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Miguel Delibes: un marco reducido, un fondo universal

María Pilar Celma Valero





«En mis libros he tratado de reflejar la naturaleza y la vida rural. He buscado en el campo y en los hombres que lo pueblan la esencia de lo humano»1



Para cualquier lector de la obra de Miguel Delibes (o espectador de las versiones cinematográficas hechas a partir de sus novelas) resulta fácil asociar su obra al medio en que surge y se desarrolla: España y, más concretamente, Castilla. Con pocos autores españoles se produce esa asociación tan evidente entre su obra y su tierra natal. Y, sin embargo, a pesar de ese evidente arraigo de Delibes en Castilla, es el autor español vivo más traducido a lenguas extranjeras. ¿No sería dicho arraigo un inconveniente para que su obra fuera apreciada más allá de las fronteras españolas? ¿Por qué un autor tan «localista» despierta ese interés en tantos y tan lejanos países?

Vamos a tratar de dar una explicación a esa aparente paradoja, haciendo un recorrido por la obra de Delibes, guiados también por sus propias reflexiones. La cita inicial nos proporciona el punto de arranque; otras nos orientarán en el camino.


Las raíces de la narrativa de Delibes

Puede afirmarse que Delibes es un hombre arraigado en su tierra, en su tiempo y en su lengua:


El arraigo en su tierra

El propio Delibes proclama abiertamente que su tierra, Castilla, es una constante en su obra. En 1972, justo en la mitad de su trayectoria literaria, publicó una pequeña antología, titulada Castilla en mi obra, con textos procedentes de varias novelas, entre ellas, el Diario de un cazador y el Diario de un emigrante. En la introducción que precede a estos textos alude a una afirmación que ha repetido a menudo. Dice conformarse, «desde un punto de vista estrictamente literario» en que en su epitafio pudiera escribirse: «Acertó a pintar Castilla»2. Pero, unas líneas más abajo, explica que su pretensión no se refiere sólo al paisaje de Castilla, sino que éste abarca también el «paisanaje»: el hombre en su medio. El hombre siempre en el centro de la narrativa de Delibes.

Casi todas sus novelas están ambientadas en Castilla. Y no se trata de un mero marco, sino que normalmente el paisaje es consustancial a la propia trama o a la sicología de los personajes. La mayoría de ellas se ambientan en el marco rural: El camino, Las ratas, Viejas historias de Castilla la Vieja... Otras novelas están ambientadas en una ciudad de provincias. En este caso, suelen reflejar un cierto desarraigo e incomunicación. Otra novela, El disputado voto del Señor Cayo, marca fuertemente el contraste entre la vida rural y la urbana. El candidato que ha visitado el pueblo del señor Cayo descubre en este hombre de campo toda la sabiduría, la honradez y la paz de las que el hombre urbano adolece. Así puede afirmar: «Hay que asomarse al pueblo; ahí es donde está la verdad de la vida»3 y poco después se lamenta: «No hay derecho a esto [...] A que hayamos dejado morir una cultura sin mover un dedo».

El mayor número de novelas de marco rural y la mayor simpatía que despiertan sus «paisanos», frente a la superficialidad y mediocridad de los personajes urbanos, desvela la preferencia del autor por el campo. No se trata de una defensa a ultranza. Delibes también denuncia la miseria, el atraso y el abandono, que sufren los pueblos, pero siempre se impone un tono elegíaco en favor de una cultura tradicional que está siendo sacrificada en aras de un progreso, que a la postre resulta deshumanizador.

La única novela ambientada muy lejos de su tierra, en Chile, es Diario de un emigrante, pero, como el propio escritor declara: «Castilla se perfila de rebote, en las nostalgias del cazador protagonista y, esto aparte, el verdadero tema de la obra es el choque emotivo de un castellano de pura cepa -con todas las virtudes y defectos que esto comporta- con unas costumbres y un ritmo de vida ajenos a su rutina cotidiana»4.




