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ArribaAbajoPrimera parte

Exposición general de los hechos referentes á la navegación submarina y al Ictíneo


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ArribaAbajo- I -

Introducción


NAVES SUBMARINAS.- Debiera desde luego referir las tentativas que el hombre ha hecho para navegar por debajo del agua; pero no han llegado hasta mí, nociones precisas, exactas, de los diferentes aparatos que varios inventores intrépidos han lanzado al mar, con objeto de aplicarlos á la guerra marítima. Sin embargo, las pocas noticias que tengo las haré preceder de las que, sobre el arte de bucear, la Comisión nombrada por la Sección de Ciencias exactas, físicas y naturales del Ateneo de Barcelona emitió en 1860, en su dictamen sobre el Ictíneo.

La campana del buzo es conocida desde la antigüedad: la primera descripción que encontramos está en Opera problemata, de Aristóteles, de la cual dice: «Los buzos se proveen de aire haciendo bajar con ellos un vaso de metal boca abajo.»

Más tarde vemos aparecer varias modificaciones en la campana y nuevos aparatos debidos á Marsenne, Fulton, Guyton-Morveau, Montgéry, Johnson, Bauer, Williamson, Payerne, Siéves, Philips, Vizcarrondo y otros. Cada uno de éstos pone una piedra en el edificio submarino: uno dota la campana de estabilidad; otro le asocia campanas pequeñas cuyo aire se vacía en la campana mayor; aquél le da por remate una cúpula de aire comprimido;   —10→   éste la enriquece con aparatos pneumáticos y tubos conductores de aire, y mientras que otros le colocan en sus costados aposentos de aire comprimido, el P. Marsenne y más tarde Fulton y Johnson, le dan movimientos propios y pretenden utilizarla como máquina de guerra; proyectos que, en nuestros días, han sido propuestos sin ningún éxito por Montgéry, el admirador y biógrafo de Fulton. De los de este siglo, solamente Guyton-Morveau, del Instituto de Francia, y Vizcarrondo, ilustrado brigadier de nuestra Armada, pretenden dotarla de oxígeno comprimido.

«Todos estos inventores se proponen, no la navegación submarina en toda la extensión de la palabra, sino que descansando sus aparatos sobre el principio de que la presión interior sea igual á la exterior, lo más á que han podido aspirar, ha sido destruir barcos enemigos; pero la naturaleza de sus aparatos les hubiera obligado (caso de ponerlo por obra) á no separarse de los fondos de poca sonda, y nada hubieran podido intentar contra barcos anclados en tenederos de cuarenta metros de profundidad, recelosos los tripulantes de alcanzar el fondo, donde la presión les hubiera ahogado. El destino de la campana de bucear es el trabajo en las radas, en los puertos y en los ríos; lo demás pertenece á lo que propiamente llamamos navegación submarina, á los ictíneos exploradores. He aquí cómo el Ictíneo empieza precisamente donde la campana termina.»

No he podido procurarme las Transacciones filosóficas de la Sociedad Americana de Filadelfia, en cuyo tomo IV se dan pormenores sobre el buque submarino de Bushnell, ni las noticias que acerca de Fulton publicó Colden en New-York en 1817; ni la traducción de los Torpedos del mismo Fulton que hizo nuestro Núñez de Taboada en París, en 1812, para dar una idea del Nautilus; no tengo á mi disposición más que unos ligeros apuntes sobre los trabajos de Fulton que publicó en una obra sobre los cohetes á la congrève el capitán de fragata de la Armada francesa M. Montgéry, en París, en 18259. De ellos se deduce, que el Nautilo fué ensayado   —11→   en Ruan, en Abra de Gracia, en Paris y en Brest. Parece que las cuadernas eran de hierro y las cintas de cobre; que su forma era el de un ovaloide bastante prolongado y de seis pies de diámetro, que se movía por remos helizoidales; que llenaba un depósito de agua para la sumersión; agua que expelía á favor de una bomba para ponerse á flote; que en un globo de cobre de un pie de diámetro llevaba aire comprimido á 200 atmósferas; que el célebre Guyton-Morveau, del Instituto de Francia, entregó una memoria á Fulton sobre los medios de prolongar la respiración de los hombres y la combustión de las luces á bordo de los barcos submarinos, á favor del aire vital (oxígeno) y de la absorción del ácido carbónico. Cuando Bonaparte fué nombrado primer Cónsul, una Comisión compuesta de Volney, Monoe y Laplace emitió un dictamen aprobatorio del proyecto de Fulton. Sin embargo, Napoleón no hizo ningún caso de este proyecto y aun se atrevió á decir que Fulton era un charlatán y estafador. Pasó más tarde á Inglaterra solicitado por el Gobierno de aquella isla, donde no tuvo mejor acogida, pues que á pesar del favor que mereció de Pitt, otro Ministro, el Conde de San Vicente, dijo al mismo Fulton que Pitt era un necio en fomentar un género de guerra inútil a los que eran los señores del mar, y que adoptándolo debía privarles á ellos de su superioridad.

Bauer, alemán, intentó iniciar este difícil arte y construyó una nave con la cual se sumergió repetidas veces en las aguas del Báltico; pasó luego á Inglaterra, donde á pesar de sus relaciones con el ilustre Brunel, autor del túnel que pasa por debajo del Támesis, y del Leviatan, no pudo hacer aceptar el proyecto de navegar por debajo del agua; y por último estuvo al servicio de Rusia, de donde salió sin dada huyendo de las malas artes de un Ministro de Marina, que procuró también en España, por medio del embajador   —12→   ruso en Madrid y del Cónsul general de Cádiz, saber, contra mi voluntad, de qué medios se echaba mano en el Ictíneo para navegar por debajo del agua. Abandonando Rusia, Bauer se restituyó á su patria, donde se inició una suscripción nacional, para cubrir el importe de la construcción de un buque submarino de guerra; la cual debo suponer que no tuvo el éxito que se esperaba, ya que la nave de Bauer no penetra por los senos del mar demostrando la utilidad de sus aplicaciones.

Payerne, en Francia, autor de la bien calculada y perfecta campana de bucear que ha trabajado en las obras del puerto de Cherburgo, presentó en la Exposición de París el modelo de una caldera para quemar carbón a favor del nitrato de sosa y en función de una máquina de vapor con destino á su campana de bucear, que intentaba tal vez transformar en buque, submarino, y que ignoro si ha llegado a las aplicaciones proyectadas.

Posteriormente un alemán llamado Flam, en las costas del Perú, intentó aplicar un barco submarino á la destrucción de nuestra escuadra; en la segunda prueba que hizo no volvió á aparecer á la superficie, quedando en el fondo del mar su desgraciado inventor y tripulantes que le acompañaban. En Mobila, durante la guerra civil de los Estados Unidos, funcionó una nave submarina, que después de varias tentativas infortunadas, en que murieron veinticuatro hombres, logró echar á pique un buque de guerra del Norte y no volvió á aparecer tampoco, sobre el mar, según refiere el Mechanics Magazine del 29 de junio de 1866.

Hace tres años que en la misma Francia se construyó un buque submarino que debía andar á favor del aire comprimido; y á pesar de haber indicado graves defectos en su construcción una Revista científica francesa, el Emperador ha señalado una pensión vitalicia á los tripulantes que hicieron las pruebas, y no se ha vuelto á hablar más de este asunto.

Ignoro qué fatalidad pesa sobre la navegación submarina, que en todas partes logra llamar un momento la atención, para ser luego abandonados los proyectos.

Cómo sea posible este abandono, no sé darme la razón; ya que la pesca en general, la defensa de puertos y costas y las investigaciones   —13→   científicas reclaman el ejercicio de este arte. Si los gobiernos, poco previsores, lo han desdeñado, no han sido ni justos ni sabios. La defensa del territorio, aun en tiempo de paz, reclama sumas enormes para el sostenimiento de un material inmenso; bien podría hacerse algún pequeño sacrificio en favor de un arma que, al mismo tiempo que cumpliría con aquel sagrado objeto, daría lugar á que se desarrollase la industria submarina, cuyos futuros subsidios pagados á la Nación, no sólo satisfarían el primer sacrificio, sino que podrían sostener después los gastos de los buques submarinos que se destinaran á la defensa del litoral marítimo, á la cual podrían concurrir los mismos ictíneos industriales.

Desde que Fulton mereció el informe aprobatorio de la Comisión de la Academia de Ciencias, debemos creer que la navegación submarina podría contribuir a la defensa de los litorales, á enriquecer las naciones con sus productos, á la par que á las ciencias naturales con el tesoro de las observaciones subacuáticas; sin embargo, ¡se han pasado sesenta años y todavía en Francia, Inglaterra, Rusia, Alemania, Estados Unidos y España no se utilizan proyectos que con igual objeto han propuesto modernos inventores!

Lo que valga el mío podrá deducirse de la exposición sucinta que voy á, hacer de los fundamentos de Arte que, por no encontrarse todavía en todo su desarrollo, no merece más que, la calificación de ENSAYO.

EL ICTÍNEO.- Cuando la realización de un pensamiento ha necesitado del favor público, el que lo ha dirigido tiene el deber de historiar los hechos que á la prosperidad y decadencia de la empresa se refieran; y debe hacerlo en todas las ocasiones oportunas, para que llegue á noticia de los que en él se han interesado y reciban la parte de satisfacción que les es debida. Así yo, que he sido favorecido por muchas personas en mi empeño de realizar la navegación submarina, debo, en la presente ocasión, reseñar los hechos más importantes de mi proyecto, las causas que han impedido su completo desarrollo, aunque sea repitiendo algunos conceptos contenidos en las diez Memorias publicadas en el espacio de doce años   —14→   que, de una manera pública me dedico á la resolución del importante problema de navegar por debajo de las aguas.

Perdóneseme, pues, si en este primer capítulo desciendo á repeticiones y á ciertos detalles históricos de las operaciones de cada uno de los dos Ictíneos; porque si algunos no tienen importancia con referencia á la idea principal que me propongo en este ENSAYO, tienen algún interés relacionados con la marcha de las ideas en general, por los obstáculos que encuentran á menudo y de los cuales el común de los hombres no puede formarse concepto.

Hace doce años que presenté á mis conciudadanos el pensamiento del Ictíneo. Algunos amigos míos comprendieron toda la importancia y trascendencia de la idea, y acogieron mi proyecto, creyendo que podrían superarse los graves obstáculos que se opusieran á su realización.

¿Cuáles eran los medios y recursos, cuáles los capitales propios con que contábamos para una empresa que reclama millones, sabiduría, valor temerario á la par que una prudencia exquisita? ¿Qué se había intentado antes en este terreno que nos pudiese dar alguna garantía de acierto? Y, en fin, ¿quién era yo para atraer voluntades y capitales? Hombres oscuros, desconocidos en los círculos literarios, científicos, industriales y financieros, poseíamos entonces lo que poseemos todavía: una fe viva en el progreso; una fe inquebrantable en el futuro dominio de la Humanidad sobre la Naturaleza.

