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ArribaAbajoUna Junta de cofradía



Ne sutor ultra crepidam...
Al glorioso San Crispín,
protector de la obra prima,
consagra solemnes cultos
su devota cofradía.
   Por cédulas ante diem,
y a la hora de nocte prima,
todas las capacidades
guarda-piernas de la villa,
   Convocados a este fin,
ocupan bancos y sillas
en un honrado desván
con honores de buhardilla.
   De la sala en el comedio
y pendiente de una viga
campa al aire el oriflama,
del santo patrono insignia;
   Y encima de una gran mesa,
alhaja de sacristía,
lucen un candil y un jarro
que alegran ojos y tripas.
   Tras la mesa, en un sitial
de baqueta moscovita,
con más clavos que una rueda
y más años que una encina,
   El cofrade más antiguo
por derecho de conquista
se encarama y se sepulta,
diciendo: «Ya hay quien presida».
   Con esto y un avechucho
entre mico y sabandija
que ocupa el siniestro lado
y el candil y el jarro atiza,
   Los restantes pies-de-banco
a sus puestos se retiran,
ya que vieron que dejaban
la mesa constituida.

   «Escomienza la sesión»,
grita el presidente Blas;
y reclama la atención
con un enorme esquilón
que le sirve de compás.
   Tose y bebe el secretario,
y bebe y vuelve a toser,
y sacando del armario
un roñoso formulario
que apenas sabe leer,
   Toma a todos juramento
por el jarro y el candil,
de que beberán con tiento
mirando por el aumento
del gremio zapateril.
   En relación nominal
de todos los congregados
va llamando a cada cual;
y todos hacen señal
de saber que son llamados.
«Perico Cerote negro». -
-«despacio, voto va Dios
que ese mote es de mi suegro,
y digo que no me alegro
de responder por los dos». -
   -«Juan Lesnas». -«Presente soy
para mal de algún endino
que habrá de escucharme hoy;
y declaro que me voy
si no se escomienza el vino».
«Diego Punzó Cabritilla». -
«De cuerpo presente está».
«Domingo Cachas». -«Cuchilla
me llamo en toda la villa,
que bien me conoce ya». -
«Benito Chanclas». -«Amén».
«Dionisio Correa». -«Soy».
«Leonardo Mandiles». -«Bien».
«El hijo del Cacho». «¿Quién?»
«El Cacho del hijo». -«Voy».
   Prosigue así relatando
otros nombres, más de mil,
y su blasón escuchando
van respondiendo y jurando
los cofrades del mandil.
   Por último, el presidente
meneando el esquilón,
grita con voz de aguardiente:
-«El que esté en pie, que se siente;
ábrese la discusión».

