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Exploraciones arqueológicas

Romualdo Moro





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Monte Cildad

Dejando la estación de Aguilar (ferrocarril de Alar á Santander) y siguiendo la carretera general de Santander, á Madrid en   —427→   dirección al pueblo de Valoria y desde allí hacia el Mediodía, continuando la carretera que en planos y hondas, unas veces suaves y otras violentas, deslízase por la falda de la montaña, se llega á la cumbre de esta después de un recorrido de 1.500 m. próximamente.

Desde su cima, que calculo debe estar á 400 m. sobre el nivel del valle que recorre el Pisuerga, se distinguen varios pueblos, siendo los más cercanos Olleros de Pisuerga al SO., Mave al Mediodía, Villa Escusa al Oriente y Valoria al N.

Esta cumbre, especie de manga que se extiende del NO. al SE., se estrecha y baja un tanto hacia el río Pisuerga que pasa inmediato á la punta más baja ó sea al SE. Dicha montaña se halla rodeada en su parte más alta, por una faja de roca caliza, poblada de caprichosas cavernas y quebraduras, que calculo puede tener de 50 á 60 m. sobre la base pendiente que se desliza hasta el río por todas sus partes, á excepción del NO., por cuyo sitio desciende y extiéndese en suaves planos y escalones hacia el N. y NO., y en violentos zig-zag interrumpidos por enormes y esponjosas rocas calizas.

Si dicha montaña sirvió de campamento de guerra, necesitó el hombre acabar la obra comenzada por la naturaleza para hacer inexpugnable aquel recinto. Por este motivo se ven aún restos de un muro que cruzando de NO. á SO., cerraba la Montaña, terminando por la parte S. en la que hoy supónese debió ser puerta de entrada. Siguiendo esta línea, coronaba la montaña hasta una tercera parte de la misma, un muro que debía amparar á sus moradores por esta parte más accesible, cerrando aberturas que podían ser practicables.

Más tarde, sin duda, fué preciso hacer uso de esta fortaleza y siendo otras las necesidades de la guerra, tuvo que ser más potente la defensa que por esta parte necesitaba la montaña. Construyóse un fuerte muro abreviando la línea del anterior, por lo que resulta un ángulo agudo que va á terminar á la puerta de entrada. Dicho muro en su mayor parte, está hecho ó construído con piedra labrada sin que en su principio fuera este su destino por la razón siguiente: Este último muro, que calculo medirá 50 m. de línea, estaba removido en la extensión de unos 20; y   —428→   averigüé que esta remoción había sido llevada á cabo por D. Santiago García y otros vecinos de Olleros y de Valoria, para extraer sillería de sus cimientos. En Olleros, sobre la puerta de dos casas de doña Tomasa Mencía, estaban sirviendo de dintel dos lápidas romanas, que compró aquella á D. Santiago, procedentes de una casa nueva que derribó al abrirse la vía férrea de Santander á Alar. De esta misma casa, que se hallaba situada sobre la carretera, porteó al pueblo para destinarlas á pasos de la escalera de la casa en que habita, otras cinco lápidas más que mandó labrar borrando y variando las formas que tenían. En casa de otro vecino observé los restos de otras dos, bajadas también del mismo monte. En Valoria existe también una casa, reformada hace ya algunos años, en la que otra piedra sirve de dintel de un balcón; y por más que en el centro de la misma hay labrados caprichos del reformista, respetáronse en las puntas de dicha piedra los círculos y grecas romanas, que contenía como tantas otras extraídas del muro en cuestión. También aquí otro vecino conservaba en su corral restos de dos lápidas y otros sillares bajados del muro de Cildad.

