Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Libro treinta

ArribaAbajo

Año 1547

El ínterin de Alemaña, murmurado contra el Emperador. -Embajadores de Bolonia al Emperador. -Sentencia el Emperador al duque de Sajonia en privación.

     Las pasiones que se encienden en los pechos secos y viejos mueren y se acaban con mayor dificultad que el fuego que vivamente entra en el hierro o madero verde. En el corazón de Paulo III de este nombre, el dolor de la muerte de su hijo Pedro Luis, encendió una pasión y vivos deseos de venganza, olvidado de su vieja y antigua edad, profesión y estado. Consumía sus huesos este fuego, y tanto más cuanto veía mayores dificultades para como deseaba vengarla.

     Hizo contra Andrea Doria cuanto pudo, y en odio del Emperador compuso una liga, que nombraron defensiva, juntándose con Enrico, rey belicoso de Francia, y con los esguízaros, ordenando que el rey levantase las armas por Saboya, y el Papa por Placencia, por la muerte cruel de su hijo. Para más asegurar el francés sus fuerzas, renovó la amistad o alianza que su padre, el rey Francisco, tenía con los esguízaros por toda su vida asentada, dejando lugar al Papa y a los reyes de Portugal, Polonia, Escocia, Dinamarca, y otros duques y señores, las cuales masas, se hacían contra el Emperador, y el Papa mandó pasar el Concilio de Trento a Bolonia, por que no se hiciese lo que no le cumplía. Pero la mayor parte de los obispos españoles no quisieron salir de Trento, y cierto era ocasión para que los de Alemaña no se sujetasen a la razón, porque siendo sus principales errores sobre la potestad del Papa, y aborreciendo su jurisdición, por extremo abominando la avaricia o codicia de los tribunales de Roma, que más feamente la llaman, no se habían de meter en sus tierras, y con este achaque y no fiar en los seguros que les daban, jamás se concertarían.

     Y en el principio de este año, Francisco de Vargas y don Martín de Velasco, embajadores del Emperador en Bolonia, donde estaba el Papa con la corte de Roma, y los embajadores de los reyes y señorías de la Cristiandad, en público ayuntamiento protestaron y requirieron al Papa que no tratase de transferir el Concilio, que se hacía en Trento, porque de ello se seguirían grandísimos inconvenientes y daños en la Cristiandad. Mas el Pontífice estaba tan recio y porfiado en que se había de transferir a Bolonia, que no bastaba razón. El Emperador se veía atajado, por no saber qué medio podría haber en esto, porque el Papa quería que fuese en Bolonia, los alemanes que en Alemaña, y no había hecho poco el César en acabar con algunos príncipes alemanes que fuese en Trento. Y los luteranos no querían otro achaque, más de la ocasión que el Papa les daba, sacando de Trento el Concilio, para quedarse ellos como deseaban en su libertad, que llamaban del Evangelio.

     Como el Emperador vió la indeterminación que en esto había, nombró algunos hombres doctos y católicos. Estos fueron Julio Pflugio, obispo de Nertburgio, y a Michael Sidonio, y a Juan Islebio Agricole, a los cuales mandó que escribiesen una regla de lo que en Alemaña se debía guardar en lo tocante a la religión, hasta la determinación del Concilio. Este fue el libro del Interin, por el cual han querido calumniar tanto al Emperador y hacerle odioso y sospechoso en las cosas de la potestad del Papa, diciendo que se metió en la jurisdición del Pontífice romano, a quien tocaba el nombramiento de las personas que habían de hacer esto.

     Y dicen ellos bien, si el Papa y sus obras fueran recebidas en Alemaña, pero aún su nombre era más que odioso, y jamás se acabara cosa con los alemanes por vía del Papa; y el Emperador, prudentemente, quería ir atrayendo y guiando aquella gente feroz, dura y obstinada, hasta ponerlos en el camino de la verdad, y sujetarlos al yugo suave de la Iglesia Católica Romana. Lo cual el César, como protector y defensor de la potestad apostólica, y capitán general de la Iglesia, pudo y debió hacer cuando no bastaban las fuerzas del Papa, y se menospreciaban sus censuras. Y es claro que agora no bastaba en Alemaña que tan extragada estaba, porque armas temporales no las tenía contra una gente brava y poderosa, y las censuras que son el cuchillo de la Iglesia, no las temían; antes mofaban de ellas y no se hacía poco, según estas gentes estaban, en reducirlos a que recibiesen y se obligasen a guardar lo que en Trento se definiese por los padres que allí se habían congregado de toda la Cristiandad, y que en el ínterin guardasen lo que hombres doctos y católicos les dijesen. Que si bien fuera que el Papa, cuyo era, los nombrara, no arrostrando los alemanes a cosas suyas, forzoso fue, por no lo perder todo, que el Emperador lo hiciese a quien amaban como a natural, respetaban como a príncipe, temían como a poderoso que los acababa de castigar. Hablo con sana intención y con el respeto que debo a la Iglesia Católica Romana, cuyo hijo obediente soy, y libro a mi príncipe de las calumnias de sus enemigos que hasta agora duran.

     Tuvo el Emperador en Augusta embajadores del rey de Polonia, y dioles audiencia delante de los príncipes del Imperio. Pretendía el rey de Polonia que la Prusia tocaba a su reino, y no a las tierras del Imperio, y por esto pedía que se alzase el destierro a Alberto Brandemburg, que se había casado en Polonia y naturalizado en la tierra, y tomado el título de duque, sin autoridad del Imperio. A esto respondió el gran maestre de Prusia, mostrando bastantemente que la Prusia era del Imperio; y así, confirmaron el destierro de Alberto. A 24 de febrero justiciaron en la plaza de Augusta ciertos capitanes por mandado del Emperador, porque siendo del Imperio habían servido al rey de Francia y a los protestantes en las guerras contra el Emperador.

     Y en este mismo día, juntos todos los príncipes del Imperio, con muchas ceremonias y gran solenidad, dio la sentencia en que privó al duque de Sajonia de la dignidad de elector, y la dio al duque Mauricio, poniéndole de su mano las insignias que estos príncipes usan en semejantes actos.



ArribaAbajo

- II -

Manda el Emperador que se guarde el ínterin en Alemaña.

     A 15 de mayo habían dado al Emperador el librillo del ínterin que Su Majestad mandó ordenar a los tres doctores que nombré. Este día, estando juntos todos los príncipes de Alemaña y procuradores y burgomaestres de las ciudades, habló con ellos largamente, significándoles el amor grande que tenía a Alernaña, y cuánto deseaba su bien, paz y quietud, lo cual no podía haber, ni ellos venir entre sí, si en la religión no eran unos, y se conformaban; y que para esto se había congregado en el Concilio en Trento, en el cual aún no se concertaban, por quererlo sacar el Papa y llevarlo a Bolonia, y que hasta tanto que esto se determinase y en el Concilio se definiesen los artículos sobre que en Alemaña se habían alterado, él había mandado ordenar aquel librico, para que en el ínterin guardasen lo que en él se contenía, lo cual encargaba a todos, general y particularmente.

     Levantóse el arzobispo de Maguncia, y en nombre de todos dio las gracias a Su Majestad, y que él por todos acetaba el libro, y prometía que guardaría lo en él contenido hasta tanto que en el Concilio se definiese lo que se había de tener. Este librico salió en latín y en alemán y se murmuró harto de él. Mas ni aún lo que en él se contenía quisieron guardar los alemanes, sino estarse en sus errores, y dellos dieron en otros mayores, como hace el pecador, que da de abismo en abismo; hoy día lo están en muchas partes.

     Concluyéronse los negocios de la Dieta primero día de junio, y se guardaba el librillo del ínterin en Alemaña, y guardara lo que eran obligados de la religión católica, si el Emperador estuviera en aquel reino; mas habiendo de salir de él, por ser forzoso acudir al gobierno de otras partes, los alemanes se volvieron a sus vómitos, como suelen hacer los perros.



ArribaAbajo

- III -

Van los españoles contra Constancia. -Visita el Emperador las ciudades del Imperio. -Quita el gobierno a los luteranos.

     La ciudad de Constancia, si bien se rendía al Emperador, pedía cosas que no se les podían conceder, y estando ella rebelde en su porfía, el Emperador mandó al maestre de campo Alonso Vivas, que con su tercio de españoles fuese contra ella. Fue y apoderóse de sus arrabales, y queriendo combatir la ciudad, los naturales la defendieron, y pelearon muchas veces con los españoles. Murieron de ambas partes algunas personas, y en un asalto mataron de un arcaburazo a Alonso Vivas, y los españoles, vengando la muerte de su capitán, quemaron cien ciudadanos en sus proprias casas. Es Constancia una gran ciudad libre, en los confines de esguízaros.

     Al fin, ellos se pusieron en manos del rey de romanos, jurándole a él y a sus herederos por señores, y el rey envió quien recibiese el juramento, y puso en ella gobernadores. Habiendo, pues, el Emperador concluído gloriosamente con Alemaña, salió de Augusta, y fue a Ulma, de allí a Espira, Maguncia, Colonia y Argentina, visitando estas ciudades y quitando de ellas el gobierno de luteranos, y poniéndole de católicos. Y por el mes de setiembre entró en Flandres, trayendo consigo al duque de Sajonia y al lantzgrave. Al duque tuvo el Emperador consigo; a Lantzgrave puso en la fortaleza de Malinas con guarda española.



ArribaAbajo

- IV -

Envía el Emperador a llamar al príncipe su hijo y escribe a los reinos de España. -Justifica el Emperador la jornada del príncipe a Flandres.

     Ya dije cómo estando el Emperador en Augusta había enfermado gravemente. Y viendo el peligro en que sus continuos males le ponían la vida, envió al duque de Alba para que viniese a España, y le llevase al príncipe don Felipe, su hijo. Escribió su determinación a los grandes y ciudades de Castilla y Aragón, diciendo que ya sabía las causas tan suficientes y necesarias que hubo para salir esta última vez de estos reinos, y pasar en aquellas partes, y cuán forzado fue por razón de los ejércitos que habían entrado en las tierras bajas de Flandres y Brabante, y los propósitos, inteligencias y pláticas que en todas partes andaban para pasar más adelante, si no se remediara y proveyera con su presencia, como con ayuda de Dios Nuestro Señor se hizo, sucediéndole la primera y segunda jornada lo que a todos era notorio, de que redundó tan gran beneficio y bien común de la Cristiandad, y acrecentamiento de sus tierras patrimoniales; asegurándolas de forma que después acá han estado en toda paz y quietud.

