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ArribaAbajoFábulas


ArribaAbajoSección literaria


Fábula I




No hay gloria sin pena


Los jóvenes y la ofrenda

    En un vergel ameno
mil jóvenes sin freno
discurren distraídos,
aquí y allí perdidos.
Uno a otro, de un arranque
zambulle en un estanque,
y el otro a su vecino
le acuesta en un espino.
Para ellos esculturas
son hórridas figuras;
y así, cual en retablo,
copiando las del diablo,
les pintan sutilmente
un no sé qué en la frente.
Ya sin panza de un taco
me dejan al dios Baco;
y ya a Venus la bella,
tan sin pudor como ella,
por más que se agazapa
haciendo que se tapa,
la hacen que como un charro
fumando esté un cigarro.
Uno al fin sobre Apolo,
travieso como él solo,
mostrando una corona,
esto a todos pregona:
-«Aunque envidias provoque,
del que el extremo toque
de ese ciprés que ondea
premio esta ofrenda sea».
-«¡Arriba!» -gritan todos,
corriendo de mil modos:
y en trances infelices
los ojos y narices
ya ven de día estrellas,
ya acaso barren huellas,
ya el alto viene abajo
asido del zancajo,
o ya el más bajo al otro
le monta como a un potro;
hasta que uno elevado,
que más que otros, lo osado
con lo dichoso junta,
tocó al ciprés la punta
al fuego que le inflama,
y ¡chasc!... rota la rama,
cayó rápidamente,
haciéndose en la frente,
amén de algún rasguño,
un chichón como un puño.
Cercáronle con prisa
unos fingiendo risa
y otros mostrando pena
por la ventura ajena;
y vendando sus sienes,
tras de mil parabienes,
por cima de la venda
ciñéronle la ofrenda.
   Dos coronas contemplo
que ha de ceñir el sabio
para alcanzar victoria,
si de la gloria al templo,
despreciando su agravio,
aspira en su delirio:
antes la del MARTIRIO,
después la de la GLORIA.






ArribaAbajoSección política


Fábula I




Insuficiencia de las leyes


El reino de los beodos

    Tuvo un reino una vez tantos beodos
que se puede decir que lo Eran todos,
en el cual por ley, justa se previno:
      -Ninguno cate el vino.-
      Con júbilo el más loco
aplaudiose la ley, por costar poco:
acatarla después, ya es otro paso;
       pero en fin, es el caso.
que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
      y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.
Extrañando que el pueblo no la entienda,
el Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de Ninguno cate el vino,
añadió, blanco, al parecer con tino.
Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto
      Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado,
      -Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea, tinto-; les previno;
y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco,
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.
      Tercera vez burlado,
-«no es eso, no señor», dijo el Senado;
«o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohíbe mezclar vino con vino».-
mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creéis que luego lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de este modo al cesar dio un manifiesto:
La ley es red en la que siempre se halla
      descompuesta una malla,
por donde el ruin, que en su razón no fía,
se evade suspicaz... ¡Qué bien decía!
      Y en lo demás, colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
      Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala.




Fábula II




Instituciones inútiles


El arquitecto y el andamio

      Quitó el andamio Simón
cuando la casa hubo hecho,
y el andamio con despecho
exclamó:-¡Qué ingrata acción! -
A tan necia exclamación.
dijo Simón muy formal:
-Quitarte antes, animal,
fuera imprudencia no escasa;
mas después de hecha la casa,
¿hay cosa más natural?




Fábula III




Oficios mutuos


El gato y el milano

      Desplumaba a una tórtola un milano,
y un gato que gruñendo lo veía,
el hocico lamiéndose, aunque en vano,
-¡Ah, verdugo! -furioso le decía.
-Y tú ¿qué eres! -el ave le contesta.
   Calló el gato, ocultando su deseo,
y echándole las garras por respuesta,
-¿qué he de ser, contestó, siendo tú el reo? -
   Dotado siempre está de ansia inhumana
cuanto arrojar al mundo a Dios le plugo:
verdugos de hoy, reos serán mañana,
pues el reo de ayer es hoy verdugo.




Fábula IV




El falso heroísmo


El veterano y el pastor

    Volviendo hacia su tierra
un pobre veterano de la guerra
donde en trances sacó nada felices
un pie de palo y varias cicatrices,
a un pastor que encontró por carambola,
le dijo en tono adusto:
-¿Cómo entre tanto arbusto
se ve con hojas esta encina sola? -
El pastor contestó:-Salió de madre,
aquel cercano río,
y estos arbustos deshojando impío,
perdonó sólo a esa gigante encina,
que llaman desde entonces la heroína
-Pues mire usted, compadre,
-replicó el veterano;-
es más digna de encomio la desgracia
de tanto arbusto enano,
que la gloria de ese árbol eminente;
porque no tiene gracia
que no la hollase el bramador torrente,
cuando tan alta levantó la frente.
Soy Juan Fernández, para quien sin duda
la trompa de la fama ha sido muda;
pues sepa usted que al redactar mi jefe
(que por Dios que era un grande mequetrefe)
las siguientes palabras:
voy a asaltar el muro,
en verdad le aseguro
como es usted lacayo de esas cabras,
que sólo en lance tal sufrió la mecha
el pobre Juan Fernández en la brecha.
¿Y qué sacó? Esta pierna de rebaja.
¿Y el jefe? Nada menos que la faja.
Y así Porque esta encina
desde hoy no vuelva, con su orgullo necio,
de tanto pobre arbusto con desprecio
a honrarse con el nombre de heroína,
o voto a Dios le rompo la cabeza,
o me entalla usted esto en su corteza:
   Porque nació más alta, es más felice,
y porque es más felice, es la HEROÍNA.
¡Cuántos héroes habrá como esta encina!
Juan Fernández lo dice.




Fábula V




La igualdad


La col y la rosa

    Una col en un cercado
probaba a una rosa bella
que era tan buena como ella
y aún de una tierra mejor.
-Mas aunque de cuna iguales -
dijo un pepino, -¡mastuerza!
¿dejarás tú de ser berza,
mientras que ella es una flor?




Fábula VI




Pelear por un mismo fin


Guerras civiles

   Era un reino feliz en donde altivo
un partido de olivo un dios quería;
y otro partido que en el reino había
pidió el dios de aceituno en vez de olivo,
   clamando guerra en su furor activo
al golpe asolador del hacha impía
fue tumba universal la monarquía,
de un yermo la nación fue ejemplo vivo.
   Hecho el dios de aceituno a sus antojos,
un partido en sus glorias importuno,
lo encumbró sobre míseros despojos,
   hasta que, el dios mirando de aceituno,
vieron por fin con desolados ojos
que aceituno y olivo era todo uno.




Fábulas VII y VIII




Salvar el honor con frases



- I -

El gallo y la liebre

   Dijo un gallo a una liebre: -¡Huye, cobarde!
-¿Cobarde yo? -la liebre respondía;
pero atisbando a un galgo nada tarde
hasta más no poder, cobarde huía.
-Espera -dijo el gallo- un Dios te guarde.
¿No llamas a eso huir, señora mía? -
Y antes que, el galgo, la acercase el morro,
la liebre contestó:-No huyo, que corro.-


- II -

La liebre y el gallo

   Gritó la liebre al gallo: -¡Anda medroso!
-Como el Cid -dijo el dueño del serrallo;
mas viendo no muy lejos a un raposo,
hizo una acción que por medrosa callo.
-Ten -la liebre exclamó,- gran Cid, reposo
-Pues ¿acaso esto es miedo? -Siguió el gallo.
Y al ver que se subía a un parapeto:
-No -le dijo la liebre,- eso es respeto.




