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Rafael Guillén

Semblanza crítica

Granadino de 1933, Rafael Guillén fue fundador y director, con José G. Ladrón de Guevara, de la colección «Veleta al Sur», que contribuyó a la revitalización de la poesía en su ciudad durante los años cincuenta y sesenta, tras la desolación posterior a la guerra. Sus inicios poéticos (Antes de la esperanza, 1956; Río de Dios, 1957; Pronuncio amor, 1960; Elegía, 1961...) emparentaban con el neoclasicismo de postguerra, aliviado de su rigor academicista por los ecos de un cierto esteticismo andaluz orientado al neopopularismo (Cancionero-guía para andar por el aire de Granada, 1962). Los sonetos y las estrofas en que se concretaba la base garcilasista, así como la retórica de que iba ésta acompañada, supusieron un peligro de asfixia para muchos poetas, pero propiciaron también el aprendizaje de los resortes del verso, sólo verdaderamente útiles a los efectos creativos cuando el autor consigue, como en su caso, zafarse de su formalización manierista. Rafael Guillén pronto estuvo en condiciones de sacudirse el yugo métrico y las rituales convenciones de estilo, y de adentrarse, libre de ataduras, en otras sendas. No eran éstas estrictamente nuevas en cuanto a su catálogo de motivos y de actitudes, pero sí por la conciliación de viejos temas con una expresión particularmente intensa y remozada de los mismos, en torno a la celebración amorosa, la declinación temporalista y un culturalismo matizado, dentro de una concepción arraigada de la existencia.

La poesía de Rafael Guillén establece un diálogo creativo con diversas tradiciones líricas, según la entonación y los nudos temáticos elegidos en cada caso. Es frecuente observar en una misma composición la simbiosis de dos de los motivos más frecuentados y mejor conseguidos, el del amor y el de la elegía, en espléndidas construcciones donde el erotismo o la ternura están tamizados -pero también intensificados- por el sentimiento de la pérdida o de la degradación provocada por el discurrir del tiempo. Algo en cierto modo similar ocurre con la poesía «arqueológica», de la que tan claros ejemplos dejaron los autores del Barroco andaluz, y contemporáneos como Cernuda o Ricardo Molina. Rafael Guillén confiere a la poesía de ruinas una entonación específica, pues pasa por encima de las tópicas lecciones del tempus fugit o de los corolarios morales emanados del ubi sunt?, para centrarse en la conexión espiritual entre pasado y presente, muestra de un alma cósmica que unifica la dispersión de las edades distantes y de los territorios alejados. El resultado es una poesía de fuerte impregnación melancólica, que parece provenir, tanto como de la conciencia acuciante de la temporalidad, de la imposibilidad humana de habitar todos los espacios y de vivir todas las vidas. Métricamente, los versos en que lo anterior se canaliza se caracterizan por el rigor; no por la rigidez, de la que los salva el dominio de las formas, pero también las ocasionales rupturas del discurso sintáctico, las sincopaciones en la cadencia armónica y los abundantes encabalgamientos que coadyuvan a la concatenación dinámica de los contenidos y a la ductilidad musical del fraseo.

Algunos núcleos temáticos de su poesía, y las actitudes psíquicas que los acompañan, tienden a colonizar ciertos libros, como sucede con la serie de los «gestos» (El gesto, 1964; Tercer gesto, 1967; Gesto segundo, 1972), o en los ensayos sobre la capacidad metamorfoseadora de la edad en títulos como Límites (1971), Moheda (1979) o Mis amados odres viejos (1987). En sus libros últimos, la poesía de Rafael Guillén se ha orientado hacia las vinculaciones entre lírica y física, que estrecharon los antiguos poetas de la naturaleza (Los estados transparentes, 1993), o hacia las consideraciones en que se funden las incitaciones de culturas exóticas y el conocimiento de un yo extrañado (Las edades del frío, 2002).

A lo largo de su trayectoria, Rafael Guillén ha obtenido numerosos premios literarios -Leopoldo Panero, 1966; Guipúzcoa, 1968; Boscán, 1968; Ciudad de Barcelona, 1969; Nacional de Literatura, 1994; de la Crítica Andaluza, 2003...-. Una obra poética tan extensa como la suya -dejando a un lado ejercicios de narración y ensayísticos- ha debido ser represada en obras completas (Poesía completa, 3 vols., 1988), y en sucesivas compilaciones antológicas, entre las que se cuentan títulos como Los alrededores del tiempo (1988), La configuración de lo perdido (1995), Estado de palabra (2003) y Signos en el polvo (2005).

Ángel L. Prieto de Paula

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