     Y habiendo sucedido así, teniendo delante la necesidad tan evidente que había de ser lo tocante a la religión, justicia y obediencia de la Germania, puesto que siempre había procurado y trabajado en enderezarlo por otros caminos, por no venir en rompimiento, por los inconvenientes que comúnmente trae la guerra, y que, con todo, no se pudo dejar de entrar en guerra y ponerle en campo, confiando en Dios, a quien tenía encomendadas sus cosas, favorecería esta causa, como por su infinita bondad lo hizo, y lo trajo al fin que se sabía, por que continuamente le había dado y daba infinitas gracias; y que para acabarlo de poner en el punto y perfección que convenía, había mandado juntar aquella Dieta, que aunque siempre había procurado hacer sus cosas de manera que le diesen lugar para volver a estos reinos, como deseaba, que hasta entonces había diferido la ida del príncipe en aquellas partes. Pero porque habiendo de suceder en tantos Estados, convenía cuanto sé puede pensar, que los viese y visitase, y fuese conocido en ellos de sus súbditos y naturales en su presencia, para poderlo mejor industriar y enderezar en la manera y forma como se debían gobernar, cuando Dios fuese servido de ponerle en ellos; no obstante que de parte de estos reinos con el amor y afición que le tienen, se le había suplicado otra cosa.

     Por estas y otras causas se había resuelto de enviarlo a llamar, y así quería que fuese luego este año, para dar fin a cosas y desembarazarse, para volverse él en estos reinos, como podía creer que lo deseaba; y que durante su ausencia y la del príncipe quería que la gobernación de estos reinos tuviesen el serenísimo príncipe Maximiliano y su mujer, la infanta María, si bien el rey de romanos, su hermano, deseaba que estos príncipes sus hijos pasasen en Alemaña, por lo que allá importaba su presencia. Y manda que los obedezcan, y que el príncipe se parta luego, y vuelve a prometer su breve venida.



ArribaAbajo

- V -

Encomienda el gobierno de estos reinos a Maximiliano y María.

     Viéndose el Emperador con tan poca salud, temía que antes que el príncipe don Felipe, su hijo, llegase a sus ojos, había de perder la vida. Y como príncipe celoso, del bien de sus reinos, deseando que su único hijo, que le había de suceder, acertase en el gobierno de ellos, le envió con el mismo duque de Alba una larga instrución de avisos para que supiese cómo se había de gobernar, y de quién se había de guardar, y de quién fiar, con palabras y advertencias dignas de un príncipe católico y de tan alto y generoso corazón, y pecho tan cristiano.

     La instrución fue:

Avisos o instrución del Emperador al príncipe, su hijo.

     «Hijo, porque de los trabajos pasados se me han recrecido algunas dolencias, y postreramente me he hallado en el peligro de la vida, y dudando lo que podría acaecer de mí, según la voluntad de Dios, me ha parecido avisaros por ésta de lo que para en tal caso se me ofrece.

     «Y aunque según la continua instabilidad y mudanza de las cosas terrenas, sería imposible daros ley cierta y entera para vuestra buena gobernación y de los reinos, señoríos y Estados que yo os dejaré, todavía con el amor paternal que os tengo, y deseo que acertéis por el servicio de Dios y descargo de mi conciencia y vuestra, tocaré aquí algunos puntos para vuestra instrución, rogando a la divina clemencia y bondad, que es la que hace reinar los reyes, quiera guiar en esto y en lo demás vuestro corazón para que lo enderecéis todo a su santo servicio. Y así, por principal y firme fundamento de vuestra buena gobernación, debéis siempre reconocer todo vuestro ser y bien de la infinita benignidad de Dios, y someter vuestros deseos y acciones a su voluntad, haciendo lo cual, con temor de ofenderlo, tendréis su ayuda y amparo, y acertaréis lo que más converná para bien reinar y gobernar.

     «1.º Y para que El os alumbre y sea más propicio, debéis tener siempre por muy encomendada la observancia, sostenimiento y defensión de nuestra santa fe y generalmente y en especial en todos los dichos reinos, Estados y señoríos que heredáredes, favoreciendo la debida justicia, mandando que se haga curiosamente, sin excepción de personas y contra todos sospechosos y culpados, y teniendo cuidado y solicitud de obviar en ellos por todas las vías y maneras que podréis con derecho y razón las herejías y sectas contrarias a nuestra antigua fe y religión.

     «2.º Y porque después de tantos trabajos y gastos que he hecho y sostenido por reducir a nuestra dicha fe los desvíados en esta Germania no se halló otro medio ni remedio suficiente que el del Concilio, al cual, a instancia mía, se han sometido todos los Estados de ella, os ruego y encargo que si no se acabare antes de mi fallecimiento, tengáis la mano y procuréis con el rey de romanos, mi hermano, y los otros reyes y potentados cristianos, que se celebre y efectúe; hagáis en esto de vuestra parte por los reinos e señoríos y Estados que os dejare toda la buena obra y oficio debido conveniente a buen rey y príncipe obediente a nuestra Santa Madre Iglesia.

     «3.º Demás desto, seréis y os mostraréis siempre obediente de la Santa Sede Apostólica, y la respetaréis y acataréis en todo como conviene a buen rey y príncipe cristiano, y si so color o sombra de ello se hicieren abusos y excesos en los dichos reinos y señoríos en perjuicio vuestro, dello tendréis siempre gran advertencia y respetos que se procure el remedio y que se haga con debido acatamiento y en cuanto se podrá evitar sin escándalo, teniendo fin solamente al remedio de los perjuicios, daños e inconvenientes de los dichos reinos y señoríos.

     «4.º Y cuanto a las iglesias y dignidades y beneficios de los cuales el patronazgo, presentación o nominación os pertenecerá, debéis tener muy gran cuidado y miramiento que sean proveídos en personas de letras, experiencia, buena vida y ejemplo, y calificadas para la buena administración de los dichos beneficios y cada uno respetivamente, según su ser y fundación. Y para esto informaos maduramente y de gente que podáis hacer confianza, y sea fuera de sospecha y que no tenga otro fin que el servicio de Dios y descargo de vuestra conciencia. Y demás de esto tendréis advertencia que los tales administren y rijan sus iglesias y beneficios y hagan el oficio que cada uno es obligado, sin apartarse de ello sino con justas y legítimas causas, porque importa muy mucho por el servicio de Dios, exaltación y conservación de nuestra santa fe y religión, buen vivir y salud de las almas de todos.

     «5.º Y porque la cosa que a Dios más he encomendado es la paz, sin la cual no puede ser bien servido, demás de los otros infinitos inconvenientes que traen las guerras y se siguen de ellas, debéis tener continuo cuidado y solicitud de obviarlas por todas las vías y maneras posibles, y nunca entrar en ellas sino forzadamente, y que Dios y el mundo sepan y vean que no podéis hacer menos.

     «6.º Y tanto más debéis evitar la dicha guerra por lo que los dichos reinos, Estados y señoríos que heredaréis son y quedan muy cansados, gastados y trabajados de las guerras pasadas, a las cuales he sido forzado siempre por la defensión de ellos, y obviar su opresión, y según las guerras me han sido movidas tantas veces y en tantas partes con este fin, como se debe y es notorio; y así Dios me ha ayudado de manera que si bien he pasado muchos trabajos, con su ayuda (y El sea loado por ello) los he guardado, defendido y añadido a ellos otros de harta calidad y importancia; pero ha sido con gran gasto de todos ellos, tanto, que es mucho menester que descansen cuanto fuere posible, y así os lo encomiendo.

     «7.º También porque no se ha podido hacer menos de enajenar y empeñar en todos los dichos reinos y señoríos por grandes cantidades, y con gran diminución de la renta y hacienda, y tener yo que hacer en rescatarlo y cobrar, en lo cual debéis entender con cuidado, como yo he siempre deseado de poder descansar y hacerlo ansí, por la obligación y afición que he tenido de continuo en los dichos reinos y Estados, y tengo, de dejarlos enteros. Y aunque de evitar la guerra y apartarse de ella no sea siempre en la mano de los que lo desearían, como muchas veces me ha acaecido, y es tanto más dificultoso a los que tienen tantos y tan grandes reinos, Estados y señoríos, algunos lejos de otros, como Dios por su divina bondad me ha dado y os dejaré, placiendo a El, y que esto consiste en la buena o mala voluntad de los vecinos y otros potentados, todavía me ha parecido avisar, según la experiencia que puedo tener de éstos, cómo os habéis de haber y guiar, y la advertencia que es menester en ellos.

     «8.º La principal y más cierta amistad y confianza que debéis tener, es con el rey de romanos, mi hermano, y mis sobrinos, sus hijos, los cuales sé cierto harán toda buena y entera correspondencia con vos, y así usaréis de estrecha inteligencia con el dicho hermano mío, y procuraréis su bien y de los suyos con toda entera sinceridad, y favoreceréis su autoridad imperial y sus cosas, como de vuestro buen tío, porque demás que es esto lo que conviene, y según Dios, y obligación de parentesco tan cercano, esta conjunción y unión sera causa que los que no ternán buena voluntad dejen de mostrarlo contra él y contra vos, y la grandeza del uno favorecerá y reputará al otro; y le podréis comunicar con toda confianza, y consultar vuestras cosas, y vos avisalle también de lo que os parecerá en las suyas, con el respeto que un buen sobrino debe a un tal tío, y según lo he hallado siempre muy buen hermano.

     «Y así he hecho todo lo que he podido para que fuese elegido en la dignidad de rey de romanos, y establecido en ella y enderezado para que en mi ausencia y caso de fallecimiento pueda gobernar esta Germania, y por esto haré aún todo lo que podré, y a Dios gracias, con el favor y buen suceso que me ha dado en esta postrera guerra, se han enderezado y ordenado las cosas de sus reinos y Estados del dicho mi hermano de manera que están en buena prosperidad y podrá reinar descansadamente.

