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Literatura y periodismo en la época del Romanticismo en España

Biografía de José Bermúdez de Castro y Díez (1807-1854)

por María José Alonso Seoane
Universidad Complutense de Madrid

José Bermúdez de Castro y Díez nació en Cádiz el 1.º de diciembre de 1807 y murió en Jerez de la Frontera el 17 de julio de 1854. Era hijo de José Bermúdez de Castro y Blasco y de María Dolores Díez e Imbrechts, de conocidas familias afincadas en Cádiz, dedicadas a negocios de banca y comercio. De ideas liberales, el padre de José fue Vocal en la primera Diputación Provincial de Cádiz. Elegido por la Junta Electoral en septiembre de 1813, fue uno de los firmantes del documento a favor de la Constitución de 1812, fechado el 3 de mayo de 1814, que la Diputación de Cádiz envió a Fernando VII. Disuelta la Diputación, se dedicó a su familia y negocios. En 1822 inició un viaje para extender sus empresas en París y Londres, en el que procuró ayudar a los intereses de su patria. Falleció a su vuelta, en 1825, cuando su hijo mayor, José, era todavía muy joven. El negocio familiar se había trasladado en 1823 a Jerez de la Frontera, donde en adelante residió habitualmente la familia y donde los hermanos fueron recibidos como hidalgos en 1830. Dos de sus hermanos fueron especialmente conocidos: Manuel, que fue diputado y ministro de Hacienda, de Gobernación y Estado, y Salvador, marqués de Lema, relevante escritor y embajador de España. Su tío materno, José Díez e Imbrechts, fue un importante emprendedor que, entre otras iniciativas, obtuvo en 1829 una concesión para establecer la línea férrea en Jerez de la Frontera, aunque esta actividad no pudo realizarse por entonces.

A pesar de la calidad de su labor literaria, desde sus prometedores inicios en El Artista y en La Revista Española-Mensajero de las Cortes, y de haber sido considerado elogiosamente, en especial como poeta, José Bermúdez de Castro es actualmente poco conocido aunque se le cita obligadamente por alguna de sus poesías y relatos, como «El día de difuntos» o «Los dos artistas»; quizá porque no publicó muchos textos aunque frecuentemente anunció futuras obras que no se llegaron a imprimir. Algunos críticos de la época inmediatamente posterior, como el P. Francisco Blanco García y Julio Cejador y Frauca, lo enjuiciaron desde una total incomprensión del Romanticismo y de las valiosas novedades que aportó José Bermúdez de Castro. Modernamente, además de alusiones puntuales a su poesía, entre los estudiosos que hacen referencia a sus cuentos, le dedica atención Borja Rodríguez Gutiérrez (especialmente, en Historia del cuento español (1764-1850), Madrid Iberoamericana / Vervuert, 2004). De forma monográfica, María José Alonso Seoane, además de editar el relato «Los dos artistas», ha estudiado las colaboraciones de Bermúdez de Castro en La Revista Española-Mensajero de las Cortes, con la aportación de datos biográficos desconocidos («Algunos datos sobre José Bermúdez de Castro y un primer acercamiento a sus colaboraciones en La Revista Española (1836)», Anales de Literatura Española, 18, 2005, 23-36).

José Bermúdez de Castro tuvo una formación esmerada, con estancias en Francia e Inglaterra que dejan distintas huellas en sus composiciones, en las que puede observarse su inquietud profunda, su cultura y sus viajes; de un romanticismo personal auténtico, con gran interés por la literatura y el arte. En Madrid, frecuentó ambientes que favorecieron su dedicación a las letras, concurriendo a las reuniones de literatos y artistas que tenían lugar en el domicilio de José de Madrazo. En estas reuniones, tuvo oportunidad de tratar especialmente a aquellos de los asistentes que se decantaron por el Romanticismo, como Eugenio de Ochoa, Federico de Madrazo y José de Espronceda, entre otros, así como participar en la idea de publicar El Artista. Sin embargo, cuando El Artista llega por fin a ver la luz el 4 de enero de 1835, Bermúdez de Castro vive en Jerez de la Frontera, trabajando en los asuntos del negocio familiar. Desde allí colabora con El Artista mientras participa en la vida cultural de Jerez, donde aparece, el 5 de marzo de 1835, en las Actas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de la que será nombrado Secretario a finales de 1835.