Fábula IX




Descubrir la hilaza


Los aldeanos y el caminante

      Viendo a unos aldeanos
que injertaban en roble los manzanos;
-¿A qué son tan ridículas mixturas -
      les dijo un caminante -
      Pudiendo a cada instante
comer bellotas o manzanas puras?
¿No echáis de ver que nacerán idiotas,
si vuestras esperanzas no son vanas,
ya bellotas que sepan a manzanas,
ya manzanas con dejos de bellotas? -
      Aunque en roble villano
injertéis, gran señor, algún manzano,
       pese a tanta locura,
al ver sus frutos con un dejo doble,
se ha de saber que tiene vuestra hechura
de manzano la sien y el pie de roble.




Fábula X




Glorias llovidas


El mastín y el conejo

   Por la margen de un río iba un conejo
huyendo de un mastín con planta esquiva,
y al verle caer al agua sin consejo,
-¡Ya lo maté! -dijo con voz altiva.
Formando de conejos un consejo,
¡Viva el héroe conejo! -exclama:- ¡viva!
¡Oh, cuántos deben, con llovidas glorias,
a un azar del contrario sus victorias!




Fábula XI




Percances


El ladrón y el sargento

   De los reyes con perdón,
oculto en cuanto robaba,
en un árbol se sentaba
como en un trono, un ladrón.
Cogió un sargento al bribón
y al árbol le ahorcó en su encono.
Sepa algún rey en su abono,
que a veces Dios, y no es falso,
ya hace trono de un cadalso,
ya hace de un cadalso un trono.




Fábula XII




Tiranías justas


-¿Para qué llevas a ese mono? ¡Estúpido!
      (dijo a un oso un lebrel).
-Porque el dueño que ves (responde el mísero)
      me hace cargar con él.
-Pues rómpele de un trompis los omóplatos
      (el lebrel replicó).
Fue el oso a ejecutarlo, pero súbito
      miró al dueño y tembló.
-Muera y no temas (el lebrel famélico
      le volvió a replicar);
no llevara yo en hombros a ese títere
      estando en tu lugar,
Ser el burro de un mono es muy ridículo
      (proseguía el lebrel;)
mata al dueño también, ya que tiránico
      te hace cargar con él.
Yo sé de pueblos que después que imbéciles
      el oso hicieron bien,
arrogantes mataron a sus déspotas;
      mátalos tú también.
O vaya andando, como tú, ese zángano
      en perfecta igualdad,
o si no, tus cadenas rompe heroico;
       ¡viva la libertad!-
Con calma escuchó el dueño esta filípica
      sin sentido común,
y, dando un par al oso con el látigo,
      dijo: -¡Valiente atún!
El oso, el mono y yo, lebrel sin cálculo,
      hacemos una grey,
en la cual oso y mono son los súbditos,
      mientras yo soy el rey.
El oso inepto, por mis reales órdenes
      va andando con sus pies,
y el mono va sobre él, porque su mérito
      nos mantiene a los tres.
Justa es que sirva a mono tan benéfico
      el oso de alazán;
que para seres como este oso indómito,
      no hay más que palo y pan
¡A los necios baldón; gloria a los útiles!
      esto manda la ley.
Agur, señor lebrel; vos, oso bárbaro, seguid,
      y viva el rey!-

Yo no sé si se arengó como un estólido,
      el patriota animal;
pero responda el respetable público:
      ¿habló el dueño tan mal?




Fábula XIII




Un daño destruye otro


El dogo y los lobos

   -¡Ay! -un dogo inocente
exclama triste en el confuso idioma
que los perros entienden solamente.
-No me coma, don Lobo, no me coma,
porque nunca a su raza la he debido
      ni siquiera un ladrido,
y es más digno de garras tan atroces
cebarse en animales más feroces. -
El lobo, ya sobre él, no oye sus quejas,
(como quejas al fin de un infelice),
y meneando la cola y las orejas,
      parece que le dice:
-Muere, pícaro, aquí, mal que te cuadre;
que aunque sé que a mi raza no has ladrado,
recuerdo, sin embargo, haber pasado
por donde en tono vil ladró tu padre.
-Pues mi padre hizo mal -clamó espirante;
y ya iba el lobo a devorarle fiero,
      cuando en el mismo instante
apareció otro lobo carnicero,
que mirando hacia allí con vista impía,
pudiérase decir que le decía:
      -No le toques al pelo;
que con él quiero, por vengar mi afrenta,
      solventar una cuenta
que me quedó a deber su infame abuelo.
-¡Infame abuelo! sí -pienso que dijo
      el dogo en tanto aprieto;-
      ¿Y he de sufrir la muerte,
      no sólo por ser hijo,
      mas también por ser nieto?
¡Oh, ley, más que inhumana, del más fuerte! -
Encarados el lobo con el lobo,
      el segundo al primero,
      -suelta, le dijo, bobo;
verás cómo en tan bajo marrullero
vengo ta agravio con rencor profundo.
      -Mil gracias -le contesta
      el primero al segundo: -
      yo solo en este impío
      vengaré el honor mío.
      Y sin otra respuesta,
-Es muy justo a mi ver -de nuevo dijo-
que el galardón de un padre herede un hijo.
      -Pues alto ahí, compadre -
el segundo prorrumpe en son de queja;
      -si así hilas la madeja,
      es de mi contingente,
pues me ha ultrajado el padre de su padre.
      -Mi ofensa es más reciente.
      -La mía más añeja.
-Pues no le matarás. -Ni tú tampoco. -
      Y con intento loco
se enzarzaron, embate tras embate,
en tan igual como feroz combate;
mientras que el triste dogo, muerto el perro,
se agacha humilde en tan atroz fracaso,
sufriendo las pisadas que por yerro
le desuellan la piel, sin ser del caso:
hasta que viendo la refriega entrada,
      como quien no hace nada,
sin decir tus ni mus, huyendo el diente,
taimado se escurrió bonitamente.
      ¡Cuántas veces por ruines,
       con encontrados fines,
       traban lid importuna
       dos enemigos fuertes
       y no les dan ninguna,
por querer con afán darles dos muertes!