     «9.º Tanto más con lo que he dicho arriba, y hecho por la sumisión de esta Germania al Concilio y la orden que espero poner a la observancia de la paz y justicia en ella, y habiéndose hecho la tregua quinquenal con el Turco, y que en todo mi dicho hermano tendrá cuidado cual se conviene, para que las cosas se sustenten en estos términos, pues sabe y entiende cuánto le va, y por el bien general de esta Germania, y para que pueda gobernar en ella con debida autoridad, y también por el respeto de sus dichos reinos y Estados, que los tenga pacíficos, y en obediencia y sujeción.

     «10.º Demás de esto espero acabar con los Estados de esta Germania, que se cobre y haya una buena suma de dinero pronta, para emplealla en la defensión de ella, sea contra el dicho Turco o otros extranjeros que la quisieren inquietar, y esto entiendo procurar en beneficio común de esta Germania, y aun favor del dicho rey mi hermano. Y viendo claramente, y conociendo que me sería imposible haber dineros en mis reinos y señoríos para tal necesidad, ni vos menos terníades la posibilidad de asistir al dicho rey después de mi fallecimiento, ni los reinos ni Estados lo querrían hacer, como sería justo, siendo tan gastados como están, y teniendo un continuo gasto contra infieles, sin los otros vecinos y potentados de quien vos debréis tener siempre recelo y estar sobre aviso.

     «11º. Y así, viendo la imposibilidad de sacar dineros de mis reinos y señoríos, para lo que pudiese suceder acá, sin dar causa de más inconvenientes, y manifiesto riesgo de ellos, os encargo que lo excuséis enteramente, si no fuese por causa y respeto de los Estados y tierras de Flandres, y de las partes de allá, concertándolas como espero hacerlo en los Estados de la Germania; porque en tal caso sea por agora, o de aquí adelante, me parece muy bien que ellas ayuden contra el Turco y otras necesidades de esta Germania, conforme al asiento que se hiciere, y esto debe bastar para teneros descargados de otra ayuda y asistencia, cuanto a lo demás.

     «12.º Y cuanto a la dicha tregua que he de mi parte ratificado, miraréis que ella se observe enteramente de la vuestra, porque es razón que lo que he tratado y trataréis, se guarde de buena fe con todos, sean infieles o otros, y es lo que conviene a los que reinan, y a todos los buenos.

     «Y cuanto al dicho Turco, que importa, no solamente para lo de vuestros reinos y señoríos que heredáredes; pero aún para lo de esta Germania y toda la Italia señaladamente; y por no dar ocasión a franceses de turbar e inquietar la Cristiandad como lo han hecho en lo pasado. Y aun que a algunos podrá parecer que debéis tener solamente cuidado del gobierno de los dichos reinos, Estados y señoríos que os dejare, sin ser más codicioso de las cosas fuera de ellos, así de esta Germania como de otros, dejándolas a quien la tuviere a cargo, todavía la razón, experiencia y ejemplo de lo pasado, han mostrado que sin mirar y tener cuidado de entender los andamientos de los otros potentados y estados de las cosas públicas, y tener amistades e inteligencias en todas partes, será difícil y como imposible poder vivir descansadamente, ni obrar, proveer y remediar lo que se podría emprender contra vos y vuestros reinos, Estados y señoríos que tuviéredes; y tanto más siendo (como es dicho) apartados unos de los otros, e invidiosos, aunque sin razón, y que nunca han faltado a los malignos diversas ocasiones para inquietar y revolver, y mover guerra, y señaladamente contra los que piensan que están desapercebidos.

     «13.º Y así será bien que con la buena amistad y estrecha diligencia del rey mi hermano tengáis también cuidado de entretener la amistad de los electores, príncipes, potentados de esta Germania, que es cosa que no puede sino convenir, y será a propósito de lo que ternéis, señaladamente en la parte de Italia, y hacia Flandres; pero sin gastar mucho dinero en esto, ni dar pensiones tanto cuanto pudiéredes evitar, porque los de acá quieren precisamente ser pagados; y no embargante esto, hacen poco servicio sin gratificarlos siempre, haciendo alguno; y se ha visto de contino que cuando es menester hacer gente de guerra desta Germania, se hace con el dinero en la mano, y no os faltarán, pagándolos bien, y los habréis tanto más favorablemente, por el crédito que he conservado con ellos, y con el favor del dicho mi hermano y de los suyos.

     «14.º Y cuanto a los suizos, debéis tener la misma advertencia, y de no tomarlos en vuestro servicio, cuando no os faltaren alemanes, porque he siempre hallado que es lo más cierto; pero es bien mostralles buena voluntad y afición, y sí hacerles bien tratar y pagar a sus plazos, lo que se les da por la liga hereditaria que tiene la Casa de Austria y Borgoña con ellos, y también si otra cosa se tratare señaladamente por lo que tenéis en Italia, si se acaba todo la liga que agora se trata con ellos.

     «15.º Y cuanto al Papa presente ya sabéis cómo se ha habido conmigo, y señaladamente, cómo ha cumplido mal lo capitulado por esta última guerra, y dejándome en ella, y la poca voluntad que ha mostrado y muestra a las cosas públicas de la Cristiandad, y especialmente en lo de la celebración de Concilio, no embargante, que con esperanza que él haría buena obra en todo, hice el casamiento de mi hija Margarita con el duque Octavio, su nieto. Pero con todo esto que ha pasado, os ruego que, teniendo más respeto al lugar y dignidad que el dicho Papa tiene, que a sus obras, le hayáis, todo el tiempo que viviere, el debido acatamiento y tengáis por encomendada la dicha mi hija, y sus hijos, y por su respeto al dicho duque Octavio; porque ella me ha sido de contino obedientísima sin otro respeto alguno, ni aun de sus hijos propios, para seguir mi voluntad, y señaladamente en lo de Placencia, y así la debéis amparar y tener cuidado de la protección de ella y de sus hijos.

     «16.º Y cuanto a lo sucedido en Placencia, háme desplacido de la rnuerte del duque de Castro; pero cuanto a lo demás hecho por don Hernando de Gonzaga, como mi ministro y en mi nombre, pretendo que con buen derecho y razón la pueda y deba tener, y por la autoridad del Imperio, y por el bien público de toda la Italia, y por las obras del dicho duque, si tanto más habiendo enviado a ofrecer al Papa que este negocio se vea y examine, para hacer por vía de concierto o de otra manera, como se viere convenir y se hallara poder hacer concierto, se entendrá con él, y si no os hace privilegio del derecho imperial, para que, según se viere fundado, como tiene que es, os pongáis en razón con el Papa y los suyos, y si fuere menester con la Sede Apostólica, según veréis que fuere justo.

     «17.º Demás de esto, tendréis advertencia que el Papa presente es cargado de años, y si falta después de mí, procuraréis todo lo que podréis buenamente, que la elección del futuro Pontífice se haga, como lo requiere la gran necesidad de la Cristiandad, o por menos mal, siguiendo la instrución y memoria que para esto he enviado a mi embajador en Roma, en que no se pretende otro, ni tengo otro fin, sino que se haga buena elección y se obvie a las pláticas contrarias. Y en esta y en las otras creaciones debéis hacer siempre lo semejante, confiando en Dios, que con esto El mirará y aceptará vuestra santa intención.

     «18. Tenéis con el Papa tres principales dificultades. La una, la del feudo del reino de Nápoles y el concierto que sobre él se hizo con el papa Clemente; la segunda, de la monarquía de Sicilia, y la tercera, por la premática hecha en Castilla; en todo estaréis con advertencia para hacer de vuestra parte lo que es de razón, y si otras diferencias hubiese, las trataréis, como es dicho arriba, con la sumisión y acatamiento que un buen hijo de la Iglesia lo debe hacer, y sin dar a los papas justa causa de mal contentamiento; pero esto de manera que no se haga ni intente cosa prejudicial a las preeminencias reales y común bien y quietud de los dichos reinos y otros vuestros Estados.

     «19º. Con los otros potentados de Italia no tendréis querella, ni pretensión alguna que se sepa, ni pienso haberles dado ocasión de ella. Y así guardaréis el tratado y liga que tengo con venecianos, por lo que toca a los reinos de Nápoles y Sicilia, y Estados de Milán, del cual os he investido, y también de Placencia, como dicho es, y mostraréis querer y guardar en todo buena amistad con ellos, favoreciéndolos como a buenos aliados todo lo que buenamente habrá lugar.

     «20.º El duque de Florencia se me ha siempre mostrado, desde que le proveí del Estado, muy devoto y aficionado, y también a mis cosas, y creo que continuará esta amistad con vos, pues ha recibido de mí tan buenas obras, y que haciéndolo así será su propio bien, y por las pretensiones de franceses contra su Estado; demás de esto, por el deudo que tiene con los de la Casa de Toledo. Y así será bien que lo entretengáis en su buena voluntad y favorezcáis en todas sus cosas; porque demás de lo dicho, es de buen seso y juicio, y tiene su Estado en buena orden, y en parte que importa y puede, por estar donde el dicho Estado está situado.

     «21º. El duque de Ferrara me es muy obligado por la buena justicia que le hice en lo de Módena, Rezo y Rovere, y posponiendo todos otros respetos contra el papa Clemente, por lo cual se movió a hacer muchas cosas contra mí. Y aunque el dicho duque haya siempre dicho y confesado la obligación en que me es, todavía se ha entendido que con el deudo que tiene en Francia, y estar allá el cardenal su hermano en favor, él es muy inclinado a aquella parte, y así contemporizaréis con él, teniendo advertencia de este aviso, y de mirar sus andamientos.

     «22.º Del duque de Mantua podéis hacer confianza, como yo la tengo de sus tíos, el cardenal y don Fernando, y también por el deudo y parentesco que se ha tratado con su voluntad y de la duquesa, con su sobrino y hija del rey de romanos. Y demás de esto, sus Estados de Mantua y Monferrat son muy a propósito de las cosas de Italia, y el dicho Monferrat ha padecido mucho por las guerras, y haber tenido mi parte, en que la marquesa abuela, y la duquesa, madre del dicho duque, se han mostrado siempre muy aficionadas, y lo han tenido por bien los dichos cardenal y don Fernando.

     «23.º De Génova no pienso asegurarme más por agora y en lo venidero, y efectuándose la cosa o no, debéis tener cuidado que ella esté en vuestra devoción, por lo que toca y importa a la seguridad de toda Italia y a los reinos y Estados de Nápoles, Sicilia y Milán, y no solamente para esto, pero aún para los otros reinos de España, islas de Cerdeña, Mallorca y Menorca, de las cuales también todos los genoveses tienen necesidad, y señaladamente de la vecindad de Milán. Y por estas consideraciones, y con los servidores que tengo de dentro de la dicha ciudad, por beneficios recebidos de mí, y con buena desteridad, espero que ellos se podrán tener en vuestra devoción, también por el respeto del rey de romanos, mi hermano, y por ser amparados de la protección y sombra del Imperio, de la cual reconocen su libertad.

