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Lorenzo Hervás y Panduro

Las obras de Lorenzo Hervás y Panduro

1. La obra de Hervás

Como hemos apuntado, Hervás agrupa su producción literaria hasta 1799 (año de cierre de su BJE) en cuatro apartados: a) Obra impresa en italiano (1776-1792), b) Obra impresa en castellano, c) Manuscritos enviados a Madrid para su impresión y d) Manuscritos desaparecidos o que Hervás veía difícil su publicación en 1799. Hagamos algunos comentarios sobre los mismos.

1.1. Obra impresa en italiano (1776-1792)

Lorenzo Hervás y Panduro, Historia de la vida del hombre. Tomo I, concepción, nacimiento, infancia y niñez del hombre, Madrid, 1789.Entre la obra impresa destaca Idea dell'Universo, che contiene la Storia della vita dell'uomo, Elementi cosmografici, Viaggio estatico al mondo planetario, e Storia della terra (volúmenes 16) y las investigaciones lingüísticas (Catalogo delle lingue conosciute; Origine, formazione, meccanismo ed armonia degl' idiomi; Arithmetica delle nazioni, e divisione del tempo fra le orientali; Vocabolario poligloto y Saggio pratico delle Lingue) publicadas entre 1784 y 1787. Descolgada en todos los aspectos queda la última obra en italiano Analisi filosofico-teologica della natura della carità ossia dell'atto di amor di Dio (Fuligno, 1792), de tema teológico y fruto de su amistad con Bolgeni, en cuya defensa fue escrita.

No procede que repitamos el comentario que el P. Julián Zarco Cuevas [Estudios sobre Lorenzo Hervás y Panduro (1735-1809). Vida y escritos, Asociación Nacional de historiadores de la ciencia española, Madrid, 1936] hace de los 122 escritos que documenta de Hervás. Simplemente anotaremos algunas observaciones al hilo de la reseña autobiográfica de nuestro abate.

Hemos visto que, aunque las primeras producciones de Hervás son en italiano, desde muy pronto pensaba en introducir sus libros en España, pues entre los papeles de la Embajada de España en Roma de 1775 hay una instancia de Hervás en la que «solicita introducir una obra suya en España» (AER, Santa Sede, leg. 224).

Aunque Hervás concibió toda su obra italiana como formando una enciclopedia, la manera cómo ordena los 22 tomos en la BJE da a entender que la Idea dell'Universo propiamente dicha sólo comprende hasta el tomo XVI inclusive, pues los agrupa todos en el mismo apartado.

En los catorce primeros tomos italianos de Idea dell'Universo no encontramos alusión alguna a ningún tipo de estudio lingüístico que Hervás tuviera entre manos. Por el contrario, todas las obras, tanto italianas como españolas, escritas después del tomo XV hablan constantemente de temas lingüísticos, excepto el citado tomo XXII.

Por otro lado, la manera de enumerar por separado los tomos XVII al XXII da a entender que para Hervás eran obras independientes, lo cual es evidente en el tomo XXII, por su temática teológica. Sin embargo, sorprende más el que no presente agrupados los tomos XVII al XXI, o al menos los dedicados a cuestiones puramente lingüísticas, como los volúmenes XVII, XVIII, XX y XXI, aunque hubiese problemas para incluir el vol. XIX, Aritmetica delle Nazioni.

Hervás daba a su producción literaria una vinculación enciclopédica, como demuestra el hecho de enumerarlos. Por ejemplo, acabados los 21 que acabamos de reseñar como pertenecientes a la Idea dell'Universo, al final del libro que los siguió, Analisi filosofico-teologica della natura de la charità, se lee «tomo XXII delle opere del sig. ab. Hervás», p. 320, aunque no aparece el antetítulo Idea dell'Universo.

Respecto a la integración en la enciclopedia del Analisi filosofico-teologica della natura della Charitá, ossia dell'Amor di Dio, que es una defensa de su amigo el también ex jesuita P. Giovanni Vincenzo Bolgeni, cuya obra sobre el mismo tema fue traducida por el P. Manuel de Parada (Pontevedra, 1735-Roma, 1803), debemos observar que, aunque extraño por su materia a los tomos italianos precedentes, el mismo Hervás lo miró como un tomo más de sus obras italianas. Fermín Caballero hace un grupo aparte para esta obra: «Algunos consideran este tomo como el XXII de la obra anterior; yo lo pongo como obra distinta, porque lo es en la materia de que trata, en el tiempo y en el lugar de impresión. Es libro aparte, que nada tiene que ver con el plan de la obra Idea del universo, y que procede de otros móviles» ( CABALLERO, Fermín, El abate Hervás, pp. 89-90).

El P. Luengo da bastante injerencia a Bolgeni en esta obra, cosa que rechaza Uriarte: «El Analisi..., aun cuando diga el padre Luengo que es obra del P. Bolgeni, hay que dejárselo a Hervás y Panduro, siguiendo a los bibliógrafos, mientras no se aleguen razones más convincentes que la del "poco saber teológico de Hervás" y su amistad y "convivencias con el P. Bolgeni"» (URIARTE, Catalogo razonado, tomo IV, p. 494, n.º 6189).

Participamos de esta última opinión, pues Hervás, que había sido profesor de teología moral en Huete, enumera en la misma BJE, entre los manuscritos enviados a Madrid para su impresión, una ampliación en castellano del Analisi italiano, en la que lógicamente poco podía intervenir, al menos formalmente, el abate veneciano, a la sazón enzarzado en otras polémicas, suscitadas por libros más políticos, cono Los Derechos del Hombre o el Episcopado.

Portillo, basándose en el estudio de la enciclopedia Idea dell'Universo, cree que Hervás siguió el plan programado en el prólogo del tomo I, fechado en Cesena el 10 de agosto de 1778, que es el mismo que hemos visto en la carta de mayo de 1775, pero que Hervás varió dicha planificación en los primeros meses de 1783 cuando estaba redactando el tomo XV, dedicado el 23 de marzo a la marquesa Mariana Ghini: «Y aquí tenemos a Hervás que, olvidado de todas sus promesas y planes [...]. Por esto, Hervás concluye en el tomo XVI brevemente lo que debía decir sobre la repoblación del globo por Noé y sus hijos, y abre en el XVII la Historia de las lenguas» [PORTILLO, Razón y Fe, XXV (1909), p. 283].

Hervás ya contaba con una amplia red de suscriptores jesuitas, de todas las nacionalidades, a su enciclopedia, que le podían facilitar el estudio de las distintas lenguas. Podemos corroborar la suposición del P. Portillo («El tomo XV, impreso en 1783, es digno de especial estudio, pues en su preparación, y no antes, se encontró Hervás con los materiales de sus estudios lingüísticos entre las manos. En este tomo, como en todo periodo de transición, se nota cierto desorden e inexactitudes que manifiestan claramente cómo Hervás iba concibiendo un plan vasto y grandioso [el lingüístico], sin tenerlo aún fijo y determinado» [Razón y Fe, XXV, pp. 283-284]) con cartas de 1783 en las que Hervás pone a trabajar a la amplia red de colaboradores jesuíticos. Por ejemplo, a partir de 1781 el P. José Petisco estaba suscrito a Idea dell'Universo y le suministra datos sobre el vasco en mayo de 1783 (HERVÁS, Cartas, BNE, ms. 22996, fol. 424).

Está suficientemente demostrado que Hervás se sirvió de los misioneros ex jesuitas desterrados en Italia para acopiar el material lingüístico de las distintas lenguas. Se dio cuenta, un poco tarde (habían fallecido muchos misioneros entre 1767 y 1783), del caudal de información cultural y lingüística que suponían los ex jesuitas y se propuso utilizarlo a fondo y rápidamente, como para recuperar el tiempo perdido, primero en sus obras lingüísticas, y después, como derivación lógica, en su BJE. En dicho tomo XV (1783) describe el plan de trabajo lingüístico, basado en su amplia red de informadores jesuitas:

«Yo, con trabajo y fatiga grande, he procurado formar un ensayo [de la muchedumbre y variedad admirable de las lenguas], y con este fin he reunido la oración del Padre Nuestro en más de sesenta lenguas, de las cuales más de cuarenta son lenguas madres. He recogido también los numerales de muchísimas naciones y los elementos gramaticales de no pocas lenguas desconocidas de los europeos. Mi pensamiento, que era vastísimo, pues se extendía a dar alguna idea de más de cien lenguas madres, de cuya existencia tengo noticia cierta, se hubiera efectuado perfectamente diez y seis años ha, cuando llegué a Italia con los demás compañeros jesuitas españoles, de cuyo singular conocimiento y pericia en las lenguas hubiera podido aprovecharme. Al presente no tengo esta ventajosísima ocasión, puesto que en este transcurso de años han pasado a mejor vida, y al goce del premio de sus fatigas, más de doscientos misioneros de naciones bárbaras, en cuyas lenguas bien pocos españoles o americanos instruidos encuentro en Italia»

(HERVÁS, Idea dell'Universo, XV, p. 172).

