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(Sale CUPIDO.)
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CUPIDO | Aunque
en humildes paños escondido | | y disfrazado en hábito
villano, | | si es el mismo que desnudo soy vestido, | | aquel
dios soy del coro soberano | | cuya dorada flecha y llama ardiente
| 5 | ha quitado mil veces de la mano | | el duro
rayo al dios omnipotente, | | al fïero Marte la sangrienta
espada | | y al gran Neptuno el húmido tridente, | | y
he hecho con mi diestra no domada | 10 | en medio el suyo conocer
mi fuego | | al negro Dios de la infernal morada. | | ¿Qué
me extrañáis? Alado soy y ciego, | | aunque sin
venda, y alas me ha traído | | de un noble cazador el
justo ruego, | 15 | la humilde voz, el mísero
gemido | | de un noble cazador, amador noble, | | siempre olvidado,
nunca arrepentido; | | cuya grave pasión
y pena doble | | ha vencido el desdén y la dureza | 20 |
del laurel casto y del robusto roble, | | y
dellos cada cual por su corteza | | lágrimas muchas
veces ha sudado | | de amor el lauro, el roble de terneza.
| | Por él, y lo que es más,
acá he bajado, | 25 | porque sienta su ingrata cazadora
| | la dulce flecha del arpón dorado | | y
siga, no tan libre como agora, | | la aljaba al hombro, con
ligero paso, | | del venado la planta voladora; | 30 | mas,
con semblante de piedad no escaso, | | escuche al que le informa
en voz doliente | | del amor suyo el lacrimoso caso. | | Pues
no es razón que sola ella se cuente, | | con rostro
siempre enjuto, las pasiones | 35 | de la amorosa miserable gente,
| | siendo yo aquel que enclavo corazones
| | desde do nace el Sol a donde muere | | y desde Mediodía
a los Trïones; | | así, pues,
cuando aqueste brazo quiere, | 40 | aqueste arco es quien lanza
esta saeta, | | y esta punta dorada es quien los hiere. | | Para
dejarla a su pesar sujeta, | | quiero esconder este arco y
esta aljaba | | de este bosque en la parte más secreta,
| 45 | que, por la misma mano del que odiaba
| | (como veréis), ha de quedar hoy hecha | | mansa y
humilde, de soberbia y brava. | | Quédese
el arco, quédese la flecha, | | en tanto que yo sigo,
disfrazado, | 50 | desde espeso jaral la senda estrecha; | | porque
entre los monteros que han llegado | | del Príncipe
de Tebas este día | | a perseguir el puerco y el venado,
| | quiero de esa robusta montería
| 55 | algún rato gozar desconocido, | | y de su generosa
cetrería; | | y al fin dar a entender
que soy Cupido, | | aunque en humildes paños escondido.
| |
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(Vase. Salen SILVIO y FLORISCIO.)
