Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoJornada segunda

 

Salen a un tiempo por las dos puertas, medio desnudos, EL CONDESTABLE y ROBERTO, con las espadas desnudas, y EL CONDE, con una luz en la mano, y encuéntranse en medio del tablado.

 
ROBERTO.
¿Qué ilusiones, Condestable,
qué fantásticos engaños
vuestro pecho han suspendido
y nuestro lecho alterado?
Cuando con Blanca, mi hija, 5
vuestra esposa, pensé hallaros
más amante que marido
y más fino que casado,
por ser la primera noche
que entre sus luceros claros 10
os vinculasteis dichoso,
mariposa de sus rayos,
os levantáis poco cuerdo,
y con la espada en la mano
desvanecéis a los aires 15
vuestros ímpetus gallardos,
y habiendo pedido luz,
el semblante desmayado,
colérica la razón,
muerto el amor, vivo el daño, 20
toda la casa miráis?
Decid, pues solos estamos,
¿qué arrojamiento conduce
a vuestro error, vuestros pasos?
CONDESTABLE.
¿No sois noble?
ROBERTO.
Sí lo soy.
25
CONDESTABLE.
¿Prometéis que vuestros labios
puertas sean, que cerradas
oculten agravios tantos?
ROBERTO.
Así la palabra os doy;
pondré al silencio candados. 30
CONDESTABLE.
¿No os toca mi honor también
como a padre mío?
ROBERTO.
Es llano,
y la defensa me toca.
CONDESTABLE.
Pues óyeme atento un rato:
en túmulos de cristal 35
no bien Febo sepultado,
le hicieron funestas honras
los huracanes nevados,
cuando sin las prevenciones
usadas en los palacios, 40
sin pedir al Rey licencia,
en su privanza fiado,
en aquesta casería
(bello objeto de esos prados)
me disteis a doña Blanca 45
esta noche.
ROBERTO.
Al caso vamos
ya os desposasteis con ella
porque antes enamorado
me pedisteis por favor
que os diese su blanca mano. 50
CONDESTABLE.
Anoche, pues, como digo,
no bien en tálamo blando
en el éxtasis de amor
iba repitiendo abrazos,
cuando a Blanca, vuestra hija 55
(vuelvo otra vez a avisaros
que sólo como a mi padre
mis congojas os declaro).
ROBERTO.
No tengáis, Conde, recelos,
que por padre y por anciano 60
me debéis cuerdos avisos;
porque es a veces descanso
el declarar los pesares
a quien puede remediarlos.
CONDESTABLE.
En efecto, yo amoroso, 65
prudente, apacible y grato,
almas dando en las razones
y espíritus en los labios,
a Blanca, apenas mi esposa,
blandamente me consagro, 70
(que aun el dueño en los principios
necesita de agasajos;)
cuando de sus bellos ojos
dos arroyos destilados
por la margen de su rostro, 75
retóricamente falsos,
de mis futuras desdichas
me anunciaron los presagios.
Y como la boca abría,
(ya desmayado topacio) 80
y las lágrimas bajaban
por sus manantiales claros
y entrándose fugitivas
por el clavel desplegado,
iban a su centro el alma, 85
vino a ser mayor el llanto,
pues exhalaba otra vez
lo mismo que había llorado
los suspiros que arrojaba
con despegos, con enfados, 90
eran volcanes deshechos
y eran congelados rayos.
Tanto, que al volverse entonces
mal hallada entre mis brazos
a un lado, mató una vela 95
que en un bufetillo acaso
estaba a la cabecera;
y por accidente extraño,
no con maña ni con soplo,
que ése es suceso ordinario, 100
sino el fuego de un suspiro,
volvió la llama a su estado.
Pero viendo en Blanca entonces
más que lisonjas, cuidados,
aparteme a la fineza 105
y retireme al agrado.
Finjo sueño, miente el alma;
la voz guardo, prendo el labio;
casi dos horas después
deste suceso pasaron, 110
ella suspirando siempre,
yo siempre disimulando,
cuando sintiendo mis penas,
siento en el retrete pasos;
no lo creo, aunque lo escucho, 115
si lo dudo, aunque lo alcanzo.
Doy el oído al silencio,
a la evidencia me aguardo,
y oigo decir, «Blanca, Blanca».
Ella, si no con los labios, 120
respondió con la inquietud
y el alboroto; que hay casos
en que por los accidentes
se acreditan los agravios.
Yo, aunque a escuras (¡qué de penas!) 125
tomo la espada irritado,
y a la venganza y castigo,
o me arrojo o me levanto;
tiro con la espada un golpe,
hallo en un broquel reparo, 130
y que me tira también
mi enemigo o mi contrario.
Sígole, y él se retira
a esa cuadra; tras él salgo,
doy voces, y sacan luces 135
a este tiempo tus criados;
y cuando pensaba bailar
la causa de asombros tantos
ni a mí me hallé en mi sentido,
ni a nadie en las piezas hallo. 140
