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ArribaAbajoA D. Jacinto de Salas y Quiroga



       Es el poeta en su misión de hierro,
Sobre el sucio pantano de la vida,
Blanca flor que, del tallo desprendida,
Arrastra por el suelo el huracán
Un ángel que pecó en el firmamento,
Y el Señor en su cólera le envía
Para arrostrar sobre la tierra impía
Largas horas de lágrimas y afán.

       Por eso su memoria tiene un cielo,
Y una sublime inspiración su alma;
Por eso el corazón, de triste duelo
   Vestido está también.
   Que por único alivio en su tormento
Sólo le queda una canción inútil,
Y una corona que la arranca el viento
   De la abrasada sien.

       Tú lo sabes mejor, que lo has llorado,
Poeta del dolor, bardo sombrío;
Tú que a remotos climas has llevado
Tu noble y melancólico cantar,
   Como los pliegues de la parda niebla
Errante cruza un ave misteriosa,
Y de armonía con sus cantos puebla
La corrompida atmósfera, al pasar.

       Que tú a la vida naciste
Como pacífico arrullo
De aislada tórtola triste;
Como fuente abandonada
Que levanta su murmullo
Sobre la peña olvidada.
Como el ósculo inocente
Con que el maternal cariño

Selló la tranquila frente
De su hijo más pequeño;
Como el suspiro de un niño
Al despertar de su sueño.

       Cumple, sí, tu misión sobre la tierra,
Camina en paz, errante peregrino,
Hasta leer el porvenir que encierra
   El libro del destino
   Escrito para ti;
   Hasta que expiren los revueltos días
Que señaló en su mente Jehová,
Y en tu destierro tu delito expías,
   ¡Ay! porque escrito está
   Que has de salir de aquí.

       De aquí, del hediondo suelo
Donde te mandó el Señor
Detener tu raudo vuelo,
Para cantar tu dolor
Sin que se oyera en el cielo.
   Y bien posó tu amargura
Al traerte a esta mansión,
Dando al hombre en su locura
Una soñada ventura
Que no está en tu corazón.
   Que él no comprende el tormento
Que tu espíritu combate,
Ese amargo sentimiento
Que tu noble orgullo abate,
Nacido en tu pensamiento.
   -« Hay una flor que embalsama
»El ambiente de la vida,
»Y su fragancia perdida
»Tan sólo no se derrama
»En tu alma dolorida.»-
   Es un privilegio impío
Mirar el placer ajeno
En su loco desvarío,
Y en el corazón vacío
Sentir acerbo veneno.
   Y con ojo avaro, ardiente,
Ver tanta mujer hermosa,
Con esa tez transparente,
Con esa tinta de rosa
Sobre la tranquila frente.
   Ver tanto feliz galán,
Tanta enamorada bella,
Que en plática amante van
Sin curarse él de tu afán,
Sin adivinarle ella
   ¡Y el poeta en su misión
Apurando su tormento!
Sin alivio el corazón,
¡Sin más que una maldición
Escrita en el pensamiento!
   De su sentencia mortal
Con un día y otro día
Llenando el cupo fatal,,
Cual lámpara funeral
Iluminando una orgía.




ArribaAbajoA.....



       Déjame oír tu misterioso canto,
Alegre voz de tus ensueños de oro;
Solo y perdido peregrino, en tanto
Mal en mi pecho mi dolor devoro.

       Dióte el cielo contento y armonía
Y es justo que lo cantes y le adores;
Puro y tranquilo resbaló tu día,
Tu sien de niño coronó de flores.

       Para ti son la risa y los festines,
La tierra para ti tiene placeres,
La tierra para ti tiene jardines,
Y para ti son bellas las mujeres.

       Y tiene luz el cielo transparente,
Color azul y lánguidas estrellas,
Y ese fanal que alumbra tristemente,
Cual moribundo sol, en medio de ellas.

       No para mí, cuya fatal mirada
Quema y devora cuanto en torno nace,
Arroyo que al caer de la cascada
En cristalinas trenzas se deshace;
       Pero llega torrente a la llanura,
Y arranca frutos, árboles y flores,
Y al campo roba gala y hermosura
Arrastrando con él musgo y colores.

       No para mí, que en noche borrascosa
Vine a surcar las ondas de la vida,
Con el alma penada y fatigosa,
Con la esperanza del placer perdida.
   No para mí, que busco una corona
Y un nombre pido en agonía vana;
Mentida luz que de verdad blasona,
Pero que un nombre nos dará mañana.

       No para mí, que nací
Hecha de fuego mi alma,
Sin un momento de calma
En las horas que viví.
...........................................
       ¿Por qué en el lánguido aliento
De una mujer que suspira,
Sólo el poeta respira
Su amargura y su tormento?
   ¡Ay! ¿De qué lo sirve al triste
La fogosa inspiración,
Si es de tierra el corazón
Y su voluntad resiste?
   En los góticos salones,
En las pintorescas ruinas,
Canta con notas divinas
Sus misteriosas canciones.
   Y cree sus fábulas bellas,
Y en su entusiasmo violento,
Su espíritu va en el viento
Por cima de las estrellas.
   En la tierra pasa el hombre
Y ve su miseria en calma:
¡Ay, no comprende su alma
Y no demanda su nombre!
   Que es el poeta un bajel
Que, de riqueza cargado,
Surca el mar alborotado
Para naufragar en él.
   Mas yo vi el tronco mortal
De avaro conquistador
Al amarillo fulgor
De lámpara funeral.
   Era de mármol su lecho,
Era de mármol su frente,
Doblada lánguidamente
Sobre su desnudo pecho.
   De mármol la mano fría,
Que el hierro no sujetaba,
Su espalda le sustentaba;
Si órase un hombre, dormía.
   Vi un rey, que el trono perdió
Porque al vasallo la plugo,
Caminar junto al verdugo
Que el cadalso levantó.
   Vi una hermosa que arrastraban
Sobre féretro asqueroso,
Y con cántico medroso
Sacerdotes la rezaban.
   Vi ricos y potentados
En sus inmundos placeres,
Entre orgías y mujeres
De sus hijos olvidados.
   «Vivamos hoy», se decían
En el lúbrico festín;
Y otros con ayes sin fin
El sustento les pedían.
   Y unos cayeron beodos,
Y otros de hambre cayeron,
Y todos se maldijeron,
Que eran infelices todos.
   Y en marmóreo pedestal
Vi la sombra del poeta,
A quien el tiempo respeta
Y el mundo llama inmortal.
   Descansa sobre su lira,
Y alza al cielo su cabeza,
Fijos con noble fiereza
Sus ojos en quien le mira.
   Y al universo da leyes
Orgulloso triunfador,
Intérprete del Señor
Sobre la ley de los reyes.
...........................................
...........................................
   Oye, sublime cantor:
Si es fuerza que al fin sucumba,
Si al fin bajo a innoble tumba
A dormir con mi dolor;
   Si al fin con el viento vago
Mis versos se perderán,
Cual fuentes que a morir van
Al cieno de hediondo lago;
   Cuenta al mundo mi amargura,
Cuéntale mi suerte impía,,
Que sepa al menos que un día
Quise volar a la altura.
   Y borra, borra mi nombre
Si le han grabado en mi losa,
Que no le insulte orgullosa
La imbécil planta de un hombre.

