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Sábelo.

 

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Mi.

 

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George Baudot, en su ensayo «La trova náhuatl de Sor Juana», ha estudiado el uso limitado y problemático del habla indígena en la obra de Sor Juana. En su ensayo Baudot sugiere que Sor Juana casi no escribe en náhuatl porque conoce muy desigualmente esta cultura -posiblemente a partir de los textos de Torquemada- (858): y porque tal vez prefirió silenciar estos campos de saber tan alejados de la oficialidad metropolitana en su afán de incorporarse a los discursos metropolitanos y virreinales más institucionales (859). Por su parte, Frances Karttunen, en su ponencia titulada «The Nahuatl Language in the Work of Sor Juana»; ha señalado que Sor Juana tenía un dominio bastante básico del náhuatl, y que su conocimiento de tal lengua no era comparable a la de un hablante nativo.

 

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De ese rol mediador sería que el sector criollo derivaría su necesaria inserción en el circuito de poder virreinal. Esto es lo que Hernán Vidal ha denominado como la época de estabilización, momento en que el criollo trata de constituirse como sector intermediario entre el poder metropolitano y el contexto local (10).

 

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Santí elabora su tesis a partir de una lectura de los estudios que ha llevado a cabo Octavio Paz sobre Sor Juana para ilustrar cómo algunas de estas construcciones de la identidad social, política, ideológica e intelectual de Sor Juana responden a preocupaciones contemporáneas sobre el lugar del intelectual y la represión del escritor en México a lo largo de nuestro siglo.

 

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Un estudio similar que trabaja con la reconstrucción del saber colonial novohispano a partir de las necesidades disciplinarias de la epistemología y filosofía contemporáneas se incluye en el libro de Ignacio Osorio, Conquistar el eco: la paradoja de la conciencia criolla. De acuerdo a Osorio, el afán modernizador del saber colonial que predomina en nuestro siglo ha contribuido a la construcción de Sor Juana y Sigüenza como intelectuales pre-ilustrados y pre-modernos que no tuvieron, sin embargo, seguidores. Se niegan así sus rasgos no modernos para constituirlos como precursores del saber actual. Para más detalles ver su ensayo titulado «Sobre la historia de la filosofía novohispana», incluido en el volumen al que ya me he referido.

 

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Hay sus excepciones contemporáneas, sin embargo, como lo ilustra el ensayo de Jacques Lafaye, «¿Existen las letras coloniales?» En este artículo Lafaye niega la existencia de una literatura latinoamericana antes del siglo diecinueve y ve la escritura colonial como textos que no se pueden considerar ni netamente latinoamericanos ni literarios dada la heterogénea condición colonial en que se generan Su tesis resulta interesante porque nos hace regresar al debate sobre la construcción de categorías y su aplicación en los estudios literarios actuales. En esa misma vertiente de revisión metodológica se pueden consultar los artículos recientes de Sergio López Mena, «Precisar lo literario en los textos coloniales, una necesidad»; José Antonio Muciño Ruiz, «La nueva teoría literaria frente a la literatura novohispana»; y Beatriz Mariscal Hay, «Voces novohispanas: silencios de nuestra historia literaria» incluidos en La literatura novohispana. Revisión crítica y propuestas metodológicas, editado por José Pascual Buxó y Amulfo Herrera.

 

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Esta es la tesis principal de su libro La cultura del barroco.

 

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Me refiero a estudios como los de Bernardo Bravo Lira, El barroco en hispanoamérica, Emilio Carilla, La literatura barroca en Hispanoamérica; Lezama Lima, La expresión americana; Mabel Moraña, Relecturas del Barroco; Octaviano Valdés, «El barroco, espíritu y forma del arte de México»; Alfredo Veiravé, «Estudio preliminar»; Carlos Miguel Suárez Radillo, «Visión panorámica del teatro barroco virreinal como expresión del mestizaje hispano-americano»; Hugo Gutiérrez Vega, «Sor Juana y el barroco mexicano»; Janice Theodoro, «América Barroca: Tema e Variaçoes», Rubén Ríos Ávila, «Las vicisitudes de Narciso: Lezama, Sor Juana y la poesía del conocimiento»; Jara y Spadaccini, 1492-1992: Rediscovering Colonial Writing, entre otros.

 

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Sobre la teorización del neobarroco ver a Irlemar Chiampi, El realismo maravilloso, Severo Sarduy, «El barroco y el neobarroco»; Alejo Carpentier, «De lo real maravilloso americano»; Carmen Bustillo, Barroco y América Latina. Un itinerario inconcluso; y Rafael Catalá, El sincretismo criollo en el barroco americano y su expresión en la obra de Sor Juana Inés de la Cruz.

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