Libres ya y desembaraçadas de lo que aquella noche con sus
ganados hauian de hazer, procuraron recogerse y apartarse con Theolinda en
parte donde, sin ser de nadie impedidas, pudiessen oyr lo que del successo de
sus amores les faltaua. Y assi, se fueron a vn pequeño jardin que estaua
en casa de Galatea, y, sentandose las tres debaxo de vna verde y pomposa parra
que entricadamente63 por vnas redes de palo se entretexia,
tornando a repetir Theolinda algunas palabras de lo que antes hauia dicho,
prosiguio diziendo:
-Despues de acabado nuestro bayle y el canto de Artidoro -como ya
os he dicho, bellas pastoras-, a todos nos parecio boluernos al aldea a hazer
en el templo los solemnes sacrificios, y por parecernos assimesmo que la
solemnidad de la fiesta daua en alguna manera licencia para [que]64, no teniendo
-[fol. 57v]-
cuenta tan a punto con
el recogimiento, con mas libertad nos holgassemos; y por esto, todos los
pastores y pastoras,
—78→
en monton confuso, alegre y regozijadamente
al aldea nos boluimos, hablando cada vno con quien mas gusto le daua.
Ordenó, pues, la suerte y mi diligencia, y aun la solicitud de Artidoro,
que, sin mostrar artificio en ello, los dos nos apareamos, de manera que a
nuestro saluo pudieramos hablar en aquel camino mas de lo que hablamos, si cada
vno por si no tuuiera respecto a lo que a si mesmo y al otro deuia. En fin, yo,
por sacarle a barrera -como dezirse suele-, le dixe: «Años se te
haran, Artidoro, los dias que en nuestra aldea estuuieres, pues deues de tener
en la tuya cosas en que occuparte que te deuen de dar mas gusto.»
«Todo el que yo puedo esperar en mi vida trocara yo -respondio Artidoro-
porque fueran, no años, sino siglos los dias que aqui tengo de estar;
pues, en acabandose, no espero tener otros que mas contento me hagan.»
«¿Tanto es el que rescibes -respondi yo- en mirar
-fol. 58r-
nuestras fiestas?» «No nasce de ay
-respondio el-, sino de contemplar la hermosura de las pastoras desta vuestra
aldea.» «Es verdad -repliqué yo-, que deuen de faltar
hermosas zagalas en la tuya!» «Verdad es que alla no faltan
-respondio el-; pero aqui sobran: de manera que vna sola que yo he visto, basta
para que, en su comparacion, las de alla se tengan por feas.» «Tu
cortesia te haze dezir esso, ¡o Artidoro! -respondi yo-; porque bien se
que en este pueblo no ay ninguna que tanto se auentaje como dizes.»
«Mejor se yo ser verdad lo que digo -respondio
—79→
el-, pues he
visto la vna y mirado las otras.» «Quiça la miraste de
lexos, y la distancia del lugar -dixe yo- te hizo parecer otra cosa de lo que
deue de ser.» «De la mesma manera -respondio el- que a ti te veo y
estoy mirando agora, la he mirado y visto a ella; y yo me holgaria de auerme
engañado, si no conforma su condicion con su hermosura.» «No
me pesara a mi ser la que dizes, por el gusto que deue sentir la que se vee
pregonada y tenida por hermosa.» «Harto mas
-fol. 58v-
-respondio Artidoro- quisiera yo que tu no
fueras.» «Pues ¿que perdieras tu -respondi yo- si, como yo
no soy la que dizes, lo fuera?» «Lo que he ganado -respondio el-
bien lo se; de lo que he de perder estoy incierto y temeroso.»
«Bien sabes hazer del enamorado- dixe yo-, ¡o Artidoro!»
«Mejor sabes tu enamorar, ¡o Theolinda!» respondio el. A esto
le65 dixe: «No se si te diga, Artidoro, que desseo que ninguno
de los dos sea el engañado.» A lo que el respondio: «De que
yo no me engaño, estoy bien seguro, y de querer tu desengañarte,
está en tu mano, todas las vezes que quisieres hazer experiencia de la
limpia voluntad que tengo de seruirte.» «Essa te pagaré yo
con66 la mesma -repliqué yo-, por parecerme que no seria
bien a tan poca costa quedar en deuda con alguno.» A esta sazon, sin que
el tuuiesse lugar de responderme, llegó Eleuco el mayoral, y dixo con
voz alta: «¡Hea, gallardos pastores y hermosas pastoras! Hazed que
sientan en el aldea nuestra venida, entonando vosotras,
—80→
zagalas,
algun villancico,
-fol. 59r-
de modo que nosotros os
respondamos; porque vean los del pueblo quanto hazemos al caso los que aqui
vamos para alegrar nuestra fiesta.» Y porque en ninguna cosa que Eleuco
mandaua dexaua de ser obedecido, luego los pastores me dieron a mi la mano para
que començasse; y assi yo, siruiendome de la occasion, y aprouechandome
de lo que con Artidoro hauia passado, di principio a este villancico:
No se si acerte, hermosas pastoras, en cantar
lo que haueys oydo; pero se bien que se supo aprouechar dello Artidoro, pues,
en todo el tiempo que en nuestra aldea estuuo, puesto que me habló
muchas vezes, fue con tanto recato, secreto y honestidad, que los ociosos ojos
y lenguas parleras, ni tuuieron, ni vieron que dezir cosa que a nuestra honra
perjudicasse. Mas con el temor que yo tenia que, acabado el término que
Artidoro hauia prometido de estar en nuestra aldea, se hauia de yr a la suya,
procuré, aunque a costa de mi verguença, que no quedasse mi
coraçon con lástima de hauer callado lo que despues fuera
escusado dezirse estando Artidoro ausente. Y assi, despues que mis ojos dieron
licencia que los suyos amorosamente me mirassen, no estuuieron quedas las
lenguas, ni dexaron de mostrar con palabras lo que hasta entonces por
señas los ojos hauian bien claramente manifestado. En fin, sabreys,
amigas mias, que vn dia, hallandome acaso sola con
-fol. 60v-
Artidoro, con señales de vn encendido amor y comedimiento, me descubrio
el verdadero y honesto
—82→
amor que me tenia; y, aunque yo quisiera
entonces hazer de la retirada y melindrosa, porque temia, como ya os he dicho,
que el se partiesse, no quise desdeñarle ni despedirle; y tambien por
parecerme que los sinsabores que se dan y sienten en el principio de los
amores, son causa de que abandonen y dexen la començada empresa los que
en sus successos no son muy experimentados. Y por esto le di respuesta tal qual
yo desseaua darsela, quedando, en resolucion, concertados en que el se fuesse a
su aldea, y que, de alli a pocos dias, con alguna honrosa terceria me embiasse
a pedir por esposa a mis padres; de lo que el fue tan contento y satisfecho,
que no acabaua de llamar venturoso el dia en que sus ojos me miraron. De mi os
se dezir que no trocara mi contento por ningun otro que imaginar pudiera, por
estar segura que el valor y calidad de Artidoro era tal, que mi padre seria
-fol. 61r-
contento de recebirle por yerno. En el dichoso punto
que haueys oydo, pastoras, estaua el de nuestros amores, que no quedauan sino
dos o tres dias a la partida de Artidoro, quando la fortuna, como aquella que
jamas tuuo término en sus cosas, ordenó que vna hermana mia de
poco menos edad que yo a nuestra aldea tornasse, de otra donde algunos dias
hauia estado en casa de vna tia nuestra que mal dispuesta se hallaua. Y, porque
considereys, señoras, quan estraños y no pensados casos en el
mundo succeden, quiero que entendays vna cosa que creo no os dexará de
causar
—83→
alguna admiracion estraña; y es que esta hermana mia
que os he dicho, que hasta entonces hauia estado ausente, me parece tanto en el
rostro, estatura, donayre y brio, si alguno tengo, que, no sólo los de
nuestro lugar, sino nuestros mismos padres muchas vezes nos han desconocido, y
a la vna por la otra hablado; de manera que, para no caer en este
engaño, por la differencia de los vestidos, que differentes
-fol. 61v-
eran, nos differenciauan. En vna cosa sola, a lo que
yo creo, nos hizo bien differentes la naturaleza, que fue en las condiciones,
por ser la de mi hermana mas aspera de lo que mi contento hauia menester, pues
por ser ella menos piadosa que aduertida, tendre yo que llorar todo el tiempo
que la vida me durare.
»Succedio, pues, que luego que mi hermana vino al aldea, con
el desseo que tenia de boluer al agradable pastoral exercicio suyo,
madrugó luego otro dia mas de lo que yo quisiera, y, con las ouejas
proprias que yo solia lleuar, se fue al prado, y, aunque yo quise seguirla, por
el contento que se me seguia de la vista de mi Artidoro, con no se que ocasion
mi padre me detuuo todo aquel dia en casa, que fue el vltimo de mis alegrias.
Porque aquella noche, auiendo mi hermana recogido su ganado, me dixo, como en
secreto, que tenia necessidad de dezirme vna cosa que mucho me importaua. Yo,
que qualquiera otra pudiera pensar de la que me dixo, procuré que presto
a solas nos viessemos,
-fol. 62r-
adonde ella, con rostro algo
alterado, estando yo colgada de
—84→
sus palabras, me començo a
dezir: “No se, hermana mia, lo que piense de tu honestidad, ni menos se si
calle lo que no puedo dexar de dezirte, por ver si me das alguna disculpa de la
culpa que imagino que tienes; y aunque yo, como hermana menor, estaua obligada
a hablarte con mas respecto, deues perdonarme, porque, en lo que oy he visto,
hallarás la disculpa de lo que te dixere.” Quando yo desta manera la
oy hablar, no sabia que responderle, sino dezirle que passasse adelante con su
plática. “Has de saber, hermana -siguio ella-, que esta mañana,
saliendo con nuestras ouejas al prado, y yendo sola con ellas por la ribera de
nuestro fresco Henares, al passar por el alameda del concejo, salio a mi vn
pastor que con verdad osaré jurar que jamas le he visto en estos
nuestros contornos, y, con vna estraña desemboltura, me començo a
hazer tan amorosas salutaciones, que yo estaua con verguença y confusa,
sin saber que responderle;
-fol. 62v-
y el, no escarmentado del
enojo que, a lo que yo creo, en mi rostro mostraua, se llegó a mi,
diziendome: ‘¿Que silencio es este, hermosa Theolinda, vltimo refugio
de esta ánima que os adora?’ Y faltó poco que no me tomó
las manos para besarmelas, añadiendo a lo que he dicho vn cathalago de
requiebros, que parecia que los traya estudiados. Luego di yo en la cuenta,
considerando que el daua en el error en que otros muchos han dado, y que
pensaua que con vos estaua hablando; de donde me nacio sospecha que si vos,
hermana,
—85→
jamas le huuierades visto, ni familiarmente tratado, no
fuera possible tener el atreuimiento de hablaros de aquella manera: de lo qual
tomé tanto enojo, que a penas podia formar palabra para responderle;
pero al fin respondi de la suerte que su atreuimiento merescia, y qual a mi me
parecio que estauades vos, hermana, obligada a responder a quien con tanta
libertad os hablara. Y si no fuera porque en aquel instante llegó la
pastora Licea, yo le añadiera tales
-fol. 63r-
razones,
que fuera bien arrepentido de hauerme dicho las suyas. Y es lo bueno, que nunca
le quise dezir el engaño en que estaua, sino que assi creyo el que yo
era Theolinda, como si con vos mesma estuuiera hablando. En fin, el se fue
llamandome ingrata, desagradecida y de poco conocimiento; y, a lo que yo puedo
juzgar del semblante que el lleuaua, a fe, hermana, que otra vez no ose
hablaros, aunque mas sola os encuentre. Lo que desseo saber es quien es este
pastor y que conuersacion ha sido la de entrambos, de do nasce que con tanta
desemboltura el se atreuiesse a hablaros.”