       Sólo una flor amarilla
Que el cierzo marchitará,
Entre el césped brotará
De mi sepulcro en la orilla.
   ¡Pobre flor! ¿Por qué naciste
Sobra una tumba desierta?
¿No temes la noche yerta
Tan solitaria y tan triste?
   ¡Pobre flor! ¿A qué temprana
Diste al mundo tu sonrisa?
Hoy te mece fresca brisa,
Pero morirás mañana.
   ¡Ay! ¡Pobre flor amarilla!
¿A qué tan presto brotar,
Si el cierzo te ha de agostar
De mi sepulcro en la orilla?




ArribaAbajoOriental



       Corriendo van por la vega
A las puertas de Granada
Hasta cuarenta gomeles
Y el capitán que los manda.
   Al entrar en la ciudad,
Parando su yegua blanca,
Lo dijo éste a una mujer
Que entre sus brazos lloraba:
   -Enjuga el llanto, cristiana,
No me atormentes así,
Que tengo yo, mi sultana,
Un nuevo Edén para ti.
   Tengo un palacio en Granada,
Tengo jardines y flores,
Tengo una fuente dorada
Con más de cien surtidores.
   Y en la vega del Genil
Tengo parda fortaleza,
Que será reina entre mil
Cuando encierre tu belleza.
   Y sobre toda una orilla
Extiendo mi señorío;
Ni en Córdoba ni en Sevilla
Hay un parque como el mío.
   Allí la altiva palmera
Y el encendido granado,
Junto a la frondosa higuera
Cubren el valle y collado.
   Allí el robusto nogal,
Allí el nópalo amarillo;
Allí el sombrío moral
Crecen al pie del castillo.
   Y olmos tengo en mi alameda
Que hasta el cielo se levantan,
Y en redes de plata y seda
Tengo pájaros que cantan.
   Y tú mi sultana eres;
Que desiertos mis salones,
Está mi harén sin mujeres,
Mis oídos sin canciones.
   Yo te daré terciopelos
Y perfumes orientales,
De Grecia te traeré velos,
Y de Cachemira chales.
   Y te daré blancas plumas
Para que adornes tu frente,
Más blancas que las espumas
De nuestros mares de Oriente;
   Y perlas para el cabello,
Y baños para el calor,
Y collares para el cuello;
Para los labios.... ¡amor!-
   -¿Qué me valen tus riquezas,
Respondióle la cristiana,
Si me quitas a mi padre,
Mis amigos y mis damas?
   Vuélveme, vuélveme, moro,
A mi padre y a mi patria,
Que mis torres de León
Valen más que tu Granada.-
   Escuchóla en paz el moro,
Y manoseando su barba,
Dijo, como quien medita,
En la mejilla una lágrima:
   -Si tus castillos mejores
Que nuestros jardines son,
Y son más bellas tus flores,
Por ser tuyas, en León,
   Y tú diste tus amores
alguno de tus guerreros,
Hurí del Edén, no llores,
Vete con tus caballeros.-
   Y dándola su caballo
Y la mitad de su guardia,
El capitán de los moros
Volvió en silencio la espalda.




ArribaAbajoLa meditación



       Sobre ignorada tumba solitaria,
A la luz amarilla de la tarde,
Vengo a ofrecer al cielo mi plegaria
   Por la mujer que amé.
   Apoyada en el mármol la cabeza,
Sobre la húmeda hierba la rodilla,
La parda flor que esmalta la maleza
   Humillo con mi pie.

       Aquí, lejos del mundo y sus placeres,
Levanto mis delirios de la tierra,
Y leo en agrupados caracteres
   Nombres que ya no son.
   Y la dorada lámpara que brilla
Y al soplo oscila de la brisa errante,
Colgada ante el altar en la capilla
   Alumbra mi oración.

       Acaso un ave su volar detiene
Del fúnebre ciprés entre las ramas,
Que a lamentar con sus gorjeos viene
   La ausencia de la luz:
   Y se despide del albor del día
Desde una alta ventana de la torre,
O trepa de la cúpula sombría
   A la gigante cruz.

       Anegados en lágrimas los ojos
Yo la contemplo inmóvil desde el suelo
Hasta que el rechinar de los cerrojos
   La hace aturdida huir.
   La funeral sonrisa me saluda
Del solo ser que con los muertos vive,
Y me presta su mano áspera y ruda
   Que un féretro va a abrir.

       ¡Perdón! ¡No escuches, Dios mío,
Mi terrenal pensamiento!
¡Deja que se pierda impío
Como el murmullo de un río
Entre los pliegues del viento!

       ¿Por qué una imagen mundana
Viene a manchar mi oración?
Es una sombra profana,
Que tal vez será mañana
Signo de mi maldición.

       ¿Por qué ha soñado mi mente
Ese fantasma tan bello,
Con esa tez transparente
Sobre la tranquila frente
Y sobre el desnudo cuello?
       Que en vez de aumentar su encanto
Con pompa y mundano brillo,
Se muestra anegada en llanto
Al pie de altar sacrosanto,
O al pie de pardo castillo.

       Como una ofrenda olvidada
En templo que se arruinó,
Y en la piedra cincelada
Que en su caída encontró,
La mece el viento colgada.

       Con su retrato en la mente,
Con su nombre en el oído,
Vengo a prosternar mi frente
Ante el Dios omnipotente,
En la mansión del olvido.