El Universo está sujeto á leyes á que no puede faltar; la inteligencia no puede dejar de estudiarlas, porque tiene necesidad de conocerlas; cada ley que el hombre descubre le da poder sobre la Naturaleza; si el hombre llegare á conocerlas todas, dominaría por completo el Universo, como domina el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo, la afinidad química, el movimiento; la sucesión de conocimientos que adquiere no puede concluir sino concluyendo la inteligencia humana. La fe en estos principios ha sostenido nuestra perseverancia, y el deseo de extenderlos hizo que, desde el principio, difundiésemos por medio de la prensa las bases de nuestro proyecto á fin de que la masa indiferente de hombres empezase á ver que el Ictíneo podía dominar la Naturaleza   —15→   en los espacios submarinos, que podía enriquecer la ciencia, aumentar la riqueza común, y arrojar un destello de gloria sobre la patria en las aplicaciones á la guerra marítima.

«Es indispensable que el hombre posea este nuevo mundo, decía en la Memoria que publiqué en 1858; para ello cuenta con los recursos que le ofrecen las ciencias físico-químico-matemáticas, cuyos adelantamientos actuales le proporcionan una atmósfera artificial tan sana como la natural, una luz parecida á la del sol, articulaciones impermeables que facilitan todo género de movimientos y motores cuyo poder es superior al del vapor.

»La resolución del problema de la navegación submarina estriba en la construcción de un aparato que sea capaz de descender dentro del mar, de detenerse donde quiera, de moverse en todas direcciones, de volver á la superficie y de navegar por ella; que pueda estar indefinidamente sumergido sin que esté en comunicación con la atmósfera.

»La primera condición supone que el aparato está cerrado herméticamente, que está fabricado, en parte, de materiales impermeables, impropios para la osmose; que sus medios de comunicación con el exterior impiden la entrada del agua en el aparato; que puede resistir la presión á que debe sumergirse, y que tiene estabilidad.

»El Ictíneo que construyo tendrá estas condiciones: su forma es la del pez, y como él tiene el propulsor en la cola, aletas para la dirección, vejigas natatorias y lastre para estar en equilibrio con el agua desde el momento en que se sumerja. Respecto á su robustez, debo manifestar que puede sufrir una presión constante de ocho atmósferas y por lo tanto que puede descender á cincuenta brazas de profundidad.

[...]

»Si el primer Ictíneo no corresponde á mis previsiones, expondré más tarde las causas que lo hayan impedido, señalando los errores cometidos y la manera de enmendarlos.

[...]

»Si la falta de éxito estribase en el conjunto, abandonaría, mi proyecto, con la esperanza de que más tarde ó más temprano,   —16→   otro, más feliz que yo, realizará la navegación submarina. Entusiasmado ante los resultados que puede dar, todo sacrificio me parece poco para asegurarla; y si me atrevo á, llamar la atención pública hacia este punto, es porque seguro de los resultados que he obtenido en pruebas parciales que he verificado, quisiera ver á mi lado y ocupados en esta empresa hombres más inteligentes que yo.»

Esto decía en mi primera Memoria sobre tan importante materia. He ido desde entonces cumpliendo mi compromiso de publicar los resultados de mis estudios prácticos en este arte, explicando el estado en que sucesivamente, se ha encontrado mi empresa; y ahora, en el presente ENSAYO, recapitulo lo anteriormente publicado junto con nuevos estudios que someto al juicio de las personas inteligentes.

Al hacerlo experimento cierto embarazo que proviene de la fuerza que me han hecho las recriminaciones de aquellos que creen que he dispuesto del tiempo y de los capitales suficientes para establecer el Arte de navegar por debajo del agua. Esta hostilidad ha dado lugar á dudas y á que se manifestase la incredulidad más ciega y pertinaz, incredulidad que ha resistido á todas mis demostraciones en el terreno teórico y en el práctico de las pruebas subacuáticas, y que me ha privado de los necesarios recursos. Por desgracia es corto el número de personas que pueda dar un fallo inapelable sobre si la navegación submarina es un hecho realizable en todas sus aplicaciones y por los medios que propuse desde un principio, que he perfeccionado después y de que me valgo actualmente; y á pesar de ser pocas, creo no verme privado de su dictamen: para ellas en especial he redactado este ENSAYO.

Construído el primer Ictíneo á que hacen referencia los párrafos anteriormente transcritos, fué botado al mar en 28 de junio de 1859. Medía exteriormente siete metros de proa á popa, tres y medio de la quilla á la cúpula ó escotilla, y dos y medio de manga. La cámara interior era cilíndrica y de sección elíptica; el diámetro menor estaba sostenido por barras de hierro longitudinales y   —17→   estribos transversales: esta cámara media escasamente siete metros cúbicos y podía contener una tripulación de seis hombres.

Se lanzó al agua con muy poca fortuna, recibió cinco cabezadas que inhabilitaron las vejigas de flote, se rompieron los forros impermeables y algunos cristales. La avería fué de consideración y había concluido los recursos pecuniarios; pero después de un examen prolijo, quedé convencido de no haber inconveniente en hacer sumersiones, con tal de que tuviesen lugar en una profundidad que no fuese mayor de veinte metros.

Lo importante en esta cuestión consistía en saber si el Ictíneo reunía las cualidades que yo le atribuía; si los hombres que debía llevar estarían tan bien trabajando dentro del mar como bien habíamos estado en tierra, encerrados herméticamente; en una palabra, si el Ictíneo descendería y volvería a la superficie, si permanecería entre dos aguas y navegaría tan bien en ellas como por la superficie y por el fondo. Si en la verificación de todos estos movimientos y en la prolongación indefinida del sostenimiento de la vida debajo del agua, consiste la navegación submarina, es claro que el objeto principal de ella quedaba cumplido.

Hice un gran número de experimentos y en su conjunto dieron resultados satisfactorios. Y pude luego decir: «El Ictíneo baja y sube, anda y vira en la superficie, entre dos aguas y en el fondo del mar. El hombre vive tan bien dentro del Ictíneo como en plena atmósfera. La navegación submarina, pues, es un hecho.»

En 23 de septiembre del mismo año pude hacer una prueba pública: estábamos ya acostumbrados á dominar el Ictíneo, para poder invitar a las Autoridades, personas facultativas, periodistas y pueblo de Barcelona. De los felices resultados del ensayo dieron cuenta los diarios de la ciudad.

Estos primeros los verifiqué con las peores condiciones que pueden darse, como son los de un Ictíneo que, hacía agua; que no tenía vejigas de flote; con cristales rotos y en unas aguas sucias que impedían ver los objetos del suelo, aun estando metido el barco como un metro en el fango.

Después del ensayo del 23 de septiembre reparé las averías y continué las pruebas hasta la última que hizo el primer Ictíneo,   —18→   que tuvo lugar el día 7 de mayo de 1861, en las aguas de Alicante, ante los Ministros de Marina y Fomento y una comisión de Diputados y Senadores y de miembros de la Academia de Ciencias de Madrid. En esta prueba, de que dieron cuenta los periódicos de la época, el Ictíneo navegó perfectamente, á pesar de la alteración de las aguas; pues había mar de fondo y la corriente y el viento de Levante.

En esta primera época de la navegación submarina, era tal nuestra pasión por ella, que emprendíamos muchos de los ensayos exponiéndonos al doble peligro de la asfixia por falta de oxígeno y por sobra de ácido carbónico; riesgos que de hoy en adelante no deberán correr los exploradores submarinos. Entonces no había descubierto yo todavía el medio de producir oxígeno dentro de la misma cámara del Ictíneo y á medida de las necesidades de los exploradores, ni se conocía el de extraerlo del permanganato de potasa, ni el de desarrollarlo de una mezcla de bióxido de bario y bicromato de potasa á favor del ácido sulfúrico; así es que llevaba el oxígeno almacenado en depósitos; y como era algo engorroso producirlo, comprimirlo y llevarlo al Ictíneo, preferíamos algunas veces abandonarnos á los azares de las pruebas, cuyo tiempo procurábamos acortar en lo posible, sin otro aire que el contenido naturalmente en nuestra cámara, y sin otros instrumentos de análisis que los efectos mismos producidos en nuestra organización, por el aire impuro que circulaba disuelto en nuestra propia sangre.

En este primer Ictíneo desde 1857 hasta 1862, se empleó, en la construcción y experimentos anteriores y en las pruebas, planos y viajes, la cantidad de veinte mil duros.

El segundo Ictíneo, empezado en enero de 1862, fué botado al mar en 2 de octubre de 1864. Mide exteriormente diez y siete metros de proa á popa, tres y medio de la quilla á la parte superior de la cúpula y tres metros de manga. El casco interior ó parte resistente, tiene la forma de un elipsoide de revolución prolongado, cuyos vértices constituyen la proa y la popa: el mayor eje interior es de catorce metros y el menor de dos metros. La capacidad interior de esta cámara es de unos veintinueve metros cúbicos; está construido de cuadernas transversales y circulares, de madera   —19→   de olivo, sobrepuestas y amadrinadas en toda la longitud del elipsoide, la madera es escogida y sin defecto alguno, y su espesor de diez centímetros: estas cuadernas están revestidas exteriormente de cintas de roble longitudinales de seis centímetros de espesor y sobre estas cintas hay un forro de cobre de dos milímetros de grueso, cuidadosamente colocado, á fin de hacer el elipsoide impermeable á las mayores presiones que pueda resistir.

El conjunto afecta exteriormente la forma de un pez de diez y siete metros de largo; desde el centro á la proa, las secciones son circulares; pero hacia popa se van estrechando en forma elíptica hasta el codaste.

Los movimientos de traslación y de virada se obtienen por medio del hélice propulsor y el timón, cuando el Ictíneo está á la vía, y cuando está parado vira á favor de dos hélices laterales colocados en la parte superior, en popa, é inclinados de 45º sobre la horizontal.

La tripulación se componía de veinte hombres, diez y seis de los cuales han estado hasta 1866 destinados á servir de motor.

Este Ictíneo puede navegar por fondos de cuarenta á sesenta brazas, habiéndolo probado por treinta metros de profundidad. Ha hecho ensayos como barco de guerra, y en este terreno ha practicado las más difíciles operaciones que pueden exigirle á una nave submarina: ha tirado cañonazos desde debajo de agua, y cargando siempre en el fondo del mar un cañón corto, giratorio sobre sus muñones, de alma lisa, de sesenta centímetros de eje y diez de diámetro, con carga de un kilogramo de pólvora.

