La noria es símbolo de regeneración de la vida por su círculo recolector de agua, vital para los regadíos y la vida misma. Recoge el llanto de la fuente.
«Contra nocturna luna, agua pajiza / de
limonar...»
(v. 1), la octava
nos sitúa ante la noche, que es lo opuesto al día, y
esa oscuridad encierra ciertos peligros, porque el hombre es un ser
diurno, ya que la oscuridad le priva de visión, porque la
noche se identifica con la ausencia de todo, y es propicia para el
sueño y las maquinaciones, las pesadillas y la muerte. Esta
agua pajiza de limonar podría situar a la noria en medio de
un limonar o bien es una novedosa tonalidad amarillenta del color
pajizo.
En «halladas acechanzas»
(v. 2), deberíamos hacer un gran esfuerzo de
imaginación y pensar en la luna y su reflejo sobre el agua
pajiza del fondo de la noria, como dos elementos enfrentados y
contrarios: se miran y se acechan. En consonancia con la octava
real «XVIII (Pozo)», «subterráneo
quinqué»
(v. 6), como
agua del Mediterráneo (observemos la
rima consonante de estas dos palabras), las noches de luna,
ésta se refleja sobre el espejo del mar, por ello las dos
lunas (satélite y reflejada) se acechan mutuamente.
En los versos 3 y
4: «[...] una afila el cantar y otra
desliza / su pleno, de soslayo [...]»
, debemos aceptar
como muy válido el análisis de Sánchez Vidal
(1976, 126), cuando escribe: «los
cangilones [cántaros de la noria], que sobre el agua (uno
recogiéndola y el otro dejándola deslizar fuera de
él) por sorpresa»
. Cuando el cangilón
recoge el agua lo hace de soslayo, es decir, oblicuamente, de lado,
por la posición que ocupa en la cadena de montaje de la
noria.
La segunda parte
tiene ciertas alusiones perifrásticas complejas, por un lado
tenemos: «Luna, a la danzarina de las
danzas»
(v. 5). La noria es
como la veleta que gira y a la vez también es una luna que
da vueltas en el firmamento, con estos tres elementos compone una
metáfora por semejanza de movimientos, puesto que en la
octava «XXIV (Veletas)» nos dijo el poeta «Danzarinas en vértices
cristianos»
(v. 1) y este
movimiento se recoge también en la octava «XXIX
(Gitanas)» con «¡Luna! Como
gobiernas, como bronces, / siempre en mudanza, siempre dando
vueltas»
(vv. 2 y 3). Por
otro lado, tenemos la acequia subterránea de donde la noria
coge e iza el agua con los cangilones que golpean la
superficie del agua como un pandero. Este pandero nos
recuerda a García Lorca en «Su
luna de pergamino / preciosa tocando viene»
(vv. 17 y 18) de «Preciosa y el aire», o
en «el jinete se acercaba / tocando el
tambor del llano»
. (vv. 21 y
22) de «Romance de la luna, luna».
En el
último verso: «¡cadena de
ti mismo, prometea!»
, la noria es cadena sin fin de
sí misma, y esta cadena nos recuerda el título de la
tragedia Prometeo encadenado de Esquilo del (s. V a de J. C.), y
no es más que una alusión a Prometeo en femenino
prometea para que rime con golpea.
En la ilustración vemos una noria y su cadena de cangilones, y en la parte inferior una serie de canalizaciones o acequias geométricas subterráneas a modo de greca. Vemos tres lunas como movimiento en su fase danzarina.