Fábula XIV




Hacer sonar a tiempo


El concierto de los animales

       Supuesto que respira,
se hace oír bien o mal cualquier garganta;
      y en esto no hay mentira,
pues mal o bien, el que respira, canta.
Hablen, si no, mil animales duchos
que dieron un concierto como muchos.
      Y es fama que el sentido
no acompaña a los órganos vocales,
      por lo que ha sucedido;
que en la patria de dichos animales,
cada cual presumiéndose asaz diestro,
gritó: -¡Caiga el león! ¡fuera el maestro! -
      Cayó la monarquía,
y en república el reino convirtieron.
      -Vaya una sinfonía
de nuestros triunfos en honor -dijeron -
cada uno cante cual le venga a mano:
ya no más director: muera el tirano. -
      Comenzose el concierto,
cá-cá-ra cá gritando el polli-gallo:
      y al primer desacierto
con un relincho contestó el caballo;
a-y-o, a-y-o Siguió el pollino;
pí-pí-pí el colorín, ufff el cochino.
      El mis y el marramau
cantó el gato montés, cual tigre bravo;
      y con cierto pau-pau
le acompañaba el indolente pavo;
formando tan horrenda algarabía
que ni el mismo Luzbel la aguantaría.
      El león destronado,
viendo el reino en desórdenes tan grandes,
      -silencio, -dijo airado,
mostrando un arcabuz ganado en Flandes;
-el rey va a dirigir: atrás, canalla;-
y al verle cada cual, se amorra y calla.
      -Vuelva a sonar la orquesta,
siguió el tirano, de Nerón trasunto; -
      y ¡ay de la, pobre testa
de aquel que por gruñir me coma un punto!
¿Qué es replicar? No hay réplica ninguna.
Palo o canción: vamos a ver: ¡a una!
      Y la orquesta empezando
pí-pí, cá-cá-ra-cá, mis-mis, miau-miau
       siguió después sonando
o-y o, a-y-o, ufff-ufff, pau-pau, pau-pau.
      Y tal sonó la música. que alabo,
que el mundo gritó absorto: -¡Bravo! ¡bravo! -
      Fue el concierto, antes loco,
la maravilla, vive Dios, del arte;
      y aunque gruñendo un poco,
cada animal desempeñó su parte,
aprendiendo, en perjuicio de su testa,
que sin buen director, no hay buena orquesta.




Fábula XV




Leyes fundamentales


      Con ánimos sencillos
varios chiquillos cierto día un dado
      para jugar hicieron;
y las leyes del juego los chiquillos
      por seguir a la letra,
del dado aquel en cada faz pusieron
el uno, el dos, el tres, el cuatro...etcétera.
      De niños entre el bando
alguno de ellos calculó prudente
que, por los bordes subrepticiamente
la cara de su número limando,
siempre a la mesa en amoldarse esquiva
      quedaría, rodando,
la cara de su número hacia arriba.
De esta manera a todos el fullero,
como era natural, ganó el dinero,
hasta que al fin de sus falaces modos
      apercibidos todos,
dando de su pericia muestras claras,
      limando y más limando
      fueron también dejando
convexas de sus números las caras.
      De este modo el exdado,
por ángulos y bordes cepillado,
al impulso menor del aura sola
rodaba, ya se ve, como una bola.
Desde entonces el número de azares
      se sucede a millares,
y la igualdad geométrica admirando
      de equilibrio tan justo,
unas veces perdiendo, otras ganando,
se divierten los niños que es un gusto.
      Con lengua atrabiliaria
a cada azar del inconstante dado
agotan su afición parlamentaria,
y sucede un discurso a otro discurso
sobre si el aire le sopló de un lado,
sobre si un pelo interrumpió su curso.
      Y acaban las cuestiones,
su furor conteniendo en breves plazos,
los que son vencedores, a razones;
los que vencidos son, a sombrerazos;
      y en caos importuno
alzándose hoy los que caerán mañana,
todos se pierden y ninguno gana,
ganando todos sin perder ninguno.
Y entretanto, sediento de emociones,
y ajeno el pueblo espectador del fraude,
aplaude tan continuas variaciones,
pues siempre el pueblo la comedia aplaude
si van y vienen sin cesar telones.
      Desde el feliz momento
que la moral he oído de este cuento,
      ignoro cómo hay gente
que idolatrar como a sus ojos pueda
la ley fundamental, que blandamente
a donde quiera que la impelen rueda.






ArribaAbajoSección religiosa


Fábula I




Dios es causa de las cosas


La urraca, la rama, el árbol, la tierra y el sol

    Al lado de una iglesia un olmo había,
desde donde una urraca escuchó un día
que un fraile predicaba de este modo:
Dios todo lo hace y lo dispone todo.
Torciendo entonces el agudo gesto,
dijo la atea urraca: -Por supuesto;
Dios dispondrá si quiere de lo suyo,
porque, yo sin sus órdenes arguyo
      que, ya corro, ya vuelo,
      según me viene a pelo,
y, aunque su ley traspase soberana,
hoy canto aquí porque me da la gana.
      -Porque yo te sustento
(dijo la rama con sutil acento),
      gracias al troneo adusto
      que me encumbra robusto.
      -Y yo (con acento ronco gritó
      a la rama el tronco)
te encumbro a ti, porque la tierra amante
con brazo creador me alzó triunfante.
-Y yo te levanté (dijo la tierra,
sus entrañas abriendo en son que aterra),
porque ese sol que de su luz me inunda,
con sus rayos mis gérmenes, fecunda.
-Y yo (contestó el sol de orgullo lleno,
con voz de quien es eco el bronco trueno),
      la tierra fecundizo,
porque el potente Ser que todo lo hizo,
      desde mi trono alzado
hasta el último fin de lo increado,
la clara sombra de su luz me presta -
Desde entonces la urraca,
con una fe que su temor aplaca,
cuando oye prorrumpir en el otero,
«Yo canto estas rondeñas porque quiero»;
-Cantáis porque Dios quiere ¡bachilleras!
   (grita a sus compañeras):
-¿Cómo ultrajáis al cielo de ese modo?
Dios todo lo hace y lo dispone todo.-






ArribaAbajoSección moral


Fábula I




La carambola


El chico, el mulo y el gato

   Pasando por un pueblo un maragato
llevaba sobre un mulo atado un gato,
al que un chico, mostrando disimulo,
le asió la cola por detrás del mulo.
   Herido el gato, al parecer sensible,
pegole al macho un arañazo horrible;
y herido entonces el sensible macho,
pegó una coz y derribó al muchacho.
   Es el mundo a mi ver una cadena,
       do rodando la bola,
el mal que hacemos en cabeza ajena
refluye en nuestro mal, por CARAMBOLA.




Fábula II




Ganar el flanco a la suerte


El piloto y su aprendiz

      -¿De qué modo tan vario,
un aprendiz a un náutico decía, -
sigue usted siempre la trazada vía,
ya sea el viento próspero o contrario? -
Entonces el piloto le contesta,
mientras que el otro copia la respuesta:
-Si ves que por la popa arrecia el viento,
sin torcer el timón, recto camina;
si es por la proa, gana el barlovento;
y si es por el babor, marcha en bolina. -
   Así en el mar del mundo, el buen piloto,
no exponiendo el bajel a innobles tumbos,
por donde quiera que le acosa el noto,
gana puerto también, trocando rumbos.




Fábula III




Partidas de ruines


El galgo y el podenco

   Persiguiendo un conejo de gran traza,
al ladrador podenco dijo el galgo:
-Calla y no ladres tanto, mala raza,
que maldito sea yo si sirves de algo.
¿A qué venimos -prosiguió- de caza,
si en saliendo la espantas, mal hidalgo? -
Así el ruin, que seguirlo en vano intenta,
porque otro no lo alcance, el bien ahuyenta.




Fábula IV



La justicia en un cuento


El viejo y el mendigo

   Rodeado el tío Blas de gente,
dijo: -Vaya un cuento ahora; -
y ya iban tres cuartos de hora,
cuando él iba en lo siguiente:
-Aunque pobre, el juez prudente
le hizo justicia, al momento.-
Y un pobre, que oía atento,
dijo al tío Blas con malicia:
-¿Pobre, y se le hizo justicia?
Dice usted bien: eso es cuento.-




Fábula V




Virtud y orgullo


La encina y el rosal



   ¡Mezquina es tu existencia,-
a un humilde rosal dijo una encina,-
pues arrastras al par de mi opulencia
      tu existencia mezquina!-

   De una santa en las fiestas placenteras,
bajaron a coger unos pastores
ramaje de la encina para hogueras,
y del rosal, para la imagen, flores.
Ornó el rosal la imagen peregrina,
      y entonces me presumo
que mirando en la hoguera arder la encina,
exclamó al darle el humo:

   No afrentes al humilde con tu fausto
que el día de la prueba, en acto innoble,
       con ignominia doble
tal vez sirvas de incienso a su holocausto.