Á pesar de ser ésta, época de formidables armamentos marítimos, estos ensayos no llamaron la atención del Gobierno; en vista de lo cual dejé los estudios prácticos de guerra, que pudieran ser de grande utilidad á las naciones que, como la España actual, no pueden encontrar grandes recursos para los armamentos marítimos. Por lo demás, en los mencionados ensayos observé lo siguiente: en el acto del disparo, á pesar de la menor resistencia que encuentran los gases en su dirección que es la vertical, la reacción es muy violenta en todos sentidos, en términos que destrozó los cuarteles de cubierta del Ictíneo, rompió tornillos de   —20→   treinta y dos milímetros de diámetro y abolló las vejigas de flote. Adviértase, empero, que tan violentas y repetidas reacciones no afectaron en modo alguno el cuerpo resistente, la cámara submarina, sino sólo su obra muerta. La boca del cañón en el acto del disparo está junto á esta misma obra muerta y puede estar muy separada de ella y evitarse las averías.

Hicimos pruebas de respiración permaneciendo largas horas incomunicados; pruebas que siempre fueron interrumpidas por otras necesidades que las promovidas por el deseo de gozar del aire natural, las cuales, en Ictíneos pequeños, no es muy cómodo disponer de sitio á propósito para satisfacerlas.

Aparecieron uno tras otro, bastantes defectos, y entre ellos la oxidación de los tornillos de hierro que interpolados con otros de bronce sujetaban los fondos impermeables; advertimos esto en una prueba de resistencia á treinta metros de profundidad; en el espacio de un minuto la cámara interior embarcó una tonelada de agua.

En reparaciones y correcciones pasamos hasta el mes de septiembre de 1865 en que, en medio de la peste que afligía á Barcelona, se empezaron las sumersiones que nos vinieron á patentizar que cuanto habíamos corregido en el hélice y maquinaria interior no había mejorado la velocidad del Ictíneo, el cual, movido por diez y seis hombres, andaba sólo á razón de medio metro por segundo. Con tan escasa marcha no me atreví á acometer todas las aplicaciones del Barco-pez, salvo las referentes á la guerra marítima, de que he hablado.

Ya desde diciembre de 1864 observamos que el Ictíneo no alcanzaba en la marcha la velocidad de dos millas y media por hora, velocidad indicada por los cálculos, y bastante para vencer las corrientes ordinarias; procedí sin demora á la continuación de los estudios prácticos que tenía comenzados sobre ciertos motores, con el propósito de aplicar el más ventajoso á los futuros Ictíneos y en especial á los destinados á largas exploraciones submarinas. Empleé todo el año de 1865 en los referidos estudios prácticos: y me fijé especialmente en la producción de calórico á favor de combustibles y comburentes empleados en estado sólido, y cuyos productos principales no fueren gaseosos.

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La aplicación del calórico como motor, tiene la ventaja de poder ser aplicado á una caldera de agua y de no tener que inventarse receptor alguno de la fuerza, sino aceptar el de todos conocido, la máquina de vapor, tal cual funciona hoy día; tiene, sin embargo, el inconveniente de elevar la temperatura de la cámara. Para remediar lo cual no hay otro recurso que cubrir la caldera, los conductores del vapor, la máquina y las paredes de madera del Ictíneo, de tubos de pequeño diámetro, resistentes y delgados, por los cuales circule el agua de abajo hacia arriba, para trasladar al mar el exceso de calor que no podría pasar á través de la cámara, por ser la madera mal conductor de este fluido.

En la construcción del motor, en su instalación á bordo, en las reformas interiores del Ictíneo y en vencer contratiempos de todo género, empleamos tres años que finieron con el mes de octubre de 1868, en que hicimos pruebas perfectamente acabadas del motor submarino. Tal vez hubiera sido mejor no dejarme seducir por la gran ventaja que me ofrecía el motor y emprender con la fuerza de la tripulación las aplicaciones á la pesca del coral; porque llevar la máquina de vapor al fondo de los mares, ofrecía más dificultades que su aplicación de la navegación flotante y á los ferrocarriles.

Por ello se me hacen cargos, y creo que son justos, desde un punto de vista especial; sin embargo, ni aun ahora puedo colocarme en él. Se quería que teniendo yo un poderoso motor navegase con la sola fuerza muscular; ¡que entregase á las profundidades del mar diez y seis hombres y un Ictíneo, pesado en la marcha, negándoles la fuerza necesaria para luchar con los peligros! Después de haber buscado durante doce años esa fuerza que sustituye con tantas ventajas la de nuestros brazos, ¿podía yo diferir su aplicación á un tercer Ictíneo, exponiéndome á perder el segundo por falta de fuerza? Si por esta falta, y sólo por ella, me hubiese arrojado una corriente submarina á un laberinto de escollos, rocas y cuevas como se encuentran en los criaderos de coral, ¿no se perdía por mucho tiempo toda esperanza de nuevas tentativas en esta clase de navegación? ¿Dónde están mis sucesores en el Ictíneo? ¿Los que pueden reemplazarme hubieran quedado conmigo en el fondo del mar, y la empresa aniquilada?   —22→   ¿Acaso conocemos nosotros, ni nadie, esas, profundidades para despreciar la fuerza de la máquina de vapor? Precisamente los entendidos me hacían el cargo de no saber encontrar un motor inanimado para el Ictíneo; y este cargo también era injusto, porque si hasta el siglo pasado no supo la Humanidad aprovecharse del vapor, ¿cómo era posible que yo, solo y en poco tiempo, hallara una feliz sustitución de lo que ha costado, si no desde Heron de Alejandría, desde Papin, tantísimos años de investigaciones y estudios á los hombres sabios?

Perfeccionado el fuego submarino, concluídas las pruebas en octubre de 1868, empeñado mi crédito y agotados los haberes de algunos amigos míos; impidiéndome el estado de los negocios públicos y el político de la nación, levantar empréstito alguno y celebrar contrato que me proporcionara fondos, no pude hacer otra cosa que reunir mis notas, estudios y experimentos, ordenarlos, escribir este trabajo para intentar luego, si consigo de algún Estado, la aplicación del Ictíneo á la defensa y ataque de puertos y costas.

He aquí doce años transcurridos y cien mil duros gastados, sin otro fruto, si la fortuna continúa adversa, que la redacción de este ENSAYO. Es por cierto bien caro precio el de un proyecto de navegación submarina, si ha de quedar olvidado como el de Fulton, y si, como el de Fulton también no puede servir, por falta de publicación, de punto de partida para el futuro descubridor del mundo de las aguas.

Un inventor es un pobre aprendiz de un arte que no tiene maestros; sus herramientas son sus facultades intelectuales; y las materias á que debe dar nueva forma y nueva vida, son las verdades patrimonio de las generaciones pasadas. Todos, en este sentido, somos más ó menos inventores; todos trabajamos procurando dar otras manifestaciones á las verdades adquiridas, y es en este caso cuando sentimos la necesidad de la atención y de la indulgencia de los demás. Y es que sintiendo que creamos, sentimos que somos débiles y como tales necesitamos del apoyo de nuestros semejantes,   —23→   y si éste nos falta, nos lamentamos, y á mi parecer con justicia; porque todos, grandes y pequeños, trabajamos por el bien común, el cual radica en el imperio del hombre sobre la Naturaleza.

Perdóneseme, pues, si á las recriminaciones de los que creen que he dispuesto de capitales suficientes para lograr industrial la navegación submarina, y que piensan que inventar es cosa tan fácil como practicar lo conocido, se me ocurre oponer la citación de nombres ilustres, cuya vida de algunos he estudiado y de quienes he recibido estímulo para seguir en mi empresa.

Walt empleó diez y siete años y doscientos cincuenta mil duros en hacer manual y de general aplicación la máquina de vapor Jacquard, durante quince años, ejerció su fecundo ingenio para lograr que el tejido imitase los cuadros de la pintura al óleo; Niepce y Daguerre consumieron veinte años en la creación de la fotografía y en convertirla en un arte fácil y al alcance de todo el mundo; la locomotora necesitó, para adquirir la perfección reclamada por la velocidad en los ferrocarriles, veintisiete años; la fabricación de papel continuo no logró ser industrial sino después de treinta y cuatro años de ensayos en Inglaterra, Francia y Alemania; la iluminación por el gas no pudo desarrollarse sino mediante el largo espacio de cuarenta y cinco años y con respecto á la telegrafía eléctrica, desde las indicaciones de Franklin, las comunicaciones eléctricas entre Madrid y Aranjuez en 1797, por Betancourt, y los perfeccionamientos del Dr. Salvá en Barcelona, hasta el telégrafo eléctrico de Veatstone en Inglaterra, de Stenhiel en Alemania y de Morse en los Estados Unidos, ¡transcurre más de medio siglo!

Si á pesar de conocer estos y otros ejemplos, y sobre todo, los de inventores poco afortunados, he confiado en demasía en mis fuerzas y en las de mis generosos amigos; si he visto siempre cercana la hora de la realización de mis proyectos, si igual confianza he inspirado á mis consocios, y todos hemos creído en la adquisición inmediata del mundo submarino, es porque las empresas elevadas, como los grandes centros de gravedad, tienen el privilegio de atraernos por fuerzas poderosas desconocidas, que nos imprimen   —24→   un movimiento de día en día más rápido. Es verdad que en nuestro deseo de llegar pronto, nos hicimos la ilusión de ir directamente, á nuestro destino; ¡creímos que el medio social, en que vivimos aceleraría nuestro movimiento y que no aparecerían esas fuerzas repulsivas que tienden á alejarnos del centro de nuestras aspiraciones!

Grande es la empresa de la navegación submarina; porque sostiene la vida del hombre aislado de la Naturaleza, sin participar de su benéfico influjo más que por ciertos fenómenos que se nos revelan por el movimiento, como la gravedad y el magnetismo; porque lejos de las influencias solares y atmosféricas, de las emanaciones y vista de los campos y praderas, resuelve el problema de vivir en el caos, á favor de las mismas leyes de la Naturaleza, que el hombre obliga á obrar en el vehículo que le transporta.

Todas las obras humanas han contado hasta ahora con una base de sustentación y con abundancia de aire atmosférico; en navegación submarina no tenemos ni sustentación, ni aire, ni luz naturales; estamos encerrados en una cámara que debe penetrar por un medio oscuro, donde debemos combatir con corrientes y fuerzas que no conocemos, con enormes presiones, sin que podamos esperar ningún auxilio exterior; y sin embargo, vivimos en esta cámara, nos sostenemos en ese medio, iluminamos ese caos, y al fin, venciendo corrientes y presiones, llegará el hombre á conocer este nuevo mundo, última parte de la costra terrestre, sustraída á sus dominios.

La resolución de este problema, reclama grandes cualidades de espíritu en su iniciador y en su nación irresistibles aspiraciones al dominio de la Naturaleza. Desde el principio de mi empresa y presintiendo los obstáculos que, acaso pudiera encontrar, recurrí al sentimiento público en beneficio de la idea del Ictíneo, que la Humanidad tiene el mayor interés en realizar.