       ¡Mi crimen acaso ven
Con turbios ojos inciertos,
Y me abominan los muertos,
Alzando la hedionda sien
De los sepulcros abiertos!

       Cuando estas tumbas visito,
No es la nada en que nací,
No es un Dios lo que medito,
Es un nombre que está escrito
con fuego dentro de mí.

       ¡Perdón! ¡No escuches, Dios mío,
Mi terrenal pensamiento!
¡Deja que se pierda impío
Como el murmullo de un río
Entre los pliegues del viento!




ArribaAbajoA la estatua de Cervantes




       Esa es su sombra.....; el alma, avergonzada
Para más no volver, huyóse al cielo:
Solitaria, sombría, abandonada,
Esa fantasma se encontró en el suelo.

       Si es pedestal o túmulo, se ignora;
Mas sin duda temieron que, indignado,
De la piedra en que está salte a deshora,
Según se ve de hierros circundado.
   No bajará, que es noble y caballero,
Y lidió por su patria el buen poeta;
Acaso no encontrara un compañero
Al pie del pedestal que le sujeta.
   Tal vez no hallara un digno castellano
Libre y valiente a quien llamar amigo,
A quien tender la cercenada mano,
A quien llevar en pos al enemigo.
   Por eso eleva la tostada frente
Al firmamento azal noble y tranquila,
Y no mira por eso transparente
Apagada a la luz la ancha pupila.
   CERVANTES le llamaron otros días,
Yerta figura con ajeno nombre,
Como su original arrastra impías
-Horas de duelo en la mansión del hombro.
   Ayer cruzaba libre e ignorado
La turba ociosa y soldadesca inquieta
Dentro de su armadura de soldado,
O envuelto en sus harapos de poeta.
   Hoy en la inmoble colosal figura
Derramada la lluvia se destrenza,
Y está sombrío en pie sobre la altura,
Como sacan un reo a la vergüenza.
   El pueblo ve a sus pies, negro milano
Que a la boca asomó de un hormiguero,
Y quiere el ojo comprender en vano
Cómo allí se cobija un pueblo entero.
   Y siente la carroza del magnate
Rodar, y se estremece a su carrera,
Y soldados que marchan al combate
Que equipados de farsa los creyera.
   Y abajo, entre los árboles perdidos,
Como sueños pasar contempla inquietas
Las sombras de políticos caídos,
Las parodias de sabios y poetas.
   Y una lágrima acaso en su mejilla
Alumbra el sol bajando al Occidente,
Al contemplar su revocada villa
Sin porvenir, alegre o indolente.
   Hubo un CERVANTES cuando aquél vivía,
Cuando en vez de esos hierros era un hombre;
Llamáronle poeta, y poseía
Una espada y un libro con su nombre.
   Su espíritu brotó con la tormenta
Y le escondió en su seno el torbellino,
El sepulcro su mano abrió violenta,
Y hoy resuena su cántico divino.
   ¿Por qué no le dejaron con su sueño
En el sepulcro donde en paz dormía?
¿A qué traerle con tenaz empeño
A sufrir otra vez la luz del día?
¿A qué su sombra de la tumba-alzaron
Estúpidos los hombres o altaneros?
Para ahuyentar los siglos que pasaron,
Y escarnecer los siglos venideros.
   Hombre de hierro que velas
El sueño del mundo impío,
Que ves con gesto sombrío
Crímenes que no revelas;
   Cuya negra frente calva
Sufre en paz el sol que arde,
La roja luz de la tarde,
La amarilla luz del alba;
   ¿Qué piensas del mundo, di?
Tú que le dejaste ya,
Cuya voz no se alzará,
Cuya sombra quedó aquí.
   ¿Qué piensas de ese magnate
Que ha perdido el sol de un día
Embriagado en una orgía
Mientras su nación combate?
   ¿Qué piensas tú de esos reyes
Que arrastra un frenado bruto
Entre vírgenes de luto
Huérfanas hoy por sus leyes?
   ¿Qué piensas, genio inmortal,
De ese pueblo soberano
Que abre paso a su tirano
Sin levantar un puñal?
   Dime, coloso de hierro,
A quien condena la suerte
A sufrir desde la muerte
En tu patria tu destierro,
   ¿No es cierto que allá en su afán
Espera tu desconsuelo
Que te arrastre por el suelo
Un revoltoso huracán?


II

       Tu nombre tiene el pedestal escrito
¡En extranjero idioma por fortuna!
Tal vez será tu nombre un sambenito
Que vierta infamia en tu española cuna.
   ¡Hora te trajo a luz desventurada!
¿Español eres?... Lo tendrán a mengua,
Cuando a tu espalda yace arrinconada
Tu cifra en signos de tu propia lengua.
   ¡Serás acaso un busto aparecido
Entre las ruinas de la antigua Roma,
Recuerdo que los tiempos han roído,
Que algún rico libró de la carcoma!
   Maldita es tu misión sobre la tierra;
Los que mueren, sus males acabaron,
Todos sus restos su sepulcro encierra.....
Los tuyos del sepulcro los robaron.

       Helo allí que se levanta
Como fantasma furioso,
Que magulla con su planta
Los que a su morada santa
Van a turbar su reposo.
Porque su nombre y su gloria
Sólo al tiempo las vendió,
Para dejar su memoria
Grabada en oro en la historia,
Que escrita en el fango, no.
   Que por eso en su amargura
Abortó un libro coloso,
Que a su renombre asegura
En las edades reposo.
Cuando los siglos le lean
Hará que los siglos vean
En su cubierta roída,
En caracteres gigantes
Dos genios con una vida,
Un Quijote y un Cervantes.
De hediondo mar alba espuma,
El genio de otro poeta
Despliega su blanca pluma;
Si algún bardo colosal
Levanta entro la tormenta
Su cántico celestial,
De una centuria sangrienta
Salmodiando el funeral;
   Cuando el tiempo, hombre sombrío,
El orbe rompa a pedazos,
Que sostenido en tus brazos
Huya su cuchillo impío;
Y en el día de furor,
Cuando al eco atronador
De la funeral trompeta
Se junte el mando en un valle,
Mándale al mundo qué calle,
Y dile que era un POETA.