     «24.º Cuanto a Sena, confiamos que el rey de romanos, mi hermano, tomará la protección y amparo de ella, y como yo siempre la he tenido, por haber sido de continuo devota al Sacro Imperio, y a mí aficionadísima, y aquietándose las discordias que son al presente allá, según espero que será. Y será bien que la favorezcáis todo lo que pudiéredes, y también la república de Luca, porque ellas, por conservación de sus libertades, querrán estar debajo del Imperio y ser contrarias a todos movimientos que se recreciesen en perjuicio de la quietud de Italia.

     «25.º En la dicha Italia está el conde Galeote fuera de la concordia, por el perdón del cual algunos me han hecho grande instancia, pero no lo he querido perdonar, por la gravedad de los delitos hechos por él, y respeto de su parte adversa, que me ha sido buen servidor, y creo que no faltará quien os ruegue para que intercedáis que el rey de romanos, mi hermano, le perdone, y vos lo recibáis en gracia; pero parece que conviene, por los respetos así dichos, y agora se debe hacer menos, por haber venido a mis manos Placencia, y también ha sido su vida tal, y se ha metido tan adelante con Francia, que no se podría tomar confianza alguna de él.

     «26.º Cuanto a Francia, yo he hecho siempre todo lo que he podido desde que comencé a reinar, por vivir en paz con el rey francés difunto, y muy buenas obras por ello, y en su consideración hay pasados muchos tratos de paz y de tregua, los cuales nunca ha guardado, como es notorio, sino por el tiempo que no ha podido, revocar guerra o que ha querido esperar oportunidad de dañarme con disimulación; ni han aprovechado todos mis grandes beneficios hechos. Y lo que se puede imaginar y entender del rey moderno, su hijo, y de las pláticas que llevaba en todas partes, se comprende que está puesto en seguir las pisadas y heredar la dañada voluntad de su padre, y que los pasados reyes de Francia han tenido a los nuestros. Pero como quiera que sea, os aconsejo que miréis y tengáis grande advertencia de guardar con él paz, tanto cuanto pudiéredes, y señaladamente por el servicio de Dios, bien público de la Cristiandad, y por lo que importa a los reinos, Estados y señoríos que yo os dejare. Pero por cuanto se entiende ya que el dicho rey moderno no quiere pasar por los tratados hechos entre su padre y mí, y querría sin ratificarlos venir a hacer nuevos tratados, que innovasen los hechos, con fin de tornar tarde o temprano cuando pudiese hallar la oportunidad de contradecir las renunciaciones tocantes a los reinos de Nápoles y Sicilia, y los Estados de Flandres, Artois y Tornay, y el Estado de Milán, y otras cosas contenidas en los dichos tratados, y señaladamente de Madrid y Cambray, siempre os debéis firmar en que las dichas renunciaciones queden siempre y expresamente en su fuerza y ser, y en ninguna manera vais fuera de esto, porque todo lo he adquirido, os vendrá y pertenecerá con buen derecho y sobrada razón. Y si aflojásedes en cosa alguna de esto, sería abrir camino para tornarlo a poner todo en controversia, según la experiencia ha mostrado, que estos reyes, padre y hijo, y sus pasados, han querido usurpar de continuo de sus vecinos, y donde han podido, usado de no guardar tratado alguno, señaladamente conmigo y nuestros pasados, con achaque y color de no poder perjudicar a su corona; y pues esto es así, será mucho mejor, y lo que conviene, sostenerse con todo, que dar ocasión a ser forzado después de defender el resto, o ponerlo en aventura de perderse.

     «27.º Y pues vuestros pasados han sostenido lo de Nápoles y Sicilia, y también las tierras de Flandres contra los franceses, con ayuda de Dios, asimismo debéis fiar en él que os ayudará a guardallos, cuando los heredáredes, y os pertenecerán con sobrado derecho, como dicho es; y siendo más poderoso en la parte de Italia, con lo de Milán y Placencia, la adherencia que ternéis en aquella parte, y por lo semejante en la de Flandres, con lo que he acrecentado y añadido, es a saber, el ducado de Güeldres y señoríos de Utrech, Frisa, Overeriel y otros, con los cuales los Estados de allá son más poderosos, y teniéndolos unidos se podrán mejor sostener y defender.

     «28.º Y si os quisieren mover guerra en la parte de Italia, tenéis el dicho Estado de Milán fortificado, y será bien proveído de artillería, la que envío allí de la conquista de Saxa, y se podrá defender del primer ímpetu, que es lo que más se debe temer de franceses; si pensase pasar adelante hacia Nápoles, le sería muy difícil dejando atrás dicho Milán, con el embarazo que podrá haber en el camino de la parte de Florencia, y no se podrá ayudar de la mar, porque tendréis vos más fuerzas en ella, con las cuales se podrán resistir los dichos reinos de Nápoles y Sicilia, cuanto más que la ciudad de Nápoles está bien fortificada con dos buenos castillos, y también otras muchas tierras y castillos del reino, y proveyendo de artillería con la que asimismo envío a él. Y por semejante, el reino de Sicilia está fortificado, señaladamente las ciudades de Mecina y Palermo, y resistiendo el dicha primer ímpetu, doquiera que sea, como dicho es, franceses después vienen a perder el ánimo, y no pueden durar, según la experiencia siempre lo ha mostrado, allí y en todas partes.

     «29.º Y como dicho es, debéis tener advertencia de no dar ocasión al Papa, ni a venecianos, de rompimiento, tanto cuanto lo pudiéredes evitar. Y no es de creer que los unos ni los otros sean traídos fácilmente a romperos guerra con el dicho rey de Francia, por la poca confianza que según su costumbre saben que deben tener, y por no ponerse en gasto, y no arriscar sus Estados, con quien no pudiesen sostener, ni defendellos a la larga, y conocer los poderosos reinos, Estados y allegados, y que tenéis las fuerzas de mar, con las cuales podréis enviar siempre que fuere menester, socorro de gente, y haberlo así mismo de esta parte con el crédito que os dejaré en ella, y favor del rey de romanos mi hermano. Y aunque los de Nápoles hayan mostrado ser alterados postreramente todavía, todo bien mirado, no se ha visto cosa de que el Papa ni franceses hayan podido tomar fundamento, antes se ha entendido que los que han empezado la cosa, y de quien se tiene sospecha de infidelidad y querrían innovación, son pocos, y que la generalidad del reino está con la voluntad que conviene a buenos vasallos, y demás de esto los napolitanos tienen experiencia del mal sucedido por los dichos franceses.

     «30.º También se ha visto y experimentado, de la parte de Milán, que tampoco quieren en aquel Estado franceses, y si los dichos de Nápoles y Milán pueden descansar de las grandes guerras que a la verdad han sostenido hasta aquí, y con gobernarlos con buena justicia, de lo cual ternéis cuidado, ellos son y serán siempre buenos y fieles vasallos.

     «31.º Y aunque os sea necesario mirar en ahorrar tanto cuanto pudiéredes, según que quedaréis adeudado, y vuestros Estados alcanzados, no por esto se podrán excusar de tener siempre alguna gente española en Italia, y conforme al tiempo, y como viéredes los andamientos de franceses y otros que os podrían ser contrarios, porque será el verdadero freno para impedir innovamiento de guerra, y que no se hagan empresas para robar tierras, y al fin será allí al propósito de la necesidad, y si se ofreciere. Pero débese tener advertencia que la dicha gente se entretenga cuanto se podrá hacer, en las plazas y fronteras, donde parecerá ser menester haber guarda, y con el menos daño y trabajo de los súbditos y allegados a vos que ser pudiere, y que los que tendrán cargo de la dicha gente de guerra, se les haga vivir en obediencia y buena disciplina y regla, y que no den indebidamente ocasión de rompimiento ni desesperación en la parte donde se entretuvieron.

     «32.º Y siguiendo esto, si Dios fuere servido llevarme, he ordenado que la gente española que está acá, se pase al Estado de Milán, para que esté allí de respeto, y será a propósito para si algunos quisiesen hacer movimiento, y señaladamente franceses, y siendo allí, se terná siempre en la mano para todo lo que se pudiese ofrecer en Italia, y aun para tener los dichos franceses, que no muevan algo de nuevo en otra parte. Y en cualquier tiempo que Nuestro Señor dispusiere de mí, debéis hacer que lo de allí sea a recaudo, y proveído brevemente, y según viéredes la apariencia de algún movimiento. Y asimismo será bien tener apercebidas las fronteras hacia España, señaladamente a la parte de Navarra y Perpiñán, porque cuanto a la de Flandres, no hay que temer que de golpe franceses pudiesen hacer invasión de momento.

     «33.º Y cuanto a las galeras, no veo que se puedan dejar de entretener las de España, Nápoles y Sicilia, por la guardia ordinaria de los reinos y súbditos de ellos, y contra turcos y moros, que no se puede hacer tanta confianza de la tregua con el Turco que se deba dejar de tener las dichas galeras armadas, aunque no fuese sino para obviar las correrías de piratas y cosarios, cuanto y más por el respeto de franceses, y otros que quisiesen inquietar la Italia, o hacia España; y si se dejase el entretenimiento de las dichas galeras, no podría después ser a punto de la necesidad que sobreviniese. Y por esta misma causa tengo ser necesario no dejar las galeras de Génova, y que conviene, para entretener el favor de genoveses, y también que si se despidiesen podrían ir en manos de franceses, los cuales si se hallasen superiores en la mar de Italia, sería en manifiesto peligro, y asimesmo podría pasar trabajo lo de las partes de Cataluña y otras marítimas de España, y por esto no os debéis persuadir a dejar el entretenimiento de las dichas galeras, señaladamente por el gasto, porque aunque sea grande es peor evitar lo que podría suceder en mayor daño, si no fuese, que hubiese una buena seguridad de paz con Francia, y que no hubiese que temer del Turco, en lo cual no podemos ver experiencia ni apariencia alguna, antes se nos figura inconveniente sin el entretenimiento de las dichas galeras.