En efecto; estudiar las leyes naturales en el fondo de las aguas; los países submarinos, su fauna y su flora, la acción de los fluidos imponderables, la estructura de sus terrenos y montañas y sus desconocidos tesoros, me parece una empresa digna de los pueblos modernos. Temiendo no poder desarrollaría en todas sus partes,   —25→   procuré fijar el afán de adquirir, natural al hombre, indicándole los corales, las perlas, el ámbar, las esponjas, que, ocultas por las aguas hoy, y visibles por los Ictíneos enriquecerán á las empresas submarinas: debí probar al Gobierno que las naves submarinas serán armas poderosísimas de guerra marítima; porque ya se estableciera con uno ú otro motivo la navegación subacuática, quedaba perpetuado su uso, se perfeccionaba el Ictíneo para aplicarlo en lo venidero al conocimiento de las mayores profundidades del mar.

¿Qué importaba en este caso la mayor ó menor profundidad y variedad de conocimientos del autor del proyecto, su fácil ó tardía, su resistencia más ó menos poderosa en las luchas porfiadas que ofrecen la dominación de la Naturaleza y la persuasión de los hombres? Me pareció que suplían mis débiles fuerzas, el amor á los progresos de las ciencias, al perfeccionamiento físico y moral del hombre, y sobre todo mi ardiente entusiasmo por empresas tan importantes y difíciles como la conquista de sitios inaccesibles á la organización física del hombre. Desde 1859 en que hice los primeros viajes por debajo de agua, reconocí ser poco yo para tan grande empresa; y por eso en la segunda Memoria que publiqué, en 1860 y en las sucesivas, reclamé el auxilio de los sabios, de los capitalistas y del Gobierno: he ido dando cuenta siempre al público del estado en que se encontraba el Ictíneo, de las pruebas que verificaba, de los estudios prácticos sobre el motor submarino; manifesté mis deseos de hacer del Ictíneo una empresa nacional. ¡Ardua empresa! Tanto como la del mismo Ictíneo. Si el intentarlo ha sido calificado de insensatez por muchos, para mi téngolo como meritorio, ya que á la esperanza de conseguirlo debo los estudios que hoy puedo presentar al público.

Aunque pocos, no deben desmerecer la atención de los sabios, y más, seguro como estoy de que su meditación podrá engrandecerlos hasta llevar la navegación submarina á aquel grado de esplendor de la marina flotante, viva representación de la prosperidad de las naciones modernas. Mas si aun consagrando mis últimas fuerzas á una idea provechosa, no logro su triunfo, quedará al menos este ENSAYO como semilla que las lluvias y el calor del porvenir deben desarrollar.

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«En todos tiempos -dice el inmortal Arago- el hombre se ha dejado dominar por la rutina, por una tendencia invencible á apreciarlo todo a priori, desde las alturas de su vanidad, de su falsa ciencia; las verdades, las invenciones más útiles no llegaron jamás á ocupar el sitio que legítimamente les correspondía sino á viva fuerza y por la intervención perseverante de algunos espíritus selectos.»

Si en el trabajo que presento se encuentran vacíos y estudios incompletos; si, por ejemplo, no hay un solo análisis de las reacciones entre productos del reino mineral, reacciones que empleo como motor submarino; si los experimentos sobre la resistencia de los cilindros compuestos de generatrices arqueadas son tan pocos que no me hayan permitido encontrar la ley de su resistencia á la presión; si no he podido llevar la práctica de la máquina de vapor á largas excursiones submarinas; en una palabra, si este ENSAYO no es todavía un Tratado del Arte de navegar por debajo de las aguas, débese casi exclusivamente á la falta de fondos y de adherentes poderosos.



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ArribaAbajo- II -

Importancia de la navegación submarina


IMPORTANCIA EN LA GUERRA MARÍTIMA.- Al hablar de la importancia de la navegación submarina, se ocurre inmediatamente el nombre de Fulton que la ensayó con el solo propósito, al parecer, de aplicarla á la guerra marítima.

En efecto: entre las pruebas que hizo, se citan aquellas en que intentó echar á pique embarcaciones flotantes por la explosión de torpedos que, antes de estallar, dejaran á la nave submarina el tiempo necesario para alejarse. Si á principios de este siglo, esto es, cuando aún no se habían inventado los barcos acorazados, ni el mismo Fulton había aplicado la máquina de vapor á la navegación, los torpedos dirigidos por naves subacuáticas constituían una de las mejores armas para la defensa de los puertos; ahora que la marina de guerra no sólo cuenta con el vapor y la coraza, sino con cañones de grande alcance, son más que nunca necesarias las armas submarinas.

Las mismas naciones en que Fulton propuso estos medios de defensa, son las que allora establecen Escuelas de torpedos: en efecto; los Estados Unidos, Inglaterra y Francia que no hicieron caso de la navegación submarina con aplicación á la guerra marítima, son las primeras que se inclinan hacia la adopción de los torpedos; sin embargo, ninguna de ellas todavía ha pensado en la utilización de los barcos submarinos para este objeto.

Los torpedos son cajas de pólvora destinadas á estallar junto á   —28→   un barco enemigo para destruirle. Los hay submarinos y flotantes; los más temibles son los que ocultos por las aguas, pueden reventar en el momento preciso en que el barco pase por encima de ellos; éstos, ó son automáticos, es decir, se disparan por la acción del andar del mismo barco que ha de ser destruído, ó son eléctricos, y en este caso estallan á favor de una corriente eléctrica dirigida desde tierra, en el instante en que el buque atraviesa el área que ocupan los torpedos.

Omitimos hablar de los flotantes fijos porque pueden ser vistos por el enemigo, y por lo tanto no son temibles. En cuanto á los flotantes dirigidos desde tierra ó desde una embarcación, el enemigo dispone de medios para evitarlos: puede separarse de la línea de dirección que lleven, si van sueltos; y si acompañados de una embarcación, ésta puede ser destruída antes de disponer de la ocasión oportuna para cumplir su objeto.

En cuanto á los submarinos fijos se me ocurren algunas observaciones que tienen su importancia. Desde luego reconozco su eficacia cuando se pretenda impedir la navegación por un río, ó defender todo paso estrecho del mar, ya sea entre costas, islas, escollos y bancos; porque están señalados los sitios por donde, debe pasar el enemigo; mas si desde las aguas libres inmediatas á los puertos, alcanzan los cañones las ciudades y arsenales que se pretenden defender con torpedos, no será fácil lograr el objeto. Con dificultad desde tierra podrá saberse cuándo el barco ó escuadra enemiga pase por la zona de acción de los torpedos; podrá el contrario no pasar por la línea de éstos, y por consiguiente la defensa de la plaza no es segura como el ataque. Cuando se instaló la Escuela de torpedos en los Estados Unidos, me dirigí a aquel Ministro de la Guerra proponiéndole el Ictíneo como medio apropiado para conducir los torpedos contra los buques, y me contestó que no necesitaban de mis servicios; una contestación parecida merecí del Gobierno español en 1859 y 1861; y es muy posible que en todas partes los inventores de aparatos submarinos hayan recibido respuestas análogas.

Sin embargo, la importancia de los Ictíneos como máquinas de guerra, para nadie puede ser dudosa. Un Ictíneo puede navegar   —29→   teniendo sólo dos, tres ó cuatro metros de agua que le separen de la superficie; en esta situación es invulnerable, porque una bala de á 68 tirada bajo un ángulo de 20º sólo penetra unos sesenta centímetros dentro de agua10; un tubo telescópico vertical puede trasladar por reflexión á una cámara oscura las imágenes de la escuadra ó del buque de guerra que se intente atacar; por lo tanto el Ictíneo, siempre velado por las aguas, puede dirigirse al enemigo, que está viendo á favor del tubo de reflexión, y por consiguiente puede destruirlo por medio de un torpedo que le dirija, ó de un cañonazo en el timón y propulsor.

Si se trata de atacar un puerto, el Ictíneo puede incendiar las naves ancladas y aun los arsenales y ciudades que estén al alcance de los proyectiles inflamables.

Si se pone la atención en la senda recorrida por el ataque y defensa de los litorales desde el navío de madera, el barco de vapor, el acorazado, ariete, monitor, hasta llegar al torpedo, se nota (como decía en el decano de la prensa periódica de esta ciudad, un amigo mío, en uno de sus artículos sobre el Ictíneo), que así como la defensa desde tierra se va agachando sustituyendo la tierra ó arena á las murallas de piedra, en el mar la defensa y ataque de los puertos hace lo mismo; y si este sistema de defensa es bueno, nada más lógico, concluía mi amigo, que oponer á los barcos acorazados la coraza de agua que cubre los Ictíneos; los cuales podrán atacar y destruir á las naves blindadas y defender así con más eficacia los puertos y ciudades marítimas.

El torpedo es un arma esencialmente submarina, y al adoptarla se sentirá la necesidad de dirigirla matemáticamente al punto en que debe producir su efecto. El barco submarino y el torpedo han nacido á un tiempo y en un mismo cerebro; ambos se completan para la guerra marítima; y la adopción del torpedo sin el barco-pez que lo dirija, equivale a escoger buenas semillas para sembrarlas en campos eriales.

La opinión en los Ministerios de Marina apadrinando los torpedos,   —30→   después de haber pasado por los monitores y las torres de hierro, hace presumir que no está lejano el día en que se fije, en los Ictíneos; los cuales, de la misma manera que pueden despedir torpedos á menos de cien metros de distancia de los barcos contrarios, igualmente son á propósito para levantar hasta la superficie un cañón que á pesar de ser ligero, pueda arrojar balas capaces de atravesar corazas y de inutilizar cuando menos el timón y propulsor de la nave blindada.

Si en una guerra, el enemigo intentase destruir, por ejemplo, nuestra hermosa ciudad de Barcelona, y si se adoptase como uno de los medios de defensa el empleo de los torpedos, debieran éstos colocarse bastante lejos de la playa; porque los buques no se acercarían lo bastante que se expusieran á ver sus corazas perforadas por los fuegos de nuestras baterías. Deberíamos para producir efectos desastrosos en la escuadra, sembrar un grande espacio de torpedos, y aun así, fuera posible que no consiguiésemos nuestro objeto. Si este medio de destrucción fuese encomendado á los Ictíneos, saldrían del puerto cubiertos por las aguas; nada indicaría á los contrarios el peligro que corrieran; sólo un tubo de menos de veinte centímetros de diámetro aparecería ya á flor de agua, ya sumergido, según el estado del mar: á favor de este tubo de que difícilmente podrían apercibirse los contrarios vería el jefe del Ictíneo perfectamente á ellos, á los cuales podría dirigirse para causarles el mayor daño que sus armas alcanzasen.

Conozco los Monitores de los cuales vi un ejemplar en el Miantonomoah que visitó el puerto de Barcelona en 1867. De ellos se ha dicho que casi indican la necesidad de crear una atmósfera artificial para los tripulantes; y el almirante, francés M. E. Paris intenta reformarlos hasta el punto de darles mucha más manga y levantar sobre cubierta un apéndice estrecho de seis metros de altura, para procurar desahogo y seguridad á las tripulaciones que en la actualidad enferman de hastío, calor y de respirar un aire sobrecargado de humedad.

