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1

105-3. El texto: «Cherinos». (N. del E.)1.1

 

1.1

[El aparato crítico del original aparece en Comedias y entremeses, tomo IV, edición de R. Schevill y A. Bonilla, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodríguez, 1918, páginas 222 a 233. (N. del E.)]

 

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105-8. Así la primera edición; pero otras posteriores traen «No visto». No tenemos noticia de ningún entremés que lleve el título «del llovista». ¿Se tratará de una errata, o de otra obra perdida de Cervantes? (N. del E.)

 

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106-3. Llamábase autor, en las compañías cómicas del siglo XVII, al que cuidaba del gobierno económico de ellas y era jefe de las mismas. (N. del E.)

 

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106-5. «Carga cerrada, lo que se compra o toma sin saber si es bueno o malo.» (Covarrubias.) (N. del E.)

 

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106-7. «Tercio vale la mitad de una carga que se lleva a lomo.» (Covarrubias.) (N. del E.)

 

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106-12. Denomínase parte a cada uno de los actores o cantantes de que se compone una compañía.

En las compañías dramáticas del siglo XVII cítanse, por orden de mayor a menor importancia: primeras, segundas y terceras partes.

Ni Pellicer, ni la generalidad de los escritores que se han ocupado en la organización y régimen interior de las antiguas compañías dramáticas españolas, explican con suficiente claridad lo que fuese una compañía de partes. En los Nuevos datos acerca del histrionismo español en los siglos XVI y XVII, de D. Cristóbal Pérez Pastor (Madrid, 1901), constan, entre otros menos significativos, los siguientes acerca del particular:

«7 marzo 1637.- Concierto de Pedro de Ayala, representante, con Francisco Galindo, autor de comedias, para asistir en su compañía hasta Carnestolendas de 1638, para representar los primeros papeles y cantar y bailar, cobrando la parte que le tocare en las tales comedias y representaciones, por cuanto la dicha compañía es de partes



Andrés de Claramonte, en 19 de junio de 1614, contrae obligación, con once actores cuyos nombres se expresan, para «hacer compañía de partes por tiempo y espacio que queda de este año» (págs. 145 y siguientes de la citada obra). Claramonte se obliga a dar hasta cuarenta comedias, y todas las demás que dicha compañía pidiere, y todos, a su vez, quedan obligados: primero, a andar juntos y a representar durante el tiempo de la compañía; segundo, a repartirse los papeles conforme al parecer y voluntad de la compañía; tercero, a asistir con puntualidad a los ensayos, pagando una multa de dos reales si no lo hicieren; cuarto, a dar la parte que le tocare al compañero que cayere enfermo; quinto, a formar una caja de depósito, cuyas llaves tendrá uno de ellos, para echar en la misma, «de todas las representaciones que se hicieren..., veinte y cinco reales», abriéndose la caja al terminar el plazo de la compañía, y repartiéndose su contenido entre todos los compañeros «conforme a lo que cada uno hubiere de haber por esta escritura y abajo irá declarado». Al final se declara el haber que a cada uno corresponde, así de parte como de ración. A uno, por ejemplo, le pertenecen nueve reales de parte y cuatro de ración; a otro, seis de parte y cuatro de ración; a otro, cuatro de parte y tres de ración; etc., etc.

Infiérese de todo esto que la denominación «compañía de partes» se refiere especialmente al gobierno económico de aquélla, y que podía haber, y había, compañías que no tenían ese carácter. Tal especialidad consistía en que en la compañía de partes (deducidos los gastos de representación, la ración diaria que a cada actor correspondía para su mantenimiento, y el sueldo convenido) la ganancia de cada representación se repartía entre los asociados, proporcionalmente a la categoría de sus papeles, o por partes iguales, o según lo concertado. Por el contrario, no siendo la compañía de partes, cada representante tenía ración y sueldo fijos, pagados por el autor o empresario, sin derecho a entrar a la parte en las demás ganancias.

Rennert, en The Spanish Stage, New York, 1909, página 146, lo explica con claridad: «Theatrical companies in Spain were of two kinds: those in which the players worked for a salary paid them by the autor or manager, and those in which the players worked on shares. The latter were called compañías de parte

En uno de los documentos publicados por el Sr. Rodríguez Marín en el Boletín de la Real Academia Española, tomo I, cuadernos 2.º y 3.º (de Sevilla, 13 de marzo de 1609), catorce actores forman compañía, fijando la cuantía de sus sueldos, «con declaración que si en las dichas representaciones que hiciéremos no alcanzare a llevar cada uno de nos tanta cantidad como está dicha, se ha de bajar y quitar respectivamente de como cada uno va ganando; y si más cantidad hubiere, se ha de repartir entre nosotros respectivamente como está dicho.- Iten con condición que, luego que hayamos fecho cada una de las dichas representaciones, se ha de partir el dinero que dellas se hiciere luego incontinenti, sin plazo ni dilación alguna, y de llevar cada uno de nos lo que a cada uno le cupiere della.» (N. del E.)