ArribaAbajoElvira



       Con f uria en el bosque luchaban los vientos,
Del pino tronchado sonoro estallido
   Se oía crujir;
Y el ave agorera sus tristes lamentos
Callaba, y del trueno lejano el bramido
   Se hacía sentir.
Y lluvia copiosa los cielos enviaban,
Que en surcos deformes la tierra partía,
   De angustia colmada;
Y al ver que en el monte mil rayos brillaban,
El hombre dijera que el mundo se ardía
   Tornando a su nada.

       Encina nudosa nacida entre peñas
Por donde derrumba su espuma un torrente,
   Se mira a lo lejos;
Y apenas alumbra el rayo en las breñas
El arco ruinoso de gótico puente
   Con tibios reflejos.

       Suspenso en la cima del árbol añoso,
De ramas tejido desciende un asiento:
   En él aparece
Fantástica bruja de aspecto asqueroso
Sentada y serena. Con ímpetu el viento
   Silbando la mece.

       -Vi palacios magníficos un día
Cuando fortuna en torno me reía,
   Vi donceles y dueñas,
   Que humildes me acataban;
   Los vientos no zumbaban
   Entre las rudas peñas.

       Y oía yo cantares regalados,
Y oía al par los ecos apagados
   De una lira distante;
   Porque es grato a las bellas
   Escuchar las querellas
   De su bizarro amante.

       Gimió el clarín y se lanzó la guerra
Bramando de furor: mustia la tierra
   Lloró por su venida,
   Y vestido de acero
   Fue al campo el caballero,
   Y allí perdió la vida.
Y entraron victoriosos los contrarios
Respirando venganza. ¡Sanguinarios!
   Mis tierras, ¿qué se hicieron?
   Mis fieles servidores
   En medio estos horrores
   Luchando sucumbieron.

       Y el último era un héroe, ¡y yo vagaba
Allá en su mente a tiempo que expiraba!
   Muriendo ¡ay! me decía:
   «Mi Elvira encantadora,
   Llora tu esposo, llora
   Sobre mi tumba fría.»

       Lloré y venganza le juré a mi esposo,
Y se la dí, que incendio estrepitoso
   Consumió los salones
   Que vivió su asesino;
   Sólo halló cuando vino
   Denegridos torreones.

       Contra su altiva frente el cielo mismo
Vibró su rayo, y el ruidoso abismo
Le tragó del torrente.
   Yo le miré suspenso
   Sobre el espacio inmenso
   Maldecirme demente.

       Y me gozaba, y aplaudía en tanto,
Y daba al viento el desacorde canto
   De la venganza mía;
   Y oí sonar cercana
   La lúgubre campana
   Al tiempo que moría.
Crece ahora, huracán: alza bramando
Tu saña contra mí, yo iré cantando
   Mis himnos funerales;
   Con mis manos heladas
   Yo romperé selladas
   Las puertas infernales.

       Cantaba la vieja: con sordo mugido
Los vientos llevaron su triste canción:
Del rayo en un punto el árbol herido,
   Con ella caía:
Su grito de muerte se oyó, y todavía
Vagó por sus labios postrer maldición.




ArribaAbajoTarde de Otoño



       Ya viene el revuelto otoño
Recogiendo frasco y flores;
Pasó el sol con sus calores,
Y alumbra al fin otro sol;
Pasaron las alboradas
Deliciosas de la aurora,
Que el horizonte colora
De purpurino arrebol.
   Pasaron las noches claras
De la luna y los jardines;
Las noches de los festines
Tras el otoño vendrán.
Pasó el tiempo de las citas
A deshora entre las rejas,
Los cuidados de las viejas,
De las niñas el afán.
Pasaron las serenatas
Debajo de los balcones,
Las rondas y las canciones
Del mancebo emprendedor.
Todo es ya triste: la tierra
Pierde su brillante aliño,
Y el amor, que es pobre y niño,
Alivio busca al calor.
   Mas si se envuelve la noche
Entre su sombra importuna,
Si pierde su blanca luna
Y sus horas de placer;
Si pierde la fresca aurora
Sus aromas y sus flores,
Sus nubes de cien colores,
S a aureola de rosicler;
   Le que la en cambio a la tarde
Todo el encanto del día,
Y henchida de su armonía
Sale el sol a despedir.
Bella es la tarde que baja
Por el rosado Occidente,
Y se apaga lentamente
Para volver a lucir.

       Es púrpura el horizonte,
Y el firmamento una hoguera,
Es oro la ancha pradera,
La ciudad, el río, el monte.
   Rey de los astros, el sol,
Del regio trono al bajar,
Su pompa querrá ostentar
En su manto de arrebol.
   Por eso suspenso está
De su reino a la salida,
Jurando a su despedida
Que mañana volverá.
   Banda de nubes de grana,
Que con sus reflejos tiñe,
Flotando en torno le ciñe
Como turba cortesana.
   Ráfagas mil que se cruzan,
Filigrana de la tarde,
El sol que a su espalda arde
En colores desmenuzan.
   Y al hundirse en Occidente
Partida en muchas la llama,
Por el cielo se derrama
Fosfórica y transparente.
   Es la postrera sonrisa
Del bello día que acaba,
Que de esa luz arrancaba
Su fresca ondulante brisa.
   La fresca brisa que asoma
Por sobre la roca calva,
Remedio de la del alba
En frescura y en aroma.
   A su venida, tardías
Cierran su cáliz las flores,
Y trinan los ruiseñores
Sus postreras armonías.
   Se les va buscar la sombra
Entre las desnudas ramas,
Porque sus hojas de escamas
Sirven al suelo, o de alfombra.
   Que ya el inconstante viento
Del otoño que aparece,
En los árboles se mece
Con brusco sacudimiento.
   Flor, pronto inútil y sola,
En vez de la que él deshizo,
Orlará el campo pajiza
La purpurina amapola.
   Brezos y arbustos impuros
De la montaña en la falda,
Vestirán su áspera espalda
Con sus matices obscuros.
   Grupos de nubes perdidos
Como fantasmas deformes,
Traen en sus pliegues enormes
Vientos de invierno escondidos.
   El árbol en largas hebras
Hiende sus cortezas vanas,
Y anuncian lluvias lejanas
Las rastras de las culebras.
   Da el cuervo al aire su vuelo,
Graznidos a su garganta;
Rey del viento, se levanta
Entre la tierra y el cielo.
   Se oye de algunas palomas
Perdido el último arrullo,
De alguna fuente el murmullo
Que entre los juncos asoma.
   Queda el mundo en soledad;
Y en el aire alzan su imperio
Da las sombras el misterio,
Y el humo de la ciudad.