El Miantonomoah es un buque de gran manga con dos torres giratorias, armadas de cuatro cañones de gran calibre, capaces de   —31→   arrojar balas de seis quintales de peso. Esta clase de buques tienen por objeto principal la defensa de puertos, ya que con mar un poco gruesa, según afirman los hombres del arte, no puede dar tiros de caza ni de retirada, por sumergirse la proa y la popa hasta entrar el agua por las por las de las torres.

Limitados á la defensa de los puertos y teniendo que admitir el combate con los buques de golfo, presentándoles éstos la proa blindada, no pueden recibir daño de los Monitores, ya que sus tiros con dificultad alcanzarán una normal á las curvas de las proas, que con este intento se hacen agudas. Al contrario, siendo las torres de los Monitores, cilíndricas, los proyectiles pueden atravesarlas con mayor facilidad, ya que de cualquier punto que salga el tiro, puede ser normal al cilindro; y si tan resistente es el forro que lo defiende, puede ser al menos chafado y desligado y la torre sacada de quicio ó inutilizado su movimiento de rotación11. Al fin, un Monitor es un enemigo visible con quien se puede combatir, y contra el cual la destreza del buque de puente, puede mucho, hasta pasarle por ojo hundiéndolo en el mar. Nada pudieron contra la escuadra española en el Pacífico los dos Monitores que defendían el Callao, á pesar de ser de madera la fragata Almansa que los combatía, faltando así á la defensa del puerto, único fin de estas construcciones navales. Sin embargo, estando revestidas de hierro y presentando poco blanco al tiro, sirven de grande estorbo á la escuadra que intente la destrucción de una plaza.

La defensa de los puertos limitada hasta ahora á la línea de tierra, va revestida de hierro penetrando en el mar, á fin de impedir que alcancen la plaza defendida los proyectiles enemigos; y á medida que adelanta, tiende á cubrirse con el mismo fluído que la sustenta. En efecto, del Monitor podríamos decir que pretende ocultarse bajo su propia línea de agua el Miantonomoah sólo sobresalía ochenta centímetros. Mas como el enemigo encuentra todavía suficiente espacio para herir, no satisface del todo este medio de   —32→   defensa, y se busca ya en los torpedos, el arma submarina que debe defender los puertos de los buques acorazados de gran porte. -He aquí el camino recorrido por la defensa: ha pasado de las murallas de granito elevadas á las baterías rasantes, de éstas á los Monitores y luego á los torpedos. Es necesario fijarse en este hecho para poder apreciar, desde el punto de vista de la defensa, la importancia de la navegación submarina.

Si es útil disminuir el blanco de la defensa el Ictíneo no presenta ninguno; si es útil el blindaje, el Ictíneo se cubre del mismo mar; si tiene eficacia el torpedo, el Ictíneo extiende su esfera de acción dirigiéndolo sobre el contrario y revienta cuando el daño que puede causar es cierto.

He aquí cómo en esta, al igual de todas las obras humanas, se va poco á poco á la perfección; perfección siempre tardía y costosa que hace la desdicha del que se adelanta un poco en la marcha lenta de los progresos.

Aquellos títulos abonan la empresa de la navegación submarina, y los creo tan valederos, que no sé atinar por qué desde Fulton no ha tomado el lugar que le corresponde entre las conquistas de este siglo.

¿Qué puede una escuadra blindada contra una ciudad defendida por naves poderosas invisibles que hieren cuando el enemigo se cree seguro y contra las cuales son inútiles defensas las corazas y las maniobras? ¿Qué daño puede recibir un Ictíneo cubierto por un muro líquido de cuatro metros de espesor? Presenta á la lumbre del agua un tubo giratorio de pequeño diámetro que traslada por reflexión en la cámara oscura del Ictíneo las imágenes exteriores; el jefe, de la nave submarina ve la escuadra contraria, espía sus movimientos, la espera ó se dirije á su encuentro; da caza, tal vez, á la capitana, á la que lleva la enseña del Almirante, y cuando la tiene á tiro, á cien metros de distancia, levanta un cañón ó torpedo á flor de agua y acaso la echa á pique.

¿Qué puede hacer una escuadra que se ve así atacada, más que retirarse? No hay valor que resista, porque no hay defensa posible: ignorando dónde está su enemigo, sólo sabe de su existencia por los golpes que recibe.

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«Los americanos -dice Montgéry12- pretenden que los ingleses en sus últimos cruceros sobre la costa de América, se informaban con ansiedad de las empresas de Fulton y del lugar de su residencia; la ciudad de New York, que éste habitaba, á pesar de poder ser atacada y fácilmente destruída por navíos de guerra, fué respetada por los ingleses... Es probable que si se hubiese prolongado la guerra, las armas submarinas hubiesen inspirado algo más que vanos temores.»

Antes que los Monitores y la Escuela de torpedos se establecieran en los Estados Unidos, el primer Ictíneo había navegado por debajo de las aguas; poco después del primer combate entre buques blindados, entre el Monitor y Merrimac, hice las pruebas de guerra; y los planos del cañón submarino y del Ictíneo que lo llevaba, fueron entregados al Gobierno español años antes que Ericcson realizara su Monitor; construcción naval más cara y más peligrosa que un Ictíneo, que defiende con menos eficacia que éste un puerto, y, bajo todos aspectos, de una importancia inferior, ya que la guerra es un accidente en las naves submarinas.

El Monitor rompe con las tradiciones científicas de la marina, que tanto prestigio ha adquirido por sus viajes de circumnavegación, enriqueciendo las ciencias físicas y llevando la civilización á todas partes.

El Monitor, inútil para las artes y las ciencias, ha venido á ocupar el puesto que lógicamente correspondía al Ictíneo, anterior á el y á él superior en la guerra y en la paz. Con lo que vale un Monitor podría construirse un Ictíneo capaz para navegar por quinientos metros de profundidad, el cual, además de contribuir al establecimiento de una nueva industria y á la defensa nacional, empezaría, por desarrollar el vasto lienzo de la geografía submarina, que tanta gloria encierra para los hijos de una patria, que, en tanto que hombres existan, brillará por el descubrimiento del Nuevo Mundo.

IMPORTANCIA INDUSTRIAL.- Esta se refiere á la extracción del coral, de las perlas, del ámbar, de las esponjas, y á la   —34→   pesca en general: me limitaré al primero por ser abundante en nuestras costas.

Estaba arraigada todavía á principios del pasado siglo, la opinión de que el coral era una planta; cuando Peyssonel, médico de Marsella, fué á las costas del Africa á vivir entre pescadores, para estudiar la naturaleza y formación de esta piedra arbórea, tan estimada de los pueblos orientales, que con tanta profusión vive en los fondos del mar y que con tanta pena y trabajos arráncanla y súbenla á la superficie centenares de embarcaciones y marineros que se dedican á esta penosísima faena. De los estudios de Peyssonel y de que nos da cuenta Lacaze-Duthiers, resultó ser el coral un eje lapídeo que ciertos animalillos van segregando. A pesar de las demostraciones de Peyssonel, sabios como Remour negaron la naturaleza animal de este producto, y sólo después de las observaciones de B. de Fussien, Guettard y del mismo Remour reconocieron la verdad de las observaciones de Peyssonel; sin embargo, no se le hizo completa justicia, ya que á los nombrados sabios se atribuyó casi exclusivamente el mérito del descubrimiento.

Lacaze-Duthiers, en su Historia natural de este pólipo (publicada en París, en 1864), dice que se presenta como un saco terminado en tubo transparente, coronado por ocho brazos con franjas; la parte inferior del saco contiene ocho paleos ó casillas que corresponden á los ocho brazos ó tentáculos, los cuales pueden entrar, volviéndose al revés, dentro de dichas celda.

El coral se presenta en malas ó arbustos; cada ramo es una colonia compuesta de pólipos; cada uno de éstos en su mayor desarrollo tiene la apariencia de una flor en su cáliz; los ocho brazos parecen las hojas de una flor; en el centro de ésta se distingue la boca y debajo el estómago y órganos de reproducción todo en una pieza. La colonia de pólipos está unida por una piel carnosa que envuelve el eje lapídeo.

Cada pólipo comunica con los demás á favor de varias membranas y sistemas tubulares, por los cuales circula un líquido lechoso, que algunas veces contiene huevos poco desarrollados y espermatozoides. Así que, hay una existencia individual para cada pólipo y otra común á toda la colonia.

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En un mismo tronco ó mata de coral, hay ramas que contienen exclusivamente pólipos machos, otros exclusivamente hembras, y de ordinario en uno mismo existen ambos sexos. Además hay pólipos hermafroditas.

La época de la reproducción es el verano y parece que la temperatura de 12 á 15º es la más propia para esta función en los acuarios y se ignora cuál sea la más propicia en fondos de 10 á 200 metros, donde se cría. Los espermatozoides se distinguen por tener la cabeza grande; fecundan los huevos en el seno de las madres, pues los pólipos son vivíparos. Las larvas están sobre treinta días dentro del mismo ovario; salen por la boca de la hembra, y por la boca también del macho salieron los espermatozoides.

Las larvas se parecen á gusanos pequeñísimos en forma de pera, cuya parte más abultada y menos densa se fija en las rocas abovedadas á favor de una materia mucosa. En cuanto está fijada, se transforma en pólipo; luego la parte carnosa de éste se extiende á su alrededor adhiriéndose á la roca, y en cuanto ha adquirido suficiente desarrollo produce otros pólipos por yemas ó botones.

Cada pólipo y toda la corteza carnosa segrega una sustancia dura que se va pegando á la roca y va creciendo formando ramas y matas; esta sustancia dura es el polípero, el coral, el carbonato de cal y magnesia enrojecido por óxido de hierro.

El color rojo de los tejidos indica la plenitud de la vida; el amarillo la muerte, y una especie de alga que se desarrolla en el polípero, es un signo mortal.

No tienen importancia las relaciones entre la geología de los bancos y los pólipos; parece que se desarrollan debajo de cualquier cuerpo duro, con tal que tengan aguas claras, que estén apartadas de depósitos de materias en putrefacción, y tengan espacio, libre en que desarrollarse. Así es que, los grandes criaderos están establecidos en las cuevas y en las rocas acantiladas13.

Doy estas noticias como base de la cultura de este pólipo interesante á la industria submarina.

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El coral abunda en todos los mares meridionales, cuyos montes presentan acantilamientos, recodos de techumbre y cuevas. Se encuentra desde 10 á 200 metros de profundidad. Abunda en nuestras costas del Mediterráneo y es excelentísima la calidad del que se pesca en Cabo de Creus.

No describiré los medios que para extraerlo emplean los coraleros: sólo observaré que pescarlo desde la superficie, es buscarlo á tientas; y que se pierde mucho tiempo, inútilmente empleado en un trabajo ímprobo, y sin embargo esta pesca es muy beneficiosa.

Casi constantemente hay empleadas doscientas embarcaciones, tripuladas por doce ó catorce hombres en las costas de Argelia; los gastos de todas juntas por temporada de seis meses es de dos millones de escudos. Los beneficios que sacan los armadores, los ignoro; porque éstos y los pescadores de coral son, de entre los comerciantes é industriales, los más reservados. He podido colegir, sin embargo, que los beneficios deben ser de cuantía.