     «34.º Cuanto a las tierras de Flandres, ellas están fortificadas, y aún se fortifican con los deseños que he hecho hacer, y todos aquellos señoríos tienen la voluntad y fidelidad que se puede desear, y señaladamente los grandes de ellos, y con la redución de lo de Gante y castillo que se ha hecho en aquella ciudad, que se ha fortificado en Cambray, y no hay que temer de franceses, que puedan haber esperanza, así como antes se lo persuadían; y si ellos quisieren mover guerra hacia aquella parte, las dichas tierras podrán muy bien resistirles, y no faltarán de hacerlo, especialmente con que haya alguna suma de dinero de respeto, sea de las ayudas que se podrían haber de las mesmas tierras, y de otra manera, con que tengan esperanza de ser asistidas de vos, como será razón que lo hagáis, según viéredes la necesidad; y si ellas pueden descansar algún tiempo, sosternán el gasto que fuere menester allí.

     «35.º Sólo hay en la parte de acá el condado de Borgoña, el cual está apartado y muy lejos de los otros Estados y señoríos, y tanto, que sería cosa dificultosa y costosa socorrer el dicho condado de ellos; y así, he tenido siempre por bien que durante las guerras pasadas tratase y estuviese en neutralidad con franceses, y se favoreciese la liga hereditaria que tiene la casa de Austria con suizos, en la cual está comprendido el dicho Estado, y se debría hacer en caso de rompimiento. Pero como no hay que fiar en los dichos franceses, ni muchos de los suizos, por lo que quieren complacer a los dichos franceses, y también porque desearían haber en sus manos parte del dicho condado que está cerca de ellos, y señaladamente las salinas, he mandado fortificar la villa de Dolo, que es la cabeza del Estado, y empleado en ella las ayudas que en él me han otorgado, y vos debréis tener la mano que se acabe la dicha obra, y la de Grey, y que se repare el castillo de Ioulx y que se fortifiquen otras tierras y que los otros servicios que se harán sea para esto, y reparo y provisión de artillería y municiones y otros gastos por el tiempo que será menester, porque el dicho condado es el más antiguo patrimonio de la casa de Borgoña y a propósito de dañar franceses por aquella parte según la ocasión, y que los vasallos de allí han tenido y tienen siempre gran fidelidad, y hecho servicios a nuestros pasados, y vos podréis ser servido dellos, y así os encomiendo la fortificación, defensión y conservación del dicho Estado.

     «36.º Cuanto a la parte de España, no es de temer que franceses muevan guerra abiertamente en su nombre, ni aun asistir el señor de Albret, según que les han mal sucedido las pasadas, y que se les podría fácilmente resistir como se ha hecho hasta aquí, y si los dichos franceses pueden envadir en muchas partes, también temerán de lo mismo, y aun a ellos será imposible proveerse de gente de guerra, ni sostener el gasto en tantas partes, según se ha visto.

     «37.º Y cuanto a las Indias, debéis tener cuidado de mirar siempre si los dichos franceses querrían enviar armada hacia allá a la disimulada o de otra manera, y debréis apercebir los gobernadores de aquellas partes para que estén sobre aviso, y donde y cuando fuese menester conforme a ello resistir a los dichos franceses, y aunque ellos habían emprendido, muchas veces de ir allí, se ha visto que sus armadas no han durado, y demás de esto, cuando se las resisten luego aflojan y se deshacen, y así hace mucho al caso salirles presto a la mano, y debréis tener buena inteligencia con Portugal, señaladamente por lo que tocare a las dichas Indias y defensión de ellas.

     «38.º Y así no debéis en alguna manera hacer concierto con el dicho rey de Francia, con dar ni quitar cosa alguna de lo que ternéis y os pertenecerá, sino estar constante y guardarlo todo, y siempre sobre aviso, sin fiaros en plática de paz, ni palabra de amistad, y teniendo continua advertencia de fortificar y proveer lo que pudiéredes en todas partes, por ser a punto y aparejado para si os quisieren mover alguna guerra, defenderos, y que los dichos franceses no os puedan hurtar algo siguiendo su costumbre de hacerlo, señaladamente cuando muestran querer más asegurar, pero esto ofreciendo siempre a guardar los tratados pasados y buena amistad, y a estrecharla con medios razonables y conveniente seguridad, con presupuesto, y estando firme en lo que es dicho arriba; y haciéndolo así debéis confiar que Dios, como os había dado los dichos reinos, Estados y señoríos descargados de las querellas y pretensiones de dichos franceses, os ayudará a sostener y defenderlos, y no os mováis a hacer otra cosa por amonestaciones de quienquiera que sea, ni por necesidad o peligro de guerra que se os refiriesen en alguna parte.

     «39.º Y basta y aun es mucho dejar suspendido el ducado de Borgoña, proprio y verdadero patrimonio mío, por respeto de la paz y tratados hechos, y así no entiendo de renovar guerra por eso; pero vos no dejaréis ni disimularéis el derecho tan justo y tan favorable, que me pertenece y os pertenecerá, al dicho condado de Borgoña, todas las veces que se ofreciere hablar de la parte de Francia de las querellas que han expresa y debidamente renunciado, y con justa y bastantísima causa y razón.

     «40.º Y demás de esto, la restitución de Hesdin, que los dichos franceses deben hacer con razonable recompensa, en lo cual persistiréis cuando viéredes la ocasión; pero no por esto sólo me parece que debéis tornar en guerra, porque aunque el dicho Hesdin sea el propósito de las tierras de allá, no sólo es tanto, cuanto importa más evitar la guerra y los inconvenientes que de ello se podrían recrecer.

     «41.º Y por lo que más recelan los franceses, según continuamente se entiende, es de lo que ocupan al duque de Saboya, así de acá como de allá de los montes, en la restitución de lo cual he siempre persistido, cuando se ha platicado de estrechar la amistad con los reyes defunto y moderno de Francia, según era y soy obligado por lo que se debe a la autoridad imperial, y deudo que tengo con el dicho duque, y por el respeto de su hijo, mi sobrino, y de lo que tengo capitulado con el dicho duque, y que ha dicho de continuo absolutamente que no quería hacer concierto sin lo restituido señaladamente de Piamonte, el cual, como se entiende, piensan guardar para siempre los dichos franceses, tanto más hallo dificultoso y peligroso de hacer concierto, pues se debe tener por certísimo que los dichos franceses se obtienen y guardan el dicho Piamonte para desde allí poder turbar las cosas de Italia; y con fin de tornar a ocupar el Estado de Milán, sujetar a Génova, pasar a Florencia y hacer allí lo semejante, y después ir a Nápoles y a Sicilia, y se ve claramente por todas sus pláticas, que es ésta su intención y no se podría poner límite a su ambición, que se ha siempre entendido y han mostrado los dichos franceses atrevidamente.

     «42.º De manera que aquí concurre el perjuicio del Imperio, dar pie a franceses para poder turbar la Italia todas las veces que pudieren, y emprender contra los reinos y Estados que tengo allá y los demás allegados y amigos, y estar de continuo en gasto y cuidado, y no veo que pueda aconsejar tal concierto, y aun si entre ellos lo quisiesen hacer, consentillo hasta no poder más; y así, he tenido y tengo por mejor dejallo como está, que consentir o disimular cosa tan perjudicial al dicho duque, ni tan perniciosa y de tanto inconveniente; esperando que Dios podrá dar la vía para remediar esta inhumanidad y crueldad que padre y hijo han mostrado y muestran contra su propio tío y primo.

     «43.º Es verdad que tengo lástima de los dichos duque y príncipe su hijo, y de que queden tanto tiempo fuera de su Estado. Pero pues han sufrido esta injuria, violencia y daño fasta agora, menos mal es que se estén ansí, aún esperando en la voluntad de Dios que dará algún medio y camino para cobrar lo que es suyo, como dicho es, y reintegrar su casa tan antigua, que hacer algún concierto quitando o dejando la principal parte de ella, y apocarla tanto ellos mismos y ser causa de tantos males que podrían suceder de esto, y el dicho duque ha mostrado estar siempre en esta voluntad. Y a lo que dice y muestra el príncipe su hijo, no va fuera de ella, y señaladamente se ha conocido en la plática que se ha movido del matrimonio del dicho príncipe con la hija del de Francia, haciendo el cual tampoco se debría esperar restitución; pues el mismo rey de Francia la niega ya expresamente. Y es de creer que de contino se obstinará más en ella, con lo que se funda de haber heredado lo que su padre ocupó al dicho duque, y como el dicho rey de Francia sabe la gran sin razón que su padre de él y él han tenido y tienen, nunca se fiaban de los dichos duque y príncipes, antes por todas las vías y maneras que podía, el dicho rey quería abajar y sujetar los dichos duque y príncipes, y señaladamente, sin respeto de tal afinidad y matrimonio, como se ha visto y es la natura de los dichos franceses, y especialmente en la del señor de Albret, siendo casado con hermana del dicho rey difunto, y aunque el dicho rey difunto haya mostrado tomar ocasión de indignación con el dicho duque de Saboya, porque inclinase de mi parte, pero ya algunos años antes y desde que el dicho duque vino a heredar, el dicho rey y su madre le habían movido la querella, y pasado tan adelante hasta desafiarle y intimarle guerra para ocuparle su Estado, como lo ha hecho, y han declarado muchas veces el dicho rey y los suyos expresamente, de manera que su fin ha sido siempre de abajar y oprimir al dicho duque y tenerle sujeto, y añadir sus dichos Estados a Francia, y tener el camino abierto para tiranizar la Italia.

     «44.º Y yo, atendiendo a esto, fui siempre de parecer, y aconsejé, después que vine en rompimiento con Francia, y señaladamente, que me casé, que el dicho duque hiciese todo lo que pudiese por quedar neutral y temporizar con el dicho rey difunto y que se entretuviese con los suizos, lo que no hizo, de manera que franceses y ellos se concertaron, y le ocuparon su Estado de acá y de allá los montes, más por pasión y particular interese que por causa y respeto mío.

     «45.º Pero aunque esto haya sido sin mi culpa ni haber dado ocasión a ello, he favorecido siempre al dicho duque y asistido en todo lo que he podido, y obviado que no perdiese lo que le queda; y así haréis bien de continuar buena amistad con él, por el respeto del deudo que de ellos tenéis y de la voluntad que padre y hijo muestran y han mostrado, de observarla de su parte, y de favorecerlos y asistirlos en todo lo que podréis, señaladamente por la guarda y defensión de lo que el dicho duque tiene y posee, demás de por su respeto, por ser cosa que importa a la seguridad de las tierras y cosas de Italia, especialmente del Estado de Milán.