El arraigo en su tiempo

Delibes se inició en el periodismo y casi toda su creación literaria está escrita a la par que desarrolla una carrera periodística. Él ha afirmado que en el periodismo aprendió «la valoración humana de los acontecimientos cotidianos -los que la prensa refleja- y la operación de síntesis que exige el periodismo actual para recoger los hechos y el mayor número de circunstancias que los rodean con el menor número de palabras posibles»5.

Ahora interesa la primera parte de esta declaración: «valoración humana» de los «acontecimientos cotidianos», reflejados por la prensa. Delibes ha estado siempre pendiente de la actualidad social, política, cotidiana, y la ha reflejado en su escritura. El problema es que en la España en la que Delibes empieza a escribir, en los años más duros de la dictadura franquista, su voluntad de denuncia se ve coartada por la censura y las amenazas.

Desde 1941, Delibes es redactor del periódico vallisoletano El Norte de Castilla. En 1952 es nombrado subdirector y director en 1958. Desde este periódico (rodeado de un equipo de periodistas progresistas, como Jiménez Lozano, Francisco Umbral, Manuel Leguineche o Alonso de los Ríos) emprende campañas de denuncia del abandono del campo castellano. Cuando la presión del poder franquista le impide ejercer abiertamente esa denuncia en la prensa, lo hará sutilmente desde la novela: «Las ratas y también Viejas historias de Castilla la Vieja son la consecuencia inmediata de mi amordazamiento como periodista. Es decir, que cuando a mí no me dejan hablar en los periódicos, hablo en las novelas»6.

Esta voluntad de denuncia se mantendrá a lo largo de toda su obra. Por contemplar este espíritu crítico referido tanto al marco urbano como al rural, mencionaré dos novelas: Cinco horas con Mario (1966) y Los santos inocentes (1981).

Un hito fundamental en la sutil denuncia social de la España franquista es su novela Cinco horas con Mario (1966), novela que desarrolla el tema de la crisis de un matrimonio de clase media, cuyas distantes vidas dejan traslucir, al fondo, el conflicto de las dos Españas: se rememoran episodios de la guerra civil, se denuncia la fuerte estratificación social, la falta de libertad bajo la dictadura, la censura, el abuso de poder de las fuerzas del orden, etc. No obstante, el gran mérito de la novela es que evita un maniqueísmo tajante y esto lo consigue mediante la perfecta adecuación de técnica e historia, como luego veremos.

Los santos inocentes muestra la vida de una familia campesina, sometida a las arbitrariedades del señorito para el que trabajan. Se denuncia la actitud autoritaria y abusiva del patrón, pero también el servilismo y la falta de coraje de los campesinos. No obstante, la novela se abre a la esperanza en dos direcciones: por una parte, los hijos, que son algo más independientes (el hijo desprecia la propina que le da el señorito por acompañarlo a cazar); por otra parte, el desenlace se abre a una cierta «justicia poética», ejecutada precisamente por parte del personaje menos responsable: Azarías mata al señorito Iván, después de que éste disparara cruelmente contra un ave que aquél tenía semiamaestrada.

La única excepción a este arraigo en sus circunstancias temporales, la constituye la novela histórica El hereje (1998), que Delibes considera su testamento literario. La síntesis de su argumento dará idea, no obstante, de que la distancia temporal no se traduce en un distanciamiento de la problemática que plantea, que mantiene, lamentablemente, toda su actualidad: Cipriano Salcedo, busca, en la España del siglo XVI, la verdad y la fundamentación de su fe. Sus inquietudes le llevan a entrar en contacto con los círculos reformistas. La intransigencia de la España contrarreformista le lleva a tener que elegir entre conservar la vida o mantener sus creencias. La fidelidad a su verdad le llevará a la hoguera.




El arraigo en su lengua

Referido a su aprendizaje en el periodismo, afirmaba Delibes que quería «recoger los hechos y el mayor número de circunstancias que los rodean con el menor número de palabras posibles». Este ideal de concisión exige la mayor propiedad posible.

