Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.



- LXIV -



ArribaAbajoLas dos tumbas


       ¡Cuán honda, oh cielos, será,
dije, mi tumba mirando,
que va tragando, tragando,
cuanto nació y nacerá!

   Y huyendo del vil rincón  5
donde al fin seré arrojado,
los ojos metí espantado
dentro de mi corazón.

   Mas cuando dentro miré,
mis ojos en él no hallaron  10
¡ni un ser de los que me amaron,
ni un ser de los que yo amé!

   Si no hallo aquí una ilusión,
y allí sólo hallo el vacío,
¿cuál es más hondo, Dios mío,  15
mi tumba, o mi corazón?...



  —[259]→  

- LXV -



ArribaAbajoEl café

A mi amigo, don Enrique Saavedra, marqués de Auñón.




ima259


- I -

   ¡Café! -Tal es la cuestión:
¿Hizo Cabanís tan mal
al decir que es la razón
fruto de una digestión
de la masa cerebral?  5
Sin ir más lejos, Marqués,
¿cómo me podrás negar
que el rico café que ves,
o es cosa que piensa, o es
materia que hace pensar?  10
¡Gloria a ese vital licor,
espíritu material;
o, si os parece mejor,
materia espiritüal;
incomprensible hacedor  15
de una dicha artificial;
secreto elaborador
de un frenesí racional!
¡Yo no extrañaré, pardiez,
que su semilla al probar  20
las aves alguna vez,
en deliciosa embriaguez,
hablen en vez de cantar!

   ¡Otra taza! y ¡otra! -A fe
que asegura con razón, 5  25
—[260]→
no sé quien ni sé por qué,
ni recuerdo en que centón,
que en cada grano el café
lleva un sabio en embrión...
Yo quiero ser sabio... ¿oís?  30
Dadme sabiamente, pues,
una taza, y dos, y tres...
¡Marqués! ¡querido Marqués!
¿tendrá razón Cabanís?


- II -

   ¡Café! ¡y más café! -Ven, tú,  35
a dar a mi sangre ardor,
del sueño infalible bu;
maná que oxida el dolor;
bálsamo a cuya virtud
mi prematura vejez  40
siempre recobra otra vez
la alegría y la salud!

   Admiraos y escuchad:
por descubrir del café
él solo la propiedad,  45
sin duda tan sabio fue
el diablo en la antigüedad.
¿Decís que no? -Pues yo sé
de un sapientísimo autor
que dice y prueba que fue  50
de Numa el legislador
la ninfa Egeria, el café;
y añade, poco después,
que fue este noble licor
de Sócrates, sabio autor,  55
el genio, diablo o lo que es.
De modo, caro Marqués,
que con este talismán
han vuelto el mundo al revés,
del uno al otro confín,  60
Sócrates, Numa y Satán,
y cuantos brujos, en fin,
han sido, son y serán.

   Esto es lo cierto. Y si no,
¿quién como el café marcó  65
de la fortuna el vaivén,
y a Napoleón arrastró
hoy al mal, mañana al bien?
¿Que quién tal cosa creyó?-
Todos, y a más creo yo  70
que ya feliz, ya infeliz,
acaso una gota más
le dio el triunfo de Austerliz,
y una de menos quizás
le hizo huir en Waterló.  75

   Y aun pienso otra cosa, y es
que obedeciendo, Marqués,
a la rara propiedad
de un café de calidad,
gaje de algún holandés,  80
corriendo en la inmensidad
Benito Espinosa, en pos
de una infinita verdad,
lanzó esta inmensa impiedad:
-Dios es todo, y todo es Dios.-  85
¿Tengo o no tengo razón?
Pues antes de concluir,
todavía vais a oír
la más extraña opinión
que muchas veces a herir  90
viene mi imaginación:
y es que llego a presumir,
¿si será el café ese ser
que en una edad y otra edad
siempre aspira a comprender  95
la mísera humanidad?
¿No es cierto, Padre Voltaire?
Marqués de Auñón, ¿no es verdad?