»A vuestra mucha discrecion dexo, discretas pastoras, lo que
mi alma sintiria oyendo lo que mi hermana me contaua; pero, al fin,
dissimulando lo mejor que pude, le dixe: “La mayor merced del mundo me has
hecho, hermana Leonarda -que assi se llama la turbadora de mi descanso-, en
hauerme quitado con tus asperas razones el fastidio y desassossiego que me
dauan las importunas de esse pastor que dizes, el
—86→
qual
-fol. 63v-
es vn forastero que aura ocho dias que está en
esta nuestra aldea, en cuyo pensamiento ha cabido tanta arrogancia y locura,
que, doquiera que me vee, me trata de la manera que has visto, dandose a
entender que tiene grangeada mi voluntad; y, aunque yo le he desengañado
quiça con mas asperas palabras de las que tu le dixiste, no por esso
dexa el de proseguir en su vano proposito; y a fe, hermana, que desseo que
venga ya el nueuo dia, para yr a dezirle que, si no se aparta de su vanidad,
que espere el fin della que mis palabras siempre le han significado.” Y assi
era la verdad, dulces amigas: que diera yo porque ya fuera el alua quanto
pedirseme pudiera, sólo por yr a ver a mi Artidoro y desengañarle
del error en que auia caydo, temerosa que, con la aceda y dessabrida respuesta
que mi hermana le auia dado, el no se desdeñasse, y hiziesse alguna cosa
que en perjuyzio de nuestro concierto viniesse. Las largas noches del escabroso
Deziembre no dieron mas pesadumbre al amante que del
-fol. 64r-
venidero dia algun contento esperasse, quanto a mi me dio disgusto aquella,
puesto que era de las cortas del verano, segun desseaua la nueua luz, para yr a
ver a la luz por quien mis ojos veyan. Y assi, antes que las estrellas
perdiessen del todo la claridad, estando aun en duda si era de noche o de dia,
forçada de mi desseo, con la occasion de yr a apacentar las ouejas, sali
del aldea, y dando mas priessa al ganado de la acostumbrada para que caminasse,
llegué al lugar adonde
—87→
otras vezes solia hallar a Artidoro,
el qual hallé solo y sin ninguno que del noticia me diesse, de que no
pocos saltos me dio el coraçon, que casi adeuinó el mal que le
estaua guardado. ¡Quantas vezes, viendo que no le hallaua, quise con mi
voz herir el ayre, llamando el amado nombre de mi Artidoro, y dezir: Ven, bien
mio; que yo soy la verdadera Theolinda, que mas que a si te quiere y ama!; sino
que el temor que de otro que del fuessen mis palabras oydas, me hizo tener mas
silencio del
-fol. 64v-
que quisiera. Y assi, despues que huue
rodeado vna y otra vez toda la ribera y el soto del manso Henares, me sente
cansada al pie de vn verde sauze, esperando que del todo el claro sol sus rayos
por la faz de la tierra estendiesse, para que con su claridad no quedasse mata,
cueua, espessura, choça ni cabaña que de mi67, mi bien no fuesse buscado. Mas apenas hauia dado la nueua luz
lugar para discernir las colores, quando luego se me offrecio a los ojos vn
cortecido alamo blanco, que delante de mi estaua, en el qual y en otros muchos
vi escritas vnas letras, que luego conoci ser de la mano de Artidoro, alli
fixadas, y, leuantandome con priessa a ver lo que dezian, vi, hermosas
pastoras, que era esto:
¿Que palabras seran bastantes,
pastoras, para daros a entender el estremo de dolor que ocupó mi
coraçon quando claramente entendi que los versos que auia leydo eran de
mi querido Artidoro? Mas no ay para que encarecerosle, pues no llegó al
punto que era menester para acabarme la vida, la qual
-fol. 67r-
desde entonces aca tengo tan aborrecida, que no sentiria ni me podria venir
mayor gusto que perderla. Los sospiros que entonces di, las lagrimas que
derramé, las lástimas que hize, fueron tantas y tales, que
ninguno me oyera que por loca no me juzgara. En fin, yo quedé tal, que,
sin acordarme de lo que a mi honrra deuia, propuse de desamparar la cara
patria, amados padres y queridos hermanos, y dexar con la guardia de si mesmo
al simple ganado mio; y, sin entremeterme en otras cuentas, mas de en aquellas
que para mi gusto entendi ser necessarias, aquella mesma mañana,
abraçando mil vezes la corteza donde las manos de mi Artidoro hauian
llegado, me parti de aquel lugar, con intencion de venir a estas riberas, donde
se que Artidoro tiene y haze su habitacion, por ver si ha sido tan
inconsiderado y cruel consigo, que aya puesto en execucion lo que en los
vltimos versos dexó escripto: que, si assi fuesse, desde aqui os
prometo, amigas mias, que no sea menor el desseo
—91→
y presteza con
que
-fol. 67v-
le siga en la muerte, que ha sido la voluntad con
que le he amado en la vida. Mas, ¡ay de mi, y cómo creo que no ay
sospecha que en mi daño sea que no salga verdadera!, pues ha ya nueue
dias que a estas frescas riberas he llegado, y en todos ellos no he sabido
nueuas de lo que desseo; y quiera Dios que, quando las sepa, no sean las
vltimas que sospecho. Veys aqui, discretas zagalas, el lamentable successo de
mi enamorada vida. Ya os he dicho quien soy y lo que busco; si algunas nueuas
sabeys de mi contento, assi la fortuna os conceda el mayor que desseays, que no
me las negueys.
Con tantas lagrimas acompañaua la enamorada pastora las
palabras que dezia, que bien tuuiera coraçon de azero quien dellas no se
doliera. Galatea y Florisa, que naturalmente eran de condicion piadosa, no
pudieron detener las suyas, ni menos dexaron, con las mas blandas y efficaces
razones que pudieron, de consolarla, dandole por consejo que se estuuiesse
algunos dias en su compañia: quiça haria la fortuna
-fol. 68r-
que en ellos algunas nueuas de Artidoro supiesse;
pues no permitiria el cielo que por tan estraño engaño acabasse,
vn pastor tan discreto como ella le pintaua, el curso de sus verdes
años; y que podria ser que Artidoro, hauiendo con el discurso del tiempo
buelto a mejor discurso y proposito su pensamiento, boluiesse a ver la desseada
patria y dulces amigos, y que, por esto, alli mejor que en otra parte podia
tener
—92→
esperança de hallarle. Con estas y otras razones, la
pastora, algo consolada, holgo de quedarse con ellas, agradeciendoles la merced
que le hazian y el desseo que mostrauan de procurar su contento. A esta sazon,
la serena noche, aguijando por el cielo el estrellado carro, daua señal
que el nueuo dia se acercaua; y las pastoras, con el desseo y necessidad de
reposo, se leuantaron, y del fresco jardin a sus estancias se fueron. Mas
apenas el claro sol hauia con sus calientes rayos deshecho y consumido la
cerrada niebla que en las frescas mañanas por el ayre suele(n)
estenderse,
-fol. 68v-
quando las tres pastoras, dexando los
ociosos lechos, al vsado exercicio de apascentar su ganado se boluieron, con
harto differentes pensamientos Galatea y Florisa del que la hermosa Theolinda
lleuaua, la qual yua tan triste y pensatiua, que era marauilla. Y, a esta
causa, Galatea, por ver si podria en algo diuertirla, le rogo que, puesta
aparte vn poco la melancolia, fuesse seruida de cantar algunos versos al son de
la çampoña de Florisa. A esto respondio Theolinda:
-Si la mucha causa que tengo de llorar, con la poca que de cantar
tengo, entendiera que en algo se menguara, bien pudieras, hermosa Galatea,
perdonarme porque no hiziera lo que me mandas; pero, por saber ya por
experiencia que, lo que mi lengua cantando pronuncia, mi coraçon
llorando lo solemniza, hare lo que quieres, pues en ello, sin yr contra mi
desseo, satisfare el tuyo.
—93→
Y luego la pastora Florisa tocó su çampoña, a
cuyo son Theolinda cantó este soneto:
No hauia bien acabado de cantar Theolinda el soneto que haueys
oydo, quando las tres pastoras sintieron a su mano derecha, por la ladera de vn
fresco valle, el son de vna çampoña, cuya suauidad era de suerte,
que todas se suspendieron y pararon, para con mas atencion gozar de la suaue
armonia. Y
-fol. 69v-
de alli a poco oyeron que al son de la
çampoña el de vn pequeño rabel se acordaua, con tanta
gracia y destreza, que las dos pastoras Galatea y Florisa estauan suspensas,
imaginando que pastores podrian ser los que tan acordadamente sonauan, porque
—94→
bien vieron que ninguno de los que ellas conocian, si Elicio no,
era en la musica tan diestro. A esta sazon dixo Theolinda:
-Si los oydos no me engañan, hermosas pastoras, yo creo que
teneys oy en vuestras riberas a los dos nombrados y famosos pastores Tirsi y
Damon, naturales de mi patria; a lo menos Tyrsi, que en la famosa Compluto,
villa fundada en las riberas de nuestro Henares, fue nacido; y Damon, su
íntimo y perfecto amigo, si no estoy mal informada, de las
montañas de Leon trae su origen, y en la nombrada Mantua
Carpentanea68fue criado: tan auentajados los dos en todo género de
discrecion, sciencia y loables exercicios, que, no sólo en el circuito
de nuestra comarca son conocidos, pero por todo el de la tierra conocidos
-fol. 70r-
y estimados. Y no penseys, pastoras, que el ingenio
destos dos pastores sólo se estiende en saber lo que al pastoral estado
se conuiene; porque passa tan adelante, que lo escondido del cielo y lo no
sabido de la tierra, por terminos y modos concertados enseñan y
disputan; y estoy confusa en pensar que causa les aura mouido a dexar Tyrsi su
dulce y querida Fili, y Damon su hermosa y honesta Amarili: Fili de Tyrsi,
Amarili de Damon, tan amadas, que no ay en nuestra aldea, ni en los contornos
della, persona, ni en la campaña bosque, prado, fuente o rio, que
de69 sus encendidos y honestos amores no tengan entera
noticia.
-Dexa por agora, Theolinda -dixo Florisa-,
—95→
de
alabarnos estos pastores, que mas nos importa escuchar lo que vienen cantando,
pues no menor gracia me parece que tienen en la voz, que en la musica de los
instrumentos.
-Pues ¿que direys -replicó Theolinda- quando veays
que a todo esso sobrepuja la excelencia de su poesia, la qual es de manera, que
al vno ya le ha dado renombre
-fol. 70v-
de diuino, y al otro de
mas que humano?
