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Literatura y periodismo en la época del Romanticismo en España

Biografía de José de Negrete y Cepeda, conde de Campo Alange (1812-1836)

por María José Alonso Seoane
Universidad Complutense de Madrid

José de Negrete y Cepeda José Agustín de Negrete y Cepeda, V Conde del Campo de Alange y IV marqués de Torre-Manzanal, nació en Corral de Almaguer (Toledo) durante la retirada de Madrid de José Bonaparte con su comitiva, el 16 de agosto de 1812; siendo bautizado el 31 de agosto en Valencia. Murió en Portugalete (Vizcaya), el 12 de diciembre de 1836, debido a las heridas recibidas días antes, en el sitio de Bilbao, cuando luchaba en el ejército defendiendo el orden constitucional en la guerra carlista. José de Negrete fue escritor de gran calidad, cuya actividad fue esencial para la implantación del Romanticismo en España; especialmente, por su labor de dirección y la publicación de distintos artículos y creaciones literarias del mayor interés en la revista El Artista (Madrid, enero 1835-marzo 1836).

José de Negrete era hijo de Francisco Javier de Negrete y Adorno, IV conde de Campo de Alange, III marqués de Torre-Manzanal y I duque de Cotadilla (título otorgado por José de Bonaparte) y María del Cañosanto de Cepeda y Nonet; y nieto del militar y diplomático Manuel de Negrete y de la Torre, II conde de Campo de Alange y I marqués de Torre-Manzanal. Comprometidos en el gobierno de José I Bonaparte, Manuel de Negrete estaba en París desde 1811, como embajador de España. Francisco Javier de Negrete, cuya esposa, con sus hijos María Manuela, de 3 años de edad, y el recién nacido José, se había dirigido a París desde Valencia, pasaría también a Francia en 1813, al caer definitivamente José Bonaparte. Manuel de Negrete y de la Torre murió en París en 1818. Su hijo mayor, Manuel María de Negrete y Adorno, III conde de Campo de Alange, que no había acatado a José I, murió soltero en 1819; por lo que, para eludir la falta de amnistía de Fernando VII a los afrancesados, se consideró al hijo de Francisco Javier, José de Negrete, que entonces tenía 7 años, administrador legal de los distintos mayorazgos, con los correspondientes tutores y apoderados para administrar los bienes de la familia en España, siguiendo las instrucciones de su padre.

El niño fue enviado a Madrid, donde reside, al menos, desde mayo de 1822. En Madrid estudió interno en la Casa de Educación que José de la Garriga había fundado en 1821, al volver a España, después de su exilio como afrancesado. En el colegio, José de Negrete recibió lecciones de griego y de literatura de Eusebio María del Valle, marqués de Valle Santoro, había vuelto a Madrid en 1823, después de los sucesos políticos antiliberales que llevaron al cierre del Seminario de San Fulgencio en Murcia. José de Negrete fue un alumno excelente, como prueban los premios conseguidos en los exámenes públicos reseñados en el Diario de Madrid desde 1823, en que obtiene el premio de Latín (Diario de Madrid, 22/07/1823). Sucesivamente obtiene otros premios en distintas materias, como el que se describe en 1825: el primer premio se adjudicó al Señor D. José Negrete por sus grandes progresos en el griego, en las bellas letras y en todas las clases a que asiste, y porque a esto une sus buenas costumbres. Al año siguiente, 1826, consigue también el primer premio, por sus muchos progresos en las bellas letras, en el griego, en el inglés y en otras clases (Diario de Avisos de Madrid, 28/06/1825 y 29/06/1826, respectivamente).

