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Los figurones literarios se publicó en el tomo I de las Obras Poéticas de la autora (1804) y nunca se representó.

 

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El egoísta se publicó, como la anterior, en el tomo I de las Obras Poéticas (1804) y tampoco se representó. La reeditan Luque y Cabrera en la obra ya citada.

 

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Las esclavas amazonas nunca ha sido publicada, conociéndose hasta hoy en manuscrito. (Biblioteca Nacional de Madrid, Mss. 16507 y 17196; Biblioteca Municipal de Madrid, Mss. 1-28-14). Se representó en los Caños del Peral los días 4, 5, 6, 7, 8 y 20 de noviembre de 1805.

 

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Bordiga (Rosa trágica 105-112) señala las reminiscencias autobiográficas de esta comedia. De hecho, las malas costumbres de Sidney, el egoísta, parecen recordar con mucho las del marido de la autora, José Cabrera, que también tuvo, como el protagonista de esta comedia, problemas con la justicia.

 

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Las concomitancias entre Gálvez y Moratín, especialmente en lo que refiere a La comedia nueva y Los figurones literarios, han sido ya exploradas por la crítica. Tanto Alborg como Cook la tacharon sin más de imitadora de Moratín, aunque Whitaker posteriormente ha mostrado, sobre el deseo común de reforma teatral que emerge de ambas obras, la originalidad de Los figurones literarios, resaltando la novedad que supone la incorporación de técnicas caricaturescas y de nuevos modelos de personajes femeninos, en respuesta al mensaje patriarcal de las obras moratinianas.

 

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«A veces / el público no se halla / De su parecer; le niega / Las opiniones más claras; / Dice, perdiendo el respeto / A su ciencia y á sus canas, / Que es un estúpido, un tonto...» (Obras Poéticas I: 259).

 

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«Prefiriría la reclusión de un claustro al tormento de dar a vm. la mano», le dice Inés al extravagante pretendiente que le ha buscado su padre en Un loco hace ciento (374).

 

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«No tienes que agradecerlo/ A la inclinación que sabes/ Alberto/ que te profeso/ Pues sin ella les diría/ Francamente que no quiero», le explica Isabel a Alberto, que no da crédito por cierto al aplomo con el que ésta expresa su oposición a la voluntad de su tío en la cuestión del matrimonio (Los figurones 293).