Con estas noticias, subí á la montaña con el fin de hacer un detenido reconocimiento, pues creí desde luego, que aquella clase de piedras, traídas de lejanas canteras, tuvieron otra aplicación que era preciso indagar. Poco tardé en encontrar huesos humanos que dejaban ver los corrimientos de tierras arrastradas por los temporales. Cerca de este sitio se extendían varios cimientos de pequeños edificios y estelas sepulcrales que luego ví al reconocer una de estas. Por todas partes observábanse montones de piedra arrancada sin duda por la mano del hombre, varias paredes casi imperceptibles unas y más recientes y pronunciadas otras, y restos de cerámica que no se confunden con las clases de nuestros días, ni con otra época que la romana. Con tales antecedentes, comencé por remover los cimientos del muro de entrada, que pronto me descubrió una hilada de sillares de tres líneas una sobre otra. Después de extraer varios de estos, apareció alguna con inscripción cuyo carácter de letra no podía dudarse que era romana.

Siguióse removiendo hasta el fin del muro y el resultado fué el   —429→   hallazgo de 16 lápidas1. Desde este punto pasamos al campo de enterramientos buscando algún objeto que explicara la existencia en aquel apartado sitio, de tanto ser humano. En vano fueron removidos un sin número de casi extinguidos restos colocados entre losetas rústicas clavadas de canto en la tierra, informes ya por la distinta presión de los terrenos. Eran estos arcillosos y de poca profundidad, descansando en su mayor parte sobre la roca caliza de que se compone la montaña. En este mismo campo y en un plano de 5 por 3 m., aproximadamente, mirando al Oriente, descubrimos una sepultura cubierta con una losa sin labrar; franqueando esta, donde me prometí encontrar algo, creció de punto el interés con la aparición de un trozo de sillar calizo en el que se leía Inscripción. Descubrióse la losa debajo de la que se hallaba solo el esqueleto de un hombre de buenas proporciones, pareciéndome que su cráneo se diferenciaba de los demás descubiertos. Cerca de este sitio estaba otra pequeña lápida. Detrás del edificio mencionado, había otro un tanto mayor en la misma dirección de Oriente á Poniente, y buscado su suelo interior, no ofreció este interés particular alguno. Por la parte exterior y arrimada á sus paredes, había en primer término una sepultura formada con dos hiladas paralelas de sillares de piedra que los del país llamaban franca, cubriéndola un enorme dolmen, ó mejor dicho, la mayor parte de este (pues faltábale un pedazo por la parte más estrecha) de igual clase de piedra. Esta procede de unas canteras situadas á 7 km. próximamente de una montaña vecina, cuya elevación es muy superior á la de las demás. Dicha tapa y sillares estaban labrados sin letra ni talla alguna. Dentro de este sarcófago, libre de humedades, se encontraron varios anillos de barro cocido. Seguían los enterramientos con restos de todas edades, pues podían estas apreciarse en vista de los cráneos, costillas, etc., etc. En todo el tiempo que duraron estos trabajos, que fueron de gran extensión, solo pudo hallarse una fíbula de bronce, fuera de las sepulturas: una tosca taza, que más que taza, parece   —430→   el apoyo sobre que girara una puerta de madera, á ser otra y más dura la clase de piedra de aquel lugar, y los anillos de barro antedichos.

En otro sitio, distante cerca de 40 m. del edificio últimamente mencionado, busqué el suelo de otros dos, encontrando estar este compuesto de una argamasa formada con cal y tejas machacadas.

Como á 50 m. hacia Poniente, y no lejos del edificio donde se mostró el citado sarcófago, y dentro de un recinto amurallado, hallábase la planta de un vasto edificio sentado en la parte más culminante y al borde de la cortadura de la montaña, dominando por consiguiente los inmensos valles que se extienden por aquel país2.

Lleno de esperanza me propuse reconocer su parte interna. Esta se hallaba dividida en muchas partes de forma cuadrada, con suelo algunas de ellas de argamasa, de igual clase que las de los otros sitios reconocidos. En el ángulo de Poniente se descubrió á mayor profundidad que la de las otras plantas, un sepulcro formado con dos sillarejos toscamente labrados y una cubierta en esta forma:

Sepulcro

Abundaban alrededor las cenizas y cascos de cerámica, especialmente los cuellos de urnas cinerarias. En su interior encontróse únicamente una pátera. En otros varios sitios se hicieron reconocimientos casi con igual suerte, pues que solo fué hallada una fíbula, una moneda de plata de las llamadas celtíberas y algún otro objeto de escaso interés.