Sus colaboraciones en El Artista, enviadas desde Jerez, se inician el 14 de junio de 1835, en que publica el relato «Los dos artistas», seguido de varias poesías y textos narrativos entre esa fecha y febrero de 1836. También realiza la portada del 2.º tomo de El Artista, como se señala en una nota de redacción, a renglón seguido de su poesía «El día de difuntos». En la nota, se observa que la portada fue ejecutada en un ingenioso capricho de artista, para presentar a sus lectores, combinados en agradable conjunto, los diferentes caracteres de las arquitecturas griega, romana, gótica, árabe, plateresca o del renacimiento y churrigueresca. (II, 18 [25/10/1835], 216). Su última colaboración en El Artista, en este caso, escrita en Madrid poco antes de que la revista desapareciera, fue una breve crítica teatral, «Primera representación de Teresa»(III, 6 [07/02/1836], 71-72), de Alejandro Dumas, a cuyo estreno había asistido el día 1 de febrero en el Teatro del Príncipe.

La hondura y calidad de la poesía de José Bermúdez de Castro no pasó inadvertida para sus coetáneos, a pesar del pequeño número de poemas publicados. En ellos, puede advertirse que fue un gran poeta lírico, tanto en la vertiente de un romanticismo extremo, con ejemplos muy apreciados entonces, como de un lirismo intimista y delicado, cuya vigencia sigue presente hoy en día. Entre los primeros, pueden citarse las poesías publicadas en El Artista, «El peregrino» (I, 26 [28/06/1835], 305-306), con una viñeta alusiva bajo el texto, y «El día de difuntos», publicada precisamente el 1.º de noviembre, que causó gran impresión. Venía precedida por una elocuente nota editorial: Nos apresuramos a insertar esta composición […] de nuestro amigo D. J. B. de Castro, persuadidos de que nos lo agradecerán nuestros lectores, que con tanta sinceridad elogiaron las demás composiciones de este joven escritor. La nota continúa anunciando que, acaso, como muestra de una obra más larga, en el próximo número presentarían un cuento histórico que, con otros del mismo género y dos series de cuentos fantásticos y artísticos, completarán una larga colección que saldría a luz, si los fragmentos que el autor se propone ir presentando, encuentran la aceptación del público (II, 18 [01/11/1835], 213).

En la vertiente intimista, su poema «Una Estrella Misteriosa» (El Artista, II, 7 [16/08/1835], 82-83), es una de composiciones más melancólicas y bellas de Bermúdez de Castro. Está relacionada con el poema «Al Gave», en que el poeta se pregunta por su destino, escrito en Saint-Sauveur (Francia), el 25 de julio de 1835 (Alonso Seoane, 2005) y publicado más tarde en La Revista-Mensajero (03/04/1836). Eugenio de Ochoa reproduce «El día de difuntos» -posteriormente, también en el Álbum Pintoresco Universal, III, 1843, 399-401-, «Una estrella misteriosa» y «El Peregrino», en Apuntes para una biblioteca de autores españoles contemporáneos (I, Paris, Baudry, 1840, 103-7, 107-8, y 108, respectivamente).

José Bermúdez de Castro contribuyó con bello poema en francés -«J´ai vu la feuille legère […]»- a la Corona fúnebre a la memoria de D. L. S. D. Santos Siles y Veas-Benavente de Ojeda, publicado en la 2.ª entrega de La lira andaluza. Colección de poesías contemporáneas, por D. Miguel Tenorio (Sevilla, Imprenta de El Sevillano, Julio 1838, 17-22), cuyas primeras composiciones, como se advierte al comienzo, hasta el folio 81, están dedicadas todas a un amigo de los autores con motivo de la muerte de su esposa. Al final de la poesía de Bermúdez de Castro, ella misma les anima a no llorar, remitiéndoles a la felicidad que disfruta en Dios. El poema lleva como lema unos versos de Lord Byron, en inglés, que corresponden a la última estrofa del poema de Byron, «On the death of Sir Peter Parker» [March, 1812].

