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Juan Pérez de Montalbán

Sinopsis de las comedias del segundo volumen de Montalbán

Sinopsis de El valiente nazareno (edición de Ricardo Enguix Barber)

Jornada primera

La comedia arranca con la narración de la reciente derrota del ejército filisteo a manos de Sansón por parte de Emanuel, padre del héroe bíblico, pues los soldados lo han capturado durante la batalla y Jabín, capitán del ejército filisteo, considera que, al haber sido testigo de los acontecimientos, su relato puede aplacar la cólera de Lisarco por el fracaso de sus huestes. La relación de Emanuel apacigua la furia del rey por la derrota, pero, al mismo tiempo, desata su ira, por lo que pide a sus hombres que partan de inmediato a capturar a Sansón y libera a Emanuel para que haga saber a su hijo que, a modo de represalia, pretende afrentarle desposándose con Dalila, su esposa. Tras este pasaje entra en escena Sansón, momento en el que tiene lugar la aparición de un ángel que le revela que su padre ha sido liberado; una vez desvanecido el ente celestial, aparece en escena Zabulón, soldado filisteo que hace las veces de gracioso, al que se le ha encomendado la búsqueda de Sansón. Si bien en un primer momento Sansón duda del filisteo, que pretende hacerle creer que va en su búsqueda para comunicarle que su padre ha sido liberado, acaba cayendo en el embuste de Zabulón, que huye disimuladamente de escena al ver que Emanuel se aproxima a ellos para volver más tarde con el resto de soldados a capturarlo. Al encontrarse Emanuel con su hijo le hace saber que Lisarco pretende desposarse con Dalila y que ha enviado nuevamente a sus tropas para que lo capturen; encuentro que se ve interrumpido por el rumor de las huestes filisteas, pues ante la inminente llegada de los soldados Sansón decide esperarlos a escondidas.

Tras permancer durante un tiempo escondido, lapso que permite a los filisteos envalentonarse en ausencia del héroe bíblico, Sansón hace aparición en escena dando pie a una cómica escena en la que la emprende a golpes con los soldados y estos, pese a la valentía que habían mostrado previamente, acaban huyendo, por lo que Sansón, guiado por los celos, se dirige a Ascalón persiguiendo a las huestes filisteas. Esta escena se alterna con el pasaje en el que Lisarco irrumpe en la alcoba de Dalila y pretende forzarla; la mujer de Sansón intenta convencer al monarca de que ceje en su empeño, pues está casada y, en consecuencia, no puede satisfacer sus pretensiones. La llegada de Sansón a Ascalón frustra definitivamente los planes de Lisarco, que abandona la escena para reunir a sus soldados, hecho que fuerza al héroe bíblico y a su esposa a abandonar apresuradamente la ciudad en las postrimerías de la jornada.

Jornada segunda

La segunda jornada arranca con Lisarco y la infanta Diana en escena, momento en el que el monarca le comunica a su hermana que ha hallado el modo de vengarse de Sansón, tras lo que Diana le recomienda que haga las paces con él y le ofrezca vivir en la corte, pues así podrá tener cerca a su amada. Interrumpe la conversación entre los hermanos la llegada de Sansón y su esposa con los hombres y sirvientes de Lisarco, que habían ido a buscarlo en son de paz por petición expresa del monarca. Tras saludar afectivamente la pareja de esposos a Lisarco y a la infanta, Sansón le pregunta al rey cuál es el motivo por el que lo ha mandado llamar, y este le muestra a Emanuel preso en una peña, amenazándolo con matar a su padre si no se convierte a la fe del pueblo filisteo. Ante la disyuntiva de traicionar a su padre o traicionar a su Dios, el héroe bíblico se decanta, con el beneplácito de Emanuel, por ser fiel a su credo, por lo que Lisarco, viendo que de este modo no puede doblegar la voluntad de Sansón, lo amenaza con ejecutar a toda su tribu, a la que también ha capturado, y cuyos miembros solo liberará si Sansón se compromete a ser su valido y a residir en la corte. Ofrecimiento al que accede el hebreo, pues no tiene que abandonar su fe, pero que, por otro lado, supone que su padre siga cautivo, pues Lisarco decide mantener a Emanuel en prisión para que su hijo no rompa su promesa.