ArribaAbajoIndecisión



       ¡Bello es vivir; la vida es la armonía!
Luz, peñascos, torrentes y cascadas,
Un sol de fuego iluminando el día,
Aire de aromas, flores apiñadas:
   Y en medio de la noche majestuosa
Esa luna de plata, esas estrellas,
Lámparas de la tierra perezosa,
Que se ha dormido en paz debajo de ellas.
   ¡Bello es vivir! Se ve en el horizonte
Asomar el crepúsculo que nace;
Y la neblina que corona el monte,
En el aire flotan, lo se deshace;
   Y el inmenso tapiz del firmamento
Cambia su azul en franjas de colores;
Y susurran las hojas en el viento,
Y desatan su voz los ruiseñores.
...........................................
...........................................
       Y la noche las orlas de su manto
Arrastra fugitiva en Occidente,
Y la tierra despierta al fuego santo
Que reverbera el sol en el Oriente.
   ¡Bello es vivir! Se siente en la memoria
El recuerdo bullir de lo pasado,
Camina cada ser con una historia
De encantos y placeres que ha gozado.
   Si hay huracanes y aquilón que brama,
Si hay un invierno de humedad vestido,
Hay una hoguera a cuya roja llama
Se alza un festín con su discorde ruido.
   Y una pintada y fresca primavera,
Con su manto de luz y orla de flores,
Que cubre de verdor la ancha pradera
Donde brotan arroyos saltadores.
   Y hay en el bosque gigantesca sombra,
Y desierto sin fin en la llanura,
En cuya extensa y abrasada alfombra
Crece la palma como hierba obscura.
   Allí cruzan fantásticos y errantes,
Como sombras sin luz y apariciones,
Pardos y corpulentos elefantes,
Amarillas panteras y leones.
   Allí, entre el musgo de olvidada roca,
Duerme el tigre feroz harto y tranquilo;
Y de una cueva en la entreabierta boca,
Solitario se arrastra el cocodrilo.
   ¡Bello es vivir; la vida es la armonía!
Luz, peñascos, torrentes y cascadas,
Un sol de fuego iluminando el día,
Aire de aromas, flores apiñadas.....

       Arranca, arranca, Dios mío,
De la mente del poeta
Este pensamiento impío
Que en un delirio creó;
Sin un instante de calma,
En su olvido y su amargura,
No puede soñar su alma
Placeres que no gozó.
¡Ay del poeta! Su llanto
Fue la inspiración sublime
Con que arrebató su canto
Hasta los cielos tal vez;
Solitaria flor que el viento
Con impuro soplo azota,
Él arrastra su tormento
Escrito sobre la tez.
Porque tú ¡oh Dios! le robaste
Cuanto los hombres adoran;
Tú en el mundo lo arrojaste
Para que muriera en él;
Tú le dijiste que el hombre
Era en la tierra su hermano;
Mas él no encuentra ese nombre
En sus recuerdos de hiel.
Tú le has dicho que eligiera
Para el viaje de la vida
Una hermosa compañera
Con quien partir su dolor;
Mas ¡ay! que la busca en vano,
Porque es para el ser que ama
Como un inmundo gusano
Sobre el tallo de una flor.
Canta la luz y las flores,
Y el amor en las mujeres,
Y el placer en los amores,
Y la calma en el placer;
Y sin esperanza adora
Una belleza escondida,
Y hoy en sus cantares llora
Lo que alegre cantó ayer.
Él, con los siglos rodando,
Canta su afán a los siglos,
Y los siglos van pasando
Sin curarse de su afán.
¡Maldito el nombre de gloria
Que en tu cólera le diste! .....
Sentados en su memoria
Recuerdos de hierro están.
El día alumbra su pena,
La noche alarga su duelo,
La aurora escribe en el cielo
Su sentencia de vivir;
Fábulas son los placeres,
No hay placeres en su alma,
No hay amor en las mujeres,
Tarda la hora de morir.
Hay sol que alumbra, mas quema,
Hay flores que se marchitan,
Hay recuerdos que se agitan,
Fantasmas de maldición.
Si tiene una voz que canta,
Al arrancarla del pecho
Deja fuego en la garganta,
Vacío en el corazón.

       ¡Bello es vivir! Sobre gigante roca
Se mira el mundo a nuestros pies tendido,
La frente altiva con las nubes toca.....
Todo creado para el hombre ha sido.

   ¡Bello es vivir! Que el hombre descuidado,
En los bordes se duerme de la vida,
Y de locura y sueños embriagado,
En un festín el porvenir olvida.

   ¡Bello es vivir! Vivamos y cantemos:
El tiempo entre sus pliegues roedores
Ha de llevar el bien que no gocemos
Y ha de apagar placeres y dolores.

   Cantemos, de nosotros olvidados,
Hasta que el son de la fatal campana
Toque a morir. Cantemos descuidados,
Que el sol de ayer no alumbrará mañana.



       Eran aún los agitados días
En que mi juventud abandonada
Adivinó tal vez horas impías
Entre el crespón de la insondable nada;

   Cuando con ojo avaro y penetrante,
Aun no poeta, el porvenir medita
El niño, y ve pasarlo por delante
Árida nada que su sed irrita;

   Cuando el nombre del niño no es un nombre,
Cuando la idea informe no es idea,
Y en el alma del niño nace el hombre
Que idea y nombre se conquista y crea;

   Entonces, de la vida en el vacío,
Soñé un bello fantasma que rodaba:
Gota brillante y fresca de rocío
En flor que brota entre pajiza lava.

   Blanco ese sueño resbaló en mi mente,
Puro y tranquilo como sol que nace,
Como se rompe el agua de la fuente
Y rodando en la hierba se deshace.

   Era la forma transparente y vaga
De un arcángel que cruza el firmamento;
Era un pliegue del viento que una maga
Vibró al cantar con aromado aliento.

   Era la voz del arpa que se pierde
Entre el leve vapor de ancha laguna,
En cuyo fondo, con las algas verdes,
Tibia se mece amarillenta luna.