- III -

¡Café! ¡café! y ¡más café!
Ahitadme de ese elixir,  100
pasto de almas sin el cual
fuera el humano existir
casi un suelo vegetal,
pues en eléctrico ardor,
en el ser mas baladí  105
hace del afecto amor,
y del amor frenesí...
¡Ah! ¡que caiga sobre ti
del orbe la bendición,
del alma sabroso pan,  110
borrachera de ilusión,
a cuya mágica acción
es un Etna el corazón,
es la cabeza un volcán!
¿Y quién no honrara el poder,  115
Marqués de Auñón, de un licor
que hasta hace alegre el dolor,
que hace más vivo el placer,
que da al brazo más vigor,
a la mente inmensidad,  120
a los ojos claridad,
al corazón más amor,
y alas a los mismos pies...
tanto, que, como tú ves,
no echo a volar por un tris?...  125
¡Marqués! ¡querido Marqués!
¿tendrá razón Cabanís?



  —[261]→  

- LXVI -



ArribaAbajoLa comedia del saber

A mi amigo don Tomás Rodríguez Rubí.




ima261


- I -

   (Asunto, lo que es verdad.
Gradas de curiosos llenas.
Lugar de la acción, Atenas.
Época, en la antigüedad.)

   (Gran pausa. -Escena primera.
Como el que se duerme andando,
Sale HERÁCLITO llorando,
y dice de esta manera:)

   -¡Ay! mi ciencia es bien menguada,
pues nada en el mundo sé;
si sé que hay Dios, es porque
DE NADA NO SE HACE NADA.

   Respeto la autoridad,
que es de los inicuos valla...
-¡Falso!- (grita la canalla.)
(Los nobles dicen:) -¡Verdad!

   HERÁCLITO: -Yo imagino
que es la autoridad de un rey
poder que la humana ley
saca del poder divino.

   No hay más dicha que el deber:
todo aquel que hombre se llama
dará por honra la fama,
y el poder por el saber.
—[262]→

   Dad a los buenos honores,
y castigo a los demás...
(Aquí le silban los más,
y le aplauden los mejores.)

   Nuestra vida debe ser
por nuestras faltas llorar,
meditar y meditar,
creer y siempre creer.

   (Rumores. -Después quietud.)
HERÁCLITO: -En conclusión,
la justa moderación
da saber, paz y virtud.


- II -

   (Gime HERÁCLITO, y a poco
sale DEMÓCRITO y mira,
y al ver que el otro suspira,
se echa a reír como un loco.)  40

   (Segundo acto. -El pueblo está
casi cortés, de callado.)
HERÁCLITO: -¡Desgraciado!
DEMÓCRITO: -¡Ja! ¡ja! ¡ja!

   HERÁCLITO: -Es duelo todo.  45
DEMÓCRITO: -Todo es juego.
HERÁCLITO: -El alma es fuego.
DEMÓCRITO: -El alma es lodo.

   (Calla HERÁCLITO y murmura:
-¡Todo en la vida es miseria!  50
(Y DEMÓCRITO:) -¡Es materia
todo en el mundo, y locura!

    Materia sin albedrío
son Dios, el hombre y el bruto;
el átomo es lo absoluto;  55
lo único real el vacío.

   Filósofos, que en el mundo
buscáis lo cierto, ¡apartad!
Si existe, está la verdad
dentro de un pozo profundo.  60

   Es del alma universal
parte nuestra alma también...
(Muchos, casi todos:) -¡Bien!
(Y pocos, muy pocos.) -¡Mal!

   DEMÓCRITO: -Un torbellino  65
de átomos en movimiento
son Dios, la vida, el contento,
la justicia y el destino.

   Cuanto existe en derredor,
de lo que existía se hace;  70
y hasta el hombre crece y nace
cual nace y crece una flor.

    Y así, lo que ha de existir
nacerá de lo existente.
¡Pueblo! goza en lo presente,  75
y olvida lo porvenir.

   (Risa. -Aplauso general.)
DEMÓCRITO: -En conclusión,
el alma es la sensación:
el placer es la moral.  80

   -Vivir, es creer y pensar
(dice HERÁCLITO gimiendo.)
(Y DEMÓCRITO riendo:)
-¡Vivir!... sentir y gozar.

   (Llanto y risa. -El cielo, en tanto,  85
sigue su curso imparcial,
pues hasta el fin, le es igual
nuestra risa o nuestro llanto.