Esta misma idea de utilidad y de agradecimiento a los informadores jesuitas la repite Hervás en el tomo XXI italiano, cuya dedicatoria está firmada el 10 de agosto de 1785, y en el prólogo del Apéndice I de la BJE:

«Efectivamente le escribí [a Francisco Pérez Bayer], proyectándole que con la rara y ventajosísima ocasión de hallarse en esta ciudad de Roma muchedumbre de ex jesuitas españoles y instruidos en toda clase de ciencias, se podría pensar en valerse de ellos con poco gasto, para observar y trasladar los manuscritos que, depositados en dichas bibliotecas, se juzgarían convenir y ser útiles a los intereses de la Nación Española en cualquier asunto.

El aviso de mi proyecto no tuvo ni aún el mérito de lograr respuesta; por lo que, abandonando el destino de mi primera intención, y sensible siempre al impulso que de ella provenía, determiné emprender por mí sólo la laboriosa y útil tarea de observar, a lo menos, el número y la calidad de los manuscritos que de escritores españoles existen en las bibliotecas romanas, y publicar noticia de ellos».

En la introducción del Catálogo de las Lenguas vuelve a recordar a sus informantes jesuitas, en Roma, «en los catorce años de mi residencia en ella», es decir entre 1784 y 1798:

«Para esta consulta [sobre las gramáticas de las lenguas] me han ofrecido mis circunstancias presentes la ocasión más ventajosa que hasta ahora ha habido en el mundo y que difícilmente se logrará otra vez en los siglos venideros. Esta ocasión ha sido y es la de hallarme en Italia en medio de muchedumbre de jesuitas sabios, antes dispersos por casi toda la faz terrestre para anunciar el Santo Evangelio, aun a las naciones más remotas y bárbaras, y ahora compañeros míos envueltos en la misma desgracia, que arrancándonos del seno de la patria nos ha arrojado a las playas de Italia.

En ésta [Italia], rodeado yo de celosos y sabios misioneros de casi todas las naciones conocidas del mundo, he podido fácilmente consultar a unos de palabra y a otros por escrito, pidiendo a cada uno las palabras que de la lengua de la nación de su misión pongo en mi Vocabulario polígloto y en otros tomos, y alguna noticia de su artificial gramática. Con la dirección de varios de dichos misioneros he formado algunas gramáticas y otros me han favorecido formándolas»

(HERVÁS, Catálogo de las lenguas, tomo I, art. IX).

Lorenzo Hervás y Panduro, Viaje estático al mundo planetario en que se observan el mecanismo y los principales fenómenos del cielo..., Madrid, 1793.El hombre inteligente, y Hervás lo era, se caracteriza por saber escoger a sus colaboradores para suplir sus carencias. Por ejemplo, ¿a qué lugar de Italia acudiría Hervás para busca informadores sobre el holandés y el dinamarqués, lugares dominados por el Protestantismo y donde era difícil encontrar ex jesuitas? Pues a Génova, la República más cosmopolita por sus relaciones marítimas y donde, según opinión de Azara, se concentraban los ex jesuitas españoles más díscolos respecto a las órdenes de Madrid. Así, conservamos una carta de otro jesuita, Ignacio Montero, fechada en Génova el 5 de julio de 1783, informando a Lorenzo Hervás, sobre la lengua de Holanda y de Dinamarca. Montero no sólo era suscriptor de la enciclopedia Idea dell'Universo, sino su agente literario-comercial en Génova, es decir de encargaba de repartir los libros que Hervás iba publicando y de cobrar su precio (HERVÁS, Cartas, BNE, ms. 22996, ff. 390-390 v.).

En 1787 el padre Luengo no se percató de la clara diferencia entre la parte enciclopédica y la parte lingüística de Idea dell'Universo, ni de la importancia de esta última, pues al reseñar la noticia de la concesión de la pensión doble a Lorenzo Hervás, le critica precisamente su cariz enciclopédico y vaguedad de contenidos:

«El tercero [ex jesuita al que se le ha concedido pensión doble] es Lorenzo Hervás, de la provincia de Toledo, que ha escrito una obra de muchos tomos con este título: Idea dell'Universo [...]. Y que quiere decir en español: Idea del universo que contiene la historia de la vida del hombre, los elementos cosmográficos, un viaje al mundo planetario y la historia de la tierra. Obra del sacerdote don Lorenzo Hervás. Es ya voluminosa, de dieciocho o veinte tomos [en realidad 21], y lo podrá ser de ciento si el autor tuviese gana y vida para escribirlos; porque bajo del dicho título, como es claro, se puede describir de todas las cosas que hay en el cielo y la tierra. Por lo poco que yo he leído de esta grande obra, y más por lo que he oído a otros sobre ella, me atrevo a asegurar que el trabajo, fatiga y estudio del autor ha sido grande, que su erudición no es poca, que escribe con juicio y con piedad; pero con poco gusto y cultura. No obstante esta última falta, merece, sin la menor duda, el premio de segunda pensión que se ha dado a algunos por una obrilla de un tomo y poco bien escrita».

En lo que acertó Luengo es en la poca simpatía que se tenían mutuamente Hervás y el embajador Azara: «Con todo eso, [Hervás] no debe al Sr. Azara el haber sido recomendado a la Corte para el dicho premio; y habiéndose él ayudado por otra parte y habiendo venido el orden de que se le diese segunda pensión, mostró desaprobarlo el dicho ministro [Azara], como que Hervás no era escritor que lo mereciese» (Manuel LUENGO, Diario, tomo XXI, año 1787, pp. 625-634).

Después de la publicación del Analisi filosofico-teologica della natura della Charitá, ossia dell'Amor di Dio (1792) no volvió a imprimir nada en italiano (ni a escribir obra importante, se supone), volcado en hacerlo en castellano, a pesar del decepcionante resultado económico y las injustificadas trabas administrativas que se le pusieron constantemente en España.

1.2. Obra impresa en castellano (1789-2007)

En primer lugar, Hervás nos informa del motivo por el que abandonó la lucrativa edición en italiano para sumergirse en la problemática y ruinosa castellana, a pesar de que Hervás, que tanto se preocupaba del proceso económico editorial de sus obras, no pierde la ocasión de informar al lector español dónde podía conseguir los distintos tomos y de incitar a sus amigos a la compra y difusión de los mismos. Continúa la autobiografía de Hervás en la BJE, justificando el no haber publicado los Elementos gramaticales, como prometió en su Catalogo delle lingue conosciute, por deseos de agradar a su tío, Antonio Panduro, quien le urgía lo hiciese en castellano:

«Estando el autor para imprimir en italiano los Elementos gramaticales de las lenguas asiáticas, americanas y europeas y otras obras, suspendió su publicación, obedeciendo a las insinuaciones de su venerado tío materno Fray D. Antonio Panduro, del Orden de San Juan, prior de Beade y de Toro, para que en adelante escribiese en lengua española. En ésta, pues, con los apellidos Hervás y Panduro (este segundo falta en todas sus obras italianas) ha publicado...».

«Hasta el presente año 1799», Hervás se autorreseña la publicación de siete tomos de Historia de la vida del hombre, cuatro del Viaje estático al mundo planetario («Esta obra también es nueva pues, con la que en italiano publicó el autor con el sólo título de Viaje estático al mundo Planetario, conviene en poco»), dos de la Escuela española de sordomudos y uno de Catecismo de doctrina cristiana para la instrucción de los sordomudos («El autor escribió en italiano esta obra a instancias del señor Pascual de Pietro, abogado consistorial y fundador de la escuela romana de sordomudos; mas no la publicó por querer publicarla en español»).

El primer lugar, debemos comentar que Hervás destaca las novedades de su obra española, para que no se crea que es una simple traducción: «Esta obra [Historia de la vida del hombre] es nueva y casi totalmente diversa de la italiana, con la que apenas convendrá en los discursos que pueden formar un tomo». Es decir, el parecido entre la versión italiana y la española es menor del 15 por ciento.