Fábula VI




El método


El mancebo y los pájaros

   Vio Gil de un árbol caer
cinco pájaros, y todos,
corriendo por varios modos,
los quiso a un tiempo coger.
-Deja, buen Gil, de correr,
que no cogerás ninguno.
¿A qué tras cinco ¡importuno!
a un tiempo vas con ahínco,
si para coger los cinco
tienes que empezar por uno?




Fábula VII




La piedad bien entendida


El muchacho, el podador y el manzano

   A un manzano podaba un hortelano,
y un muchacho con íntimas querellas,
-¿Por qué -decía a gritos -inhumano
del tronco a quitar vas ramas tan bellas?
-Córtalas, podador -dijo el manzano,-
que se me quiere encaramar por ellas.-
   El tal rapaz, que procuraba arguyo
el bien ajeno en beneficio suyo.




Fábula VIII




Baladronadas


La vid, el olmo y la yedra

       En continua querella,
una vid y una yedra, a un olmo asidas,
se despreciaban, de odio estremecidas,
poniéndose a su vez de más es ella.
-¿Ves aquel ave, que en tendido vuelo-
dijo la vid por fin- ya besa el cielo?
-Pues si quiero subir, sin más arrimo
le llevo a que meriende este racimo. -
-Pues si me subo yo -dijo la yedra,
que sólo asida de los olmos medra-
      formo un dosel al cielo,
que, interpuesto entre el sol, enlute el suelo.
Vamos a ver si no -siguió importuna.
-Vamos -dijo la vid: -¡A una! -¡A una! -
      En tono el más sencillo,
-¡No, por Dios; no, por Dios! -gritó un tomillo-
      que pueden sus bravuras
      dejar el mundo a oscuras.-
Llegando ya de su impaciencia al colmo,
      dijo al tomillo el olmo:
-Puedes perder el miedo, en mi conciencia,
si nadie miedo a los cobardes tuvo,
   pues sé por experiencia
que jamás subirán si yo no subo.-




Fábula IX




Un bobo hace ciento


La mona, el mono y el loro


   Con la faz más espantosa,
la mona de un mercader
en ilusión deliciosa
recordando cualquier cosa
reía a más no poder.

   Como un mono la veía,
que por boba la tenía,
reír sólo para sí,
de ella el mono se reía
con un burlesco jí jí.

   Un loro que al mono vio,
por loco lo tuvo ya
y también de él se rió,
y sin cesar prorrumpió
en un já já y más já já.

   Cuando al pasar por allí
oía al simple del loro
la gente, fuera de sí
reía, diciendo a coro,
unos já já, otros jí jí.

   Y aunque de bobos la hornada
ya siendo muy larga va,
siquiera por la bobada
conmigo la carcajada
soltad, diciendo: ¡já! ¡já!!

   Con lo cual probar intento
-que, con remedio servil,
en este mundo, y no es cuento,
así como un loco ciento,
llega un bobo a hacer cien mil.




Fábula X




Contras de la mala fe


Los dos gorriones

         -Llégame el comedero-
dijo a un gorrión otro gorrión muy maula.
      -Pues ábreme primero-
contestó aquél -la puerta de la jaula.
-¿Y si al verte ya libre, en tu embeleso,
te vas sin darme de comer en pago?
-¿Y quién me dice a mí -responde el preso,-
      que me abrirás, si llenas el monago? -
y en conclusión, por si ha de ser primero
      llegar el comedero
      o correr el alambre,
quedose el enjaulado prisionero
y el hambriento volvióse con el hambre,
¡Digno amigo, por Dios, de tal amigo!
Y ahora diréis, y bien, como yo digo:
   ¡Vaya, que son en ciertas ocasiones
lo mismo que los hombres los gorriones!




Fábula XI




De pequeñas causas grandes efectos


El pastor y el insecto


   Cantando Gil, vio de un insecto el nido,
      y le holló con pie rudo;
y aunque oyó de mil tristes el gemido,
siguió cantando de piedad desnudo.

   Viendo el insecto hollados A sus hijos,
      subiose a la montaña,
y en el chopo más alto ayes prolijos
lanzó exhalando su impotente saña.

   Era el tiempo en que vientos y nublados,
      desatando los cielos,
igualan con los montes los collados
copiosas nieves y abundantes hielos.

   Por vengarse de Gil, cargó sañudo
      con un copo de nieve,
carga mayor con que el insecto pudo.
¡De tan grande furor venganza leve!

   Suelta el copo, al encono que le inflama,
      desde el altivo chopo,
y engruesado al bajar de rama en rama,
fuese aumentando el invisible copo.

    Ya el germen infeliz de inmensa ruina
       de hoja en hoja bajando,
y un copo y otro copo arremolina,
y otros cien mil, que auméntanse rodando.

   Cruje la mole, escasa todavía,
      mas en creciente extraña,
ya un monte desatado parecía
el declive al bajar de la montaña.

   El alto roble y la empinada encina
      a su impulso arrollados,
amenazaban convertir en ruina
del pobre Gil apriscos y ganados.

   Y al ver la mole, el insectillo en tanto,
      que lo arrasaba todo,
parodiando de Gil el fiero canto,
tarareó esta canción allá a su modo:

   ¡No hay venganza que un ruin, si está ofendido,
       tomar no pueda en pago,
cuando un copo de nieve desprendido
la causa llega a ser de tanto estrago.




Fábula XII




Si eres débil, sé prudente


El perro y la rana

      -Calla, maldita rana-
un perro desde un hato prorrumpía:
y ella car car y más car car seguía,
como quien dice: -«no me da la gana». -
(Esta rana, en invierno y en verano
cantaba por decreto sobrehumano,
aunque jure algún sabio, echando un terno,
que nunca ha visto ranas en invierno.)
-«¿Conque te sales -dijo aquél -del río.
para venir a incomodarme al hato?
Por Dios, que si no hiciera tanto frío,
anoche salgo, te sorprendo y mato.
Car car car, car car car» -siguió la rana
burlándose del perro con orgullo.
      -¿Y es posible que creas
le contestó la vana, -
que en moviendo tú un pie yo me zambullo?
¡Car car car! ¡car car car!» -«Maldita seas!»
clamó el perro siguiéndola enojado.
      La rana, de contado,
      ¡cataplum! se echó al río;
mas como helado estaba por el frío,
      sin concederla plazos,
sobre el hielo el mastín la hizo pedazos.
      No insultes al más fuerte,
aunque libre, al huir, tengas el paso;
que si lo encuentras obstruido acaso,
como la rana sufrirás la muerte.




Fábula XIII




Amar por las apariencias


El alcornoque y la enredadera


         Nació una enredadera
al pie de un alcornoque descarnado;
      vistiole de manera,
      que fue en la primavera,
siendo un bodoque ruin, blasón del prado.

         Como propios primores
lucía el corcho vil ajenas galas,
      siendo con tantas flores
      envidia de pastores
y blanco del amor de las zagalas.

         -¡Oh, qué árbol tan florido! -
decían; -¡qué gentil, qué primoroso! -
      Elogio merecido,
pues gracias al vestido,
por Dios que el alcornoque estaba hermoso.