Las últimas poesías editadas de Bermúdez de Castro aparecerán en La Alhambra, de Granada. Allí publica, en julio de 1842, varios fragmentos de una composición más extensa: «Carlos» (Romance III), «La rama» (Romance VII) y «El Lago» (Romance XXVII) (La Alhambra, 7, 1842, 204-10). Están precedidos por una misteriosa y poética «Advertencia», en que el autor asegura que forman parte de una colección numerosa que, si llegara a publicarse entera, presentaría su propia historia intelectual. Esta «Advertencia», de gran interés, deja ver las preocupaciones íntimas del escritor. El autor afirma haber querido expresar en sus versos, en la mayoría de los casos, un pensamiento metafísico revestido de colores poéticos. Hecha la obra en distintas épocas, transmite las varias ideas, las impresiones fugitivas que dominaban al poeta, de manera que la colección es una historia de las modificaciones que el tiempo, la edad y las situaciones han hecho sufrir a la imaginación del autor.

En cuanto a su obra narrativa, José Bermúdez de Castro publicó por primera vez, también en El Artista, varios relatos: «Los dos artistas» (I, 24 [14/06/1835] 281-6), «Alucinación!!!» (II, 19 [08/11/1835], 223-6), e «Historia de la muy noble e sublimada seora Leonor Garavito» (III, 6 y 7 [07/02/1836 y 14/02/1836], 61-5 y 73-8).

En «Los dos artistas», Bermúdez de Castro recrea una imaginaria relación entre Cervantes y Velázquez, símbolo de la unión entre las letras y las artes; muy romántico también por su relación con España y los escritores y artistas del Siglo de Oro. Todo ello se manifiesta en el mutuo reconocimiento del genio en que Cervantes hace ver su valía al joven Velázquez, que todavía duda de sí. La revelación se produce en el proceso de creación del conocido cuadro de Velázquez, «El aguador de Sevilla», cuya génesis se novela de manera ingeniosa. El narrador hace insistir a Cervantes en un punto básico del Romanticismo defendido en El Artista: solo captando la naturaleza en sí, sin imitar, se puede conseguir hacer una obra excelente, una obra de arte. El texto iba acompañado de una litografía de Federico de Madrazo que representa a los protagonistas del relato hablando entre ellos. Pocos días después de su publicación, «Los dos artistas» será reproducido en La Revista-Mensajero, dirigida por Antonio Alcalá Galiano desde marzo de 1834, con una nota elogiosa, lamentando haber tenido que suprimir algunos párrafos por lo extenso del relato. En la nota, se da cuenta de que el texto ha sido publicado en El Artista, publicación en el que encuentra el público la amenidad y elegancia de un papel de su género; siendo este el primer ensayo de un joven literato gaditano; y puede inferirse lo que llegará a hacer, cuando empieza así (La Revista Española, 28/06/1835). Eugenio de Ochoa reproduce el texto en Apuntes para una biblioteca de escritores españoles contemporáneos en que aparece como «Novela. Los dos artistas» (I, 1840, 89-97); del mismo modo que en el Album Pintoresco Universal (II, 1842, 266-9 y 284-7).

