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Epitafio versificado y acróstico del abad mozárabe Recosindo

Sebastián Mariner Bigorra





En la Escuela Nacional de Atarle (Granada) se guarda el fragmento superior de una lápida de mármol blanco del país, bien pulido, hallado hace unos años por el señor maestro de dicha localidad, don Manuel Barranco López. A la generosidad de los señores Directores de los Museos Arqueológicos de la Alhambra de Granada, don Jesús Bermúdez, y de Málaga, don Manuel Casamar, debo una reproducción de la pieza en yeso, gemela de la que guarda el primer Museo indicado (fig. 1); así como toda clase de facilidades y datos para su estudio, que agradezco profundamente.

La rotura principal, oblicua, afecta a las letras del v. 5, del que han desaparecido las tres o cuatro finales y parte de cada una de las ocho o diez precedentes. Hay, además, algunos desmochados, especialmente en los vértices superiores, y un leve desconchado al final del v. 3. Pese a que hoy la base (0,245) de la cara inscrita es mayor que la altura máxima conservada (0,236), la lápida debió de ser rectangular y estar inscrita en el sentido de la dimensión que he indicado como de su base, pues el acróstico exige un mínimo de otros cuatro versos (para leer el nombre del difunto en genitivo o dativo) o, menos probablemente, de cinco (para leerlo en nominativo). Del que fue sexto se aprecian los remates superior de la I inicial y de la letra que la seguía; el de ésta, un ángulo recto con muchas posibilidades (BCDEFPR), dentro del alfabeto empleado. Debió de contener la parte mutilada, probablemente, la edad del difunto y la fecha detallada de su óbito. Naturalmente, pudo haber incluso más, si el acróstico contenía más que el nombre (p. ej., ABBA), o si terminaba en parte no acróstica. Es de suponer, además, que no faltaría en la parte inferior la cenefa enmarcante (0,029).

Consiste ésta, a ambos lados, en una rectilínea y tosca geometrización del trenzado tan frecuente en las lápidas mozárabes, enmarcado a su vez entre dos segmentos de recta. El horror uacui característico del arte de la época en general, y particularmente de la epigrafía coetánea, puede haber determinado que varios de los rombos achatados y semirrombos que dicho trenzado forma, especialmente los del lado derecho, contengan un pequeño círculo (en dos casos, dos), con el centro hendido a su vez. En la estilización este círculo podría derivar del orificio que queda entre los cables de un trenzado auténtico. A diferencia de los laterales, el lado horizontal de la cenefa, más esmerado, está constituido por una lacería de motivos vegetales, más o menos estilizados también; no conozco otras similares en epígrafes de esta región y época.

Lápida_con_epitafio

Fig. 1. Lápida con el epitafio del abd Recosindo (Escuela Nacional de Atarfe, Granada)

Queda así una superficie inscrita de 0,177 x 0,196 máx., con margen superior de 0,005 y laterales izquierdo de 0,001 y derecho de 0,002. La interlineación, muy uniforme en cuanto no la ocupan rayas de abreviatura o letras superpuestas, es de 0,007, excepto entre los vv. 1 y 2, más contiguos (0,002). Dicha uniformidad hace pensar que las letras se delinearon con pauta y poniendo atención en el dibujo, de modo que no pueden deberse a falta de ellas sus defectos, evidentes si se comparan con el magnífico trazado de la inscripción que más se le parece en el conjunto de las mozárabes, a saber, la de Cipriano, del Museo Arqueológico de Granada1. Aquella euritmia de concepción, distribución y ejecución que hace del pequeño monumento una auténtica obra de arte, no ha sido lograda aquí, mas no por falta de voluntad, sino de habilidad.

Características de esta falta son, especialmente, el defectuoso sentido de simetría en el trazado de varias letras (p. ej., las M de v. 3, las A finales de vv. 1 y 4, la mayor parte de las V de tamaño normal y alguna de las encajadas, etc.); la carencia de norma de perpendicularidad, que afecta a muchos trazos verticales, especialmente si daba ocasión a perderla algún rasgo contiguo o vecino (cf., p. ej., entre otros muchos casos, las dos N y la primera T del v. 1 y las M del v. 3); pesadez de la monotonía de la incisión, sin apenas otros perfiles que los finales del trazo superior (que queda exento) de las B y R y del pequeño rasgo hacia abajo de los dos en que se bifurca el remate de la voluta izquierda con que termina el travesaño de las T; el corte rectilíneo y excesivo de lo que debieron de ser remates curvos en las confluencias de trazos horizontales con verticales, etc.

