Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

Ramón EDER, Aire de comedia

Renacimiento, Sevilla, 2015, 116 págs.

Los pequeños abismos son los más peligrosos porque son en los que caemos.


Publicar elogios de lugares maravillosos y tranquilos es contribuir a su destrucción.


Si quieres ser el jefe de algo tienes que aceptar tener superiores.


Qué difícil es perdonar al que hemos ofendido.


Los que se creen afortunados de alguna forma lo son.


La vida en sus mejores momentos es cursi.


Hay tristezas secretas en las bodas y secretas alegrías en los funerales.


Algunos son tan optimistas que nos dan dolor de cabeza.


La verdad solo se puede contar mediante exageraciones y omisiones.


La seducción, también en literatura, consiste en no enseñarlo todo.


A las personas muy inteligentes se les engaña como a niños.


Hasta el mejor médico tiene algo de veterinario.


El Paraíso es cierto pasado personal mitificado por la desdicha.


Para los soñadores su casa es un nido, para los realistas una madriguera.


No valorar las cosas buenas de la vida es un tipo de estupidez.


Las carcajadas bestiales hacen pensar que algún tipo de Estado es necesario.


Lo que nos ha ocurrido es lo que pensamos que nos ha ocurrido.


Hay asuntos en los que nos gustaría estar, a la vez, a favor y en contra.


A los que han viajado muy poco los pocos viajes que han realizado les parecen míticos.


La vida, de vez en cuando, nos soborna con milagros.


La terapia del diente de león: contemplar su flor hasta reconciliarnos con el universo.


Algunos no puede aceptar la verdad porque se lo impide su ideología.


No podía imaginarse el Más Allá sino como el aquí y ahora sin dolor ni estupidez.


La memoria puede convertir el abundante carbón de un recuerdo en un pequeño diamante.


Escribir es una forma de pagar las deudas.


Una vida equilibrada es la que le da al cerebro lo que es del cerebro y al corazón lo que es del corazón.


El realismo alucinante es el estilo que quizá mejor refleje la vida.


Hay que ser valiente para cambiar radicalmente de idea.


Hacer de una desdicha personal una frase feliz es el privilegio de los aforistas.


El calendario es sagrado, el reloj diabólico.


Toda un día por delante, y toda una vida por detrás.


Está bien introducir el «yo» en los aforismos para saber que nos habla alguien, no la frígida sabiduría.


Hay días en los que salimos épicos de casa y la calle está épica.


Para el que hace vida de monje todo son tentaciones.


La alegría convierte el caos en un cosmos.


Nos ha tocado vivir en una época delirante, como todas.


Los regalos que no hacemos nos acaban arruinando.


Hay que tener muy buena vista para ver la botella medio llena cuando está medio vacía.


El aforismo tiene que imitar a las estrellas, que parecen diminutas y son enormes.


No saber con exactitud qué piensan los demás de nosotros hace la vida vivible.


La fealdad del mundo lucha con la belleza y pierde.


Algunos cosas creemos que las entendemos simplemente porque nos las han explicado mal.


El aforismo excelente comienza donde termina.