Estando en estas razones las pastoras, vieron que, por la ladera
del valle por donde ellas mesmas yuan, se descubrian dos pastores de gallarda
dispusicion y estremado brio, de poca mas edad el vno que el otro; tambien70 vestidos, aunque
pastorilmente, que mas parescian en su talle y apostura vizarros cortesanos,
que serranos ganaderos. Traya cada vno vn bien tallado pellico de blanca y
finissima lana, guarnecidos de leonado y pardo, colores a quien mas sus
pastoras eran afficionadas; pendian de sus hombros sendos çurrones, no
menos vistosos y adornados que los pellicos; venian de verde laurel y fresca
yerua coronados, con los retorcidos cayados debaxo del braço puestos. No
trayan compañia alguna, y tan embeuecidos en su musica venian, que
estuuieron gran espacio sin ver a las pastoras, que por la mesma ladera yuan
caminando, no poco admiradas del gentil donayre y gracia de los pastores, los
quales, con concertadas vozes,
-fol. 71r-
començando el
vno y replicando el otro, esto que se sigue cantauan:
Aqui cessó el estremado canto de los agraciados pastores;
pero no el gusto que las pastoras hauian recebido en escucharle: antes
quisieran que tan presto no se acabara, por ser de aquellos que no todas vezes
suelen oyrse. A esta sazon, los dos gallardos pastores encaminauan sus passos
hazia donde las pastoras estauan, de que pesó a Theolinda, porque temio
ser dellos conocida, y por esta causa rogo a Galatea que de aquel lugar se
desuiassen. Ella lo hizo, y ellos passaron, y, al passar, oyo Galatea que Tyrsi
a Damon dezia:
-Estas riberas, amigo Damon, son en las que la hermosa Galatea
apascienta su ganado, y adonde trae el suyo el enamorado Elicio, íntimo
y particular amigo tuyo, a quien dè la ventura tal successo en sus
amores, quanto merescen sus honestos y buenos desseos. Yo ha muchos dias que no
se en que terminos le trae su suerte; pero, segun he oydo dezir de la recatada
condicion de la discreta Galatea, por quien el
—101→
muere, temo que
mas ayna deue de estar quexoso, que satisfecho.
-No me marauillaria yo desso -respondio Damon-, porque, con
quantas gracias y particulares dones que el cielo enriquecio a Galatea, al fin
fin la hizo muger, en cuyo fragil subjeto no se halla todas vezes el
conocimiento que se deue y el que ha menester el que por ellas lo menos que
auentura es la vida. Lo que yo he oydo dezir de los amores de Elicio, es que el
adora a Galatea sin salir del término que a su honestidad se deue, y que
la discrecion de Galatea es tanta, que no da muestras de querer ni de aborrecer
a Elicio; y assi, deue de andar el desdichado subjeto a mil contrarios
accidentes, esperando en el tiempo y la fortuna, medios harto perdidos, que le
alarguen o acorten la vida, de los quales está mas cierto el acortarla
que el entretenerla.
Hasta aqui pudo oyr Galatea de lo que della y de Elicio los
pastores tratando yuan, de que no recibio poco contento, por entender que lo
que la fama de sus cosas publicaua, era lo que a su limpia intencion se deuia;
y, desde aquel punto, determinó
-fol. 74v-
de no hazer
por Elicio cosa que diesse occasion a que la fama no saliesse verdadera en lo
que de sus pensamientos publicaua. A este tiempo, los dos vizarros pastores,
con vagarosos passos, poco a poco hazia el aldea se encaminauan, con desseo de
hallarse a las bodas del venturoso pastor Daranio, que con Silueria de los
verdes ojos se casaua; y esta
—102→
fue vna de las causas porque ellos
hauian dexado sus rebaños y al lugar de Galatea se venian; pero, ya que
les faltaua poco del camino, a la mano derecha del sintieron el son de vn rabel
que acordada y suauemente sonaua, y, parandose Damon, trauó a Tyrsi del
braço, diziendole:
-Espera y escucha vn poco, Tyrsi, que, si los oydos no me mienten,
el son que a ellos llega es el del rabel de mi buen amigo Elicio, a quien dio
naturaleza tanta gracia en muchas y diuersas habilidades, quanto las oyras si
le escuchas y conoceras si le tratas.
-No creas, Damon -respondio Tyrsi-, que hasta agora estoy por
conocer las buenas partes de Elicio,
-fol. 75r-
que dias ha que
la fama me las tiene bien manifiestas. Pero calla agora, y escuchemos si canta
alguna cosa que del estado de su vida nos de algun manifiesto indicio.
-Bien dizes -replicó Damon-; mas será menester, para
que mejor le oygamos, que nos lleguemos por entre estas ramas, de modo que, sin
ser vistos del, de mas cerca le escuchemos.
Hizieronlo ansi, y pusieronse en parte tan buena, que ninguna
palabra que Elicio dixo o cantó, dexó de ser de ellos oyda, y aun
notada. Estaua Elicio en compañia de su amigo Erastro, de quien pocas
vezes se apartaua, por el entretenimiento y gusto que de su buena conuersacion
recibia, y todos o los mas ratos del dia en cantar y tañer se les
passaua. Y, a este punto,
—103→
tocando su rabel Elicio, y su
çampoña Erastro, a estos versos dio principio Elicio:
No cantó mas el enamorado pastor, ni quisieron mas
detenerse Tyrsi y Damon: antes, haziendo de si gallarda e improuisa muestra,
hazia donde estaua Elicio se fueron, el qual, como los vio, conociendo a su
amigo Damon, con increyble alegria le salio a rescebir, diziendole:
-¿Que ventura ha ordenado, discreto Damon, que la des tan
buena con tu presencia a estas riberas, que grandes tiempos ha que te
dessean?
-No puede ser sino buena -respondio Damon-, pues me ha traydo a
verte, ¡o Elicio!, cosa que yo estimo en tanto, quanto es el desseo que
dello tenia, y la larga ausencia y la amistad que te tengo me obligaua; pero si
por alguna
—105→
cosa puedes dezir lo que has dicho, es porque tienes
delante al famoso Tyrsi, gloria y honor del castellano suelo.
Quando Elicio oyo dezir que aquel era Tyrsi, del solamente por
fama conocido, rescibiendole con mucha cortesia, le dixo:
-Bien conforma tu agradable semblante, nombrado Tyrsi, con lo que
de tu valor y discrecion en las cercanas y apartadas tierras la parlera fama
-fol. 77r-
pregona; y assi, a mi, a quien tus escriptos han
admirado e inclinado a dessear conocerte y seruirte, puedes de oy mas tener y
tratar como verdadero amigo.
-Es tan conocido lo que yo gano en esso -respondio Tyrsi-, que en
vano pregonaria la fama lo que la afficion que me tienes te haze dezir que de
mi pregona, si no conociesse la merced que me hazes en querer ponerme en el
número de tus amigos; y porque, entre los que lo son, las palabras de
comedimiento han de ser escusadas, cessen las nuestras en este caso, y den las
obras testimonio de nuestras voluntades.
-La mia será contino de seruirte -replicó Elicio-,
como lo verás, ¡o Tyrsi!, si el tiempo o la fortuna me ponen en
estado que valga algo para ello; porque, el que agora tengo, puesto que no le
trocaria con otro de mayores ventajas, es tal, que apenas me dexa con libertad
de offrecer el desseo.
-Tiniendo como tienes el tuyo en lugar tan alto -dixo Damon-, por
locura tendria procurar
—106→
baxarle a cosa que menos fuesse; y assi,
amigo Elicio, no digas
-fol. 77v-
mal del estado en que te
hallas, porque yo te prometo que, quando se comparasse con el mio, hallaria yo
occasion de tenerte mas embidia que lástima.
-Bien parece, Damon -dixo Elicio-, que ha muchos dias que faltas
destas riberas, pues no sabes lo que en ellas amor me haze sentir; y si esto no
es, no deues conocer ni tener experiencia de la condicion de Galatea: que si
della tuuiesses noticia, trocarias en lástima la embidia que de mi
tendrias.
-Quien ha gustado de la condicion de Amarili, ¿que cosa
nueua puede esperar de la de Galatea? -respondio Damon.
-Si la estada tuya en estas riberas -replicó Elicio- fuere
tan larga como yo desseo, tu, Damon, conoceras y verás en ella, y oyras
en otros, como andan en ygual balança su crueldad y gentileza: estremos
que acaban la vida al que su desuentura truxo a terminos de adorarla.
-En las riberas de nuestro Henares -dixo a esta sazon Tyrsi- mas
fama tiene Galatea de hermosa que de cruel; pero, sobre todo, se dize que es
discreta; y si esta es la verdad, como lo deue
-fol. 78r-
ser,
de su discrecion nasce conocerse, y de conocerse estimarse, y de estimarse no
querer perderse, y del no querer perderse viene el no querer contentarte; y
viendo tu, Elicio, quan mal corresponde a tus desseos, das nombre de crueldad a
lo que deurias llamar honroso recato; y no me marauillo, que, en fin,
—107→
es condicion propria de los enamorados poco fauorescidos.
-Razon tendrias en lo que has dicho, ¡o Tyrsi!
-replicó Elicio-, quando mis desseos se desuiaran del camino que a su
honra y honestidad conuiene; pero si van tan medidos como a su valor y credito
se deue, ¿de que sirue tanto desden, tan amargas y dessabridas
respuestas, y tan a la clara esconder el rostro al que tiene puesta toda su
gloria en sólo verle? ¡Ay, Tyrsi, Tyrsi -respondio Elicio-, y
cómo te deue tener el amor puesto en lo alto de sus contentos, pues con
tan sossegado espiritu hablas de sus effectos! No se yo cómo viene bien
lo que tu agora dizes con lo que vn tiempo dezias quando cantauas:
Hasta este punto hauia estado callando Erastro, mirando lo que
entre los pastores passaua, admirado de ver su gentil donayre y apostura, con
las muestras que cada vno daua de la mucha discrecion que tenia. Pero viendo
que, de lance en lance, a razonar de casos de amor se hauian reduzido, como
aquel que tan experimentado en ellos estaua, rompio el silencio, y dixo:
-Bien creo, discretos pastores, que la larga experiencia os aura
mostrado que no se puede reduzir a continuado término la condicion de
los
—108→
enamorados coraçones, los quales, como se gouiernan
por voluntad agena, a mil contrarios accidentes estan subjetos; y assi tu,
famoso Tyrsi, no tienes de que marauillarte de lo que Elicio ha dicho, ni el
tampoco de lo que tu dizes, ni traer por exemplo aquello que el dize que
cantauas, ni menos lo que yo se que cantaste quando dixiste:
donde claramente mostrauas el affligido
estado que entonces posseyas;
-fol. 79r-
porque de alli a poco
llegaron a nuestras cabañas las nueuas de tu contento, solemnizadas en
aquellos versos tan nombrados tuyos, que, si mal no me acuerdo,
començauan:
Por do claro se conoce la
differencia que ay de tiempos a tiempos, y cómo con ellos suele mudar
amor los estados, haziendo que oy se ria el que ayer lloraua, y que
mañana llore el que oy rie. Y, por tener yo tan conocida esta su
condicion, no puede la aspereza y desden zahareño de Galatea acabar de
derribar mis esperanças, puesto que yo no espero della otra cosa si no
es que se contente de que yo la quiera.
-El que no esperasse buen successo de vn tan enamorado y medido
desseo como el que has mostrado, ¡o pastor! -respondio Damon-, renombre
mas que de desesperado merescia.