Es de advertir que, partiendo de la puerta de entrada, la formación   —431→   del suelo marca una calle que, recorriendo cerca de 500 m., conduce fácilmente al recinto amurallado, sentado en la parte más culminante. Toda esta línea se halla profusamente cubierta de piedras próximamente iguales, de las llamadas coderres, abundantes en las márgenes de los ríos, lo cual es más notable en una ancha finca labrada, que se encuentra al paso, en la cual se separa la tierra limpia de aquellas piedras como indicación de la línea que seguía el camino.




Croquis de las ruinas en la meseta del monte Cildad

Núm. 1. Muestras de pared de mampostería.

— 2. Muro de mampostería y sillería, en cuyos cimientos se encontraron 16 lápidas romanas.

— 3. Ancha planicie con grandes montones de piedra suelta, arreglada sin duda más tarde por los explotadores del suelo, sin que consiguieran por eso borrar los vestigios de edificios.

— 4. Muro continuado desde la puerta de entrada hasta el núm. 7, donde indudablemente hubo un portillo practicable, pues aún quedan señalados algunos pasos de piedra.

— 5. Recinto amurallado dentro del cual estaban los cimientos de un edificio que calculo mediría 30 x 40 m.

— 6. Edificio en que se halló el sarcófago de que queda hecho mérito en la relación anterior.

— 7. Portillo de entrada.

— 8. Planta de otro edificio casi imperceptible, cuyo suelo, que se encontraba á los 0,08 ó 0,10 m. de la superficie, se componía de argamasa como los de los anteriores.

— 11. Edificio de 6 x 4 m., donde se halló el sillar en que estaba grabada la palabra CAESA.

— 9 y 10. Otras plantas de edificios de 6 x 8 m., cuyo suelo estaba compuesto de argamasa.

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Núm. 12. Varias fincas en cultivo. Aquí se encontró la moneda de plata celtíbera.

— 13. Portillo, practicable sin duda con mucha dificultad, para comunicarse con el río más próximo por esta parte.

— 14. Lugar donde vió el explorador los primeros restos humanos, que les sirvieron de guía.




El monte Bernorio

En medio de un valle hermosísimo, atravesado por la calzada romana con puente sobre el Camesa, se levanta el Bernorio, y su elevación no bajará de 500 m. sobre el nivel del valle. La forma de su base es casi redonda y medirá 11 hm. aproximadamente. Rodéanlo los pueblos de Quintanilla de las Torres sobre la vía férrea de Alar á Santander al N., Helecha3 al NE., Pomar de Valdivia al SO., Villarén al S. y Porquera de los Infantes al NO., cerca de la estación de Aguilar de Campóo.

Por la parte situada entre Quintanilla y Porquera presenta aquella montaña un frente regular que, partiendo del llano, sube por un plano muy inclinado de espesos y raquíticos robles, hasta llegar á un cordón, que circunvala la montaña poco más que á mitad de su altura, interceptando casi por completo el acceso, que solo puede conseguirse por algún portillo ó sendero; continuando después otro plano más violento que el primero hasta llegar al primer llano, cuya elevación debe ser algo más de 300 m.

En el cordón de piedra mencionado, y á una elevación aproximada de 8 m., existe en su macizo un agujero cuadrado que los naturales del país comentan de mil modos, creyendo unos que

Plano

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atraviesa el interior de la montaña en comunicación con Villarén, y asegurando todos que guarda un becerro de piel negra, lleno de oro.