Respecto al Diario de un cazador, Delibes afirma que uno de sus principales intereses fue «consignar su lenguaje, su jerga barriobajera»7. Delibes declara que lo único que él pretende es «llamar a las cosas por su nombre y saber el nombre de las cosas»8. La primera parte de esta declaración, con ecos juanramonianos, alude simplemente a esa voluntad de precisión y concisión. Pero la segunda, «saber el nombre de las cosas» implica una voluntad de mantenimiento de ese léxico en peligro de extinción o incluso voluntad de recuperación y de aprendizaje. La riqueza léxica de la escritura delibiana abre nuestro mundo conceptual, porque nos hace recuperar muchas realidades que hemos olvidado, al perder las palabras que las nombran. Lo ejemplifica Delibes, en el testimonio anterior, aludiendo a los matices que imprimen las palabras cotarro, teso, cueto y cabezo9.

No sólo las novelas de ambiente rural muestran riqueza lingüística. En novelas urbanas se produce un fenómeno curioso. En Cinco horas con Mario, por ejemplo, comprobamos un empobrecimiento léxico que deriva en una abundancia de frases hechas (lo que para alumnos extranjeros puede ser un inconveniente, pero también un buen modo de conocer un sinfín de expresiones populares).

Con este profundo arraigo en su tierra, en sus circunstancias históricas concretas y en su lengua, Delibes es el escritor español vivo más traducido: ¿por qué será?






La visión sutil de lo local

Dice Delibes: «Considero que la universalidad del escritor debe conseguirse a través de un localismo sutilmente visto y estéticamente interpretado»10. Cabría preguntarse si hay otra manera de aproximarse al hombre que contemplándolo en su propia circunstancia espacial y temporal. Abstraído de sus circunstancias, tendríamos un ser monolítico, porque es obvio que nos hacemos a través de los acontecimientos. Se tratará simplemente de ver lo local con la suficiente sutileza para romper la costra externa y penetrar hasta las entrañas más profundas del hombre. Pero, además, el tema o la historia, por muy profundos que sean, no constituyen por sí mismos una obra artística. El contenido ha de ser interpretado estéticamente,

El salto de lo local a lo universal lo consigue Delibes mediante ese localismo sutilmente visto, que consiste en contemplar a un hombre concreto, en su medio, y escarbar hasta su ser más profundo para llegar al Hombre: «He buscado en el campo y en los hombres que lo pueblan la esencia de lo humano». Para Delibes, la realidad la constituye el ámbito físico, el hombre que lo ocupa y las circunstancias que lo rodean. Pero Delibes no ve sólo con los ojos, ve también con el corazón y con la cabeza. Y por eso pinta, siente y analiza.

Delibes concibe la novela como «un intento de exploración en el corazón humano»11. Aunque hoy se potencie el multiculturalismo, es obvio que sigue habiendo diferencias culturales y que éstas obedecen sobre todo a las creencias. Los sentimientos son el fondo común porque constituyen la esencia de lo humano.

El centro del mundo delibiano lo ocupa siempre el hombre. Su ideología, su concepción vital es de fondo humanista. Su ideal es el hombre realizado en armonía con la naturaleza y con los otros hombres. Todo lo que lo aparta de ese vivir armónico es negativo, aunque conlleve otras ventajas. Así, la sociedad moderna, orientada sólo al progreso material, impide que el hombre se realice como persona.

En este intento de descubrir la esencia de lo humano, Delibes ha contemplado al hombre desde perspectivas diversas; ha recorrido las edades del hombre y ha reflejado la presión que la sociedad ejerce sobre el individuo.


Las edades del hombre

Delibes ha querido contemplar al hombre en su evolución, atendiendo a las inquietudes que en cada etapa de su vida le condicionan.

La infancia: en varias novelas, Delibes ha elegido a un niño como protagonista y nos ha ofrecido a través de la mirada infantil su visión del mundo. El caso más evidente es El camino, en que el niño insomne recrea su feliz existencia en el pueblo, acuciado por la inquietud que le produce lo desconocido. Él sabe -porque los mayores así se lo han explicado- que se ofrece ante él un futuro mejor para su desarrollo personal, pero presiente que ese futuro es también la llave que cerrará su paraíso perdido.