   «Al fin, ilustre asamblea,
restablecido el silencio,
improvisaré el discurso
que hace tres meses y medio
me está enseñando don Braulio,
el dómine de Toledo.
   Prestadme, pues, atención,
y no os durmáis por lo menos,
que es música celestial
cuanto deciros intento.
Señores... (aquí me dijo
que hiciera pausa, el maestro)
Señores... (vuelvo a decir,
si no lo dije primero).
Señores... (y va de tres)
¡Qué espectáculo tan bello,
qué cuadro tan animado
ante mis ojos contemplo!
   Todas las capacidades
de la hermandad del becerro
pendientes de mi discurso...
(ya he dicho que es del maestro)
   Y yo, el último de todos
los que ilustran este gremio,
colocado a su cabeza
en el encumbrado puesto
   Donde, ayudándome yo,
vuestros votos nos ascendieron.
Tiempo es ya que dominando
mi modesto atrevimiento
   Os haga escuchar mi voz,
y que repitan sus ecos
las tapias de este santuario
y las vigas de estos techos.
   La Europa que nos contempla
atónita, cuando menos,
espera, escucha, medita
nuestras palabras y gestos,
   Y prepara a nuestras sienes
el merecido trofeo
en cien tempranas coronas
de achicorias y de berros.
   Señores... ¿de qué se trata?
(vengamos a mi argumento,
antes que alguno de usías
me diga que soy un necio.)
   Se trata pues... ¡friolera!
en esta Junta modelo,
de abortar alguna cosa,
de reconstruir el gremio,
   De reformar la Ordenanza
que hicieron nuestros abuelos,
y tornar su gloria antigua
al nombre de zapatero.
   Largos años de desdichas
tal, señores, nos han puesto,
que lo que antes fue obra prima,
obra póstuma se ha vuelto.
   Yacen por tierra olvidados
nuestros magníficos fueros,
usos, armas, regalías,
imprescriptibles derechos.
   ¿Quién hay que al ver este cuadro
horrisonífico, negro,
no sude ardiente betún,
no se le curta el pellejo?
   Nosotros, con cuyo auxilio
corren y marchan los pueblos,
y de civilización
somos la causa y efecto:
   Nosotros, cuya prosapia
data de Adán cuando menos,
que según varios autores
fue el que inventó andar en cueros;
   Nosotros, que por capricho
al hombre más altanero
metiéndole en un zapato
aplicamos el tormento;
   Nosotros, que a la beldad
de rodillas ofreciendo
adoración y medida,
qué puntos calza, sabemos;
   Nosotros, que de los héroes
somos sólido cimiento
testigo el gran Federico,
y el héroe de Marengo;
   Nosotros que.. pero callo,
porque desde aquí estoy viendo
mil señales de impaciencia
que expresan vuestro ardimiento.
   Ello, en fin, es cosa clara
que somos un noble cuerpo,
y que debemos osados
conquistar nuestros derechos.
   Cuarenta siglos nos miran,
y aunque diga más de ciento,
flechándonos el anteojo
para observar lo que hacemos.
   Y lo haremos, sí señores,
y sabrán los venideros
que fuimos hombres de pro
y gente de pelo en pecho.
   Jurad conmigo entre tanto
de este sitio no movernos
hasta haber consolidado
nuestra Ordenanza». -
-«Juremos»- -
   Y al pronunciar esta voz
entre gritos y reniegos,
todos se estrechan las manos
hasta quebrarse los huesos.
   -«Pido la palabra, hermano». -
-»¿Y para qué? -
-» Para hablar». -
   -»Juan Lesnas tiene el embudo»,
dijo el presidente Blas.
   -«Juan Lesnas estornudó:
miró adelante y atrás,
púsose sobre el pie izquierdo
y dijo «voy a empezar».
   «Protesto ante todas cosas
que mi discurso será
de poco más de tres horas,
pues me habré de concretar.
   Dije también que no haré
la oposición al tío Blas,
pues reconozco sus prendas,
talentos y probidad,
y fuimos catorce meses
compañeros de hospital.
   Pero al fin ¿quién le ha metido
en venir a predicar
y echárnosla de doctor
a los que sabemos más?
   Y si no, vamos a cuentas,
¿Sus señorías podrán
decirme qué es lo que dijo
con tanto disparatar?
   Dijo que estamos en junta...
dijo la pura verdad;
pero después se perdió,
y olvidó lo principal.
   Porque la Junta solemne
que hoy vamos a celebrar,
está, señores, prescrita,
en nuestro ceremonial;
   Ni tiene otros tiquis-miquis
que el haber de celebrar
la función de San Crispín,
que presto se acerca ya:
   Yo que he sido mayordomo,
mandadero y sacristán
de esta santa cofradía
diez y siete años y más
   Os propondré mi programa,
que pienso habrá de gustar;
y a fin de llevarlo a cabo
me concederéis no más
   Que un voto de confianza
para que pueda gastar
cuanto juzgue conveniente,
y no esté gastado ya.
   Esto es, pues, lo más sencillo...»
-«Pido la palabra, Blas». -
-«Perico Cerote Negro
hable, y que se siente Juan». -