En septiembre de 1826, su tutor, el conde de Puerto Hermoso, obtiene licencia para que José de Negrete pase a Francia. Seguramente, puede así asistir en octubre a la boda de su hermana, María Manuela de Negrete, que contrae matrimonio, en París, con Luis de Salamanca y Martínez de Pisón, marqués de Villacampo. José de Negrete vuelve a España, donde se encuentra en el momento del fallecimiento de su padre el 4 de enero de 1827 (Archivo Histórico de Protocolos de Madrid [AHPM], Sª t 25.559 32v). El 15 de enero, José escribe dando el pésame a su madre, quien le contesta en una carta, publicada por el marqués del Saltillo (1931-32), en que deja vislumbrar las amarguras del exilio. En junio de 1827, José de Negrete ya se ha trasladado a Francia, donde reside cuando nombra a su madre su tutora y curadora, el 13 de junio de 1827, firmando el documento en París, con letra de adolescente, como «El Conde del Campo de Alange» (AHPM Sª t 25.559 90r y 91v).

En Francia su vida cambia con respecto a la anterior de colegial, austera y aplicada, con el transcurso de una placentera vida social, tanto en París, durante el invierno, como en la residencia de verano de Brie [Brie-Comte-Robert], a unos treinta kilómetros de la capital. En esa época conoce a Eugenio de Ochoa, que llega a estudiar a París en marzo de 1828, del que será gran amigo hasta su muerte. Campo Alange prosigue privadamente sus estudios, que se orientan a las disciplinas necesarias para su futura carrera militar, para la que da muestras de vocación, siguiendo a su padre y a su abuelo. Unos años más tarde, el 15 de enero de 1831, su madre contrae matrimonio en segundas nupcias con su pariente Ignacio Romero y Cepeda, después marqués de Marchelina; el 10 de abril de 1832 nace su hijo Alejandro, en la residencia de Brie. La hermana de José de Negrete, María Manuela, había regresado a España con su esposo, el marqués de Villacampo, y con el primero de sus hijos, Francisco Javier, nacido en París en 1827. En 1830, Villacampo había solicitado licencia para volver a España, obtenida en principio para residir en Burgos, donde nace su segundo hijo, Manuel. Su hija María Luisa nacería en Madrid, años más tarde, en 1843.

José de Negrete volverá también a España, su patria, para integrarse en su ejército y reconstruir el patrimonio de su casa, tan perjudicado desde la Guerra de la Independencia. Antes, pide autorización para asistir como observador al sitio de la ciudadela de Amberes, como agregado al Estado Mayor francés, para el aprendizaje de tácticas militares. El asedio se desarrolló, fundamentalmente, del 15 de noviembre al 23 de diciembre de 1832; y fue seguido con gran interés en toda Europa. Más tarde, Campo Alange publicaría sus «Recuerdos del sitio de la ciudadela de Amberes por los franceses en 1832», en El Artista; en una serie de artículos que aparecen en la revista entre el primer número [04/01/1835] y el n.º 9 [01/03/1835]. En los «Recuerdos», Campo Alange fecha su llegada a Amberes el 5 de diciembre. También anota que, posteriormente, estuvo presente en la parada militar que tuvo lugar en Lille a mediados de enero de 1833. En el sitio, Campo Alange corrió algunos riesgos, pues se adentró valientemente en las trincheras para conocer todo lo que consideró que podía servir a su formación militar.

José de Negrete regresa a España en mayo de 1833, en momentos políticos difíciles. El 20 de junio se celebra la solemne jura de la princesa Isabel como heredera del trono; Campo Alange prestará juramento el 13 de julio de 1833. El rey está cada vez más enfermo y hay intranquilidad y conatos de levantamientos a favor de su hermano, el infante don Carlos, que se ha negado a jurar a Isabel. Campo Alange observa con mirada crítica la realidad de la sociedad española, tan distinta a la que ha vivido, ya de joven, en Francia, a la vez que se va haciendo cargo de su propia situación. Va descubriendo la colección familiar de pinturas y la biblioteca vinculada, muy rica, como comunica a Eugenio de Ochoa, con quien mantiene su amistad.

