
Instante sonoro que perdura,
audible únicamente donde habita
la desolada y gloriosa virginidad de los astros.

Tropezando a su paso con el desvelo de las Osas,
las torrejas de nata de destituidas lunas.  45
En un punto sin lugar o referencia,
desde un fúlgido arco originario:
el inicio.

Perforando los ojos
de humanidades condenadas al desconocimiento.
Alertando la inconclusa arboleda  50
de los cuerpos celestes.

Por las planicies de soles apagados:
fiebre fugitiva.
Partecita minúscula de un dios despedazado,
encontrando, de súbito, el giro de su órbita.

  —16→  


ArribaAbajoAgua y fuego


Menuda lluvia.
Molienda de agualuz sobre la llama.
Alguien tritura estrellas en lo alto.
Un cedazo de incógnitos celajes va dejando escurrir
un beso de agua sobre la piedra roja.  5

Finísima la lluvia
no la alcanza.
Aborta su frescor en las orillas
de un incendio que anda
con su carga de sol desorbitado.  10

Contienda de elementos esenciales.
Una caricia líquida invade
el quejido estruendoso de la llama.

Desde la eternidad llovizna el tiempo.
Ni almanaques ni péndulos registran  15
el hábito de vestirse
y desvestirse
de la aurora.

Sólo arde la piedra desterrada.

  —17→  


ArribaAbajoAcantilado


Sobre ti nací,
roca sojuzgada.
El diluvio ha sitiado las tiendas de tus llamas.
Varado en ti
recibo
las secretas conversaciones del agua,
la humareda indómita de tu corazón.  5

Sobre ti nací,
fragua salvaje,
de cara al aire,
anclado en tu corteza.
Cegó la niebla mi perfil austero.

Con la impúdica tentación de ser montaña,
acantilado me quedé,  10
casi al ras del agobio de tu vientre apagado.
Desheredado del pasto azul de las estrellas.
Mordido enteramente por las flores del mar.

Emergí del abrazo de las olas:
Aguja de futuro,
pezón de leche antigua,
 15
arco soliviantado de luz,
casto de espuma.

  —18→  


ArribaAbajoHoguera ya rescoldo


Hoguera ya rescoldo,
rescoldo ya ceniza.
Ceniza desvirgada por la flecha del viento.
Viento desparramado
sobre una carencia de nidales.

Remolinos ardidos,
atizados y ardidos.
Confesiones ocultas de la piedra.  5
Más abajo del sol
o más arriba.
Sobre la nebulosa que el rayo descascara.

Rayo desbarrancado
desde la irreconciliable disputa de las nubes.
Nubes  10
¿qué son sino lágrimas del fuego
enjugadas en las mejillas de las brasas?

Brasas que fueron llama,
ascua,
polvo en ofrenda,
elevado.

Petrificada hoguera donde anido.  15

  —19→  


ArribaAbajoEl acantilado y el mar


A ti me sometí,
mar decidido.

       Con mi constancia verdiazul
       salaré tus ocultas tentaciones,
       los desánimos de tu corazón.  5

De frente al aire abierto
ofrezco mi esbeltez
a los arrebatos de las tormentas.

       Te llenaré los poros
       con la plácida arrogancia  10
       de mis mareas.

Te entregaré
mi desflorada claridad
de sol sincero.

       En huecos,  15
       que ni el tiempo lastima,
       se quedará la huella disoluta
       de mi respiración.

Te ofrendaré mis pómulos
para que los pulas  20
con tu lengua incansable.
—20→

       Con ímpetu golpearé tus recintos.
       Con sabiduría invadiré
       la intimidad de tus penumbras.

Nada te diré,  25
pero palpita en mí
que tú me sabes.

       Te sitiaré
       mientras perviva el tiempo.

Tus peces cortejan  30
mi aislamiento.

       Y la saeta
       de mi clarividencia.

Como regalo me traes
algas dichosas.  35

       Como regalo de confesionario,
       mis anémonas.

Nada te diré.