Frente a ello, es patente la voluntad de lograr con cada reglón, en el que sin excepción se hace entrar un verso completo -a base de abundantes nexos y letras embebidas e intercaladas- una labor como de encaje, que daría al conjunto un aspecto de auténtico tapiz a franjas. A este fin se ordenan varios procedimientos, todos ellos bajo el denominador común del horror uacui, según es general en los epígrafes de calidad más acabada en el conjunto de los mozárabes2:

1. º Elevado módulo de las letras (2/1 por lo menos en las que llenan la caja: altura, 0,031; anchura, 0,015), lo que determina preferencias por los tipos que mejor permiten la estrechez: A de astas poco divergentes, para lo cual no empiezan en ángulo; B de ojos muy distanciados, lo que permite que sean pequeños -lo propio con el ojo de la P y el ojo y el martillete de la R-; C rectangular; E también angular siempre: ni un solo caso de la semilunar tan empleada en otros epígrafes mozárabes, lo que constituye aquí un rasgo de conservadurismo, pero sólo aparente; H sentada (tipo «minúsculo»); M de trazos mediales cortos; N «coja» (todas menos la del nexo IN en v. 4, la integridad de cuyo trazo derecho en la parte inferior se debe a que no llega a lo alto en la superior, por paralelismo con el derecho, que se considera interrumpido para dar lugar a la I enlazada)»3; o en forma de óvalo estrechísimo -el trazado llega a tener buena parte rectilínea a la izquierda- en v. 4, única que llena la caja casi por completo, o de herradura prolongada (todas las demás); T con la parte izquierda del trazo superior ondulada hacia abajo y la derecha abreviada simétricamente.

2. º Cesan frecuencia, ya aludida, de nexos e intercalaciones; especialmente significativo a este respecto el hecho de que se procure llenar el espacio libre que deja la figura de determinadas letras. Flagrante, sobre todo, para la D: los tres casos en que aparece (vv. 1, 3 y 4) tiene su cavidad «completada» con alguna otra letra, embebida o en nexo; pero no es ello un caso peculiar: lo propio ocurre con la C en muchas ocasiones (todas menos la segunda del v. 1, con lo que, desde luego, se «pierde» poco espacio al ir seguida de L), con la R (excepto la inicial, todas en combinación con alguna otra letra), etc.

3. º Empleo de elementos gráficos accidentales: doble travesaño en la A, en la V y en el nexo DE (v. 4); punto en el interior de las O exentas en vv. 2 y 3; doble trazo de la parte media de la S penúltima del v. 4; remates bífidos en muchos extremos de S, tanto superiores como inferiores, en el central de algunas E, en el superior de F y G (primera del v. 4), en el izquierdo de casi todas las T y alguna V (v. 4) y en el derecho de la única X del epígrafe, que en forma poligonal remeda la curvatura típica de dicha parte en los alfabetos mozárabes4. Que todos estos elementos responden funcionalmente al canon artístico a que los estoy refiriendo, me parece demostrado por el hecho de que sólo aparecen donde queda efectivamente mucho espacio o donde ha decrecido notablemente el módulo por estar las letras encajadas, intercaladas o subpuestas. Así, el doble travesaño en A y V aparece en todas las que llenan la caja, sin excepción, y en la penúltima A de v. 2, la más alta de las encajadas; y no aparece en ninguna de las restantes, donde el vacío en sentido vertical no podía ser tan extenso como en las indicadas. El punto central aparece en las dos o de menos módulo (exceptuada la pequeñísima del nexo DOR en v. 2). El doble trazo de la ondulación, en una S enana, naturalmente de módulo mucho menor que el de las afiladas S que llenan la caja5.

4. º Ondulación lateral en el trazado de la G, que, de otra forma, sería totalmente convexo (vv. 3 y 4). No puede pensarse en que se trate de rasgo diferenciador con respecto a C, dada la constante forma rectilínea de ésta. Por otro lado, también el hecho de que no se produzca ondulación precisamente en la G enana (segunda del v. 4) es argumento comprobante, como los vistos en el apartado anterior.