   Y uno y otro concluyendo,
queda un bando y otro bando,  90
con HERÁCLITO llorando,
con DEMÓCRITO riendo.

   Y así, pensando en pensar
si ha de llorar o reír
ve el hombre su vida, huir,  95
entre reír y llorar.)


- III -

   (Ruido. -Dudas. -Desencanto.
Sale en el acto tercero
SÓCRATES, cual dice Homero,
riéndose bajo el llanto.)  100

   SÓCRATES: -Sin ton ni son
riñe aquí un loco a otro loco;
¿no veis que entre mucho y poco
está la moderación?

   La fe del uno es menguada;  105
grande es del otro la fe;
yo sólo una cosa sé,
y es que SÉ QUE NO SÉ NADA.

   CONÓCETE, debe ser
de nuestra ciencia el abismo;  110
quien se conozca a sí mismo
sabrá cuanto hay que saber.
—[263]→

   Para la ciencia, rehacías
las plebes... (El pueblo todo
lo silba aquí de tal modo,  115
que SÓCRATES dice:) -¡Gracias!

   Siempre el pueblo soberano
revela al hombre imparcial
la presencia universal
de un universal tirano.  120

   (Nueva silba. -Sensación.)
SÓCRATES: -De mi alma rey,
sólo obedezco a la ley
que Dios puso en mi razón.

   (Ruge la chusma indignada,)  125
SÓCRATES: -Y de tal modo,
que el hombre es centro de todo,
y todo ante el hombre es nada.

   Sólo hay un Dios... (Gran rumor
entre la vil multitud.)  130
SÓCRATES: -Dios de virtud,
del bien y lo bello autor.

   A un Dios sólo, fe tributa
un corazón como el mío...
(Y el pueblo grita:) -A ese impío,  135
¡la cicuta! ¡la cicuta!

   (Y mientras del pueblo el celo
lo arrastra a tan mala suerte,
SÓCRATES dice:) -¡La muerte!
¡Última bondad del cielo!-  140

   (Y así, no alegando excusa,
no salva esta vida, ruin,
que, cual la hiel, le da fin
un vaso de Siracusa.

   ¿Quién mejor su juicio emplea?  145
¿El sabio o el pueblo homicida?
Si el sabio, ¡gloria a la vida!
Si el pueblo, ¡maldita sea!)


- IV -

   (Acto cuarto. -Se alborota
la plebe a DIÓGENES viendo  150
taza y linterna trayendo,
la alforja y la capa rota.

   Al empezar iracundo
DIÓGENES silba a los tres,
como le silba después  155
a DIÓGENES todo el mundo.)

   DIÓGENES: -Pruebo que es vana
toda regla de razón,
en este sueño en acción
que llamamos vida humana,  160

   Si a preguntaros me atrevo
¿de quién antes se origina,
el huevo de la gallina,
o la gallina del huevo?-

   (Todos tres su menosprecio  165
le hacen a DIÓGENES ver,
y éste hace a los tres saber
su desprecio hacia el desprecio.)

   DIÓGENES: -Nada hay formal;
esta vida es una gresca  170
tragi-cómico-burlesca,
jocoso-sentimental.

   No hay ninguna cosa cierta,
más que son vuestras locuras
escenas de criaturas  175
junto a una tumba entreabierta.

   El pensar, creer y sentir,
no es sentir, creer ni pensar;
eso se debe llamar
nacer, crecer y morir.  180

   Si aplico aquí mi linterna,
ni con un hombre tropiezo.
¡La vida! eterno bostezo,
si no es una falta eterna.

   ¡Mundo! esfuerzos sin deber;  185
virtudes sin religión;
puntos de honor sin razón,
y crímenes sin placer.

   (Los unos prorrumpen:) -¡Fuera!
(Los otros exclaman:) -¡Bravo!  190
(Y todos gritan al cabo,
Éstos:) -¡Viva! -(Aquéllos:) -¡Muera!-

   (Yo al ver a todos, me río,
pues llorar no puedo ya.
¡Dónde el depósito está  195
de las lágrimas, Dios mío!)


