Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Comedia venatoria

Luis de Góngora y Argote



[Nota preliminar: Edición digital a partir de la de Todas las obras en varios poemas, recogidos por don Gonzalo de Hoces y Córdoba, Madrid, 1633, ff. 230v-233v y cotejada con la edición crítica de Laura Dolfi en Teatro completo, Madrid, Cátedra, 1993, pp. 333-352. La consulta de esta excelente edición crítica es imprescindible para la correcta apreciación de la obra. Solo hemos introducido escasas variantes relacionadas con la puntuación].



PERSONAJES
 

 
CUPIDO.
SILVIO.
FLORISCIO.
CAMILA.
CINTIA.




 

(Sale CUPIDO.)

 
CUPIDO
Aunque en humildes paños escondido
y disfrazado en hábito villano,
si es el mismo que desnudo soy vestido,
aquel dios soy del coro soberano
cuya dorada flecha y llama ardiente 5
ha quitado mil veces de la mano
el duro rayo al dios omnipotente,
al fïero Marte la sangrienta espada
y al gran Neptuno el húmido tridente,
y he hecho con mi diestra no domada 10
en medio el suyo conocer mi fuego
al negro Dios de la infernal morada.
¿Qué me extrañáis? Alado soy y ciego,
aunque sin venda, y alas me ha traído
de un noble cazador el justo ruego, 15
la humilde voz, el mísero gemido
de un noble cazador, amador noble,
siempre olvidado, nunca arrepentido;
cuya grave pasión y pena doble
ha vencido el desdén y la dureza 20
del laurel casto y del robusto roble,
y dellos cada cual por su corteza
lágrimas muchas veces ha sudado
de amor el lauro, el roble de terneza.
Por él, y lo que es más, acá he bajado, 25
porque sienta su ingrata cazadora
la dulce flecha del arpón dorado
y siga, no tan libre como agora,
la aljaba al hombro, con ligero paso,
del venado la planta voladora; 30
mas, con semblante de piedad no escaso,
escuche al que le informa en voz doliente
del amor suyo el lacrimoso caso.
Pues no es razón que sola ella se cuente,
con rostro siempre enjuto, las pasiones 35
de la amorosa miserable gente,
siendo yo aquel que enclavo corazones
desde do nace el Sol a donde muere
y desde Mediodía a los Trïones;
así, pues, cuando aqueste brazo quiere, 40
aqueste arco es quien lanza esta saeta,
y esta punta dorada es quien los hiere.
Para dejarla a su pesar sujeta,
quiero esconder este arco y esta aljaba
de este bosque en la parte más secreta, 45
que, por la misma mano del que odiaba
(como veréis), ha de quedar hoy hecha
mansa y humilde, de soberbia y brava.
Quédese el arco, quédese la flecha,
en tanto que yo sigo, disfrazado, 50
desde espeso jaral la senda estrecha;
porque entre los monteros que han llegado
del Príncipe de Tebas este día
a perseguir el puerco y el venado,
quiero de esa robusta montería 55
algún rato gozar desconocido,
y de su generosa cetrería;
y al fin dar a entender que soy Cupido,
aunque en humildes paños escondido.
 

(Vase. Salen SILVIO y FLORISCIO.)

 
SILVIO
A mil torcidos cuernos dando aliento, 60
mil ecos cazadores mil entonan,
y con templados pájaros al viento,
y a la tierra con perros, no perdonan;
la raridad del aire en puntas ciento
halcones solicitan y coronan; 65
la nariz baja, canes extranjeros
calando el monte van con pies ligeros.
La blanca garza, que al romper del día,
el rojo pie escondido en la laguna,
las plumas del gentil pecho pulía 70
con el purpúreo pico de una en una,
y el viejo ciervo que a la par vivía
del bosque, hoy teñirán, sin falta alguna,
la garza del neblí las garras gruesas,
el ciervo del lebrel las fieras presas. 75
Tal es el aparato que ha traído
y de tantos monteros se acompaña,
que ave no abrigará su dulce nido,
ni fïera pisará más la montaña,
de espesas redes bien apercibido, 80
para que ciña con manera extraña
del vasto monte el áspero costado,
fuerte muro de cáñamo anudado.
En sola su confusa montería
hay donde un buen oído se dilate: 85
el corvo cuerno truena, el halcón pía,
el caballo relincha, el perro late,
el cascabel no olvida su armonía
si se sacude el pájaro o se abate;
así que todo hace un dulce yerro, 90
caballo, cascabel, cuerno, halcón, perro...
FLORISCIO
¿Viene gallardo el Príncipe?
SILVIO
Gallardo
y galán viene, a fe, sobre manera.
FLORISCIO
¿Y de qué se vistió?
SILVIO
De verde y pardo,
o de mezclilla, que una y otro era. 95
FLORISCIO
¿Con qué armas piensa andar?
SILVIO
Con solo un dardo
de firme cuento y de cuchilla fiera,
y un fuerte estoque a su siniestro lado
de un tahelí pendiente dilatado.
Tal se mostró aquel día al monte armado 100
el rubio mozo, por su mal valiente,
que manchó con su sangre el verde prado
del jabalí cerdoso el fïero diente;
y tal aquel montero desdichado,
cuya temeridad pobló su frente 105
de vengativos cuernos, en mal hora
fue visto de la casta cazadora.
FLORISCIO
Soberbia caza se nos adereza;
pero dime, ¿de Cintia y de Camila
has merecido hoy ver la gran belleza 110
en sus albergues o en el monte?
SILVIO
Vila
adonde de aquel risco la dureza,
sobre aquella aunque tosca hermosa pila,
en tres Alpes tres venas se desata
en líquida, en templada, en dulce plata. 115
FLORISCIO
¿Y di, estarán allí?
SILVIO
¡Ay!, se habrán ido
a seguir con sus arcos una fïera
que el sabueso de Cintia había sentido
de aquel peinado cerro en la ladera.
ELORISCIO
Busquémoslas; sabrán cómo es venido 120
el Príncipe, que cada cual espera.
SILVIO
Vamos; mas helas, vienen.
 