         Mas llegaron sin cuento
del otoño las ráfagas sonoras,
      y soplando violento,
      dejo alcornoque el viento
al que el ídolo fue de las pastoras.

         ¡Cuántas de esta manera,
Elvira, adoran a un galán bodoque,
       y hasta que el aura fiera
       lleva la enredadera,
no advierten que han amado a un alcornoque!




Fábula XIV




Escusas necias


El cuervo y el reptil


         Hacia el nido de un cuervo
      sube un reptil protervo,
      que de otro manjar falto,
      de huevos se apercibe;
      mas al dar el asalto
creyendo al cuervo ausente, oyó: -«¿Quién vive?»

         -Perdone usted; no es nada
      (dijo con voz turbada);
      el hallarme soñando
      mi indiscreción abone;
      pues llegué aquí rodando;
mas desperté, y me vuelvo: usted perdone.

         -¡Hola, traidor vecino!
      (dijo el cuervo ladino),
      ¿cuando el sueño te priva,
      sin costarte trabajo
      te ruedas hacia arriba?
Pues a ver cómo ruedas hacia abajo.-

         Y remontando el vuelo,
      lo suelta desde el cielo,
      por más que ya difunto
      el reptil lo rehúsa,
      y plaf, reventó al punto.
¡Digno castigo de su necia excusa!




Fábula XV




El diablo predicador


El beodo en el festín

      Un beodo en una orgía:
-«Brindo por que el alto cielo
purgue de vicios al suelo», -
con voz de trueno decía:
-«¡Guerra al vicio!» -repetía,
y un vaso apuró hasta el poso.
   Que en este mundo engañoso,
dando al labio torpe oficio,
hay quien habla mal del vicio
siendo él el primer vicioso.




Fábula XVI




Delirios del amor


La niña halagüeña

   Los que vuestro amoroso pensamiento
tenéis por el non plus, oidun cuento:
   A un enfermo una niña cierto día
acariciaba con honesto modo,
y en la ilusión de su placer decía:
-Mi rey, mi luz, mi sol, mi Dios, mi todo. -
   Y para que veáis de qué manera
el afecto su juicio turbaría,
el rey, el sol y el dios, ¿sabéis quién era?
Un dogo que de ahilado se moría.




Fábula XVII




Lisonjas viles


El enfermo y los dos médicos


         Más tenaz cada día
esto a un enfermo un médico decía:
      -Si bebe usted más agua,
es indudable que su muerte fragua. -
      Sediento el otro en tanto,
le dio su pasaporte, y otro al canto.

         Fuese el doctor primero,
enterando del caso al compañero;
      pero el doctor segundo,
más inepto que aquél, o más profundo,
      dejó de buena gana
que se ahitase el pobre hombre como rana.

      Pues señor, murió ahitado;
y al morirse, contento de su estado,
      del que le daba vida
aún blasfemó, mientras que a su homicida
      colmó de bendiciones.
¡Lo que vale halagar a las pasiones!




Fábula XVIII




Acusar delitos propios


La urraca y la gallina

    -¡Qué escándalo! -en tono fiero
una gallina decía
a una urruca que comía
las flores de un limonero.
-¡Que se come, jardinero,
de las de arriba a destajo!
-Celebro tu desparpajo -
contestó la urraca altiva:
-¡No he de comer las de arriba,
si no has dejado una abajo?-




Fábula XIX




No hay mal como un falso amigo


El jilguero y el reclamo


    De pájaros un bando
al asomar el día,
iban al aire blando,
pí, pí, pí, pí, cruzando
en dulce compaña.

   Mudaron el intento
oyendo que un reclamo
pí, pí, pí, pí, a su acento
les respondió contento
cabe un pulido ramo.

   Y en giros desiguales,
cercándole en gran copia
para llorar sus males,
como la acción más propia
de amigos tan leales,

   posándose un jilguero,
cayó en la liga impía
que armada le tenía
un cazador artero,
que cerca lo veía.

   Se aleja el bando espeso
viendo el caso infelice,
y en tanto el triste preso
con inútil exceso
luchando en vano, dice:

   -Nada, ¡ay de mí! consigo,
pues en tan fiera lucha
más cada vez me enligo. -
¡Triste de aquel que escucha,
la voz de un falso amigo!




Fábula XX




Nunca una moral nos cuadra


La madre, el hijo y la concurrencia

   Fastidiaba a una noble concurrencia
una madre amorosa, que asentaba
que de Adolfo a admirar iban la ciencia
si alguna fabulilla recitaba.
      -Ven acá -dijo- niño.
Y Adolfo, al escuchar su voz severa,
con mucha más pereza que cariño,
la fábula empezó de esta manera:
-LA OVEJA Y EL CORDERO. Cierto día
la oveja, con el tono que ella sabe,
daba a su hijo lecciones de ser grave,
las que él pronto olvidaba, o no aprendía.
¿Lección diréis, y en una edad tan corta?
Es necio, sí. Mas voy a lo que importa.
La oveja en vano en enseñar se ahínca,
porque el hijo no aprende una palabra;
mas corre, y viene, y va cual suelta cabra,
y vuelta, y dale, y brinca que te brinca.
La madre del cordero era tan porra... -
Truncó Adolfo la historia de repente,
cual cayendo en estúpida modorra;
y es que viendo de dulces una fuente,
      de su memoria en mengua,
dura como el turrón quedó su mente
y en agua vuelta la movible lengua.
-Sigue, niño -la madre le decía.
-Era tan porra... -el niño repetía.
La madre con sus guiños lo hostigaba;
-Y tan porra... -el muchacho replicaba.
Y con que si era porra, o no lo era,
llegó a cansar la sociedad entera.
La madre al fin lo dijo, ya corrida:
-Aparta, que estás siendo, majadero,
más torpe que el cordero de la historia. -
      Y ¡oh, qué frágil memoria!
¡no acordarse que ella era distraída,
más porra que la madre del cordero!
      No hay acción mala o buena
que aplicación no tenga, si es ajena,
       más siendo propio el caso,
jamás la aplicación nos sale al paso.




Fábula XXI




La curiosidad


Los dos esposos y el veneno

         Para matar ratones
hizo Guzmán algunas confecciones,
las que encerradas con rigor tenía
en un lugar, en el que escrito había:
«Ninguno, para cosa mala o buena,
      me llegue a esta alacena».
Su mujer, Blasa, que con él reñida
la mayor parte estaba de su vida
(porque según la vecindad pregona,
tanto como curiosa, era gruñona),
presumió que su esposo allí encerraba
el tósigo fatal con que trataba
de castigar su eterna impertinencia
(señal que le argüía la conciencia),
y buscando las viles confecciones,
encontró el solimán. ¡Qué imprecaciones!
-¡Un veneno! -frenética decía;
-¡Un veneno!! ¡un veneno!!! -repetía.
Y con verle y tocarle aún no contenta,
llega, lo huele, pruébalo, y revienta.
      Si lo ven por acaso,
atad a los curiosos corto el freno,
       o apurarán el vaso
aunque escribáis sobre él: -aquí hay veneno.-




Fábula XXII




De los males el más visto


El médico y el inválido

   Un inválido a un médico decía:
-Si me corto esta pierna gangrenada,
¿podré vivir, al parecer de usía?-
Y el médico dudando respondía:
-Podrá ser por acaso, camarada.
   -La duda -replicó- no me hace al caso.
Mas si la corto, ¿sabe si de fijo
podré vivir aunque no dé ni un paso?-
Dudando siempre el médico, le dijo:
-Podrá ser, camarada, por acaso.
   -Pues si al cortarla ataco la existencia,
y el no cortarla es un dudoso medio,
a la cura prefiero la dolencia.-
Yo también prefiriera, en mi conciencia,
morir antes del mal que del remedio.