- V -

   (El pueblo a la conclusión
muestra, al partir tristemente,
aire de duda en la frente,
y angustia en el corazón.)  200
—[264]→

   (Dice éste al irse:) -¡A pensar!
(Y aquél murmura:) -¡A sentir!
(Uno:) -¡A reír! ¡A reír!
(Y otro:) -¡A llorar! ¡A llorar!

   (Resumen: -¿Qué es el vivir?  205
-SENTIR, uno. Otro: -CREER.
Éste: -CREER Y SABER.
Y aquél: -NI CREER NI SENTIR.

   ¿Qué es el mundo? -Lo que vemos.
¿Y el saber? -Lo que se ignora.  210
Y ¿qué es Dios? -Lo que se adora.
¿Y virtud? -Lo que queremos.

   Y aunque más el pueblo alcanza
con su VIRTUD-ARMONÍA,
con su FE-SABIDURÍA  215
y con su DIOS-ESPERANZA,

   Los sabios al escuchar,
ignora el pueblo qué hacer,
si ha de dudar o creer
si ha de reír o llorar.)  220

ima264





  —[265]→  

ArribaAbajoTercera parte



- LXVII -



ArribaAbajoLa verdad y las mentiras

A Fernando Álvarez y Guijarro.




    Cuando por todo consuelo,
un sacerdote, al nacer,
nos dice en nombre del cielo:
-Polvo es, y polvo ha de ser,-

   Dicen, en coro armonioso,  5
el pecho de gozo lleno,
la nodriza: -Será hermoso;-
y la madre: -¡Será bueno!-

   Y luego, allá en lontananza,
gritan en acorde son:  10
-¡Será feliz! -la esperanza;
y -¡será rey! -la ambición.

   Y yendo el tiempo y viniendo,
aquí, lo mismo que allá,
la religión va diciendo:  15
-¡Polvo es, y polvo será!-

   Con vanidad y codicia,
dicen, sin reír jamás:
-¡Será un Creso! -la avaricia;
y el orgullo: -¡Será más!-  20

   Y exclaman con fiero acento
de todo saber en pos:
-¡Será Homero! -el sentimiento;
y la razón: -¡Será Dios!-

   Y en tanto la religión,  25
al morir, como al nacer,
repite: -No hay remisión;
¡polvo es, y polvo ha de ser!-





- LXVIII -



ArribaAbajoLa ambición


    A un monte una vez subí,
y de cansado me eché;
mas luego que lo bajé,
de confiado caí.

   ¡Déjame, ambición, aquí  5
hasta morir descansando!
¿Qué ganaré ambicionando,
si cuanto más suba, entiendo
que me he de cansar subiendo,
y me he de caer bajando?  10



  —[266]→  

- LXIX -



ArribaAbajoLos grandes hombres


   De Yuste en el santüario,
Carlos Quinto, Emperador,
valientemente al calvario
subiendo de su dolor,

   Ver su entierro determina,  5
cual resuelto capitán,
doblado como la encina
rota por el huracán.

   Ya en el ataúd metido
como en lecho sepulcral,  10
cayó cual león herido
que lleva el dardo mortal.

   Y al tiempo en que se cayó,
mirándole de hito en hito
una vieja murmuró:  15
-¡Qué feo y qué viejecito!-

   Y cuando la multitud
cree que el grande Emperador
está, más que en su ataúd,
sepultado en su dolor,  20

   Él, frunciendo el entrecejo,
y fijo en tan vana idea,
dice: -¿Qué soy feo y viejo?
¡Ella sí que es vieja y fea!-

   ¿Qué le importará al cuitado  25
más bello o más joven ser,
si esas cosas ya han pasado
para nunca más volver?

   Del Dies irae el rumor
ya consternaba el ambiente,  30
y aun dice el Emperador:
-¡Habrá vieja impertinente!-

   Mientras el canto bosqueja
todo el horror de aquel día,
al Rey la voz de la vieja  35
el corazón le roía.

