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Abajo

Doloras

Ramón de Campoamor






ArribaAbajoPrimera parte

- I -





ArribaAbajoCosas de la edad



- I -

    «Sé que corriendo, Lucía,
tras criminales antojos,
has escrito el otro día
una carta que decía:
-Al espejo de mis ojos.-  5

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   »Y aunque mis gustos añejos
marchiten tus ilusiones,
te han de hacer ver mis consejos
que contra tales espejos
se rompen los corazones.  10

   »¡Ay! ¡No rindiera, en verdad,
el corazón lastimado
a dura cautividad,
si yo volviera a tu edad,
y lo pasado, pasado!  15

   »Por tus locas vanidades,
¡que son, oh niña, no miras
más amargas las verdades,
cuanto allá en las mocedades
son más dulces las mentiras!  20

   »¡Y que es la tez seductora
con que el semblante se aliña,
luz que la edad descolora!
Mas ¿no me escuchas, traidora?
(¡Pero, señor, si es tan niña!...)».  25


- II -

   »Conozco, abuela, en lo helado
de vuestra estéril razón,
que en el tiempo que ha pasado,
o habéis perdido o gastado
las llaves del corazón.  30

   »Si amor con fuerzas extrañas
a un tiempo mata y consuela,
justo es detestar sus sañas;
mas no amar, teniendo entrañas,
eso es imposible, abuela.  35

   »¿Nunca soléis maldecir
con desesperado empeño
al sol que empieza a lucir,
cuando os viene a interrumpir
la felicidad de un sueño?  40

   »¿Jamás en vuestros desvelos
cerráis los ojos con calma
para ver solas, sin celos,
imágenes de los cielos
allá en el fondo del alma?  45

   »¿Y nunca veis, en mal hora,
miradas que la pasión
lance tan desgarradora,
que os hagan llevar, señora,
las manos al corazón?  50
—194→

   »¿Y no adoráis las ficciones
que, pasando, al alma deja
cierta ilusión de ilusiones?...
Mas ¿no escucháis mis razones?
(¡Pero, señor, si es tan vieja!...)».  55


- III -

   -No entiendo tu amor, Lucía.
-Ni yo vuestros desengaños,
-Y es porque la suerte impía
puso entre tu alma y la mía
el yerto mar de los años.  60

   Mas la vejez destructora
pronto templará tu afán.
-Más siempre entonces, señora,
buenos recuerdos serán
las buenas dichas de ahora.  65

   -¡Triste es el placer gozado!
Más triste es el no sentido;
pues yo decir he escuchado
que siempre el gusto pasado
suele deleitar perdido.  70

   -Oye a quien bien te aconseja.
-Inútil es vuestra riña.
-Siento tu mal. -No me aqueja.
-(¡Pero, señor, si es tan niña!...)
-(¡Pero, señor, si es tan vieja!...)  75





- II -



ArribaAbajoGloria de la vida


   ¡Al fuego, cartas de adorados seres,
por quien la sangre derramé viviendo!
Arded a impulsos de esa luz, y ardiendo,
con vos se extinga mi fatal pasión.
   ¡Ved cuál la gloria de sus dulces rasgos  5
se lleva el aire en fútiles despojos!
¡No su partida lamentéis, mis ojos;
que humo las glorias de la vida son!

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    ¡Al fuego, signos que sin fe trazaron
falsas requieres que adoraba ciego!  10
VICTORIA, OCTAVIA, INÉS... ¡al fuego! ¡al fuego!
¡Maldita sea mi fatal pasión!
   ¡Nadie en el mundo como yo te adora!-
¡Arda a su vez la que tan bien mentía!
¡Ay! ¡quién, tal gloria al poseer, diría  15
que humo las glorias de la vida son!

    ¡Al fuego, enigmas de infernal sentido!
¡Digno sepulcro el desengaño os presta!
¡Cuán bien mi madre me alejaba en ésta
del torpe error de mi fatal pasión!  20
   «¡Huye -dice- el amor, porque su gloria
es pacto vil de la ilusión de un día,
y al fin verás, alma del alma mía,
que humo las glorias de la vida son!».



