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A esa luz que nos
crea y nos destruye a un tiempo,
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A mitad de camino
entre la mar y el suelo
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Amárrate,
alma mía; sujétate a este mármol,
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Aunque no estoy
confusa
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Bajo mi cama
estáis, conchas, algas, arenas:
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Cada noche te espero
desde antes de acostarme,
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Como arreciaban
más las olas, y la casa
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Cuando sobrepasemos
la raya que separa
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Cuando, tras asearla
con las aguas lustrales,
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Déjame que te
alcance la compartible boca
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Denso es el aire
aquí. Y tibio. Lo respiro
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El insomnio beberme
hasta la última gota.
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El pájaro que
vuela sabe de un dios menor que sabe
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El tráfago
del muelle
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En el joyero
Tiffany's se marchita una joven
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En el recinto sepia
de tu fotografía,
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Escucho las campanas
del puente de los barcos:
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Espejo de la
mañana.
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Estaba abierto el
cielo y mi hijo en mis brazos,
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Hacer girar el
corazón contra su aguja,
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La niña de
trenzas y flequillo, de babero y maleta a la espalda,
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Las ciudades
nocturnas, sus paisajes,
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Llegué cuando
una luz muriente declinaba.
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Me despoja de
mí el silencio en las torres
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Montera sobre el
muslo, pie pequeño, entrecejo
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No llamaré a
tus puertas, aldaba de noviembre:
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No por mí:
por el vuelo de una paloma ciega,
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Oigo crujir tus
hojas y vuelvo a estremecerme,
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Porque te fue
negado
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Puede a veces la
bestia expresar su ternura,
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Queda detrás
la puerta cerrada y entre todas
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Quien apiña
la noche bajo el embozo, vuelve
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¿Quién
desvía tu vuelo y me desea ahora?
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Recógete,
alma mía. Es sólo la belleza
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Si ves Moldava
abajo, río abajo
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Tendida el largo
suelo hasta dar en los montes,
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Tu mensajero vino y
me habló brevemente;
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Una cosa, amor
mío, me será imprescindible
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Verdad es que en el
mapa figuraba distante, que una rueda
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Volveré a tus
estancias, padre Haendel, y a encerrarme con clave
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Vuelvo a cruzar tus
verjas, jardín, vergel amable
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Vuelvo a escribirte,
Denise, sobre la misma mesa
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Ya está todo
en sazón. Me siento hecha,
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