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- XLVII -



ArribaAbajoLas dos grandezas


    Uno altivo, otro sin ley,
así dos hablando están:
-Yo soy Alejandro el rey.
-Y yo Diógenes el can.

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   -Vengo a hacerte más honrada  5
tu vida de caracol.
¿Qué quieres de mí? -Yo, nada;
que no me quites el sol.

   -Mi poder... -Es asombroso,
pero a mí nada me asombra.  10
-Yo puedo hacerte dichoso.
-Lo sé, no haciéndome sombra.

   -Tendrás riquezas sin tasa,
un palacio y un dosel.
-¿Y para qué quiero casa  15
más grande que este tonel?

    Mantos reales gastarás
de oro y seda. -¡Nada, nada!
¿No ves que me abriga más
esta capa remendada?  20

   -Ricos manjares devoro.
-Yo con pan duro me allano.
-Bebo el Chipre en copas de oro,
-Yo bebo el agua en la mano.

   -Mandaré cuanto tú mandes.  25
-¡Vanidad de cosas vanas!
¿Y a unas miserias tan grandes
las llamáis dichas humanas?

   -Mi poder a cuantos gimen,
va con gloria a socorrer.  30
-¡La gloria! capa del crimen;
crimen sin capa ¡el poder!

   -Toda la tierra iracundo
tengo postrada ante mí.
-¿Y eres el dueño del mundo,  35
no siendo dueño de ti?

   -Yo sé que, del orbe dueño,
seré del mundo el dichoso.
-Yo sé que tu último sueño
será tu primer reposo.  40

   -Yo impongo a mi arbitrio leyes.
-¿Tanto de injusto blasonas?
-Llevo vencidos cien reyes,
-¡Buen bandido de coronas?

   -Vivir podré aborrecido,  45
mas no moriré olvidado.
-Viviré desconocido,
mas nunca moriré odiado.

   -¡Adiós! pues romper no puedo
de tu cinismo el crisol.  50
-¡Adiós! ¡Cuán dichoso quedo,
pues no me quitas el sol!-

   Y al partir, con mutuo agravio,
uno altivo, otro implacable,
-¡Miserable! dice el sabio;  55
y el Rey dice: -¡Miserable!



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- XLVIII -



ArribaAbajoAchaques de la vejez

No confíes, ni estribes sobre la caña hueca,
porque toda carne es heno y toda su gloria
caerá como flor.


(KEMPIS, lib. XI, cap. VII)                




- I -

   Si no me ataran los pies
la gota, y la que no lo es,
contigo iría hasta el fin
de ese encantado jardín.
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   ¡Rompamos la marcha, pues!  5
Ea, a la una, a las dos,
a las... ¡por vida de Dios!
Tenme, no me caiga, Inés.


- II -

   ¡Ah! ¡cómo enciende de amor
de tus ojos el color;  10
el mismo con que Rafael
nos pinta la caridad!
A su dulce claridad,
cien vueltas a este vergel
diera de buen grado, Inés;  15
mas ¿qué importa ¡maldición!
que me arrastre el corazón,
si me flaquean los pies?


- III -

   ¡Bien! De nuevo tu beldad
nueva extensión da a mi ser,  20
y de mi primera edad
ya casi siento el placer;
Inés, ¡qué felicidad
si ahora a mi voluntad
igualase mi poder!  25
Ya di un paso ¡Vuelve a mí,
fuego de mi corazón,
de ese éter universal
donde en deliquio inmortal
de expansión en expansión  30
toda la vida vertí!
Otro paso. ¡Bien! ¡Muy bien!
Como el de Venus, también,
Inés, tu talle español
arrastra a cuantos lo ven,  35
subiendo de sol en sol
derechos hasta el Edén.
¿Ves? Ya me siento ascender;
demos la vuelta hasta el fin
de este encantado jardín;  40
¿a ver cómo marcho, a ver?
¿Dices que tiemblo? ¡No... no...
es que la tierra, cual yo,
vibra también de placer!
¿Oyes? ¡Cuán bien con su amor  45
celebra ese ruiseñor
nuestro epitalamio actual!...
Pero, por vida de tal,
que a los tres pasos, Inés,
del exceso del sentir  50
se me van algo los pies...
—[246]→
Y además, al percibir
como me hiela el sudor,
ya comienzo a presentir
que ese inocente cantor  55
a la entrada del Edén,
en vez de este mutuo amor,
acaso ¡fatalidad!
está cantando más bien
mi unión con la eternidad!  60