  —195→  

- III -



ArribaAbajoVentajas de la inconstancia


   Después de amarla, olvídala; que el cielo
la inconstancia al amor le dio en consuelo.

(PATRICIO M. DE RAYÓN)                



   ¡Ay! anoche te escuché
(el que escucha oye su mal),
cuando a otro hombre, por tu fe,
le jurabas fe eternal.
      ¡Imprudente!  5
Nadie quiere eternamente;
que pase un mes y, otro mes,
y me lo dirás después.
Aunque nuestro amor fue extraño,
      ya no lloro  10
ni mi engaño ni tu engaño;
      pues no ignoro,
que la constancia es el cielo
   que el Señor
abre al fin para consuelo  15
a los mártires de amor.

   Después, ¡ingrata! ¿qué hiciste?
¿Fue el ruido de un beso aquél?
Bien te oí cuando dijiste:
-No hice otro tanto con él.-  20
      ¡Ay, Victoria,
cuán frágil es tu memoria!
Ruega a Dios que siempre calle
aquella fuente del valle...
Si me encañas, ya antes, ducho,  25
      te engañé;
porque aunque me amabas mucho,
   yo bien sé,
que la inconstancia es el cielo
      que el Señor  30
abre al fin para consuelo
a los mártires de amor.

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   Por último, ¡horrible paso!
dijiste, al partir, de mí:
-Es un... -¡Ah! mas, por si acaso,  35
lo dije yo antes de ti.
      Sí, gacela;
aquí, el que no corre, vuela;
lo que tú hoy de mí, yo ayer
dije de ti a otra mujer.  40
Que los seres en amores
      adiestrados,
todos son engañadores
      y engañados;
pues la inconstancia es el cielo  45
      que el Señor
abre al fin para consuelo
a los mártires de amor.

   Adiós. Te juro leal,
por el que nació en Belén,  50
que nunca te querré mal,
si no te quise muy bien.
      Con que, adiós.
Navia y julio a veintidós.
Hoy por mí, y por ti mañana.  55
¡Tal es la doblez humana!
Si te ama algún importuno,
      o imprudente
llegases tú a amar alguno,
      ten presente  60
que la inconstancia es el cielo
      que el Señor
abre al fin para consuelo
a los mártires de amor.



  —196→  

- IV -



ArribaAbajoLos sollozos


   Si a mis sollozos les pregunto adónde
la dura causa está de su aflicción,
de un ¡ay! que ya pasó, la voz responde:
-De mi antiguo dolor recuerdos son.-

   Y alguna vez, cual otras infelice,  5
que sollozo postrado en la inacción,
de otro ¡ay! que aun no llegó, la voz me dice:
-De mi dolor presentimientos son.-

   ¡Ruda inquietud de la existencia impía!
¿Dónde calma ha de hallar el corazón,  10
si hasta sollozos que la inercia cría,
presentimientos o memorias son?...





- V -



ArribaAbajoQuien vive, olvida


   Que la dicha, si es colmada,
si nada turba el contento
suele trocarse en tormento;
porque cansa al corazón
siempre una misma pasión,
siempre un mismo sentimiento.

(EL CONDE DE REVILLAGIGEDO)                



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ÉL

   ¡Cuánto amor, Adela mía,
      aquí un día
me juraste y te juré!


ADELA

   Por cierto que fue en noviembre,
      y en diciembre  5
me olvidaste y te olvidé.


ÉL

   Allí grabé con pasión
      la expresión
de que vivir es amar.


ADELA

   Bajo expresión tan traidora,  10
      graba ahora
que vivir es olvidar.


ÉL

Aun por ti mi amor se inflama,
      porque el que ama
nunca olvida, si ama bien.  15


ADELA

   No hagas de tu amor alarde,
      que, aunque tarde,
a gran amor gran desdén.


ÉL

   Entre estas ramas, ¡ay triste!
      me dijiste:  20
-No te olvidaré jamás.-


ADELA

   No acerté, en mi error profundo,
      que en el mundo,
quien más vive, olvida más.