       Mas de ti,
       todo lo sé.  40

  —21→  


ArribaAbajoLas declinaciones del mar


Tu líquida masa transparente
se amolda
a los caprichos de una ley ingobernable.
La transgrede,
la obedece,  5
la provoca.

En tus labios de sal
dictan los peces sus historias
fechadas con la espuma que ornamenta
la arritmia de tu respiración.  10

Sobre tus ondas,
después de las lluvias,
el sol inventa los sonrojos del aire.
Arco fugaz con su puente de luz sobre las aguas.

Potro libre y sonoro donde montan  15
las sirenas e hipocampos
que subyugan
la bitácora de los navegantes
con trompas de amaranto y voces misteriosas.

Tu superficie se alumbra de vendimia.  20
Moscatel a raudales liberado.
Marineramente azul
la remota vigilia de tu lecho.
—22→

Y en tu reflujo:
la multiplicidad de la hermosura,  25
la fuerza de la loba en celo,
la mansedumbre de las mujeres después del parto.

  —23→  


ArribaAbajoYo, acantilado


Yo, acantilado.
Memoria del mundo,
ojos del mundo,
conciencia del tráfago del mundo,
cristalización del fuego que me dio vida,  5
observo,
escucho,
muerdo los frutos del enigma,
las preguntas sin cosecha recolecto.
De mi cárcel desespero,  10
de la cárcel de los hombres desespero.
Los barrotes del odio nos tienen prisioneros.
Más que el hierro o el fuego,
el egoísmo.
Más que el estruendo suicida,  15
los hornos cremasueños:
la pavorosa incapacidad de amar.



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ArribaAbajo-II-

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ArribaAbajoHe traído a mis ojos


He traído a mis ojos un segmento del planeta.
Sobre sus accidentes,
dilatados,
los árboles.
Y en su sombra los nidos  5
donde duermen las gargantas del estío.

En las hojas,
la savia
huyendo por el ordenado laberinto de sus ríos
en lentas travesías.  10
Y en el aire el perfume de estiércol y semilla
desvirgando el tiempo de la siembra.

He aspirado
la camisa salada en las axilas de los hombres,
y su olor vuelto honda para acertar la vida.  15
Simple vida,
gastada y renacida
en el estricto acto del pan horneado.

He librado la aguja que desmonta
las estructuras íntimas de los secretos;  20
las manos que ensayan la caricia
sobre formas de imaginería.
—30→

He pulsado
el corazón frondoso y seco de los hombres.
Manantial espigado de alegría  25
o arenal in crescendo más allá de sus dunas.

Me ensarté de preguntas
para explicarme.
Percibí los pasos de la envidia
merodeando con sus vapores verdes la luz de la amapola,  30
los grilletes de fuego del egoísmo
lacerando los miembros de la duda,
el estigma irrevocable de la maldad.

He cenado con las flores del campo
que se visten de fiesta con ingenua hermosura,  35
y bebido a sorbos pequeños
la leche fresca de lunas incipientes.
Me he dejado desvestir por la lluvia,
y así de pura,
sin más atuendo que mi corazón,  40
me entregué a las delicias de un sol enardecido.

He mirado un segmento del planeta,
atentamente el brillo de sus caras,
sus aristas filosas, con detenimiento,
—31→

y me vi reflejada:  45
en cada hombre,
en cada vuelo,
en cada nervadura.

  —32→  


ArribaAbajoLa variedad cohabitable


Con los glóbulos fijos
como volatineros a punto de perder el equilibrio
después de una noche de luces sicodélicas.

Con los párpados arriados
como persianas de una casa  5
donde habitan los duendes de las pesadillas
y la muerte pequeña.

Con la frente obsedida de tanto recorrer
y quedarse observando
en un caldero hirviendo la serpiente,  10
el insulto,
una flor,
o la boca de un niño,
con un grito levantándose como mástil sonoro.

