Antología poética
Víctor Botas
De este millar y pico | ||||
de libros que celosamente guardan | ||||
los anaqueles de mi biblioteca, | ||||
apenas diez | ||||
o doce | ||||
merecen ser nombrados. (Tu mirada | ||||
me falta; | ||||
de otro modo
|
||||
toda literatura sería inútil). |
Las manos de la diosa | ||||
no prodigan | ||||
calor. | ||||
Vale mil veces
|
||||
más la humilde ternura de esas otras, | ||||
comunes y encontradas | ||||
en la noche del puerto, | ||||
que toda la destreza de Praxíteles. |
|
|||||||||||||||||||||||||
Debéis guardar silencio: Se ha dormido | |||||||||||||||||||||||||
tan dulcemente el Tiempo entre mis brazos. |
Esta mañana, un viejo | ||||
peluquero charlaba | ||||
con alguien, apoyando | ||||
la espalda, ya vencida, | ||||
en su pared (los brazos | ||||
en jarras y la blanca | ||||
bata a medio desabrochar: era caliente | ||||
la tarde y no corría | ||||
ni un tanto así de brisa). | ||||
Aquella escena
|
||||
trivial, seguramente | ||||
(pensé) va repitiendo | ||||
otra que bien podría | ||||
tener su sitio exacto diecinueve | ||||
siglos atrás: en la mañana | ||||
final de un veinticuatro | ||||
de agosto, en una calle | ||||
de Herculano. | ||||
No obstante,
|
||||
debió haber diferencias: la colilla | ||||
que yo tiré al pasar, | ||||
justo a su lado. |
Oh Trimalción, tan rico. ¿Qué sería | ||||
de ti sin tus copiosas | ||||
yugadas en Sicilia? ¿Qué sin tantos | ||||
esclavos del Oriente? | ||||
Una boca
|
||||
(no más) entre las muchas | ||||
que alimentan los públicos | ||||
graneros del Estado (ruin bazofia, | ||||
turba ignorante y sádica). | ||||
Debieras
|
||||
honrar como merece al gran Petronio | ||||
Arbiter, que te quiso | ||||
para siempre dejar | ||||
gozando de un barroco | ||||
e incesante banquete, | ||||
por encima
|
||||
el versátil humor | ||||
de la Fortuna. |
Anónimos y muertos, continúan | ||||
bebiendo para siempre un infinito | ||||
vino rojo y feliz. Entre sus brazos | ||||
crece la multitud de una muchacha | ||||
de secreto mirar (altos los pechos | ||||
como extrañas magnolias). No termina | ||||
jamás esta hora única, sin antes | ||||
ni después, que el tiempo deja | ||||
(acaso nada más) para inquietarnos. |
Mis escasos cabellos ya son blancos. | ||||
Mi juventud se fue. También mis dientes. Lloro | ||||
e intento rebelarme: el más allá | ||||
es sombrío y me queda | ||||
tan poco ya de vida. | ||||
Triste juego | ||||
es este del morir, que nos arrastra | ||||
para siempre. Y yo tengo | ||||
tantísimo temor a dar el paso... |
Levanté un monumento más perenne que el bronce, | ||||
y más alto que esas faraónicas | ||||
pirámides gastadas, que ni las inclemencias | ||||
ni la incesante fuga de los años | ||||
lograrán destruir. No moriré | ||||
del todo, y buena parte | ||||
de mí burlará a Libitina; siempre joven, | ||||
siempre renovado, crecerá | ||||
mi fama en los que vengan, mientras sigan | ||||
la Vestal sigilosa y el Pontífice | ||||
subiendo al Capitolio. Y correrá | ||||
mi nombre del Aufido | ||||
a los reinos de Dauno, porque no | ||||
en vano fui el primero —pese a mi humilde origen— | ||||
que manejó las formas de la Eolia | ||||
en la lengua latina. | ||||
Que Melpómene acepte
|
||||
la merecida gloria y de buen grado | ||||
corone mi cabeza con laureles. |
Os encomiendo, padres, a la pequeña Erotion | ||||
que hacía mis delicias, para que | ||||
no sufra, temerosa, ante las negras | ||||
sombras ni me la asuste —pobrecilla— | ||||
la insólita mirada de Cerbero. | ||||
A punto estaba
|
||||
de cumplir seis inviernos. Que, contenta, | ||||
juegue en tan venerable compañía, | ||||
balbuciendo mi nombre, como ayer, | ||||
con boquita aún torpe. | ||||