Los que se sumergen con el aparato de Sieves, llamado Escafandra, que consiste en un casco de hierro vestido de goma elástica y sandalias de plomo, arrancan el coral con sus propias manos, y esta pesca es mucho más lucrativa que la que se hace por la coralera. Sin embargo, como los buzos no pueden bajar á más de veinte metros sin peligro para su vida, la zona de su acción está limitada al rededor de las costas y de las islas.

Los buzos en este caso dependen de una embarcación superior que les envía aire por medio de bombas que incesantemente funcionan desde el momento en que el buzo está vestido de la escafandra.

Atraídos éstos por la cuantiosa riqueza submarina, con frecuencia sucumben congestionados, olvidando que se hallan sometidos á presiones que la endeble constitución del hombre no puede resistir.

Yo he visto, en el cabo de Creus, en el corto espacio de media hora, descender un buzo vistiendo la escafandra, á diez y nueve brazas de profundidad; permanecer sumergido seis minutos; volverse á subir porque después no contestó á las señales que durante tres ó cuatro minutos se le hicieron por medio de una cuerda;   —37→   llegar á la superficie asfixiado, paralizado por la excesiva presión de tres atmósferas; fustigarle y volverle á la vida dilatando y comprimiendo lateralmente su pecho; y, sin embargo, este hombre que por tales trances pasara en tan breve espacio de tiempo, lo tuvo para arrancar de las rocas doce libras de coral, que trajo en el zurrón.

Los Ictíneos pueden recorrer las costas en todos sentidos y descubrir criaderos completamente vírgenes de toda explotación, donde el coral habrá podido desarrollarse y crecer en un sin fin de ramificaciones que, como la yedra, cubran las paredes más ó menos inclinadas de las rocas y sus techumbres.

APLICACIONES CIENTÍFICAS.- La geografía del mar interesa como la de la tierra bajo los aspectos de la orografía y de la topografía, de las ciencias físicas, de la química, de la geología y de la distribución del calor, de la luz y de la vida de las plantas y animales. La Geografía Física del Mar, de Maury, de los Estados Unidos, abundante en vivas descripciones, es un libro lleno de poesía y de sentimiento, y al mismo tiempo, cosa rara, es científico en un grado eminente, por las observaciones y estudios que contiene y por la sagacidad de su autor, casi siempre hábil en consecuencias rigurosas y exactas de hechos que á primera vista tienen escasa importancia. Al empezar los estudios subacuáticos, al despedirnos de la superficie para entrar en los abismos, todavía se ha de recurrir á este libro cuyas enseñanzas han facilitado la colocación de los cables eléctricos que unen Europa con América.

He aquí cómo Maury se expresa respecto de la importancia de los estudios submarinos:

«¿De qué sirven las sondas de las grandes profundidades?

»Tal es la pregunta que se hace con frecuencia y á la cual es tan difícil contestar categóricamente como á la célebre pregunta de Franklin: ¿de qué puede servir un recién nacido? Cada hecho físico, cada acto de la Naturaleza, cada descripción de la tierra y todo trabajo de los diferentes agentes que obran en la superficie de nuestro globo, son hechos interesantes é instructivos, si bien no   —38→   podemos conocer su utilidad práctica hasta haberlos agrupado convenientemente. Sin embargo, los espíritus rectos deben considerarlos como preciosos indicadores que servirán á los sabios para guiar á los hombres en muy útiles aplicaciones; estas sondas han dado ya una respuesta para la inmersión del cable telegráfico a través del Océano. Su seno en que hormiguean animales sin cesar renacientes, su superficie siempre la misma sobre la cual el tiempo no imprime su huella visible, están sometidos á la grande ley de un cambio continuo como todas las cosas que dependen del dominio activo de la Naturaleza, ya sea en el reino animal, ya en el reino vegetal: en las olas está la cuna de la vida que se expande por todas partes en las capas superiores en el fondo está el sitio de reposo de todas las organizaciones.

»Las profundidades del mar deben contener ricas leyendas antiguas y elocuentes, cuyas lecciones serán provechosas al hombre. Una barrera de rugientes olas de millares de metros de espesor nos separa del fondo del Océano; ¿no podremos salvarla? La curiosidad excitada ha engendrado empresas y ha puesto en movimiento el espíritu de invención. El mar con sus mitos ha atraído siempre los pueblos de todas las edades; como el cielo, contiene una variedad de objetos sin fin para el estudio y la contemplación; el espíritu humano desea instruirse en estas maravillas y comprender sus misterios. La Biblia alude con frecuencia al mar: «¿cuál es su pasado? ¿cuál es su profundidad? ¿en qué consiste su fondo?»

»¿El espíritu y los trabajos de nuestra época no podrían contestar á estas preguntas?

»Las profundidades del mar excitan la curiosidad de todos los marinos; y aunque ningún descubrimiento se haya hecho sobre esta materia, las investigaciones practicadas han acrecido todavía más el interés y el deseo de conocerlas.

»Si las aguas se retiraran de la entalladura que separa los continentes, el esqueleto de la tierra firme quedaría, en cierto modo, en descubierto, y entre las rasas y resquebraduras del fondo del   —39→   mar, puede que se encontrasen los restos de innumerables naufragios y entonces aparecerían sin duda, en terrible mezcla, huesos humanos, desechos de toda suerte, anclas pesadas, perlas preciosas, cuya imagen fantástica ha interrumpido tantos sueños14

De los estudios de Maury, de Scheilden, de Müller, de Humbolt y de otros naturalistas y geógrafos, resulta que la Tierra, abundantemente poblada en sus regiones medias, está de más en más despoblada conforme se acercan las extremidades superiores de las montañas ó inferiores de los mares. Eternas nieves detienen la vida en las cimas de las cordilleras y enormes presiones en las profundidades de las aguas: la falta de calor y de presión atmosférica impiden el desarrollo de todo germen de vida en las elevaciones; la falta de luz y el peso de centenares de atmósferas han convertido el fondo del mar en un vasto cementerio. La vida en el mar está detenida en su superficie, en una longitud vertical ignorada. «No conocemos, dice Maury, ninguna fuerza capaz de descender a las profundidades del mar, ni capaz de subir del fondo á la superficie»; y añade: «el hombre no verá jamás, ni tocará jamás el fondo de las aguas, que no sea á favor del plomo del escandallo». Y, sin embargo, nosotros podemos observar á Maury que las envolturas de los cables trasatlánticos resisten sin quebrantarse una carga constante de 600 atmósferas y dejan pasar una de las mayores fuerzas que poseemos (la electricidad) de uno á otro continente; y que se han sujetado aparatos de hierro a presiones superiores á ésta y han resultado impermeables15. Si, pues, la experiencia nos da dos hechos consumados, que están á la vista de todos, cuales son la impermeabilidad de materiales y la transmisión de una fuerza á través de presiones enormes, no hay para qué desesperar, como Maury, de que el hombre, en una época más ó menos cercana, vea y domine   —40→   las profundidades del mar. Para navegar por los fondos del Océano, no se necesita más que hacer extensivos los dos hechos ya probados, por los cables eléctricos submarinos, á un aparato capaz de sostener la vida animal: si este aparato no deja pasar el agua y deja libre paso á la electricidad, quedan cumplidas dos de las condiciones primordiales de todo Ictíneo, á saber: que sea estanco al agua y que transmita la fuerza del interior al exterior. La primera supone la resistencia á la presión de los materiales empleados en la construcción de las cámaras subacuáticas; la segunda supone la posibilidad de movimientos que aseguren la locomoción libre de las mismas cámaras.

El hecho de la transmisión de fuerza por el cable submarino nos limitaría al motor eléctrico ó á la transformación de todo otro motor en fuerza eléctrica; lo cual no es un inconveniente tan grave que pueda impedir al hombre ver y tocar por otro medio que el del sondeo la vasta superficie suboceánica.

Poseyendo, pues, el hombre, los medios necesarios para impedir la entrada de agua en sus aparatos submarinos y para exteriorizar la fuerza que engendre dentro de ellos, puede, realizar la nave submarina por fondos al menos iguales á los que alcanza la platea telegráfica del Atlántico. Esta navegación podría algunos problemas que las ciencias naturales han sentado.

Desde luego nos interesa saber la escala de la vida en el sentido vertical del mar; y para dar á conocer su importancia me limitaré á las Instrucciones que la Academia de Ciencias de Francia, á propuesta del Gobierno, ha redactado para el barco-escuela Jean-Bart, destinado á un viaje de circumnavegación, y de las cuales entresaco la siguiente nota:

«Las observaciones bathimétricas de Vorbes y de muchos otros naturalistas sobre las diversas estaciones de los animales marinos, así como sobre las relaciones que parecen existir entre el modo de distribución de, estos seres y su papel geológico, han ofrecido muchas cuestiones importantes para resolver y dar interés á todos los hechos que pueden aclarar los límites que la Naturaleza señala á cada especie en las profundidades del mar. Forbes había pensado que la zona submarina habitable por los animales era muy estrecha,   —41→   y que á profundidades poco considerables, un centenar de brazas por ejemplo, desaparecía toda señal de vida; pero investigaciones recientes han probado que esto no es exacto. Así, en una, comunicación hecha á la Academia, en 1861, M. Alfonso Milne-Edwards establece que moluscos y corolarias y otros zoófitos pueden vivir y desarrollarse á una profundidad de más de 2,000 metros, y que alguna de estas especies peculiares á grandes profundidades no parecen diferir en nada de ciertos animales cuyos despojos sólidos se encuentran en estado fósil en nuestros terrenos terciarios. De unos quince años á esta parte, exploraciones numerosas, hechas con la draga y con la sonda, han contribuído mucho al adelantamiento de nuestros conocimientos relativos á la distribución de los seres vivientes en las regiones submarinas, y han venido á demostrar que, aun en las profundidades del Océano, seres microscópicos, los foraminíferos por ejemplo, se multiplican de manera que juegan un gran papel en la economía general de la Naturaleza... Estos estudios tienen un grande interés para la Geología como para la Zoología geográfica.» (Comptes rendus de l'Academie des Sciences. - París, 17 Mai 1869, pag. 1148.)

Hay en nuestro globo una corriente llamada magnética, que sólo es conocida desde el siglo III de nuestra era y que los chinos, japoneses é isleños de Corea aplicaron á la navegación por medio de una aguja de marear flotante en un vaso de agua. El origen y causas de su intensidad, declinación, inclinación y leyes más importantes, son ignoradas de todos. Esta corriente tiene polos y ecuador, los cuales no coinciden con los polos y ecuador de la Tierra. Tiene además cuatro puntos que podríamos llamar polos de mayor intensidad que están situados dos hacia el Polo ártico y dos hacia el Polo antártico: cada uno de estos pares de mayor intensidad contiene en medio el Polo magnético. A pesar de ser diferente en todos los puntos del globo la intensidad, declinación é inclinación; sin embargo, hay líneas de igual intensidad, de igual declinación y de igual inclinación. Esta corriente sufre cambios seculares, anuales, diurnos y otros que se verifican dentro de una misma hora: los mismos ruidos ó puntos en que se cortan el ecuador terrestre y el ecuador magnético sufren un movimiento de traslación de Oriente á Occidente.