Con los brazos abiertos  15
estrechando el clamor
de una multitud en desconcierto
y los hombros uncidos a la protesta afónica,
en gemelas caracolas retumbando las loas
de tanto feligrés a un dios cualquiera.  20

Con la mano acogiendo en su regazo
un fruto
sin avideces clavadas en su pulpa,
—33→
y ese desarenarse de los días
entre los dedos apretados.  25

Con la vergüenza,
el amor,
o la comedia,
meticulosamente guardados bajo las uñas pintadas.

Con las piernas erectas sobre el talón valiente,  30
ataviadas con túnicas de aire,
y los pies en el barro,
y los muslos
más allá de su propio vértice
enterrados.  35

Con el cuerpo intimidado
por variolocas tentaciones,
y alivianado,
al fin,
por la desesperanza.  40

Con el ombligo en flor
como boca oferente para sorber los besos
y los senos manando la leche luminosa
de un tazón que se quiebra.
—34→

Con el pulso izado a la deriva  45
para que lo flameen las tropillas del tiempo.
La ilusión como banderín deshilachado
y ese fúlgido instante que aúpa el pensamiento.

Con una brasa entre las líneas de las manos,
amojonadardiendo sobre el itinerario de la soledad  50
-al cabo de los ciclos- compañera.

Con mi destino de islote acantilado
desprendiéndose en duplicadas mariposas
hacia la sabía penetración de la ignorancia
o la aguda incisión del desconocimiento:  55
me detengo,
atónita,
ante la variedad cohabitable,
frente a las incontables aristas del poliedro.

  —35→  


ArribaAbajoHan talado los árboles


Han talado los árboles
limpiando con mugre
las huellas del perfume,
cercenado las notas de un violín emplumado,
inmensamente frágiles,  5
profundamente puras.

¿Dónde está la matriz,
la médula olorosa,
el lejano reverso de la próxima siega?

El jadeo de las gramillas al pie del alto tronco  10
han perturbado
el pulmón de la selva con su aliento de nidos.

Ni siquiera las aguas fluyen libres.
Eructos de petróleo retardan la corriente
con sus multiprosaicos desperdicios.  15

¿Dónde viven los peces
cuando se herrumbra el lecho
de su salto o su sueño?

El aire,
sin rastros de metamorfosis lepidópteras,  20
se ha vuelto una opaca transparencia.
—36→

Sin el dorado ronroneo del abejorro
no es más que una memoria de polietileno.

Malograron los partos de la espiga
y la risa pascual de las guayabas  25
que mordisqueban las mañaneras lenguas del sol
       con sus dientes rosados.

Han...

Entretanto nos damos
atracones de nada.  30

  —37→  


ArribaAbajoQueja del hombre invadido


¿De qué paraje vienen?
¿De qué lugar sin nombre?
Sin nombre para mí que diferencio
los mínimos matices audibles de la selva.

¿De qué lugar,  5
urgidos,
descienden,
de qué sepulcro?

¿Qué incógnita visión desfasada de las estaciones
los trajo,  10
obsedidos por el parloteo del viento
y las ráfagas de verdes gargantas alborotadas
entre el follaje?

Trayendo cosas para mí,
se acercan.  15
Para mí,
sin nombre para ellos.

Avanzan no se sabe de dónde,
no se sabe.

Sobre la tierna huella del venado,  20
tras las lonjas de noche que arropan la intemperie,
remontando incógnitas fluviales con sones circulares.
—38→
Lanzas entrejuntas golpetean el tambor tirante de la tierra,
lanzas entrejuntas.

De repente se aglutinan
y los siento,  25
como escapados de la cápsula lunar de las crisálidas,
desde los vaticinios que nos legó la frente agorera de los
       videntes
hasta el lado oculto de las tormentas.

Por la ranura del relámpago,  30
como aguaceros de fuego,
vienen
deteniéndose,
atravesando la quieta floración de las siembras,
el dorado confesional de las colmenas,  35
la entreclara profanación del monte.

Como fantasmas de carne nos invaden los ojos.
Con objetos sin señas deslumbran
la obstinada ingenuidad del descubrimiento.

Lanzas entrejuntas golpetean el tambor tirante de la tierra,
lanzas entrejuntas.
 40
—39→
Se entreveran,
se contentan,
se alucinan de sombra.