Suave césped
|
||||
cubra sus blandos huesos. Y tú, tierra, | ||||
—ella lo fue contigo— sele leve. |
Ten más modestia, Muerte, aunque se te haya | ||||
erróneamente dicho poderosa | ||||
y temible; pues esos que has borrado | ||||
no mueren, pobre Muerte, incapaz hasta | ||||
de aniquilarme a mí. Si el reposo | ||||
y el sueño son tan gratos, cuánto más | ||||
no debes serlo tú: así se explica | ||||
que los mejores antes den contigo | ||||
libertad a sus almas y a sus huesos | ||||
descanso. Azar, reyes, suicidas, | ||||
son tus amos, habitante de pócimas, | ||||
enfermedad y guerras. Y más diestros | ||||
que tú son los hechizos. Menos humos, | ||||
que veremos tu fin; tu muerte, Muerte. |
Fulano se enriquece comerciando | ||||
qué se yo con qué cosas. Especula | ||||
con todo, el muy bandido. Sin embargo, | ||||
aquí me veis a mí, que vivo honrada | ||||
y muy modestamente de un mediocre | ||||
salario. —¡Ah, gran hipócrita! No hables, | ||||
porque, si tú pudieras, te hartarías | ||||
de acariciarle el culo | ||||
con la lengua. |
Las quiero de esas que | ||||
son ligeras de cascos | ||||
y de ropa; de esas | ||||
que las consigue uno | ||||
cualquiera casi casi | ||||
por la cara; de esas | ||||
que machacaron antes | ||||
con tu joven esclavo | ||||
que contigo; de esas | ||||
que se bastan solitas | ||||
para tres (no quisiera | ||||
tampoco exagerar). | ||||
Las otras, las que exigen | ||||
con retóricas frases | ||||
regalos y dinero, | ||||
se las dejo a la fofa | ||||
picha de Burdigala. |
Sería | ||||
muchísimo mejor que no fumara | ||||
tanto, | ||||
me dicen
|
||||
ceñudos los doctores. | ||||
Imposible
|
||||
seguir tan buen consejo: | ||||
este humo
|
||||
que vuela entre mis dedos (no comprenden | ||||
nada) es la | ||||
contestación de un conformista, | ||||
la sola valentía que aún me queda. |
Aquello sí que fue | ||||
pan comido —decía | ||||
el gran Julio a su Bruto que, alarmado, | ||||
no sabía muy bien si el viejo estaba | ||||
hablando de la guerra | ||||
de las Galias, o si | ||||
(genial al fin y al cabo), con profética | ||||
voz, se refería | ||||
a ese día futuro y ya inminente | ||||
de los Idus de marzo, bajo el busto | ||||
indiferente y quieto | ||||
de Pompeyo. |
Como el árabe aquel | ||||
que el otro día estaba, | ||||
anacrónico y alto, haciendo cola | ||||
para tomar el vuelo | ||||
de Londres, y olvidaba | ||||
(es posible) las viejas caravanas | ||||
y la antigua | ||||
libertad del desierto que, no obstante, | ||||
su ropa a mí me trajo | ||||
a la memoria, | ||||
así nosotros
|
||||
de una manera u otra | ||||
nos iremos marchando por la puerta grande | ||||
(o quizá pequeñita) | ||||
de la muerte. | ||||
(Ya sé,
|
||||
ya sé que me repito; no lo hago | ||||
más que para ir acostumbrándome). |
Habría que mirarte con unos ojos ciegos | ||||
para huir del asombro sin caer en la cuenta | ||||
de cómo Botticelli acertó a retratarte | ||||
con quinientos y pico años de antelación. | ||||
Profético pincel el de este paniaguado | ||||
singular de los Médicis; profético y sin duda | ||||
muy preciso: porque mira que dar | ||||
de lleno hasta en la forma de moverte, | ||||
hasta en aquel detalle de los párpados, | ||||
hasta en la perversión de tu sonrisa... | ||||
También supo adornarte: estoy seguro | ||||
de que a ti te irían bien esas antiguas | ||||
guirnaldas de mil flores en el pelo. |
Supongamos ahora que es de noche | ||||
(las diez, pongo por caso) y que camino | ||||
por los Campos Elíseos. Estoy solo. En el aire, | ||||
la luz de los anuncios y el creciente | ||||
de plata de la luna. Llueve un poco | ||||
al llegar a l'Etoile, pero me quedo | ||||
parado frente al Arco. Hay muchas noches | ||||