Según Luengo (Diario, tomo XXIV. Año 1790, pp. 448-460), los cinco años que hay entre la publicación del vol. II (1789) y el vol. III (1794) fueron años de represión intelectual para los jesuitas y el caso de Hervás uno de los más llamativos de la misma, acusado de «algunas expresiones sobre el noble origen del hombre, sobre la singular prerrogativa de su libre albedrío o libertad, y sobre la igualdad física de todos los hombres», las cuales «se creerán peligrosas en estos tiempos por el fanático abuso que hacen de ella los filósofos franceses». El simple hecho de que parte de los intelectuales de su tiempo, como Lorenzo Villanueva o el ministro Llaguno considerasen a Hervás filorrevolucionario en algún momento, debe ponernos en guardia en contra de los que lo hacen paladín ultrarreaccionario, por una obra escrita poco después, en tiempos de fervor antirrevolucionario francés.

Ciertamente, como hemos visto, Hervás contó con la hostilidad de Lorenzo Villanueva y de sus protectores filojansenistas, con el ministro de Gracia y Justicia, Eugenio Llaguno, a la cabeza, pero no era suficiente para doblegar la férrea voluntad del sumiso ciudadano español Hervás, quien, a lo largo de 1793, en medio de esta «persecución jansenista», alternaba la redacción de su BJE con la de las Causas de la Revolución francesa y con la Escuela de Sordomudos, en la cual se incluye un «Alfabeto Manual», donde se da a entender que, además, nuestro abate tenía tiempo para experimentos didácticos: «Yo, Ignacio Puppi, sordomudo de 13 años de edad, por encargo de mi caritativo y amado instructor señor don Lorenzo Hervás, hice el presente diseño. Roma a 10 de agosto de 1793» (HERVÁS, Escuela de sordomudos, p. 28).

En Roma, Hervás había entrado en contacto con la Escuela de Sordomudos de Tommaso Silvestri (fallecido en 1789) y Camilo Mariani, quienes explicaban el método educativo que el abate L'Epée (1712-1789) había establecido anteriormente en el Instituto Nacional de Sordomudos de París y aprendió sus métodos, que más tarde divulgaría en español.

1.3. Manuscritos enviados a Madrid para su impresión

Entre los «manuscritos enviados a Madrid para que se impriman», antes de 1799, hay algunos que, efectivamente llegaron a ver la prensa (El hombre físico o anatomía físico filosófica del hombre; Revolución relijionaria y civil de los franceses, y sus causas; Catálogo de las lenguas conocidas) y otros muchos que se conservan inéditos en la Biblioteca Nacional de Madrid, como, Los himnos del real y santo profeta David; Análisis filosófico-teológico de la caridad, o del acto del amor de Dios («Esta obra es la publicada en italiano, que antes se citó en el número 8, mas la española está muy aumentada»); El hombre en relijión; Gramática y vocabulario italiano; Compendio médico de Brown y sobre todo, la recientemente editada por nosotros BJE.

Como ya sabemos, retornado a España (1799-1802) y como fruto de sus visitas a archivos, Hervás publicó en Cartagena Descripción del Archivo de la Corona de Aragón y Noticia del Archivo General de la Militar orden de Santiago de Uclés. Se estableció en su pueblo, Horcajo de la Mancha, desde donde agiliza el ritmo de impresión de sus obras, apoyado en tres importantes mecenas de los que se conserva abundante correspondencia en este periodo (el duque de Montemar, el consejero de Castilla Tomás Bernad y el fiscal del Consejo de Indias, José de Cistué), y solicita una pensión doble en enero de 1801, que le es concedida el 18 del mismo mes. Se ganó la estima de los vascófilos al publicar el Catálogo de las Lenguas de las naciones conocidas, en la que, siguiendo la tradición de Manuel Larramendi, promovía los estudios vascos. Además de su Historia... del hombre en castellano (el tomo VII apareció en 1799), publicó en dos tomos El hombre físico, o anatomía humana físico-filosófica (1800), que, con el Viage estático (1793-1794), en total, corresponden a los dieciséis primeros de la Idea dell'Universo.

Este apartado de «Manuscritos enviados a Madrid para su impresión», es el que sufrió más añadidos entre 1793 y 1799, periodo en el que la BJE sufrió revisiones, fruto de los frecuentes avatares que las distintas obras de Hervás iban teniendo con la censura (en especial el tomo VIII de Historia de la vida del hombre), los cuales, sin embargo, son prudentemente omitidos por Hervás en su autobiografía, como la ya conocida pugna que libró con los filojansenistas, encabezados por Joaquín Lorenzo Villanueva y el ministro Eugenio de Llaguno.

El importante libro Revolución religionaria y civil de los franceses en el año 1789: Sus causas morales y medios usados para efectuarla, en el que Hervás sostiene que las causas de la Revolución Francesa no fueron económicas, sino de ideas, ha suscitado dudas respecto al año de su publicación. Creemos, como la mayoría de los críticos actuales, que la edición de este manuscrito fue hecha furtivamente en 1803 y vuelta a comercializar con distinta portada en 1807, con el difundido título de Causas de la Revolución de Francia en el año de 1789, y medios de que se han valido para efectuarla los enemigos de la Religión y del Estado. Obra escrita en Italia por el Abate D. --- en carta que dirigió desde Roma a un respetable Ministro del Consejo de Castilla, amigo suyo, Madrid [s. i.], 1807, 2 vols. 20 cm.

Estamos convencidos que el manuscrito, citado por Hervás, corresponde con la única publicación de 1803-1807, después de leer el ejemplar impreso, de nuestra propiedad, con fecha de edición en 1807. Expongamos algunas razones. 1.ª La semejanza en el título. 2.ª Hervás comienza su libro de 1807 con la «Carta de L. U. y P. a D. T. B. etc., Roma 25 de marzo de 1794», sin aludir a la supuesta edición de 1803. 3.ª En el resto del libro tampoco se alude a esa edición de 1803. 4.ª El libro de 1807 expone teorías, documentación y erudición publicada hasta 1794, aunque en 1799 añadió algunas notas que no cambian el cuerpo del texto (recordemos que la BJE también recoge añadidos hasta ese año de 1799) y en una de esas notas Hervás nos da la fecha de la composición del manuscrito del libro de 1807: «Quatro años después de haber escrito esta historia de las causas de la Revolución Francesa he visto la que Necker ha publicado con este título, De la revolution françois par M. Necker, 1797, 8 vols...» (HERVÁS, Causas de la Revolución de Francia en el año de 1789, p. 199, nota 1). Es decir, Hervás escribió el manuscrito de la Causas de la Revolución Francesa en 1793-1794. Como en la relación de manuscritos de Hervás sobre ese tema sólo hay uno en la BJE, ese manuscrito coincide con la edición de 1807. Solo cabría la posibilidad, poco probable, de dos ediciones (1803 y 1807) del mismo manuscrito con distinto título. Cuando consigamos ver la edición de 1803 podremos salir de dudas.

Precisamente para salvar algunos obstáculos con la censura y autoridades madrileñas, empezó Hervás a utilizar el seudónimo de Savre (metátesis de ervas con los fonemas invertidos) con motivo de la Revolución relijionaria y civil de los franceses y permitió circulasen varias copias en España (Madrid, Cádiz, Galicia y en Roma, traducida al italiano): «Se hicieron varias copias según la traducción que vio y corrigió el autor que en ellas se llama, no Hervás, sino Savre», seudónimo usado por Hervás más frecuentemente de lo que se ha creído, siguiendo a Fermín Caballero, quien al comentar el Compendio de la nueva doctrina del Doctor Juan Brown dice: «Firma la dedicación con el anagrama que L. Savre, (Lorenzo Ervás), única vez que en sus producciones ha disfrazado su nombre» (Fermín CABALLERO, El abate Hervás, pp. 140-141).

La Revolución relijionaria y civil de los franceses, y sus causas morales expuestas en carta, que desde Roma al muy ilustre señor Don T[Tomás] B[ernad] fue redactada en la primera mitad de 1794 y rápidamente se divulgó por diversos manuscritos entre los ex jesuitas que la consideraban muy representativa de su propio pensamiento y de la ideología antirrevolucionaria, como se adivina en el maltrecho manuscrito de la BJE. En 1794 escribe el padre Luengo:

«hago juicio que esta su obra [Revolución relijionaria y civil de los franceses] estará mejor escrita que todas las demás, porque en ella tratará principalmente de probar que los filósofos incrédulos y los herejes jansenistas, unidos entre sí, son los verdaderos y únicos autores de la ruina de la religión y del trono de Francia. Y en este asunto casi no puede un jesuita dejar de estar suficientemente instruido ni escribir mal, y se debe suponer que le habrá ayudado y sugerido muchas cosas su amigo y compañero [Giovanni Vincenzo] Bolgeni, que ha estado escribiendo muchos años contra los jansenistas»

(LUENGO, Diario, tomo XXVIII, año 1794, pp. 484-486).