Delibes muestra su preferencia por personajes infantiles y la explica diciendo que «el niño es un ser que encierra toda la gracia del mundo y tiene abiertas todas las posibilidades»12. Sin embargo, la infancia no es en la narrativa de Delibes el paraíso perdido, pues sus niños están inmersos en un mundo de adultos y, en consecuencia, están marcados por la pobreza, la ignorancia o la desgracia. Aunque a algunos se les abren posibilidades -a costa de sacrificios y renuncias-, a muchos otros sus esperanzas se truncan por la miseria o por la muerte. Así ocurre en el Diario de un cazador. Mele, el hijo de Melecio; el gran amigo de Lorenzo, muere ahogado en el río (10 de julio).

La madurez: la mayoría de los personajes de las novelas delibianas son adultos ya totalmente formados. Sin embargo un logro importante de su narrativa es que los personajes son presentados, no narrados, y así se construyen ante los ojos del lector, que los va viendo crecer. En general, la edad adulta implica una obsesión por la supervivencia, por lo material. Los pobres, como en Las ratas o en Los santos inocentes, por el pan de cada día. Los que tienen cubiertas las primeras necesidades, se crean otras nuevas y la obsesión es aún mayor. La avaricia, la soberbia, el afán de poder... marcan la vida adulta. Entre los adultos, hay personajes entrañables, como Paco de Los santos inocentes, y personajes despreciables, como el señorito Iván, de esa misma novela, o Cecilio Rubes, de Mi idolatrado hijo Sisí.

La vejez: Delibes, cuando tenía tan sólo 39 años, escribe La hoja roja, que relata la vida del viejo Eloy que, tras su jubilación, busca un poco de calor humano mientras espera la muerte. El título está tomado de la hoja roja que los librillos de papel de fumar tenían cuando sólo quedaban cinco, para recordar que debían comprar otro. El sentido metafórico es desvelado por el protagonista en varias ocasiones: «me ha salido la hoja roja en el librillo de papel de fumar»13. El tema del libro es la espera y el temor de la muerte, pero asociado a éste se espigan otros temas no menos importantes, que lleva aparejada la vejez: la soledad, la angustia existencial y también el precio del progreso: el empeoramiento de las relaciones humanas. Eloy encontrará el calor que busca en la Desi, joven pueblerina, pero profundamente humana. El final simboliza un regreso a la naturaleza, al claustro materno.

Delibes ha recorrido las edades del hombre y ha plasmado las inquietudes propias de cada una, sus cualidades y sus peligros. Esta atención preferente a lo más profundo del personaje coloca la preocupación por el hombre por encima del de la historia o la anécdota. A Delibes le interesa llegar y plasmar lo más profundo del ser humano. La anécdota parece estar al servicio de ese ideal humanista: el hombre en el centro del mundo, acechado por peligros que lo pueden alejar de su humanidad: la soledad, la alienación, la ambición, el poder.




La sociedad y sus consecuencias

El localismo de Delibes tiene mucho que ver con su visión rigurosa de la sociedad. Aun sin pensar que la vida rural es idílica, sí piensa Delibes que es más humana y que los afanes de sus paisanos tienen que ver con la preocupación por la supervivencia, no con la ambición desmedida.

La ideología de Delibes tiene como objeto prioritario de atención al hombre. Él es el único centro y el único interés: el individuo por encima de la sociedad y el individuo en armonía con el medio. Lamentablemente Delibes conoce bien la realidad y sabe que la sociedad se convierte en una amenaza para la realización del hombre. Por eso sus novelas lo son «de perdedores, de seres humillados y ofendidos, pobres seres marginados que se debaten en un mundo irracional»14. La escritura consciente de Delibes nos desvela la amenaza que la sociedad supone para el individuo:

El acoso o la marginación de estos seres puede provenir de muy diversas causas (la ignorancia, la crueldad, el desamor, la organización) pero nunca estarán lejos el Dinero y el Poder. He aquí el común denominador de mis fábulas: el hombre como animal acosado por una sociedad insensible (duro drama suavizado por una punta de ironía que desbloquea las situaciones extremas). Esto implica que yo he lastrado mi obra con una preocupación moral, esto es que, a mi inquietud estética, he unido una inquietud ética, que si literalmente es irrelevante, busca de alguna manera un perfeccionamiento social15.