Ya en pleno verano, sale de Madrid a Burgos; y, de allí, a un recorrido por el norte, donde puede practicar su afición a los baños de mar, en San Sebastián. Aunque todavía no ha vuelto a Madrid, el día 6 de septiembre solicita su ingreso en el ejército como Capitán Agregado, en alguno de los Regimientos de Milicias Provinciales, manifestando su vocación a la carrera militar. El 20 de septiembre es admitido en el Regimiento de Milicias de Toledo. Días después, el Rey se agravó inesperadamente, dentro de su enfermedad, y murió el 29 de septiembre de 1833. En cuanto recibe la noticia, José de Negrete parte a Madrid para estar en su puesto. Poco después el 19 de octubre, solicita ser incorporado al Ejército del Norte, hacia donde sale en noviembre. De delicada salud, Campo Alange dejará temporalmente el ejército en febrero de 1834. Vuelve a Madrid, donde comienza a publicar en La Revista Española-Mensajero de las Cortes varios artículos, bien pensados y escritos, sobre las circunstancias políticas; lo que seguirá haciendo, cuando puede encontrar tiempo en medio de sus obligaciones militares, con artículos como «Nuestra situación actual» (24 y 25/10/1835); «Sobre la guerra de Navarra» (12 y 13/03/1836, 15/04/1836, y 22/04/1836) y «Sobre la guerra de Navarra. Contestación al Eco del Comercio» (19, 20 y 21/05/1836). Su último artículo publicado fue la necrología «Don Fernando Malibrán, ayudante de campo del general Córdova» (01/07/1836).

En 1834, publica una serie de artículos titulada «Consideraciones sobre el estado actual de las provincias vascongadas» (La Revista Española, 25 y 28/02 y 02/03/1834), con observaciones sobre la guerra en el Norte. Poco después, escribe otro artículo, en el mismo periódico, «Sobre la Milicia Urbana», dividido en dos entregas (18 y 21/03/1834), que firma con sus iniciales. La redacción de La Revista Española había previsto algunas objeciones al artículo como, efectivamente, se darán; y no solo objeciones, sino que ese día se presentó una turba ante la redacción del periódico con una actitud violenta. La Revista publicó el día 23 un artículo en portada «Sobre las ocurrencias del día 21 de este mes» en que informa de los hechos y declara cómo, para aceptar el artículo, además de la ilustre cuna del autor, se había tenido en cuenta su ilustración, rara en su edad, de su juicio más raro todavía, de su acendrado amor a las libertades patrias, de su fidelidad a nuestra legítima Soberana, de su oposición al partido de la usurpación (La Revista Española 23/03/1834). La prueba de estos extremos está en su incorporación voluntaria, dejando una vida acomodada, en el punto más arriesgado de la guerra, que son los campos de batalla de Vizcaya y Navarra; insertando, a continuación, una explicación de Campo Alange, firmada con su nombre completo.

Poco después, Campo Alange sale de nuevo de Madrid para incorporarse al ejército del Norte, dejando a su administrador, don Juan de la Torre y Rújula, sus últimos deseos, con fecha de 27 de marzo de 1834, con la indicación, en el sobrescrito de que no se abriera sino en el caso de que llegase a fallecer, lo que no fue necesario. El 26 de julio de 1834, recibe la Cruz de San Fernando de 1.ª clase, por su actuación en un ataque por sorpresa de Zumalacárregui en Muez. Después, se retira a cuidar de su salud en Burgos, donde permanece al menos hasta el 2 de enero de 1835 en que escribe a su administrador, de paso hacia Vitoria y, desde el frente, a Madrid.

En Madrid está con seguridad el 22 de enero de 1835, en que asiste a la representación de La vida es sueño, de Calderón, en el Teatro la Cruz, sobre la que publica una reseña el domingo siguiente, en la entrega n.º 4 de la revista El Artista [25/01/1835]. El Artista había comenzado a publicarse el 4 de enero de 1835, después de que Eugenio de Ochoa y Federico de Madrazo, con todo dispuesto para su aparición en julio de 1834, la habían tenido que suspender debido a la salida masiva de Madrid de sus posibles suscriptores por el avance de la epidemia de cólera.