- IV -

   ¡Ay, Inés! ¡no puedo más!
Pongamos al viaje fin.
Aquí estoy bien, y además
siempre está donde tú estás
el oasis del jardín.  65
¡Gracias, mi esposa! ¡Tú aún crees
que este corazón senil
no es un árbol sin calor,
cuando con tan tierno amor
mi mano coges, Inés,  70
con el mismo aire gentil
con que se coge una flor!
¡Ay! ignora tu bondad,
como ignoro mi ilusión,
que es inútil la beldad  75
cuando ya en el corazón
queda sólo la razón,
flor de la esterilidad!
Sentémonos, pues, aquí,
a las puertas del Edén;  80
y mientras maldigo así
este cuerpo baladí,
perdona el error de quien
se está muriendo por ti.
Muriéndome, Inés, ¡sí! ¡sí!  85
Por eso creyendo voy
que evaporado ya soy
errante espectro de mí.


- V -

   Mas si no alcanzo al honor
de dar dos vueltas o tres,  90
no es por falta de valor,
como tú sabes, Inés;
tan solamente ¡oh dolor!
por estos malditos pies,
no puedo entrar, como ves,  95
en el templo del amor.
Y ya que has llegado a ver
que para poder entrar
sólo me falta tener
los pies que me han de llevar,  100
te prometo, hermosa Inés,
que en cuanto yo tenga pies,
en ti, por ti y para ti
iré hasta el templo que ves,
y alguna vez más allá...  105
¿Dices que ahora? ¡Ay de mí!
la voluntad esta aquí,
mas ¿y los pies? ¡Ahí está!!...

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  —[247]→  

- XLIX -



ArribaAbajoSufrir es vivir

A mi querido amigo don Eduardo Bustillo.




   Maldiciendo mi dolor,
a Dios clamé de esta suerte:
-Haced que el tiempo, Señor,
venga a arrancarme este amor
que me está dando la muerte.-  5

   Mis súplicas escuchando,
su interminable camino
de orden de Dios acortando,
corriendo, o más bien, volando,
como siempre el tiempo vino.  10

   Y -voy tu mal a curar-
dijo; y cuando el bien que adoro
me fue del pecho a arrancar,
me entró un afán de llorar
que aun, de recordarlo, lloro.  15

   Temiendo por mi pasión
penas sufrí tan extrañas,
que aprendió mi corazón
que una misma cosa son
mis penas y mis entrañas.  20

   Y feliz con mi dolor,
gritó mi alma arrepentida:
-Decid al tiempo, Señor,
que no me arranque este amor,
que es arrancarme la vida.-  25





- L -



ArribaAbajoLos dos espejos


   En el cristal de un espejo
a los cuarenta me vi,
y hallándome feo y viejo,
de rabia el cristal rompí.

   Del alma en la trasparencia  5
mi rostro entonces miré,
y tal me vi en la conciencia,
que el corazón me rasgué.

   Y es que, en perdiendo el mortal
la fe, juventud y amor,  10
¡se mira al espejo, y... mal!
¡se ve en el alma, y... peor!





- LI -



ArribaAbajoLa fe y la razón

A don Nicomedes Martín Mateos.





- I -

   La Reina de Suecia un día,
recibiendo gravemente
lección de filosofía,
a Descartes le decía
con gravedad lo siguiente:  5

    -Lleváis, maestro, al exceso
de mi ignorancia la fe:
PIENSO, luego soy; no es eso
pienso, luego sé que sé.

   Ya veis que empiezo a dudar,  10
como vos, para creer.
Pero antes de comenzar,
decidme: ¿es ser el pensar?
¿Acaso el ser es saber?

   No os alteréis; con paciencia  15
probaré que vuestra ciencia
puede resumirse así:
yo soy lo que es. Consecuencia:

   No hay verdad en la experiencia,
ni dicha fuera de mí,  20
pues que saca la conciencia
fe, dicha y verdad, de sí.