—109→
Por cierto que es gran cosa la
que de Galatea pretendes. Pero dime, pastor: assi ella te la conceda,
¿es possible que tan a regla tienes tu desseo, que no se adelanta a
dessear mas de lo que has dicho?
-Bien
-fol. 79v-
puedes creerle, amigo Damon -dixo
Elicio-, porque el valor de Galatea no da lugar a que della otra cosa se dessee
ni se espere; y aun esta es tan difficil de obtenerse, que a vezes a Erastro se
entiuia la esperança y a mi se enfria, de manera que el tiene por
cierto, y yo por aueriguado, que primero ha de llegar la muerte que el
cumplimiento della. Mas porque no es razon rescebir tan honrados huespedes con
los amargos cuentos de nuestras miserias, quede[n]se ellas aqui, y recojamonos
al aldea, donde descansareys del pesado trabajo del camino, y con mas sossiego,
si dello gustaredes, entendereys el desassossiego nuestro.
Holgaron todos de acomodarse a la voluntad de Elicio, el qual y
Erastro, recogiendo sus ganados, puesto que era algunas horas antes de lo
acostumbrado, en compañia de los dos pastores, hablando en diuersas
cosas, aunque todas enamoradas, hazia el aldea se encaminaron. Mas como todo el
passatiempo de Erastro era tañer y cantar, assi por esto como por el
desseo que tenia de saber
-fol. 80r-
si los dos nueuos pastores
lo hazian tambien como dellos se sonaua, por mouerlos y combidarlos a que otro
tanto hiziessen, rogo a Elicio que su rabel tocasse, al son del qual assi
començo a cantar:
No les parecio mal el soneto a los pastores, ni les
descontentó la voz de Erastro, que, puesto que no era de las muy
estremadas, no dexaua de ser de las acordadas; y luego Elicio, mouido del
exemplo de Erastro, le hizo que tocasse su çampoña, al son de la
qual este soneto dixo:
Al acabar de Tyrsi, todos los instrumentos de los pastores
formaron tan agradable musica, que causaua grande contento a quien la oya; y
mas ayudandoles de entre las espessas ramas mil suertes de pintados paxarillos
que, con diuina armonia, parece que como a choros les yuan respondiendo. Desta
suerte
-fol. 82r-
hauian caminado vn trecho, quando llegaron a
vna antigua hermita que en la ladera de vn montezillo estaua, no tan desuiada
del camino, que dexasse de oyrse el son de vna harpa que dentro al parecer
tañian, el qual oydo por Erastro, dixo:
—113→
-Deteneos, pastores, que, segun pienso, oy oyremos todos lo que ha
dias que yo desseo oyr, que es la voz de vn agraciado moço que dentro de
aquella hermita aura doze o catorze dias se ha venido a viuir vna vida mas
aspera de lo que a mi me parece que puedan lleuar sus pocos años, y,
algunas vezes que por aqui he passado, he sentido tocar vna harpa y entonar vna
voz tan suaue, que me ha puesto en grandissimo desseo de escucharla; pero
siempre he llegado a punto que el le ponia en su canto. Y aunque con hablarle
he procurado hazerme su amigo, offreciendole a su seruicio todo lo que valgo y
puedo, nunca he podido acabar con el que me descubra quien es, y las causas que
le han mouido a venir de tan pocos años a ponerse en tanta soledad y
-fol. 82v-
estrecheza.77
Lo que Erastro dezia del moço y nueuo hermitaño,
puso en los pastores el mesmo desseo de conocerle que el tenia, y assi
acordaron de llegarse a la hermita de modo que, sin ser sentidos, pudiessen
entender lo que cantaua antes que llegassen a hablarle; y haziendolo assi, les
succedio tambien que se pusieron en parte donde, sin ser vistos ni sentidos,
oyeron que, al son de la harpa, el que estaua dentro semejantes versos
dezia:
Con vn profundo sospiro dio fin al lastimado canto el recogido
moço que dentro en la hermita estaua; y, sintiendo los pastores que
adelante no procedia, sin detenerse mas, todos juntos entraron en ella, donde
vieron a vn cabo,
-fol. 85r-
sentado encima de vna dura piedra,
a vn dispuesto y agraciado mancebo, al parecer de edad de veynte y dos
años, vestido de vn tosco buriel, con los pies descalços y vna
aspera soga ceñida al cuerpo, que de cordon le seruia. Estaua con la
cabeça inclinada a vn lado, y la vna mano asida de la parte de la tunica
que sobre el coraçon caya, y el otro braço a la otra parte
floxamente derribado; y, por verle desta manera, y por no hauer hecho
mouimiento al entrar de los pastores, claramente conocieron que desmayado
estaua, como era la verdad, porque la
—117→
profunda imaginacion de sus
miserias, muchas vezes a semejante término le conduzia. Llegóse a
el Erastro, y trabandole rezio del braço, le hizo boluer en si, aunque
tan desacordado, que parecia que de vn pesado sueño recordaua, las
quales muestras de dolor, no pequeño le causaron a los que le veyan, y
luego Erastro le dixo:
¿Que es esto, señor? ¿Que es lo que siente
vuestro fatigado pecho? No dexeys de dezirlo, que presente(s) teneys quien
-fol. 85v-
no rehusará fatiga alguna por dar remedio a la
vuestra.
No son essos -respondio el mancebo con voz algo desmayada- los
primeros offrecimientos, comedido pastor, que me has hecho, ni aun serian los
vltimos que yo acertasse a seguir si pudiesse; pero hame traydo la fortuna a
terminos, que, ni ellos pueden aprouecharme, ni yo satisfazerlos mas de con el
desseo. Este puedes tomar en cuenta del bueno que me offreces; y si otra cosa
de mi desseas saber, el tiempo, que no encubre nada, te dira mas de lo que yo
quisiera.
-Si al tiempo dexas que me satisfaga de lo que me dizes -respondio
Erastro-, poco deue agradecerse tal paga, pues el, a pesar nuestro, echa en las
plaças lo mas secreto de nuestros coraçones.
A este tiempo, todos los demas pastores le rogaron que la occasion
de su tristeza les contasse, especialmente Tyrsi, que, con efficaces razones,
le persuadio y dio a entender que no ay mal en esta vida que con ella su
remedio no se
—118→
alcançasse, si ya la muerte, atajadora de
los humanos discursos, no se opone
-fol. 86r-
a ellos; y a esto
añadio otras palabras que al obstinado moço mouieron a que con
las suyas hiziesse satisfechos a todos de lo que del saber desseauan, y assi
les dixo:
-Puesto que a mi me fuera mejor, ¡o agradable
compañia!, viuir lo poco que me queda de vida sin ella, y auerme
recogido a mayor soledad de la que tengo, todavia, por no mostrarme esquiuo a
la voluntad que me haueys mostrado, determino de contaros todo aquello que
entiendo bastará, y los terminos por donde la mudable fortuna me ha
traydo al estrecho estado en que me hallo; pero, porque me parece que es ya
algo tarde, y, segun mis desuenturas son muchas, seria possible que antes de
contaroslas la noche sobreuiniesse, será bien que todos juntos a la
aldea nos vamos, pues a mi no me haze otra descomodidad de hazer el camino esta
noche, que mañana tenia determinado, y esto me es forçoso, pues
de vuestra aldea soy proueydo de lo que he menester para mi sustento, y por el
camino, como mejor pudiere, os hare
-fol. 86v-
ciertos de mis
desgracias.
A todos parecio bien lo que el moço hermitaño dezia,
y puniendole en medio dellos, con vagarosos passos tornaron a seguir el camino
de la aldea, y luego el lastimado hermitaño, con muestras de mucho
dolor, desta manera al cuento de sus miserias dio principio:
-En la antigua y famosa ciudad de Xerez,
—119→
cuyos
moradores de Minerua y Marte son fauorescidos, nascio Timbrio, vn valeroso
cauallero, del qual, si sus virtudes y generosidad de ánimo huuiesse de
contar, a difficil empresa me pondria. Basta saber que, no se si por la mucha
bondad suya, o por la fuerça de las estrellas, que a ello me inclinauan,
yo procuré, por todas las vias que pude, serle particular amigo, y fueme
el cielo en esto tan fauorable, que, casi oluidandose a los que nos conoscian
el nombre de Timbrio y el de Silerio -que es el mio-, solamente
los dos amigos nos llamauan, haziendo
nosotros, con nuestra continua conuersacion y amigables obras, que tal opinion
no fuesse vana. Desta
-fol. 87r-
suerte los dos, con increyble
gusto y contento, los moços años passauamos, ora en el campo en
el exercicio de la caça, ora en la ciudad en el del honroso Marte
entreteniendonos, hasta que vn dia, de los muchos haziagos que el enemigo
tiempo en el discurso de mi vida me ha hecho ver, le sucedio a mi amigo Timbrio
vna pesada pendencia con vn poderoso cauallero, vezino de la mesma ciudad.
Llegó a término la quistion, que el cauallero quedó
lastimado en la honra, y a Timbrio fue forçoso ausentarse, por dar lugar
a que la furiosa discordia cessasse que entre los dos parentales se
començaua a encender, dexando escrita vna carta a su enemigo, dandole
auiso que le hallaria en Italia, en la ciudad de Milan o de Napoles, todas las
vezes que, como cauallero, de su agrauio satisfazerse quisiesse. Con esto
cessaron
—120→
los vandos entre los parientes de entrambos, y
ordenóse que a ygual y mortal batalla el offendido cauallero, que
Pransiles se llamaua, a Timbrio desafiasse, y que, en hallando
-fol. 87v-
campo seguro para la batalla, se auisasse a Timbrio.
Ordenó mas mi suerte: que al tiempo que esto sucedio, yo me hallasse tan
falto de salud, que a penas del lecho leuantarme podia, y por esta occasion se
me passó la de seguir a mi amigo donde quiera que fuesse, el qual al
partir se despidio de mi con no pequeño descontento, encargandome que,
en cobrando fuerças, le buscasse, que en la ciudad de Napoles le
hallaria, y assi se partio, dexandome con mas pena que yo sabre agora
significaros. Mas, al cabo de pocos dias, pudiendo en mi mas el desseo que de
verle tenia, que no la flaqueza que me fatigaua, me puse luego en camino; y
para que con mas breuedad y mas seguro le hiziesse, la ventura me offrecio la
comodidad de quatro galeras que en la famosa Isla de Cadiz, de partida para
Italia, prestas y aparejadas estauan. Embarquéme en vna dellas, y, con
próspero viento, en tiempo breue, las riberas catalanas descubrimos; y
auiendo dado fondo en vn puerto dellas, yo, que algo fatigado
-fol. 88r-
de la mar venia, assegurado primero de que por
aquella noche las galeras de alli no partirian, me desembarqué con solo
vn amigo y vn criado mio; y no creo que deuia de ser la media noche, quando los
marineros y los que a cargo las galeras lleuauan, viendo que la serenidad del
cielo calma o próspero viento
—121→
señalaua, por no
perder la buena occasion que se les offrecia, a la segunda guardia hizieron la
señal de partida, y çarpando las ancoras, dieron con mucha
presteza los remos al sesgo mar y las velas al sossegado viento; y fue, como
digo, con tanta diligencia hecho, que, por mucha que yo puse para boluer a
embarcarme, no fuy a tiempo, y assi me huue de quedar en la marina, con el
enojo que podra considerar quien por semejantes y ordinarios casos aura
passado, porque quedaua mal acomodado de todas las cosas que para seguir mi
viaje por tierra eran necessarias; mas considerando que, de quedarme alli, poco
remedio se esperaua, acordé de boluerme a Barcelona, adonde,
-fol. 88v-
como ciudad mas grande, podria ser hallar quien me
acomodasse de lo que me faltaua, correspondiendo a Xerez o a Seuilla con la
paga dello.