En la Revolución relijionaria y civil de los franceses vemos a un Hervás, sabio, que no se encierra en su labor erudita, sino que, preocupado por los problemas de su tiempo y admirador de la cultura enciclopedista de los franceses, disiente radicalmente de sus ideas revolucionarias.

Como hemos indicado más arriba, Hervás no menciona en la BJE una serie de escritos suscitados con motivo de sus malas relaciones con la censura y los políticos filojansenistas durante los últimos diez años, antes de su regreso a España (1788-1798), casi todos ellos relacionados con los problemas de censura que sufrió el tomo I de la traducción española de la Historia de la vida del hombre, reseñados por el P. Zarco. Sólo la «Carta del abate don Lorenzo Hervás al excelentísimo señor don Antonio Ponce de León, duque de Montemar, etc. sobre el Tratado (sic) del Hombre en sociedad, con la qual da fin a su Historia de la vida del hombre», fechada en Roma el 2 de julio de 1792, es lo único que se podrá imprimir, en 1805 en la Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficencia, del polémico tomo VIII de la Historia de la vida del hombre, la cual, a su vez es una defensa del tomo I de la misma Historia de la vida del hombre.

Hay disparidad de criterios entre los críticos respecto a la ciudad desde dónde fue enviado a Madrid el manuscrito del Compendio de la nueva doctrina del Doctor Juan Brown, traducido por Hervás. Fermín Caballero dice que «fue enviado desde Roma a Madrid el año 1798; y cuando el autor vino a España, pensando en publicarlo, escribió, en Valencia el 7 de junio de 1799, una dedicatoria de este libro a la Sra. Dña. María del Carmen Longton de Azanza, esposa del intendente de Barcelona, de quienes acababa de recibir señalados obsequios. Firma la dedicación con el anagrama de L. Savre, (Lorenzo Ervás), única vez que en sus producciones ha disfrazado su nombre. Presentóse la obra a la censura en 1800, sin que las diligencias del representante del interesado lograran su despacho en algunos años, pero la licencia no se llegó a conseguir» (Fermín CABALLERO, El abate Hervás, pp. 140-141).

Carlos III (1759-1788).Según el padre Enrique del Portillo, en contra de Fermín Caballero, cree que realmente no hubo oposición a que saliera la traducción de Hervás, sino que el censor, don Juan de Soldevilla, pidió el texto inglés para confrontarlo con la edición, y entonces Hervás retiró su manuscrito, so pretexto de añadirlo [PORTILLO, Razón y Fe, XXXI (septiembre de 1911), pp. 21]. No es esta la sensación que nos quedó después de leer la correspondencia sostenida entre Hervás y el consejero de Indias, José Cistué, entre 1799 y 1801, en la que se alude con frecuencia a las dificultades que estaba teniendo la publicación del Compendio de la nueva doctrina del Doctor Juan Brown, precisamente por la oposición del gremio de los médicos, que apoyaba la traducción de un colega. En efecto, la traducción de Brown de Hervás tropezó con otra apoyada por el gremio de los médicos, según carta del consejero de Indias, José Cistué a Hervás, fechada en Madrid el 20 de octubre de 1800: «Es mucho el mando de los médicos. No es extraño les permitan la impresión del Brown. Será una traducción como todas del día» (HERVÁS, Cartas, BNE, ms. 22996, fols. 229 v-230). Dos son las principales figuras de la patología vitalista escocesa, los médicos de Edimburgo William Cullen (1712-1790) y John Brown (1734-1788). En 1800 se imprimieron los Elementos de Medicina del Doctor Juan Brown (Madrid, Imprenta Real, 1800, 2 vols.), obra traducida del latín al inglés por el mismo Brown, de cuya versión inglesa hizo la traducción castellana Joaquín Serrano y Manzano, quien pondera con elogio el método cartesiano «more geométrico» como válido y de aplicación en la Medicina. No debe extrañarnos que ni este libro de Hervás ni el de su amigo Josef Servent, exjesuita alicantino casado, consiguiesen las licencias de impresión necesarias y quedasen inéditos.

Después de la reseña en la BJE, hasta 1799, de los impresos y manuscritos publicables, Hervás alumbró su obra más importante, Catálogo de las lenguas en castellano, y recientemente nosotros hemos editado otra obra notable, la Biblioteca jesuítico-española (2007).

Los seis volúmenes del Catálogo de las lenguas de las Naciones conocidas y numeración, división y clases de éstas, según la diversidad de sus idiomas y dialectos salieron entre 1800 y 1805, en Madrid (Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficencia). En el primero, Hervás se autodenomina «Teólogo del Eminentísimo Señor Cardenal Juan Francisco Albani, Decano del Sagrado Colegio Apostólico, y Canonista del eminentísimo Señor Cardenal Aurelio Rovella, Prodatario del Santo Padre», pero a partir del tomo IV, aparecido en 1804, simplemente se presenta como «Bibliotecario de Nuestro Santo Padre Pío VII». No vamos a extendernos en esta importante obra que convirtió a Hervás en el «padre de la filología comparada». Sólo advertir que la versión castellana, siendo mucho más amplia que la italiana (seis tomos frente a uno), sin embargo es menos completa, pues el Catálogo de las lenguas español, debía constar, además de los seis tomos publicados, de otros cuatro, referidos, especialmente a las lenguas de África. Lógicamente, el Catálogo de las lenguas... castellano contiene nuevos datos, resultado de su experiencia sobre la materia, pues entre la publicación de ambas obras versiones (italiana y española) transcurrieron 18 años. El Catálogo de las lenguas de las naciones supera a todas las precedentes en visión y profundidad, e incluso a las famosas enciclopedias lingüística de Peter Simon Pallas (Linguarum totius orbis vocabularia comparata, 2 vols. San Petersburgo, 1787-89), en la que nuestro abate había colaborado en 1785, o a la de Adelung-Vater (Mitrídates). Esta obra valió al jesuita manchego los elogios de Wilhelm von Humboldt, quien lo conoció en Roma y al que regaló Hervás el manuscrito de las Gramáticas abreviadas de las dieciocho lenguas principales de América, obra de la que se aprovecharon Vater y Adelung, que elogiaron también a su autor. Max Müller (1823-1900) tampoco fue escaso en elogios a la labor lingüística del jesuita. Hervás coincidía con Humboldt en que la lengua era también una visión del mundo y de la realidad:

«Las lenguas no son sólo códigos de hablar, sino también métodos para hablar y pensar». Veinticinco años antes de que el alemán Franz Bopp (1791-1867) verificara científicamente la existencia de la familia aria, estableció por primera vez en Europa el parentesco entre griego y sánscrito. Frente a los lingüistas franceses, demostró que el hebreo no fue la lengua del Paraíso ni la primigenia; dejó sentado definitivamente su parentesco con otras lenguas semíticas, tales como el arameo, árabe y siriaco. Sostuvo la teoría del vasco-iberismo, que intentó demostrar con procedimientos científicos y con manifiesta adulación de sus amigos de Vasconia. Los tomos IV, V y VI del Catálogo de las lenguas español tratan del eusquera, apasionadamente defendido como la lengua primitiva de la Península. El mismo aire que respiró Wilhelm von Humboldt, también defensor del eusquera como lengua primitiva, quien es deudor a Hervás, como ha puesto de relieve últimamente Klaus Zimmermann («Aportes de Hervás a la lingüística y su recepción por Humboldt»). Es sabido que Hervás formuló claramente que para clasificar las lenguas hay que atender no sólo a las palabras, al léxico, sino a la estructura, a lo que él llamaba «el artificio gramatical». Fue el primero en reconocer la superior importancia de la gramática y la morfología para decidir el parentesco de las lenguas, en lo que siguió las ideas de Leibniz. Ciertamente a Hervás cabe el mérito de haber fundado la filología comparada. Para él lo más persistente de una lengua no es el vocabulario, sino la estructura gramatical y fonética. Hasta entonces lo que se comparaba era el léxico y así lo hicieron los recopiladores de la enciclopedia de Pallas y los comparatistas Adelung-Vater. Ahora bien, a pesar de este descubrimiento, que en cierto modo es el fundamento de la gramática comparada, Hervás seguía pensando, como Larramendi y sus corresponsales vascos, en la torre de Babel, pues las lenguas pueden desaparecer y las naciones cambiar, «mas nunca muda el fondo del artificio gramatical de sus respectivas lenguas» (HERVÁS, Catálogo de las lenguas, I, p. 23) .