   ¿Mi deducción no es probada?
Sin duda, pues la acomodo
a vuestra tesis sentada:  25
yo soy sólo el ser; de modo
que si es mi conciencia todo,
todo lo demás es nada.
—[248]→

   ¡Oh maldito escepticismo!
¿No estáis viendo, hombre inhumano  30
que con atroz ateísmo
lanza vuestra impía mano
a Dios y al mundo a un abismo,
siendo el pensamiento humano
de sus juicios soberano,  35
y único juez de sí mismo?

   ¡Horrible es la ciencia, sí,
que hasta de la fe el consuelo
mata, pues juzgando así,
si existe Dios en el cielo,  40
sólo es porque existe en mí!

   ¡Maestro! vuestra opinión
que es ilusión confesad,
y si no es una ilusión,
mi mente es la autoridad;  45
la dicha es mi corazón;
soy lo que es; y en conclusión,
mi verdad es la verdad,
mi razón es la razón.-


- II -

   Descartes, después de oír  50
a su alumna en aquel día,
de tristeza que tenía
se puso el pobre a morir,
y así muriendo decía:

   -¡Ay! ¿qué puedo conocer,  55
gran Dios, si ignoro yo mismo
si es igual pensar y ser?
¿Cómo salvaré el abismo
que hay entre el ser y el saber?
¿Dónde estás, razón que adoro?  60
¡Valedme, adorada fe!
¿Cuál es la verdad que exploro?
ya que soy: bien, ¿y qué?
¡Nada! Excepto el sé que sé,
todo lo demás lo ignoro.  65

   ¡Noble razón! ¡santa fe!
¿Eternamente estaré
entre una y otra en suspenso?
No hay duda: pienso que pienso,
mas lo que pienso no sé.  70

   ¿Será verdad que mi ciencia
va del ateísmo en pos,
y que, sin fe ni experiencia,
no existe más ley de Dios
que la ley de la conciencia?  75

   ¡Grande es mi error, pese a tal!
Soy porque pienso, ¿y después?,
Después ya no hay bien ni mal,
pues cada hombre entonces es
centro del mundo moral.  80

   ¿Y cómo ha de hallar el alma
en este, mundo quietud,
sin virtud que dé la calma,
sin fe que dé la virtud?
   ¡Sacadme, Dios de bondad,  85
de esta eterna confusión!
¿Mi verdad es la verdad?
¿Mi razón es la razón?


- III -

   Cuando Descartes murió
Cristina del sé que sé  90
las consecuencias sacó,
y a Monaldeschi mató;
dio a su trono un puntapié;
su religión abjuró;
y al fin refugio buscó  95
en la católica fe.
Tal fue su historia. De suerte
que, de cuanto hay aburrida,
yendo hacia la eterna vida
que no muere con la muerte,  100
el célebre sé que sé
dio al olvido, y de este modo
halló la ciencia en la fe,
última verdad de todo.

   Y próxima ya a llegar  105
a aquel último momento
en que engañar el pesar
es nuestro sólo contento,
decía con humildad,
pidiendo al cielo perdón:  110

   -Recibe, Dios de bondad,
mi postrera confesión;
es la fe mi autoridad,
es el mal mi corazón.
¡No es mi verdad la verdad!  115
¡No es mi razón la razón!



  —[249]→  

- LII -



ArribaAbajoLas creencias

Deja todas las cosas transitorias, busca las eternas.
¿Qué es todo lo temporal sino engañoso?


(KEMPIS, lib. III, cap. I)                



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- I -

   Queriendo un Rey discutir
las creencias, llama gente
de Ocaso, Sur, Norte, Oriente,
tanto que puedo decir
que está allí el mundo presente.  5


II.- Belleza

   El Rey su noble cabeza
cortés inclina hacia el suelo,
abre la sesión, y empieza:
-Se discute la Belleza,
raro presente del cielo.  10

   -Es lo negro la hermosura-,
dice uno de negra tez.
Otro blanco: -Es la blancura.
-Lo azul, -un indio murmura;
y un chino: -La amarillez.  15

   Si tal, -clama uno. -No tal-,
gritan otros replicando.
Dice un griego: -Es lo ideal.
Un francés: -La gracia andando.
Un inglés: -Lo original.  20
—[250]→