ÉL

   ¿Cuándo con locos extremos  25
      volveremos
a amar con tan ciego ardor?


ADELA

   Nunca, pues ya hemos sabido
      que el olvido
sigue, cual sombra, al amor.  30


ÉL

   ¡Tiempos felices aquellos
      en que, bellos,
vivir era idolatrar!


ADELA

   ¡Quién entonces (¡pena fiera!)
      nos dijera  35
que vivir es olvidar!



  —197→  

- VI -



ArribaAbajoLas dos almas


   -¿Adónde vas, alma mía,
hacia ese mundo perdido?
-A ser alma de un nacido
la Omnipotencia me envía.

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   Y tú, alma mía, ¿qué vuelo  5
sigues, ganando la altura?
-Dejo a uno en la sepultura,
y voy caminando al cielo.

   -Puesto que subes, hermana
y te hallo al bajar al mundo,  10
dime si es... -Un caos profundo,
que llaman cárcel humana.

   Prosigue, y no tan altiva,
hermana, bajes ahora;
porque vas, siendo señora,  15
a ser del hombre cautiva.

   Que en él, con rumbo perdido,
sigue en loco devaneo,
cada potencia un deseo,
y un gusto cada sentido.  20

   Pues de ansia de goces lleno,
busca el oído armonía,
el paladar ambrosía,
e impúdico el tacto, cieno.

   Así sus gustos sin calma  25
van los sentidos gozando,
mientras que a merced, flotando,
va de los suyos el alma.

   Y en rumbos tan desiguales,
y tan contrarios vaivenes,  30
si el alma delira bienes,
acosan al cuerpo males,

   Y amando el cuerpo la tierra,
y el alma adorando al cielo,
siempre están, en su desvelo,  35
carne y espíritu en guerra.

   -Pues si ya, el cielo ganando,
dejaste cárcel tan fiera,
¿por qué al aire, compañera,
vas esas lágrimas dando?  40

   -Porque hay, hermana, en el suelo
seres que también se adoran,
y que, al dejarlos, se lloran,
como al dejar los del cielo.

   -Si el cielo que dejo escalas,  45
y al mundo voy que tú dejas,
llevemos, pues, tú mis quejas
y yo tu llanto, en las alas.

   Y al mundo adonde me alejo,
cuando le muestre tu llanto,  50
muestra mis ayes en tanto
al cielo hermoso que dejo.

   Y ya que fatídico arde
de mi cautiverio el día,
con Dios queda, hermana mía,  55
-Hermana mía, Él te guarde.-



  —198→  

- VII -



ArribaAbajoLa virtud del egoísmo


   Si anoche no estuve, Flora,
a adorar tu talle hermoso,
es porque soy virtuoso,
y me da sueño a deshora.
      ¡Pecadora!  5
Ya le contaré a tu madre
que, porque amo mi quietud
      y salud,
dijiste hoy a mi compadre:
-¡Qué egoísta es la virtud!-  10

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   ¿Cómo he de ir con fe no escasa
a ver tus ojos serenos,
si hay cien pasos por lo menos
desde mi casa a tu casa?
      Y ¿qué pasa  15
al hallarnos frente a frente?
¿Qué?... tu mientes sin guarismo;
      yo lo mismo.
El no ir, por consiguiente,
¿es virtud o es egoísmo?  20

   Verbi gratia, el otro día,
al verte de mi amor harta,
puse un bostezo de a cuarta
entre un «paloma» y un «mía».
      Es falsía  25
la de bostezar amando;
mas si hoy, con más pulcritud
      y quietud,
no he ido a amar bostezando,
¿fue egoísmo o fue virtud?  30

   Desde hoy no vuelvo a tu edén
a tomar, Flora, el sereno:
si es por egoísmo, bueno,
y si es por virtud, también.
      Sí, mi bien,  35
esto haré por mi salud,
aunque diga tu cinismo
      que es lo mismo
la gloria de la virtud
que el triunfo del egoísmo.  40





- VIII -



ArribaAbajoNo hay dicha en la tierra


   De niño, en el vano aliño
de la juventud soñando,
pase la niñez llorando
con todo el pesar de un niño.
   Si empieza el hombre penando  5
cuando ni un mal le desvela,
      ¡ah!
la dicha que el hombre anhela,
   ¿dónde está?...
—199→

   Ya joven, falto de calma,  10
busco el placer de la vida,
y cada ilusión perdida
me arranca, al partir, el alma.
   Si en la estación más florida
no hay mal que al alma no duela,  15
      ¡ah!
la dicha que el hombre anhela,
   ¿dónde está?