Meses después, Bermúdez de Castro publicó en El Artista un relato, de muy distinto carácter, con el título de «Alucinación!!!» (II, 19 [08/11/35], 223-6) que, si superficialmente podría parecer humorístico, enlaza en el fondo con teorías sobre realidad oculta y la intuición. De alguna manera puede relacionarse con la narración que Pedro de Madrazo publicó posteriormente en No me olvides, «Una impresión supersticiosa» (9, 02/07/1837). Eugenio de Ochoa lo incluirá en sus Apuntes para una biblioteca... (I, 1840, 98-103). Aparece también en el Álbum Pintoresco Universal (III, 1843, 397-399). En otro relato, Bermúdez de Castro ensayó la «fabla antigua» en la «Historia de la muy noble e sublimada seora Leonor Garavito», que apareció en El Artista (III, 6 [07/02/1836], 61-5 y 7 [14/02/1836], 73-8), imitando la distribución y los tipos de los antiguos códices. En el íncipit y en el colofón, señala su propia autoría, fechándolo en Jerez, 1835: Historia /de la muy noble é sublimada señora/ Leonor Garavito […] trasladola en romance Joseph Bermudez/ de Castro, en Xerez de la frontera, an-/dando el año de MDCCCXXXV /de la nascencia de nues-/tro señor Jesu /Christo. Vuelve a afirmarlo en el colofón: A Gloria é alabanza de Jesu Christo nues-/ tro Dios, é de Sancta María su madre,/ hace fin la presente chronica de/ Doña Leonor Garavito […], é trasladola en Xe-/ rez Joseph Ver-/ mudez de/ Castro. Una nota de redacción avisa sobre posibles errores en el texto de nuestro amigo y colaborador el joven poeta D. José Bermúdez de Castro, señalando que su lenguaje pertenece al siglo XIII, y no es de admirar se encuentre en ella algún pequeño anacronismo; pero son estos lunares muy propios de nuestros más célebres cronistas de aquellos heroicos tiempos (El Artista, III, 6 [07/02/1836], 72).

Prácticamente a la vez, Bermúdez de Castro publicó en el Folletín de La Revista-Mensajero, el relato «Un baile de estos días» (15/02/1836), en el contexto de los bailes de disfraces que se sucedían en Madrid en esa época, en el que volvió a tocar el tema de los presentimientos y la intuición, al estilo del texto de El Artista, «Alucinación!!!». Posteriormente, Bermúdez de Castro publicó otras narraciones: «Una hechicera. Novela», en la Revista Gaditana (1839) y «Conversación de sobremesa», con el subtítulo «Cuento original», en la Revista Andaluza (1841).

Ya en Madrid, adonde había acudido para escribir en La Revista Española, Bermúdez de Castro publica una reseña teatral en El Artista: Primera representación de Teresa, de Alexandre Dumas (III, 6 [07/02/1836] 71-72), a la que asistió el lunes 1.º de febrero de 1836. En su breve crítica, Bermúdez de Castro, se muestra una vez más a favor del Romanticismo, identificado con El Artista. Muestra sus relaciones con el mundo del teatro y con el autor de la traducción, Ventura de la Vega, haciendo referencia a las mutilaciones que el texto había sufrido por la censura, que había tenido ocasión de ver.

José Bermúdez de Castro se había trasladado a Madrid, desde Jerez, para colaborar en uno de los periódicos más prestigiosos del momento, La Revista Española-Mensajero de las Cortes -a la que se solía seguir llamando La Revista Española y, también, La Revista-Mensajero o La Revista-, en que ya había aparecido su firma en la reproducción del relato tomado de El Artista, «Los dos artistas» (28/06/1835). Escribirá en La Revista desde el 8 de febrero de 1836, prácticamente hasta que desaparece como consecuencia de los sucesos revolucionarios de agosto de 1836 y su posterior fusión con el periódico de Mendizábal, El Nacional, el 27 de agosto de 1836; pasando a ser Revista Nacional, en la que Bermúdez de Castro publica su última colaboración el 4 de agosto de 1836. Desconocemos quién le facilitó su entrada en la redacción de La Revista; quizá por recomendación de Ochoa al gaditano Antonio Alcalá Galiano que seguramente conocería a la familia y, posiblemente, a él mismo, y que anteriormente había publicado su cuento «Los dos artistas». La tarea de José Bermúdez de Castro en el periódico, está relacionada con la ausencia de Mariano José Larra que, en julio de 1835, dejó de enviar colaboraciones a La Revista-Mensajero. Larra trasladó su actividad a El Español, algo que quedó claro a la vuelta a Madrid de su viaje europeo, a finales de diciembre de 1835; será en enero de 1836, cuando llegue a Bermúdez de Castro la propuesta de su incorporación a La Revista.