   Queda el Rey meditabundo,
siguen los demás sus huellas,
y piensa: -En creer me fundo
que si hay en el cosas bellas,
no hay tipo bello en el mundo.  25

Pausa. A tan locos extremos
calla el concurso. Y después
dice un sabio: -Según vemos,
la belleza no es lo que es,
sino que es lo que queremos.  30

   Fijada así la cuestión,
pregunta otro sabio. -¿Qué es
la belleza, en conclusión,
si lo feo en un lapón
es lo bello de un inglés?  35

   Nadie a esto respuesta da.
El gran Rey calla y suspira,
y dice: -Acabemos ya;
la belleza sólo está
en los ojos de quien mira.  40


III.- Gloria

   Nueva expectación. Después
prosigue el Rey: -Discutamos
si nuestra Gloria sólo es
el Gólgotha, en que dejamos
los primeros treinta y tres.  45

   -De Bruto es la indignación.
-Es de César la grandeza.
-La vanidad en acción.
-Toda la humana simpleza,
fundida en una ilusión.  50

   -Placer de lo extraordinario.
-Humo que despide luz.
-Luz que despide un osario.
-Dicha de llevar la cruz
a la cumbre de un calvario.  55

   -¡Gloria! grandeza pequeña.
-Dolor que canta una trompa.
-Verdad de todo el que sueña.
-Bazar en que el hombre enseña
de su miseria la pompa.  60

   -Espacio que un aire llena.
-Abrir tumbas con la espada.
-Morir viviendo en escena.
-Es un néctar que envenena.
-Es darlo todo por nada.  65

   No viendo sino locura
en duda tan espantosa,
con la más honda amargura,
-¡La gloria! -el gran Rey murmura-,
¡poca cosa, poca cosa!  70


IV.- Justicia

   -¿Qué es justicia, y dónde se halla?-
dice el Rey. A nombre tal,
se alzan grandes y canalla,
gritando unos: -¡La metralla!
diciendo otros: -¡El puñal!  75

   -La justicia es el humor.
-Lo justo es la autoridad.
Los grandes: -Es la bondad.
Los reyes: -Es el rigor.
El Pueblo: -Es la libertad.  80

   -Es -dicen los escogidos-
que al bueno el que es malo tema-,
y exclaman los oprimidos:
-La justicia es este lema:
¡DESDICHADOS LOS VENCIDOS!  85

   A tan discorde rumor
dice alto el Rey: -¡Basta ya!
y en voz baja: -Pues, señor,
todo espectáculo está
dentro del espectador.  90


V.- Virtud

   Sigue el Rey con emoción,
pero con noble actitud:
-¿La virtud es ilusión?
¿Es prueba una buena acción
de que hay tipo de virtud?  95

   Y un sabio: -Hay virtud cumplida-,
responde -si hay quien se atreva
a obrar siempre como deba;
mas ¿puede haber en la vida
juicio que esté a toda prueba?  100

   De este sabio a la opinión
se adhiere otro sabio más:
-¿Qué es virtud, en conclusión,
si hay puntos dónde jamás
resiste nuestra razón?  105

   -La virtud -dice un pagano-
es el placer que va unido
al bello ideal humano.
-La virtud -dice un cristiano-
es el deseo vencido.  110
—[251]→

   Y exclama la juventud:
-La virtud no es la fortuna.
A lo cual la multitud
dice: -Mas, sin duda alguna,
la fortuna es la virtud.  115

   Y un hombre que irracional
toma por ciencia el desdén,
dice: -Regla general:
dudad cuando os hablen bien;
creed cuando os hablen mal.  120

   -Es tristeza. -Es el contento.
-Es sufrir. -Es la salud.
Y un epicúreo opulento
prorrumpe: -¡Virtud! ¡virtud!
cuestión de temperamento.  125

   A este axioma el Rey. -No hay tal-,
a replicar se apresura;
-la virtud es inmortal;
si el mundo es un cenagal,
buscadla siempre en la altura.  130


VI.- Religión

   Una tras otra ilusión
mirando desvanecidas,
-Veamos la Religión-,
dijo el gran Rey, ya caídas
las alas del corazón.  135

   Uno: -Es fe. Y otro: -Es conciencia.
-Es lo eterno. -Es el no ser.
-Es fuerza. -Es benevolencia.
-Es de Confucio la ciencia.
-Es de Mahoma el placer.  140