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Respecto de estas continuadas variaciones, he aquí cómo se expresa Arago: «La acción directriz es evidentemente la resultante de la acción de las moléculas de que se compone nuestro globo; ahora bien: ¿cómo esta resultante puede ser variable cuando el número, la posición, la temperatura de estas moléculas, cuando todas las demás propiedades físicas son constantes? ¿Será cierta la suposición de Halley que en el interior de la tierra existen moléculas móviles? La honra de las corporaciones sabias está interesada en la contestación de estas preguntas.»

Para su estudio se han establecido, á propuesta de Humboldt, centenares de observatorios que desde Guoettingue, centro de las observaciones, alcanzan por Rusia y Asia á Pekin; por Europa y costa africana al cabo de Buena Esperanza; por las dos Américas hasta el Océano Pacífico y Australia. Se han hecho observaciones sobre las cumbres del Himalaya, de los Andes, Pirineos, Alpes y Cáucaso; en cuevas y minas profundas; en alturas de 7,000 metros por Gay-Lussac y Biot en el aislamiento que ofrecen las ascensiones aerostáticas, y debieran también hacerse, y con el tiempo se harán en los senos del mar. Por este último medio se sabría, de una manera más cierta que no se sabe ahora, si la intensidad de esta fuerza varía, como la gravedad, conforme se acerca al centro de la tierra; si los meridianos, el ecuador, los nados y las líneas de igual intensidad, declinación é inclinación cuando sobre el mar sufren alteraciones; y ya que las diurnas están referidas á la temperatura, se vería (en aquellos sitios en que probablemente es igual durante todo el año y puede escogerse la presión atmosférica conveniente) si la aguja magnética experimenta ó no cambios, y cuáles son su inclinación, declinación ó intensidad. «El conjunto de todas las observaciones, dice Arago, tal vez algún día conducirá á algún resultado general.»

De lo descubierto hasta ahora acerca de las relaciones del magnetismo con la electricidad en movimiento, el calor, la luz, los cuerpos que como el oxígeno se polarizan y sobre todo de las relaciones entre la posición del sol y las manifestaciones más enérgicas del magnetismo terrestre, se han deducido teorías á las cuales, la observación subacuática, bastante aisladora de extrañas influencias, podría llevar alguna luz.

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En efecto; si el asiento del magnetismo, y por consiguiente la causa que afecta sus tres elementos, reside en el interior de nuestro globo, obrará con mayor fuerza cuanto mayor sea la proximidad del centro, la cual indicarán los instrumentos en una escala, proporcional á la profundidad en que se hagan las observaciones; mas si la referida causa emana directamente del sol, es muy probable que las observaciones submarinas no acusarán una mayor intensidad absoluta que la observada en la superficie terrestre.

El estudio de la distribución del calor en la vertical del globo, es bastante completo referido á la costra terrestre de los continentes, el cual aumenta de un grado por cada 30 metros de profundidad, hasta llegar probablemente á la temperatura de la fusión del granito y á la necesaria para la disociación de los cuerpos compuestos.

En la atmósfera el calor parece disminuir de un grado por cada 250 metros de elevación, según el promedio de la máxima y mínima del viaje aereostático de Gay-Lussac, hasta 7,000 metros de elevación; y de un grado por cada 189 metros en tiempo sereno, y un grado por cada 191 en tiempo nublado, según los viajes aereostáticos de Flammarión, referidos á alturas de 3,500 metros. (Comptes rendus, t. LXVI, p. 1,116.) En el interior de los montes ú indicada por los manantiales que surgen lejos de los volcanes y de las fuentes termales, parece, disminuir la temperatura de un grado por cada 300 metros de elevación.

El Océano ofrece sin duda su escala, de calor decreciente desde la superficie hasta el fondo; escala interrumpida por la diversa temperatura de las corrientes, pero no por esta menos cierta. En efecto; está demostrado que las corrientes ecuatoriales se dirigen en gran parte por la superficie á los polos, y las polares lamiendo el suelo del mar van á parar al Ecuador: de aquí resulta que mientras en la superficie de los mares intertropicales se experimenta una temperatura de 27º, haya la de 2º solamente en el fondo. Mas la escala media es desconocida.

La temperatura superficial del globo terráqueo, débese casi   —44→   exclusivamente á la acción solar; tiene escasísima influencia sobre ella la libre comunicación del fuego interior con la atmósfera. El calor central se desahoga á favor de los sistemas de volcanes, cuyos centros son: en Asia, Java y Sumatra, y cuya acción se extiende hasta el Japón é Islas Aléuticas; en Europa, Grecia é Italia; y en América, los Incas y Méjico. Ignoramos si esta libre comunicación tiene centros submarinos, aunque tengamos los indicios que nos presentan la emersión de islas volcánicas.

Como las fuerzas interiores tienden á aumentar el volumen de la tierra, y el enfriamiento gradual á disminuirlo, la combinación de estas dos fuerzas ha producido los sistemas de montañas que la Orografía describe; pero ignoramos no solamente, la dirección de las cordilleras submarinas, sino hasta su misma existencia, y sin embargo interesa á la física general del globo el conocimiento de todos sus relieves. Si bien los submarinos han de estar cubiertos de una capa más ó menos profunda de precipitaciones de todo género; sin embargo las fuerzas interiores que diversas veces han quebrantado la costra terrestre levantando masas endurecidas como la cordillera de los Andes, estas fuerzas digo, han de haber producido iguales efectos dentro del mar, cuyo suelo ha de presentar acantilamientos que no han podido cubrir las precipitaciones, donde todavía podráse leer alguna parte de la historia de nuestro globo.

El calor central es capaz de mantener en estado líquido y desociados todos los cuerpos que forman la masa interior de la tierra; por otra parte, casi todos los gaseosos y muy volátiles han de haberse desprendido de la masa líquida y colocándose desde los primeros tiempos del enfriamiento y solidez permanente de nuestro globo en su superficie, en la cual han experimentado las acciones químicas á que están sujetos: de aquí que la cáscara terrestre sea un compuesto de cuerpos oxigenados y de cloruros, sulfuros, hidruros, etc. Tenemos, pues, una costra dura de algunas leguas de espesor que la forman cuerpos compuestos, y una masa en su interior líquida de cuerpos que en su mayor parte son simples.

La cáscara dura de cuerpos compuestos recibe la acción del calor central que los descompone y volatiliza; y esta descomposición   —45→   continua ha de dar dos resultados: primero, una presión interior, que constantemente iría creciendo si no tenía el desahogo de los volcanes y segundo, un desgaste irregular en las paredes interiores de la cáscara que á su tiempo ha de ocasionar enormes derrumbamientos en las bóvedas y astiales de las cordilleras y continentes.

Estos derrumbamientos, cuando son considerables, contienen una enormisima cantidad de cuerpos compuestos que penetraran profundamente la masa líquida, y al disociarse adquirirán tal fuerza de expansión, que será capaz de levantar cordilleras y de arrojar á la superficie del globo grandísimas cantidades de cuerpos simples, Estos cuerpos, saliendo á la superficie sólida, se derramarán en torrentes y arderán á favor de los comburentes; pero los que salgan en el seno del mar se enfriarán en seguida y los menos oxidables conservarán la forma propia de su aparición en el fondo submarino.

Por otra parte, y bajo otros aspectos, la importancia de la navegación submarina resulta de la importancia misma de los experimentos que á ella se refieren. En el estudio del reino vegetal y animal en el seno de las aguas (si en éstas reside la cuna de las primeras celdillas orgánicas), se encontrará, tal vez, la solución del problema de la descomposición del ácido carbónico, sin que intervenga el organismo de las plantas y la acción de la luz solar.

Sólo la falta de producción indefinida del oxígeno, que la respiración emplea en quemar carbono, hidrógeno y ázoe, impide al hombre permanecer también un tiempo indefinido en las cámaras herméticamente cerradas, en las cuales no puede hoy reducirse el carbono para dejar libre el oxígeno; porque la ciencia no posee todavía ningún medio físico ni químico, fuera de las elevadas temperaturas, que pueda sustituir la acción solar en la materia verde de los vegetales.

Y por fin, la importancia del Ictíneo resulta de la misma dependencia y relación mutua de las ciencias. Si la observación casi exclusiva de la parte sólida de nuestro globo es el manantial de las ciencias físicas y químicas, el inquirimiento de las profundidades   —46→   de las aguas, nos suministrará nuevos datos que deberemos á estas mismas leyes de la Naturaleza, cuya acción será diversa ya que, se ejecutará en otras circunstancias, como son: ausencia de luz, temperatura uniforme, una presión elevada, y condiciones eléctricas y magnéticas distintas. De nuevos agentes han de surgir nuevos fenómenos, y el estudio de la parte orgánica é inorgánica ha de ofrecer nuevo interés, revelándonos otras maneras de ser, cuya aproximación con los seres atmosféricos acaso nos permita penetrar en el misterioso laboratorio del organismo.

Si, aparte de estas consideraciones generales, que expresan mis presentimientos acerca de la utilidad científica de la navegación submarina, nos fijamos em las especialidades referidas, en el estudio de las corrientes y volcanes de aquella vastísima región y en la distribución de la vida y de la luz, tendremos que convenir en que la navegación subacuática encierra un interés muy elevado de actualidad, interés que trasciende al vehículo submarino.

Expuestas sucintamente las tentativas hechas en la iniciación del arte submarino y su importancia, aun queda en pie el problema en el orden práctico.

Todavía ninguna nación se ha atrevido á arrojar hombres y millones al fondo del mar, temerosas quizás de que los retenga en sus entrañas y continúe el secreto de sus misterios. Mas la parte expositiva de los medios con que cuenta un Ictíneo para atravesar é iluminar las tinieblas submarinas, vencer las corrientes y sostener la vida de los exploradores, creo que será suficiente para dar las seguridades de buen éxito que requieren esa clase de empresas.



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ArribaAbajo- III -

Idea general del Ictíneo


Explicada la historia y la importancia de la navegación submarina en sus aplicaciones á la industria, á la guerra, y á la ciencia, lo primero que procede es dar una idea general de mi aparato submarino. Quisiera enumerar las ventajas de cada órgano, su historia, las modificaciones que ha recibido; el plan general y los puntos en que ha tenido que ser alterado; las decepciones, hijas de la falta de experiencia en las nuevas aplicaciones de ciertos principios de física, y mecánica intentados, y las dificultades que ofrece la colocación de tantos vástagos, árboles, engranajes y máquinas parciales de que está llena la cámara interior submarina, ya con referencia á la facilidad del manejo de cada uno, como á su peso, el cual debe estar relacionado á la estabilidad de la nave. Sin embargo, esta relación que yo podría hacer, en ciertos puntos, se confundiría con la historia de todos los inventores, tanto de los afortunados, como de los que han tenido que abandonar sus proyectos. Sólo en estos casos es cuando se comprende por qué se emplea tanto tiempo y capitales en los aparatos nuevos que vienen á acrecentar la riqueza pública.