   Y es cosa particular,
no pueda un varón tan fuerte
una burla despreciar,
él, que desprecia la muerte.  40

   Don Carlos siente iracundo
el corazón hecho trizas,
y el canto prosigue: -¡El mundo
se convertirá en cenizas!-

   La vieja, del funeral  45
oye entretanto el solfeo,
como diciendo: -Sí tal,
muy viejecito y muy feo.-

   Y airado su Majestad
sigue: -¡Bruja del infierno!-  50
y el canto: -¡Por tu bondad
líbrame del fuego eterno!-

   Calla el coro, alza el semblante
pálido el Emperador,
surgiendo allí semejante  55
a la estatua del dolor;

   Y cuando el monje imperial
vuelve a su celda apartada,
mostrando algo de fatal
en su frente devastada,  60

   Por todo su ser refleja
santa humildad, puro amor;
tan sólo miro a la vieja
con humos de Emperador.



  —[267]→  

- LXX -



ArribaAbajoLos relojes del rey Carlos


ima267

   Carlos Quinto, el esforzado,
se encuentra asaz divertido
de cien relojes rodeado,
cuando va, en Yuste olvidado,
hacia el reino del olvido.  5

   Los ve delante y detrás
con ojos de encanto llenos,
y los hace ir a compás,
ni minuto más ni menos,
ni instante menos, ni más.  10

   Si un reloj se adelantaba,
el imperial relojero
con avidez lo paraba,
y al retrasarlo exclamaba:
-Más despacio, ¡majadero!-  15

   Si otro se atrasa un instante,
va, lo coge, lo revisa,
y aligerando el volante,
grita:- ¡Adelante, adelante,
majadero, más aprisa!-  20
—[268]→

   Y entrando un día, -¿Qué tal?-
le preguntó el confesor.
Y el relojero imperial
dijo: -Yo ando bien, señor;
pero mis relojes mal.  25

   -Recibid mi parabién,-
siguió el noble confidente;
-mas yo creo que también,
si ellos andan malamente,
vos, señor, no andáis muy bien.  30

   ¿No fuera una ocupación
más digna, unir con paciencia
otros relojes, que son,
el primero el corazón,
y el segundo la conciencia?-  35

   Dudó el Rey cortos momentos,
mas pudo al fin responder:
-¡Sí! más o menos sangrientos,
sólo son remordimientos
todas mis dichas de ayer.  40

   Yo, que agoto la paciencia
en tan necia ocupación.
nunca pensé en mi existencia
en poner el corazón
de acuerdo con la conciencia.  45

   Y cuando esto profería,
con su tic-tac lastimero,
cada reloj que allí había
parece que le decía:
-¡Majadero! ¡Majadero!...  50

   -¡Necio! -prosiguió, -al deber
debí unir mi sentimiento,
después, si no antes, de ver
que es una carga el poder,
la gloria un remordimiento.-  55

   Y los relojes sin duelo
tirando de diez en diez
tuvo por fin el consuelo
de ponerlos contra el suelo
de acuerdo una sola vez.  60

   Y añadió: -Tenéis razón:
empleando mi paciencia
en más santa ocupación,
desde hoy pondré el corazón
de acuerdo con la conciencia.  65





- LXXI -



ArribaAbajoLo que hace el tiempo

A Blanca Rosa de Osma.




   Con mis coplas, Blanca Rosa,
tal vez te cause cuidados,
      por cantar
con la voz ya temblorosa,
y los ojos ya cansados  5
      de llorar.

   Hoy para ti sólo hay glorias,
y danzas y flores bellas;
      mas después,
se alzarán tristes memorias,  10
hasta de las mismas huellas
      de tus pies.

   En tus fiestas seductoras,
¿no oyes del alma en lo interno
      un rumor,  15
que lúgubre a todas horas,
nos dice que no es eterno
      nuestro amor?

   ¡Cuánto a creer se resiste
una verdad tan odiosa  20
      tu bondad!
Y esto ¡fuera menos triste,
si no fuera, Blanca Rosa,
      tan verdad!

   Te aseguro, como amigo,  25
que es muy raro, y no te extrañe,
      amar bien:
siento decir lo que digo;
pero, ¿quieres que te engañe
      yo también?  30

   Pasa un viento arrebatado,
viene amor, y a dos en uno
      funde Dios;
sopla el desamor helado,
y vuelve a hacer, importuno,  35
      de uno, dos.
—[269]→

   Que amor, de egoísmo lleno,
a su gusto se acomoda
      bien y mal;
en el hasta herir es bueno,  40
se ama o no ama, aquí esta toda
      su moral.