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   La paz con ansia importuna,
busco en la vejez inerte,  20
y buscaré en mal tan fuerte
junto al sepulcro la cuna.
   Temo a la muerte, y la muerte
todos los males consuela.
      ¡Ah!  25
la dicha que el hombre anhela,
      ¿dónde está?...





- IX -



ArribaAbajoPropósitos vanos

Nunca te tengas por seguro en esta vida.


(KEMPIS, lib. I, cap. XX.)                



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   -Padre, pequé, y perdonad
si en mi amorosa contienda,
se lleva el viento, a mi edad,
propósitos de la enmienda.


EL CONFESOR

   -¡Siempre es viento  5
a esa edad un juramento!
¡Qué pecado es, hija mía?


LA PENITENTA

   -El mismo del otro día,
y aunque es el mismo, id templando
   vuestro gesto,  10
pues dijo ayer, predicando,
   fray Modesto,
que es inútil la más pura
contrición
si abona, nuestra ternura  15
flaquezas del corazón.
   Ayer, padre, por ejemplo,
tocó a misa el sacristán,
y en vez de correr al templo
corrí a la huerta con Juan.  20


EL CONFESOR

   -¡Triste don,
correr tras su perdición!..


LA PENITENTA

   -Sí, señor, mas don tan vil,
de mil, lo tenemos mil.
No hay niña que a amor no acuda,  25
   más que a misa;
que el diantre, a todas, sin duda,
   nos avisa
que es inútil la más pura
   contrición,  30
si abona nuestra ternura
flaquezas del corazón.
   La verdad, tan poco ingrata
con Juan estuve en la huerta,
que, como él mirando mata,  35
huí de él como una muerta.


EL CONFESOR

   -Dulcemente
fascina así la serpiente!
—200→


LA PENITENTA

   -¡No lo extrañéis, siendo el pecho
de masa tan frágil hecho!  40
Si voy, cuando muera, al cielo
   (que lo dudo),
ya contaré que en el suelo
   nunca pudo
sernos útil la más pura  45
   contrición,
si abona nuestra ternura
flaquezas del corazón.
   Y mañana, ¿qué he de hacer,
padre, al sonar la campana,  50
si él me dice hoy, como ayer,
«¡Vuelve a la huerta mañana!».


EL CONFESOR

   -¡Ay de vos!
¡Antes Dios y siempre Dios!


LA PENITENTA

   -Es cierto, mas entre amantes,  55
no siempre suele ser antes.
Y, en fin, si de ser cautiva
   me arrepiento,
o me absolvéis mientras viva,
o presiento  60
que es inútil la más pura
   contrición,
si abona nuestra ternura
flaquezas del corazón.

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  —201→  

- X -



ArribaAbajoLa ciencia de la vida


    Amargando tu existencia
de tu corazón en daño,
ya te enseñaré esta ciencia
el libro de la experiencia,
página del desengaño.

(E. FLORENTINO SANZ)                



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       Seguid; veremos a que luz impura
del porvenir el caos se ilumina.


EL AGORERO

   -Mas ¿quién, desengañado, no adivina
de la vida el horóscopo fatal?
   Siempre en mi ciencia se predicen bienes,  5
¡Dios los da al hombre por amor profundo!
Después se augura un mal, porque en el mundo,
tarde o temprano es infalible el mal.
-Seguid.


EL AGORERO

   Si a un triste le auguráis su estrella,  10
algún placer le auguraréis mintiendo;
que, aunque nuestro hado es esperar sufriendo,
la esperanza, aun sufriendo, es celestial.
   Y si su suerte predecís acaso
a los que mira compasivo el cielo,  15
hacedles ver que, en la orfandad del suelo,
tarde o temprano es infalible el mal.


