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Solaya o los circasianos. Ed. F. Aguilar Piñal, Madrid, 1982, p. 78.

 

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Cartas marruecas. Ed. N. Glendinning y N. Harrison, London, 1966, p. 116. Cito de esta edición con la sigla CM, integrando la cita en el texto.

 

13

R. P. Sebold, Cadalso: el primer romántico «europeo» de España. Madrid, 1974, p. 45.

 

14

Hay numerosos ejemplos. Véase las pp. 9, 12, 15, 32, 34, 35, 46, 49, 50, 52, 58, 70, 71, 81, 83, 91, 93, 116, 133, 140, 187, 190.

 

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Cadalso siempre tenía en cuenta la posibilidad de que sus cartas se publicaran después de su muerte (véase su carta a Batilo de abril o mayo, 1775. EAE, pp. 102-4) y por eso podrán tener aspecto semi-público. No obstante, siendo cartas a sus más íntimos amigos, creo que podemos confiar en lo que revelan.

 

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EAE, p. 93. Tenía una hermana (llamada, con trágica ironía, María Ignacia), que murió en 1742. Véase la Introducción a Solaya, p. 9. Glendinning comenta «la necesidad de amor que sintió Cadalso», EAE, p. xvii.

 

17

La poesía es regalo, el máximo regalo que se puede ofrecer a un amigo; y la amistad en sí es regalo de los dioses, según Cadalso. «Quid enim nisi amicitiam probis viris dare potuerunt boni Divi, ut humanae vitae miserandam sortem aliquo ferro modo valeamus?», EAE, p. 108. Sebold comenta el sentido platónico que cobra el verso al archivarse en el pecho de un íntimo amigo. Sebold, op. cit., p. 52.

 

18

Véase D. T. Gies, Nicolás Fernández de Moratín, Boston, 1979, pp. 30-38.

 

19

Véase C. Real de la Riva, La escuela poética salmantina del Siglo XVIII, en «Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo» 24 (1948), pp. 321-64.

 

20

La expresión de su intimidad no es obstáculo para que Cadalso esté siempre consciente de la posible publicación de sus cartas, como escribe a Meléndez: «Tal vez si muero en esta guerra saldrá a luz una colección de cartas familiares mías». EAE, p. 103.

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