Desposeído de la gran fogata,
y desgajado,  45
los miro.

Una luna de sangre gotea sobre la germinación de la
    aurora.
Y en los dientes las pulpas de jugos promisorios.
Y en la lengua el agudo picor de las cañas.  50

Como emisarios de súbito instaurados
dentro del perímetro de la mirada,
se avecinan.
Y recibiré presentes que no espero.
Desde mi asombro codiciaré esos presentes  55
madurados en la matriz de la desesperanza.
Con alegría los recibiré,
prevalido por las muletas de una confianza desflorada.

Lanzas entrejuntas golpetean el tambor tirante de la tierra,
lanzas entrejuntas.
—40→

Partiré con agobio,  60
para permanecer en el centro de interminables distancias
    marginales,
más allá de la puesta de los dioses.

De lejos atisbaré su ajetreo
y, desde los campamentos recientemente saciados,  65
me llegarán voces
cuyo sonido no reconocerán mis ojos.

Comprenderé que no entiendo.
Algo fuera de mí
respirará con la fuerza del desconocimiento.  70
Los ídolos que cuidaron mi infancia se quedarán sin
    rostro
en el mismísimo vértigo de sus orígenes.

Desheredado de mi canto:
escucharé al extranjero.  75
Conoceré el exilio.

  —41→  


ArribaAbajoZapatito vacío


A las víctimas niñas del Holocausto.


Dentro de un cubo transparente
(Museo del Holocausto)
un zapatito vacío.
Cuero blando o burdo lienzo
impregnado del abultado recuerdo de los dedos.  5
Inerme
y un tanto anonadado
y, por detrás, gastado.
Lleva manchas de campo ensombrecido,
corridas a un balón de trapo  10
y un olor que penetra por los ojos.
Como único botín:
atesorado.
Desde su cavidad la carne niña
por viles chimeneas llovió al cielo;  15
desplomó su inocencia a las estrellas;
avergonzó a la luz,
pacientemente, hediendo.




ArribaAbajoDel fuego al fuego




ArribaAbajo-I-


Nacimiento del fuego


Yo, acantilado,
memoria del mundo,
ojos del mundo, conciencia de.

Acuclillada me llega la imagen de un cuerpo encorvado
sobre una paciente frotación de ramas que se obstinan  5
       entre los dedos torpes.

El ojo se concentra en algo inexistente,
aún ignorado,
intuido quizás, imaginado.
Mudo quehacer a tientas repetido.  10
Certeza alucinada bajo el desarropado claror de la noche.

El impulso de inventar el cerco contra el miedo plural
desde antes de la vida
te gobierna
el recuerdo de lo inédito  15
escrito en la memoria de tus predecesores.
—43→

Desde algún corredor del universo
te desvelan anuncios
incendiando la penumbra de tu corazón.
Y desde un filón de tiempo,  20
que no coincide contigo,
te asedia
el roce de tus propios pasos
envasados en otros cuerpos.

El equívoco de existir para la nada,  25
sin tú saberlo,
te repugna.
Y esa angustia de ser
mantendrá tu paciencia sometida;
esplenderá en tu frente  30
la terquedad del descubrimiento;
parirá la llama
que cambió la marcha de tu género.

  —44→  


ArribaAbajo-II-


Hiroshima


Yo, acantilado,
memoria del mundo,
ojos del mundo,
conciencia de los otros,
deletreo
los balbuceos de la rama  5
reverdecidos dentro de la desnuda claridad,
la seca impertinencia del estiércol,
los cómplices aromas de la calle.

Hay calma y bulle la vida.

La sangre madurando en contingencias corrientes,  10
el beso distraído,
el café atento.
Un niño llora,
y cuelgan de un alambre tres corpiños.
En la garganta de los pájaros la partitura del verano,  15
y en la intimidad del lecho
la curva tensa del deseo.
—45→

De pronto, un fuego fatuo voltea las caras
hacia la imprevista locura de la luz.
Con sorpresa se carbonizan los rastros de la alegría  20
y la tristeza.