Hervás rompe con el prejuicio tradicional consistente en buscar una lengua primitiva universal de la cual derivarían necesariamente todos los idiomas, descartando el hebreo como la lengua primitiva y negando que las lenguas provengan de una sola matriz sea cual sea, como ya señaló Lázaro Carreter (Las ideas lingüísticas en España durante el siglo XVIII). Pero Hervás no se salió de la ortodoxia y aceptó el relato bíblico, manifestando que es imposible que algo tan complejamente perfecto, como las lenguas, sea invención del hombre (HERVÁS, Saggio pratico delle lingue, p. 12). Como buen filósofo cristiano, cree ciegamente en la Biblia, porque:

«Las Escrituras Sagradas dicen que siendo una misma y sola la primitiva lengua de los hombres, la diversidad de lenguaje en ellos provino por castigo prodigioso de Dios. Esta noticia descubre el porqué o la causa de la diversidad de las lenguas. Y apareciendo ella evidente a la menor atención del filósofo, éste, aunque ignorara la causa de ella, no podría jamás decir, ni conjeturar, que todos los lenguajes provenían de una lengua sola; menos lo deberá decir el filósofo cristiano»

(HERVÁS, Catálogo, I, pp. 43-45).

Después de veinte años de investigaciones, Hervás se reafirma en las viejas tesis de Larramendi de que el eusquera fue el inmutable idioma primitivo y universal de la Península: «A fuerza de investigaciones he descubierto al fin, que tal idioma primitivo en España fue el que hablaron los antiguos vascos ó vascones, que es el mismo que conserváis en el día con el título de vascuence. Su uso fue universal en toda España antes que en ella entrase nación alguna extranjera» (HERVÁS, Catálogo de las lenguas, volumen IV. Dedicatoria, sin paginar).

La duda que nos surge es si ese convencimiento de las excelencias del eusquera que tiene Hervás es debido sólo a motivaciones lingüístico-antropológicas, o si por el contrario, como creemos, el buen abate manchego también estaba bastante influido por el espíritu reivindicativo de sus amigos fueristas vascongados, de quienes conservamos 23 cartas dirigidas al abate conquense, a pesar de que no quiso implicarse en la polémica Joaquín Traggia - José Antonio Conde - Pablo Pedro Astarloa sobre el vascoiberismo.

En los umbrales del siglo XIX Hervás liquida un período de la ciencia del lenguaje, abriendo ante ella nuevos caminos. El haber constatado que los idiomas son substancialmente diferentes en el vocabulario, fonología y gramática le proporcionó a Hervás sólidos argumentos en contra de las teorías con que algunos estudiosos, mediante el método etimológico, pretendían probar la existencia del idioma primitivo para toda la tierra. Sin embargo, el buen abate de Horcajo no se libró enteramente de esa idea, pues aceptó una lengua primitiva relativa y circunscrita a España, al considerar como tal al eusquera. Pensamos que esto es debido a que fue contagiado por el exagerado ensimismamiento lingüístico y étnico que tan claramente se percibe en las obras de Manuel Larramendi, Juan Antonio Moguel (Eibar, 1745-Markina, 1804), Pablo Pedro Astarloa o Juan Bautista Erro (Andoain, 1774-Bayona, 1854), y en las cartas de otros patricios vascongados, con sus característicos integrismo, etnolatría y glotolatría.

Hervás estableció dos nuevas familias de lenguas, la malayo-polinesia y la fino-ugria. Su mayor timbre de gloria consiste en haber sido citado elogiosamente por lingüistas de la talla de Otto Jespersen y W. von Humboldt. Como hombre de visión universal, no se limitó al estrecho marco de las lenguas europeas, lo que ya hizo en parte Escalígero, sino que abarcó lenguas de todo el mundo; para ello, como es sabido, recogió datos directos o a través de misioneros, que le prestaron una valiosa colaboración en lo referente a lenguas americanas y de Insulindia. Sin embargo, sus intenciones eran más antropológicas que lingüísticas, pues estudió las lenguas sólo como camino para establecer familias étnicas, y esa fue la finalidad de todos sus trabajos.

Por último valoraremos brevemente la recientemente obra de Hervás editada por nosotros mismos, la Biblioteca jesuítico-española (BJE). La idea de redactar una biblioteca de los jesuitas expulsos españoles no era original ni exclusiva de Hervás, pues son bastantes los intentos de hacer un catálogo general o biblioteca donde se recogiese la producción literaria jesuítica. No vamos a aludir a todos, sino sólo a las dos ocasiones, en las que, al menos, Luengo formula la necesidad de componer una BJE. La primera, en 1778, unos diez años antes de que Hervás planificase escribir su obra, cuando estalla la guerra literaria entre jesuitas españoles e italianos e intuye que es el inicio de una interesante actividad intelectual. Doce años más tarde, en 1790, cuando los ex jesuitas expulsos ya han alumbrado la mayor parte de sus obras más importantes, el padre Luengo reflexiona sobre la producción literaria de los jesuitas y reitera la necesidad de recogerla convenientemente en una BJE (LUENGO, Diario, tomo XXIV, año 1790, pp. 247-265). Dentro de esta constante histórica el P. Portillo enjuicia el valor de la BJE del abate manchego: «no cede en mérito, diligencia y puntualidad a ninguna de las de su tiempo, ni de las anteriores y posteriores». Considera que «este es el manuscrito que da a Hervás un puesto de honor entre los escritores que, a empezar por el padre Rivadeneira hasta Sommervogel y los que han recogido sus riquísima herencia literaria, han ido reuniendo materiales para la grandiosa obra Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús» [E. del PORTILLO, «Lorenzo Hervás», Razón y Fe, vol. XXXII (1912), pp. 17-20].

Para la composición de su BJE, Hervás supo mejor que nadie aprovecharse de la unión y solidaridad de los religiosos expulsos, unidos tanto en la desgracia como en la fe y en el amor a la institución ignaciana. Así lo reconocía, hace un siglo, el padre Gallerani: «Los emigrados españoles, lejos de su patria, arrojados a un país extraño, dispersos por las legaciones de la Iglesia, continuaron estrechamente unidos entre sí como por lazo invisible, más fuerte que todas las cadenas, sin que ninguna violencia de los hombres o de los sucesos bastara para romperlo» (Alejandro GALLERANI, Jesuitas expulsos de España, literatos en Italia, Salamanca, 1897, p. 65).

Ningún exilio colectivo de los muchos que ha sufrido España ha quedado más documentado que el destierro jesuítico de 1767-1815. En efecto, sobre el mismo dispongamos de numerosos diarios e informes. En principio, la BJE de Hervás es uno más, que está dentro de la tradición de la Compañía de divulgar las acciones buenas de sus miembros, puesto que las Constituciones de la Compañía de Jesús incluyen reglas sobre la necesidad de la comunicación permanente entre los inferiores y los superiores.

La expulsión de los jesuitas de España y de sus posesiones ultramarinas fue, en el contexto del Siglo de la Ilustración, un acontecimiento único que tuvo grandes repercusiones humanas, culturales e incluso políticas. La BJE de Hervás con sus cerca de 500 autores y más de 2000 obras reseñadas contribuyen a aclarar algunos de los múltiples aspectos de este gran terremoto intelectual de los expulsos. El hecho de que muchas de las obras de los ex-jesuitas permanezcan todavía inéditas da a la BJE un valor excepcional para el estudio y la valoración adecuada del quehacer cultural y de los contextos políticos, religiosos y literarios en los cuales se desarrolló la actividad intelectual de nuestros expulsos en Italia.

Así como una guerra no la ganan solos los generales, sino con la ayuda de la masa del ejército, Hervás (sin duda uno de los generales indiscutibles de los ignacianos expulsos) se dio cuenta de que en la batalla por la dignificación de la labor jesuítica había una legión de jesuitas-escritores secundarios, que a él personalmente le habían servido de mucho en sus obras lingüísticas, y no eran menos aprovechables para el prestigio de la cultura española y exaltación del jesuitismo. Como indicamos más arriba, intentó sin éxito ocupar a los ex jesuitas en un trabajo intelectual útil a la nación, empleándolos en el registro sistemático de los archivos romanos, mediante un programa coordinado por Pérez Bayer, quien no se dignó contestar.

En la BJE encontramos la respuesta a muchas preguntas, como ¿hasta qué punto hubo una recepción del pensamiento ilustrado por parte de los jesuitas y en qué medida participaron o no participaron en la secularización de la cultura y de la ciencia europeas en el Siglo de las Luces? ¿Siguió habiendo entre ellos un pensamiento filosófico y teológico común? En la BJE se encuentra la producción literaria de la legión de escritores «menores» olvidados, pero cuyo recuerdo y utilidad encontramos gracias a esta obra de Hervás, la cual, asimismo, nos ayudará a profundizar en el estudio prosopográfico de la Compañía, en las circunstancias de la gestación de muchas obras (incluidas dobles y triples versiones) y, en fin, a la comprensión del nacimiento de los nacionalismos hispanoamericano, italiano y español.