   -¡Silencio!- el gran Rey profiere,
la religión viendo hollada-;
creer sólo en lo que agrada,
es todo lo que se quiere,
y lo que es todo no es nada.  145

   ¡Inútilmente traidora,
dardos la impiedad te lanza,
Religión, que el mundo adora,
fuente de nuestra esperanza,
de esta virtud que no llora!  150

   ¡Nunca el alma racional
podrá creer que eres un sueño,
bálsamo de todo mal,
luz a través de la cual
todo en el mundo es pequeño!  155


- VII -

   Calló, y a una cortesía
que hizo al pueblo el Rey de pie,
todo el concurso aquel día,
creyendo lo que creía,
por donde vino se fue.  160





- LIII -



ArribaAbajoTodo es uno y lo mismo

(Axioma de Schelling)



A mi amigo el Marqués de Molins.





Primera parte

A lo ideal por lo real



- I -

   Juan amaba tanto a Luisa,
como a Luis quería Juana;
y aunque me exponga a la risa
de la multitud liviana,
diré que su simpatía  5
rayaba en tales extremos,
cual la que tener podemos,
tú a tu esposa, y yo a la mía.

   Sí, Marqués, no os cause espanto
el que ponga frente a frente  10
su encanto con nuestro encanto;
pues podéis creer firmemente
que, aunque no se amasen tanto,
se amaban inmensamente.


- II -

   Mas la muerte, esa tirana  15
que siempre el mal improvisa,
llevándose a Juan y a Juana,
solos dejó a Luis y a Luisa.


- III -

   Llorando la mala suerte
de los dos que se murieron,  20
los vivos casi estuvieron
a las puertas de la muerte.
¡Siempre a nuestra vida humana
es otra vida precisa!
Así Luis quedó sin Juana,  25
como al perder a Juan Luisa,
sin que nadie amenguar pueda
las lágrimas ¡ay! que llora,
como se queda el que queda,
cuando al que se va se adora.  30


- IV -

   Desde entonces, poco a poco,
tan loca ella como el loco,
por cuantos sitios frecuentan,
marchan con pasos inciertos,
¡tan tristes! ¡tan pensativos!...  35
que parece que alimentan
las almas de los dos muertos
los cuerpos de los dos vivos.
Y al verles tan sólo atentos
a su ventura ilusoria,  40
sombras de dos pensamientos
que alumbran desde la gloria,
llama la gente liviana,
sirviendo al vulgo de risa,
-La loca por Juan -a Luisa,  45
y a Luis -el loco por Juana.


- V -

   ¡Luisa feliz, que en un duelo
toda su delicia encierra,
cual ángel que por la tierra
cruza de paso hacia el cielo!  50
Sueña, sueña, ángel hermoso,
en tu dicha malograda;
porque la dicha soñada
¡es un sueño tan dichoso!...
¡Dichoso Luis! Sus tormentos,  55
en su ensueño delicioso,
trueca en bellas ilusiones;
lo que es horrible, en hermoso;
la realidad, en visiones;
días de angustia, en momentos...  60
¡Una y mil veces dichoso
aquel que sus sensaciones
transfigura en pensamientos!
—[252]→


Segunda parte

A lo real por lo ideal



- I -

   Rogar con cierto misterio
en un cierto cementerio  65
una sombra se divisa;
es que por Juan reza Luisa.
Otra sombra que hay cercana,
es Luis que ruega por Juana.
Se lamentan los dos vivos  70
por sus muertos respectivos
con corazón tan ardiente,
que al mirarse frente a frente,
dicen la una y el uno:
-¡Qué importuna! -¡Qué importuno!  75
Y Luis huyendo de Luisa,
y Luisa de Luis huyendo,
se marchan casi corriendo,
y corren, casi deprisa.