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SILVIO |
A mil torcidos cuernos dando aliento, | 60 | mil ecos cazadores mil entonan, | | y con templados pájaros
al viento, | | y a la tierra con perros, no perdonan; | | la
raridad del aire en puntas ciento | | halcones solicitan y
coronan; | 65 | la nariz baja, canes extranjeros | | calando el
monte van con pies ligeros. | | La blanca
garza, que al romper del día, | | el rojo pie escondido
en la laguna, | | las plumas del gentil pecho pulía
| 70 | con el purpúreo pico de una en una, | | y el viejo
ciervo que a la par vivía | | del bosque, hoy teñirán,
sin falta alguna, | | la garza del neblí las garras
gruesas, | | el ciervo del lebrel las fieras presas. | 75 | Tal
es el aparato que ha traído | | y de tantos monteros
se acompaña, | | que ave no abrigará su dulce
nido, | | ni fïera pisará más la montaña,
| | de espesas redes bien apercibido, | 80 | para que ciña
con manera extraña | | del vasto monte el áspero
costado, | | fuerte muro de cáñamo anudado. | | En sola su confusa montería | | hay
donde un buen oído se dilate: | 85 | el corvo cuerno truena,
el halcón pía, | | el caballo relincha, el perro
late, | | el cascabel no olvida su armonía | | si se sacude
el pájaro o se abate; | | así que todo hace un
dulce yerro, | 90 | caballo, cascabel, cuerno, halcón,
perro... | |
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FLORISCIO | ¿Viene gallardo el
Príncipe? |
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SILVIO | Gallardo
| | y galán viene, a fe, sobre manera. | |
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SILVIO | De
verde y pardo, | | o de mezclilla, que una y otro era. | 95 |
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FLORISCIO |
¿Con qué armas piensa andar? |
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SILVIO | Con
solo un dardo | | de firme cuento y de cuchilla fiera, | | y
un fuerte estoque a su siniestro lado | | de un tahelí
pendiente dilatado. | | Tal se mostró
aquel día al monte armado | 100 | el rubio mozo, por su
mal valiente, | | que manchó con su sangre el verde
prado | | del jabalí cerdoso el fïero diente; | | y tal aquel montero desdichado, | | cuya temeridad pobló
su frente | 105 | de vengativos cuernos, en mal hora | | fue visto
de la casta cazadora. | |
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FLORISCIO | Soberbia
caza se nos adereza; | | pero dime, ¿de Cintia y de Camila
| | has merecido hoy ver la gran belleza | 110 | en sus albergues
o en el monte? |
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SILVIO | Vila
| | adonde de aquel risco la dureza, | | sobre aquella aunque
tosca hermosa pila, | | en tres Alpes tres venas se desata
| | en líquida, en templada, en dulce plata. | 115 |
|
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SILVIO |
¡Ay!,
se habrán ido | | a seguir con sus arcos una fïera
| | que el sabueso de Cintia había sentido | | de aquel
peinado cerro en la ladera. | |
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ELORISCIO | Busquémoslas;
sabrán cómo es venido | 120 | el Príncipe,
que cada cual espera. | |
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|
SILVIO | Vamos; mas helas, vienen. |
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(Salen CAMILA y CINTIA.)
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CAMILA | Yo
me espanto | | cómo con tal herida corrió tanto.
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CINTIA | Tan ligero el corzo es, | | que no
da menos enojos | 125 | el seguillo con los ojos | | que alcanzallo
con los pies; | | y así por mi cuenta
hallo | | que, si consientes decillo, | | hizo más que
tú en herillo, | 130 | la saeta en alcanzallo. | | Mas
quede el brazo contento, | | Camila, pues que de hoy más,
| | aunque imposible, podrás | | decir que has herido
al viento; | 135 | y quede la mano ufana, | | pues
lo hirió de manera | | que más herido no fuera
| | de la mano de Diana. | | Pues de tal suerte
corría | 140 | que, mientras se desangraba, | | rastro hacer
no dejaba | | de la sangre que vertía; | | porque,
como viste y vi, | | siguiéndole su derrota, | 145 | aquí
dejaba una gota | | y otra una legua de allí. | |
|
|
CAMILA |
Bien corrió el ciervo; mas baste,
| | Cintia, para encarecer | | lo que le vimos correr, | 150 | decir
que no le alcanzaste | | tú, que en
correr y saltar | | tienes ligereza tanta, | | que sin mojarte
la planta | | puedes correr sobre el mar, | 155 | y,
aunque agora te fatigas, | | correr y echar mil traveses | |
sobre levantadas mieses | | sin inclinar sus espigas. | | Y
así, pues que te cansó | 160 | muy mucho como el
corcillo, | | mucho hice yo en herillo, | | mucho la flecha voló.
