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Juan Pérez de Montalbán

Sinopsis de las comedias del primer volumen de Montalbán

Sinopsis de Lo que son juicios del cielo (edición de Daniele Crivellari)

Primer tomo de las comedias, Madrid, Imprenta de Antonio Vázquez, a costa de Alonso Perez de Montalbán, 1635. Volumen 1.1 (Kassel, Reichenberger, 2013).

Acto primero

La comedia se abre con una escena de desesperación por parte del duque Roberto, ya que -después de seis años de requiebros y galanteos- hace un mes que su enamorada, Leonor, se ha casado con el marqués Alejandro. De nada sirven los consejos disparatados del criado Fabio, que propone a su amo imaginar a la dama como un monstruo de fealdad; además, y para más inri, el hermano de Roberto, Lisardo, se ha peleado con él y se ha puesto de la parte de Alejandro. Aparece en escena la criada de Leonor, Inés, con un papel de su ama en el que se dice que el marqués está a punto de salir para Roma y se cita al duque. Roberto, loco de felicidad, concede regalos a los dos criados.

Mientras tanto, el marqués está preparando su partida y -temiendo por su honor y el de su esposa- pide a Lisardo que durante su ausencia defienda a Leonor de los posibles asaltos amorosos de Roberto. La marquesa, en realidad, ha mandado llamar a su antiguo amante para pedirle que deje de galantearla y que acepte casarse con la hermana de Alejandro, Ángela, que está perdidamente enamorada de él. Al encontrarse con el duque, Leonor explica en un largo monólogo que fue obligada a las bodas con su marido y que, a pesar de no estar feliz, ha decidido aceptar su condición; el casamiento de Roberto con Ángela permitiría solucionar todos los problemas. El duque, sin embargo, no está dispuesto a olvidar a Leonor. El acto se cierra con el explícito rechazo de Roberto a Ángela.

Acto segundo

El duque, decidido a no casarse con Ángela y dispuesto a matar a todos antes que abandonar a Leonor, reafirma sus intenciones delante de la hermana de Alejandro, que deja el escenario muy triste. Tampoco el sucesivo encuentro de noche con Lisardo, quien se presenta como si fuera el marqués (ya que habla en su lugar) y trata de disuadirlo de sus propósitos, hace que el duque desista. Mientras tanto, la marquesa no consigue dormir: el hecho de que Roberto haya accedido (al menos aparentemente) a sus peticiones y que vea a Ángela en su propia casa la hacen arrepentirse de su anterior decisión. En ese momento llega -sin ser visto por nadie, a excepción de Lisardo- Alejandro, que ha vuelto anticipadamente para cerciorarse de la fidelidad de su esposa. Fingiendo ser Roberto, el marqués escucha las quejas de Leonor, que cree estar hablando con su antiguo amante, y llega así a descubrir los verdaderos sentimientos de la dama. Tras desvelar su identidad a una atónita Leonor, Alejandro ordena a su mujer que escriba una carta para citar a Roberto; el acto se cierra en un momento de gran tensión dramática.

Acto tercero

A la mañana siguiente, a través de un largo relato a su criada, Leonor cuenta cómo Alejandro la obligó a escribir un mensaje para hacer que Roberto acudiera a su casa. La dama añade en profecía una descripción de lo que ocurrirá, esto es, el asesinato de su antiguo amante por mano de su marido; efectivamente, acto seguido se escenifica la muerte del duque, que antes de expirar profiere una maldición contra el cielo inhumano. Tras una breve escena cómica del criado Fabio, al que Alejandro perdona finalmente la vida, Ángela descubre por Leonor que su prometido ha fallecido, y llora su muerte junto con la cuñada. Mientras tanto, el marqués cuenta a su padre que tiene por costumbre hacer decir una misa para todos los que mueren «en mal estado» (v. 2.253): esta vez, sin embargo, se lo impide la necesidad de volver pronto a Roma, para que las sospechas del asesinato no recaigan sobre él. El diálogo de Alejandro y Federico es interrumpido por la llegada de un espectro: se trata de Roberto, que ha vuelto del Purgatorio (gracias a la intercesión de Dios, que lo ha perdonado tras un sincero arrepentimiento) para contar su caso, animar al marqués a «hacer bien a los muertos» (v. 2.510) y apreciar lo que son juicios del cielo.

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