   ¡Oh! ¡qué bien cumple el amante,
cuando aun tiene la inocencia,
      su deber!  45
Y ¡cómo, más adelante,
aviene con su conciencia
      su placer!

   ¿Y es culpable el que, sediento,
buscando va en nuevos lazos  50
      otro amor?
¡Sí! culpable como el viento
que, al pasar, hace pedazos
      una flor.

   ¿Verdad que es abominable  55
que el corazón vagabundo
      mude así,
sin ser por ello culpable,
porque esto pasa en el mundo
      porque sí?  60

   Se ama una vez sin medida,
y aun se vuelve amar sin tino
      más de dos.
¡Cuán versátil es la vida!
¡Cuán vano es nuestro destino,  65
      Santo Dios!

   Él lleve tu labio ayuno
a algún manantial querido
      de placer,
donde dichosa, ninguno  70
te enseñe nunca el olvido
      del deber.

   Siempre el destino inconstante
nos da cual vil usurero
      su favor:  75
da amor primero y no amante;
después mucho amante, pero
      poco amor.

   Tranquila a veces reposa,
y otras se marcha volando  80
      nuestra fe.
Y esto pasa, Blanca Rosa,
sin saber cómo, ni cuando,
      ni por qué.

   Nunca es estable el deseo,  85
ni he visto jamás terneza
      siempre igual.
Y ¿a qué negarlo? No creo
ni del bien en la fijeza,
      ni del mal.  90

   Este ir y venir sin tasa,
y este moverse impaciente,
      pasa así,
porque así ha pasado y pasa,
porque sí, y ¡ay! solamente  95
      porque sí.

   ¡Cuan inútil es que huyamos
de los fáciles amores
      con horror,
si cuanto más las pisamos,  100
más nos embriagan las flores
      con su olor!

   El cielo sin duda envía
la lucha a la tormentosa
      juventud;  105
pues, ¿qué mérito tendría
sin esfuerzos, Blanca Rosa,
      la virtud?

   ¡Ay! un alma inteligente,
siempre en nuestra alma divisa  110
      una flor,
que se abre infaliblemente
al soplo de alguna brisa
      de otro amor.

   Mas dirás: -¿Y en qué consiste  115
que todo a mudar convida?-
      ¡Ay de mí!
En que la vida es muy triste...
Pero aunque triste, la vida
      es así.  120

   Y si no es amor el vaso
donde el sobrante se vierte
      del dolor,
pregunto yo: -¿Es digno acaso
de ocuparnos vida y muerte  125
      tal amor?-

   Nunca sepas, Blanca Rosa,
que es la dicha una locura,
      cual yo sé;
si quieres ser venturosa,  130
ten mucha fe en la ventura,
—[270]→
      mucha fe.

   Si eres feliz algún día;
¡guay, que el recuerdo tirano
      de otro amor  135
no se filtre en tu alegría,
cual se desliza un gusano
      roedor!

   Tú eres de las almas buenas,
cuyos honrados amores  140
      siempre son
los que bendicen sus penas,
penas que se abren en flores
      de pasión.

   Con tus visiones hermosas,  145
nunca de tu alma el abismo
      llenarás,
pues la fuerza de las cosas
puede mas que Hércules mismo,
      ¡mucho más!...  150

   Si huye una vez la ventura,
nadie después ve las flores
      renacer
que cubren la sepultura
de los recuerdos traidores  155
      del ayer.

   ¿Y quién es el responsable
de hacer tragar sin medida
      tanta hiel?
¡La vida! ¡ésa es la culpable!  160
La vida, sólo es la vida
      nuestra infiel.

   La vida, que desalada,
de un vértigo del infierno
      corre en pos:  165
ella corre hacia la nada;
¿quieres ir hacia lo eterno?
      Ve hacia Dios.

   ¡Sí! corre hacia Dios, y Él haga
que tengas siempre una vieja  170
—[170]→
      juventud.
La tumba todo lo traga;
sólo de tragarse deja
      la virtud.