La intervención de Campo Alange en El Artista, que codirigió con Ochoa y Federico de Madrazo, fue fundamental para la revista; especialmente en los primeros meses de 1835, desde la segunda mitad de enero hasta finales de marzo. La misma entrega 4.ª en que se publica la crítica de La vida es sueño, se abre con un pequeño artículo, sin título -aunque en el Índice del Tomo Primero aparece como «Advertencia»-, escrito por Campo Alange (Alonso Seoane 2013: 24). La nota hace referencia a la finalidad de la revista y a las condiciones para la admisión de «Comunicados». Desde su comienzo se ve la implicación Campo Alange en las tareas de fundación y dirección de la revista, junto con Ochoa y Federico de Madrazo: Al fundar El Artista, no ha sido otro nuestro intento que el de despertar en nuestra patria el gusto a las bellas artes […] y abrir, al mismo tiempo, una tribuna en que puedan emitirse libremente todas las opiniones en punto a las materias que pertenecen a nuestro dominio (El Artista, I, 4 [25/01/1835], 37).

A Campo Alange se deben, junto con Eugenio de Ochoa, muchas de las «Variedades» y otros pequeños textos sobre la actualidad teatral, artística y literaria, que aparecen en El Artista; así como notas e indicaciones a la imprenta. En otros aspectos, Campo Alange, con sus artículos y textos de creación de gran interés y calidad, orientaba desde el principio los contenidos de El Artista, con gran densidad estética y de pensamiento, hacia la implantación en España de un genuino y avanzado Romanticismo.

Desde la primera entrega de El Artista, Campo Alange firma importantes colaboraciones, comenzando por sus «Recuerdos del sitio de la ciudadela de Amberes por los franceses en 1832», serie de escritura autobiográfica, del mayor interés personal, literario e histórico. En febrero de 1835 publica un evocador artículo, «Fuensaldaña» (I, 7 [35/02/15]); y, más adelante, después del largo viaje que emprenderá en la primavera de 1835, escribirá una serie de artículos, que titula «Sevilla», publicada a su vuelta a Madrid, entre octubre y noviembre de 1835. Entre diversos géneros literarios que se entrecruzan en los apartados de la serie, Campo Alange, en un pequeño relato de literatura fantástica, recrea el episodio en que Mateo Vázquez de Leca, en el Corpus de 1608, se encuentra con la muerte disfrazada de dama en la catedral de Sevilla. A comienzos de marzo, Campo Alange publica en El Artista una excelente novela breve Pamplona y Elizondo (I, 10 y 11 [8 y 15/03/1835]). En ella, vuelca de forma poética su experiencia de la guerra de Navarra, el amor y la juventud frente a la muerte, el desengaño ante la indiferencia del mundo civil cuando los jóvenes, en el ejército, están dando su vida en un número sobrecogedor. Campo Alange trata otros aspectos en su relato, como el poder extraordinariamente evocador de la música, de inspiración misteriosa. Una aria, un vals abren a una imaginación juvenil mil páginas en que lee épocas enteras, piensa el protagonista, Eduardo, álter ego de José de Negrete. El fragmento en que Campo Alange contrapone la inspiración del pintor y el poeta a la del músico, fue objeto de un polémico artículo de José de Madrazo en El Artista, que reprocha a Campo Alange que reduzca la pintura a la mera imitación o copia. En el mismo número de El Artista (I, 13 [29/03/1835]), Campo Alange publica una «Contestación» al ensayo de José de Madrazo.