(y también automóviles que pasan) | ||||
entre la piedra y yo. Esto es lo raro: | ||||
que esa mole triunfal, hecha sin nada | ||||
de imaginación y con oscuros | ||||
deseos de poder por esa gente | ||||
que abájase a vil ruego para ir | ||||
poco a poco escalando, a mí me sirva | ||||
para olvidar (siquiera unos momentos) | ||||
que estoy aquí, en París, en una noche | ||||
que la plaza se encarga de llenar | ||||
para mí de cadáveres que ríen. |
En otro tiempo habría mucha gente, a estas horas | ||||
aquí: comerciantes, arúspices y, lejos, | ||||
subidos a la rostra, políticos que harían | ||||
demagogia, y pretores con púrpuras y fasces | ||||
y con leyes y testas pensativas y muy duras | ||||
miradas. Hoy está todo roto y sólo abundan | ||||
reptiles y malezas y también | ||||
turistas de cara intercambiable y siempre un poco | ||||
boba. Y tú, | ||||
que ahora vas paseando con el fuego | ||||
de Vesta entre las manos y no sabes | ||||
(quizá) quién era Vesta ni que gracias | ||||
a ti, no se me cae encima tanta historia. |
Tu lejana quietud y esa apariencia | ||||
que la tarde te ofrece de indecisa | ||||
roja gota de sangre, de algún modo | ||||
que no acierto a entender, me están pidiendo | ||||
que hoy me dirija a ti, precario adorno | ||||
de un jardín que no es mío. Pese a todo, | ||||
pese a la fiel cancela que te aparta | ||||
de mí, sé que me perteneces. Nunca | ||||
quien así te preserva podrá darte | ||||
lo que yo te estoy dando: que la breve | ||||
humedad de tus pétalos resista | ||||
más que las firmes rejas que te guardan. |
No es solución, amigo Horacio, eso | ||||
(tan sobadito ya) del carpe diem, | ||||
y después que te quiten | ||||
lo bailao. Créeme, no es una | ||||
solución. | ||||
A no ser, por supuesto, que se
trate
|
||||
tan sólo de olvidarse de ese ciego | ||||
futuro que ahí está, | ||||
esperando a la vuelta de la esquina. |
Para ti, pobre imbécil, | ||||
tan délfico y profético y tan | ||||
vástago de Zeus y qué | ||||
sé yo qué | ||||
otras cosas; para ti, pobre imbécil, | ||||
(insisto: pobre imbécil) | ||||
el abrazo de Dafne nunca fue | ||||
más que un temblor sombrío de laureles. |
No le toques ya más, | ||||
que así es la prosa. |
La silenciosa plata de la luna | ||||
allá arriba, en la noche. | ||||
Los graves ojos verdes de Atenea, | ||||
según nos cuenta Homero. | ||||
La rosa y la belleza aterradora | ||||
de una mujer. El tiempo | ||||
y las aguas inquietas de los ríos. | ||||
Los dientes y las perlas. | ||||
Una luz en un cuarto, proyectando | ||||
la sombra codiciada e inalcanzable. | ||||
Los jardines. Las fuentes. Las gacelas | ||||
gráciles como el viento, como tu | ||||
grácil paso esquivo de gacela. Esa guirnalda | ||||
de delicados pétalos dolientes | ||||
que te ciñe las sienes. Aquel pájaro | ||||
que canta en una jaula | ||||
hasta la muerte. La vida —ah de la vida, nadie | ||||
me responde— también igual que un río | ||||
que va a dar a la mar, que es el morir. | ||||
Retórica
|
||||
sobada. Persistentes | ||||
metáforas eternas con que urdir, | ||||
siglo a siglo un poema —el único | ||||
poema— que un puñado de fatuos va tramando. |
¿Recuerdas una tarde en que te puse flores | ||||
granates en el pelo, allá en el Aventino? | ||||
Parecías talmente una diosa pagana. | ||||
O mejor, una ninfa: la Dafne legendaria | ||||
que jamás tuvo Apolo, por obra de los dioses. | ||||
Esa tarde aún espera su momento preciso, | ||||
temblando en cierta página de un libro ¿Y aquella | ||||
noche antigua, su tibieza de estío, rodeados | ||||
de faunos y bacantes, de amorcillos inquietos, | ||||
en un café de Vía Veneto? ¿La recuerdas? Reías, | ||||
