1
P. Salinas, Hom. Martinenche, p. 273.
2
El Cisne, AA, p. 209. Sobre el erotismo de Delmira. Zum Felde ha escrito valiosas observaciones, entreveradas con otras muy discutibles (Prólogo a su edición, págs. 11-24).
3
Prescindo de poemas como Flor nocturna (Al, págs. 235-236), Nocturno hivernal (ib., p. 281) o como Medioeval (ib., páginas 289-291) en las que el «ambiente» lo es todo. Pero llamo la atención hacia el hecho: ninguno de estos poemas se imprimió en vida de la poetisa.
4
¡Oh, Tú, CV, p. 126, Cfr.:
(Supremo idilio, LB, p. 83). |
Véanse otros poemas, como Misterio: ven... (LB, págs. 53-54) o Crepúsculo (Al, págs. 231-232).
5
A veces la influencia directa de Bécquer (Rima VII) es palpable:
Y yo sueño en los cantos que duermen en mi lira. | |||
Cuando un ave vibrante de plumaje escarlata | |||
En la ventana abierta, se detiene y me mira: | |||
-¿Qué haces? -dice; allá abajo, ¡es primavera! |
6
En algunos puntos, por caminos bien distintos, hemos coincidido Zum Felde y yo (véanse las págs. 23-24 de su edic.). Llamo la atención sobre el hecho porque pueda ser garantía de acierto seguro.
7
La noche entró..., CM, p. 89.
8
Moradas primeras, cap. II, págs. 326 b-327 a (cito por la edic. de Valbuena Prat. Madrid, 1942, aunque hago alguna ligera corrección a la vista de ediciones del siglo XVI). Pienso también -olvídense diferencias- en el canto de las criaturas de San Juan:
|
(Cántico espiritual, estrofa V). |
9
El Intruso, LB, p. 63.
10
Obras de San Juan de la Cruz, edición crítica por el P. Gerardo de San Juan de la Cruz. Toledo, 1912-1914, II, p. 514.