     «46.º Y cuanto a las pensiones que he constituído a los dichos duque y príncipe para ayuda de su entretenimiento, haréis en lo venidero lo que buenamente podréis, porque cuanto a lo pasado se debe contentar, pues no se ha faltado a lo que se ha podido, y que cuando otorgué la pensión al dicho duque, fue pensando que ella se cobraría del Estado de Milán, estando por entonces de manera que se podía cumplir; pero con la continuación de la guerra y sospecha de ella, y señaladamente por las cosas del Piamonte, y sostener y defender las tierras del dicho duque, hanse recrecido continuamente muy grandes gastos, y tantos, que no se ha podido hacer más con él, ni en lo venidero podría el dicho Estado sufrir tanto peso, y os podréis con razón y honestidad excusar de lo pasado con lo que se ha hecho; y en lo venidero, con decir que haréis lo que podréis. Y cuanto al dicho príncipe, será bien que proveáis la continuación de su pensión o parte de ella, según viéredes la necesidad que convenga y tuviéredes la posibilidad.

     «47. Y cuanto a lo que toca a asistirles para cobrar sus Estados, debéis tener en ello mucho miramiento, y no os dejar persuadir a que ellos comiencen guerra por esto, ni que vos os metáis en ella, sin ver primero que haya buen fundamento y oportunidad, sea con el favor y asistencia del Imperio, y que franceses fuesen impedidos con ingleses, o de otra manera; que se viese ser la cosa muy a la mano, y señaladamente teniendo ojo a los suizos, y que vuestros reinos, Estados y señoríos no se aventurasen, y no se ve que esto se pueda hacer en algunos años, según están las cosas de esta Germania, y que es verisímil que los ingleses disimularán con los franceses durante la menor edad de su rey, y también por lo que es necesario y forzado que los dichos reinos y Estados que dejaréis descansen. Y demás de esto, cuando se debiese hacer, debréis mirar que franceses no puedan tomar achaque, que vais contra los tratados, ni se os pueda imputar que seais causa de revocar la guerra de la Cristiandad, y en perjuicio del bien público de ella. Y si los dichos duque y príncipe no quisieren esperar la coyuntura u oportunidad que Dios querrá enviar a sus Estados, sino concertarse con franceses, no obstante las razones y consideraciones antedichas, y viéredes que no lo podréis estorbar, en tal caso miraréis que la cosa se haga con más provecho y menos daño de ellos que ser pudiere, y ternéis advertencia de os asegurar en todo lo que hubiere lugar, por lo que toca a las cosas de Italia, y señaladamente por lo de Lombardía, como Milán, Génova, Monferrat y Florencia y otros aliados y amigos; y de manera que todos vean y conozcan que habéis tenido cuidado tal que conviene de vuestra seguridad y de ellos.

     «48. Y porque he capitulado con el dicho duque y prometido de cobrar libremente las rentas de sus tierras, en las cuales hay gente de guerra mía y no tengo otro fin en esto, sino por lo que toca a la guardia y seguridad mía y suya, ternéis cuidado de entretanto que será menester haber guardia en las dichas tierras, dejar gozar de ellas al dicho duque, conforme al tratado, mirando primero de no alzar la mano de la dicha guardia, señaladamente de las tierras más importantes. Pues se podrá tener por cierto que haciéndose concierto con los dichos franceses, ellos lo cobrarían después, aunque no quisiese el dicho duque príncipe, de manera que esto toca a su proprio bien. Y demás de esto, no sería razón que hubiese yo defendido las dichas tierras en tiempo de su enemistad con franceses confiando de los dichos duque y príncipe, y que después se perdiesen por ellos, y me sucediese de esto inconveniente, sin pretender otro de las dichas tierras, sino de ser asegurado de ellas, como dicho es.

     «49. Y entre otras tierras y fortalezas ternéis cuidado del castillo de Niza, y que los que ternán cargo de él sean a vuestra devoción, y si es posible os hagan juramento de no consentir que franceses se apoderen y valgan de la dicha plaza, por ser ella muy importante.

     «50. Y aunque se haga el dicho concierto, no dejaréis por ello de tener por amigos los dichos duque y príncipe, pero con que tengáis siempre advertencia que franceses harán todo lo que podrán por desviarlos y apartarlos de vuestra amistad.

     «51. Tendréis cuidado, de entretener amistad con los ingleses, y de guardar los tratados hechos entre el padre difunto del rey moderno y mí, porque esto importa a todos los reinos y señoríos que yo os dejare, y será también para tener suspensos a franceses, los cuales tienen muchas querellas con los dichos ingleses, así por lo de Bolonia como de las pensiones y deudas; y se tiene por difícil que puedan guardar amistad entre ellos que dure. Y demás de esto, es verisímil que el rey de Ingalaterra, que ahora es mozo, viniendo en edad, habrá sentimiento de las cosas que han hecho y harán franceses contra él en perjuicio durante su menor edad; pero miraréis de no os empachar en ello, tanto cuanto pudiéredes, y os firmaréis siempre en los tratados que tenemos hechos con los unos y con los otros, y señaladamente no haréis ni tratéis con los dichos ingleses cosa alguna que direta o indiretamente pueda ser contraria de nuestra santa fe y autoridad de la Sede Apostólica.

     «52. Y cuanto a los escoseses, si se puede concertar con ellos por lo que toca a la seguridad de la contratación y navegación, no hay que hacer en lo demás en aquella parte.

     «53. Cuanto al rey que posee a Dinamarca será bien que entretengáis el tratado, hecho con el fin de no entrar en querella. Por lo que toca al rey Christierno y nuestras sobrinas, por las cuales, y concertarlas con el dicho rey, haréis todo lo que pudiéredes, y por el buen tratamiento del dicho rey, pero de manera que no venga en libertad tal que procediese tornar a renovar guerra ni hacer daño a los Estados de Flandres, como otras veces.

     «54. Demás de lo de arriba, va muy mucho por la seguridad y quietud de los reinos, señoríos y Estados que os dejare, que pues no podéis ser presencialmente en todos, ni visitar muchas veces como convenía, que ellos sean continuamente proveídos de buenos visorreyes y gobernadores, que tengan cuidado de entretener los súbditos en justicia y policía, y que sean calificados para ello, y la buena gobernación de los dichos reinos y Estados, cada uno según lo que se le encomendare, y demás de esto, que tengan continuo cuidado de la guardia y seguridad de ellos, y vos tendréis gran miramiento que hagan y ejerciten sus oficios como conviene, y no excedan sus instruciones, ni usurpen más autoridad de la que se les diere, y que sepan que haciendo el contrario seréis deservido y descontento de ello, y que no lo sufriréis, y lo mandaréis remediar muy de veras como quier que sea, y aunque no debréis creer las quejas, si algunas se hiciesen, de los dichos virreyes o gobernadores, no dejaréis de entendellas y informaros de la verdad, porque no lo haciendo sería dar ocasión a que los dichos virreyes o gobernadores fuesen más absolutos y a los vasallos de desesperarse.

     «55. Y señaladamente, cuanto al gobierno de las Indias, es muy necesario que tengáis solicitud y cuidado de saber y entender cómo pasaran las cosas de ahí, y asegurarlas para el servicio de Dios y para que tengáis la obediencia que es razón, con la cual las dichas Indias serán gobernadas con justicia, y se tornen a poblar, y rehacer, y para que se obvie a las opresiones que los conquistadores, y otros que han sido allá con cargo y autoridad y so color de esto, y con sus dañadas intenciones, han hecho y hacen para que los indios sean amparados en lo que fuere justo, y tengáis sobre ellos y los dichos conquistadores, y sus haciendas, la autoridad, superioridad, preeminencias y conocimiento que es razón y conviene para ganar y haber la buena voluntad y fidelidad de los dichos indios, y que el Consejo de las Indias se desvele en esto sin otro algún respeto y como cosa que importa muy mucho.

     «56. Y cuanto al repartimiento de los indios, sobre lo cual ha habido diversas informaciones y procesos, y se ha platicado muchas veces, y tenido diversos pareceres y respetos, y últimamente ejemplo, y mandado a don Antonio de Mendoza nuestro visorrey en la Nueva España para que se informase y enviase el suyo, como habréis entendido, la cosa es de mucha importancia para agora y en lo venidero, y será bien que tengáis grande advertencia en la determinación que en esto hiciéredes, por los respetos tocados en este otro capítulo de arriba, y así, no dejéis, habida la dicha información, de examinarla muy bien, y aun consultar todo el negocio con hombres de buen juicio, y que entiendan las cosas de allá, y que tengan principal fin y respeto de la preeminencia real, y lo que toca al bien común de las dichas Indias, y que con esto el repartimiento que se hará sea moderado y menos perjudicial que se pudiere.

     «57. Allende de esto, la cosa que más entretiene los vasallos y súbditos de cualquier nación que sean en la fidelidad de sus señores, es ver que tienen hijos, en que consiste la firmeza de los Estados, con esperanza de haber cada uno de ellos señores de quien puedan ser gobernados, y tanto más por lo que toca a las dichas tierras de Flandres. Y por esto me parece no solamente conveniente, pero necesario, que os tornéis a casar, tomando parentesco y partido conveniente al bien público en cuanto se podrá hacer, y del cual con la ayuda de Dios podáis haber hijos, señaladamente por la consideración arriba dicha, y así por el amor paternal que os tengo, y lo que quiero a los dichos Estados, os aconsejo y ruego que lo hagáis.

     «58. Y no os quiero apremiar al partido que debréis tomar, pero bien os aconsejo en ello principalmente miréis al servicio de Dios y bien público de la Cristiandad, beneficio y satisfacción de los dichos reinos y Estados, y si el casamiento con la hija del rey de Francia se pudiese concertar, y con la firmeza de las cosas tratadas, y restitución de lo del duque de Saboya, y bastante seguridad, me ha parecido y aún parece, que sería lo que convendría. Y si esto no ha lugar, me parecería podría convenir la princesa de Albret, con tanto que se tratase de manera que se quitase la diferencia y pretensión sobre el reino de Navarra, y con medios convenientes, y que se pudiese sacar la dicha princesa de Francia, porque aunque los franceses tuviesen de esto sentimiento, viendo la cosa hecha es de creer que lo disimularán por os ver más fuerte, con lo que tiene el señor de Albret, y no habiendo forma de poder volver de golpe hacia allá, y que ni por esto se dañaría más de lo que está la voluntad de los franceses, no debríades dejar de entrar con él, por lo que se ha algunas veces apuntado de la diferencia que podría ser de los hijos de este matrimonio, lo cual todo bien examinado no tiene fundamento, y se entiende que la dicha princesa es de buena disposición, virtudes, cuerda y bien criada.