Valiéndome de una escalera, ascendí á la caverna, cuya cavidad, abierta á pico, se limitaba á 2 m. de ancho por 6 de largo aproximadamente, advirtiéndose en uno de sus extremos una abertura de 0,20 por 0,60 de ancho y 2,50 m. de alto. La ventana de entrada, único hueco, mide 70 cm.², y se halla á una altura del suelo interior de 0,80 m. próximamente. Busqué en vano en sus paredes algún signo, ó inscripción romana tal vez; pero el polvo que se desprende de sus paredes la habrá borrado, si es que ha existido. Cuando se abrió esta gruta, capricho de algún centinela inquieto ó de algún pastor, no estaba tan alta como lo está hoy. Es indudable que el terreno por aquella parte debió desprenderse, aumentando la altura, y contribuyendo á ello una vena más quebradiza que la piedra en que está abierta la habitación troglodítica, que los temporales han carcomido.

Por la parte situada entre Quintanilla y Helecha existe una cañada por la que se asciende con bastante facilidad hasta con carretas.

Por la parte de Pomar se extiende la montaña con declive suave, lo cual interrumpe la regularidad de la forma redonda de la base.

Por la parte de Villarén existe otra cañada que también puede subirse con carretas con regular comodidad.

Entre Villarén y Porquera la subida se verifica sobre un solo plano hasta llegar cerca de la cúspide donde algunos cordones calizos rodean la mayor parte de esta. Á mitad de su altura se ve un abundante manantial, y algunos más entre Villarén y Pomar.

Llevada á cabo esta primera subida nos encontramos en un inmenso llano cuya longitud calculo será de 1.500 m., adosado á un peñasco que se levanta en uno de sus extremos, siendo la más notable de sus partes el NE. y SO., pues corriéndose sobre Villarén, ó sea, por el S. y NO., se confunden los planos y gradaciones que están destinadas á cultivo y pastoreo. En la falda del mencionado peñasco, y por la parte del NE., vénse ruinas de paredes que marcan un pueblo cuya existencia no debió ser muy   —434→   remota, pues se aprecia aún la distribución y planta de casi todos los edificios. Para subir á la parte interior de la montaña es necesario correrse al S. por el NO., único sitio en que no se ven señales de murallas, como sucede por la parte N., NE. y SO. precisamente por los puntos inaccesibles del peñasco; por cuya razón, más que muro de defensa parece destinado á retener tierras que igualen un paso ó amparen un camino por aquella orilla. No obstante lo dicho, hacia el centro de la montaña por este lado, se afloja el terreno y se corta la montaña, ascendiendo un camino que, sin llegar á lo alto, queda interceptado por restos del muro y una puerta de servicio en dirección al gran llano. Por el NO. se hallará, á no dudar, otra puerta, abundando en gran manera la piedra y caliza que debió formar las puertas y muros de defensa, uno de los cuales se extiende sobre el peñasco antes mencionado, torciendo á los 100 m. hacia el S. en una línea de 200 m. aproximadamente, volviendo en forma de escuadra hasta llegará la cúspide del peñasco, donde existe una torre circular que medirá unos 5 m. Desde esta misma torre parte otra recta hacia el NO., torciendo después á los 200 m. hacia la puerta de entrada, de donde parte la otra línea.

Resulta por consiguiente, un recinto de 300 m. aproximadamente, siendo de cal y canto las paredes que lo cierran, y cuya solidez puede apreciarse removiendo los escombros que las cubren. Parece, pues, indudable que estas murallas interiores pertenecen á una época más reciente que las que circundan la parte NE., y la planta baja de edificios casi imperceptibles por el S.

En el interior de este recinto, cuya superficie es plana, existen indicios de haber sido cultivado el suelo en alguna ocasión y abandonado después por la poca profundidad del terreno; pues, prescindiendo de las oquedades naturales del mismo en la montaña caliza y de la única finca en cultivo de un vecino de Helecha, aparece aquel cubierto en su mayor parte por menuda y apiñada hierba de romero bajo la cual se extiende una capa de tierra negra y suelta.

Habiendo observado en aquel recinto signos de haber existido en el mismo algún edificio, comenzamos desde luego á desdoblar la verde manta de césped que cubría el suelo.