   Era, en la mente perdida
Entre suspiros de gloria,
La esperanza y la memoria
Del amor de una mujer;
Recuerdo en alma de niño,
Amor en alma de hombre,
Blanco fantasma sin nombre
Y sin hora en que nacer.

   Permite, dulce embeleso,
Que mis labios en tus labios
Pongan un ardiente beso
Que se oiga en el corazón;
Que la mente del poeta,
En su entusiasmo violento,
Beba en tu mirada inquieta
La fogosa inspiración.
   Que en la noche tempestuosa
Será bello, ¡amada mía!
De la lluvia áspera y fría
Al desigual susurrar,
Tener contigo un poeta
Sentado a la roja llama,
Con un corazón que ama
Y una voz para cantar.
   Será bello, en puro día
De fragante primavera,
Su fantástica armonía
Escuchar en un jardín,
Y que en la ruidosa fiesta
Levante robusto canto,
Y que te vele tu siesta
Después de largo festín.
   Te digan los caballeros
Que por tus favores lidian,
Y las damas que te envidian
El cantar del trovador;
Y en la tibia madrugada,
Tus labios sobre su frente,
Duermas tú tranquilamente
Soñando sueños de amor.
   Y tu aliento con su aliento,
Y tu mano con su mano,
Con un mismo pensamiento
Que os halague al despertar,
Os encuentre la mañana,
Y resbale vuestra vida
Como parda luz lejana
De una tarde sobre el mar.




ArribaAbajoOriental



       Mañana voy, nazarena,
A Córdoba la sultana;
Mi amorosa cantilena
Ya no sentirás mañana
Al compás de mi cadena.

   Cuando vuelvan los cristianos
De los moros vencedores,
Lee mis destinos tiranos,
La historia de mis amores,
En la sangre de sus manos.
   Valiera más que, cautivo,
En esa torre acabara
La triste vida que vivo;
Que la vida que hoy recibo
Me la vendes ¡ay! bien cara.

   ¡Adiós! Tu esclavo mañana
Ya no ha de cansarte enojos;
Pero es esperanza vana:
Cautivo quedo, cristiana,
En la prisión de tus ojos.

   ¡Maldita, hermosa, mi estrella!
¿Qué ha de valerme la vida,
Si no he de hallarte con ella
Ni en Granada la florida
Ni en mi Córdoba la bella?

   De hoy me será el claro sol
Una lámpara importuna;
Hija del suelo español:
Tú eres mi sol y mi luna.....
La aurora y el arrebol.

   Pues en ti pierdo el sol hoy,
Sin tu sol no he de vivir;
Sultana: a Córdoba voy,
Que en las tinieblas que estoy,
Presto, a fe, que he de morir.

   Ha prometido Mahoma
Un paraíso, una hurí .....
Tú habrás de ser ángel, sí,
En esa región de aroma,
Y hemos de amarnos allí.




ArribaAbajoA un Torreón



       Gigante sombrío, baldón de Castilla,
Castillo sin torres, ni almenas, ni puente,
Por cuyos salones, en vez de tu gente,
Reptiles arrastran su piel amarilla,
Dime: ¿qué se hicieron tus nobles señores,
Tus ricos tapices de sedas y flores;
Tu gente de guerra, tus cien trovadores
Que alzaron ufanos triunfante canción?
Tú estás en el valle cadáver podrido,
Guerrero humillado que el tiempo ha rendido,
Tu historia y tu nombra yaciendo en olvido;
El mundo no sabe que existe Muñón.
   Tus pardas rüinas me son de tormento;
Con negros recuerdos corroen mi alma.....
¡Tú estás en mi mente, maldecida palma,
Quemada del rayo, batida del viento!
Yo, errante poeta proscrito en el mundo,
Tal vez en el polvo de féretro inmundo,
Sin nombre, sin gloria, para siempre hundo
Mi frente, abrasada de inútil sudor,
¡Por ti, resto infame, fantasma de duelo,
Morada maldita de un ángel del cielo
Que amé y me robaron! ....¡Maldito tu suelo,
Maldito tu nombre ...., maldito mi amor!

       Quédate, sí, en esa altura
A la vergüenza del llano,
Castillo sin castellano,
Matrona sin hermosura.
De ti el tiempo se rió,
Tus torres se derribaron,
Tus vasallos te ultrajaron,
Tu señor te abandonó.
Quédate, negro esqueleto,
De fértil vega mancilla,
A esa ermita de Castilla
Sin sacerdote, sujeto.
Sin pendones que ondear,
Sin blasones a la entrada,
Tu bóveda agujereada
No has podido sustentar.
Sin un eco en los salones,
Sin un soldado en el muro,
Hoy crece el arbusto impuro
Al pie de tus torreones.
Señor muerto en tierra ajena,
Olvidado de tu gente,
A pedazos, de tu frente
Roba el viento tu melena.
Y pasa a tus pies el hombre
Sin buscarte en su memoria,
Porque no leyó tu historia
Ni se acuerda de tu nombre.

       Tú tienes uno, que en aciago día
En tu gastada piedra escribí yo,
Y el nombre de otro y la vergüenza mía
   Con la tuya quedó.
Cuando mi labio le nombró, mentía;
Cuando mi mano le grabó, mintió;
Hoy .... ya no existe; en su carrera impía
   El tiempo le arrastró

       Y ese nombre celestial
Que el tiempo devoró al fin,
Una mujer, por mi mal,
Le arrebató a un serafín;
El huracán de la vida
Sólo dejó ¡oh mi querida!
Para mi eterno tormento,
En prenda de maldición,
Tu nombre en mi pensamiento,
Tu amor en mi corazón.




ArribaAbajoLa noche de invierno

A D. Jenaro Villaamil



       Pintor: el viento se estrella
Bramando en esa ventana;
En pos de su airada huella
La lluvia y la noche van;
Prepara lienzo y pinceles,
Yo escribiré tu pintura,
Y conquistemos laureles
Al través del huracán.

   Agua las nubes abortan;
Se ve la lumbre amarilla
De las centellas, que cortan
Nubes y lluvia al caer;
Se oyen girar las veletas
Sobre la gigante torre,
Y las pizarras sujetas,
Agua y viento repeler.

   Se ven oscilar tus lienzos,
Del crudo viento impelidos,
Que por los vidrios hendidos
Penetra inquieto hasta aquí.
Esos retratos colgados,
Que unos con otros se chocan,
Son escudos conquistados
Y blasones para ti.