»Amaneciome en estos pensamientos, y, con determinacion de
ponerlos en effecto, aguardaua a que el dia mas se leuantasse, y, estando a
punto de partirme, senti vn grande estruendo por la tierra, y que toda la gente
corria a la calle mas principal del pueblo, y preguntando a vno que era
aquello, me respondio: “Llegaos, señor, [a] aquella esquina, que a voz
de pregonero sabreys lo que desseays.” Hizelo assi, y lo primero en que puse
los ojos fue en vn alto crucifixo y en mucho tumulto de gente, señales
que alguno sentenciado a muerte entre ellos venia, todo lo qual me
certificó la voz del pregonero, que declaraua que, por hauer sido
salteador y vandolero,
—122→
la justicia mandaua ahorcar vn hombre,
que, como a mi llegó, luego conoci que era el mi buen amigo Timbrio, el
qual venia a pie, con vnas esposas a las manos y vna soga a la garganta, los
ojos
-fol. 89r-
enclauados en el crucifixo que delante lleuaua,
diziendo y protestando a los clerigos que con el yuan, que, por la estrecha
cuenta que pensaua dar en breues horas al verdadero Dios, cuyo retrato delante
los ojos tenia, que nunca en todo el discurso de su vida hauia cometido cosa
por donde publicamente meresciesse rescebir tan ignominiosa muerte, y que a
todos rogaua rogassen a los juezes le diessen algun término para prouar
quan innocente estaua de lo que le acusauan. Considerese aqui, si tanto la
consideracion pudo leuantarse, qual quedaria yo al horrendo espectaculo que a
los ojos se me offrecia. No se que os diga, señores, sino que
quedé tan embelesado y fuera de mi, y de tal modo quedé ageno de
todos mis sentidos, que vna estatua de marmol deuiera de parecer a quien en
aquel punto me miraua. Pero ya que el confuso rumor del pueblo, las leuantadas
vozes de los pregoneros, las lastimosas palabras de Timbrio y las consoladoras
de los sacerdotes, y el verdadero
-fol. 89v-
conocimiento de mi
buen amigo, me huuieron buelto de aquel embelesamiento primero, y la alterada
sangre acudio a dar ayuda al desmayado coraçon, y despertado en el la
colera deuida a la notoria vengança de la offensa de Timbrio, sin mirar
al peligro que me ponia, sino al de Timbrio, por
—123→
ver si podia
librarle, o seguirle hasta la otra vida, con poco temor de perder la mia,
eché mano a la espada, y con mas que ordinaria furia entré por
medio de la confusa turba, hasta que llegué adonde Timbrio yua, el qual,
no sabiendo si en prouecho suyo tantas espadas se hauian desembaynado, con
perplexo y angustiado ánimo, estaua mirando lo que passaua, hasta que yo
le dixe: «¿Adonde está, ¡o Timbrio!, el
esfuerço de tu valeroso pecho? ¿Que esperas, o que aguardas?
¿Porque no te fauoreces de la occasion presente? Procura, ¡o
verdadero amigo!, saluar tu vida, en tanto que esta mia haze escudo a la
sinrazon que, segun creo, aqui te es hecha.» Estas palabras mias, y el
conocerme Tymbrio, fue parte
-fol. 90r-
para que, oluidado todo
temor, rompiesse las ataduras o esposas de las manos; mas todo su ardimiento
fuera poco, si los sacerdotes, de compassion mouidos, no ayudaran su desseo,
los quales, tomandole en peso, a pesar de los que estoruarlo querian, se
entraron con el en vna yglesia que alli junto estaua, dexandome a mi en medio
de toda la justicia, que con grande instancia procuraua prenderme, como al fin
lo hizo, pues a tantas fuerças juntas no fue poderosa la sola mia de
resistirlas. Y, con mas offensas que, a mi parecer, mi pecado merescia, a la
carcel pública, herido de dos heridas, me lleuaron.
»El atreuimiento mio, y el hauerse escapado Timbrio,
augmentó mi culpa y el enojo en los juezes, los quales, condenando bien
el excesso
—124→
por mi cometido, pareciendoles ser justo que yo
muriesse, (y) luego, luego, la cruel sentencia pronunciaron, y para otro dia
guardauan la execucion. Llegó a Timbrio esta triste nueua alla en la
yglesia donde estaua, y, segun yo despues supe, mas alteracion le dio mi
sentencia
-fol. 90v-
que le hauia dado la de su muerte, y, por
librarme della, de nueuo se offrecia a entregarse otra vez en poder de la
justicia; pero los sacerdotes le aconsejaron que seruia de poco aquello: antes
era añadir mal a mal y desgracia a desgracia, pues no seria parte el
entregarse el para que yo fuesse suelto, pues no lo podia ser sin ser castigado
de la culpa cometida. No fueron menester pocas razones para persuadir a Timbrio
no se diesse a la justicia; pero sossegose con proponer en su ánimo de
hazer otro dia por mi lo que yo por el auia hecho, por pagarme en la mesma
moneda, o morir en la demanda. De toda su intencion fuy auisado por vn clerigo
que a confessarme vino, con el qual le embié a dezir que, el mejor
remedio que mi desdicha podia tener, era que el se saluasse, y procurasse que,
con toda breuedad, el Virrey de Barcelona supiesse todo el successo antes que
la justicia de aquel pueblo la executasse en el. Supe tambien la causa porque a
mi amigo Timbrio lleuauan al amargo suplicio, segun me
-fol. 91r-
conto el mesmo sacerdote que os he dicho, y fue que, viniendo Timbrio
caminando por el reyno de Cataluña, a la salida de Perpiñan,
dieron con el vna cantidad de vandoleros, los quales tenian por señor
—125→
y cabeça a vn valeroso cauallero catalan, que, por ciertas
enemistades, andaua en la compañia, como es ya antiguo vso de aquel
reyno, quando los enemistados son personas de cuenta, salirse a ella y hazerse
todo el mal que pueden, no solamente en las vidas, pero en las haziendas; cosa
agena de toda christiandad, y digna de toda lástima81. Sucedio, pues, que, al tiempo que los vandoleros estauan
occupados en quitar a Timbrio lo que lleuaua, llegó en aquella sazon el
señor y caudillo dellos, y como en fin era cauallero, no quiso que
delante de sus ojos agrauio alguno a Timbrio se hiziesse; antes, pareciendole
hombre de valor y prendas, le hizo mil corteses ofrecimientos, rogandole que
por aquella noche se quedasse con el en vn lugar alli cerca, que otro dia por
la mañana le daria vna señal de seguro para
-fol. 91v-
que sin temor alguno pudiesse seguir su camino hasta
salir de aquella prouincia. No pudo Timbrio dexar de hazer lo que el
cortés cauallero le pedia, obligado de las buenas obras del rescibidas.
Fueronse juntos, y llegaron a vn pequeño lugar, donde por los del pueblo
alegremente rescebidos fueron. Mas la fortuna, que hasta entonces con Timbrio
se hauia burlado, ordenó que aquella mesma noche diessen con los
vandoleros vna compañia de soldados, sólo para este effecto
juntada, y hauiendolos cogido de sobresalto, con facilidad los desbarataron, y
puesto que no pudieron prender al caudillo, prendieron y mataron a otros
muchos, y vno de los presos fue Timbrio,
—126→
a quien tuuieron por vn
famoso salteador que en aquella compañia andaua, y, segun se deue
imaginar, sin duda le deuia de parecer mucho, pues, con atestiguar los demas
presos que aquel no era el que pensauan, contando la verdad de todo el caso,
pudo tanto la malicia en el pecho de los juezes, que, sin mas aueriguaciones,
le sentenciaron a muerte, la qual fuera puesta en effecto, si
-fol. 92r-
el cielo, fauorescedor de los justos intentos, no
ordenara que las galeras se fuessen y yo en tierra quedasse, para hazer lo que
hasta agora os he contado que hize.
»Estauase Timbrio en la yglesia, y yo en la carcel,
ordenando de partirse aquella noche a Barcelona, y yo, que esperando estaua en
que pararia la furia de los offendidos juezes, [quando], con otra mayor
desuentura suya, Timbrio y yo de la nuestra fuymos librados. Mas ¡oxala
fuera seruido el cielo que en mi solo se executara la furia de su ira, con tal
que la alçaran de aquel pequeño y desuenturado pueblo, que a los
filos de mil barbaras espadas tuuo puesto el miserable cuello! Poco mas de
media noche sería, hora acomodada a facinorosos insultos, y en la qual
la trabajada gente suele entregar los trabajados miembros en braços del
dulce sueño, quando improuisamente por todo el pueblo se leuantó
vna confusa vozeria, diziendo: “¡Al arma, al arma, que turcos ay en la
tierra!” Los ecos destas tristes vozes ¿quien duda que no causaron
-fol. 92v-
espanto en los mugeriles pechos, y aun pusieron
confusion en los fuertes animos de los
—127→
varones? No se que os
diga, señores, sino que en vn punto la miserable tierra començo a
arder con tanta gana, que no parecia sino que las mesmas piedras con que las
casas fabricadas estauan, offrecian acomodada materia al encendido fuego, que
todo lo consumia. A la luz de las furiosas llamas, se vieron reluzir los
barbaros alfanjes y parecerse las blancas tocas de la turca gente, que,
encendida, con sigures o hachas de duro azero, las puertas de las casas
derribauan, y, entrando en ellas, de christianos despojos salian cargados. Qual
lleuaua la fatigada madre, y qual el pequeñuelo hijo, que, con cansados
y debiles gemidos, la madre por el hijo, y el hijo por la madre, preguntaua; y
alguno se que huuo que con sacrilega mano estoruó el cumplimiento de los
justos desseos de la casta rezien desposada virgen y del esposo desdichado,
ante cuyos llorosos ojos quiça vio coger el fruto de que el sin ventura
pensaua
-fol. 93r-
gozar en término breue. La confusion
era tanta, tantos los gritos y mezclas de las vozes tan differentes, que gran
espanto ponian. La fiera y endiablada canalla, viendo quan poca resistencia se
les hazía, se atreuieron a entrar en los sagrados templos y poner las
descomulgadas manos en las sanctas reliquias, poniendo en el seno el oro con
que guarnecidas estauan, y arrojandolas en el suelo con asqueroso menosprecio.