EL AGORERO

   -Sabréis mi dolorosa ciencia
si grabáis en la mente con empeño,
que es el bien, por ser bien, sueño de un sueño,  20
que el mal, sólo por serlo, es inmortal,
   Que nunca falta una ilusión gloriosa
que alegre una existencia maldecida,
y que en la paz de la más dulce vida,
tarde o temprano es infalible el mal.  25

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- XI -



ArribaAbajoVanidad de la hermosura

A Octavia.




   Ni amor canto, ni hermosura,
porque ésta es un vano aliño,
      y además,
aquél una sombra oscura.

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OCTAVIA

   -¿No es más que sombra el cariño?  5
      -Nada más.
   Esas flores con que ufana
tu frente se diviniza,
      ya verás
cual son ceniza mañana.  10


OCTAVIA

   -¿Nada más son que ceniza?
      -Nada más.
   Y en tu contento no escaso,
¿qué dirás que es un contento,
      qué dirás?  15


OCTAVIA

   -¿Nada más que viento acaso?
-¡Nada más, niña, que viento,
      nada más!
   En la edad de las pasiones,
a vueltas de mil enojos,  20
      hallarás
aire, sombras e ilusiones:
¡nada más, luz de mis ojos,
      nada más!...-





- XII -



ArribaAbajoVivir es dudar


   Si vivir no es dudar, prenda querida,
   decidme, en mal tan fuerte,
¿es el fin de esta vida nuestra muerte,
o es la muerte el principio de otra vida?

   Porque es nuestra existencia  5
turbio fanal de inescrutable esencia;
      pues cual luz mortecina,
sólo bordes de sombras ilumina.

   Siguiendo la esperanza,
quien la alcanza una vez, frágil la alcanza;  10
   si el aire sombra hiciera,
como la sombra de los aires fuera.

   Lloramos la partida
de esta que vuela inconsolable vida,
      y es en la humana suerte  15
la vida el pensamiento de la muerte.
—203→

   Nuestros pórfidos cantos
preludios son de venideros llantos;
      que es del dolor la puerta
la que el gozo al pasar nos deja abierta.  20

   El mayor bien gozado
jamás es grande hasta que ya es pasado;
      pues sólo en la memoria
es grande, al parecer, la humana gloria.

   Y en tan vil confusión, prenda querida,  25
nadie sabe inquirir, en mal tan fuerte,
si es el fin de esta vida nuestra muerte,
o es la muerte el principio de otra vida...





- XIII -



ArribaAbajoPoder de la belleza


   ¡Me caso! Yo, que odio eterno
siempre profesé a este paso,
como a un paso del infierno,
ya cándidamente tierno...
¿podréis creerlo? ¡me caso!  5

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   Y pues ya amo a una mujer
(siento decir que no miento),
justo es que cante, y lo siento,
de la belleza el poder.

   Yo, que amante meritorio  10
llevé en España mi ardor
de un jolgorio a otro jolgorio,
haciendo el don Juan Tenorio
con doncellas de labor.

   Hoy mi indómita cabeza  15
a un yugo al fin se somete:
aquí dio fin el sainete...
¡Oh poder de la belleza!

    Yo, que canté a cualquier hora:
«No me da pena maldita  20
si tu pecho no me adora;
que la mancha de una mora
con otra blanca se quita»,

   Peno por una mujer,
y (aparte) rabio de celos.  25
¡A tanto se extiende, cielos,
de la belleza el poder!

   Yo, que amé en la edad florida
cada cien días a ciento,
¡ya hace un mes que mi querida  30
es aliento de mi vida,
es la esencia de mi aliento!

   Un mes en mí de terneza
es de treinta años emblema:
es la vida... es el poema  35
del poder de la belleza.

   Con mi triste casamiento
(mis ex-amadas, mi ex-gloria),
ya nos arrebata el viento
tanto amor que ha sido historia,  40
tanta historia que fue cuento!