Delibes está convencido de la función social de la novela, el género que más llega al público: «La novela hoy, antes que divertir -para eso ya están el cine comercial y la televisión- debe inquietar. Es, tal vez, el instrumento más directo de que disponemos para barrenar la oronda seguridad de una burguesía satisfecha»16. Y en otro lugar dice:

... «Nuestra misión consiste en criticar, molestar, denunciar, aguijonear al sistema de hoy y al de mañana porque todos los sistemas son susceptibles de perfeccionamiento, y eso, a mi modo de ver, sólo puede hacerse desde una conciencia libre, sin vinculaciones políticas concretas»17.



En varias novelas ya mencionadas hemos visto la crítica de la sociedad del progreso. Un caso extremo lo constituye la Parábola del náufrago. Se trata de una novela kafkiana, de clima delirante. El título de «Parábola» orienta muy bien sobre la lectura que encierra la anécdota: lo que se deriva de su lectura es la crítica al abuso de poder, a la despersonalización de la sociedad moderna, a la crisis de los derechos humanos, a la incomunicación.

Más allá de planteamientos localistas y de las circunstancias político-sociales concretas en que surgieron sus novelas, en el mundo actual de capitalismo salvaje y en plena era de la globalización, las novelas de Delibes tienen plena vigencia porque condenan el acoso y la alienación del hombre por una sociedad materialista, y proponen como ideal al hombre realizado en armonía con la naturaleza.






La interpretación estética de la realidad

Una vez sentadas las bases de la ideología de Delibes, un humanismo de fondo cristiano, conviene ver cómo esa realidad sutilmente vista es interpretada estéticamente para que llegue al lector. En general se considera a Delibes un escritor tradicional en cuanto a las estructuras y la técnica de sus novelas. El piensa que hay que adecuar la fórmula narrativa a la historia. Esta adecuación es fundamental y ha de ser exclusiva, tal como declara Delibes: «Cada novela requiere una técnica y un estilo. No puede narrarse de la misma manera el problema de un pueblo en la agonía (Las ratas) que el problema de un hombre acosado por la mediocridad y la estulticia (Cinco horas con Mario18. En este testimonio queda patente la subordinación de las técnicas narrativas al contenido, pero también que Delibes es muy consciente de la importancia de la técnica y el lenguaje. Delibes no rehúye las innovaciones técnicas y estilísticas, tampoco las busca de manera gratuita, sino que, si las considera necesarias, aparecerán perfectamente imbricadas con la historia.

Hasta Cinco horas con Mario (1966), Delibes se había servido en sus novelas de las técnicas tradicionales de relato: narración en primera persona por el personaje protagonista, en La sombra del ciprés es alargada; narración omnisciente en tercera persona, en El camino o Las ratas; y la forma de diario, en Diario de un cazador o Diario de un emigrante. A mediados de los años 60, Delibes sorprende con un relato que, aunque enmarcado por dos pasajes narrativos, se desarrolla a modo de flujo de conciencia de una viuda ante el cadáver de su esposo.

No supone esta innovación técnica un vuelco radical, porque en su narrativa posterior vuelve mayoritariamente a las técnicas del relato tradicional, con alguna otra excepción, hasta culminar en El hereje. Creo sinceramente que Delibes no se rinde a la moda del relato experimental, sino que lo utiliza cuando mejor se amolda a sus intereses. Por eso resultan sumamente inquietantes los relatos en los que así sucede. Me referiré a los tres que considero consiguen la perfecta relación tema-técnica.

Cinco horas con Mario (1966), como ya hemos visto, desarrolla el tema de la crisis en un matrimonio de clase media. Para ofrecer esa visión reducida y tendenciosa de la realidad que tan frecuente era en la España de los años 60, la mejor manera de hacerlo era a través de la visión de un solo personaje, negada además toda posibilidad de diálogo al estar muerto el interlocutor. A través de la mirada necesariamente subjetiva y parcial del único personaje vivo, a través del monólogo interior, primario y a veces inconexo, el autor consigue que conozcamos dos concepciones contrapuestas de la vida y de la sociedad y consigue además que nuestra simpatía se incline, paradójicamente, hacia el protagonista privado de voz.