- II -

   En el mismo cementerio,  80
y con el mismo misterio,
se hallan los dos otro día,
y mientras Luisa exclamaba:
-Cuando mi amante vivía,
le hallaba donde le hallaba,  85
y hoy, que en la tumba me espera
su sombra está donde quiera-;
lanzando quejas amantes,
dice Luis del mismo modo:
-Si todo estaba en ti antes,  90
ahora tú estás en todo.-
Y esta vez menos esquivos,
o de agradarse más ciertos,
después de orar por los muertos,
se hablaron algo los vivos.  95


- III -

   Desde entonces los amantes
dijeron, siempre con fuego,
una larga oración antes,
y un corto diálogo luego;
mas consignar bien importa  100
que, después de algunos días,
se fueron haciendo cargo
que la oración ya era corta,
y el diálogo era ya largo.


- IV -

   Saliendo del cementerio,  105
mas ya sin ningún misterio,
—[253]→
se miraron otro día,
diciendo, ¡quién lo creería!
-¡Es buen mozo! -¡Pues es bella!
-¡Pero aquél! -¡Ay! ¡Pero aquella!...  110
Y ella de amor suspirando,
y Luis aun de amores loco,
ya no corren, van marchando
pero marchan poco a poco.


- V -

   Así el buen mozo y la bella,  115
al promediar la semana,
¡oh fidelidad humana!
-¡Se parece a Juan! -dice ella;
y él dice: -¡Parece Juana!-
(¡Pobres Juana y Juan!) Dicho esto,  120
uno con otro se junta,
haciéndolo él, por supuesto,
en honor de la difunta;
y ella admitiéndole al lado,
con temor aun no fingido,  125
pues si el vivo era ya amado,
aun el muerto era querido.


- VI -

   Mas era tal la insistencia
de su enamorada mente
en dar a su amor presente  130
de su muerto amor la esencia,
que su alma, siempre indecisa,
piensa que mira realmente
en Luis, de Juan la presencia;
la sombra de Juana, en Luisa;  135
y es que nuestro sentimiento,
por arte de encantamiento,
haciendo cuerpo la idea,
y lo ya muerto existente,
transfigura eternamente  140
lo que ama en lo que desea.


- VII -

   En conclusión; cuando se aman
con un amor verdadero,
así mutuamente exclaman:
-¡Como a él y por él te quiero!  145
-¡Te amo como a ella y por ella!
Y así el buen mozo y la bella,
fingiendo vivo lo muerto,
y haciendo falso lo cierto,
que eran los muertos creían,  150
creyendo lo que querían;
y desde entonces, el duelo
trocando todos en risa
Luisa a Luis, y Luis a Luisa,
después de aquella semana  155
se prestan mutuo consuelo;
creyendo que Juan y Juana
harán lo mismo en el cielo.

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  —[254]→  

- LIV -



ArribaAbajoAmor y gloria

   ¡Sobre arena y sobre viento
lo ha fundado el cielo todo!
Lo mismo el mundo del lodo,
que el mundo del sentimiento.
De amor y gloria el cimiento  5
sólo aire y arena son.
¡Torres con que la ilusión
mundo y corazones llena,
las del mundo sois arena,
y aire las del corazón!  10





- LV -



ArribaAbajoNunca olvida quien bien ama

   Ya que este mundo abandono,
antes de dar cuenta a Dios,
aquí para entre los dos,
mi confesión te diré:
-Con toda el alma perdono  5
hasta a los que siempre he odiado,
¡A ti, que tanto te he amado,
nunca te perdonaré!





- LVI -



ArribaAbajoMúsicas que pasan

Todas las cosas pasan, y tú con ellas.


(KEMPIS, lib. XI, cap. I)                


A mi querido amigo don Facundo Goñi.





- I -

   ¡Música! -¡Qué aliento dan,
y qué esperanzas sin fin,
el re-tin-tín del clarín,
del tambor el ra-ta-plán!
   ¡Ya aproximándose van!  5
¡Tambor y clarín resuenen!
¡Cuál la esperanza entretienen!
¡Cómo el corazón abrasan!
Estas músicas que pasan,
¡qué alegres son cuando vienen!  10


- II -

   ¡Música! -¡Conforme avanza
ya el tambor o ya el clarín,
causa aliento el re-tin-tín,
da el ra-ta-plán esperanza!

