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Un romántico olvidado: Jacinto de Salas y Quiroga

Emilio Alarcos Llorach





En el año 1834 se publica en Madrid un volumen de Poesías cuyo autor era un joven casi desconocido hasta entonces: Jacinto de Salas y Quiroga. El crítico literario C. de El Eco de la opinión, en su número 6, de 13 mayo de aquel año, dedicaba un artículo a este libro y calificaba a su autor de innovador, añadiendo que «ha hecho ver el señor Salas que la poesía castellana admite más clases de metros que los usados hasta el día», y que aquellas poesías «autorizan a reconocer en el señor Salas las dotes de poeta y filósofo». Era, pues, Salas uno de los que intentaban renovar la lírica castellana, como el duque de Rivas y Espronceda, aunque sin la fuerte personalidad de éstos. Si Salas hubiera estado dotado de un espíritu más señero, acaso hubiera sido una de las figuras más importantes del Romanticismo español. Pues, aparte su manera de ser apasionada y espontánea, inclinada por tanto al romanticismo, tuvo la oportunidad de conocer la moda romántica mucho antes que algunos de sus contemporáneos, y además en sus tierras de origen; con lo cual hubiera podido ejercer gran influencia sobre sus coterráneos. Pero no fue así y su obra literaria permaneció disuelta y modestamente situada en los segundos planos de la aparatosa escena romántica.


Datos biográficos

Nace en La Coruña el 14 de febrero de 1813, hijo de «uno de los magistrados de más crédito en Galicia»1. Él mismo habla emocionadamente de su origen gallego en diversos pasajes de sus obras:


y mi patria, erizada de castillos,
Galicia...2



Huérfano de padre de muy niño3, transcurrió su primera infancia en Galicia y allí comenzó sus estudios: en La Coruña4, en Allariz (Orense), donde -dice el poeta-5


pobre adivino yo leía
de Virgilio las páginas sagradas.



Prosiguió los estudios en Madrid6 y, muerta su madre, fue enviado a Burdeos, con recomendaciones para la familia Cabarrús, donde continúa su formación en un colegio francés7.

En mayo de 1830, a los diecisiete años, se embarca para América. Desconocemos los motivos de este viaje, pero el hecho es que en 28 de agosto Salas llega a Valparaíso8. Recorre diversas comarcas de Suramérica y se instala en Lima. Sus mejores recuerdos de esta época de su vida parecen ligados a la Ciudad de los Reyes: allí gana un premio de versificación por su fábula, traducida de La Fontaine, El Roble y la Caña; allí obtiene otro premio de poesía por unos versos a la Melancolía9; allí estrena, en prosa, su drama Claudia10. Sin embargo, allí sintió también la amargura y la soledad. Entonces compuso El aislamiento y otras dos poesías -de las más sentidas de su obra- dedicadas a sus hermanos Agustín y Soledad (julio, 1832) y a sus amigas, las señoritas Moreira (agosto 1833)11. De ellas se deduce que sus hermanos también habían muerto, pero imposible saber si antes de su partida para América, o durante su residencia en Ultramar.

A fines de 1832 regresa a Europa. Se detiene en Inglaterra y varias poesías suyas aparecen fechadas en Londres y Liverpool12.

Pasa a Francia en 1833, reside en París y vuelve a Burdeos, desde donde por medio de don Mateo Dorou, comerciante de la ciudad, solicita del representante de Fernando VII ayuda para trasladarse a Madrid13.

En 1834, como hemos visto, publica sus Poesías y pronto comienza a colaborar en periódicos y revistas, principalmente en El Artista (1835-1836).

En 1836 hace un viaje a Palencia, donde tuvo algún amor y donde fecha alguna poesía14.

Por entonces acabaría sus estudios de leyes, ya que en agosto de 1837 comienza a explicar privadamente un curso de Derecho Natural y de Gentes15. Ese mismo año, el 7 de mayo, inicia y dirige la publicación del No me olvides, semanario de los más interesantes y curiosos para el estudio del romanticismo español. La vida de esta revista se prolonga hasta 11 febrero de 1838; en ella colaboraron Zorrilla, Pastor Díaz, Espronceda, Miguel de los Santos Álvarez, Juan B. Alonso y empezaron su carrera poética Enrique Gil y Campoamor.