En este capítulo, pues, evitaré la descripción particular de cada uno de los órganos, lo cual constituye la segunda parte de este ENSAYO, destinada á servir de base al arte de construir y manejar las naves submarinas.

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Desde luego he de señalar una contradicción en que al parecer se ha de incurrir cuando se construye un barco destinado á navegar por debajo de agua: contradicción que está en la naturaleza de la misma nave. Como barco flotante conviene que tenga poco calado y que sus formas proeles arrojen por ambas muras las aguas que divide en su marcha; como barco submarino, siendo todo el calado, interesa que penetre, el agua á la manera que lo hace el pez, el cual carece de tajamar y de proa abierta por la parte superior. Esta contradicción es inconciliable; han de quedar sacrificadas en parte ó en el todo las formas propias de la nave flotante, obtando por las submarinas.

Ya no sólo en las formas sino en todas las demás partes debemos tener presente que la Naturaleza ha establecido reglas que combinan los órganos de los animales, y reconociendo con Flourens que hay órganos que se excluyen y órganos, que se llaman unos á otros necesariamente, en la construcción de las naves submarinas nos ceñiremos á la estricta observancia de algunas de las leyes que han presidido á la formación de los peces. De ellos tomaremos la forma general, la vegiga natatoria ó de presión, las aletas en los lados y el propulsor en la cola.

Guiándonos por estas mismas leyes que combinan los órganos de los animales, no aplicaremos el sistema de respiración acuática; porque, si bien la nave submarina bajo muchos aspectos es un pez, por lo que se refiere á la respiración es un mamífero, y por lo tanto hace un consumo de oxígeno muy superior al que haría un pez de igual tamaño.

La respiración acuática fué, por mí y durante mucho tiempo, objeto de estudios asiduos: intenté por varios procedimientos sustituir las branquias del pez á favor de las cuales extrae del agua el aire que hay disuelto, apropiándose el oxígeno para la respiración, y el ázoe para llenar su vegiga natatoria. Pero he reconocido más tarde, que estos estudios y proyectos son inútiles, por no ser aplicables á causa de haber partido de que la nave submarina debía ser un pez artificial, en todas sus partes al de la Naturaleza. Esta ha distribuído los animales sobre la tierra según su organización, y dentro del mar señala al pez una zona muy limitada   —49→   en el sentido vertical; línea que no puede pasar, porque la composición del aire y la presión se oponen á ello; mientras que la nave submarina puede ser más resistente y encuentra mayores ventajas en generar oxígeno en sus entrañas, que en extraerlo del agua, el cual, á grandes profundidades, se adquiriría sobrecargado de ácido carbónico.

Estas consideraciones generales me han servido de base para fijar los principios á que deben sujetarse las embarcaciones submarinas.

La palabra Ictíneo, como lo demuestran las raíces griegas de que está compuesta, vale tanto como: pez nave; es un barco en forma de pez, resistente, impermeable, herméticamente cerrado, conteniendo órganos de purificación del aire y producción de oxígeno; órganos de locomoción, sumersión, virada y presa; órganos de visión y de iluminación del campo exterior, y máquina de vapor. Su objeto es navegar por debajo de agua hasta una profundidad que la presión no impida. Debe tener medios propios, independientes de todo auxilio exterior, para permanecer entre dos aguas, á la distancia vertical que exijan las operaciones que se intenten.

Un Ictíneo está compuesto de dos barcos, uno exterior, que tiene la forma del pez y otro interior que puede ser cilíndrico. El espacio que queda entre uno y otro en los costados y en la parte superior, está destinado á contener los órganos que deben obrar exteriormente; los condensadores tubulares de la máquina de vapor; los lastres, las carboneras ó depósitos de petróleo, y los cañones y torpedos de los Ictíneos de guerra: los vacíos considerables no ocupados por estos órganos, se llenan de agua cuando se intenta la sumersión, agua que se expulsa cuando estando en la superficie, se quiere poner el Ictíneo en las condiciones de buque flotante.

La capacidad de la cámara interior ha de ser proporcional á la profundidad en que deba trabajar un Ictíneo; cuanto mayor sea ésta, más potente debe ser el motor y por consiguiente pide mayor espacio para su instalación. Teniendo en cuenta que los volúmenes de los cilindros crecen como los cuadrados de sus radios, se comprenderá que las cámaras, alcancen luego espacios grandes para contener grandes motores.

Como la luz natural va disminuyendo conforme crece la profundidad,   —50→   es necesaria la aplicación de faros con luz potente en varios puntos de los Ictíneos. Si se hace uso de la oxi-hídrica, los gases no deben mezclarse sino en el momento de la combustión á fin de evitar las explosiones. Esta luz, desde su descubrimiento, ha mejorado bajo dos aspectos: 1.º sustituyendo la cal por la zirconia en el chorro incandescente; y 2.º, ardiendo bajo una fuerte presión. Según Sainte-Claire Deville, á la ordinaria, sólo arde la mitad del hidrógeno con motivo de las relaciones que existen entre la tensión de disociación del agua con la temperatura y la presión; por lo tanto, á medida que aumente esta última, crecerán las proporciones de la materia combinada (el vapor de agua) y por consiguiente la brillantez de la luz.

Disponiendo el Ictíneo de órganos de locomoción para adelantar y retroceder, pudiendo virar sobre su eje vertical, é inclinarse hacia proa ó hacia popa, necesitaba para completar la semejanza de sus movimientos con los del pez disponer como él de una vejiga natatoria, á fin de dirigirse hacia arriba ó hacia abajo ó de estar equilibrado con el agua que desaloja cuando navega sumergido por la horizontal ó quiere permanecer parado entre dos aguas.

Este órgano en el pez tiene una importancia fundamental; sin él no podría moverse, sino desplegando una fuerza que no consiente su aparato respiratorio y que debiera ser prodigiosa cual la de los mamíferos, como la ballena, el delfín y otros en que vemos convertida su vejiga natatoria en pulmones. Los peces que sólo disfrutan de una respiración incompleta, que por medio de sus branquias retienen el aire disuelto en el agua disponen de una fuerza muscular pequeña y sólo suficiente para alterar su densidad, por medio de la cual se ponen en equilibrio con el agua ó se hacen más pesados ó más ligeros que ella.

Así como los animales en estado de reposo almacenan fuerzas que desplegan luego para sus necesidades, también deben tenerlas dispuestas los Ictíneos para aplicarlas inmediatamente cuando les amague algún peligro. Para los peces el peligro está en la superficie del agua, donde la luz los pone visibles á sus enemigos, donde la agitación de los temporales puede arrastrarlos á la arena ó á las rocas; así es que tienen facilidad para vaciar su vejiga natatoria y   —51→   dirigirse velozmente al fondo oscuro y tranquilo del mar. Para los Ictíneos el riesgo está abajo: así que la gran fuerza almacenada deberá consistir en medios prontos y eficaces para huir del fondo y alcanzar la atmósfera. Uno de éstos consiste en las vejigas de presión ó natatorias.

Están formadas de dos cilindros que comunican entre sí; de los cuales uno contiene gases comprimidos á muchas atmósferas, y el otro agua que puede salir por la acción de los gases comprimidos, y aligerar así el peso del Ictíneo.

Este se sumerge admitiendo agua en su interior; sube expeliéndola por medio de las vejigas de presión, que, están servidas por un juego de bombas de pequeño diámetro, que comprimen el agua como en la prensa hidráulica. Así es que, dejando entrar agua y obligándola á salir se logran avances suaves ó precipitados hacia abajo ó hacia arriba, los cuales combinados con los de marcha, retroceso y de virada hacia uno y otro lado, dan al Ictíneo las apariencias del pez y la aptitud para las operaciones submarinas.

Si por un accidente se perdieran los gases comprimidos y el Ictíneo no pudiera subir por este medio, se sueltan los lastres esféricos que pesan una cantidad igual á la que posaría el volumen del agua de las vejigas de presión.

Si por una avería, entrase agua en la cámara, y no bastasen ni las vejigas de presión ni los lastres esféricos para ganar la superficie, deben soltarse los lastres de apuro que presentan la 1/30 parte del peso del agua que desplaza la cámara interior.

Los Ictíneos deben poder resistir una presión seis veces superior á la indicada por la profundidad á que tengan que trabajar: las fórmulas de su resistencia están desarrolladas, en la SEGUNDA PARTE.

En el interior de estas cámaras los disparos, articulaciones, espitas, bombas, purificadores, etc., deberán depender de una maquinaria sencilla, sólida y de fácil manejo; de manera que los tripulantes, aun á oscuras, puedan obedecer con rapidez la voz del que dirija. De esta manera no serán nunca un peligro las escabrosidades del fondo, fangos y bosques de vegetales donde los Ictíneos podrían quedar enredados; ni se temerá tampoco descender á sitios cercanos á acantilamientos profundos.

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Supongamos que sin estas precauciones, haya necesidad de emplear algunos minutos para determinar en un Ictíneo el movimiento de ascensión; si este barco se ha construido con el propósito de navegar por cien metros de profundidad y desde ésta ha empezado á descender por una línea vertical de 600 metros, irá á parar al fondo, del cual, no podrá salir, sino arrojando los lastres esféricos y tal vez los de apuro.

Para los movimientos de descenso, los exploradores submarinos tendrán en cuenta:

1.º Que la densidad de los Ictíneos aumenta conforme es mayor la presión por que la cámara se contrae;

2.º Que determinado en un grave el movimiento de descenso vertical, éste crece, hasta que la resistencia del agua lo hace uniforme;

3.º Que todo árbol de comunicación al exterior es solicitado hacia adentro por la presión, la cual refluye sobre los soportes y dificulta la traslación de movimiento.

De la máquina de vapor me ocuparé en las explicaciones que acerca de los motores en general daré en el capítulo quinto.

La aplicación del vapor á la navegación submarina, equivale haber dado pulmones al pez artificial. Ya no se distinguirá el Ictíneo por su andar pausado, pero seguro, que le caracterizaba; desde ahora podrá seguir y aun alcanzar, á los barcos de vela y ruedas; podrá competir con los cetáceos, tales como la ballena y el delfín, de quienes ha tomado el sistema de respiración completo, merced al cual pueden desplegar la prodigiosa velocidad que les distingue.

Si este último trabajo que ha modificado tan profundamente la nave submarina, ha sido tan largo y fatigoso que ha aniquilado la empresa, al menos deja concluída la obra iniciada por Busnhell y Fulton y que otro más fuerte y más emprendedor que yo podrá llevar al cumplimiento de su destino.



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