Otra experiencia formal lleva a cabo Delibes en Parábola del náufrago (1969), tanto en la técnica como en el lenguaje. En cuanto a la fórmula narrativa, aunque el relato depende de un narrador omnisciente, en tercera persona, éste se distancia de la historia y de los personajes por dos procedimientos expresivos: primero, mediante el uso de paréntesis reiterativos e innecesarios («acongojaba a Jacinto, quien (Jacinto), para evitarlo...»)19, cuya proliferación no hace sino retardar la comunicación; segundo, mediante la designación explícita, en un pasaje, de cada uno de los signos de puntuación utilizados, como si estuviera dictando en voz alta a otra persona («Tras la verja coma a la derecha de la cancela coma junto al alerce coma se hallaba la caseta de Genaro abrir paréntesis...»)20; de esta manera, parece interponerse una barrera entre narrador y lector. En cuanto al lenguaje, concebido no ya como medio de comunicación -pues ésta parece imposible-, sino como instrumento de conflicto, asistimos a su destrucción, materializada en el movimiento «Por la mudez a la paz», liderado por el protagonista, Jacinto San José. Las reglas de este movimiento y el discurso inaugural dan perfecta idea de la propuesta y del sentido verdadero de la misma:

... finalmente resumió su pensamiento en estas conclusiones:

a/ No es racional que al hombre se le vaya toda la fuerza por la boca, b/ La palabra, hasta el día, apenas ha servido sino como instrumento de agresión o exponente de necedad, c/ Con las palabras se construyen paraísos inaccesibles para las piernas y d/y última, cuantas menos palabras pronunciemos y más breves sean éstas, menos y más breves serán la agresividad y la estupidez flotante en el mundo.

[...] La reunión se celebró en el invernadero de Baudelio Villamayor entre macetas, palas y rastrillos y unos vasos de vino tinto. El discurso de Jacinto, modelo de economía verbal, fue recogido íntegro por Eutilio Crespo en el Libro de Actas donde, después de la reunión inicial, no volvería a consignarse ni una sola palabra. Decía así:

(Texto into del disco constituto del Movo Por la mudez a la Paz prono por D. Jazo San José Niño): «Queros amos: dos palas para daros la bienvena y deciros que estamos en el buen camo. La Humana tiene neza de economizar sonos. Es un pelo hablar más de lo que se piensa. Por otro lado, el exzo de palas comporta confusa [...]»21.



Aunque este movimiento y sus reglas producen una sonrisa en el lector, ésta no acalla la sensación de amargura que le queda al prevalecer el mensaje de la alienación que sufre el hombre en una sociedad opresiva y materializada. Una vez más, las nuevas vías expresivas transitadas por Delibes están en perfecta correlación con el tema general del libro.

También Los santos inocentes (1981) se sirve de un procedimiento narrativo novedoso: el narrador omnisciente parece solidarizarse hasta tal punto con los personajes que la narración y el diálogo se suceden entremezclados, sin las marcas convencionales que distinguen a éste, y, a la vez, el lenguaje del narrador se ve impregnado del lenguaje popular de los personajes, de forma que a menudo es difícil distinguir la voz del narrador y la de los personajes. A veces los diálogos se insertan mediante un verbo de lengua (que precede o sigue al parlamento); pero, en otras muchas ocasiones, se suceden vertiginosamente, con la única orientación de ocupar líneas independientes:

... y le instaba, le apremiaba, le urgía el señorito Iván, hasta que

Paco, el Bajo, farfullaba entre sollozos,

de que poso el pie es como si me lo rebanaran por el empeine con un serrucho, no vea el dolor, señorito Iván,

y el señorito Iván,

aprensiones, Paco, aprensiones, ¿es que no puedes ayudarte con las muletas?

y Paco, el Bajo,

ya ve, a paso tardo y por lo llano,

pero amaneció el día 22 y el señorito Iván, erre que erre, se presentó con el alba a la puerta de Paco, el Bajo, en el Land Rover marrón,

venga, arriba, Paco, ya andaremos con cuidado, tú no te preocupes [...]22.