Al año siguiente viaja por Andalucía, y en Sevilla se enamora más o menos pasajeramente16.

Nuevamente embarca para América, ahora con un puesto diplomático oficial, en 1839. Reside cinco meses en Puerto Rico, recorre las Antillas y se entrevista en La Habana con el poeta mulato Plácido17.

Regresa a España y el año siguiente publica un libro de Viajes18 que no hemos podido consultar, otra colección de versos Mis consuelos, que tampoco hemos encontrado y que seguramente recoge sus poesías sueltas publicadas en periódicos, y El Españoleto, drama en verso, bastante flojo19.

En 1841, funda en primero de octubre La Revista del Progreso, que dura cinco números, y publica en ella parte del poema Leonardo, de fuerte tinte autobiográfico20.

Al año siguiente reanuda sus actividades diplomáticas: para sustituir a Espronceda, junto a cuyo lecho aparece Salas durante su última enfermedad21, es enviado a Holanda22.

A continuación aparece su firma en diversas revistas: El Laberinto, El Semanario Pintoresco Español, el Renacimiento, y traduce del inglés algunas obras históricas.

En 1847 aparece ya casado23 y publica anónima una novela, Los habitantes de la Luna, y un año más tarde El día del siglo, novela de tendencias sociales y pintura de costumbres, que Cejador -errado como de costumbre- atribuye a José M.ª Salas24.

Escribió además algunos folletos políticos.

En 1849, olvidado de todos, muere. Asisten al entierro algún pariente y tres amigos. Su cuerpo se pierde en el Cementerio de la Puerta de Toledo, bajo «una tumba sin lápida»25.

Fue Salas un hombre bondadoso y personalmente exento de todo vicio. Su pasaporte para América nos lo describe a sus diecisiete años: mide 1,57 de altura, sus cabellos son negros, sus ojos castaños, su nariz gruesa, su boca regular, su barba naciente, su mentón redondo, su rostro ovalado y su tez morena26. Al frente de sus Poesías un grabado nos presenta su efigie de mirada ingenua, triste, tímida, y atuendo byroniano; y en una de sus composiciones27, con resignada tristeza, él mismo profetiza su fin:


   Yo moriré, y al punto sepultado
quedará para siempre en el olvido
un nombre que no fuera hoy ignorado,
si el destino me hubiese protegido.






La figura de Salas ante la crítica

Parece que en el mismo título de su periódico, No me olvides, transparentó Salas el temor de ser olvidado. Y así fue. Después de días de celebridad más o menos ruidosa, nadie se acordó de él el día de su muerte, ni nadie volvió a preocuparse de su obra. Dos típicas actitudes son la de su fiel amigo Eugenio de Ochoa en 1840, y la del P. Blanco García. El primero nos dice que su tomo de Poesías fue «fruto de su juventud todavía poco madura, pero que llamó la atención pública sobre el autor y dio motivo para esperar los adelantos que éste, ya más formado su gusto, ha hecho en efecto»28. El polo opuesto a esta opinión es la injusta e irónica censura del agustino en 189129; para éste, Salas fue un «traductor adocenado y poeta de gusto tan perverso que parece haber reunido los sueños de Las Soledades, despojándoles de su ingeniosidad, para vaciarles en el troquel de un lenguaje semibárbaro con pujos de filosófico y trascendental» y que no tiene nada «que envidiar al desaforado conceptismo del siglo XVII». De todo esto se deduce que el P. Blanco no conoció la obra de Salas más que de segunda mano, porque de otra forma no se explica la acusación absurda que le hace de culterano y conceptista, términos que el crítico parece confundir y -desde luego- no entender.

De esta indiferencia hacia el «pobre Salas» se salva el fino espíritu de Valera en las palabras juiciosas que le dedica en 1882 en la «H.ª de España» de Lafuente30, aunque le olvidara completamente en su conocido «Florilegio».

En 1916, Alonso Cortés dedica a Salas unos párrafos interesantes y sustanciosos en su sólida obra sobre Zorrilla31, y amplía algunos pormenores en su libro sobre Espronceda32; en ellos señala el romanticismo resuelto de Salas, sus intentos de novedad métrica y concluye que «con su mediocridad y todo, gozó de renombre como adepto a la nueva escuela, y con su citado periódico No me olvides proporcionó uno de los más interesantes documentos para el historial de la misma».