reíamos los dos, reíamos como antes | ||||
no habíamos reído en nuestras vidas. —¡Oh, Dios, | ||||
qué sensación maldita de vivir, insoportable, extraña, | ||||
de la que nadie me aliviaba! Fue, | ||||
fue como si todo, todo, se hubiera ido borrando (el tráfico, | ||||
la puerta Pinciana iluminada y ocre, el orgulloso | ||||
Excelsior) y tan sólo tú y yo quedáramos en Roma; | ||||
solos tú y yo y esa luna tranquila y silenciosa | ||||
de todos los amantes, una luna muy pálida y muy grande, | ||||
una luna | ||||
que también se reía, redonda en su alto cielo cárdeno | ||||
y cargado de astros, de estrellas y de dioses, | ||||
mil veces más antiguo que el gran cielo de Júpiter. | ||||
Solos tú y yo en el mundo, cogidos de la mano | ||||
por el Campo dei Fiori. Solos tú y yo en el mundo | ||||
por Vía del Babuino, por el Corso, al pie | ||||
del viejo arco de Tito, bajo las rotas bóvedas | ||||
del foro de Trajano. Y aquel lento vagar como embrujados | ||||
por la villa Borghese o arriba, en el Janículo, | ||||
con la ciudad convulsa a nuestros pies, | ||||
con la ciudad herida a nuestros pies, | ||||
con la ciudad sufriendo a nuestros pies, | ||||
adormecida
|
||||
igual que si acabara de salir | ||||
de un ataque epiléptico. | ||||
¿Recuerdas todo eso? | ||||
También hubo un paseo junto al río: mirábamos | ||||
sus aguas que arrastraron graves togas, | ||||
cadáveres e imperios, | ||||
y batallas y puentes. De uno de ellos te dije: ese | ||||
es el puente Emilio, Dafne. ¿Lo recuerdas? | ||||
El púrpura del cielo flotará cada día en las colinas | ||||
al caer el crepúsculo. | ||||
Pero lo más curioso
|
||||
(lo más curioso, Dafne) | ||||
es que nunca estuvimos
|
||||
tú y yo juntos en Roma. |
Aprovechemos bien estas frugales | ||||
comidas de trabajo —unos percebes | ||||
y luego algo al champán, postres y para | ||||
terminar los habanos. Todo ello, | ||||
claro está, acompañado por los vinos | ||||
que el chef vea mejor. Profundicemos | ||||
en todos esos temas en que estamos | ||||
de acuerdo: los sueldos un pelín | ||||
más altos, aunque haya (qué bonita | ||||
metáfora) que incrementar un poco | ||||
más la presión fiscal (cosa, por otra | ||||
parte, muy justa y necesaria | ||||
socialmente, ¿o es que no estamos todos | ||||
del lado del progreso?) Que la gente | ||||
profana sepa bien que le conviene | ||||
pagar a tocateja nuestros gastos | ||||
(por otra parte, nada del otro mundo: | ||||
un Mystère cualquiera, y a los toros... | ||||
pelillos a la mar del Presupuesto), | ||||
ya que mucho nos debe e imprescindible | ||||
es nuestra actividad. Luego, ya rotos | ||||
de tanto trabajar, busquemos el | ||||
merecido reposo del guerrero. |
Una luna encarnada | ||||
allá en el aire
|
||||
y sola | ||||
El repentino aroma | ||||
de un ramo de violetas | ||||
al salir
|
||||
de un café | ||||
en vía Clazaiavoli | ||||
Aquella
|
||||
rosa herida | ||||
de muerte entre los pliegues | ||||
de seda del crepúsculo | ||||
El puente
|
||||
El frío
|
||||
Arno | ||||
Fiésole
|
||||
Los cipreses
|
||||
soñando en las colinas | ||||
La noche
|
||||
la de siempre | ||||
la de todos
|
||||
los días | ||||
ésa
|
||||
la que ya se te enreda en las pestañas |
Aquí los veintisiete niños y las | ||||
veintisiete doncellas entonaron | ||||
el Canto Secular. Aquí la noche | ||||
(a esa del tres de junio me refiero) | ||||
se coronó de música. Aquí Horacio | ||||
lloraría de júbilo (y de vértigo) | ||||
al contemplar su gloria. Aquí olvidaron | ||||
inmóviles procónsules triunfales | ||||
—entornados los párpados, las caras | ||||
encendidas de minio, indiferentes— | ||||
su condición humana. Aquí un césar | ||||
bromeó con su muerte. Aquí se amaron | ||||