(Salen CAMILA y CINTIA.)

 
CAMILA
Yo me espanto
cómo con tal herida corrió tanto.
CINTIA
Tan ligero el corzo es,
que no da menos enojos 125
el seguillo con los ojos
que alcanzallo con los pies;
y así por mi cuenta hallo
que, si consientes decillo,
hizo más que tú en herillo, 130
la saeta en alcanzallo.
Mas quede el brazo contento,
Camila, pues que de hoy más,
aunque imposible, podrás
decir que has herido al viento; 135
y quede la mano ufana,
pues lo hirió de manera
que más herido no fuera
de la mano de Diana.
Pues de tal suerte corría 140
que, mientras se desangraba,
rastro hacer no dejaba
de la sangre que vertía;
porque, como viste y vi,
siguiéndole su derrota, 145
aquí dejaba una gota
y otra una legua de allí.
CAMILA
Bien corrió el ciervo; mas baste,
Cintia, para encarecer
lo que le vimos correr, 150
decir que no le alcanzaste
tú, que en correr y saltar
tienes ligereza tanta,
que sin mojarte la planta
puedes correr sobre el mar, 155
y, aunque agora te fatigas,
correr y echar mil traveses
sobre levantadas mieses
sin inclinar sus espigas.
Y así, pues que te cansó 160
muy mucho como el corcillo,
mucho hice yo en herillo,
mucho la flecha voló.
FLORISCIO
Por bien graciosa manera
se alaban ellas agora, 165
la una de cazadora,
y la otra de ligera.
SILVIO
Aguardemos hasta ver
si tienen, en tal lugar,
Camila más que tirar 170
y Cintia más que correr.
CAMILA
Pero, Cintia, si se nota,
bien salimos, por mi vida,
tú con la aljaba perdida
y yo con la cuerda rota. 175
CINTIA
La aljaba se me ha perdido.
CAMILA
Así lo puedes creer,
si no se quedó al correr
tras el corcillo herido.
CINTIA
No sé cómo la perdí, 180
ni aun entiendo de qué suerte
rompiste tú una tan fuerte
cuerda de un tirón.
CAMILA
Yo sí;
con tal fuerza y tan de veras
el arco quise flechar 185
por herillo, que juntar
hice las dos empulgueras:
él la flecha despidió,
y, queriendo abrirse cuanto
lo junté, como fue tanto, 190
la cuerda no lo sufrió.
CINTIA
Tras de una fïera muy brava
yo no sé qué más se pierda
que, por herillo, una cuerda
y, por seguillo, una aljaba. 195
A buscallo quiero ir yo.
CAMILA
Muy buena estaría la ida:
tú serías la perdida
en ir, y el aljaba no.
SILVIO
Salgamos a consolalla, 200
que amor acá me remuerde.
FLORISCIO
Aguarda.
CAMILA
Aun lo que se pierde
en lo llano, no se halla;
cuanto más lo que perdiste
entre matas tan espesas. 205
CINTIA
Muestras de alegre son esas.
CAMILA
Y aun esas muestras de triste.
CINTIA
No hay negallo, triste estoy.
CAMILA
Pues, porque no lo estés más,
ten de ese hilo, y verás 210
cuán grande maestra soy
de torcer cuerdas. Ea, ten.
CINTIA
No me detengas.
CAMILA
Ea, acaba.
CINTIA
Bien hallaré yo mi aljaba
d'sta suerte.
CAMILA
Tuerce bien.
215
 

(Salen SILVIO y FLORISCIO.)