Campo Alange se muestra unido a Eugenio de Ochoa en sus ideas literarias, junto con Federico de Madrazo y otros colaboradores de El Artista, en su designio de promover el Romanticismo que, por su formación y experiencia en el extranjero, conocen en su actualidad. Campo Alange expone estas ideas en varios artículos, entre ellos, en la reseña de una publicación reciente, El último día de un reo de muerte, de Victor Hugo, traducido por José García de Villalta; y otros, de teoría dramática, como los que publicó bajo el epígrafe «Teatro» (I, 5 [01/02/1835] y I, 6 [08/02/1835]), y «Del drama moderno en Francia» (I, 8 [22/02/1835]), réplica a un artículo del Eco del Comercio titulado «Del nuevo género de dramas introducido en Francia» (14/02/1835), en contra de los últimos dramas de autores como V. Hugo y A. Dumas. Entre otras intervenciones de Campo Alange sobre la actualidad teatral, tiene gran interés su crítica del estreno de Don Álvaro o La fuerza del Sino (I, 3 [29/03/1835]), obra decisiva para el Romanticismo en España, que corresponde al período en que Campo Alange sigue de cerca las “primeras representaciones” o estrenos en Madrid. Por otra parte, en su manifiesto «A la aristocracia española» (I, 3 [18/01/1835]) hace un llamamiento a los nobles a que consideren la conservación del patrimonio artístico español como tarea propia y asequible.

A comienzos de abril de 1835, José de Negrete sale de Madrid para recorrer sus posesiones de Extremadura, que no conocía, en un primer viaje que pensaba continuar haciendo anualmente. En este viaje coincide con Mariano José de Larra, quien hará un elogio del talento, patriotismo y amabilidad de Campo Alange en su artículo «La caza», en La Revista-Mensajero [La Revista Española-Mensajero de las Cortes (06/07/1835)]. Desde Extremadura, Campo Alange envía a El Artista una breve noticia acerca del hallazgo de un pavimento romano en Mérida. La nota se publica en la revista con una entradilla, sin duda de Ochoa, que presenta el viaje de Campo Alange desde el prisma de un plan general de recorrer las distintas regiones de España para dar a conocer las antigüedades existentes: Uno de nuestros colaboradores, el Sr. C. de A., que se halla actualmente recorriendo la Extremadura en busca de curiosidades artísticas, nos escribe de Mérida lo siguiente (I, 18 [03/05/1835]). Aunque el artículo se publica sin título, en el «Índice del Tomo Primero» de El Artista aparece como «Antigüedades de Mérida». Por entonces, el 1 de mayo de 1835, se le concede la grandeza de España de primera clase, junto con la dispensa de edad.

En Mérida, Campo Alange recorre gran parte de sus dehesas. En junio, decide dejar para otro año lo que le falta, y visita algunos lugares de Andalucía: Sevilla, Jerez, Cádiz y Gibraltar -donde compra algunos objetos delicados-, dedicando todo el verano de 1835, hasta el 20 de septiembre, en que está ya en Madrid. Campo Alange siguió colaborando en El Artista en la época en que no estuvo en Madrid -primavera y verano de 1835-, y volvió a trabajar en la redacción de las «Variedades», muy unido a Ochoa; aunque, a partir de la entrega n.º 21 [22/11/1835] ya no volvió a firmar colaboraciones en El Artista. El 8 de enero de 1836 se reincorpora al ejército, después de pasar las Navidades en Burgos con su familia; no vuelve a Madrid antes de la desaparición de la revista, cuya última entrega corresponde al 27 de marzo de 1836.