Para todos igual se inmola el tiempo.
Los árboles no son más que fantasmas de ceniza
mínimamente suspensos en su forma.
Con sus frutos destituidos de la naturaleza  25
desfallecen de súbito en la nada.

Ojos,
con la noche desplomada definitivamente frente a la
       mirada,
hurgando en el inventario de las cosas  30
la imagen pura.
Carnes que se retractan,
gritos,
llanto,
dilapidadas arcas de la vida.  35

Una flor gigantesca abre sus pétalos de fuego
hacia las nubes en desconcierto.
Los peces arden en aguas sentenciadas,
y el mar,
desde su vientre vencido,  40
escupe la obstinación de sus mareas.
—46→

Yo, acantilado,
dolido de recuerdos
y abrasado,
contemplo:
una lejana frotación de ramitas en la aurora.  45



  —47→  

ArribaAbajoMatar, matar es la consigna




ArribaAbajo-I-


Fogatas crepitan en el horizonte.
Empañando el horizonte levantan sus brazos de fuego
y claman, claman,
cerca lejos,
tiznando el desmemoriado lapislázuli del cielo.  5

Salpicado de esquirlas lo envuelven con densas mortajas.

Negras fauces de giganteirafiera
se abren por todas partes.
Engullen el temblor de la lágrima,
el grito quebrado de un niño.  10

Negras fauces se tragan a todos los hombres.

Sólo fragor y muerte más acá del horizonte.
El puñal
(¿qué puñal?)
en el fondo de la arteria  15
escarba y escarba,
separando el último pétalo.

Que no quede ni uno reincidente.
—48→

Clava,
clava hondo que aún hay vida.  20
Impenitente vida, cantavida.
Clava.
Que no sucumba la impiedad.

Matar, matar es la consigna.




ArribaAbajo-II-


Bendito sea el puñal que mata de uno en uno.
El sueño del soldado
con la carabina sobre el pecho,
como si se hubiera dormido más acá de la muerte.

Bendito sea el puñal  5
que no lleva en la lengua
hongos gigantescos de congoja.

Daba tiempo a llorar,
y alguna esperanza.

  —49→  


ArribaAbajo-III-


Las fauces de los negros designios
se tragan el aliento de los hombres,
la esperanza vital de un ser cualquiera.

¿Quién lleva la matanza montada sobre los hombros?
¿Quién carga a cuestas sin sigilo  5
el féretro definitivo de la luz?

Siniestra voluntad de un poderoso
o multitud de varios.
La cantidad es un vano detalle.
Total:  10
siempre se mueren los mismos.

Fogatas crepitan en el horizonte.
Empañando la distancia vertilínea
con sus brazos de fuego
claman, claman.  15





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ArribaAbajo-III-

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ArribaAbajoTransfiguración


Las olas del mar
-labios del planeta-
se yerguen creciendo en orgasmos de espuma.

Doncella otra vez,
desde la piedra,  5
con toda mi historia disuelta en el olvido.
Ni alegrías me viven,
ni me ensucian las culpas.
Transfigurada voy,
flotando,  10
a merced de la libertad,
y a contracorriente.

Un ramito de señas personales
se lleva mi identidad,
lejos,  15
aquí mismo,
sobre el reflejo del agua.

No tengo cuerpo,
y me arde
la luminosa carne trascendida.  20

En el nácar saltado de las uñas
alguien bebe con lentos besos
la geografía total del universo.
—56→

Los labios del mar
-olas del planeta-  25
se yerguen creciendo en orgasmos de espuma.

  —57→  


ArribaAbajoMujer


Mi aparente,
vulnerable,
ambigua rigidez se distiende,
comienza a crecer liberando los brazos.
Desde un cráneo,  5
que puede ser el mío,
una mata violácea se entrega en indolencia
a las volubles contradicciones del viento.

Tonalidad azul
recostada y desnuda sobre una sábana fría  10
colgada de las puntas de una estrella.