Poco le valia al sacerdote su santimonia, y al frayle su retraymiento, y al
viejo sus neuadas canas, y al moço su juuentud gallarda, y al
pequeño niño su
—128→
innocencia simple, que de todos
lleuauan el saco aquellos descreydos perros, los quales, despues de abrasadas
las casas, robado los templos, desflorado las virgines, muertos los defensores,
mas cansados que satisfechos de lo hecho, al tiempo que el alua venia, sin
impedimento alguno, se boluieron a sus baxeles, hauiendolos ya cargado de todo
lo mejor que en el pueblo hauia, dexandole dessolado y sin gente, porque toda
-fol. 93v-
la mas gente se lleuauan, y la otra a la
montaña se hauia recogido. ¿Quien en tan triste espectaculo
pudiera tener quedas las manos y enxutos los ojos? Mas, ¡ay!, que
está tan llena de miserias nuestra vida, que, en tan doloroso successo
como el que os he contado, huuo christianos coraçones que se alegraron,
y estos fueron los de aquellos que en la carcel estauan, que con la desdicha
general cobraron la dicha propria, porque, en son de yr a defender el pueblo,
rompieron las puertas de la prision y en libertad se pusieron, procurando cada
vno, no de offender a los contrarios, sino de saluar a si mesmos, entre los
quales yo gozé de la libertad tan caramente adquirida. Y viendo que no
hauia quien hiziesse rostro a los enemigos, por no venir a su poder ni tornar
al de la prision, dessamparando el consumido pueblo, con no pequeño
dolor de lo que hauia visto y con el que mis heridas me causauan, segui a vn
hombre que me dixo que seguramente me lleuaria a vn monasterio que en aquellas
montañas estaua, donde de mis llagas seria curado, y aun defendido,
—129→
-fol. 94r-
si de nueuo prenderme quisiessen.
Seguile, en fin, como os he dicho, con desseo de saber que auria hecho la
fortuna de mi amigo Timbrio, el qual, como despues supe, con algunas heridas,
se hauia escapado, y, seguido por la montaña otro camino differente del
que yo lleuaua, vino a parar al puerto de Rosas, donde estuuo algunos dias,
procurando saber que successo auria sido el mio, y que, en fin, sin saber
nueuas algunas, se partio en vna naue, y con próspero viento
llegó a la gran ciudad de Napoles. Yo bolui a Barcelona, y alli me
acomodé de lo que menester hauia, y despues, ya sano de mis heridas,
torné a seguir mi viaje, y, sin succederme reues alguno, llegué a
Napoles, donde hallé enfermo a Timbrio, y fue tal el contento que en
vernos los dos recibimos, que no me siento con fuerças para
encarecerosle por agora. Alli nos dimos cuenta de nuestras vidas y de todo
aquello que hasta aquel momento nos hauia sucedido; pero todo este plazer mio
se aguaua con el ver a Timbrio no tan bueno como yo quisiera:
-fol. 94v-
antes tan malo, y de vna enfermedad tan
estraña, que, si yo a aquella sazon no llegara, pudiera llegar a tiempo
de hazerle las obsequias de su muerte, y no solemnizar las alegrias de su
vista. Despues que el huuo sabido de mi todo lo que quiso, con lagrimas en los
ojos, me dixo: “¡Ay, amigo Silerio, y cómo creo que el cielo
procura cargar la mano en mis desuenturas, para que, dandome la salud por la
vuestra, quede yo cada dia con mas obligacion de seruiros!”
—130→
Palabras fueron estas de Timbrio que me enternecieron; mas, por parecerme de
comedimientos, tan poco vsados entre nosotros, me admiraron. Y por no cansaros
en deziros punto por punto lo que yo le respondi y lo que el mas
replicó, sólo os dire que el desdichado de Timbrio estaua
enamorado de vna señora principal de aquella ciudad, cuyos padres eran
españoles, aunque ella en Napoles hauia nascido; su nombre era Nisida, y
su hermosura tanta, que me atreuo a dezir que la naturaleza cifró en
ella el estremo de sus pe[r]fectiones,
-fol. 95r-
y andauan tan
a vna en ella la honestidad y belleza, que lo que la vna encendia la otra
enfriaua, y los desseos que su gentileza hasta el mas subido cielo leuantaua,
su honesta grauedad hasta lo mas baxo de la tierra abatia. A esta causa estaua
Timbrio tan pobre de esperança, quan rico de pensamientos, y, sobre
todo, falto de salud y en terminos de acabar la vida sin descubrirlos: tal era
el temor y reuerencia que hauia cobrado a la hermosa Nisida. Pero despues que
tuue bien conocida su enfermedad, y huue visto a Nisida y considerado la
calidad y nobleza de sus padres, determiné de posponer por el la
hazienda, la vida y la honra, y mas si mas tuuiera y pudiera, y assi vsé
de vn artificio el mas estraño que hasta oy se aura oydo ni leydo, y fue
que acordé de vestirme como truhan, y con vna guitarra entrarme en casa
de Nisida, que, por ser, como ya he dicho, sus padres de los principales de la
ciudad, de otros muchos truhanes era
—131→
continuada. Pareciole bien
este acuerdo a Timbrio, y resignó
-fol. 95v-
luego en las
manos de mi industria todo su contento. Hize yo hazer luego muchas y
differentes galas, y, en vistiendome, comence a ensayarme en el nueuo officio
delante de Timbrio, que no poco reya de verme tan truhanamente vestido; y, por
ver si la habilidad correspondia al ábito, me dixo que, haziendo cuenta
que el era vn gran principe y que yo de nueuo venia a visitarle, le dixesse
algo. Y si yo no me acuerdo mal, y si vosotros, señores, no os cansays
de escucharme, direos lo que entonces le canté, con ser la primera
vez.
Todos dixeron que ninguna cosa les daria mas contento que saber
por extenso todo el successo de su negocio, y que assi le rogauan que ninguna
cosa, por de poco momento que fuesse, dexasse de contarles.
-Pues essa licencia me days -dixo el hermitaño-, no quiero
dexaros de dezir cómo comenee a dar muestras de mi locura, que fue con
estos versos que a Timbrio canté, imaginando ser vn gran señor a
quien los dezia:
»Estas y otras cosas de mas risa y juego canté
entonces a Timbrio, procurando acomodar el brio y donayre del cuerpo a que en
todo diesse muestras de exercitado truhan; y sali tan bien
—133→
con
ello, que en pocos dias fuy
-fol. 97r-
conocido de toda la mas
gente principal de la ciudad, y la fama del truhan español por toda ella
bolaua, hasta tanto que ya en casa del padre de Nisida me desseauan ver, el
qual desseo les cumpliera yo con mucha facilidad, si de industria no aguardara
a ser rogado. Mas, en fin, no me pude escusar que vn dia de vn vanquete alla no
fuesse, donde vi mas cerca la justa causa que Timbrio tenia de padecer82, y la que el cielo me dio para quitarme el contento todos
los dias que en esta vida durare. Vi a Nisida, a Nisida vi, para no ver mas, ni
ay mas que ver despues de auerla visto. ¡O fuerça poderosa de
amor, contra quien valen poco las poderosas nuestras! Y ¿es possible que
en vn punto, en vn momento, los reparos y pertrechos de mi lealtad pusiesses en
terminos de dar con todos ellos por tierra? ¡Ay, que83 si se tardara vn poco en socorrerme la
consideracion de quien yo era, la amistad que a Timbrio deuia, el mucho valor
de Nisida, el affrentoso hábito en que me hallaua, que todo era
impedimento a que, con el
-fol. 97v-
nueuo y amoroso desseo que
en mi hauia nascido, no nasciesse tambien la esperança de
alcançarla, que es el arrimo con que el amor camina o buelue atras en
los enamorados principios! En fin, vi la belleza que os he dicho, y porque me
importaua tanto el verla, siempre procuré grangear el amistad de sus
padres y de todos los de su casa, y esto con hazer del gracioso y bien criado,
haziendo mi officio con la mayor discrecion y gracia
—134→
a mi
possible. Y rogandome vn cauallero que aquel dia a la mesa estaua que alguna
cosa en loor de la hermosura de Nisida cantasse, quiso la ventura que me
acordasse de vnos versos que muchos dias antes para otra occasion casi
semejante yo hauia hecho, y siruiendome para la presente, los dixe, que eran
estos:
»Con estas y otras cosas que entonces canté, quedaron
todos tan mis afficionados, especialmente los padres de Nisida, que me
offrecieron todo lo que menester huuiesse, y me rogaron que ningun dia dexasse
de visitarlos;
-fol. 99r-
y assi, sin descubrirse ni imaginarse
mi industria, vine a salir con mi primero disignio, que era facilitar la
entrada en casa de Nisida, la qual gustaua en estremo de mis desembolturas.
Pero, ya que los muchos dias, y la mucha conuersacion mia, y la grande amistad
que todos los de aquella casa me mostrauan, vuieron quitado algunas sombras al
demasiado temor que de descubrir mi intento a Nisida tenia, determiné
ver a do llegaua la ventura de Timbrio, que sólo de mi solicitud la
esperaua. Mas, ¡ay de mi!, que yo estaua entonces mas para pedir medicina
para mi llaga
—136→
que salud para la agena, porque el donayre,
belleza, discrecion, grauedad de Nisida, hauian hecho en mi alma tal effecto,
que no estaua en menos estremo de dolor y de amor puesta, que la del lastimado
Timbrio. A vuestra consideracion discreta dexo el imaginar lo que podia sentir
vn coraçon a quien de vna parte combatian las leyes de la amistad, y de
otra las inuiolables de Cupido; porque si las vnas le obligauan
-fol. 99v-
a no salir de lo que ellas y la razon le pedian, las
otras le forçauan que tuuiesse cuenta con lo que a su contento era
obligado. Estos sobresaltos y combates me apretauan de manera que, sin procurar
la salud agena, comence a dudar de la propria, y a ponerme tan flaco y
amarillo, que causaua general compassion a todos los que me mirauan; y los que
mas la mostrauan eran los padres de Nisida, y aun ella mesma, con limpias y
christianas entrañas, me rogo muchas vezes que la causa de mi enfermedad
le dixesse, offreciendome todo lo necessario para el remedio della.
“¡Ay -dezia yo entre mi quando Nisida tales offrecimientos me hazia-, y
con quanta facilidad, hermosa Nisida, podria remediar vuestra mano el mal que
vuestra hermosura ha hecho! Pero preciome tanto de buen amigo, que, aunque
tuuiesse tan cierto mi remedio como le tengo por impossible, impossible seria
que le acetasse.” Y como estas consideraciones en aquellos instantes me
turbassen la fantasia, no acertaua a responder a
-fol. 100r-
Nisida cosa alguna, de lo qual ella y otra84 hermana suya, que Blanca
se
—137→
llamaua, de menos años, aunque no de menos discrecion y
hermosura que Nisida, estauan marauilladas; y, con mas desseo de saber el
origen de mi tristeza, con muchas importunaciones me rogauan que nada de mi
dolor les encubriesse. Viendo, pues, yo que la ventura me offrecia la comodidad
de poner en effecto lo que hasta aquel punto mi industria auia fabricado, vna
vez que acaso Nisida y su hermana solas se hallauan, tornando ellas de nueuo a
pedirme lo que tantas vezes, les dixe: “No penseys, señoras, que el
silencio que hasta agora he tenido en no deziros la causa de la pena que
imaginays que siento, lo aya causado tener yo poco desseo de obedeceros, pues
ya se sabe que, si algun bien mi abatido estado en esta vida tiene, es hauer
grangeado con el venir a terminos de conoceros y como criado seruiros;
sólo ha sido la causa imaginar que, aunque la descubra, no seruira para
mas de daros lástima, viendo quan
-fol. 100v-
lexos
está el remedio della; pero ya que me es forçoso satisfazeros en
esto, sabreys, señoras, que en esta ciudad está vn cauallero,
natural de mi mesma patria, a quien tengo por señor, por amparo y por
amigo, el mas liberal, discreto y gentil hombre que en gran parte hallar se
pueda, el qual está aqui ausente de la amada patria por ciertas
quistiones que alla le succedieron, que le forçaron a venir a esta
ciudad, creyendo que, si alla en la suya dexaua enemigos, aca en la agena no le
faltarán amigos; mas hale salido tan al reues su pensamiento, que vn
solo enemigo
—138→
que el mesmo, sin saber cómo, aqui se ha
procurado, le tiene puesto en tal estremo, que, si el cielo no le socorre, con
acabar la vida acabará sus amistades y enemistades; y como yo conozco el
valor de Timbrio -que este es el nombre del cauallero cuya desgracia os voy
contando-, y se lo que perdera el mundo en perderle, y lo que yo perdere si le
pierdo, doy las muestras de sentimiento que haueys visto, y aun son pocas,
segun a lo que me obliga el
-fol. 101r-
peligro en que Timbrio
está puesto. Bien se que desseareys saber, señoras, quien es el
enemigo que a tan valeroso cauallero como es el que os he pintado tiene puesto
en tal estremo; pero tambien se que, en diziendoosle, no os marauillareys sino
de cómo ya no le tiene consumido y muerto. Su enemigo es amor, vniuersal
destruydor de nuestros sossiegos y bien andanças. Este fiero enemigo
tomó possession de sus entrañas. En entrando en esta ciudad, vio
Timbrio vna hermosa dama, de singular valor y hermosura; mas tan principal y
honesta, que jamas el miserable se ha auenturado a descubrirle su
pensamiento.”