Entre otras vicisitudes políticas, la situación es cada vez más grave en cuanto a la marcha de la guerra. El 7 de noviembre de 1835, Campo Alange pide la reincorporación al ejército, ofreciendo, además, un donativo de 20.000 reales para los soldados mutilados en la guerra. Es destinado a las órdenes directas del general en jefe del ejército del Norte, Luis Fernández de Córdova. Sale de Madrid el 24 de diciembre de 1835 hacia Burgos, donde pasa los días de Navidad, presentándose en Vitoria el 8 de enero de 1836. Interviene en la acción de Arlabán, y a primeros de febrero está en Pamplona. En un reconocimiento sobre la línea enemiga de Villarreal (Álava), para el que salieron de Vitoria el 20 de abril de 1836, fue herido de bala en el pecho, mereciendo, por su valor y patriotismo, que el general Fernández de Córdova le confiriera sobre el campo el grado de teniente coronel. Aunque parece no tener importancia, no dejó nunca de resentirse de la herida. En los días de descanso, Campo Alange escribe una réplica, firmada en Vitoria el 12 de mayo de 1836, a un artículo publicado en el Eco del Comercio, el 3 de mayo de 1836, con el título «Sobre la guerra de Navarra. Contestación al Eco del Comercio.» El 22 de mayo de 1836, en unas operaciones militares, murió de un disparo Marcelino Oráa, de 21 años, único hijo del general Oráa, que era objeto de veneración de Campo Alange, y poco después, falleció en acción de guerra Fernando Malibrán, de 23 años e íntimo amigo suyo, sobre el que Campo Alange escribió una emocionante Necrología, fechada en Vitoria el 22 de junio de 1836, y publicada en La Revista-Mensajero el 1.º de julio de 1836.

Las consecuencias de los sucesos revolucionarios de La Granja, en agosto de 1836, le colocaron en una difícil situación que Campo Alange resolvió decidiendo permanecer activamente en el ejército, en el estrecho margen al que pudo acogerse sin daño de su conciencia y honor. En cualquier caso, recuperándose de un golpe que había recibido al caer su caballo en una zanja, descansa en Burgos. Después, habiendo tomado el mando Espartero, el 25 de septiembre, pide licencia para reincorporarse, presentándose en Vitoria el 1 de octubre. El 3 de octubre, es nombrado ayudante de la Plana Mayor General, encargándose del Diario de Operaciones.

Días más tarde, el 25 de octubre se produce el sitio de Bilbao por las tropas carlistas. Espartero avanza con sus tropas el 17 de noviembre, llegando el 25 a Portugalete. Cerca de Erandio, José de Negrete resulta herido muy grave el 5 de diciembre de 1836, en que, por su valor, Espartero le confiere en el terreno el empleo de coronel de milicias. Es retirado a Portugalete, donde fallece el 12 del mismo mes, dejando herederos de la mayor parte de sus bienes que considera libres a los heridos del ejército, en el testamento militar que había hecho el 30 de noviembre anterior.

La noticia de su muerte tardó en llegar a Madrid. El 20 de diciembre se tienen algunas noticias; El Castellano (20/12/1836), habla de la posible muerte de Campo Alange de forma poco considerada -aunque posteriormente publicó una respetuosa nota-, provocando una indignada respuesta de Mariano José de Larra (El Español 22/12/1836), en que describe las cualidades de Campo Alange y la angustia de sus familiares. Larra anunciaba también que, si se confirmaba la noticia, volvería a escribir sobre ello, como así fue; en uno de sus más importantes artículos, la necrología «Exequias del conde de Campo Alange», publicado al día siguiente de su celebración en Madrid, el domingo 15 de enero de 1837, en la Real Iglesia de Santo Tomás (El Español 16/01/1837). De la preparación de este artículo ha quedado huella en una breve carta de fecha de 4 de enero de 1836, publicada por Jesús Miranda de Larra (Larra. Biografía de un hombre desesperado, Madrid, Aguilar, 2009), en que Luis de Salamanca y Martínez de Pisón, marqués de Villacampo, cuñado de José de Negrete, expone que, habiéndole pedido Larra datos sobre Campo Alange, le incluye una copia de la orden con que fue hecho coronel para que le dé toda la publicidad posible.