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No tardamos en encontrar vestigios que nos demostraron que antiguamente romanos fueron los habitadores de aquel lugar, pues descubrimos varios estiletes, dos anillos de oro, un camafeo tallado en forma de bajo-relieve sobre venturina ó cristal y algunas otras preseas. Más abajo, al abrigo natural de un tajo en la roca, revolvimos el suelo en vista de algunos indicios de cerámica que aparecían á flor de tierra; y animosos proseguimos por haber encontrado una profundidad de 70 cm. de caliza revuelta con carbones vegetales y cenizas, todo lo cual nos indicaba el hallazgo de alguna casa destruída por incendio y no reconocida aún. Encontramos en ella una tinaja cuya boca y fondo recogimos, gran número de bolitas de piedras perfectamente redondas, algunas fíbulas y otras cosas de escaso interés pero análogas entre sí. De la citada casa partía una alcantarilla de 0,20 por 0,30 m. de alta y ancha, cubierta con losas de calar en rústico. Buscamos en vano su principio y su fin por si partía aquel del lado de alguna cisterna. Reconocimos también la finca en cultivo por haber encontrado en ella su dueño algunos objetos de bronce.

Fuera de este recinto por la parte de Oriente hacia donde se extiende el suelo en una extensión de 500 m. desde la torre circular enclavada en el punto más culminante, puede referirse todo á una época más remota. Los naturales de aquel país en su mayoría cuentan haber encontrado algún objeto por aquellos suelos en especial D. Nicolás Torices que cultiva la mayor parte de las fincas que existen en los puntos más fértiles de aquellas tierras. Sin embargo, todos los hallazgos se reducían á fíbulas, anillos ó restos de alguna arma difícil de clasificar. En el sitio más profundo de una de estas fincas cavamos en busca del suelo natural que se halló á 1, 0,70 y 0,60 m. respectivamente. La tierra de que se componía era negra, revuelta con calizas y otras clases sustanciosas que despertaban natural interés. Muchos fueron los metros de suelo que se revolvieron, hasta que me convencí de que estas tierras fueron traídas de otros parajes con el fin de engordar la tierra, pasando por la vista del portador los escombros de los cuales debió retirar los objetos con que tropezó, dejando solo para mí los que dejó de ver.

Cansado de efectuar tal calicata por cuantas partes donde el   —436→   azadón descubría pronto la roca, y limitado como me hallaba á rebuscar pequeños objetos que no podían saciar completamente mi ambición, corrióse la gente á una finca de D. Juan Argüero que se halla situada al mediodía del monte y cerca de 150 m. más abajo, cuyo suelo un tanto inclinado se compone de tierra arenosa bastante roja.

La tal finca medirá, según mis cálculos, 40 áreas, continuando hacia abajo otra de D. Benito Gómez, que tal vez formaba en otros tiempos una sola finca, pero que hoy está separada por un linde transversal de 2 m. de alto aproximadamente. Cruzóse la primera finca con surcos hasta tocar el suelo natural que se compone de emanaciones calizas. Por el centro de esta finca como á 80 cm. de profundidad nos encontramos con varias piedras enclavadas de canto, que no pasaban del suelo blanco calizo antes mencionado. A estas piedras sin colocación regular precedían otros varios pedazos destinados á cubrir las primeras. En el fondo de estas y aun fuera de ellas, un cordón negro manchaba la tierra que separaba las dos clases; era pues evidente que nos hallábamos sobre sepulcros, pero sin poder precisar su época. Entre la faja negra y tras una losa de las allí aglomeradas encontramos un haz de armas, compuesto de uno ó dos puñales, una ó más picas, una gran fíbula y otras pequeñas de bronce. Así seguimos reconociendo toda la finca reuniendo buena colección de armas, que pueden dar alguna luz sobre la época á que pertenecen. Más tarde se siguieron los trabajos en la otra finca más baja de D. Benito Gómez, dando por resultado algunos otros hallazgos análogos á los primeros. Como queda ya apuntado, pareciéronme aquellos sepulcros, aunque no observé en ellos resto alguno humano, dejando por lo mismo su apreciación á persona más competente.