»A este punto llegaua yo, quando Nisida me dixo: “Por
cierto, Astor -que entonces era este el nombre mio-, que no se yo si crea que
esse cauallero sea tan valeroso y discreto como dizes, pues tan facilmente se
ha dexado rendir a vn mal desseo tan rezien nacido, entregandose tan sin
occasion alguna en los braços de la desesperacion; y aunque a mi se me
alcança poco destos amorosos
-fol. 101v-
effectos,
todavia me parece que
—139→
es simplicidad y flaqueza dexar, el que se
vee fatigado dellos, de descubrir su pensamiento a quien se le causa, puesto
que sea del valor que imaginar se puede, porque ¿que affrenta se le
puede seguir a ella de saber que es bien querida, o a el que mayor mal de su
azeda y desabrida respuesta, que la muerte que el mesmo se procura callando? Y
no seria bien que, por tener vn juez fama de riguroso, dexasse alguno de alegar
de su derecho. Pero pongamos que succede la muerte de vn amante tan callado y
temeroso como esse tu amigo; dime: ¿llamarias tu cruel a la dama de
quien estaua enamorado? No, por cierto: que mal puede remediar nadie la
necessidad que no llega a su noticia, ni cae en su obligacion procurar saberla
para remediarla. Assi que, Astor, perdoname, que las obras de esse tu amigo no
hazen muy verdaderas las alabanças que le das.”
»Quando yo oy a Nisida semejantes razones, luego, luego
quisiera con las mias descubrirle todo el secreto de
-fol. 102r-
mi pecho; mas como yo entendia la bondad y llaneza con que ella las hablaua,
vue de detenerme y esperar mas sola y mejor coyuntura, y assi le respondi:
“Quando los casos de amor, hermosa Nisida, con libres ojos se miran85, tantos desatinos se veen en ellos, que no menos de risa que
de compassion son dignos; pero si de la sotil red amorosa se halla enlazada el
alma, alli estan los sentidos tan trauados y tan fuera de su proprio ser, que
la memoria sólo sirue de thesorera y guardadora del
—140→
objecto que los ojos miraron, y el entendimiento en escudriñar y conocer
el valor de la que bien ama, y la voluntad de consentir de que la memoria y
entendimiento en otra cosa no se occupen; y assi, los ojos veen como por espejo
de alinde, que todas las cosas se les hazen mayores: ora cresce la
esperança quando son fauorescidos, ora el temor quando desechados; y asi
succede a muchos lo que a Timbrio ha succedido, que, pareciendoles a los
principios altissimo el objecto a quien los ojos leuantaron, pierden
-fol. 102v-
la esperança de alcançarle; pero no de
manera que no les diga amor alla dentro en el alma: ‘¡Quien sabe!
Podria ser...’, y con esto anda la esperança, como dezirse suele,
entre dos aguas, la qual si del todo les desamparasse, con ella huyria el amor.
Y de aqui nasce andar, entre el temor y osar, el coraçon del amante tan
affligido, que, sin auenturarse a dezirla, se recoge y aprieta en su llaga, y
espera, aunque no sabe de quien, el remedio de que se vee tan apartado. En este
mesmo estremo he yo hallado a Timbrio, aunque todavia, a persuasiones mias, ha
escripto vna carta a la dama por quien muere, la qual me dio para que la viesse
y mirasse si en alguna manera se mostraua en ella descomedido, porque la
enmendaria; encargóme assimesmo que buscasse orden de ponerla en manos
de su señora, que creo sera impossible, no porque yo no me auenture a
ello, pues lo menos que auenturaré86 será la vida por seruirle, mas porque
me parece que no he de hallar occasion
—141→
para darla.” “Veamosla
-dixo Nisida-, porque
-fol. 103r-
desseo ver como escriuen los
enamorados discretos.” Luego saqué yo vna carta del seno, que algunos
dias antes estaua escripta, esperando occasion de que Nisida la viesse, y
offreciendome la ventura esta, se la mostre; la qual, por hauerla yo leydo
muchas vezes, se me quedó en la memoria, cuyas razones eran estas:
TIMBRIO A NISIDA
»“Determinado auia, hermosa señora,
que el fin desastrado mio os diesse noticia de quien yo era, pareciendome ser
mejor que alabarades mi silencio en la muerte, que no que vituperarades mi
atreuimiento en la vida; mas, porque imagino que a mi alma conuiene partirse
deste mundo en gracia vuestra, porque en el otro no le niegue amor el premio de
lo que ha padecido, os hago sabidora del estado en que vuestra rara beldad me
tiene puesto, que es tal, que, a poder significarle, no procurara su remedio,
pues por pequeñas
-fol. 103v-
cosas nadie se ha de
auenturar a offender el valor estremado vuestro, del qual y de vuestra honesta
liberalidad espero restaurar la vida, para seruiros, o alcançar la
muerte, para nunca mas offenderos.”
»Con mucha atencion estuuo Nisida escuchando esta carta, y,
en acabandola de oyr, dixo: “No tiene de que agrauiarse la dama a quien
—142→
esta carta se embia, si ya de puro graue no da en ser melindrosa,
enfermedad de quien no se escapa la mayor parte de las damas desta ciudad.
Pero, con todo esso, no dexes, Astor, de darsela, pues, como ya te he dicho, no
se puede esperar mas mal de su respuesta, que no sea peor el que agora dizes
que tu amigo padece. Y para mas animarte, te quiero assegurar que no ay muger
tan recatada y tan puesta en atalaya para mirar por su honrra, que le pese
mucho de ver y saber que es querida, porque entonces conoce ella que no es vana
la presumpcion que de si tiene, lo qual seria al reues si viesse que de nadie
era solicitada.” “Bien
-fol. 104r-
se, señora, que es
verdad lo que dizes -respondi yo-; mas tengo temor que, el atreuerme a darla,
por lo menos me ha de costar negarme de alli adelante la entrada en aquella
casa, de que no menor daño me vendria a mi que a Timbrio.” “No
quieras, Astor -replicó Nisida-, confirmar tu la sentencia que aun el
juez no tiene dada. Muestra buen ánimo, que no es riguroso trance de
batalla este a que te auenturas.” “¡Pluguiera al cielo, hermosa
Nisida -respondi yo-, que en esse término me viera, que de mejor gana
offreciera el pecho al peligro y rigor de mil contrapuestas armas, que no la
mano a dar esta amorosa carta a quien temo que, siendo con ella offendida, ha
de arrojar sobre mis hombros la pena que la agena culpa meresce. Pero, con
todos estos inconuinientes, pienso seguir, señora, el consejo que me has
dado, puesto que aguardaré tiempo
—143→
en que el temor no tenga
tan occupados mis sentidos como agora; y en este entretanto te suplico que,
haziendo cuenta que tu eres a quien esta carta se embia,
-fol. 104v-
me des alguna respuesta que lleue a Timbrio, para
que con este engaño el se entretenga vn poco, y a mi el tiempo y las
occasiones me descubran lo que tengo de hazer.” “De mal artificio quieres
vsar -respondio Nisida-, porque, puesto caso que yo agora diesse en nombre
ageno alguna blanda o esquiua respuesta, ¿no ves que el tiempo,
descubridor de nuestros fines, aclarará el engaño, y Timbrio
quedará de ti mas quexoso que satisfecho?; quanto mas que, por no hauer
dado hasta agora respuesta a semejantes cartas, no querria començar a
darlas mentirosa y fingidamente; mas, aunque sepa yr contra lo que a mi mesma
deuo, si me prometes de dezir quien es la dama, yo te dire que digas a tu
amigo, y cosa tal, que el quede contento por agora; y puesto que despues las
cosas succedan al reues de lo que el pensare, no por esso se aueriguará
la mentira.” “Esso no me lo mandes, ¡o Nisida! -respondi yo-, porque
en tanta confusion me pone dezirte yo a ti su nombre, como me pondria el darle
a ella la
-fol. 105r-
carta; basta saber que es principal, y
que, sin hazerte agrauio alguno, no te deue nada en la hermosura, que con esto
me parece que la encarezco sobre quantas son nascidas.” “No me marauillo
que digas esso de mi -dixo Nisida-, pues los hombres de vuestra condicion y
trato, lisonjear es su proprio officio. Mas, dexando todo
—144→
esto a
vna parte, porque desseo que no pierdas la comodidad de vn tan buen amigo, te
aconsejo que le digas que fuyste a dar la carta a su dama, y que has passado
con ella todas las razones que conmigo, sin faltar punto, y cómo leyo tu
carta, y el ánimo que te daua para que a su dama la lleuasses, pensando
que no era ella a quien venia; y que, aunque no te atreuiste a declarar del
todo, que has conoscido della que, quando sepa ser ella para quien la carta
venia, no le causará el engaño y desengaño mucha
pesadumbre. Desta suerte rescibira el algun aliuio en su trabajo; y despues, al
descubrir tu intencion a su dama, puedes responder a Timbrio lo que ella te
respondiere, pues, hasta el
-fol. 105v-
punto que ella lo sepa,
queda en fuerça esta mentira y la verdad de lo que succediere, sin que
haga al caso el engaño de agora.”