   El señor preopinante
preopina, ¡ya se ve!
que se le dé a su mercé
licencia de echar el guante;
   Pero falta averiguar
con qué títulos la pide,
y al hermano que hoy preside
intenta así destronar.
   Porque según yo me fundo,
los notables que aquí estamos
creo que representamos
los zapateros del mundo.
   Y por más que un animal
se oponga aquí, es cosa clara...»
-«Pido la palabra, para
una alusión personal». -
   «Consigno, en fin, mi opinión
contra todo gatuperio;
y al que haga de menisterio
yo le haré la oposición.
   De la cuestión en el fondo
pudiera extenderme más;
pero pues lo dijo Blas,
hagamos punto redondo.
   Guerra, señores, al bicho
que siempre quiere bullir;
mucho pudiera decir...
pero... señores; he dicho».
   -«Mi digno amigo Cerote
ha dicho, si mal no oí,
que yo soy un animal,
yo respondo que es un ruin,
y quedamos tan amigos
y podemos proseguir:
   Voy a hacer la descripción
de la fiesta, y podrá así
la asamblea conocer
si es merecimiento en mí
el ser ministro perpetuo
del glorioso San Crispín.
   Lo primero que prevengo
es, señores un pernil
asado por estas manos
que la tierra ha de cubrir.
   Vendrá luego de los callos
la fuente geronimil,
y el inevitable arroz
con guindilla y con anís.
   Aquestos son mis principios
y los sostendré hasta el fin,
con los consabidos medios
del tintillo y chacolí,
   Hasta que todos usías
queden hartos de engullir,
y puedan cantar los gozos
del invicto San Crispín».
   -«Bien por Juan el mayordomo».
-«Bravo». -(Aplausos.) -(Sensación.)
-«¡Escuchad!» -«¡Oíd!» -«Ya basta». -
-«Yo pido la votación». -
-«Que se vote». -«La palabra». -
-«No hay palabra». -«¿Y por qué no?»
-«¿Para qué?» -«Para el almuerzo».
-«Yo para la procesión». -
-«Y yo para el juramento». -
-«Para la ordenanza yo». -
-«Que diga» -«Que calle». -«Fuera».
-«Orden, hermano mayor». -
-«Su señoría es un burro». -
-«Su señoría un lechón». -
-«Que se lea el reglamento». -
-«Orden, señores, por Dios». -

   Y el jarro de mano en mano
corría que era un primor,
y el esquilón a todo esto
sonaba dilín, dolón.

«Hable el presidente».
-«Hablo,
si me dejan, pues ya veo
que aquí a fuerza de pulmones
se hace bueno el argumento.
   Por desgracia me persuado
de que no entendió el concejo
la intención de mi discurso
monumental, deletéreo;
(Dos palabrillas de moda
que me encargó con empeño,
la practicabilidad
del dómine de Toledo.)
Quise, pues, decir...»
-«Tío Blas,
lo que quiso lo sabemos,
quiso echarla de leído
porque es suscritor al Eco». -
   «Quise hablar de la Ordenanza. -
quise...»
-«Bien está todo eso.
Pero Juan tiene razón,
lo primero es lo primero».
   -«Entonces es otra cosa;
señores, vamos con tiento;
¿se trata de San Crispín
o se trata del almuerzo?»
   «Del almuerzo, sí señor». -
«Pues voto por los torreznos,
y dejemos la Ordenanza
que la masquen nuestros nietos».
-«¡Viva el presidente!»
«¡Viva!» -
-«¡Y viva Juan!» -
-«Me enternezco
de ver señores las honras
que me hacéis sin merecerlo.» -
-«Vámonos que son las diez». -
-«Es preciso que acordemos».
-«¡Qué acordar ni qué demonios!»
-«A mí me espera mi suegro». -
-«Y a mí la Paca». -
-«Pues yo
estoy de hambre que no me veo». -
-«¿Con qué estamos?» -
-«A la calle». -
-«Cuidado con el almuerzo». -

   Juan subió a la presidencia,
y en un programa verbal
dio una práctica señal
de su grande inteligencia.
   Y dijo con entrecejo
meneando el esquilón:
«Se levanta la sesión
que va a dormir el concejo».

(Marzo de 1839)11