Fábula XXIII




Efectos de la injusticia


El lugareño y el magnate


    Un señor de calidad,
por dar, con magia distinta,
a su vida variedad,
se iba en verano a la quinta
y en invierno a la ciudad.

   Tras la casa del señor
la de un labrador había,
ruin casa en que al labrador
así el hielo le atería
como le asaba el calor.

   Por más de cincuenta abriles
fue casa de tanta mella
nido de gorriones viles,
y a la del señor desde ella
pasaban después a miles.

   Incomodado el usía
porque al asomar el día
los gorriones con empeño
con su chau chau, si dormía,
le interrumpían el sueño,

   la casa del labrador
furioso sin más arrasa.
¿Tal sinrazón, diréis, pasa?
Era más rico el señor,
y vino abajo la casa.

   Sin casa ya los gorriones
do anidar en los abriles,
del otro a los murallones
fueron después, más que a 'miles
los malditos, a millones.

   Y a cada instante al señor
cantándole el aleluya,
lo entraron en tal rencor,
que cual la del labrador
tuvo que arrasar la suya.

   Justo premio al que inclemente
pudo dejar sin consuelo
a un labrador indigente.
Siempre se ensucia la frente
el loco que escupe al cielo.






ArribaSección filosófica


Fábula I




No siempre el bien es fortuna


El pájaro encarcelado

   En una jaula un ave
nació y vivió contento,
sin cruzar nunca el viento
con revolar süave.
¡Qué vanamente grave,
porque más no desea,
de una a otra barandilla
con voluntad sencilla
cantando se, pasea!
Créalo quien lo crea:
mas lo cierto es que el preso
nunca con loco exceso
en ocasión ninguna
maldijo la fortuna,
ni tuvo a vituperio
su dulce cautiverio.
Por último, es el caso
que un día que la puerta
vio de la jaula abierta,
llegó paso tras paso,
a la vecina huerta.
¡Cómo entonces contento,
con emoción extraña
goza en la azul campaña
del extendido viento
la libertad querida,
nunca por él sentida!
De rama en rama vuela
con la calma inefable
de la virtud amable
que el crimen no recela,
y al más cercano arbusto,
lanzándose con gusto,
quedó a la liga en suma
presa otra vez su pluma.
¡Triste imagen del hado
fue el pájaro inocente,
pues se trocó su estado
tan repentinamente!
Tornó a ver a despecho
la antes prisión amada,
mas nunca la alborada
volvió a encomiar su pecho
con su común tonada.
-¿Por qué con tal quebranto-
su dueña le decía,-
mi gozo y tu alegría
no ensalzas con tu canto
cual suceder solía? -
Sin dar respuesta alguna,
las penas una a una,
con el dolor más grave
de su dueña querida,
acabaron del ave
la macilenta vida;
que aunque en la cárcel fiera
pasó la vida entera
sin que echase de menos
los céfiros serenos,
después que hubo probado
su esfera siempre amena,
cuando volvió a su estado
murió el triste de pena.
   ¡Huid, mentido bando
de alegres ilusiones,
que nos henchís, pasando,
de locas ambiciones!
¡Dejadme que tranquilo
muera en mi pobre asilo,
pues que sólo un momento
vive el mayor contento!
¿Por qué queréis que ansioso
deje mi humilde estado,
si es más desventurado
quien fue una vez dichoso?




Fábula II




Yendo a más, venir a menos


La abeja, el burro y la rana

   La abeja, de una rama de romero
formaba su panal de mieles rico;
mas la rama encontrando en un lindero,
      se la comió un borrico.
      ¡Pobre rama olorosa
que el blasón iba a ser de los panales,
y ya entre las mandíbulas asnales
podrá ser, menos miel, cualquiera cosa!
¡Oh, qué bien con su ejemplo nos declama
       lo inestable del destino,
cuando al ir a ser miel la noble rama
el pienso quedó a ser de un vil Pollino!




Fábula III




Caprichos del hado


El escultor y los dos troncos

         Cierto escultor un día
viendo dos troncos, entre sí decía:
-De este zoquete vil, lleno de lodo,
un San Roque he de hacer con perro y todo;
y éste, aunque para santo mejor era,
del templo servirá para madera. -
   Así el hado cruel, que engaña a tantos,
convierte, con tristísimos ejemplos,
en madera de templos a los santos,
y en santos la madera de los templos.




Fábula VI




Placeres falsos


El muchacho y la manzana

   Tiró Andrés una piedra a una manzana
y por dar a la fruta, dio al ambiente;
tirole la segunda: ¡empresa vana!
la tercera tiró: ¡malditamente!
tiró otra, en fin: cayó; mas de tal gana,
que con golpe mortal hirió su frente.
   Hay bienes que en llegando, al mal iguales,
la cabeza nos rompen cual los males.




Fábula V




Deseos locos


El pastor y el navío

         Del mar en la ribera
quejábase el pastor de esta manera:
-¡Oh, qué sordas que tiene a mis congojas
      el cielo las orejas,
pues no me saca de zagal de ovejas,
patituertas las más, y algunas cojas!
¡Quién me diera, halagando mi albedrío,
dirigir, por ejemplo, aquel navío,
y a la playa arribar del indio o moro,
para volver con él cargado de oro!
¡Por amigos tuviera y por amigas
entonces a señoras y señores,
pese a cuantas ovejas y pastores
rumiaron yerbas o mascaron migas!
      Mas ¡ay! la suerte fiera
me arrastra, sea invierno, sea verano,
desde el monte al redil, y de éste al llano;
      y aunque oirlas no quiera,
me hace escuchar las simples avecillas,
que por más maravillas
que dicen que hacen los que de ellas cuentan,
cada vez que las oigo, me revientan. -
      Así el pastor decía,
cuando el bajel ya apenas se veía,
y su intenso dolor llegaba a tanto,
que sus mejillas inundó de llanto.
Era al morir el sol, según asienta
quien dijo que del ábrego la saña
removió aquella noche una tormenta
que ni la oyó el pastor en su cabaña.
Al otro día su manada entero,
condujo, como siempre, a la ribera
y del mar acercándose a la orilla,
vio aquí y allí fragmentos de una quilla.
Buscando del naufragio indicios ciertos,
halló al fin gavias, y después mesanas,
trinquetes desvelados, hombres muertos...
¡leves cimientos de esperanzas vanas!
Entonces se acordó de su navío,
      y viendo fin tan triste,
-¡qué bien hiciste, oh Dios, qué bien hiciste
en coartarme -dijo- el albedrío! -
Y sin ver que a los muertos hacía agravios,
una sonrisa se asomó a sus labios;
y escuchando las simples avecillas,
que hacían, según dijo, maravillas.
tradujo de sus plácidos gorjeos:
      Modera tus deseos.
Aunque pierdas, llorando, tus encantos,
no halagues esperanzas indecisas;
cada muerta esperanza brota llantos;
cada llanto vertido engendra risas.




Fábula VI




De gustos no hay nada escrito


El conejo, el gallo y el cerdo


Cada QUISQUE celebra, y es muy justo,
lo que es más de su gusto.