   Y se oye el son temeroso
De campanas que, rompiendo
De los hombres el reposo,
Conjuran la tempestad;
Se oye en la calle azorado,
De alguno que huye la lluvia,
El paso precipitado
Cruzando en la oscuridad.

   Encendamos una hoguera,
Cuya roja llama alumbre
Esos rostros en hilera
Colgados en la pared,
Que mecidos por el viento
Y animados por la llama,
Nos darán un pensamiento
Y una corona tal vez.
   
Tú tienes dentro la mente
Galerías, catedrales,
Y todo el lujo de Oriente
Y un mando para pintar;
Tú tienes en tus pinceles
Derruídos monasterios
Con aéreos botareles
Y afiligranado altar.

   Tienes torres con campanas
Y transparentes labores,
Castillos con castellanas
Que aguardan a su señor,
Y bóvedas horadadas,
Y silenciosas capillas
Donde en marmóreas almohadas
Yace el muerto fundador.

   Y antiquísimas ciudades
Que, por el tiempo roídas,
Cuentan al tiempo verdades
Que él se desdeña escuchar;
Tienes en el valle fuentes,
Peñascos en la montaña,
Y en los peñascos torrentes
Que se arrastran a la mar.

   Tienes en los mares islas
Con ciudades y jardines,
Y en los jardines festines,
Y en los festines placer.....
Prepara lienzo y pinceles
Y deja que el viento bramo,
Y la lluvia se derrame,
Y estalle el rayo al caer.

   A inspirarnos han venido
La noche con sus tinieblas,
El rayo con su estampido,
La lluvia con su rumor;
Tú pintarás lo que sientas,
Yo escribiré lo que siento
En el empuje violento
Del huracán bramador.

   Yo escribiré cómo muge
El vendaval en tus torres,
Cómo entro las jarcias cruje
Del buque que va a anegar;
Cómo zumba en las almenas
Con que ciñes tus castillos,
Cómo silba en las cadenas
Que el puente han de sujetar.

   Escribiré cómo imita
La humana voz en las rocas,
Y como el milano grita,
Y ruge como el león,
Silba como la serpiente,
Sorbe como la lechuza,
La voz de un incendio miente
Al cruzar un torreón.

   Miente el graznido del cuervo,
Brama como el ronco toro,
Remeda el distante lloro
De una garganta infantil;
Y azotando los cristales,
Finge el fantástico vuelo
De espíritus infernales
Que pasan de mil en mil.

   E imita el rumor confuso
De clarines y de aceros,
De carros y caballeros
Que van marchando detrás,
Y de un lejano combate
Los alarmantes clamores,
Y el ruido de los tambores
Que redoblan a compás.

   Tú pintarás la montaña
Entre la niebla sombría,
Pintarás la lluvia fría
Derramada desde allí;
Los alcázares morunos,
Los pilares bizantinos,
Monumentos peregrinos
Embellecidos por ti.

   Pintarás los gabinetes
Cincelados de la Alhambra,
Y el humo de los pebetes
Y las bellas del harén.
Tú pintarás las memorias
Que nos quedan por fortuna,
Yo escribirá las historias
Que vida a tus cuadros den.

   Te diré el blando murmullo
De las aguas destrenzadas,
Y el melancólico arrullo
De la tórtola que amó;
Te diré cómo se mecen
Las flores sobre los tallos,
Cómo nacen, cómo crecen,
Cómo, el sol las agostó.

   Tú nos pintarás al hombre
Con su choza o su palacio,
Y yo te diré su nombre,
Y lo que en el mundo fue:
Tú al mundo darás colores,
Yo le dará lengua y vida;
Tú pintarás los amores,
Y yo te los cantaré,

   ¡Pintor! Que la noche ruede
Con el ronco torbellino,
Que envuelta en tormentas quede
La desvelada ciudad;
Nosotros, lejos del mundo,
Otro mundo gozaremos,
De la hoguera que encendemos
A la roja claridad.

   Calderón, Murillo, Ercilla,
Colgados por las paredes
Con su estoque y su golilla,
Forman nuestro mundo aquí.
Ahí están Lope, Cervantes,
Vinci, Rivera, el Ticiano....,
Con tintas para tu mano,
E inspiración para mí.

   Prepara lienzo y pinceles,
Despliega tu fantasía;
Cuando nos sorprenda el día,
Que alumbre una creación.
Pintor, ese torbellino
Ha venido a visitarnos,
En él nos trajo el destino
La violenta inspiración.




ArribaAbajoRecuerdos de Toledo


ArribaAbajoLa Catedral




Introducción

       Ese montón de piedras hacinadas,
Morenas con el sol que se desploma,
Monstruo negro de escamas erizadas
Que alienta luz y música y aroma;
   A quien un pueblo inválido rodea
Con pies de religión, frente de miedo,
Que tan noble lugar mancha y afea,
Es catedral de lo que fue Toledo.
   Pálida y triste, pobre y abatida,
Llora el favor de los hundidos años;
Reina sin corte, anciana y desvalida,
Por sus hijos robada y los extraños.
   Por vestir el espectro de su nada,
Hoy convoca sus hijos a las fiestas,
Celebrando su mal, desesperada,
Con campanas, con órganos y orquestas.
   Gigante que, muriendo en la llanura
A manos de contrario más valiente,
Con voz tremenda su venganza jura,
Y fuerza y vida en sus palabras miente.
   Una tribu elegante y voluptuosa
De otro país de fuentes y de flores,
Los cimientos fundó donde reposa,
Para otro Dios de guerras y de amores.
   Y un rey, o más piadoso o más prudente,
Cambióla en templo por sellar su gloria;
Y tal vez dijo al Dios omnipotente:
Tuyo es el nombre, mía la memoria.
   Quedóse al fin en templo consagrado
Del sumo Dios bajo el excelso nombre,
Para ser a los tiempos revelado
Como página histórica de un hombre.
   Mas apilando el tiempo los despojos
De los mismos valientes que la hicieron,
Vasto sepulcro levantó a sus ojos
Donde un palacio levantar creyeron.
   Y hoy, al caer del templo la grandeza,
Muestra el coloso, al expirar su imperio,
Que ha cobijado su mortal corteza
Templo, historia, palacio y cementerio.