Cejador, en 1917, da una noticia, concisa, cometiendo alguna inexactitud, y calcando algunas palabras de Alonso Cortés33.

En 1926, Núñez Arenas publica un artículo interesante y apreciable sobre todo desde el punto de vista biográfico, aunque, como hemos hecho notar, y dada la índole del trabajo, no precisa las fuentes de su información34.

Finalmente, se señala un intento de revalorización de la poesía de Salas en los libros de Díaz-Plaja, en la «Introducción al Romanticismo español» (Madrid, 1936), y sobre todo en su manual de Poesía lírica35, donde, sin duda ante las palabras de Alonso Cortés y Núñez Arenas, le dedica el espacio que merece dentro del ámbito romántico, e indica algunas notas de su poesía.




La ideología literaria de Salas

Antes de entrar en el examen de sus versos es conveniente fijarse en las ideas de Salas acerca de la literatura y la poesía. Su viajera juventud le ofreció ocasión de conocer y estudiar el movimiento romántico en su propia patria. Cuando en 1831, a los diecisiete años, acababa de salir de un colegio de Francia con la «imaginación exaltada» por «esa exaltación que puede dar la lectura de Boileau, compasada, fría y monótona»36, cayeron en sus manos las obras de Byron, Lamartine y Hugo, y «un nuevo mundo -nos dice el poeta- se ofreció a mi vista». Después del arte artificioso de los clásicos franceses, el joven Salas encontraba en los nuevos poetas todo el entusiasmo, toda la sinceridad, toda la humanidad que corría por sus venas. Y se decidió francamente por aquel camino, que le demostraba cómo la literatura era una necesidad y no un lujo o entretenimiento espiritual. Así, años más tarde, escribe37: «Era mengua de los siglos, escarnio de las generaciones, el ver que la literatura de todas las edades era sólo un juguete, un pasatiempo, el placer de un instante... Hombres insignes llamaron a la poesía recreo de la imaginación, y sólo en nuestros tiempos de filosofía y observación se ha descubierto que la misión del poeta es más noble, más augusta...: consolar al desgraciado, llevar la vida al corazón abatido, hacer menos amargas las amargas horas de esta vida de padecer». Es decir, misión social, una especie de «sacerdocio de moralidad y virtud»38 era la literatura. El arte por el arte, puramente estético, amoral por tanto, no tenía razón de ser ni era la meta que Salas se proponía. La literatura tenía que influir en las costumbres39 y para ello había que desechar las ficciones de la mitología, quemar los ídolos paganos y derribar los templos de la rutina. Había, pues, que hablar con sinceridad: y sólo sinceridad es la obra de Salas. Pero ante todo, el fundamento de las letras, «del genio, y sobre todo del genio poético, es la libertad»40. La libertad. Ya Víctor Hugo había proclamado: «Le romantisme n'est que le liberalisme en littérature». A lo largo de la obra de Salas se observa esta ansia de romántica libertad. En su poema «Leonardo»41 afirma:


¡Libertad sacrosanta! ¡Amor sublime!
Yo vuestro amparo celestial invoco...
Mi cántico es de amor y libertad...