Mujer.
Mujer de niebla sobre un túmulo ciego.
Abandonada de hombre
como un altar hastiado de almorzar con los dioses.  15

Tendida ramazón sus nervaduras,
la curva simple
de su cuerpo al sereno.
Una red de tristeza echada boca arriba
bajo los multiformes ojos de la vigilia.  20

Mujer azul para el olvido.
Todo su torso
un único pezón hambriento de ternura.
—58→
Cabellera enredada en los labios
que destrenzan las palabras secretas.  25

Mujer verdiazul desposeída.
Con la risa prendida en las sandalias
dejadas a las costas del insomnio,
la réplica
o el vértigo.  30

Verde absoluto verde el de su frente.
Verde naranja ardiéndole en las órbitas
fustigadas por visiones
en largos plenilunios llorados desde abajo.

Naranja, roja, incandescente.  35
Cuenco de sed antigua entre sus muslos.
Acida pulpa abierta para el beso jugoso.
Rabioso precipicio del deseo.

Negra mujer.
Larga negrura  40
bajo las enharinadas sombras de la luna;
iluminada toda de penumbra;
comida enteramente por la noche
que despierta la hidra en sus nidales.

  —59→  


ArribaAbajoDesde mi sueño te escucho


En tu centro palpito.

Prisionera de ti, casi cubierta.
Adolorida por la incesante instigación de tus mareas,
y dentro de mi pétrea soledad
habitada.  5
Incapaz de revelarte los tumultos
de mi varado corazón
y pronta,
sin embargo, a la vendimia.
Tambaleante tal vez el tímido temblor de la ternura,  10
mas no del todo derribado.
Más bien desguarecida,
y ciertamente agónica.
Ni tan huérfana de pájaros
como para olvidar la vida,  15
ni tan ultrajada de ausencias
que no recuerde.
No tanto sitiada como herida,
quizás cicatrizada,
pero pendiendo del párpado el brillo austero.  20

Desde mi sueño te escucho,
caracola gigante que resuena.

  —60→  


ArribaAbajoAislamiento


Enquistado dentro de la piedra,
mi corazón surgente.

A través de un arenal sin perímetro
deambulan mis despojos insulares,
la fiebre abominable de,  5
la roja llama del amor,
la inconfesada mordedura del desaliento.

El hermetismo sitia la lengua,
la espalda recostada en el diván,
el vapor del café compañero.  10

¿Cómo salirme de este cerco
para hurgar con temeroso pie
el desfiladero de los otros?
¿Cómo zafarse del miedo
para pensarme entera?  15

La anestésica práctica de argumentar
me lleva a un juego de palabras
que me inventa.

No soy real.
Alguien quizás me está diciendo.  20
Tan sólo de palabras mi esqueleto,
mi reincidente contorno
y sus acentos.
—61→

El agobio de fingir nos transfigura.
Nos puso a traficar con la sonrisa devaluada  25
de un llanto en quiebra.
¿Dónde comienza esta certeza de desconocerme?
Todo sucede sin que lo sepa el viento,
mi espejo,
los demás.  30
Un fantasma perverso lleva mi nombre.

Desprejuiciado,
el sol
se ha quedado mirando
este frío malsano que me recorre.  35
Rebota contra mi fuego
sin penetrarme.

Algo se acurruca en mí:
un grito que busca la almohada
para reincidir en el sollozo.  40

Sólo el mar se aviene a la caricia
con su fuerza deshecha.
Irrepetiblemente se repite,
y en esa pulsación me glorifica.