Tomo la luz, como vide,
Y hallo los cuartos cerrados
por de dentro con cerrojos,
mi esposa sola en su cuarto
suspensa deste suceso; 145
yo mi ofensa imaginando,
dudo más y admiro más,
peno, sufro, siento y callo;
ya ilusiones imagino,
ya me confundo en encantos. 150
Pues si no es que baya salido
por el aire, no hay presagios,
estando cerrado todo,
de que esto me haya pasado.
lo cierto es que oí la voz, 155
que he reñido, que he dudado,
que está Blanca descontenta,
que has salido y me has hallado,
que aquesto me ha sucedido,
y que debes, como sabio, 160
o reducirme a consejos,
o habilitarme a cuidados.
ROBERTO.
Condestable de Sicilia,
aunque debiera culparos
en que acreditáis ofensas 165
ilusiones de un encanto,
no basta el enojo mío
ahora para enseñaros
cómo debéis proceder
en tan aparentes cargos. 170
Y no os hablo como padre
de Blanca, ni apasionado
en las cosas de mi honor,
como vuestro padre os hablo.
Decís que Blanca, mi hija, 175
vestida de desagrados
al amor que amante os debe,
esta noche se ha negado.
Decidme, ¿sabéis que ayer,
aún no a Enrique coronamos 180
en Palermo, cuando yo,
peligros atropellando
sin que lo supiera el Rey,
de vuestra sangre obligado,
viniendo a esta casería 185
os di liberal su mano?
Pues si ella remisa entonces,
yo entonces determinado
quise atropellar su amor,
no acreditéis por extraños 190
despegos tan naturales:
Al amor engendra el trato;
no tan presto ha de quereros,
tiempo habrá para obligaros,
que es delito en los principios 195
hacer el amor halagos.
Personas hay que quisieran
la noche de desposados,
aun en sus propias mujeres
hallar decentes recatos, 200
porque presumen celosos
o imaginan deslumbrados,
que quien sabe hacer finezas
a los primeros abrazos.
Pues la representa en él, 205
que en otro las ha ensayado.
Y en lo que decís, que oísteis
esa voz, desengañaos,
fábula es de vuestra idea;
que es la ilusión un engaño, 210
que más que lo visto en ella
viene a ser lo imaginado.
¿Queréis ver que es ilusión
de vuestro confuso encanto?
¿Muchas veces no os sucede 215
estar tan ciego y tan vario,
que aquello mismo que hicisteis
dudáis si fue imaginado
con la fuerza de la idea
y aprensión? Pues al contrario; 220
puede ser que aquello mismo
que fue un ente del engaño,
una ilusión del sentido
o un discurso apresurado,
tan receloso os confunda 225
y os reduzca tan extraño
que acreditéis sucedido
lo que aún no fue en vos pensado.
Y si hubo ruido de espadas,
¿cómo ni vuestros criados 230
ni los míos han sentido
la pendencia? Moderaos
en las fantasías, Conde,
que ¿cómo estando cerrados
los postigos por de dentro 235
pueda alguno haber entrado?
Y si alguien dentro quedara
al acostaros, no es llano
que al salir dejara abierto?
¿Veis como estáis engañado? 240
¿Cómo es fantasía vuestra
que os engolfa en vuestro engaño?
Y aunque me debáis enojos,
sabed, que nunca me espanto
de ilusiones del sentido 245
que son en el alma agravios;
y en los casos del honor
que son los forzosos casos,
no cumpliérades con vos
si valiente y arrojado 250
no os levantarais del lecho,
siquiera a desengañaros;
que cuando las ilusiones
vienen a costar cuidados,
en el escrúpulo sólo 255
queda un noble deshonrado.
Esto supuesto, volved,
con tan precisos descargos
a los requiebros primeros,
que puesto que yo os allano 260
dificultades de honor,
tocándome de ellas tanto,
os podréis asegurar
cuando en vuestro honor me encargo;
con que a un mismo tiempo aquí 265
cumplís con vuestro recato;
yo cumplo con mi consejo,
y habremos dispuesto entrambos,
yo consejos, vos finezas,
avisos yo, vos agrados, 270
y, en fin, Blanca, vos y yo
tendremos asegurado,
Blanca amor y vos sosiego,
glorias ella y yo descanso.
CONDESTABLE.
A evidencias del discurso 275
no he de mostrarme contrario;
pues me está tan bien creerlos,
digo, que yo me he engañado;
y pues Blanca está vestida
y sale ya de su cuarto, 280
vos, señor, os retirad,
que quiero amoroso y grato
agasajaría discreto
y desmentir avisado
de su ofensa los indicios 285
y de mi amor los recatos.
Y pues que ya ha amanecido,
esa luz podéis llevaros.
ROBERTO.
Sois discreto.
CONDESTABLE.
Sois prudente.
ROBERTO.
Mucho debo a vuestro agrado; 290
vuestro padre y vuestro amigo
he de ser.