Ante la estratagema del monarca, la infanta, antigua amante de Sansón y cuya pasión se ha reavivado al verlo, se ofrece a liberar a Emanuel con la condición de que Sansón se reúna con ella en secreto, encuentro que, finalmente, tiene lugar gracias a la intervención de Zabulón. Al verse a solas con su antiguo amante, Diana le confiesa que, si ha obrado en su favor, no es porque quiera forzarlo a corresponderla sentimentalmente, pues su honor y decoro no se lo permiten por estar casado, sino por el aprecio que le tiene. Ante esta confesión, y como pago por haber liberado a Emanuel, Sansón pretende regalar los oídos de la dama intentando hacerle creer que si se casó con Dalila no fue porque estuviera enamorada de ella, sino porque Lisarco se opuso al matrimonio entre ambos; confesión a la que asiste, a escondidas, la mujer de Sansón, por lo que, guiada por los celos, decide contener la fogosidad de su marido cortándole el cabello con el propósito de amenazarlo con delatar dónde reside su extraordinaria fuerza si vuelve a verlo galanteando con otras damas. Pero Dalila no llega a poder amenazar a su marido, pues tras cortarle el cabello irrumpen en sus aposentos Lisarco y los soldados para prender a Sansón, ya que el monarca cree que ha sido él quien ha liberado a Emanuel. Zabulón, conocedor de primera mano de la fortaleza y fiereza de Sansón, decide aliarse con él al ver que Lisarco pretende prenderle; sin embargo, Sansón, despojado de su descomunal fuerza, no puede hacer frente a los soldados, por lo que la jornada acaba con Dalila, Sansón y Zabulón siendo llevados a prisión.

Jornada tercera

En los primeros compases de la jornada tercera se conocen, de boca de Emanuel, los sucesos vividos por Sansón tras ser capturado por los hombres de Lisarco, pues su padre se los refiere a la infanta y a su esposa: a las semanas de estar encerrado unos sayones le sacaron los ojos y, ciego, fue condenado a mover la muela de una tahona, de donde logró escapar tras recuperar las fuerzas. Pocos versos después hace aparición Sansón en escena, donde se duele por su condición en un largo monólogo y expresa su intención de pedirle a Lisarco que, debido a su desdichada situación, le devuelva a su esposa para poder vivir retirado junto a ella; parlamento tras el que se encuentra con Zabulón y el gracioso le hace saber que, por su traición, ha sido condenado a ser su lazarillo.

Pronto tiene lugar el encuentro entre Sansón y Lisarco, que inicialmente se muestra reticente a escuchar al hebreo pero que, finalmente, ante la deplorable imagen que ofrece ciego y desvalido, le permite dirigirse a su persona, momento que Sansón aprovecha para pedirle que se apiade de él y lo deje volver con su esposa; petición a la que Lisarco no accede, pues pretende casarse con Dalila esa misma tarde. La negativa enfurece a Sansón, que arremete contra Lisarco cuestionando la fe que profesa, por lo que el monarca, ante la osadía del hebreo, lo condena a vivir en la corte y sufrir el oprobio de que la mujer que ama se haya desposado con otro hombre.

Una vez que Lisarco y su comitiva abandonan a Sansón y Zabulón en escena, estos, guiados por un pálpito de origen divino, se dirigen al templo donde va a celebrarse la boda, lugar en el que se encuentran con Emanuel, que, siguiendo también otro presentimiento, se había desplazado allí en busca de su hijo. Tiene lugar entonces el desenlace de la comedia, pues durante el desposorio Sansón le pide a su padre que le guíe hasta las columnas que soportan el templo con la intención de derribarlo para perecer sepultado bajo los escombros junto a Dalila y los filisteos, por lo que la obra concluye con las palabras que enuncia Sansón momentos antes de ejecutar su propósito.

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