  —62→  


ArribaAbajoOír


Oír la voz de la memoria
repasando las imágenes de este catálogo milenario.
Comer de a poco el fruto del conocimiento
y resplandecer,
por obra y gracia de esa ingestión luminosa.  5
Ardua tarea dentro de una campana de silencio.
Y en esa profundidad:
el humo del café,
el sudor fraternal,
los suntuosos jugos del beso.  10

  —63→  


ArribaAbajoMariposa encendida1


Un manchón me contiene
y me desborda.
Anula mi memoria
mientras progreso hacia mi principio,
nueva,  5
y totalmente acumulada.
La respiración entre los puños apretados
y detrás de los párpados un sol negro.
Me pienso.
Soy un delirio en los ojos de algún vidente  10
que desde siglos fustiga mi sueño.
Tendré que empezar por desvestirme de negrura;
hebra por hebra,
destejer la oscuridad que me acorrala.
Y así,  15
lentamente,
deshaciendo la tela de mi duelo,
dejar filtrar entre la trama las imágenes claras.
Es curioso,
las puedo ver sobre el manchón creciendo:  20
un cajón sin perilla para lágrimas antiguas;
para las que vendrán sin anunciarse promediando la
vida,
otro pequeño;
los poemas no escritos en una gaveta con llave  25
y, a la izquierda,
un ancho estante donde apilonar recuerdos.
—64→
Una o dos divisiones
para las aceptaciones irrevocables;
un clavo en la pared donde colgar mis locos anhelos,  30
y en el fondo de un ropero viejo:
mi corazón,
mariposa encendida.

  —65→  


ArribaAbajoCaer en plenitud


Vestida únicamente por los pliegues del sol,
aderezados los hombros con los broches de la aurora,
saldré de mi escondrijo,
los cabellos violados por el viento
que arrasa y recompone  5
los rumores
en opuestos parajes raptados.

Cubierta así,
con las voluptuosidades del verano;
las plantas obstinadas en las caliginosas batallas  10
que se disputan el campo devastado de mis contradicciones,
y superada ya
la obstinación absurda de la identidad;
los pulgares borrando mis memorias en la arena
con tímida furia:  15
vagaré
por la noche de mi alegría
y el mediodía de mi desesperanza.

Como tocado una seria sonrisa,
y en el tambor de las arterias  20
una cántiga nueva de voces antiguas.
Indagando, con sorpresa,
en las barbas sumisas de los líquenes
que cometen esponsales con las lajas que viven
cercanas a la muerte del mar,  25
—66→
buscaré una caracola
bajo el reiterado cortejo de las gavias.

Meticulosamente la buscaré,
y con carino,
sobre el silencio que deshace los arpegios de la espuma.  30
Y la alzaré,
como pepita de brillo sostenida entre dos dedos,
para que me encandile el rostro
con la delicia sufriente de un viaje
que comienza antes de mi principio  35
o, tal vez,
en la desdibujada penetración del sueño.

Con un despliegue de brazos alrededor del firmamento
me dejaré ir,
me dejaré ir.  40
Y en ese recuento de no pertenencia
encontraré mi forma.
La precisa diagramación de mi forma,
con su tersura de cándidos y desprejuiciados matices.

La miraré desde afuera:  45
mi forma,
sin materia.
La tocaré de a poquito con los labios ardidos,
—67→
para que no se repliegue
y permanezca  50
sin miedo,
ante el impacto cegador de la blanquísima arena
y del conocimiento.

Como sábana desplegada
la dejaré flotar en la zona donde se acuestan y levantan  55
las dudosas afirmaciones de la certeza.

El corazón del mundomar,
que golpea las costas,
mis costas,
y las costas de mis inconcebibles divagaciones,  60
amplificará entre tanto su despareja melopea.

Reconoceré el pulso superpuesto de mis fracasos
y el glorioso resplandor de algunos instantes.
Me detendré a escuchar el ronquido leñoso
que ultraja las melenas de las tormentas,  65
y sentiré en la lengua
las estrías minerales de la impotencia.

Te encontraré,
entonces,
caracola vacía,  70
cuidadosamente escogida,
y con cariño,
—68→
para sorber de tu fuente sonora
las polifónicas confesiones de mi sed.

No seré yo  75
y estaré más que nunca amanecida.
Con todas las ternuras postergadas germinando en los
poros
de mi carne traslúcida,
lavada totalmente de congojas,  80
y sin molestias en el cuerpo.
Me tenderé dentro de tu recinto marinero
agigantada al máximo
por el abrazo estrecho de tu caparazón.
Con los cantos del universo  85
alabando el temblor previo a la entrega:
caeré en plenitud.
Seré libre.
Tal vez muera.