La lectura presenta pocas dificultades, aparte de los renglones fragmentados. Del sexto ya indiqué al comienzo. En cuanto al quinto, no alcanzo a discriminar si el primer trazo del segundo hemistiquio corresponde efectivamente a una C; el tercero visible pudo ser R, P o B; los quinto y sexto ofrecen también posibilidades múltiples, como dije del segundo del v. 6. Adviértase, además, que los caracteres actualmente visibles pudieron tener entre sí otros encajados o intercalados en la parte perdida. Por esta dificultad, y a pesar de los recursos que la métrica proporciona (véase luego), no he logrado dar con un suplemento preferible entre varios aceptables6:


RECOSINDIABBA: HICLATET VRNVLA
EXIVITAEVO: DORMITCVPATRIA
CORPVMSVVMFVLGÑS:VELVTLVCINIA
OBTIMSEGREGIVS: DECENSINSCLA
SECVRVMISIT: COR S



V. 1: Nexos AB, TE, VR. Entiendo el trazo sobrepuesto a la última N como V achatada -igual que las dos primeras y la última del v. 3-, que no como raya de abreviatura. Cuatro puntos en vertical y en dos grupos de a dos separan los hemistiquios; así también en los vv. 2 y 3; en el 4, sólo dos, lo que parece probable también para el 5, ya que aparece uno sólo en el trozo conservado.

V. 2: Nexos DOR y TR.

V. 3: Chocante la abreviatura de FVLGENS; se esperaría más bien que lo suprimido fuese la N; pero, como precisamente ante S dicha letra tendía a desaparecer en la pronunciación, el preocupado redactor del epitafio que, según se verá, se equivoca sobre todo por temor a equivocarse, ha tenido cuidado de no omitirla en la escritura.

V. 4: Nexos DE e IN. El primer vocablo plantea una cuestión intrincada: la V que falta ante S, ¿deberá entenderse formada por el ángulo mayor de la M a que había de seguir? No parece viable pensar en que esté abreviada mediante la raya que aparece al pie de dicha M, dado que es insólito tal procedimiento, mientras resulta muy oportuno combinarla, de acuerdo con su empleo general y exclusivo en todos los demás lugares de este epígrafe; con las letras que tiene debajo7. IVS, única serie de letras en vertical que en el trozo conservado deba leerse de abajo arriba, exceptuados los casos de V superpuesta fuera de la caja.

Como se ve, corresponde a cada renglón uno de los versos del epitafio, terminados todos en hemistiquios de seis sílabas de ritmo dactílico acentuativo, rimados también todos en -A. Los primeros hemistiquios oscilan alrededor del mismo número de sílabas8 (seis9 en los vv. 1 y 3, cinco en los 2 y 5, siete en el 4), cual si se aprovechase, en aras de una inhabilidad versificatoria -forzada, además, por las exigencias del acróstico-, un recuerdo de la posibilidad de sustituir dáctilos por espondeos en la antigua poesía cuantitativa. Lo cierto es que estos primeros hemistiquios carecen del ritmo acentuativo regular que presentan los segundos, y que supo conseguir, p. ej., el autor de la dedicatoria de Cíxila; y de la isosilabia a que se sujetó este mismo y el del epitafio de Daniel10, versos, en mi opinión, los más semejantes a los presentes en la epigrafía hispánica que conozco; parte de los del último, también acrósticos y con rima, aunque de disposición distinta a la de aquí (menos completa), como lo es también la del epitafio de Teudefredo citado en la nota 8 (bisilábica).

Transcribo indicando los acentos que me parecen señalar el ritmo en los segundos hemistiquios:


Recosindi abba - hic latet úrnula.
Exiuit aeno, - dórmit cu(m) pátria.
Corpum suum fulg(e)ns - uélut lucínia.
Obtim[u]s, egregius, - décens in s(áe)c(u)la.
Securu(m)misit - cór (¿super árdua?)
I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
N . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
D . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .



Lo mismo que la métrica, el significado de estos versos presenta dificultades, derivadas también de una patente falta de habilidad, aquí, lingüística. Es cierto que, como ya señalé, no cabe tachar de inculto a un autor que, en su medio, logra componer esta importante muestra de la pervivencia de la latinidad bajo el dominio árabe; pero el mismo carácter escolástico de la lengua empleada, que tan distante debía de ser de la que hablaba, determina una serie de peculiaridades que ocasionan ambigüedad a la hora de interpretar. De entre varias posibilidades, la que me parece más probable es la siguiente:

«Aquí se esconde11, la pequeña12 urna de Recosindo abad13. Partió de este siglo, duerme en14 la patria. Brilla15 su cuerpo como una luciérnaga. Bonísimo, distinguido, honrado para siempre. Puso su [corazón], intrépido [en las adversidades]16 [...]



Mas, aun con todos los defectos anotados, el epitafio constituye un documento importante, en medio de la gran escasez de ellos, para la historia de la cristiandad de Madinat Iluria.

Atestigua para ella, hacia el cambio del milenio, la probable persistencia del monacato y de una concomitante cultura latina relativamente intensa, cuyo carácter escolástico no era tan seco como para ahogar ingenuas expansiones poéticas, si bien selladas con el mismo estilo preciosista que dominaba en la grafía con que se iban a grabar.





 
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