   Mas todo es sueño, a mi ver,
en esta vida traidora;
sólo es real, a cuartos de hora,
de la belleza el poder.  45

   ¡Ya no os daré cantilenas,
jugando al toma y al daca,
pelo, anillos ni cadenas,
ni tantas cosas, tan buenas
para hacer nidos de urraca!  50

   Y a fe que es necia flaqueza
que, ganando mil ventajas,
sólo estribe en zarandajas
el poder de la belleza.

   Pues me caso, Satanás  55
haga a mi esposa, o Dios la haga,
no pedir cuentas de atrás;
pues si el que la hace la paga...
¡Santo Cristo de Candás!
—204→

   Si expiación llega a haber,  60
siendo, cual la muerte, fuerte,
es horrible, cual la muerte,
de la belleza el poder.

   ¡Dios! a quien ofendo impío,
dad a tanto error disculpa;  65
perdonad mi desvarío:
¡por mi culpa, padre mío;
por mi grandísima, padre mío;
por mi grandísima culpa!

   No os venguéis de quien si empieza  70
cantando la palinodia,
loa en tono de salmodia
el poder de la belleza.

   Desde hoy mis glorias de amante
se concretarán, Dios mío,  75
a tener en adelante
una mujer que me espante
las moscas en el estío.

   No extrañéis que cual placer
el no ver moscas os nombre,  80
que a tal punto humilla al hombre
de la belleza el poder.

   Hoy mi pecho, en conclusión,
pide perdón y perdona
a cuantos fueron y son...  85
desde Lisboa a Pamplona,
desde Sevilla a Gijón.

   Y hoy, en fin, mi bien empieza,
o empieza mi mal acaso:
de cualquier modo, ¡me caso!  90
¡VICTORIA POR LA BELLEZA!





- XIV -



ArribaAbajoTodo se pierde


      Rosa, ¿con que perdiste
      la flor encantadora
que la noche te di de tu partida?
      Aunque la cosa es triste...
      la flor vaya en buen hora,  5
si fue sólo la flor, Rosa, perdida;
      mas esto me convida
      (perdona) a que recuerde
que en el mundo, mi bien, todo se pierde.

      Todo se pierde, ¡ay triste!  10
      De tu frente, antes pura,
baja, y verás con lágrimas tus ojos.
      Ya indócil se resiste
      al corsé tu cintura;
sube al cuello después, y... ¡ay, qué despojos!  15
      El ver seco da enojos,
      árbol que fue tan verde.
¡Todo se pierde, sí, todo se pierde!

      De este pecho, tuyo antes,
      perdí un día la llave,  20
y cuanto en él guardé, perdí con ella;
      ilusiones amantes,
      toda la villa sabe
que para ti guardaba, Rosa bella.
      Mas, ¡cuán tarde mi estrella  25
      hizo que al fin recuerde
que todo (¿no es verdad?), todo se pierde!

      ¿Qué fue de tu hermosura?
      ¿Qué fue de mi terneza?
De la flor que te di, dime ¿qué ha sido?  30
      Perdiose la flor pura,
      lo mismo que (¡oh tristeza!)
mi amor y tu hermosura se han perdido.
      En el mundo es sabido
      que, sin que uno se acuerde,  35
¡todo se pierde! ¡oh Dios! ¡todo se pierde!

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  —205→  

- XV -



ArribaAbajoLa compasión


   -Niña, ¿por qué, desvelada,
suspiras con tal empeño?
-El porqué, madre, no es nada;
sólo me siento hostigada
por las quimeras de un sueño.  5

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   -El rostro, niña, sepulta
en la holanda, que el espanto,
viendo las sombras, se abulta.
-Así derramaré, oculta
entre sus pliegues, mi llanto.  10

   -Pronto, la noche ahuyentando,
llamará el alba a la puerta.
-Pues vendrá en vano llamando;
que si ahora duermo soñando,
después soñaré despierta.  15

   -¡Ay, que si el mundo ve ya
de una niña el mal profundo,
que es amor en decir da!
-Pues sus razones el mundo
para decirlo tendrá.  20