y en el prólogo de sus Poesías escribe que el carácter dominante de su obra es la libertad42. En suma, según Salas, sin libertad no hay genio, ni inspiración, que es sentimiento. Libre éste de amarras intelectuales, surtirá la inspiración. Tan arraigada está esta creencia en Salas que le lleva a decir un poco humorísticamente que «toda protección directa de los gobiernos y de los soberanos a los escritores es un mal para las letras: (por ejemplo) Gil bosquejaría aún esos cuadros sombríos de pasión que pintarán a los venideros la agitación de estos malhadados tiempos, si no fuera director de no sé qué heterogéneo ministerio. Las letras no necesitan, ni piden, ni quieren más que libertad»43. Por ello son contrarios a la libre inspiración el mercantilismo44, la imitación45 y las reglas y ejemplo de los antiguos. En este sentido escribe: «Yo quisiera que el poeta, menos sujeto a reglas y más observador de la naturaleza no caminase siempre por el sendero que han trazado sus mayores... Quien no se atreve a escribir sin tener a la vista a Horacio, Boileau o Martínez de la Rosa, y, antes de dar la aprobación a un verso, la busca en las obras de los maestros, no llegará a ser colocado en el número de los primeros poetas... Ese lenguaje justo medio que excluye toda expresión bien apropiada, pero no admitida... puramente convencional, no puede ser intérprete del genio y de la inspiración»46. Es decir, que nada impida el libre fluir de la inspiración, del yo propio, del subjetivismo, sin las trabas de lo ya trillado; que ante todo se abra paso la sinceridad: «Y si el deseo de gloria es grande en mí, cual debe serlo a mis años y con mis gustos, más pienso... en el placer íntimo de mi alma que en el vano renombre»47. El placer íntimo de la autoconfesión, de la sinceridad consigo mismo, que es la base de la verdadera literatura, de «la poesía del corazón», de la «escuela llamada romántica». En efecto, en el editorial del n.º 1 del No me olvides, Salas se declara «romántico», y advierte: «Si entendiésemos por romanticismo esa ridícula fantasmagoría de espectros y cadalsos, esa violenta exaltación de todos los sentimientos, esa inmoral parodia del crimen y la iniquidad, esa apología de los vicios, fuéramos nosotros los primeros que alzáramos nuestra débil voz... contra tan manifiesto escarnio de la literatura... Pero si en nuestra creencia es el romanticismo un manantial de consuelo y pureza, el germen de las virtudes sociales, el paño de las lágrimas que vierte el inocente, el perdón de las culpas, el lazo que debe unir a todos los seres, ¿cómo resistir al deseo de ser los predicadores de tan santa doctrina, de luchar a brazo partido por este dogma de pureza?».

En cuanto a la literatura española y el estado en que ésta se encontraba durante su época, dice Salas: «La vecindad de Francia, que tan perjudicial nos ha sido en otras cosas, más que nada nos lo es en la poesía. Yo no encuentro en los poetas de aquella nación sino hombres llenos de talento si se quiere, pero que no dan nada a la naturaleza y sí todo al arte; en sus versos (no hay) sino esfuerzos del trabajo y apenas una chispa de inspiración»48. Hubiera sido mejor, prosigue Salas, estudiar nuestros autores antiguos: «ese Cervantes, mezcla singular de imaginación romántica e ironía filosófica; ese Lope de Vega, cuya prodigiosa fecundidad e inagotable invención hace traspasar los límites de la verosimilitud; ese Calderón, genio entusiasta que hizo con osadía el drama del Catolicismo; esos, los ingeniosos Tirsos y Moretos, son los que se debían estudiar»49. Porque, además, todos los autores extranjeros que merecen ser estudiados, como Hugo, de Musset, Dumas, en Francia; Byron, en Inglaterra; Schiller, Goethe y Klopstock en «la filosófica Alemania», deben a los autores españoles «el haber roto las cadenas que los ligaban a la rutina»50.

En fin, las ideas literarias de Salas son evidentemente románticas. ¿Responden sus versos, en la práctica, a estas teorías? Es lo que ahora veremos.




Los versos de Salas

Sólo hemos podido leer los versos incluidos en el tomo de «Poesías» de 1834 y las composiciones publicadas en numerosas revistas de la época, sobre todo en la que él fundó, No me olvides. Es poeta desigual, con aciertos parciales, con caídas hondas en el prosaísmo. Otras veces, en medio de los tópicos románticos de época, un sentimiento sostenido y sincero salva los versos. Podrían elegirse unas cuantas composiciones de cierto valor que no están por bajo de la poesía de los románticos menores. En «Poesías» hay sin duda frecuentes fallas, pero merecen destacarse algunas, las que comienzan:


Tú vives, cara hermana, todavía...
Todo es penar, oh amigas, todo es llanto...51



dedicadas respectivamente a sus hermanos y a las Stas. Moreira (fechadas en Lima el año 1832, es decir, cuando el poeta tenía 19 años), donde vibra sincero dolor y resignación sentida; un polimétrico «Himno de amor», sobre el que ya ha llamado la atención Díaz Plaja52, y otra composición «El amor del poeta», ardorosa y apasionada53.