Como se ve, el narrador se identifica totalmente con las vidas y con el habla de sus personajes, hasta fundirse con ellos.

Después de este rápido repaso, es fácil apreciar la plena actualidad de las novelas de Delibes. En la sociedad occidental, tan concienciada con temas como la amenaza de culturas populares y minoritarias, la degradación de la naturaleza, la deshumanización que conlleva el materialismo, los abusos del poder político y económico, la intransigencia religiosa, etc., etc..., la lectura de Delibes nos hace reflexionar y agita nuestras conciencias, sin caer en una escritura programática o panfletaria. Y lo consigue por esa virtud suya de interpretar estéticamente la realidad escarbando en lo profundo del ser humano hasta llegar a la esencia de lo humano.

Precisamente en reconocimiento a una obra cargada de valores éticos, estéticos y sociales, que ha logrado una proyección universal, se creó la Cátedra Miguel Delibes.




Presentación de la Cátedra Miguel Delibes

El 7 de febrero de 2003, en el seno del «Congreso Internacional Miguel Delibes», celebrado en Nueva York, se firmó el convenio de colaboración académica entre la Junta de Castilla y León, la Universidad de Valladolid y el Graduate Center de City University of New York (CUNY), para la creación de la «Cátedra Miguel Delibes», dedicada al estudio de la literatura española contemporánea.

La «Cátedra Miguel Delibes» tiene dos sedes permanentes: el Graduate Center de CUNY y la Universidad de Valladolid, y sus principales objetivos son:

  • Abrir un foro de estudio y debate sobre la literatura española contemporánea.
  • Dar a conocer en Estados Unidos la creación literaria de los escritores españoles actuales.
  • Promover proyectos de divulgación de la lengua y la literatura española a través de las nuevas tecnologías.

Orientadas a la consecución de dichos objetivos, la «Cátedra Miguel Delibes» programa actividades diversas, como cursos de postgrado; presentación de escritores españoles actuales en Nueva York; publicación de la revista Siglo XXI. Literatura y cultura españolas; traducciones al inglés de obras españolas contemporáneas, para su difusión en Estados Unidos, etc.

En su primer año de vida, la Cátedra Miguel Delibes ha consolidado alguno de los proyectos que inició en el año 2003 y ha comenzado otros nuevos. Ha quedado fijado el esquema de las actividades que se realizan, tanto en la sede de la Universidad de Valladolid, como en la de The City University of New York. En Valladolid se llevan a cabo un «Encuentro de escritores» (primer trimestre del año), una «Sesión de estudio sobre Delibes y su obra» (segundo trimestre) y unas Jornadas de estudio sobre literatura actual (último trimestre). En la sede de Nueva York se realiza un «Encuentro de escritores españoles e hispanoamericanos» (mayo) y un curso de doctorado (octubre) impartido por una personalidad del hispanismo.

Respecto a las publicaciones, se ha consolidado la revista Siglo XXI. Literatura y cultura españolas, con el n.º 2 y se ha iniciado la colección «Ensayos literarios». Además, en coedición con Iberoamericana-Vervuert, se va a publicar la colección «Lecturas Españolas Contemporáneas», que pretende dar a conocer la literatura española del siglo XX, más allá de nuestras fronteras, en ediciones rigurosas y con una guía de lectura (especialmente orientadas al mercado norteamericano). Se han iniciado también contactos con una editorial americana para coeditar traducciones de escritores españoles actuales al inglés.

En la página web (www.catedramdelibes.com) se ofrece:

  1. Información sobre la propia Cátedra (objetivos, actividades, publicaciones...).
  2. Información sobre Miguel Delibes (cronología, obras, bibliografía, álbum multimedia).
  3. Diccionario de escritores españoles actuales. Cada ficha consta de los siguientes apartados: biografía, obras, premios y reconocimientos, poética, texto, bibliografía esencial, enlaces y dirección de contacto.
  4. Glosario de Miguel Delibes.
  5. Fondo bibliográfico.
  6. Enlaces.






 
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