   Se aleja... y ya en lontananza,  15
más bien que gozoso afán,
tristeza sus ecos dan!
¡No hay bien seguro en el mundo!
¡Qué lúgubres son, Facundo,
las músicas que se van!  20


- III -

   ¡Ay! ¡Ni al principio ni al fin,
nos dan a algunos ardor
el ra-ta-plán del tambor,
del clarín el re-tin-tín!
   ¡Tu esplín, Facundo, y mi esplín...  25
para músicas están!
¡Poco nuestro antiguo afán
las músicas entretienen,
ni cuando alegres se vienen,
ni cuando tristes se van!  30



  —[255]→  

- LVII -



ArribaAbajoEl sexto sentido



- I -

   Viendo en el mundo el Señor
desorden por donde quiera,
quiso darle un director
y dijo de esta manera:

   -Cinco sentidos di al hombre,  5
y no me entiende jamás.
Daré a un ser que al mundo asombre
un sexto sentido más.

   Quiero hacer al mundo don
de un hombre de alma gigante,  10
grande cual la religión,
como la gloria brillante.

   Fe y saber broten sus labios
cual brota el verano flores,
más docto que los más sabios,  15
más bueno que los mejores.

   De la humana criatura
cese el eclipse moral.
¡Salve a mi mejor hechura!-
Dijo, y nació Blas Pascal.  20
—[256]→


- II -

   Al ver pasar su existencia,
ya meditando, ya orando,
con mucha fe y más paciencia,
dice un hombre meditando:

   -¡Oh Dios! Cuanto más comprendo,  25
menos soy yo comprendido;
¡qué cilicio es tan horrendo,
el don de un sexto sentido!

   Si bestia al hombre llamé,
los ángeles murmuraron;  30
cuando ángel le apellidé,
las bestias me calumniaron.

   Mi talento y su talento
no están de acuerdo jamás;
o quítame el pensamiento,  35
o dáselo a los demás.

   Hallo sus deseos locos,
sus pensamientos informes,
sus remordimientos pocos,
sus sensaciones deformes.  40

   Con lo porvenir sostienen
de lo presente el afán.
¡Porvenir! ¡sombras que vienen!
¡Presente! ¡sombras que van!

   Da fe el hombre a su provecho,  45
y cree sólo en su interés;
y el que ve el mundo al derecho,
dice que lo ve al revés.

   ¡Señor! ya a tan hondo anhelo
mi corazón se rindió  50
enfermo de mal del cielo.-
Dijo Pascal, y enfermó.


- III -

   Entre oración y oración,
entre llorar y gemir,
a un hombre un santo varón  55
le ayuda así a bien morir:

   -¡Cuántos afanes perdidos
en crear tan noble hechura!
Para los cinco sentidos,
el tener seis es locura.  60

   De gozar, el mundo ahíto,
fijo sólo en lo presente,
ni sospecha lo infinito,
ni la eternidad presiente.

   ¡Qué condición tan menguada!  65
Mezcla el hombre de alma y lodo,
para lo infinito es nada,
si para la nada es todo.

   De orgullo y de envidia llenos,
cual siempre, dejan atrás,  70
los muchos que saben menos,
al uno que sabe más.

   Para el mundo, que sin fe
presume mucho y ve poco,
es necio el que menos ve,  75
y el que ve más es un loco.

   ¡Pascal! pues con santo anhelo
te mata del cielo el mal,
vuélvete a tu patria el cielo!...-
Dijo, y murió Blas Pascal.  80





- LVIII -



ArribaAbajoLas dos linternas

A don Gunersindo Laverde Ruiz.





- I -

   De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader.
Distan la suya y la mía
cuanto hay de ser a no ser.

   Blanca la mía parece;  5
la suya parece negra;
la de él todo lo entristece;
la mía todo lo alegra.

   Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:  10
todo es según el color
del cristal con que se mira.


- II -

   -Con mi linterna -él decía-
no hallo un hombre entre los seres.
¡Y yo, que hallo con la mía  15
hombres hasta en las mujeres!

   Él llamó, siempre implacable,
fe y virtud teniendo en poco,
a Alejandro, un miserable,
y al gran Sócrates, un loco.  20

   Y yo ¡crédulo! entretanto,
cuando mi linterna empleo,
miro aquí, y encuentro un santo,
miro allá, y un mártir veo.

   ¡Sí! mientras la multitud  25
sacrifica con paciencia
la dicha por la virtud,
y por la fe la existencia,

   Para el virtud fue simpleza;
el más puro amor, escoria;  30
vana ilusión la grandeza,
y una necedad la gloria.