Más allá del ámbito familiar, la certeza de su muerte era pública en Madrid antes del 27 de diciembre puesto que, ese día, su antiguo profesor Eusebio María del Valle publica un emotivo artículo comunicado sobre su muerte en El Español. El artículo fue la primera necrología de Campo Alange, que tuvo su continuación, además de la de Larra, en otros recuerdos de su memoria, en notas de redacción o anónimas, y en los años siguientes, como la obra de su amigo Joaquín Ignacio Mencos y Manso de Zúñiga, entonces barón de Bigüezal, Canto épico a la gloriosa muerte del Excmo. Señor Conde de Campo-Alange (Madrid, 1837), o el poema que Enrique Gil dedica «A la memoria del conde de Campo Alange» (El Correo Nacional 03/12/1838). El poema está fechado en Madrid, el 8 de noviembre de 1838, día de la apertura de la Sesión Regia en el Congreso de los Diputados; y fue reproducido, a instancias de su autor, en El Español (09/12/1838).

Eugenio de Ochoa insertó algunas de las colaboraciones de Campo Alange que aparecieron en El Artista, precedidas de una nota biográfica, en sus Apuntes para una Biblioteca de escritores españoles contemporáneos (París, 1840). En la nota, Ochoa señala el puesto destacado de Campo Alange en la vida social e intelectual del momento, afirmando de él que reunía a un gusto delicado en literatura, una erudición nada vulgar, una extraordinaria rectitud de juicio, y un tacto singular para juzgar de los hombres y de las cosas. Muchos años más tarde, lo recordará vivamente en su artículo «Necrópolis» (La América, año VII, n.º 2 12/02/1863), recogido posteriormente en Miscelánea de literatura, viajes y novela (Madrid, 1867, 274), hablando de

aquel apuesto conde de Campo Alange, muerto en la aurora de su florida juventud, durante nuestra última terrible guerra de sucesión. Llevado de sus nobles instintos de lealtad caballeresca, fue a servir de voluntario desde el principio de la campaña, y lidió y murió como un héroe en el sangriento sitio de Bilbao […]. Ya casi nadie se acuerda de tan crueles pérdidas como sufrió entonces el porvenir de España; pero yo, ¿cómo pudiera olvidar esa? No tuve en mi juventud amigo más tierno que Campo-Alange: sus últimos recuerdos, momentos antes de exhalar su hermosa alma, fueron para mí. Juntos fundamos con Federico de Madrazo el Artista, para el cual escribió, entre otras cosas, los preciosos Recuerdos del sitio de Amberes. ¡Oh, noble vida segada en flor! ¡Oh, malogrado amigo! ¡Qué fecunda carrera te aguardaba en la escena del mundo!

Eugenio de Ochoa y otros autores de la época reconocieron el alcance de su mérito literario. Ya en el siglo XX, cabe recordar un artículo pionero del marqués del Saltillo, «Un prócer romántico. El Conde del Campo de Alange» (Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, 1931-32 (1), 132-154), y la conferencia que la condesa del Campo de Alange, doña María de los Reyes Laffitte y Pérez del Pulgar, pronunció en el Museo Romántico, el 16 de enero de 1954, con el título de «El V conde de Campo Alange, D. José de Negrete y Cepeda». Recientemente, Pedro Rodríguez-Ponga y Salamanca, ha realizado la entrada correspondiente en el Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia y de otros miembros de la familia. Desde 2001, María José Alonso Seoane ha publicado varios artículos monográficos sobre el autor, entre ellos, «La expresión de la individualidad romántica en los ‘Recuerdos del sitio de la ciudadela de Amberes’, del conde de Campo Alange (Gutiérrez Sebastián, R., B. Rodríguez Gutiérrez (eds.), Individuo y sociedad en la literatura del XIX, Santander, Tremontorio Ediciones, 2012, 23-36), y «La participación del conde de Campo Alange en El Artista en los tres primeros meses de 1835» (Anales de Literatura Española, 25, 2013, 11-43).

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