     «59. Pero si uno de los casamientos susodichos no se puede hacer, no veo por agora otro partido sino de la una de las hijas del rey de romanos mi hermano, o de la infanta hija de mi hermana, la reina viuda de Francia. Y como estos partidos no son menester para estrechar amistad y deudo, lo que más convendría sería quietar y juntar otra amistad con los respectos susodichos, y si no, os remito de escoger el partido que os satisfaciere. Mas pues la voluntad que tengo a ambas sobrinas es una solamente, ruego a Dios que acertéis por lo mejor.

     «60. Y cuanto al matrimonio de mis hijas vuestras hermanas, y señaladamente de la mayor, después de examinado, y pesando todo lo que en ello se ofrece, no veo para ella partido más a propósito, y aún que convenga, como el del archiduque Maximiliano mi sobrino, porque cuanto a lo que he hablado de casarla en Portugal con el príncipe mi sobrino, ni las edades convendrían, ni sería honesto ni razonable ir contra lo que se ha tratado de su hermana del dicho príncipe de Portugal, antes en perjuicio suyo, siendo este partido muy conveniente a las edades, y todo lo demás, como lo será el de vuestra hermana mayor con el dicho duque Maximiliano, y de gran contentamiento a mi dicho hermano. Las cosas del cual, como se ha dicho arriba, se han proveído y remediado de manera que el dicho duque quedará muy bien, y el padre y él ternán más satisfación a todo lo que os tocare para lo de Italia, y la parte de Flandres, y ansí nos firmamos en que se haga con la bendición de Dios, y siguiendo lo que sobre esto, Nos y la Emperatriz, que sea en gloria, habíamos considerado por nuestros testamentos, y constituyéndole la dote y las sumas contenidas y ordenadas por nosotros en ellos. Y cuanto a lo que se había mirado por los dichos testamentos, por lo que toca a las tierras de Flandres y Borgoña, habiendo después pensado más en ello cuanto a la importancia de los dichos Estados, y que convienen a vuestra grandeza, y que demás he conquistado el ducado de Güeldres y unídolo a ellos, estamos en que los guardéis, confiando en que Dios dará más hijos, y os ruego y encargo muy mucho que este matrimonio se efectúe lo más presto que ser pudiere, teniendo respeto a que vuestra dicha hermana es de edad, y que como dicho es, no se ofrece otro partido tan conveniente.

     «6l. Demás de esto, ofreciéndose vuestra venida acá, podréis traer con vos la dicha vuestra hermana, y no se podría haber ocasión ni medio más conveniente para que venga honradamente, y como se requiere a su calidad, y aunque no vengáis vos, no se debrá dejar su venida, ni diferir más el dicho matrimonio; y así, os ruego que tengáis por bien que se haga, y os lo encomiendo y encargo cuan encarecidamente puedo.

     «62. Ansimismo se ha platicado muchas veces que haciéndose este matrimonio del dicho mi sobrino el archiduque de Austria Maximiliano con vuestra hermana mayor, se le podría encomendar el gobierno de los Estados y tierras de la parte de Flandres, porque como se ha visto y entendido, los de allí no pueden bien ser gobernados por extranjeros, ni tampoco entre los de la misma nación se podría hallar persona a este propósito, ni sin invidia, y así será siempre proveído de alguno de nuestra sangre. Pero no se ha dejado de apuntar que metiendo al archiduque en este cargo, no faltaría quien pusiese en su cabeza de tener fin y emprender de quedarse con los dichos Estados, y por no poder vos residir en ellos, muchas veces la gente de ellos sí se podrían aficionar a los dichos archiduques y vuestra hermana, tanto más dándoles Dios hijos, todavía siendo la cosa tan grande y de tanta importancia, se podrían dejar persuadir con él. Y por esto no he querido tomar en ello resolución hasta vuestra venida, y que hayáis visto la importancia de las tierras, y que conozcáis al archiduque Maximiliano. Es verdad que si se pudiese acabar con la reina viuda de Hungría, mi hermana, continuase el dicho cargo, que ha tanto tiempo tenido, sería lo que más convenía, porque ella lo ha hecho muy bien en paz y en guerra. Pero está puesta en descargarse de él, y, en fin, se remitirá todo hasta vuestra venida, placiendo a Dios.

     «Y cuanto a mi segunda hija, vuestra hermana, debéis efectuar en su tiempo el matrimonio de ella con el príncipe de Portugal, como está concertado, por guardar buena fe, y ser lo que conviene a la Corona de España y al deudo y amistad que se debe a Portugal, a la observación de la cual tendréis siempre buena advertencia, según la afición que el rey mi cuñado ha de continuo mostrado de su parte a ello, y también el infante don Luis, y el cardenal, y lo que se debe a la reina mi hermana, que he hallado en todo lo que se ha ofrecido muy aficionada a mí y a todas mis cosas.

     «Lo mismo siempre he hallado en la reina viuda de Francia y en la reina viuda de Hungría, mis hermanas, y tengo por cierto que entrambas y cada una continuará esta voluntad con vos, y así, recíprocamente debéis corresponder, y tenellas siempre por buenas tías, y favorecellas en todo lo que pudiéredes, y os lo ruego, y os las encomiendo. Y por la fin, os encomiendo muy mucho la observación y cumplimiento de mis testamentos y codicilos, y también los de la Emperatriz, que Dios haya. Y así, por lo que toca a nuestras almas, mandas pías, como en lo demás, yo confío que lo haréis enteramente como buen hijo, y lo merece la paterna voluntad que os habemos tenido y tengo, y ruego a Dios que os ampare de su mano, enderece y guíe vuestros deseos a su servicio, y para bien reinar y gobernar, y finalmente alcanzar la gloria con mi bendición. -De Augusta a 19 de enero de 1548.»



ArribaAbajo

- VI -

Tiene Cortes el príncipe en Valladolid, con poco gusto. -Déjase el antiguo servicio de la casa real de Castilla y toma el de la de Borgoña.

     Quiso el príncipe don Felipe, antes que partiese de Castilla, llamar el reino y darle cuenta de su partida y de la voluntad del Emperador, su padre, que era, que el príncipe Maximiliano quedase por gobernador en ella. Vinieron a estas Cortes los procuradores de las ciudades; juntáronse en Valladolid. Ellas no fueron de mucho gusto, porque Castilla lleva mal las ausencias de sus príncipes.

     Aquí se pidio por parte del reino, que él desempeñaría la especería de las Molucas, porque se la dejasen gozar seis años solamente, mas el Emperador no lo quiso hacer. Puso casa al príncipe a la borgoñona, desautorizando la castellana, que por sola su antigüedad se debía guardar, y más no teniendo nada de Borgoña los reyes de Castilla. Y a 15 de agosto de este año se comenzó a servir a la borgoñona. Servía de mayordomo mayor el duque de Alba, acompañado de don Pedro de Avila, marqués de las Navas; don Pedro de Guzmán, conde de Olivares; Gutierre López de Padilla y don Diego de Acevedo, mayordomos del príncipe, los cuales salieron ricamente vestidos. Y lo mismo los gentileshombres de la boca. Fue caballerizo mayor don Antonio de Toledo, de la Orden de San Juan, y tuvieron la Cámara don Antonio de Rojas, Ruy Gómez de Silva, don Juan, conde de Cifuentes; don Juan de Benavides y don Fadrique de Toledo, comendador mayor de Calatrava. Don Gómez Figueroa, que después heredó el condado de Feria, fue capitán de la guarda española, y de la alemana, un tudesco, y de los archeros, el conde de Horne. Fueron de la boca muchos mayorazgos y principales caballeros.Hízose este día el servicio de plato con reyes de armas vestidos de cotas reales y mazas, con real ceremonia y aparato.



ArribaAbajo

- VII -

Esperaban en Castilla al príncipe Maximiliano. Sálele a recibir el condestable de Castilla. -Despósanse Maximiliano y María.

     Ya se sabía la venida del príncipe Maximiliano, aunque despacio, porque le habían dado unas cuartanas que le fatigaban, lo cual fue causa que se dejasen las fiestas que se habían ordenado, y también por ser tarde, y no poder dilatarse el viaje del príncipe, que ya era el mes de setiembre, y mediado, cuando Maximiliano llegó a Valladolid. El príncipe encomendó su recibimiento y boda a don Pedro Fernández de Velasco, condestable de Castilla, el cual mostró bien quién era en la magnificencia y grandeza con que recibió al príncipe, haciendo lo que siempre sus pasados hicieron en servicio de los reyes.

     Salió el condestable con gran acompañamiento de señores deudos y amigos suyos, ricamente aderazado. Y por buena diligencia que el condestable puso para topar con el príncipe Maximiliano en la raya de Castilla y Aragón, había caminado tanto, que el condestable le halló en la villa de Olivares, cinco leguas de Valladolid, donde le hizo uno de los más altos recibimientos que nunca señor hizo a príncipe. Sabiendo el príncipe que Maximiliano era llegado a Olivares, le salió a recebir y visitar tomando la posta, acompañado del duque de Alba y del almirante de Castilla, y del duque de Sesa y de otros grandes señores y caballeros. Y habiéndose recibido y tratado con el amor y cortesía que entre tan grandes príncipes, y tan deudos, convenía, tornóse el príncipe a Valladolid para recibirle públicamente otro día, que fue su entrada, la cual, y el recibimiento que se le hizo, fue con la solemnidad que a tan gran príncipe se debía.