Algunos de los acontecimientos y datos literarios que describe Hervás son ya conocidos por estudios posteriores, pero conservan la lozanía de la coetaneidad, la espontaneidad de quien fue núcleo aglutinador de muchos de ellos, por la fluida correspondencia que nuestro abate mantuvo con muchos ex jesuitas, y la viveza de quien cuenta experiencias personales vividas, en tiempos difíciles, con algunos de los intelectuales más importantes de nuestra Ilustración, como los padres Isla, Terreros, Burriel, etc. No menor será la importancia de la BJE para completar, confirmar o corregir muchos datos de autores y de obras, dudosos, admitidos como ciertos o sometidos a la polémica.

En última instancia, en la BJE aparecen reflejados los afanes intelectuales y literarios de una serie de ex jesuitas portugueses y españoles expulsos de segunda fila, a muchos de los cuales intentó «renacer», en parte, el benemérito padre José Eugenio de Uriarte (Bilbao, 1842-Orduña, 1909), apoyándose precisamente en Hervás.

Sin duda, ni la Historia ni los historiadores tenemos la misión de «resucitar» las peripecias personales y literarias de los casi doscientos mil jesuitas que a lo largo de casi cinco siglos vivieron en el seno de la tan discutida como admirable Compañía de Jesús. Sin embargo, encontramos en la BJE tres o cuatro centenares de escritores de segunda fila, de los que casi nadie se ha acordado, pero cuya presencia, más o menos enmarcada en el contexto social, intelectual y literario del momento, constituye un importante peldaño para ir perfilando las distintas corrientes de pensamiento de nuestra contradictoria Ilustración, en sus múltiples aspectos, desde la teología milenarista hasta las ciencias físicas y matemáticas modernas.

1.4. Manuscritos desaparecidos o que Hervás veía difícil su publicación en 1799

Finalmente, Hervás describe aquellos manuscritos suyos cuya publicación no creía posible, al menos en un tiempo previsible, ya por su temática, ya por considerarse perdidos, como «las más de cuarenta gramáticas de lenguas exóticas, parte de ellas en italiano y parte en español. Esta obra contendrá varios volúmenes»; la Paleografía universal; la Biblioteca de los escritores de gramáticas y vocabularios de lenguas exóticas; la Historia de los calendarios, o de la división del tiempo entre todas las naciones conocidas; el Origen de la historia mitolójica de las divinidades; los Elementos cosmográficos; un Curso matemático (4 tomos: «La escritura de estos tomos y la enseñanza de las matemáticas fueron su ocupación hasta la mitad del año 1773, mas, conociendo que sus circunstancias no le permitirían hacer, ni procurar las expensas [gastos] de la costosa impresión de libros matemáticos, abandonó la empresa del empezado curso») y la Cosmografía y Viaje a los reinos de Plutón, manuscritos confiscados en 1767 al salir desterrado de España.

Clemente XIII (1758-1769).La anécdota con que Hervás concluye su autobiografía, hasta 1799, sobre la pérdida de la Cosmografía y el Viaje a los reinos de Plutón, obras de juventud, denota lo doloroso que le fue su pérdida, a la que se refiere también en el Viaje estático: «Empecé a escribir esta grande obra [Del gobierno, costumbres, ciencias y religión de los habitantes de la Luna] en mi juventud, estando en España, en donde al embarcarme para Italia perdí, o por mejor decir, me robaron todos los materiales de ella, con otra Historia completa de una visita que había hecho a los reinos de Plutón, en compañía de personajes de diferentes naciones, esto es, de la española, francesa, inglesa, alemana, italiana, conga, china y mexicana».

Por tercera, vez Hervás relata tan dolorosa pérdida en el artículo Isla, José, de la Biblioteca jesuítico-española, en el que el abate cuenta que estuvo a punto de poder salvar este manuscrito cuando la expulsión de 1767: «Todos fuimos llamados para tomar, en presencia del juez ejecutor, el solo vestuario que teníamos (y el breviario los que eran sacerdotes), por lo que debimos dejar casi todos los manuscritos en nuestros respectivos aposentos. De los que yo tenía, pude, con industria, tomar una obra intitulada Viage a los Reynos de Plutón, que hicieron, etc., y en el registro que me hicieron en Cartagena, antes de embarcarme, me la quitaron». Resumiendo, el único manuscrito que Hervás teníia intención de salvar era este Viage, que se nos antoja una imitación de las Zahurdas de Plutón de Quevedo.

¿Cuándo podemos decir que Hervás cerró su BJE? Aunque dice «Hasta el presente año 1799 se han publicado...», sin embargo no habla de dos obras escritas ese año en ninguno de los apartados de obras impresas o manuscritas, 1.ª) la Descripción del Archivo de la corona de Aragón existente en la ciudad de Barcelona, obrita de 40 pp., redactada en forma de carta dirigida al Ilustrísimo Señor don José Cistué, del Consejo y Cámara de Indias, fechada en Barcelona el 28 de febrero de 1799. 2.ª) El 10 de octubre de 1799 firma en Horcajo la Noticia del Archivo General de la Militar Orden de Santiago existente en su convento de Uclés, de 32 pp., también en forma de carta y dirigida al consejero Cistué. Ambas obritas será impresas en un solo volumen en Cartagena en 1801, por Manuel Muñiz. Se deduce que Hervás cerró muy al principio de 1799 su BJE.

Hervás dejó de anotar algunas obras, sobre todo de juventud. Por ejemplo, el último biógrafo del abate manchego, el jesuita H. de la Campa, nos recuerda que «leyó De recte formando studio theologico, libri IV de Lorenzo Villavicencio, y De locis theologicis, libri XII de Melchor Cano. Su creatividad le llevó a redactar un «Cotejo entre Cano y Villavicencio» (perdido al salir de España), donde juzga que «la obra de Villavicencio es más práctica y metódica; la de Cano es más magistral».

Debemos descartar como obra de Hervás la traducción de la Historia eclesiástica, escrita en francés por el Abad Berault-Bercastel..., traducida en castellano y aumentada con notas por lo perteneciente a España, Madrid, 1798-1808, la cual ha sido atribuida a Hervás, incluso recientemente por H. de la Campa, quien afirma: «En su labor traductora, enfocada a formar al pueblo español, tradujo y publicó, Historia de la Iglesia (25 vols.) del abate Berault; si bien, la creatividad de Hervás le hizo agregar elementos españoles que el autor francés no había tratado: al tomo I añadió 103 páginas y al tomo II, 59; otras adiciones a los restantes tomos no fueron incluidas» (DHCJ, vol. II); pero ya Enrique del Portillo demostró que no fue obra de Hervás, y dice: «Tenemos noticia de un trabajo interrumpido del P. Francisco Cabrera (1724-1799)» (PORTILLO, Razón y Fe, XXXII, año 1912, pp. 21-28).

En efecto, Hervás al hablar de los manuscritos del P. Cabrera dice en la BJE: «El señor Cabrera escribió y ha enviado a Madrid cuatro tomos de Historia eclesiástica, que había formado valiéndose de la Historia eclesiástica de Ber-Castel, y por motivo de indisposición en la vista no ha podido continuar esta obra, que debía constar de 24 tomos». Según Hervás, el jesuita aragonés Francisco Cabrera (Tamarite, Huesca, 13 de noviembre de 1724-Huesca, 1799), «habiendo enseñado en Zaragoza las letras humanas, en el Real Seminario de Calatayud la filosofía, y en Huesca la teología moral, vino a esta ciudad de Roma el año de 1763 para ser penitenciero apostólico de la basílica de S. Pedro, de donde pasó, después, a la curia del general de los jesuitas, agregándose a la Asistencia de la nación española. Hizo la profesión solemne. Reside en Roma. Vuelto a España en el 1798, murió en su patria el mes de abril del 1799» (HERVÁS, BJE, pp. 156-157).

La confusión reside en que Hervás solamente redactó una Continuación a la Historia eclesiástica de Berault-Bercastel, la cual había terminado en 1721 y Hervás se propuso continuarla hasta 1910, pero no la concluyó porque murió en 1809. Evidentemente, Hervás aprovechó mucho del material acopiado con motivo de la redacción de las Causas de la Revolución Francesa (PORTILLO, Razón y Fe, XXXII, año 1912, p. 21-28). Como Hervás recoge en su BJE la producción literaria propia hasta 1799, creemos que no se le podía escapar la reseña de una obra de 24 volúmenes, de los cuales el primero se había publicado en 1798. Sólo cabe la posibilidad de que decidiese emprender la Continuación a la Historia eclesiástica de Berault-Bercastel después de 1799.