- LXXII -



ArribaAbajoFin y moral de la Ilíada

    Después que Troya fue, severa Esparta,
muerto su Rey, de liviandades harta,
a Rodas sin piedad desterró a Elena,
donde la ahorcó celosa Polixena.
Pero antes que el honor del sexo bello  5
como un cisne al morir doblase el cuello,
la dijo así el verdugo: -¿Por ventura,
quieres más que la dicha tu hermosura?
La Reina, que tu mal tanto desea,
te dejará vivir si te haces fea;  10
ponte estas hierbas sobre el rostro, hermosa,
y siendo horrible, vivirás dichosa.
¿No vale más ser fea afortunada,
que hermosa, y por hermosa desdichada?-
Calló el verdugo y suspiró; mas ella,  15
prefiriendo el no ser a no ser bella,
cogió el dogal, y se lo ató de suerte,
que, a su belleza fiel, se dio la muerte;
y más que vivir fea y venturosa,
prefirió ser ahorcada, siendo hermosa.  20



  —[271]→  

- LXXIII -



ArribaAbajoLa ciencia nueva de Vico



- I -

    A un cierto maestro vi
en cierto pueblo explicar
a varios niños, a mí,
y al sacristán del lugar;

   Y recuerdo, aunque era un chico,  5
que comenzó de esta suerte:
-Ved: ciencia nueva de Vico;
nacimiento, vida y muerte.

   Círculo de toda historia,
renacer tras de acabar:  10
fábula, entusiasmo, gloria,
la muerte, y vuelta a empezar.

   Así, ya unida, ya rota,
sigue esta rueda fatal,
sin que se turbe una nota  15
del concierto universal.

   Allá el Egipto entreveo;
vida, gloria, senectud,
Reyes -Pastores -Proteo.
Cambises; la esclavitud.  20

   ¡Cielo de dichas y penas!
Llega la Grecia. ¡Atención!
Los Argos -Esparta -Atenas.
Filipo; la humillación.

   Mudando nombres y nombres,  25
en rápido movimiento
rodando van pueblos y hombres
cual hojas que arrastra el viento.

   ¡Fenicia! Ved a Sidón,
la reina antigua del mar.  30
Cartago -Pigmaleón.
Nabuco, y vuelta a empezar.

   Dioses -Héroes -Invenciones.
Así, abyectas o gloriosas,
van, como veis, las naciones,  35
los hombres, pueblos y cosas.

   ¡Roma! Tras su edad divina
por César llega a Tiberio.
Numa -Catón -Mesalina,-
Reyes -República -Imperio.  40

   Pasan así en raudo giro,
y en perpetua evolución,
Alejandro, como Ciro,
como César, Napoleón.


- II -

   Y al ver que de nuevo empieza  45
su incesante torbellino,
poniéndonos la cabeza
cual la rueda de un molino,

   -O vuestro Vico es un tonto,
o yo no sé qué pensar-,  50
dijo al maestro de pronto
el sacristán del lugar.

-No es gran mérito el zurcir
la historia de esa manera;
nacer, crecer y morir;  55
eso lo sabe cualquiera.

   Pese a vuestros pareceres,
¿no valdría mucho más
decir a todo: Polvo eres,
y en polvo te volverás?  60

   Mira el maestro al que cree
llegar de Vico a la altura,
como quien dice: (-Éste lee
los libros santos del cura.)

   Y en su silencioso afán,  65
que esto imagina se infiere:
(-Dice bien el sacristán,
todo lo que nace muere.)

   Y murmuró: (-De manera
que mi ciencia está de más,  70
si un libro santo cualquiera
enseña esto y mucho más.)
—[272]→

   Y al fin, -¡niños! -prorrumpió
después de círculos tantos,
podréis saber más que yo  75
leyendo los libros santos.

   Pues hoy por ellos me explico
como puede ser que sea
mucho más sabio que Vico
el sacristán de una aldea.  80





- LXXIV -



ArribaAbajoLa historia de Augusto



- I -

   A Ovidio empieza a leer
su historia el Emperador,
pues dice que quiere ser,
cual César, autor y actor.

   Hombre sin Dios y sin ley,  5
que de su provecho en pos,
pérfido antes, se hace Rey,
necio después, se hace Dios;

   En su historia disculpaba
sus faltas cándidamente,  10
cosas que Ovidio escuchaba
con el rubor en la frente.