Mas abajo, como 40 m. hacia Oriente, D. Eusebio Collantes encontró, arrancando piedra, un plato de bronce y otros dos objetos que no supieron apreciar. Por todas aquellas inmediaciones de hermosas fincas en cultivo, no faltaron indicios ó chispas de cerámica, que siendo abundantes en algunos puntos, convidaron á efectuar su reconocimiento, dando por resultado el hallazgo de unas termas que al resguardo de un tajo de fuerte hilada caliza dejaban ver, situado junto á este, un resto de horno, según puede   —437→   apreciarse por los pilotes y baldosas de que está hecho. La inclinación del terreno sobre la roca caliza, que deja una superficie de 40 cm. escasamente, quitóme toda esperanza de nuevos hallazgos4.




Loncejares

A 3 km. aproximadamente de Frómista en dirección á Carrión de los Condes, siguiendo por la antigua calzada y en el sitio llamado Loncejares, fueron encontradas varias preseas arqueológicas existentes hoy en el museo del Excmo. Sr. Marqués de Comillas.

A juzgar por la clase de objetos y demás pruebas, dedúcese la existencia de un pueblo romano en aquel lugar. En ese inmenso suelo donde la vista no encuentra límite, márcase el citado sitio Loncejares, por su suelo oscuro y abundante en restos de tejas, ladrillos y otro sinnúmero de clases de cerámica y monedas que han llamado la atención de los pastores y pululan por aquellos campos.

La separación de este sitio de otros pueblos como Frómista y población de Campos que dista unos 3 km. en dirección al primero y una fuente romana medio enterrada que se halló situada á 2.800 m. en el centro opuesto de los dos citados pueblos, dan á   —438→   entender que en Loncejares hubo de existir un pueblo no anexo á ninguno de los conocidos en nuestros días.

Conocido el sitio, con algunas noticias y permiso de D. Agapito Revuelta, dueño de una vastísima heredad, enclavada en la parte media de aquel lugar, comenzaron las investigaciones descubriendo un suelo de mosaico como de 20 por 24 pies. Estaba en tal estado que solo pudo aprovecharse de él un buen pedazo de diseño muy lindo. Siguiéronse á su alrededor surcos de reconocimiento, que profundizados hasta el suelo natural llegaron á tropezar con unos cimientos que señalaban la planta de algún edificio. Aparecieron efectivamente restos de paredes y algunos caños de barro cuya posición indicaba que habían prestado servicio. Perdíase luego lo uno y lo otro y sentí desconfianza al notar la poca profundidad del suelo por aquel sitio en el que sin duda el arado tropezó muchas veces con estos cuerpos extraños que el labrador hubo de separar necesariamente por causarle estorbo.

Á la distancia aproximada de 20 m. hacia la parte saliente del citado lugar nótanse fuertes cimientos en un recinto cuadrado de 10 m.; y á una profundidad de 2 m. fueron encontradas las figuritas de mármol, ó mejor dicho restos de las mismas entre los que estaba el dios Apolo, bronces ondulados y dos piñas del mismo metal. El material de las paredes se componía de cal y canto sin que ninguna de sus piedras excitase particular interés. Más hacia el Oriente, como á 100 m. descubrimos varias líneas informes de piedra que indicaban claramente los cimientos de un vasto edificio. Se revolvió fácilmente el terreno en su mayor parte por no estar á mucha profundidad. En el centro se conservaban en buen estado 2 bañeras que medirían, una 1,40 m. por 2,60 paralela á otra de iguales dimensiones en su longitud pero de doble ancho unidas por un tubo de plomo de 0,06 cm. de diámetro y compuesto de una chapa doblada. El suelo de dichas bañeras estaba formado por ladrillos sin estampilla epigráfica, montados sobre fuerte y espeso macizo de argamasa. Por estas inmediaciones se encontró un pedazo de piedra de moler y una piedra de asperón dedicada á afilar, al parecer por sus rozaduras y su corte en sentido circular.