Sin embargo, como hemos indicado ya no se recogen las obras publicadas en 1801, (Descripción del Archivo de la Corona de Aragón...; Preeminencias y dignidad que en el militar orden de Santiago...) cuando los ex jesuitas habían sido expulsados de nuevo (decreto de Pedro Ceballos de marzo de 1801), aunque Hervás permanecerá todavía el resto de año en el puerto esperando que los ingleses le dejasen viajar. Lógicamente en la BJE no se incluyen las obras escritas después de 1799.

Además de todas estas obras y manuscritos, ciertamente Hervás redactó muchas otras. Fermín Caballero, Enrique del Portillo y Zarco Cuevas dan bastantes más títulos, recogidos esencialmente de autocitas del propio Hervás, no estando claros sus contenidos, la extensión, el grado de perfección en la elaboración (algunos simples proyectos o borradores) ni los límites conceptuales entre opúsculos y obras, entre publicados e inéditos, entre inéditos y perdidos. Estos títulos pueden verse en el apartado correspondiente de la bibliografía.

A modo de ejemplos, recordemos títulos como:

  • Reglas en castellano de los géneros, pretéritos y supinos (inédito y perdido).
  • Tratado de Cosmografía (inédito y perdido).
  • Gobierno, costumbres, ciencias y religión de los habitantes de la Luna (Viage a la luna, imperfecto, inédito y perdido).
  • Notas a la Carta del P. Burriel al P. Rávago, acerca de la antigua liturgia española (inédito y perdido).
  • Carta o Disertación al señor duque de Montemar sobre la sociedad (inédito y perdido).
  • Memorias acerca de la Casa de Montemar (inédito y perdido).
  • Parecer sobre la atmósfera pestilencial de la campaña de Roma y sobre el modo de poblarla (inédito y perdido).
  • Discurso sobre el origen y formación de las cifras chinas (inédito y perdido).
  • Ético-política de Confucio (inédito y perdido).
  • Vocabulario Bascuence (inédito y perdido).
  • Tratado de la doctrina práctica de la Iglesia, en orden a las opiniones dogmáticas y morales (a sugerencia de F. Caballero fue comprado por la Biblioteca de San Isidro de Madrid en 1848 y después desapareció. Inédito).
  • Sobre el principio de Libertad (inédito y perdido).
  • Vocabulario italiano (inédito y perdido).
  • Origen de la historia mitológica de las divinidades, con cuyos nombres se caracterizan los siete planetas y los siete días de la semana (inédito y perdido).
  • Disertación acerca de los oráculos paganos (inédito y perdido).
  • El hombre en la Milicia (inédito y perdido).
  • El hombre en la Agricultura (inédito y perdido).
  • El hombre en el Comercio (inédito y perdido).
  • Disertación sobre la peste (inédito y perdido).
  • Primitiva población de América y explicación de insignes pinturas mejicanas históricas desde el diluvio universal hasta el año 1548 de la Era Cristiana; mitológicas desde la creación del mundo; rituales y de calendarios, templos, sistemas mundanos y tributos (inédito y perdido).
  • De la dispersión de las gentes sucedida poco después del diluvio universal, donde se trata del origen y descendencia de las naciones, con algunas noticias importantes que se hallan escondidas o desfiguradas en la mitología pagana (inédito y perdido).
  • Compendio de Geografía antigua y civil y eclesiástica de España (inédito y perdido).
  • Falsedad de los dos principios: Libertad e Igualdad (inédito y perdido).
  • De la Habitación de Wamba (inédito y perdido).
  • Visita a la Tierra o Tratado sobre las preocupaciones de la sociedad civil (destruido por el autor).
  • Disertación curiosa sobre la intención de la Misa y del ministro de los Santos Sacramentos al administrarlos, tratado que en forma de Carta a don frey Antonio Panduro (…) escribió Lorenzo Hervás (inédito y perdido).

Para arrojar un poco de claridad en esta mezcolanza de manuscritos reproducimos la carta de Hervás a su primo Antonio Panduro, fechada en Roma el 4 de octubre de 1806, en la que se ordena la venta de todos sus impresos y manuscritos. Después de esa fecha poco pudo escribir el infatigable Hervás:

«Mi querido primo:

Ya te escribí mi resolución de vender todas las obras impresas y manuscritas. He aquí los motivos. En 1788 yo puse 24.000 reales para la impresión y hasta ahora ni aún la tercera parte se me ha dado. Van pasando años y quedan muchos tomos sin imprimir, y ni se imprimirán. Si se venden, el comprador ciertamente procurará imprimirlos prontamente etc. etc. Al señor obispo prior [de Uclés], por cuyo medio te escribo ésta, suplico que te señale persona en Madrid, la cual te asista para la venta. Ésta no se debe concluir sin avisarme, y, cuando sea justa, yo escribiré al comprador cediéndole los libros y mis licencias para imprimir.

He aquí las luces convenientes para hacer la venta:

1. Se venderán todas las obras impresas comprendiendo la del Catálogo [de las lenguas], que se imprime, pues en Madrid están ya todos los manuscritos con una lámina que el señor Rato ha llevado para el tomo de África. Asimismo para este tomo he impreso yo aquí 1000 ejemplares de dos láminas. Rato ha llevado 200 ejemplares de cada lámina. A su tiempo enviaré los demás. De cada obra mía impresa quedarán para mí veinte ejemplares. Todos los demás y las licencias para imprimir se venderán a dinero constante o en pagas determinadas, dando seguridad.

2. Tres tomos manuscritos del Hombre en religión y cuatro tomos sobre la América [Gramáticas abreviadas de las diez y ocho lenguas principales de América. Obra ya citada en el Catalogo italiano (1784). [Según Fermín Caballero debió terminar en manos de Humboldt, Adelung y Severino Vater. F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 137]. Son obras muy vendibles. La obra de la América tiene tres láminas costosas, dos de las cuales sirven para la obra del Hombre en religión, por tanto, uno solo las debe comprar, o si son dos los compradores, el que compre la obra de América ha de prestar al otro las dos láminas. Estas dos obras se pueden vender a dinero constante o con estas condiciones: - 1.ª, se deberá publicar en un año el primer tomo. - 2.ª, La mitad de la ganancia será para mí. - 3.ª, Se pagará el valor de las láminas según su tasa. - 4.ª, Dará veinte ejemplares.

3. Biblioteca de escritores ex jesuitas y de españoles etcétera. Dos tomos. Se venderá por dinero constante, o con estas condiciones: -1.ª, Dentro de un año el primer tomo debe publicarse. - 2.ª, Se me dará la tercera parte de la ganancia y veinte ejemplares.

4. Dos disertaciones: una sobre la escritura de la China [Disertación sobre el origen, formación y calidad de la escritura china y la ético-política de Confucio. Fermín Caballero dice que «escribió esta obra en mayo de 1801, viéndose detenido en Cartagena; y que lo envió a Madrid seguidamente para que la dieran a la imprenta [Preeminencias y dignidad del Prior de Uclés, p. 3]..., mas con ser tanta la seguridad de su existencia, por parte alguna se ha dado con ella. Fuese en poder de D. Elías Ranz, en la censura, o en manos de los parientes de Horcajo, el manuscrito se ha perdido. Recuerdo haber leído en algún papel de Hervás lo que encarecía el interés de este libro», F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 143. Parece claro que a finales de 1806 Hervás tenía localizado el manuscrito], con lámina, y otra sobre la peste. Son vendibles, sin duda. Se venderán por dinero constante o con estas condiciones: -1.ª, Se imprimirán dentro del año. -2.ª, Se me dará la mitad de la ganancia con 20 ejemplares. - 3.ª, Se pagará la lámina según la tasa.

5. Un tomo médico del Brown. Se ha impreso ya en Madrid [en efecto, Joaquín Serrano Manzano, doctor en Medicina y secretario de la Academia de Medicina de Madrid, había publicado en 1796 Errores y perjuicios del sistema espasmódico del doctor Cullen, descubiertos y demostrados por el Dr. Juan Brown. Traducidos del italiano por el Dr. D. ---, Madrid, Villalpando, 1796, 208 pp. También en 1803 publicó un Examen del sistema de medicina del Dr. Brown, por medio de la experiencia a la cabecera del enfermo, por el doctor Adalberto Federico Marens. Publicado en español por el doctor. ----, Madrid, Imprenta Real, 1803, 2 vols., 15 cm], pero mi traducción tiene una disertación particular y otras cosas. Se venderá a librero o a médico, como se crea a juicio de inteligente.