De 1835, y publicada en El Artista54, merece destacarse «El cristiano en oriente», típica por el tema exótico, del romanticismo y típica también por convencional retórica amorosa. A pesar de ello, tiene momentos bellos:


¡Ay, el vivir es respirar aroma,
cuando el vivir es contemplar tus ojos!...
...Vales tú más que el temple de mi acero,
vale más tu suspiro que la palma,
que el lirio del jardín, más que el lucero...



Fechada en 1836-37 aparece «Ni esperanza»55, que, fuera de unas estrofas de pura bambolla decorativa, se desarrolla hondamente sentida desde el sosegado principio.


¡Ah! ¡Qué dulce es vivir
cuando la vida se desliza entre lirios y azucenas...



hasta el final, de calderonianas vanidad y fugacidad de las cosas del mundo:


...Yace arrojada la rosa,
y el lirio no es blanco ya,
la voz se apagó por siempre,
crespón se trocó la gasa,
y el cierzo airado que pasa
la esperanza llevará.
Ayer un vergel de flores,
hoy una tumba; ayer vida,
hoy la esperanza perdida...



En la misma línea de añoranza hacia el pasado, se encuentra «Ruega por mí»56, iniciada melancólicamente:


¡Ah! ¿dónde están las horas de armonía,
fúlgido luminar de la esperanza,
que, présago feliz de eterno día,
he visto yo brillar?...



De su viaje a las Antillas en 1839, procede una composición fina y delicada, en octosílabos con pie quebrado de cancionero, al Río Canasí57:


...manso río,
coronado de verdura,
cuya modesta hermosura
llora el Ródano bravío;
río sin fama ni historia,
Canasí,
guarda mi tierna memoria,
yo la guardaré de ti.



Finalmente, y aparte de los fragmentos del poema autobiográfico «Leonardo»58 que presenta estrofas buenas, merece destacarse «A Galicia», incluida sin fecha en la antología de Saralegui59:


Oh, manso Sil, que entre espadañas corres...
Oh, Miño, que reflejas en tus olas
palacios antiquísimos y torres...






Lecturas y reminiscencias de los versos de Salas

La filiación romántica de Salas, demostrada por sus ideas acerca de la Literatura, se vislumbra también a través de las huellas que otros autores han dejado en sus versos.

La juventud de Salas al publicar su primer libro, y la inmadurez subsiguiente de su obra, hacen que su expresión no sea firme y personalmente suya, sino vacilante y sujeta a muy diversas influencias. Las poesías posteriores nos muestran una mayor individualidad y una expresión más lograda y personal. No obstante, se pueden ver aún diversas reminiscencias de los autores preferidos suyos y que más leyó.

De los clásicos españoles, cuya obra debió de conocer bastante bien, creemos percibir una huella débil de Fray Luis de León y algún recurso expresivo de tipo gongorino, que lo mismo puede proceder de Góngora que de toda la poesía posterior, que -de grado o involuntariamente- recibió la herencia del cordobés.

Enlazándose con los rasgos de origen luisiano, aparecen rastros y expresiones de tipo bíblico. Tradujo -del latín, naturalmente- algún salmo y algún capítulo del «Libro de Job» y en alguna poesía original sorprendemos el estilo grave y sentencioso del Viejo Testamento60.

Leyó también los poetas latinos. En su libro de Poesías imita a Horacio la composición «A una coqueta», como el mismo autor reconoce61, imitación de asunto más que de procedimientos; y puede reconocerse algún lejano recuerdo de Tibulo y Catulo62 en «Ni esperanza».

Pero, como es natural, los poetas que más influyeron en Salas son los modernos. Entre los españoles, Martínez de la Rosa «el divino cantador de Edipo», como le llama63. Parece indudable que dos pasajes del libro de Salas tienen un antecedente inmediato en la fina y nebulosa «Epístola al Duque de Frías» del literato granadino. Compárense las palabras que hemos subrayado en este fragmento de Salas.


¡Llorar! ¡Llorar! Dios santo,
Yo te bendigo en tu más bello día,
a Ti que diste el llanto
al mísero poeta
y no la pena fría
que hiere con denuedo,
sin dar un solo instante
al corazón amante
para temblar de miedo.
¿Y qué fuera de mí si no llorara?64



con estos versos de la elegía por la duquesa, escritos en 1830,


      ¿Qué fuera
si no llorara el hombre?... Yo mil veces
he bendecido a Dios que nos dio el llanto
para aliviar el corazón, cual vemos
calmar la lluvia el mar tempestuoso.