Gracias a las Actas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, conservadas en el Archivo Histórico Municipal de Jerez de la Frontera, sabemos que la llamada a Madrid fue inesperada. En diciembre de 1835, José Bermúdez de Castro acababa de ser nombrado Secretario de la Sociedad para el próximo trienio, 1836-1839, firmando como tal el 31 de diciembre de 1835. Firma también distintos inventarios con el Secretario saliente, el 1.º de enero de 1836. Sin embargo, como se refleja en el Acta, el 14 de enero de 1836, da cuenta de su inminente viaje a Madrid, lamentando haberse comprometido al cargo, lo que no hubiera hecho de haberlo sabido con anterioridad. Entre otras cuestiones, el socio Secretario dijo le era en extremo sensible tener que manifestar a la Sociedad que asuntos personales del mayor interés le obligaban a partir para Madrid en donde todavía no podía puntualizar cuánto sería su detención (Archivo Histórico Municipal, Expedientes de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, E 690) (Alonso Seoane 2005).

Bermúdez de Castro se hizo cargo del Folletín de La Revista-Mensajero, con un considerable número de colaboraciones -26 en total, sin contar con la reproducción de «Los dos artistas»-, la mayoría, de crítica teatral, a la que dedica 17 colaboraciones. En ellas, como en sus demás publicaciones, muestra su adhesión al moderno Romanticismo, desde un amplio conocimiento de la actualidad literaria europea, así como su empeño en contribuir a la renovación del panorama cultural. Su primera colaboración, el 8 de febrero de 1836, fue una reseña de la representación en Madrid de la ópera de Rossini, la Cenerentola, en la que demuestra sus conocimientos musicales. Las críticas se suceden al hilo de las representaciones que se realizan en Madrid, lo que le da ocasión de reseñar varias obras importantes de autores españoles y extranjeros. Entre las obras de autores españoles, aparecen El trovador, de Antonio García Gutiérrez; Aben-Humeya, de Francisco Martínez de la Rosa; Elvira de Albornoz, de José María Díaz; y La redacción de un periódico, de Manuel Bretón de los Herreros. Las traducciones dan a Bermúdez de Castro la ocasión de exponer sus ideas sobre el moderno teatro francés, cuyas representaciones conoce de primera mano por haberlas visto en París; como sucede con Luis XI, de Casimir Delavigne, y Catalina Howard y Antony, de Alexandre Dumas. Bermúdez de Castro abarca en sus críticas todos los aspectos de las obras representadas: texto, teoría literaria, traducción, actores y demás elementos de la puesta en escena, así como las reacciones del público; procurando, con sus comentarios, contribuir a dignificar el teatro español de la época.

En ocasiones contadas sus colaboraciones en La Revista-Mensajero tienen carácter creativo: la narración «Un baile de estos días» (15/02/1836), y la poesía «Al Gave» (03/04/1836), un texto de gran calidad. Su última colaboración, el artículo «Esperanzas literarias” (4-8-1836), está inspirado en una noticia de tribunales de París, sobre las dificultades de los escritores jóvenes. A finales de mayo (21/05/1836), Bermúdez de Castro había iniciado una nueva sección de crítica de libros, «Revista de publicaciones nuevas», que ocuparía algunos folletines. Con anterioridad, había dedicado un folletín a reseñar la aparición del Semanario Pintoresco Español (13/04/1836).

