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11

Ibíd., p. 438.

 

12

Vid. su nota 3 al capítulo 26 del primer Quijote, ed. cit., p. 1263, b.

 

13

Sobre este punto vid., M. CHEVALIER, L'Arioste en Espagne (1530-1650). Recherches sur l'influence del «Roland furieux», Burdeos, 1966, pp. 472-475; así como el ya cit. estudio de A. LABERTIT, pp. 140-141.

 

14

J. B. AVALLE-ARCE, Don Quijote como forma de vida, March-Castalia. Madrid. 1976 p. 209.

 

15

Vid. sobre esto la Introducción a mi edición de las Novelas Ejemplares, Ed. Nacional, Madrid, vol. 1, especialmente pp. 69 y ss.

 

16

En esta línea entraría la interpretación que de la cueva de Montesinos ofrece AVALLE-ARCE en su ob. cit.:

«En esta aventura Cervantes ha anticipado la ideología y la técnica del esperpento de Valle-Inclán. Como los héroes clásicos de que nos hablaba el ciego poeta Max Estrella (Luces de Bohemia), Don Quijote, en esta ocasión también se ha paseado ante los espejos cóncavos del Callejón del Gato. Pero la rabiosa conciencia de Valle-Inclán le llevó a crear indignos peleles, como el protagonista de Los cuernos de don Friolera, mientras que la imaginación de Cervantes siempre fue más compasiva.

Así y todo los personajes que pueblan la cueva de Montesinos están totalmente desustanciados, sólo aciertan a parodiarse a sí mismos, deformados, como también lo están en el subconsciente de Don Quijote, por los espejos cóncavos de Max Estrella» (p. 207).