 

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106-21. Compárese Don Quixote (al libro de don Quixote de la Mancha, Urganda la desconocida): «Aunque de ingenio boto, muchas vezes despuntas de agudo.» (I, 25, fol. 128 recto.) (N. del E.)

 

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107-5. Deben de faltar palabras, porque la frase carece de sentido (como no indique que el voluminoso gobernador podía despreciar el gobierno de las Algarrobillas, para aspirar a algo más importante). Algarrobillas era lugar famoso por sus jamones. (Consúltese Tirso de Molina, Bellaco sois, Gómez, I, 4.ª) La frase «lo deseche vuessa merced» tiene claro sentido si se pone en relación con otros pasajes de las obras cervantinas; por ejemplo, con este del Quixote (II, 33): «Esté Sancho de buen ánimo, que, quando menos lo piense, se verá sentado en la silla de su ínsula y en la de su estado, y empuñará su Gouierno, que con otro de brocado de tres altos lo deseche.» «Alude -escribe el Sr. Cejador, comentando estas últimas palabras (La lengua de Cervantes, II, 190; Madrid, 1906)- a lo que dicen los parientes al niño o joven que los visita con vestido nuevo: "Que lo deseche con otro de tela superior"; es decir, que vaya medrando y ganando siempre. Así la abuela al niño vestido de paño: "Que con otro de terciopelo lo deseches, hijo mío."» Véase también la nota de D. Miguel de Toro Gómez en su edición del Quijote comentado por Clemencín (Paris, 1913; tomo III, pág. 450). Don Juan Calderón entendió asimismo rectamente la frase cervantina.8.1 (N. del E.)

 

8.1

[«La frase... frase cervantina.» añadido de la fe de erratas del original. (N. del E.)]

 

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107-32. Desde 1568, por lo menos, representaban en Madrid las compañías dramáticas en el corral de la Cofradía de la Pasión y Sangre de Jesucristo, y más tarde en los de la Cofradía de María Santísima de la Soledad y otros, destinándose parte de los productos al cuidado de los pobres y de los niños expósitos. El reparto se regula minuciosamente en las primeras Ordenanzas de Teatros de 1608, mencionándose los hospitales de la Pasión, de la Soledad y General. Por Real provisión de 11 de abril de 1615 se mandó que la llamada «Sisa de la Sexta parte» contribuyese a los hospitales con 54000 ducados anuales, en esta forma: 24000 al General, 10000 a la Pasión, 10000 a los Desamparados, y los 10000 restantes a la Inclusa. En 18 de agosto de 1632 entró el Ayuntamiento en la dirección y administración de los dos corrales de la Cruz y del Príncipe. Antes de esa fecha, eran los comisarios de las Cofradías quienes designaban las personas que diariamente habían de «cobrar los aprovechamientos» de las entradas.

En cuanto a la penuria de autores a que alude Cervantes, Pellicer escribe que en «el año de 1610 padecieron los corrales de Madrid grande esterilidad de autores, o de maestros de hacer comedias, pues murieron cuatro de ellos, que fueron Ríos, Claramonte, Jerónimo López y Pedro Rodríguez». (Tratado histórico sobre el origen y progresos de la comedia y del histrionismo en España; Madrid, 1804; I, 89.) Nicolás de los Ríos murió en 1610; pero Jerónimo López vivía aún en 1621, y Claramonte no falleció hasta 1626. En 1610 figuraban como autores de comedias: Diego López de Alcaraz, Alonso de Villalba, Juan de Morales, Domingo Balbín, Hernán Sánchez, Cristóbal Ramírez y Gaspar de Porres. No era, pues, tanta la esterilidad. (N. del E.)

 

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108-17. La explicación trae a la memoria el cuento «De lo que contesció a un rey con tres omnes burladores», inserto por D. Juan Manuel en su Libro de Patronio (edición Krapf; Vigo, 1902; cap. XXXIII). Pero no existe prueba de que Cervantes conociese El Conde Lucanor (publicado en Sevilla por Argote de Molina en 1575), y parece más probable que el germen de este entremés se encuentre en El buen aviso, de Timoneda, I, 49 (pintura invisible a los bastardos). Véase la edición Schevill, en la Revue Hispanique, y la introducción, pág. 7. (N. del E.)