 
SILVIO
¡Mi Cintia!
FLORISCIO
¡Camila bella!
CAMILA
Ay, ¿qué nos ha salteado?
SILVIO
Quien escondido ha escuchado
de cada cual la querella.
CINTIA
¿Y d'lla, que habéis sentido, 220
o al menos de mi cuidado?
SILVIO
Siento de él, que me ha cobrado
la aljaba que has hoy perdido.
CINTIA
¿Cómo así?
SILVIO
Cintia hermosa,
sirviéndote de esta mía 225
y de este arco, que algún día
trujo tu mano envidiosa.
CINTIA
El don, Silvio, es tan galano,
que en tomarlo anda ya cuerda,
puesto que la aljaba pierda 230
tal hombro, el arco tal mano.
Mas no se dirá de mí
que a los dos fui tan cruel,
a ti en desarmarte de él,
a él en quitarlo de ti. 235
FLORISCIO
Pues sea de aqueste modo:
que si te da Silvio el suyo,
tú le des el arco tuyo;
ganarás tú, y él, y todo.
CINTIA
De esa suerte lo haré, 240
por tu gusto y mi reposo.
SILVIO
¡O yo mil veces dichoso,
que tal merced alcancé!
CAMILA
No sé, Cintia, qué te diga;
gana tenías de trocar. 245
CINTIA
Tú no sabes qué es buscar
en el monte con fatiga
y el trabajo que andar es
por esa espesura brava,
donde hallara la aljaba 250
y me dejara los pies.
Esto aun es cuando se halla;
mira tú si hiciera mal
en trocar por un don tal
el trabajo de buscalla. 255
SILVIO
Por solo que no te arguya
Camila más de pecado,
ora de fuerza o de grado
le has de hacer trocar la suya
y el arco, aunque esté rompido, 260
con Floriscio.
FLORISCIO
Haz que quiera,
Cintia, de cualquier manera.
¿Trocarás si te lo pido,
Camila?
CAMILA
No, en buena fe.
FLORISCIO
¿El porqué no me dirás? 265
CAMILA
Floriscio, no sepas má
de que es mi gusto el porqué.
Pero tú dime qué ganas
en ello, que así porfías.
FLORISCIO
Tener yo cosa en las mías 270
de tus manos soberanas,
y armas que del corazón
con la sangre yo bañé.
CAMILA
Floriscio, grande es tu fe;
trueca, mas con condición 275
que me digas si ha llegado
el Príncipe, que deseo
saber ya nuevas de él.
SILVIO
Creo
que ya en la montaña ha entrado.
FLORISCIO
¡Oh arco de mi consuelo, 280
do se pusieron mil veces
tales manos: bien mereces
ser llamado arco del cielo,
pues el mesmo efecto tienes,
causando en nuestros amores 285
serenidad de favores
tras tempestad de desdenes!
CINTIA
Floriscio, déjate de eso,
que nadie te ha de querer,
y lo que puedes hacer 290
en pago del buen suceso,
es llevarte a Silvio luego,
y ambos dejarnos aquí
a tu Camila y a mí.
SILVIO
Hágase de Cintia el ruego, 295
aunque por ello perdamos
su dulce conversación.
FLORISCIO
Acá dejo el corazón;
pero voyme.
CAMILA
Presto.
SILVIO
Vamos.
 

(Vanse y quedan las dos solas.)

 
CINTIA
A trueco de verlos idos, 300
como soy la que interesa,
sé decir que no me pesa
que vayan favorecidos.
CAMILA
Allá vayan, y tú ahora
me cuenta, porque es extraño, 305
de Daliso el dulce engaño
con su ingrata cazadora.
CINTIA
Ayer te lo comencé
a contar y hice pausa,
no me acuerdo por qué causa; 310
óyelo, que es bueno a fe:
de un lantisco, cuyas hojas
sombra daban, y sus ramos
ganchos de donde colgamos
los arcos, las cuerdas flojas, 315
al verde pie recostadas,
que alivio y sombra nos dio,
estábamos Clori y yo
calurosas y cansadas,
y adormecidas después 320
al son de un lento arroyuelo,
que bañaba el verde suelo
y a las dos casi los pies.
Una solícita abeja,
sin tener en mi mancilla, 325
maltratada en la mejilla
y dolorosa me deja.
Diome, aunque breve, el tormento
tan terrible la picada,
que, a mis quejas alterada, 330
Clori despertó al momento
y con gana de burlar
me dijo: «No estés quejosa,
que teniéndote por rosa
muy bien te pudo picar; 335
porque tal estás agora,
que la abeja te juzgó
por rosa que se cayó
del rojo seno a la Aurora;
y aun la más fresca de aquéllas 340
de que ella ciñe su frente,
cuando vierte desde Oriente
bello aljófar, perlas bellas;
y así, perdónale el daño,
pues las dos ganáis de un arte: 345
ella dulzura en picarte
y tú alabanza en su engaño.
Pero si te da tal pena
la picada, bien sé yo
palabras que me enseñó 350
la gran mágica Filena:
que mordiendo la picada
tres veces, y dichas quedo,
hacerte con ellas puedo
que el dolor sea poco o nada.355



[Aquí terminan los 355 versos de esta comedia incompleta atribuida a Góngora. Sobre dicha atribución, véase la Introducción de Laura Dolfi en la citada edición, p. 12, n.3].



Indice