I

       Con ceño sombrío mira
El Tajo, que a sus pies corre,
Y al despecho que la inspira,
Con las gargantas suspira
De sus campanas la torre.
Que tiene para consuelo
En su abatimiento y mengua,
La frente cerca del cielo,
Y para hablar con el suelo
Trece campanas por lengua.
Con tan gigante armonía
Todo su cuerpo estremece,
Y al oírla se creería
Que crece así su alegría
Cuanto su estrépito crece
A ese clamor tan violento,
Incapaz de tanto ruido,
Vibra fatigado el viento,
Dejando el confuso acento
Por la atmósfera perdido.
Que en su canto desigual
Hay música tan liviana,
Que en su murmullo infernal
Canta y llora y ríe insana
Con sus lenguas de metal.
Que ellas pregonando van
Lo que sus clamores son,
Que a veces tristes están
Pidiendo por los que van
A eterna condenación.
Y en su clamor muestran bien
Otras el alegre fin,
Pues revoltosas se ven
Cual si colgadas estén
Por heraldos de un festín.
Otras, en su inquieto afán,
Ruedan y vibran, según
Con los clamores que dan
Al mundo anunciando están
Placer o luto común.
Y en vez de agudo esquilón,
De la tarde anuncia el fin
El doblar de la oración,
Que apaga su ronco son
Del horizonte al confín
Y a su movimiento enorme
Rueda en el cóncavo hueco
De la bóveda el informe
Postrer quejido del eco
Con vibración uniforme.
A su paso estremecidas
Oscilan allá en las sombras
Las lámparas suspendidas,
Dibujando en las alfombras
Sombras y luz confundidas.
Cobra entonces movimiento
Todo el templo y se estremece,
Cual fantasma de un momento
Que alza el rostro macilento
Y al punto, se desvanece.
Van luego dejando ver
Los vacilantes reflejos,
Las sombras al repeler,
Los objetos a lo lejos
Sus formas desenvolver.
Se van mostrando despacio
Las verjas de oro amarillas,
Canceles de aquel palacio
Que dividen el espacio
De la nave y las capillas.
Se ven en turbios colores
Detrás de los altos hierros,
Entre marmóreas labores
Cumpliendo así sus destierros,
Dormidos los fundadores.
Se ven al rayar el día
En los pintados cristales,
Cómo luchan a porfía
La claridad que lucía,
Y los rayos matinales.
Entonces el sol brillante
Que a las ventanas asoma,
Su fogosa luz gigante
En la llama agonizante
De las lámparas desploma.
Dejan torre y capitel,
Y entran por los rosetones
Las sombras huyendo dél,
Plegándose en los rincones
En fantástico tropel.
La luz, del templo señora,
Por el templo derramada,
Saluda al Dios que ella adora
Por las losas prosternada
Ante el ara que colora.
Ciñe la bóveda, avara,
Y en los robustos pilares
Se quiebra picante y clara,
Y bulliciosa se ampara
Del oro de los altares.
Que joven y rica y bella,
En la riqueza se posa,
Y en los diamantes destella,
Y en la joya más vistosa
Para competir con ella.
Porque el astro rey la envía
A que sus galas ostente,
Y en la bóveda sombría
Vierta la lumbre del día
Revoltosa y transparente.


II

       Se oyen después los pasos mesurados
Del sacerdote, y la crujiente seda
Del manto, que, los lienzos desplegados,
Por el sonoro pavimento rueda,
   Cual si al cruzar se oyera el vago aliento
Con que a cumplir con su misión le incitan,
Soplando bajo el mudo pavimento,
Las osamentas que a sus pies dormitan.
   Se coronan de antorchas los altares,
Se sienten rechinar las verjas de oro,
Se escuchan los católicos cantares
Vibrar sublimes desde el hondo coro.
   Se ve el pueblo llegar, y reverente
Postrarse humilde, y bendecir la vida,
Y alzar del suelo la humillada frente,
De la luz de los ángeles ceñida. .
   Y se alza del altar la voz tremenda
Que las palabras del Señor repite,
Cantadas porque el pueblo las comprenda
Solemnes porque el pueblo las medite.
   Y el órgano despliega rebramando
La voz robusta de las trompas de oro,
Como por la cascada caen rodando
Aguas y espumas en tropel sonoro.

       Y en los aires a torrentes
Vierte la música santa
Por la céntuple garganta
De los tubos de metal;
Y en sus cánticos remeda,
Con el prolongado acento,
El ronco bramar del viento
O el crujir del vendaval.
O finge en son temeroso
La aguda lengüetería
La discorde gritería
Del infierno en rebelión;
o con lamento apagado
Canta al justo moribundo
Saliendo alegre del mundo
Sin ira en el corazón.
Canta el placer de la esposa
Que inquieta al esposo aguarda,
Canta al esposo que tarda
A sus puertas en llamar;
O entonando del profeta
La sacrosanta salmodia,
Sublimemente parodia
El fuego de su cantar.
Y llora con Jeremías,
Y entona en arpa de flores
Los voluptuosos amores
Del sabio rey Salomón;
Canta los cedros del Líbano,
La castidad de Susana,
Y Jezabel la profana,
Y el vigoroso Sansón.
O en tonos más desmayados
La postrera despedida
Que dio a la penosa vida
El Hacedor de la luz;
O más lánguido remeda
Las lágrimas de María
Cuando en el terrible día
Lloraba al pie de la cruz.
Mas, pasan las santas horas
Y cesa la voz que canta,
Y el pueblo, que se levanta,
Murmura a su vez también:
Se oye el rumor de sus pasos
Que por las naves se alejan,
Y las capillas que dejan,
Abandonadas se ven.
Apenas un sacerdote
Que sordas preces murmura
Cruza con planta insegura
Por delante de un altar,
Se oyen correr los cerrojos
Y las cortinas de seda,
Y hacinadas en manojos
Se oyen las llaves ahocar,
No queda en el santo templo
Más que el ambiente de aroma,
La luz del sol que se asoma
Por el pintado cristal;
Las tumbas de las capillas
Y los pálidos reflejos
De lámparas que a lo lejos
Penden de un arco ojival.
Pasa el sol, viene la tarde,
Y el día desaparece,
Y la negra sombra crece,
Y su imperio vuelve a ser.
Se estrella por fuera el viento
En la calada ventana,
Y lo que ayer fue mañana,
Mañana se dice: ayer.