   -¿Y en qué livianas razones
estriba el mal que te aqueja?
-En unas tristes canciones
que, de una lira a los sones,
alzaba un hombre a mi reja.  25

   Entré afligida en el lecho,
quedé traspuesta, y entonces
sonó un ruido a poco trecho,
que ¡cuál llagaría el pecho,
cuando ablandaba los bronces!  30

   Desperté a oírle, y la lira
no alegró la soledad;
y ahora mi pecho suspira,
no sé si porque es mentira,
o porque no fue verdad.  35

   -Mas ¿quién alzó las querellas?
-Soñé que era un peregrino.
¡Ay de las tristes doncellas,
si al proseguir su camino
puso los ojos en ellas!  40

   -¿Un peregrino, alma mía,
cantaba en llanto deshecho?
-Y soñé que era el que un día
buscó albergue en nuestro techo
por la tormenta que hacía.  45

   Nieves y cierzo arrostrando,
húmedos ya sus despojos,
vino a la puerta llamando;
y yo se la abrí, mostrando
la compasión en los ojos.  50
—206→

   -¿De cuándo acá se te alcanza
recordar tal desacuerdo?
-Dejadme en mi bienandanza:
¡bella será una esperanza,
pero es muy dulce un recuerdo!  55

   Aun me ocupa la memoria,
cuando la lumbre cercando,
entre ilusiones de gloria,
una historia y otra historia
me fue, amorosas, contando.  60

   Siempre en ellas se moría
uno que a su ingrato bien
como a sus ojos quería;
mas no me contó que había
hombres ingratos también.  65

   Diome, con chistes discretos,
conchas, cruces y regalos,
y mágicos amuletos
que por instintos secretos
daban pavor a los malos.  70

   Y los gustos de la vida
me ponderaba halagüeño,
en plática tan sentida,
que, cual si fuese beleño,
me iba dejando adormida.  75

   Y mi amante pesadumbre
prosiguió astuto aumentando,
hasta que el postrer vislumbre
débil lanzando la lumbre,
se fue la sombra espesando...  80

   -¿Por qué entonces de su fuego
rémora no fue tu calma?
-Creí sus perfidias luego,
porque acompañó su ruego
con un suspiro del alma.  85

   -¿Y fuiste, al rayar el día,
su ruta, niña, a inquirir?
-En vano fui, madre mía;
ya el sol derretido había
la nieve que holló al partir.  90

ima206

   Corriendo desalentada
fui de lugar en lugar...
-¿Y qué hallaste, desgraciada?
-Al cabo de la jornada
hallé el placer de llorar.  95

-¿Cuál genio, en tan triste día,
a escuchar su frenesí,
más ciega que el te impelía?
-La compasión, madre mía...
-Y... ¿quién la tendrá de ti?  100



  —207→  

- XVI -



ArribaAbajoCorta es la vida


   Parose, una voz sentida
cierto viajero escuchando,
y vio un ave que, rendida
al pie de un árbol, piando
triste exhalaba la vida.  5

ima207

   Y al ver que, al árbol querido
mirando desde la grama,
alzaba el postrer gemido
hacia la flexible rama,
que era el sostén de su nido:  10

   -He aquí -dijo en su sorpresa-
la imagen de la fortuna:
vagando sin ley alguna,
al fin hallamos la huesa
al mismo pie de la cuna.-  15

   Y alejándose al momento,
por templar su mal no escaso,
añadió en su pensamiento:
-¿Cuánto las separa? -¡Un paso!
-¿Y qué media entre ambas? -¡Viento!  20





- XVII -



ArribaAbajoEl concierto de las campanas


(Para música)


   Por un nacido allí imploran,
y aquí por un muerto lloran:
cuando allí tocando están
      ¡Din don, din dan!
tocan aquí en bronco son:  5
      ¡Din dan, din don!

   Allí un vivo, y aquí un muerto.
A tan monstruoso concierto,
labrando mis goces van,
      ¡Din don, din dan!  10
su tumba en mi corazón:
      ¡Din dan, din don!