Corriéndonos un poco hacia bajo y a mayor profundidad descubrimos   —439→   al abrigo de una pared de cal y canto una gran tinaja de barro llena de tierra y colocada de tal modo que no fué posible extraerla ni aun en pedazos regulares. Inmediata á esta se descubrió la boca de una cisterna abierta en el suelo y rellena de tierra de otra clase que la ordinaria. Se siguió como 5 m. con dificultad porque apenas tenía la boca 0,80 de cm. de ancho y creyendo inútil buscar su base se abandonó. Cerca de esta cisterna se encontraron vario caños de barro y tejas planas y convexas.

Más al NE. como á 60 m., descubrimos la planta, de un edificio desalojando de su centro un espesor de tierra de 1,50 m.

A pesar de la insistencia de algunos dueños de fincas comarcanas para que reconociera sus propiedades y de las relaciones de hallazgos de tejas y otros objetos que me hacían, desistí de verificarlo, pues, dado el actual estado del suelo es casual encontrar algo libre de la inspección del arado.

El suelo que ocupa este campo tan manchado de cenizas, cerámica y piedrecitas de mosaico puede medir 1 000 m., sin que me atreva á dar mayor extensión que esta á la planicie igual que sigue hasta la falda de los dos montes que se elevan, el uno por Oriente y el otro por el N., sobre los cuales ignoro si existen residuos de tejas romanas, en cuyo caso la distancia abarcaría más de 2 000 m. Entre estos dos montes y como 800 m. más lejos aún se halla la fuente arqueada de sillares calizos de que se hizo mención más arriba. Debió ser adorado el manantial como divinidad; pero en balde busqué inscripciones votivas.




Arconada

Siguiendo la carretera desde Frómista en dirección á Carrión de los Condes, llégase á Revenga que dista unos 12 km. del primero de los citados pueblos, y desde aquel punto un camino vecinal conduce por Villovieco á Arconada á donde acudió el que suscribe atraido por las noticias que recibía de los naturales del país.

Mostróme D. Samuel su finca en la que habíanse hallado algunos objetos de bronce, y entre ellos el casco de un guerrero, el cual fué roto y repartido en trozos entre los que lo hallaron   —440→   por suponer estos que era de oro. Aun pude examinar uno de aquellos trozos que conservaba un vecino.

Como en el suelo observábanse señales inequívocas de servir para mis fines, emprendí nuevas excavaciones siguiendo las iniciadas por la curiosidad de D. Samuel y motivadas por el hallazgo del citado casco. El resultado de mis trabajos de excavación fué el encuentro de un pequeño plato de bronce, una moneda de plata y otras seis de bronce, romanas todas.

Siguiéronse los surcos de reconocimiento, entreteniéndonos gran parte del tiempo en vaciar un gran hoyo lleno de tierra artificial de cerca de tres metros de profundidad encontrando en él algunos restos de huesos de animales.

Cerca de este sitio á 70 cm. próximamente, hallamos colocadas unas piedras rústicas, una de las cuales tenía una hendidura que debió servir para apoyar una puerta giratoria.

Los trabajos se prolongaron más de lo regular, visto el resultado negativo de los mismos y que las cenizas y trozos de madera carbonizada hallados en una gran extensión, indicaban que allí debió levantarse algún edificio destruído más tarde por incendio.

No lejos de aquel lugar, otro vecino del mismo pueblo, díjome guardaba oculto un mosáico que no me fué posible examinar á causa de hallarse en sazón los frutos de aquellas tierras, prometiéndole volver otro día para verificarlo.

Estas y otras fincas de larga extensión son á mi ver un cenicero salpicado de cascajo que se remonta á la época romana.

Un camino vecinal conduce desde Arconada á Villasirga, donde aquel se une á la carretera de Carrión.

En Villasirga, distante unos 5 km. de Arconada, he visto y examinado el gran mosáico, sito en las propiedades de D. Próculo Garrachón y de su hija Doña Antonina, que por su clase y estilo tiene analogía con los de Loncejares. La línea del mosáico, descubierta, es de 56 m. Divídese en dos compartimentos, unidos por un pasillo, también de mosáico de 30 m. de longitud. Cerca de este lugar se ven los restos de una vía romana en dirección á León.





Comillas, 4 de Abril de 1891.



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