centurias de parejas, superpuestas | ||||
como en selladas cajas, siglo a siglo. | ||||
Y pasaron más cosas. Y quedaron | ||||
quietas aquí sus huellas —¡cuántas huellas, | ||||
cuántas huellas durmientes, madre, Virgen! | ||||
Y sesudos doctores consiguieron | ||||
clasificar muchísimas. | ||||
Aquí,
|
||||
con comprensible (y culta) obstinación, | ||||
los gatos italianos se desviven | ||||
por dejar vero rastro de sus vidas. |
Tu risa, en pleno centro | ||||
de la piazza di Spagna —justo, sí, | ||||
ante la escalinata. Cómo ríes | ||||
con toda esa caterva de mocosos | ||||
alrededor. Suenan trompetas, crótalos, | ||||
arden rojas antorchas en el cielo | ||||
nocturno, brama el pretor su edicto, | ||||
asciende Augusto, lento, al Capitolio | ||||
con los signos de Júpiter y el rostro | ||||
transtornado de minio, mientras graznan | ||||
excitadas las ocas y los niños | ||||
pijos de Roma entonan obedientes | ||||
el Canto Secular. Tu leve risa | ||||
de astro divagante en la honda noche | ||||
—aún más serena, más sigilosa y alta, | ||||
muchísimo más pálida y temible. | ||||
Cómo ríe, señores, cómo ríe | ||||
mi gozoso misterio, mi locura, | ||||
mi amor de los amores. Cómo ríe | ||||
a la luz de un farol, entre centurias | ||||
de caras anodinas y esta brava, | ||||
imprevista erección que ya me empieza | ||||
a incordiar demasiado. Ars gratia artis; | ||||
no: ars gratia amoris. | ||||
Y pensar
|
||||
que ahora mismo los gatos andarán | ||||
copulando, jodiendo como locos, | ||||
encantados,
|
||||
entre las rotas piedras del templo de Saturno. |
El ciego Amor se me posó en los ojos | ||||
y te vi como sólo puede él ver a sus hijos: | ||||
coronada en la noche de fragantes guirnaldas | ||||
y danzando en silencio a la luz de la luna, | ||||
en un temblor de sistros que agitaban tus manos. | ||||
Tú misma te encargaste de romper el hechizo; | ||||
tú misma, tú, esa magia, ese encanto, los dones | ||||
que el azar impasible así nos ofrecía, | ||||
como quien te regala sin motivo una rosa. | ||||
Y el dios loco escapó: huyó espantado y solo, | ||||
hacia alguna otra parte, los párpados sellados. | ||||
He aquí tu grandeza, tu miseria, tu sino. | ||||
Tu victoria también sobre un dios inocente: | ||||
durante un breve tiempo las divinas miradas | ||||
se fijaron en ti y me fueron dictando | ||||
cosas que están aquí, que aquí se quedan —quietas— | ||||
y me salvan de ser tan sólo un pobre imbécil, | ||||
y a ti (no, no es necesario que me agradezcas nada) | ||||
de ser sombra y ser polvo y ser nadie y olvido. |
Las olas que vinieron a morir a mis pies cada verano, desde mil novecientos cuarenta y seis. | ||||
El cigarrillo roto del cenicero azul. | ||||
Mi mano con la pluma que no entiendo. | ||||
La rosa inalcanzable de Jorge Luis Borges. | ||||
La amistad de unos pocos. | ||||
El clavel amarillo que ignoré esta mañana en una tienda de flores. | ||||
La piedra con la que tropecé el pasado mes de julio en Puente Viesgo. | ||||
El salto delicado de los gatos. | ||||
Los payasos del Price que yo miraba atónito, a los cinco o seis años. | ||||
La cara muerta de mi abuelo que se me está borrando. | ||||
Paulina en el Gran Canal de Venecia, un día de mil novecientos setenta y uno. | ||||
El grano que ahora tengo en la mejilla. | ||||
José Luis García Martín camino del Oliver con un puñado de libros y revistas bajo el brazo. | ||||
Mis hijas que jugaban junto a la gran roca que hay en la playa de Biarritz. | ||||
Mis hijos que todavía juegan en el mismo lugar. | ||||
La mala leche con que pago a Hacienda. | ||||
El capot de mi coche tragándose impertérrito la larga cinta gris de la carretera. | ||||