6. Los salmos de David con discurso preliminar erudito. Esta obra se venda por dinero constante o con estas condiciones: - 1.ª, Se imprima dentro de un año. - 2.ª, Se me dé la tercera parte de la ganancia con 10 ejemplares.

7. El tomo del Análisis de la caridad [Análisis filosófico-teológica de la naturaleza de la caridad. Es la traducción del libro homónimo que publicó en Foligno en 1792. Fermín Caballero afirma que «se encuentra incluido en la lista de manuscritos que dejó en España en 1802, pero ni le he visto ni he podido averiguar dónde fue a parar». F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 159] quedará en poder del Sr. Ranz hasta que yo determine.

8. Carta o Disertación al señor duque de Montemar sobre la sociedad etc. Se venderá a dinero constante o con estas condiciones: -1.ª, Se imprimirá dentro de un año. - 2.ª, La mitad de la ganancia para mí, con veinte ejemplares.

9. El Sr. Ranz guardará en su poder lo demás que estaba en dicha carta y formaba el tomo VIII de la Historia del hombre

10. En casa dejé dos tomos sobre la Doctrina y práctica de la iglesia en sus opiniones [Tratado de la doctrina práctica de la Iglesia, en orden a las opiniones dogmáticas y morales. Dos tomos en 4.º con 113 y 146 folios. A sugerencia de F. Caballero fue comprado por la Biblioteca de San Isidro de Madrid en 1848, y después desapareció. F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 148]. Y también dejé una larga Disertación curiosa sobre la intención de la Misa y Sacramentos [Fermín Caballero dice que «nada se sabe de su contenido, porque es otro de los manuscritos extraviados». F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 160]. Se guarden estas obras, de que a su tiempo determinaré.

11. Historia de la escritura, etcétera [Historia del Arte de escribir, dos tomos en 4.º mayor con 105 y 102 folios. Fermín Caballero compró el segundo volumen y lo regaló a la Biblioteca Nacional de Madrid en diciembre de 1866, F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 151]. Obra muy vendible. Se venderá por dinero constante o con estas condiciones: - 1.ª, Se imprima dentro del año. - 2.ª, Se me dará la mitad de la ganancia, con 20 ejemplares.

12. En poder del Señor Ranz quedarán los tomos y las láminas de la Paleografía. En noviembre enviaré el cuarto tomo y dispondré de ellos [Parece que no llegó a enviar el tomo cuarto, pues el Ensayo de la paleografía universal o noticia sucinta de los alfabetos de las naciones conocidas, puestos en láminas y explicados, que conservamos, consta de tres volúmenes en 4.º mayor con 192, 159 y 126 folios y varias láminas. Fermín Caballero lo compró y regaló a la Biblioteca Nacional de Madrid, F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 150].

13. En este correo envío el tomo Celtibérica [Celtiberia primitiva o situación, extensión y límites de la primitiva Celtiberia y de las tres diócesis eclesiásticas en ella comprendidas, con respuesta a la censura, que en el año de 1805 se ha publicado del opúsculo impreso en el año de 1801, e intitulado: «Preeminencias y dignidad, que en la Orden militar de Santiago tienen su prior eclesiástico y su casa matriz». Un tomo en folio de 93 hojas y 4 mapas. Está dedicado al obispo prior de Uclés, Sebastián Viezma, en Roma el 1 de octubre de 1806, día en que fue enviado al librero Ranz a Madrid. F. CABALLERO, El abate Hervás, p. 162], que el Sr. Ranz (como le escribo), debe imprimir prontamente.

Se procure hallar compradores de dichas obras. La del Catálogo [de las lenguas], que ahora se imprime, puede venderse la última.

Conozco que esta mercaduría no es de tu inspección, mas con asistencia y consejo de otros puedes hacer algo. Procura, pues, cuanto antes buscar compradores y darme noticia de lo que, sobre esto, adelantes. Si salimos del peso de tantas obras, podré enviar a Ranz, al principio del año venidero, otra obra de tres tomos para que la imprima.

Deseo que lo paséis sin novedad, sin la que me conservo sano, robusto y mejor que en el Horcajo. Yo hasta ahora no siento el menor efecto de vejez. Estoy como estaba treinta años ha. Memorias a Manuela, Ramona y al señor cura y manda a tu afectísimo primo. Lorenzo Hervás»

(HERVÁS, Cartas, BNE, ms. 22996, fols. 62-62v.).

Toda esta variedad de temas, unidos a los antropológicos y lingüísticos conocidos, nos llevan, con razón, a considerar a Hervás como uno de los hombres más sabios del siglo XVIII español y uno de los intelectuales más trabajadores de la Europa de finales del Antiguo Régimen, sobre todo después de 1773, cuando se vio libre de las ataduras de su querida Compañía de Jesús. Esto puede explicar que cuando se restableció la Compañía en Nápoles en 1804, el abate conquense prefiriese no reingresar en la misma y permanecer junto a sus amigos los libros de la Biblioteca Vaticana.

1.5. La forma de los escritos de Hervás

Clemente XIV (1769-1774).No puede hablarse de un estilo peculiar de Hervás. Su obra enciclopédica y divulgativa no se prestaba a la recreación ni al cuidado exquisito de la forma. La aridez de la materia (en especial la lingüística y la médica) fue un gran obstáculo a salvar y el escritor sale airoso con la incrustación de capítulos pintorescos, llenos de anécdotas y curiosidades. Por ejemplo, en la BJE se insertan multitud de detalles sobre escritores con obra publicada (264 autores), escritores con obra no publicada (175, aunque, de éstos, 24 deberían estar en el primer catálogo porque Hervás se había enterado, posteriormente, de que habían publicado algo, es decir, con obra totalmente inédita son unos 150, escritores portugueses (39) y jesuitas-escritores extranjeros insertados en la Asistencia de España (son 18), es decir, «autores extranjeros que, siendo jesuitas, se habían incorporado con los jesuitas españoles antes que estos fueran expulsos de los dominios españoles en el año 1767», en palabras de Hervás.

Hace cien años el P. Portillo [«Lorenzo Hervás», Razón y Fe, XXVIII (1910), p. 60], después de destacar la portentosa erudición de Hervás, notó sus dos principales defectos, abundantes descuidos formales y cierta superficialidad en el fondo, lo cual no tendría demasiada importancia en unas obras enciclopédica como la Idea dell'Universo y la BJE. Ciertamente encontramos no pocas imperfecciones, lo cual es debido a la precipitación con que siempre trabajó y a las circunstancias del ajetreo histórico del momento que no permitía fácilmente la comunicación para corroborar detalles. Al respecto es muy significativo el «Aviso», que Hervás coloca al principio del tomo VII de la Historia de la vida del hombre, publicado en 1799, cuyo tomo debería haber sido incrustado entre el libro V del tomo VI y el resto del tomo VI.

Portillo dice que el lenguaje de las obras de Hervás escritas en castellano dejan mucho que desear en su corrección, «sobre todo cuando una mano amiga no varió nada o corrigió muy poco sus escritos [...]. Se hallan a cada paso palabras que no tienen de castellano sino la terminación» (PORTILLO, «Lorenzo Hervás», Razón y Fe, XXVIII (1910), p. 60).

Ciertamente, a veces, la frase es retorcida, e incluso encontramos algún anacoluto, pero el que haya leído escritos de otros jesuitas expulsos lo encontrará normal, en unos desterrados que llevaban casi treinta años fuera de España sin practicar su lengua materna, adaptándose sinceramente a la cultura italiana, salvo algún retrógrado como el P. Manuel Luengo.

Sin embargo, la prosa castellana de Hervás es bastante correcta y los italianismos son escasos, en comparación, por ejemplo, con la prosa filosófica de otros jesuitas expulsos. No podemos creer ciegamente las reiteradas protestas de Hervás, sino como signo de humildad, cuando afirma, estando en Italia, que el castellano era para él lengua muerta y que lo tenía medio olvidado (HERVÁS, Historia de la vida del hombre, I, VIII; Escuela de sordomudos, II, p. 259).

En general, las obras de nuestro abate son atractivas al lector actual y pueden contribuir a la formación de una imagen más positiva de Hervás, porque estamos ante escritos, bastante amenos, a pesar de su temática, y de algunos italianismos léxicos y sintaxis algo desmañada. Formalmente los escritos de Hervás nos muestran su verdadero retrato de lingüista y antropólogo, jesuita polígrafo e ilustrado, y muy representativo de su siglo, en cuanto que deseaba recoger en obras enciclopédicas el progreso de las ciencias de su época y divulgarlo entre sus conciudadanos.

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