»Admirado quedé de la discreta traça de
Nisida, y aun no sin sospecha de la verdad de mi artificio. Y assi, besandole
las manos por el buen auiso, y quedando con ella que, de qualquiera cosa que en
este negocio succediere, le hauia87de dar particular cuenta, vine a contar a Timbrio todo
lo que con Nisida me hauia succedido, que fue parte para que la tuuiesse en su
alma la esperança, y boluiesse de nueuo a sustentarle y a desterrar de
su coraçon los nublados del frio temor que hasta entonces le tenian
ofuscado; y todo este gusto se le acrescentaua el prometerle yo a cada passo
que los mios no serian dados sino en seruicio suyo, y que, otra
—145→
vez que con Nisida me hallasse, sacaria el juego de maña con tan buen
successo como sus pensamientos merecian. Vna cosa se me ha oluidado de deziros:
que, en todo el tiempo que con Nisida y su hermana estuue hablando, jamas la
menor
-fol. 106r-
hermana habló palabra, sino que, con vn
estraño silencio, estuuo siempre colgada de las mias. Y seos dezir,
señores, que, si callaua, no era por no saber hablar con toda discrecion
y donayre, porque en estas dos hermanas mostro naturaleza todo lo que ella
puede y vale; y, con todo esto, no se si os diga que holgara que me huuiera
negado el cielo la ventura de hauerlas conocido, especialmente a Nisida,
principio y fin de toda mi desdicha. Pero ¿que puedo hazer, si, lo que
los hados tienen ordenado, no puede por discursos humanos estoruarse? Yo quise,
quiero y querre bien a Nisida, tan sin offensa de Timbrio, quanto lo ha
mostrado bien mi cansada lengua, que jamas la habló que en fauor de
Timbrio no fuesse, encubriendo siempre, con mas que ordinaria discrecion, la
pena propria por remediar la agena. Succedio, pues, que, como la belleza de
Nisida tan esculpida en mi alma quedó desde el primer punto que mis ojos
la vieron, no pudiendo tener mi pecho tan rico thesoro encubierto, quando solo
o apartado
-fol. 106v-
alguna vez me hallaua, con algunas
amorosas y lamentables canciones le descubria con velo de fingido nombre. Y
assi, vna noche, pensando que ni Timbrio ni otro alguno me escuchaua, por dar
aliuio vn poco al fatigado espiritu, en vn retirado aposento, sólo
—146→
de vn laud acompañado, canté vnos versos, que, por
hauerme88 puesto en vna confusion grauissima, os los
aure89 de dezir, que eran estos:
»El estar tan trasportado en mis continuas imaginaciones,
fue occasion para que yo no tuuiesse cuenta en cantar estos versos que he dicho
con tan baxa voz como deuiera; ni el lugar do estaua era tan escondido que
estoruara que
-fol. 108r-
de Timbrio no fueran escuchados, el
qual, assi como los oyo, le vino al pensamiento que el mio no estaua libre de
amor, y que, si yo alguno tenia, era a Nisida, segun se podia colegir de mi
canto. Y aunque el alcançó la verdad de mis pensamientos, no
alcançó la de mis desseos; antes, entendiendo ser al contrario de
lo que yo pensaua, determinó de ausentarse aquella mesma
—148→
noche, e yrse adonde de ninguno fuesse hallado, sólo por dexarme
comodidad de que solo90 a Nisida siruiesse. Todo esto supe yo de
vn paje suyo, sabidor de todos sus secretos, el qual vino a mi muy angustiado,
y me dixo: “Acudid, señor Silerio, que Timbrio, mi señor y
vuestro amigo, nos quiere dexar y partirse esta noche, y no me ha dicho a
donde, sino que le apareje no se que dineros, y que a nadie diga que se parte;
principalmente, me dixo que a vos no lo dixesse; y este pensamiento le ha
venido despues que estuuo escuchando no se que versos que poco ha cantauades,
y, segun los estremos que le he visto hazer, creo que va a desesperarse;
-fol. 108v-
y por parecerme que deuo antes acudir a su remedio
que a obedecer su mandado, os lo vengo a dezir, como a quien puede ser parte
para que no ponga en effecto tan dañado proposito.”
»Con estraño sobresalto escuché lo que el paje
me dezia, y fuy luego a ver a Timbrio a su aposento, y, antes que dentro
entrasse, me paré a ver lo que hazía, el qual estaua tendido
encima de su lecho boca abaxo, derramando infinitas lagrimas,
acompañadas de profundos sospiros, y con baxa voz y mal formadas razones
me parecio que estas dezia: “Procura, verdadero amigo Silerio,
alcançar el fruto que tu solicitud y trabajo tiene bien merescido, y no
quieras, por lo que te parece que deues a mi amistad, dexar de dar gusto a tu
desseo, que yo refrenaré el mio, aunque sea con el medio estremo de la
muerte, que, pues tu della me libraste, quando con tanto
—149→
amor y
fortaleza al rigor de mil espadas te offreciste, no es mucho que yo agora te
pague en parte tan buena obra con dar lugar a que, sin el impedimento que mi
presencia
-fol. 109r-
causarte puede, gozes de aquella en quien
cifró el cielo toda su belleza, y puso el amor todo mi contento. De vna
sola cosa me pesa, dulce amigo, y es que no puedo despedirme de ti en esta
amarga partida; mas admite por disculpa el ser tu la causa della. ¡O,
Nisida, Nisida, y quan cierto está de tu hermosura, que se ha de pagar
la culpa del que se atreue a mirarla con la pena de morir por ella! Silerio la
vio, y, si no quedara qual imagino que ha quedado, perdiera en gran parte
conmigo la opinion que tiene de discreto. Mas, pues mi ventura assi lo ha
querido, sepa el cielo que no soy menos amigo de Silerio que el lo es mio; y,
para muestras desta verdad, apartese Timbrio de su gloria, destierrese de su
contento, vaya peregrino de tierra en tierra, ausente de Silerio y de Nisida,
dos verdaderas y mejores mitades de su alma.” Y luego, con mucha furia, se
leuantó del lecho y abrio la puerta; y, hallandome alli, me dixo:
“¿Que quieres, amigo, a tales horas? ¿Ay, por ventura, algo de
nueuo?” “Ay tanto -le respondi
-fol. 109v-
yo-, que, aunque
huuiera menos, no me pesara.” En fin, por no cansaros mas, yo llegué a
tales terminos con el, que le persuadi y di a entender ser su imaginacion
falsa, no en quanto estaua yo enamorado, sino en el de quien, porque no era de
Nisida, sino de su hermana Blanca; y supelo dezir esto
—150→
de manera,
que el lo tuuo por verdadero; y porque mas credito a ello diesse, la memoria me
offrecio vnas estancias que muchos dias antes yo mesmo hauia hecho a otra dama
del mesmo nombre, y dixele que para la hermana de Nisida las hauia compuesto,
las quales vinieron tan a proposito, que, aunque sea fuera del dezirlas aora,
no las quiero passar en silencio, que fueron estas:
Adelante passara con su cuento Silerio, si no lo estoruara el son
de muchas çampoñas y acordados caramillos que a sus espaldas se
oya; y, boluiendo la cabeça, vieron venir hazia ellos hasta vna dozena
de gallardos pastores puestos en dos hileras, y en medio venia vn dispuesto
pastor, coronado con vna guirnalda de madreselua y de otras differentes flores.
Traya vn baston en la vna mano, y con graue passo poco a poco se mouia, y los
demas pastores andando con el mesmo aplauso, y, tocando todos sus instrumentos,
dauan de si agradable y estraña muestra. Luego que Elicio los vio,
conoscio ser Daranio el pastor que en medio trayan, y los demas
-fol. 111r-
ser todos circunuezinos que a sus bodas querian
hallarse, a las quales assimesmo Tyrsi y Damon vinieron, y, por alegrar la
fiesta del desposorio y honrar al nueuo desposado, de aquella manera hazia el
aldea se encaminauan. Pero viendo Tyrsi que su venida hauia puesto silencio al
cuento de Silerio, le rogo que aquella noche juntos en la aldea la passassen,
—152→
donde sería seruido con la voluntad possible, y haria
satisfechas las suyas con acabar el començado successo. Silerio lo
prometio. Y a esta sazon llegó el monton alegre de pastores, los quales,
conosciendo a Elicio y Daranio, a Tyrsi y a Damon, sus amigos, con
señales de grande alegria se recibieron, y, renouando la musica y
renouando el contento, tornaron a proseguir el començado camino, y, ya
que llegauan junto al aldea, llegó a sus oydos el son de la
çampoña del desamorado Lenio, de que no poco gusto recibieron
todos, porque ya conocian la estremada condicion suya. Y, assi como Lenio los
vio y conocio, sin interromper el suaue canto,
-fol. 111v-
desta
manera cantando hazia ellos se vino:
En acabando de cantar Lenio, fue de todos los pastores cortesmente
rescibido, el qual, como oyesse nombrar a Damon y a Tyrsi, a quien el
sólo por fama conoscia, quedó admirado en ver su estremada
presencia, y assi les dixo:
¿Que encarecimientos bastarian, aunque fueran los mejores
que en la eloquencia pudieran
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hallarse, a poder leuantar y
encarecer el valor vuestro, famosos pastores, si por ventura las
niñerias de amor no se mezclaran con las veras de vuestros celebrados
escriptos? Pero, pues ya estays eticos de amor, enfermedad, al parecer,
incurable, puesto que mi rudeza, con estimar y alabar vuestra rara discrecion,
os pague lo que os deue, impossible será que yo dexe de vituperar
vuestros pensamientos.
-Si los tuyos tuuieras, discreto Lenio -respondio Tyrsi-,
-fol. 113r-
sin las sombras de la vana opinion que los occupa,
vieras luego la claridad de los nuestros, y que, por ser amorosos, merescen mas
gloria y alabança que por ninguna otra sutileza o discrecion que
encerrar pudieran.
-No mas, Tyrsi, no mas -replicó Lenio-, que bien se que,
contra tantos y tan obstinados enemigos, poca fuerça tendran mis
razones.
-Si ellas lo fueran -respondio Elicio-, tan amigos son de la
verdad los que aqui estan, que ni aun burlando la contradixeran; y en esto
podras ver, Lenio, quan fuera vas della, pues no ay ninguno que aprueue tus
palabras, ni aun tenga por buenas tus intenciones.
-Pues a fe -dixo Lenio- que no te salue a ti la tuya, ¡o
Elicio! Si no, digalo el ayre, a quien contino acrescientas con sospiros, y la
yerua destos prados, que va cresciendo con tus lagrimas, y los versos que el
otro dia en las hayas de aquel bosque escriuiste, que en ellos se verá
que es lo que en ti alabas y en mi vituperas.
No quedara Lenio sin respuesta, si no vieran
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venir
hazia donde ellos estauan a la hermosa
-fol. 113v-
Galatea con
las discretas pastoras Florisa y Theolinda, la qual, por no ser conoscida de
Damon y Tyrsi, se hauia puesto vn blanco velo ante su hermoso rostro. Llegaron,
y fueron de los pastores con alegre acogimiento rescebidas, principalmente de
los enamorados Elicio y Erastro, que con la vista de Galatea tan estraño
contento rescibieron, que, no pudiendo Erastro dissimularle, en señal
del, sin mandarselo alguno, hizo señas a Elicio que su
çampoña tocasse, al son de la qual, con alegres y suaues
accentos, cantó los siguientes versos:
Aqui acabó su canto Erastro, y se acabó el camino de
llegar a la aldea, adonde Tyrsi y Damon y Silerio en casa de Elicio se
recogieron, por no perder la occasion de saber en que
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paraua el
començado cuento de Silerio. Las hermosas pastoras Galatea y Florisa,
offreciendo de hallarse el venidero dia a las bodas de Daranio, dexaron a los
pastores, y todos o los mas con el desposado se quedaron, y ellas a sus casas
se fueron. Y, aquella mesma noche, solicitado Silerio de su amigo Erastro, y
por el desseo que le fatigaua de boluer a su hermita, dio fin al successo de su
historia, como se verá en el siguiente libro.