| |
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FLORISCIO | Por bien graciosa manera | | se
alaban ellas agora, | 165 | la una de cazadora, | | y la otra de
ligera. | |
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SILVIO | Aguardemos hasta ver | |
si tienen, en tal lugar, | | Camila más que tirar | 170 |
y Cintia más que correr. | |
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CAMILA | Pero,
Cintia, si se nota, | | bien salimos, por mi vida, | | tú
con la aljaba perdida | | y yo con la cuerda rota. | 175 |
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CINTIA |
La aljaba se me ha perdido. | |
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CAMILA | Así
lo puedes creer, | | si no se quedó al correr | | tras
el corcillo herido. | |
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CINTIA | No sé
cómo la perdí, | 180 | ni aun entiendo de qué
suerte | | rompiste tú una tan fuerte | | cuerda de un
tirón. |
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CAMILA | Yo
sí; | | con tal fuerza y tan de veras
| | el arco quise flechar | 185 | por herillo, que juntar | | hice
las dos empulgueras: | | él la flecha
despidió, | | y, queriendo abrirse cuanto | | lo junté,
como fue tanto, | 190 | la cuerda no lo sufrió. | |
|
|
CINTIA |
Tras de una fïera muy brava | | yo no
sé qué más se pierda | | que, por herillo,
una cuerda | | y, por seguillo, una aljaba. | 195 | A
buscallo quiero ir yo. | |
|
|
CAMILA | Muy buena estaría la
ida: | | tú serías la perdida | | en ir, y el aljaba
no. | |
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SILVIO | Salgamos a consolalla, | 200 | que
amor acá me remuerde. | |
|
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CAMILA |
Aun
lo que se pierde | | en lo llano, no se halla; | | cuanto
más lo que perdiste | | entre matas tan espesas. | 205 |
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|
CINTIA |
Muestras de alegre son esas. | |
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|
CAMILA | Y aun esas muestras
de triste. | |
|
|
CINTIA | No hay negallo, triste
estoy. | |
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CAMILA | Pues, porque no lo estés más,
| | ten de ese hilo, y verás | 210 | cuán grande maestra
soy | | de torcer cuerdas. Ea, ten. | |
|
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CINTIA | Bien hallaré yo mi aljaba | | d'sta suerte.
|
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(Salen SILVIO y FLORISCIO.)
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CAMILA | Ay, ¿qué nos ha salteado? | |
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|
SILVIO | Quien
escondido ha escuchado | | de cada cual la querella. | |
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CINTIA |
¿Y d'lla, que habéis sentido, | 220 |
o al menos de mi cuidado? | |
|
|
SILVIO | Siento de él, que
me ha cobrado | | la aljaba que has hoy perdido. | |
|
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SILVIO | Cintia
hermosa, | | sirviéndote de esta mía | 225 | y de este
arco, que algún día | | trujo tu mano envidiosa.
| |
|
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CINTIA | El don, Silvio, es tan galano,
| | que en tomarlo anda ya cuerda, | | puesto que la aljaba pierda
| 230 | tal hombro, el arco tal mano. | | Mas no
se dirá de mí | | que a los dos fui tan cruel,
| | a ti en desarmarte de él, | | a él en quitarlo
de ti. | 235 |
|
|
FLORISCIO | Pues sea de aqueste modo:
| | que si te da Silvio el suyo, | | tú le des el arco
tuyo; | | ganarás tú, y él, y todo. | |
|
|
CINTIA |
De esa suerte lo haré, | 240 | por tu
gusto y mi reposo. | |
|
|
SILVIO | ¡O yo mil veces dichoso, | | que
tal merced alcancé! | |
|
|
CAMILA | No sé,
Cintia, qué te diga; | | gana tenías de trocar.
| 245 |
|
|
CINTIA | Tú no sabes qué es buscar | | en el monte
con fatiga | | y el trabajo que andar es
| | por esa espesura brava, | | donde hallara la aljaba | 250 | y me
dejara los pies. | | Esto aun es cuando se
halla; | | mira tú si hiciera mal | | en trocar por un
don tal | | el trabajo de buscalla. | 255 |
|
|
SILVIO | Por
solo que no te arguya | | Camila más de pecado, | | ora
de fuerza o de grado | | le has de hacer trocar la suya | | y
el arco, aunque esté rompido, | 260 | con Floriscio. |
|
|
FLORISCIO |
Haz
que quiera, | | Cintia, de cualquier manera. | | ¿Trocarás
si te lo pido, | | Camila? |
|
|
|
FLORISCIO | ¿El porqué no me dirás?
