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11

El romance vive, naturalmente, dentro de una tradición oral y ésta -al transmitir el «cantar»- hace que no sea un fósil, sino que como cuerpo vivo tome del ambiente los medios para subsistir: así se explican los finales «analógicos» con otros textos o los versos vivos en otros romances.

 

12

Cf. J. M. Cossío y T. MAZA, Romancero Popular de la Montaña. Santander 1933, t. I, p. 27-35.

En Cúllar-Baza (Granada) se canta la siguiente versión reducida a los estrechos límites de un incidente doméstico totalmente localizado:


   Rey moro tenía un hijo          que Paquino se llamaba
se enamoró de Altamares          siendo su querida hermana.
Sábado por la mañana          cayó malito en la cama
y subió su padre a verlo          domingo por la mañana.
-«¿Que tienes Paquino mío,          Paquino de mis entrañas?»
- «Tengo una calenturita          que me ha traspasado el alma.
Que me maten un pichón          de esos que se crían en casa
y si un caso me lo suben          que me lo suba mi hermana:
que me lo suba ella sola,          que no suba con compaña.»
    Como era veranito          lo subió en senaguas blancas.
(Con una taza de caldo          los muertos resucitaban.)
   Con un pañuelito blanco          ya los ojos le vendaba,
la ha cogido de la mano          y la ha metido en la cama
- «¡En un corro de mocitos,          Paquino no digas nada!»
    Estando un día en la mesa,          su padre que la miraba
- «¿Padre, ¿qué me miras tanto?»          - «Hija, no te miro nada,
que se te alza el vestido          como mujer obligada»
   Llamaron a los doctores          los mejores de Granada;
unos le cogen el pulso,          otros le miran la cara.
- «Que no tengan que sentir          la niña es que está opilada.»
    Al cumplir los nueve meses          tuvo una blanca muchacha.
¿Como le van a poner          hija de hermano y hermana?



En Zaragoza recogí una versión -muy distinta de todas las otras- no exenta de belleza. Otros textos localizados en Aragón fueron publicados por P. MARÍN en AFA, t. III, 1950, pgs. 270-271 y en la misma revista, t. V, 1953, pgs. 136-137.

 

13

La escena representa un banquete descompuesto; Amón muerto sobre la mesa y los manteles ensangrentados.

 

14

Edic. Nueva Bibliot. Aut. Esp., t. IV, p. 432 b y 433. Calderón, se sabe, reproduce ad pedem litterae este acto tercero de Tirso, como segundo de Los cabellos de Absalón. El pasaje que nos interesa puede verse en la edición de la Bib. Aut. Esp., t. IX, p. 432 c.

Los versos siguientes a los que transcribo plantean algún problema textual que no es momento de resolver. En Tirso hay un «caliente está la colada» que repugna por su zafiedad; Calderón lo ha convertido en «caliente está, tu vengada».

 

15

Tirso, op. cit., p. 426b. Cf.:

TAMAR
    Aunque su muerte sintiera,
me holgara verte en su trono;
que en efecto tú y yo hermanos
de padre y madre somos.

(Calderón, op. cit., p. 422b)                


 

16

Es muy sabido lo de Marinero por mira Nero; tengo documentado conde Sino por Montesinos; el conde Sol castellano, no es sino el conde Alzón con fonética andaluza (RFE VII, 297). Esta etimología popular sobre nombres exóticos se verifica también en las designaciones geográficas la Abadía por Lombardía (íb., p. 273), etc.

 

17

Thamar y Amnón apud Romancero gitano, núm. 18. El entronque de este poema con nuestro teatro áureo (Tirso concretamente) ha sido señalado por DÍAZ PLAJA, Federico García Lorca. Col. Austral, núm. 1221, pgs. 135-139, aunque La Dama d'Aragó, allí aducida como tema popular de incesto, me parece fuera de lugar. No se olvide el carácter tradicional que entre nuestro pueblo tiene el romance aquí estudiado.

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