   -¿Verdad que al mundo hará honor
la que llamo era Juliana?-
dijo a Ovidio, el salteador  15
de la libertad romana.

   Con un dictamen muy justo
quiso Ovidio honrar su labio;
porque al fin perdona Augusto,
después que se venga Octavio.  20

   Y -francamente, señor,-
dijo, de modestia lleno,
-si sois bueno como actor,
como autor no sois tan bueno.

   -O -con altivo semblante  25
replicó el Emperador
-que soy muy buen comediante,
pero muy mal escritor.

   Selló el Rey su augusto labio,
callo Ovidio, no sin susto,  30
pues siempre al fin venga Octavio
los disimulos de Augusto.


- II -

   Cayó Ovidio en el desliz
de llamar, poco después,
a Livia, la Emperatriz,  35
«Ulises con guardapiés».

   Tuvo el Rey por ofensivo
este madrigal tan bello,
tomando esto por motivo
para vengarse de aquello.  40

   Y a Ovidio desterró Augusto
de la Circasia a un rincón,
como buen tirano, injusto;
falso, cual buen histrión.


- III -

   Muriendo Octavio inmortal,  45
entre grandes dignos de él,
les pregunta así: -¿Qué tal
representé mi papel?

   Y contesta Ovidio a Octavio
desde la orilla del Ponto:  50
-Representó como un sabio
lo que pensó como un tonto.

   Murió Octavio, el iracundo;
pereció Augusto, el sagaz;
el que dio la paz al mundo,  55
ya ha dejado al mundo en paz.

   Con que, ¿qué tal? Lo repito,
con más razón que despecho:
has hecho muy bien lo escrito,
y escrito mal lo que has hecho.  60

   Doy al mundo el parabién.
¡Falso! aun preguntas ¿qué tal?
Como cómico, muy bien;
como Emperador, muy mal.



  —[273]→  

- LXXV -



ArribaAbajoAntinomias del genio


ima273

   Sentado indolentemente,
cierta noche de verano,
con una pluma en la mano
y una luz frente por frente.

   Está Napoleón Primero  5
sumando con mucho afán,
puesto a un lado aquel gabán,
y a otro lado aquel sombrero.

   Suma, de intento, muy mal,
entre espantado e iracundo,  10
todas las muertes que al mundo
costó su gloria imperial.

   Y cuando ya a traslucir
llega una cifra espantosa,
se lanza una mariposa  15
sobre la luz a morir.

   Su muerte próxima, al ver,
sintió el héroe compasión;
que al fin, aunque Napoleón,
era un hijo de mujer;  20

   Y con benévola calma
la separó dulcemente,
pues los que matan la gente
pueden también tener alma.

   Él, que carne de cañón  25
pudo a los hombres llamar,
ve a un insecto peligrar,
con pena en el corazón.
—[274]→

   Ni ella cede, ni él se para,
y con la intención más terca,  30
cuanto más ella se acerca,
tanto más él la separa.

   Tal vez el Emperador
llorara de sufrir tanto,
si él pudiera tener llanto  35
para el ajeno dolor.

   ¡Ay! una vida tan ruin,
¿no había de enternecer
al que acababa de hacer
del universo un botín?  40

   ¡Y luego la coalición
dirá que no era perfecto
el que en salvar a un insecto
funda un sueño de Colón!

   Sigue la lucha emprendida  45
entre él y ella, y de esta suerte,
mientras busca ella la muerte,
le da Napoleón la vida.

   Y así el empeño siguió
por ambos con frenesí;  50
la mariposa en que sí,
y Napoleón en que no.

   La salva al fin, y -¡victoria!-
exclama con alegría
el que hacía y deshacía  55
a cañonazos la historia.

   ¡Victoria! ¡Victoria, pues!
¡Dios inmenso! ¡Dios inmenso!
¡De esa acción suba el incienso
hasta tus divinos pies!  60

   Aquella alma generosa
que vertió de sangre un mar,
¡cuánto luchó por salvar
la vida a una mariposa!

   ¡Que alguno de tal bondad  65
cuente a la Francia la gloria,
luego la Francia a la historia,
y ésta a la posteridad!

   Y tú, ciega multitud,
pobre carne de cañón,  70
di por él: -¡Oh compasión,
tú eres sólo la virtud!