| 265 |
|
|
CAMILA | Floriscio, no sepas má | | de que es mi gusto
el porqué. | | Pero tú dime
qué ganas | | en ello, que así porfías.
| |
|
|
FLORISCIO | Tener yo cosa en las mías | 270 | de tus manos
soberanas, | | y armas que del corazón
| | con la sangre yo bañé. | |
|
|
CAMILA | Floriscio,
grande es tu fe; | | trueca, mas con condición | 275 | que
me digas si ha llegado | | el Príncipe, que deseo | |
saber ya nuevas de él. |
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|
SILVIO | Creo
| | que ya en la montaña ha entrado. | |
|
|
FLORISCIO | ¡Oh
arco de mi consuelo, | 280 | do se pusieron mil veces | | tales manos:
bien mereces | | ser llamado arco del cielo, | | pues
el mesmo efecto tienes, | | causando en nuestros amores | 285 | serenidad
de favores | | tras tempestad de desdenes! | |
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CINTIA | Floriscio,
déjate de eso, | | que nadie te ha de querer, | | y lo
que puedes hacer | 290 | en pago del buen suceso, | | es
llevarte a Silvio luego, | | y ambos dejarnos aquí | | a tu Camila y a mí. | |
|
|
SILVIO | Hágase de Cintia
el ruego, | 295 | aunque por ello perdamos | |
su dulce conversación. | |
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|
FLORISCIO | Acá dejo
el corazón; | | pero voyme. |
|
|
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|
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(Vanse y quedan las dos solas.)
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CINTIA |
A trueco de verlos idos, | 300 | como soy la
que interesa, | | sé decir que no me pesa | | que vayan
favorecidos. | |
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CAMILA | Allá vayan,
y tú ahora | | me cuenta, porque es extraño,
| 305 | de Daliso el dulce engaño | | con su ingrata cazadora.
| |
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CINTIA | Ayer te lo comencé | | a contar
y hice pausa, | | no me acuerdo por qué causa; | 310 | óyelo,
que es bueno a fe: | | de un lantisco, cuyas
hojas | | sombra daban, y sus ramos | | ganchos de donde colgamos
| | los arcos, las cuerdas flojas, | 315 | al verde
pie recostadas, | | que alivio y sombra nos dio, | | estábamos
Clori y yo | | calurosas y cansadas, | | y
adormecidas después | 320 | al son de un lento arroyuelo,
| | que bañaba el verde suelo | | y a las dos casi los
pies. | | Una solícita abeja, | | sin
tener en mi mancilla, | 325 | maltratada en la mejilla | | y dolorosa
me deja. | | Diome, aunque breve, el tormento
| | tan terrible la picada, | | que, a mis quejas alterada, | 330 | Clori despertó al momento | | y con
gana de burlar | | me dijo: «No estés quejosa, | | que
teniéndote por rosa | | muy bien te pudo picar; | 335 | porque
tal estás agora, | | que la abeja te juzgó | |
por rosa que se cayó | | del rojo seno a la Aurora;
| | y aun la más fresca de aquéllas
| 340 | de que ella ciñe su frente, | | cuando vierte desde
Oriente | | bello aljófar, perlas bellas; | | y
así, perdónale el daño, | | pues las dos
ganáis de un arte: | 345 | ella dulzura en picarte | | y tú
alabanza en su engaño. | | Pero si
te da tal pena | | la picada, bien sé yo | | palabras
que me enseñó | 350 | la gran mágica Filena:
| | que mordiendo la picada | | tres veces,
y dichas quedo, | | hacerte con ellas puedo | | que el dolor
sea poco o nada. | 355 |
|
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[Aquí terminan los 355 versos de
esta comedia incompleta atribuida a Góngora. Sobre
dicha atribución, véase la Introducción
de Laura Dolfi en la citada edición, p. 12, n.3].