   ¡Ay, cuán falsamente unida
va con la muerte la vida!
¡Qué inútil es nuestro afán!  15
      ¡Din don, din dan!
¡Qué breves las dichas son!
       ¡Din dan, din don!



  —208→  

- XVIII -



ArribaAbajoVirtud de la hipocresía

No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres.


(KEMPIS, lib. II, cap. VI)                



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   Ya he visto con harta pena
que ayer, alma de mi alma,
mandaste colgar, Elena,
de tu balcón una palma.

   Y, o la palma no es el título  5
de una candidez notoria,
o no es cierto aquel capítulo
en que habla de ti la historia,

   Pues dicen que hoy imprudente,
después que la palma vio,  10
riendose maldiciente
cierto galán exclamó:

   -Mal nuestra honradez se abona
si nuestras virtudes son
cual la virtud que pregona  15
la palma de ese balcón.-

   Bien te hará entender, Elena,
esta indirecta cruel,
que ya es pública la escena
que pasó entre Dios, tú y él.  20

   Pues, al mirarte, embebido,
dice entre sí el vulgo ruin:
-Ya hay alientos que han mecido
las flores de ese jardín.-

   Mas tú niega el hecho, Elena,  25
porque en materias de honor,
antes, el Código ordena,
ser mártir que confesor.

   Aunque a hablar de ti se atrevan,
siempre será necio intento  30
dudar de honras que se llevan
palabras que lleva el viento.

   Da al misterio la verdad;
que la virtud, en su esencia,
es opinión la mitad,  35
y otra mitad apariencia.

   Palma ostenta, pues es uso;
que, aunque mentir no es prudente,
por algo Dios no nos puso
el corazón en la frente.  40

   Nada a confesar te venza,
que engañar por el honor,
es en los hombres vergüenza,
y en las mujeres pudor.

   Y si tu honor duda implica,  45
no dudes que hay mil que son
cual la virtud que pública
la palma de tu balcón.



  —209→  

- XIX -



ArribaAbajoGlorias póstumas

A don Nicomedes Pastor Díaz,
con motivo de la falsa muerte de una amiga.




ima209

   Aun el pesar me asesina
de cuando aquí por muy cierto
se dijo de CAROLINA.
que (¡Dios os libre!) había muerto.
      El que menos,  5
con ojos de espanto llenos,
«¡cuánto lo siento!», exclamaba...
Pero ninguno lloraba.
El que se muere, PASTOR,
      o se ausenta,  10
es cero que olvida amor
      en su cuenta.
Los que esperan fe en muriendo,
      ¡cuánto yerran!
Bueno o malo, a lo que entiendo,  15
al que se muere lo entierran.

   No hay ser que, al «¡Dios le perdone!».
con que hace al muerto un regalo,
si es su enemigo, no entone
el Libera nos a malo.  20
      Cantan esto,
los que no aman, por supuesto;
porque los que aman muy bien,
dicen: Requiescat... Amén.
Al que ama y no ama, igual pena  25
      le acomete,
exceptuando alguna escena
      de sainete.
Premio igual dan y reciben
      los que quieren,  30
ya olvidando a los que viven,
ya enterrando a los que mueren.

   Cuando más, los muy leales
nos recomiendan a Dios
con dos misas de a seis reales;  35
total, cuartos ciento dos.
      Y aun dos misas
no son del todo precisas,
pues con una solamente
cubre un hombre el expediente...  40
—210→
¿Para qué, ansiando, vivimos
      entre lloro,
y adquirimos y adquirimos
      oro y oro...
si al fin un deudo allegado,  45
      sin gemir,
entre un mal lienzo hilvanado
nos enterrará al morir?

   «Con tu ausencia y veinte reales,
un duro mi pecho gana».  50
Así calcula sus males
nuestra condición humana.
      ¡Maldición
sobre tan vil condición!
¿No hay más deudos ni parientes  55
que las muelas y los dientes?
¡Ay! di a tu amiga, PASTOR,
      que si muere,
de nadie gloria ni amor
      nunca espere;  60
pues llenando el ataúd
      do le encierran,
con amor, gloria y virtud,
¡al que se muere lo entierran!



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