      Por un gallo lo digo,
que de una huerta picoteando el trigo,
      así a un conejo hablaba
que, haciendo muecas, una col rumiaba:
-¿No admiras este trigo, buen conejo,
gordo y gentil cual castellano viejo?
-¿Quién ha visto manjar de más decoro?
Como soy que parecen granos de oro.
-Aprensión, friolera, bobería -
el rumiador conejo respondía.-
Siempre a mi noble raza más le plugo
de tierna berza el agridulce jugo.
      Viendo así despreciado su
      condimento amado,
      el gallo incontinente,
para buscar un juez más competente
se encaramó a las tapias de la huerta
como vigía que se pone alerta,
y preguntó a un cochino
que acertaba a pasar por el camino:
-Dime, si te ofreciesen cuando almuerzas
      buen trigo y buenas berzas,
¿qué cosa te comieras, caro amigo?-
El cerdo contestó: -Berzas y trigo.




Fábula VII




Los lindes del bien y el mal


El poeta y los lectores

   Si escucháis esos míseros lamentos,
son del difunto rey los funerales;
y esos vivas que ruedan por los vientos,
del rey nuevo los cantos inmortales.
Mas diréis entre penas y contentos:
-¿Se cantan bienes, o se lloran males? -
   Nadie el linde a marcar se atrevería
que separa el pesar de la alegría.




Fábula VIII




La inocentada


La madre y el hijo


   -¡Ubb!! -en inocente fiesta
una madre con cariño,
gritaba a un hermoso niño
con una máscara puesta.

   Mas de sus gustos avara,
al ver que lloraba el hijo,
arrojándola, le dijo:
-Tonto, si tengo otra cara.

   Y del candor a merced,
a cuantas después hallaba
el niño las preguntaba:
-¿Cuántas caras tiene usted? -

   Y es fama que ya crecido,
llegó el niño a asegurar
que todas suelen mudar
la cara con el vestido.




Fábula IX




Liviandad de nuestras glorias


El joven y el reloj de arena

      Viendo un reloj de arena,
paseábase Román con faz serena.
      -Pasa luego -decía,-
      hora cual nunca impía;
que pronto Inés, con amoroso fuego,
me esperará en la reja; pasa luego. -
Y dando vueltas, su mirar sombrío
en el reloj fijaba, asaz tardío,
hasta que al fin echó de ver que insano
atascado se hallaba un leve grano;
y saliendo a la calle diligente,
llamó a la reja, pero inútilmente:
      volvió a llamar de nuevo,
más ya no estaba Inés: ¡pobre mancebo!
      ¡Quién por buscar se apena
de este mundo las dichas ilusorias,
       cuando un grano de arena
rémora puede ser de nuestras glorias!




Fábula X




La dicha es un acaso


Los cien cuerdos y el bobo

      Si mal no lo recuerdo,
un bobo entre cien cuerdos, por acaso
      (y aquí diré de paso
que hay a veces mil bobos por un cuerdo),
admiraba el espléndido palacio
do la fortuna desigual moraba,
tan rico, que a sus ojos se mostraba
con puertas de oro y muros de topacio.
      La señora fortuna,
que del mundo entre todas las señoras
      tal vez no habrá ninguna
que la gane a mudarse a todas horas,
se le antojó salir en aquel día
a hacer a uno feliz: ¡quién lo diría!
      Al verla los cien cuerdos
      (en verdad nada lerdos),
      con presteza importuna
-¡la fortuna! -prorrumpen- ¡la fortuna!,
      y arrancan en pos de ella,
      mientras que, presurosa,
      si bien como ellas bella,
como mujer al fin, huyó alevosa;
y si como ellas es verdad que huía,
como mujer también les sonreía.
Al verla el bobo huir con tal exceso:
-Vaya con Dios -la dijo el muy camueso;-
      y en celestial arrobo,
      dándosele una higa
porque alguno la siga o no la siga,
a dormir se tendió: ¡maldito bobo!
Siguiéronla los cuerdos locamente,
      pero con tal ahínco,
que alguno por correr dio un falso brinco
      y se aplastó la frente.
Otros perdieron sólo el sufrimiento;
      y otros, menos felices,
el camino sembraron, y no es cuento,
de piernas, ojos, brazos o narices.
De engañar a los cuerdos ya cansada
la señora fortuna, siempre porra,
ganándoles las vueltas como zorra,
determinó volverse a su morada.
      Mas ¡oh imprevisto caso!
      pues cuando al ir su paso
el linde a trasponer de la ancha puerta,
¡tropieza con el bobo y le despierta!
      -¡Caíste en el garlito!
gritó el simple, cual bollos los mofletes:
y sin andarse en dimes ni diretes,
con ella en casa entró: ¡bobo maldito!
      Yo llames, Fabio, tonto
al que cual tú no corre tras la gloria;
por correr más, no llegarás mas pronto:
pregúntaselo al bobo de la historia.




Fábula XI




La vida y la muerte


El padre y sus hijos


   Juntos con su padre estando
Ana y Luis una mañana,
al plañir de una campana
Luis se santiguó rezando.

   Y Ana exclamó con desprecio:
-¿Por qué rezas? -Y él al punto:
-Rezo -dijo- a ese difunto.
-Si es que ha nacido uno, necio.-

   Y viendo afrentado al hijo,
el padre, con faz severa
mirando a la retrechera,
con voz solemne la dijo:

   ¡No es rara equivocación,
pues para ambas cosas, Ana,
siempre una misma campana
toca con un mismo son!




Fábula XII




A un gran mal otro mayor


El ruiseñor y el ratón

   Clamó un ratón sin consuelo,
preso en una cárcel fuerte:
-¡Imposible es que la suerte
pudiese aumentar mi duelo! -
Y alzando la vista al cielo
para acusar su dolor,
le preguntó un ruiseñor
de un halcón arrebatado;
-¿Truecas conmigo tu estado?-
Y él contestó: -No, señor.-




Fábula XIII




Del tronco sale la rana


El potro y la yegua

         Era una yegua pía,
que sin ánimos ya para dar coces,
      a un hijo que tenía
      así lo reprendía,
si no con éstas, con iguales voces:
      -No des coces ¡impío!;
maldita sea tu costumbre ingrata:
      cual yo modera el brío;
      ten presente, hijo mío,
que es mala educación sacar la pata. -
      Al decir -bien- el hijo,
la saludó con singular donaire
      de puro regocijo,
      después de lo que dijo,
miles de coces disparando al aire.
      Y en ocasión tan calva,
si los hallase en parte más contigua,
      presumo que en la salva,
      al lucero del alba
y a la madre, de un par me los santigua.
      -¿De quién aprendería -
siguió la yegua -inclinación tan basta?
      La zorra pues la oía;
      -De nadie -le decía,
-creálo usted, vecina: ésa es la casta.-




Fábula XIV




Lecciones amargas


El padre, el hijo y el perro


   Bramaba el viento agitado
cuando subían a un cerro
un padre en su hijo apoyado
y detrás de ambos un perro.

   Y con mortal pesadumbre
el viejo desfallecido
cayó exánime en la cumbre,
entre la nieve aterido.

   Y -marcha- al joven le dijo;
-no encuentres cual yo la muerte.
-Pues adiós -contestó el hijo,
y huyó temiendo igual suerte.

   Mas desde un monte cercano,
libre ya de todo empeño,
vio que más fiel el alano
quedó a morir con su dueño.