Los ojos que no ven más que otros ojos que pasan junto al mar cada mañana | ||||
y que, como las olas, se estremecen, azules y cambiantes. | ||||
El sabor de un café, rayando el alba, | ||||
en el barrio Latino de París. | ||||
La angustia de saber que tan sólo me salvan unas cuantas líneas vacilantes. | ||||
Los cincuenta años que cumpliré, dentro de once meses y medio. | ||||
Esta leve lumbalgia al levantarme de la silla... |
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
|
Viene rauda, veloz, penetra en casa | ||||
igual que la Ocasión —la pintan calva, | ||||
pero qué va, qué va: largos cabellos | ||||
temblorosos de luz, ojos azules | ||||
y piernas largas, largas, largas, largas... | ||||
Yo me muero mirándola —¡oh tormento!— | ||||
pasar antes mis ojos transtornados | ||||
que no la han de tener ni aquí, ni en Francia, | ||||
ni a la luz de un farol en Central Park. | ||||
Yo me muero mirándola —¡qué espanto!— | ||||
y siento el corazón que se disloca, | ||||
las manos que me sudan, la cabeza | ||||
que se pone a girar... Menuda gracia | ||||
que le hará a mi señora este poema. |
Días de soledad y leve lluvia | ||||
acechando tu paso en la estratégica | ||||
penumbra de algún bar. Vuelan las horas, | ||||
vuela el viento en la calle. La mañana | ||||
se me hace pese a todo interminable | ||||
en aquella inquietud —el cigarrillo | ||||
agoniza en mis dedos temblorosos, | ||||
el café se me enfría—: tú no acabas | ||||
de venir a cruzar la incierta esquina. | ||||
De Quincey (cuenta Borges) no dejaba | ||||
de buscar a su Anna por las calles | ||||
de Londres. Vano empeño. Claro que | ||||
ni tú eres Anna ni soy yo | ||||
el pobre de De Quincey. Ni esta birria | ||||
de pueblo es la soberbia Londres. | ||||
Sin embargo... |
Otros tendrán los premios. Para ellos | ||||
la suave canonjía, las espaldas | ||||
donde pasar la mano, los discursos | ||||
soporíferos siempre. Otros, mira, | ||||
recorrerán tertulias de santones, | ||||
homenajes sin cuento, redacciones | ||||
de diarios importantes a la busca | ||||
de la menor reseña, de una foto, | ||||
rodeados de libros —son tan cultos... | ||||
Están luego los listos que, siguiendo | ||||
el ejemplo triunfante de algún Nobel, | ||||
llevarán a sus casas encantadas | ||||
de Mallorca o Ibiza a los futuros | ||||
doctorandos que harán su panegírico | ||||
a cambio de un buen plato de lentejas | ||||
y de algún paseíto junto al mar. | ||||
También hay mentecatos —por ejemplo | ||||
un servidor— cuyo infinito orgullo | ||||
les impide humillarse ante otra cosa | ||||
que no sean tus ojos o la Luna. | ||||
(Trágicos dinosaurios que no aspiran | ||||
más que a dejar la huella de su paso). |
Allá en Ginebra, un hombre | ||||
que se decía un sueño | ||||
duerme | ||||
junto a un árbol rarísimo. | ||||
Bajo
|
||||
el cielo encapotado de su patria —Inglaterra— | ||||
hay otro que no deja de soñar | ||||
ni a bien ni a mal | ||||
con Hamlet y Julieta. | ||||
Un tercer hombre
|
||||
que hizo | ||||
hablar a la Sibila | ||||
de Cumas, perdió ya | ||||
uñas y vísceras, | ||||
hará unos dos mil años y ahí sigue (me imagino) | ||||
en un lugar anónimo de Nápoles. | ||||
Un día
|
||||
también el que esto escribe acabará | ||||
tranquilo y boca arriba | ||||
en un sitio trivial: | ||||
el cementerio
|
||||
del Salvador, de Oviedo. | ||||
Y tú
|
||||
acaso te conmuevas | ||||
un poco al recordar | ||||
que nuestros breves diálogos en estas | ||||
tímidas mañanitas del verano | ||||
conturbaron mi espíritu | ||||
humillado
|
||||
por tus jóvenes años, | ||||
y me fueron dictando estas tenues palabras | ||||
que no ha de destruir el raro tiempo | ||||
que en Babilonia destruyó las torres | ||||
y las rosas. |