Al terminar José Bermúdez de Castro su participación en La Revista-Mensajero tan inesperadamente como la comenzó seis meses antes, dejaba un corpus considerable de colaboraciones en las que muestra su valía como escritor y crítico. Especialmente, su labor promueve la aceptación completa de un Romanticismo profundo y actual, prolongando, en cierto modo, unos meses más, la acción de El Artista, de cuyas ideas literarias y artísticas participa plenamente.

Después de su estancia en Madrid, volverá a Jerez, desde donde seguirá publicando algunas creaciones, en la Revista Gaditana, Revista Andaluza y La Alhambra.

En 1839, publica en la Revista Gaditana, «Una hechicera. Novela» (I, 1, 03/11/1839, 10-3; I, 2, 10/11/1839, 22-7; I, 3, 17/11/1839, 40-4). Se trata de un relato breve de costumbres en que, de modo humorístico, describe, admirablemente, sirviéndose de equívocos que se encadenan hasta el final, la figura del lugareño andaluz, ennoblecido y enriquecido, de mente supersticiosa y arcaica. Al comenzar su publicación, el título lleva una llamada a pie de página en que se anota que otras obras de Bermúdez de Castro que insertaron en su tiempo El Artista y otros periódicos de Madrid, son tan conocidas del público, que tenemos por inútil hacer su elogio. El Sr. Bermúdez se ha servido ofrecernos una serie de novelas originales artísticas, históricas y de costumbres. En efecto, «Una hechicera» formaba parte de un proyecto más amplio, de obras narrativas y semblanzas de escritores contemporáneos, para la Revista Gaditana, especificado en el primer número, que no se llegó a cumplir. Poco después, La Esperanza, de Madrid, publicó «Una Hechicera» los días 1, 15, 22 y 29 de diciembre de 1839. También la reproduce El Guardia Nacional, de Barcelona, en los días 11, 12 y 13 de diciembre de 1839.

Bermúdez de Castro publicará, en 1841, en la Revista Andaluza, un relato intensamente romántico titulado «Conversación de sobremesa. Cuento original» (II, 5, 15/06/1841, 210-223, y 6, 30/05/1841, 256-266). En el relato, cuyas claves se encuentran en los lemas de los capítulos, especialmente en los de E. T. A. Hoffmann, Byron y Antonio de Zamora, el destino intuido por el protagonista se cumple trágicamente, siguiendo el lema del último capítulo, que termina en los conocidos versos de El convidado de piedra […] No hay plazo que no se llegue/ Ni deuda que no se pague. En principio, solo vería impresa otra creación suya: los romances que publicó en La Alhambra, de Granada, en 1842, que hemos tratado en el marco de su poesía.

José Bermúdez de Castro murió de forma repentina, en Jerez, el 17 de julio de 1854. Tres días después, El Guadalete informó de su fallecimiento con palabras sentidas y respetuosas, con una alusión a su hermano Manuel: Ayer [por el día 18] fue conducido a su última morada el Sr. D. José Bermúdez de Castro, hermano del digno diputado por este distrito. La notoria honradez y talentos del finado le habían granjeado el general aprecio de sus convecinos; teniendo de antemano adquirida una justa reputación en la república literaria donde era conocido por algunas notables composiciones en prosa y verso.- Séale la tierra ligera. (El Guadalete, 20/07/1854). En Madrid, a pesar de que la fecha de su fallecimiento coincide con los momentos de mayor agitación política revolucionaria, La Iberia se hizo eco de la noticia, a través de su publicación en El Nacional de Cádiz, el 26 de julio de 1854.

Eugenio de Ochoa, lo recuerda conmovido cuando escribe acerca de sus amigos fallecidos, en su artículo «Necrópolis», publicado por primera vez el 12 de febrero de 1863 en La América y posteriormente incluido en Miscelánea de literatura, viajes y novelas. Entre las sombras que ve, reconoce la de un excelente poeta, Bermúdez de Castro (D. José), asiduo redactor del Artista, y a cuya composición titulada el «Día de difuntos» igualan pocas en castellano (Miscelánea de literatura, viajes y novelas, Madrid, 1867, 274-275).

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