Fábula XV




La muerte todo lo iguala


La vuelta del campesino

   Halló al volver con otros a su tierra
un nuevo cementerio un campesino,
y al cruzar por enmedio del camino
vio escrita en él esta inscripción que aterra:
   -UN PONCE DE LEÓN aquí se encierra:
dobla al pasar la frente, ¡oh peregrino!
y acata humilde al que postró el destino,
recto juez en la paz, y héroe en la guerra.
   Fija la vista en los eternos bronces,
gestos de admiración haciendo extraños,
dijo turbado el campesino entonces:
   -¡Por Dios que son terribles desengaños!
¡Quien les dijera a los ilustres PONCES
que aquí enterré yo un burro hace dos años!-




Fábula XVI




No hay dicha cumplida


El placer y el pesar


         Al descender al mundo
el pesar y el placer, fuerte el primero
      y débil el segundo,
      con afecto profundo
llamáronse el uno al otro -compañero.-

         Sucedió que un cualquiera
encontrando al placer, con fuertes lazos
      (por fuerza que un tonto era),
      le estrechó de manera,
que por poco el placer muere en sus brazos.

         Y no cometió dolo,
ya que pudo, en gozarle, el buen mancebo,
      pues juro por Apolo
      que si lo hallara solo
le dejara este cura como nuevo.

         Al verse así ultrajado,
para el mozo el placer pidió un castigo,
      y el pesar de contado,
      de dolores cercado,
voló en defensa de su flaco amigo.

         -De hoy nos verá la gente -
con amor se dijeron sin segundo,-
      juntos eternamente! -
      Eterna y juntamente
desde entonces acá los halla el mundo.

         Por eso, si por suerte
ves, como el mozo, al que placer se nombra,
apercibido advierte
que para herir de muerte
recatado el pesar vela a su sombra.




Fábula XVII



Bienes prometidos

   El mundo al empezar, si bien me fundo,
      Júpiter trajo al mundo,
para dar por igual a los mortales,
      en una arca los bienes
      y en otra arca los males.
      Cogió el arca primera
(que por mi mal la de los males era),
y el censo atroz de los odiosos males
distribuyendo con piadoso intento,
ciento a Luis, ciento a Juan y a Ramón ciento,
quedamos, salvo error, todos iguales.
      Abrió el arca segunda
y tanto criminal (que Dios confunda)
acudió a ver los bienes, que brillante
lucían cual riquísimos diamantes,
      que al fin los más bribones
entraron de robar en tentaciones.
Por detrás un avaro sin decoro
sustrajo bienes mil (mil onzas de oro);
y un alcalde (un truhán) dando pisadas,
diez bienes se apropió (diez alcaldadas);
aquí un lascivo su placer corona
con una virgen que aspiró a matrona.;
allí un poeta (un cándido, presumo)
tan sólo robó un bien (la gloria; ¡humo!),
y un ruin magnate, de nobleza rancia,
veinte bienes sustrajo sin conciencia,
reducidos, en última substancia,
a diez y nueve cruces y un vuecencia.
Tantas eran, por fin, las sustracciones
de ambiciosos, avaros y ladrones,
que Júpiter, atándose la capa
(lo que prueba la fe de los humanos),
andaba con los pies y con las manos
por aquí y por allí tapa que tapa.
Al ver tanta ruindad en los mortales
por último el buen dios perdió la calma,
y llevándose el arca en cuerpo y alma,
dijo, al cerrar las puertas celestiales:
-Yo juro por esta arca que ahora encierra
los bienes que el mortal anhela tanto,
de no sacar un bien ni aún para un santo,
hasta que no haya infames en la tierra. -
Dijo así el dios; y el diablo que lo oía
(pues siempre anda del hombre en compañía)
gritó a la gente, que se vio burlada,
lanzando una insolente carcajada:
-Noble mortal, mi digno descendiente
(lo cual nunca en tus actos se desmiente);
el dios que escuchas, de inocencia lleno,
sus bienes te promete, en siendo bueno:
si hasta entonces no aguardas otros bienes,
acuéstate a dormir, que tiempo tienes.




Fábula XVIII




Principio y fin de las cosas


El labrador y la morera



Primera parte

      Juan plantó una morera,
que el que, después de un año, la veía,
      con la fe más sincera,
loando sus primores, prorrumpía:
-¡Bien haya el hacedor de tal hechura!
qué flor, qué tronco, qué hoja, qué verdura!

      De seda unos gusanos
sus hojas agotaron roedores,
      y con dardos insanos
dieron fin las abejas a sus flores,
dejando el árbol de tan ruin manera,
que Juan lo hizo cortar: ¡adiós, morera!

      Así, en suertes no iguales,
llegaron, con destino bueno o malo,
      las flores a panales,
las hojas a ser seda, a efigie el palo;
pues os advierto que en mudanza tanta
del rudo tronco Juan hizo una santa.

      Y cual de la morera
tuvieron hoja y flor vario destino,
      de la misma manera
los hombres tienen encontrado sino;
que el destino es inestable como el viento.
Mas, basta de moral, y siga el cuento.


Segunda parte

      A mi lugar un día
la gente se agolpó de la comarca,
      do festejar solía
la virgen que llamamos de la Barca;
santa que yo adoré, santa que aún era
la misma que hizo Juan de la morera.

      Y a través de un concierto
que en el templo sonaba en alto coro,
      (bastante mal por cierto),
sin oír lo sonoro o no sonoro,
a una vela escuché, no sin trabajo,
que decía a la santa por lo bajo:

      -¿Cómo estamos, hermana?
Yo soy hija también de la morera.
      En mi suerte tirana,
fui flor, llegué a panal y ahora soy cera.
¡Quién al ver la morera nos diría,
que al ser lo que eres, lo que soy sería!-

      -Su desdén me acongoja-
dijo el vestido de la santa entonces;
      llegué a seda desde hoja,
y sus oídos para mí son bronces.
¡Nadie creería, al verme en la morera,
que de un santo del tronco el traje fuera!

      -Calle el necio ropaje,
pues le doy tanto honor -dijo la santa;
      y cuide no me ultraje
la innoble cera con locura tanta.
¡Las parleras!... las muy... ¡Ave María!
¡Qué hay de común entre las tres? -seguía.

      -¿No ven -les fue diciendo-
que hasta el mismo escultor que me ha labrado,
      en acto reverendo
me tributa oblación con noble agrado? -
Y era verdad, que con amor profundo
hasta oraba el buen Juan. ¡Cosas del mundo!

      Si empieza la existencia
los seres al nacer mostrando iguales,
      en nuestra adolescencia
ya veis que unos son seres celestiales,
ante los cuales los demás oramos.
¿Mas cual de todos será el fin? Veamos.


Tercera parte

      A la vela inflamada,
-llega -dijo el vestido, -hermana mía,
      y nuestra suerte airada
será así igual hasta la tumba fría. -
Llegó la vela el labio enrojecido,
e inflamado a su luz ardió el vestido.

      Crujió entonces la seda,
y arrojando las chispas a millares,
      fue ardiendo en ígnea rueda
seda, blandón, imágenes y altares,
siendo al fin, calcinado su ornamento,
juguete vil del agitado viento.

      ¡Así en la humana vida,
si a unos el hado en ídolos convierte,
       mientras que envilecida
la plebe es templo y luz... llega la muerte,
y confunde con barbaros ejemplos
aras, ídolos, luz, galas y templos!