     Llegado a palacio, se desposó aquella noche con la infanta doña María, por mano de Cristóforo Madrucho, cardenal y obispo de Trento, príncipe del Imperio, que desde Alemaña le venía acompañando, ratificando el desposorio que antes había pasado en Aranjuez por mano de don Juan Martínez Silíceo, arzobispo de Toledo, en virtud de los poderes que había dado el príncipe Maximiliano, que Tomás Perrenoto, señor de Chantonai, su camarero, había traído. El día siguiente a la mañana, el cardenal dijo la misa y los veló. Y al cabo de tres o cuatro días que fueron casados, se representó en palacio una comedia de Ludovico Ariosto, en la forma de teatro y cenas que los romanos solían representar, que fue cosa real y suntuosa.



ArribaAbajo

- VIII -

Parte el príncipe de Valladolid, y su viaje a Flandres. -Viaje del príncipe, de Calvete.

     Primero de octubre deste año, partió el príncipe don Felipe de Valladolid, dejando por gobernadores de Castilla y Aragón a sus hermanos los príncipes recién casados. Acompañaron al príncipe en este viaje el duque de Alba y el duque de Sesa, don Antonio de Toledo, caballerizo mayor; Ruy Gómez de Silva, don Juan de Benavides, gentileshombres de la Cámara; el conde de Cifuentes, don Fadrique de Toledo, hijo mayor del duque de Alba; don Pedro de Guzmán, conde de Olivares, bien nombrado en esta historia, el cual fue por su mayordomo, con su hijo don Enrique de Guzmán, que era paje del príncipe, a quien todos conocemos, y sabemos con cuánto valor y honra de la nación fue embajador en Roma, virrey de Nápoles y Sicilia, y es conde de Olivares. El marqués de las Navas, también mayordomo; Gutiérre López de Padilla, don Diego de Acevedo, don Gómez de Figueroa, capitán de la guarda española, y Reimonde de Tassis, correo mayor del Emperador. Fue su camino por Quintanilla, Aranda de Duero, Burgo de Osma, Monteagudo, donde es la raya de Castilla con Aragón, y el duque de AIba tuvo una triste nueva de la muerte de su hijo primogénito don García de Toledo. Llegó el príncipe a Zaragoza; posó en las casas del conde de Morata, don Pedro de Luna, virrey de Aragón.

     De Zaragoza fue derecho a Nuestra Señora de Montserrate, monasterio de mi Orden; entró en él a 10 de octubre. Aquí se detuvo otro día y confesó y comulgó, que fue siempre este príncipe devotísimo de esta imagen, como debe decir en su historia quien la escribiere bien.

     Aquí llegó por la posta don Francisco de Avalos, marqués de Pescara, hijo de don Alonso de Avalos, marqués del Vasto, tan nombrado y señalado en esta historia. Venía desde Italia en las galeras de Nápoles, con don García de Toledo, para acompañar a Su Alteza. El príncipe le recibió con la cortesía y amor que merecía tan gran caballero.

     A 13 de octubre bajó el príncipe de Montserrate y fue a Barcelona. Aquí le recibió don Juan Fernández Manrique, marqués de Aguilar, que era virrey y capitán general de Cataluña, y don Bernardino de Mendoza, capitán general de las galeras de España, con toda la nobleza de aquella ciudad. Posó en las casas de doña Estefanía de Requeséns, viuda, que fue casada con don Juan de Zúñiga, ayo del príncipe, comendador mayor de Castilla y del Consejo de Estado del Emperador. Detúvose el príncipe tres días en Barcelona; de allí fue a Rosas, donde le esperaba el príncipe Andrea Doria con la armada. De allí pasó a Girona; entró con pompa y aparato real. A 19 de octubre entró en Castellón de Ampurias, que es del duque de Segorbe.

     Aquí estaban infinitos caballeros esperando para embarcarse y acompañar al príncipe en esta jornada. Hay de este viaje un libro particular que escribió Cristóbal Calvete Estrella, criado del mismo príncipe; quien más quisiere de lo que aquí diré, allí lo podrá ver. Sólo digo que no sé qué príncipe del mundo ni qué emperadores romanos jamás gozaron de tantas fiestas ni triunfos como los que se hicieron al príncipe en esta jornada por toda Italia, y en lo que toca de Alemaña y Flandres.



ArribaAbajo

- IX -

Llega el príncipe a Bruselas. -Viuda memorable, doña Estefanía de Requeséns. -Tratan de jurar al príncipe en Flandres. -Muerte del papa Paulo III, y algo de sus condiciones. -Notable pobreza del Papa. -Julio III, nuevo Pontífice, aficionado al Emperador.

     Llegó el príncipe a Bruselas, y al apearse en el palacio imperial, ya noche, la luz de las hachas era tanta, que parecía de día. Fue recibido de las reinas viudas de Francia y de Hungría, sus tías, con gran amor y sumo gozo. Juntas las dos tías, llevaron el príncipe al Emperador, que estaba en su aposento esperándole.

     El recibimiento entre ellos fue cual se puede pensar entre tal padre y tal hijo. Los regocijos y fiestas ya he dicho quién los escribe, que fueron tantos y tales que merecen particular historia.

     Acabadas las fiestas de Bruselas, algunos caballeros españoles trataron de volverse, como lo hizo el conde de Luna, por haber muerto la condesa su mujer y don Luis de Requeséns, comendador mayor de Castilla; porque era fallecida doña Estefanía de Requeséns, su madre, la cual, consumida de una continua tristeza y dolor tan grande que recibió de la muerte de don Juan Zúñiga, comendador mayor de Castilla, su marido, vivió tan poco, que con razón la pueden llamar otra Alcestis o Evadne, o aquella Porcia Romana, mujer de Marco Bruto, así en el amor conyugal como en otras virtudes que doña Estefanía tuvo.

     Después destos caballeros, se partió el duque de Sessa por la posta a Italia, a visitar sus Estados en el reino de Nápoles. Casi en fin de junio partió el almirante de Castilla, y muchos con él, para España, y en aquella sazón se supo la resolución de lo que el Emperador trataba con los Estados de Flandres, sobre jurar al príncipe; los cuales todos, en conformidad, respondieron que, siempre que fuese servido, jurarían por su señor y príncipe futuro a don Felipe, príncipe de España, su hijo, con la cual nueva todos los señores y caballeros se pusieron en orden y se aderezaron ricamente para acompañar al Emperador y a las reinas y príncipe por todas las ciudades, villas y lugares de los Estados de Flandres, en las cuales habían de recibir y jurar al príncipe por señor y legítimo sucesor del Emperador Carlos V, Máximo.

     Comenzó el príncipe este camino de ir a visitar todos estos lugares para ser jurado en ellos, por la villa de Lovaina, cabeza del ducado de Brabante y provincia de la Galia Bélgica, y de aquí fue discurriendo por los lugares y ciudades, donde se le hicieron grandísimas fiestas y le juraron de manera que los Estados que hasta aquí eran como bienes partibles, quedaron vinculados y hechos mayorazgo y herencia forzosa del heredero mayor.

     Después que el príncipe volvió de tan largo viaje y fue jurado en todos los Estados de Flandres, hizo asiento en Bruselas, donde estaba el Emperador, su padre. Quisieron hacer fiestas los caballeros mozos, las cuales se suspendieron porque cayó malo el Emperador, y llegó nueva que el papa Paulo III había muerto en Roma a 10 de noviembre, víspera de San Martín. Murió este Papa de puro frío, en cinco días, y en edad de ochenta y dos años, y sin tener un cojín (siendo riquísimo) sobre que le pusiesen la cabeza sus lacayos, cuando le llevaban muerto al palacio sacro; cosa digna de notar, no porque un cuerpo, muerto haya menester almohadas, sino por lo que requiría la dignidad. Guíalo Dios así para nuestro ejemplo y consuelo, porque era este Pontífice muy polido y regalado, y tenía otras curiosidades que pararon en esto. Lo demás de su vida no me toca escribirlo. Sólo digo que él tuvo al Emperador más miedo que amor, y que en el alma tenía la flor de lis; codició demasiado lo de Parma y Placencia y quiso comprar a Milán, como queda dicho.

     Sucediéndole en el Pontificado Juan María, cardenal de Monte, varón virtuosísimo, por lo cual fue elegido con voluntad de todos, llamóse Julio III. El avisó luego con un proprio al Emperador, ofreciéndosele mucho; y el Emperador mandó luego despachar a don Luis de Avila y Zúñiga, comendador mayor de Alcántara, gentilhombre de su Cámara, para que fuese a Roma y en su nombre visitase al Pontífice, y le diese el parabién de su suprema dignidad, donde Dios le había puesto y colocado. Y poco después que don Luis había partido, envió el príncipe a don Gómez de Figueroa, capitán de su guarda española, para que de su parte visitase al Pontífice y diese el parabién.



ArribaAbajo

- X -

Notable esterilidad y carestía deste año en Castilla.

     Hube por mi ventura un librillo de mano en que con toda curiosidad escribió un autor de aquellos tiempos todas las cosas dignas de memoria sucedidas desde el año de 1500 hasta 1556. No dice el día ni el mes, mas dice el año sin faltar punto; no las prosigue más de hacer memoria con tanta brevedad, que los cincuenta y seis años no ocupan diez pliegos de papel. Hame ayudado mucho para ir seguro y cierto de que va cada cosa en su proprio tiempo, y para algunos puntos curiosos, que si bien se digan con brevedad, recibirá gusto el curioso en saberlos, y más lo que toca a nuestra patria. Dice éste que el año de 1548 fue muy seco en Castilla, falto y caro; que valió en Valladolid a siete maravedís la libra de la vaca, y la del carnero a diez y medio, y la del aceite a diez y nueve, y valiera mucho más si no fuera por la ballena. Valió a veinte y uno la libra de las velas de sebo, y a doce la de peras, uvas y ciruelas, y a cuatro maravedís la carga de agua, y a otros cuatro el harnero de paja; dice precios «que nunca se han visto en Castilla».

     Menudencia parece ésta para historia tan grave, pero si la historia es maestra de la vida humana, hasta estas poquedades ha de sufrir para que vea España el estado de las cosas presentes cuán diferente está dentro de tan pocos años, pues agora cincuenta y cuatro tenían por precios excesivos los que dije, y agora son doblados, habiendo los mismos años, la misma tierra, los mismos ganados, la mesma gente y aun menos, y tanto dinero de las Indias entonces como viene agora. Este secreto, el que lo alcanzare lo diga. Si está en el desorden de los vestidos y aderezos de casas y otros embarazos en que se han metido los castellanos, y la vida ociosa de las mujeres, peligrosa para la honestidad y profana, que no tratan de más que galas.

Arriba