   ¡Diógenes! mientras tu celo
sólo encuentra sin fortuna,
en Esparta algún chicuelo,  35
y hombres en parte ninguna,

   Yo te juro por mi nombre
que, con sufrir el nacer,
es un héroe cualquier hombre,
y un ángel toda mujer.  40


- III -

   Como al revés contemplamos
yo y él las obras de Dios,
Diógenes o yo engañamos.
¿Cuál mentirá de los dos?

¿Quién es, en pintar, más fiel,  45
las obras que Dios crió?
El cinismo dirá que él,
la virtud dirá que yo.

   Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:  50
todo es según el color
del cristal con que se mira..





- LIX -



ArribaAbajoLos dos pecadores

   Tú pecas porque me adoras,
y yo peco por gozar;
y en tan diverso pecar,
yo río cuando tú lloras.
¡Maldigo mis dulces horas,  5
y bendigo tu tormento!
Podrá tu remordimiento
llevarte a un dichoso estado:
¡yo sí que soy desdichado,
que peco y no me arrepiento!  10



  —[257]→  

- LX -



ArribaAbajoMuertos que viven

A mi hermano político don José María Valdés, en la muerte de su hija Guillermina.



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   Con tierna melancolía
van a una niña a enterrar,
y el padre, al verla pasar,
dice llorando: -¡Hija mía!
¡La pierdo cuando aun vivía  5
con la fe de la ilusión!...-
Mas se templó su aflicción
mirando al cortejo, y viendo
tantos que, sin fe viviendo,
llevan muerto el corazón.  10





- LXI -



ArribaAbajoEl mayor castigo


   Cuando de Virgilio en pos
fue el Dante al infierno a dar,
su conciencia, hija de Dios,
dejó a la puerta al entrar.

Después que a salir volvió,  5
su conciencia el Dante hallando,
con ella otra vez cargó,
mas dijo así suspirando:

   -Del infierno, en lo profundo,
no vi tan atroz sentencia  10
como es la de ir por el mundo
cargado con la conciencia.-





- LXII -



ArribaAbajoDramas desconocidos

   Cuando el pueblo a Otelo vio
que, matando a la que adora,
dice: -Muera la traidora,
que el alma me asesino,-
tu rostro el color perdió  5
llorando el fin de la bella;
yo de él pensando en la estrella,
dije ni mirándote: -¡Infiel!
¡Si no te mato como él,
me asesinaste como ella!-  10



  —[258]→  

- LXIII -



ArribaAbajoLa metempsícosis



- I -

   Hallé una historia, lector,
en un viejo pergamino,
donde prueba un sabio autor
¡ay! que el variar de destino
sólo es variar de dolor.  5


II.- Flor

   -Flor, primero abandonada,
entre unas hierbas brote,
envidiosa y no envidiada,
sin ver sol me marchite,
llorando y sin ser llorada.  10


BRUTO

   -A bravo alazán subí,
y de victoria en victoria,
tras mil riesgos, conseguí
para mi dueño la gloria,
y la muerte para mí.  15


PÁJARO

   -Ave después, hasta el llanto
Dios me condenó a expresar
con las dulzuras del canto:
canté, sí, mas canté tanto,
que al fin me mató el cantar.  20


MUJER

   -Mujer, y hermosa, nací;
amante, no tuve fe;
esposa, burlada fui;
lo que me amó aborrecí,
y me burló lo que amé.  25


SABIO

   -Hombre al fin, ciencia y verdad
buscando en lid malograda,
fue desde mi tierna edad,
mi objeto la inmensidad,
y mi término la nada.  30


DICTADOR

   -En mí, cuando César fui,
su honor la gloria fundó.
Siempre -vine, vi y vencí;-
adopté un hijo, ¡ay de mí!
creció; le amé y me mató.  35


HOMBRE

   -La escala transmigradora
de mis cien formas y modos
vuelvo ya a bajar; y ahora
un hombre soy, que, cual todos,
vive, espera, sufre y llora.-  40


- III -

   Después de saber, lector,
la historia del pergamino,
¿qué importa ser hombre o flor
¡ay! si el variar de destino
sólo es variar de dolor?  45