  —69→  


ArribaPara mi muerte


Para mi muerte quiero
aquella tarde lila
y aquel sol declinante
y esa tímida insinuación de las estrellas
sobre el patio.  5

Los pies sin zapatos rozando apenas
el extremo inferior del ataúd,
y una síncopa vibrando todavía en los talones.
(Quietud definitiva y corruptible que transita la música).

En las manos,  10
tal vez, un crucifijo
y, ciertamente,
un jazmín en la sien.

Desde fuera de mí
observo el rededor de mi cuerpo,  15
el círculo de dolor que convoca
la carne que se va enfriando.
(El verdadero momento del tajo sucede
cuando terminan las últimas emanaciones de la tibieza).

La soledad se instala en compañía.  20
Nadie me ve,
a pesar de escucharlos.
—70→
He perdido identidad
y, sin embargo,
existo.  25

Los rozo sin que me sientan.
Isla de ojo ardiente,
sobrevivo.
Plomada calafondo
en el interior de los otros.  30

Los pensamientos se vuelven luminosos.
Fachada y revés sin disfraces.
Mi viaje se inicia
desde este cuadrilátero de velones vacilantes
donde ancla mi cuerpo.  35
Nada me está vedado,
salvo la demorada exploración del beso.

Soy feliz,
y estoy
inmensamente triste.  40
A toda hora el resplandor del conocimiento,
y ninguna caricia.
¿Es que nunca me pondré de nuevo
esta ropa gastada que me pertenece?
—71→

Me distancio de mi celda  45
y las ojeras
donde leo la magnitud de mi extrañamiento.
Sin que medien fragmentos de tiempo
me voy yendo.
(¿La eternidad es la inmovilidad del tiempo  50
o el tiempo el motor de la eternidad?).

La casa,
donde solía habitar,
no es más que una luz cuadriculada en una ventana.
Brilla como una lágrima  55
sobre la pequeñez del planeta,
solitaria,
allá abajo.
Pierde importancia en el contexto.

Filas de rostros macilentos,  60
dientes alegres,
brazos entristecidos,
un olor a carne chamuscada
¿dónde?
Lechuga fresca y vino tinto,  65
un tortillón de papas
y fémures esparcidos,
fogonazos,
temblor,
—72→
y el mar con sus volutas de espuma,  70
donde proliferan peces que se hacen el amor
como si tuvieran piernas.

Una olla humeando,
otra sin agua,
cacharros quebrados,  75
dioses con sus diversos rostros irreconciliables.
Omnipotencia,
botas,
y en cuencos vacíos
los diferentes matices de la sed.  80
Picanas,
flores
con sus estambres carcomidos por el deseo
dentro de la primavera.

Ojos que se demoran dentro de otros.  85
El aire cuando se quiebra
sobre el silencio blanco de la montaña.
Vapores pestilentes,
brisa
y pestañas.  90
Mesas opulentas,
y pan
sin la blandura benigna de la miga.
—73→

Entrevero de ruidos,
voces,  95
campanas,
perfumes y aguaceros,
cosas que se quedaron sin color,
súbitamente,
por la desesperanza.  100

Un cementerio con imágenes distraídas de mi muerte.
Alegría, desconsuelo,
el café fraternal,
y un aullido largo tendido hasta la luna.

El planeta,  105
desde arriba,
no es más que un brillo carente de nomenclatura.
Estoy tan aquí,
y tan distante.

Rodeada totalmente de universo  110
acepto a los demás
y armoniosamente me comprendo.
Ingreso a una rabiosa incandescencia
que se expande dentro de mí.
Un sentimiento cósmico  115
me absorbe,
y me rebasa.
—74→

Todo mi ser esplende
dentro y fuera de la inmensidad.

Retorno a mi morada  120
bajo la piedra.
Ninguna cicatriz. Nada.
Sólo la luz, la luz.
Sólo la luz.





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