Y estos otros versos de Salas en «El Aislamiento»


Yo gimo solo, yo no tengo madre,
no tengo hermanos que conmigo lloren,
todos reposan con mi triste padre...
Pero en la tierra, ¡oh huérfano infelice!,
nadie suspira cuando yo suspiro...65



con los de Martínez de la Rosa en la misma composición:


      ...Vuelve los ojos
a un huérfano infeliz, enfermo, triste,
solo en el mundo, sin tener ya apenas
a quien llorar... que a todos en la tumba
unos tras otros los hundió la muerte.
... perdí una madre tierna, idolatrada,
mi dicha y mi consuelo; tras sus huellas
mi triste padre... descendió a la tumba...



Su formación francesa fue causa de que comenzara influido por La Fontaine66, pero pronto el descubrimiento de los románticos cambió sus aficiones. Leyó a Byron y le imitó no sólo en alguna composición67, sino hasta en su atuendo. Sin embargo, los románticos franceses son los que más huellas han dejado en su poesía. No hemos intentado una investigación en este sentido, mas la simple hojeada del libro de Salas nos conduce a un camino seguro. Las citas con que encabeza las composiciones son pistas certeras sobre sus lecturas: Hugo, del que tradujo también alguna Oriental68, Lamartine, de Musset69, Béranger, etc. En su entusiasmo por Hugo llega a dedicarle una oda en francés que incluye en sus Poesías70 y que emocionó al buen crítico de «El eco de la opinión»:


N'est-ce pas sur les bords de la mer en colère,
toute écumante encore de son fatal couroux...



Es significativa además la confesión que Salas hace en esta oda:

Mon âme est espagnole et ma lyre de France!



Significativa, y además demuestra la plena conciencia del poeta en su polarización estética.

Finalmente es curioso apuntar el origen del drama «Claudia», que va al final de las Poesías y que fue representado en prosa y más tarde versificado. Su autor afirma que se lo inspiró «la gloria, personificada en una interesante actriz» de Lima71 y señala la diferencia de estilo que se puede observar entre el primer acto y los dos últimos, más clásico aquél y más románticos éstos. Añade, además: «conozco una comedia inglesa con el mismo título que mi drama, otra francesa de Pigault Lebrun y una ópera italiana de no sé qué autor, pero ninguna se parece a mi obra, sino en el título». En efecto, pero Salas olvida la existencia del caballero Florian, y de las novelas que éste escribió. Díaz Plaja ha esbozado un cuadro de la influencia de este escritor francés en España72. En él no aparece Salas y Quiroga. Y, sin embargo, éste en su drama «Claudia» no hizo más que versificar y arreglar un poco una novela de Florian, «Claudine», que conocería durante sus estudios en Francia. No hemos podido leer la novela francesa, pero leyendo el resumen claro y preciso que hace Saillard en su obra sobre Florian73, no nos cabe duda que éste fue el original versificado y arreglado por Salas. No sólo el nombre de la protagonista (Claudine-Claudia), sino el de los demás personajes74 y las características y situaciones de ellos, son los mismos en una y otra obra. Este hecho no tiene en sí gran importancia por lo que respecta al estudio de Salas. Su drama es una obra de dieciocho años que ni le quita ni le pone gloria por su falta o no falta de originalidad. Pero es un dato más para una futura ampliación de los apuntes esbozados por Díaz Plaja sobre el influjo de Florian en la patria de su madre.




La métrica

Resuelto romántico aparece Salas en lo que respecta a los moldes de sus versos. La polimetría es frecuentísima y el número de estrofas y versos distintos que usa, es grande. Léase, por ejemplo, «Himno de amor»75 donde se mezclan endecasílabos y heptasílabos, en distintos tipos de estrofas, o «El cristiano en Oriente»76. Sin embargo, la combinación que más usa es la siguiente ABBcDEEc o ABAcDEDc, tipo de octava, en que las mayúsculas representan endecasílabos y las minúsculas heptasílabos agudos. Esto no obsta para que emplee Salas también estrofas tan clásicas como la octava real77. Pero el hecho más curioso que se puede señalar en la métrica de Salas es la aparición del eneasílabo, tan poco usado en la poesía española:


Más de una vez miré tu llanto,
cuando de ti yo me apartaba,
y en mis angustias encontraba
amables lloros mi quebranto.
¡Ay infelice, qué mudanza
me reservaba tu rigor!
Sí, me engañó la semejanza
de la amistad y del amor78.






Notas de las poesías de Salas

El mismo poeta escribe:


El cantor de alegres horas
canta trovas sólo un día,
y el cantor de la agonía
canta trovas sin cesar...79



Y en estos cuatro versos queda encerrada la esencia de la poesía de Salas. Es un poeta triste, un poeta siempre en agonía, aunque una agonía nada turbulenta ni tremenda, sino apacible y brumosa. Todo en sus versos son apagadas medias tintas, cuando tiene aciertos. Alguna vez se ven chafarrinones y colorismo postizo, pero esto no va con la manera de Salas.

Sus direcciones sentimentales básicas son dos: el amor y la soledad. Esta es la vena más fecunda y sincera de Salas. Toda su poesía está transida ya de la saudosa ausencia del amor, ya de su apasionada presencia. Ello es explicable. El complejo de soledad de Salas, su aislamiento íntimo, forzado por su orfandad, crearon en él anhelos por el hallazgo de alguien que compartiera sus dolores. Un amor en abstracto, a priori, cruza toda su poesía. Así lo confiesa:


Yo amé. ¿Y a quién? Un ídolo que veo
a todas horas de mi amarga vida.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás?80



Pero esta imagen que tenía esculpida en «la madera de los sueños» ¿llegó a concretarse alguna vez? Parece deducirse de sus versos que esta concreción se realizó pasajeramente algunas veces. Eso refleja el apasionado «Himno de amor», ya citado81:


Oh, virgen de mis sueños, yo te adoro...



donde ansia poder decir el día de su muerte:


Sólo existí los días que te he visto,
sólo existí mientras que tú me amaste,
y el tiempo de mi gloria
fue el tiempo en que por mí tú suspirates.



Y aun más arrebatadamente, escribe en «El amor del poeta»82:


Amor, devora el alma de tu esclavo,
devórala en un día...



Cuando la muerte -o cualquier otra circunstancia- hace desaparecer los sueños hechos carne de Salas, sus versos se sumergen en desconsolada melancolía:


Pasó como una nube que la brisa
lleva en sus alas a región remota83



e intenta que sus versos lleguen a la amada muerta:


Si mi voz de mortal a ti no alcanza,
alcance a ti mi afán84.



Al fin, en sus últimas producciones aparece realizado su sueño.

Su vida ya está orientada en la citada «Oda a Galicia»85, oda que es un bello y ponderado resumen -a pesar de sus fallos- de su vida fatigada y doliente. Los dos polos afectivos a que tiende su alma -su amor infantil a la madre y el amor encarnado en su mujer-, se presentan unidos aquí y soldados por la voz entrañable y sincera del poeta, que los arraiga en la tierra vieja de su Galicia. Una nostalgia tranquila y posada de personas y paisajes empapa toda la composición: naturalismo, espiritismo galaico y afectos se unen en ella.

La soledad, hemos dicho, es la otra fuente de inspiración -y de queja- de Salas. Desde su juventud en Lima (1832) su vida es un doloroso «aislamiento» interrumpido, como hemos visto, por la fugaz aparición del amor86. A su orfandad se añade la muerte de sus hermanos87:


En mi torno la vista tiendo en vano;
llanto, penar amargo y desconsuelo
circundan sólo a tu infeliz hermano.



Y más tarde se lamenta:


Triste, triste es vivir cuando es eterno
el dolor y amargura de la vida!88



Toda su tristeza, todo este desasosiego del vivir se condensa en su autobiográfico poema «Leonardo»89 en 1843, época en que su dolor desemboca en un escepticismo indiferente y un tanto irónico90.

Otros temas, tópicos del romanticismo, se encuentran en los versos de Salas. Pero estos dos -soledad, amor-, son los fundamentales, los que le dan cierta personalidad. Ya Zorrilla supo ver en una composición dedicada a Salas, la esencia de su inspiración:


Poeta del dolor, Bardo Sombrío,
tú, que a remotos climas has llevado
tu noble y melancólico cantar...



Sí, noble y melancólico fue el canto de Salas.







 
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