 (Vase.) 

CONDESTABLE.
Yo vuestro esclavo;
vestirme quiero, si es fuerza
que han de salir mis criados,
y mirando mi alboroto 295
no sabrán mis desengaños.
 

(Arrímese a una puerta donde estará un bufete con la ropilla, capa y sombrero y golilla y vueltas, pretina y daga, y acabarse ha de vestir.)

 
 

Sale BLANCA por la otra puerta.

 
BLANCA.

 (Ap.) 

Ni sé de mis pensamientos
ni mis discursos alcanzo,
y aunque en toda yo me busco,
en toda yo no me hallo. 300
Anoche Enrique (¡ay de mí!),
como la llave ha guardado
de la puerta del jardín,
mis infortunios dudando,
no sabiendo el desposorio 305
se entró por él hasta el cuarto
de la rompida pared;
pero no bien hubo entrado
cuando le sintió mi esposo:
Salió tras él; mas a caso 310
se volvió a salir a escuras
la rota pared cerrando,
con que está dudoso el Conde;
él está aquí, yo le hablo,
aunque fuerce mi albedrío: 315
¡En qué confusión, qué caos,
se confunden mis sentidos!
¡Que un amor de tantos años
olvide tan presto a Enrique!
¡Por los cielos soberanos 320
que si vengarme pudiera...
pero paso, penas, paso:
Teneos, honor; tente, ofensa.
señor y dueño... No hallo
camino para fingir; 325
pero, corazón, finjamos
que no soy yo la primera
que en tan miserable estado
para aquél que menos quiere
se apercibe de agasajos. 330
CONDESTABLE.
Esposa del alma mía...
BLANCA.
Dueño y señor soberano...
CONDESTABLE.
No en balde ese prado ameno,
fragrante alcázar del Mayo,
copa en que la blanca aurora 335
bebe aljófar destilado,
os hace salva de flores
como a general del campo,
abatiendo las banderas
de sus cogollos nevados, 340
no en balde...
BLANCA.
Tened, Señor,
vuestras finezas extraño,
que haber estado confuso
y arrojado levantaros,
hablarme ahora amoroso, 345
antes ciego y avisado...
CONDESTABLE.
No prosigáis, deteneos;
que quiero desengañaros.
Como quiso darme Dios
gloria en vos y dicha en mí, 350
de uno me hizo dos aquí
por quereros como dos;
dos mitades fui por vos,
ejemplo de mi lealtad,
y ansí, esta noche pensad 355
que impaciente y arrojado
tuve en mi mismo cuidado
celos de mi otra mitad.
Yo era aquél que me buscaba
esta noche en mi osadía; 360
mas cuanto me confundía
menos tanto en mí me hallaba.
Uno era, y dos me dudaba,
a fuerza del ciego Dios
y dije volviendo a vos: 365
¿Por qué me busco importuno,
si no soy en mí más de uno
y para Blanca soy dos?
Luego si en dos me partí
por quereros, fue fineza, 370
si el recelar fue extrañeza
de tener celos de mí.
Sacad, pues, Blanca, de aquí,
que siendo yo el homicida
de esta vida dividida, 375
más fe en mis celos se advierte,
pues me buscaba la muerte
porque me dabais la vida.
BLANCA.
¡Oh, quién feriara a suspiros,
dulce esposo, al escucharos, 380
como un pecho para amaros,
mil almas para serviros!
Mis cuidadosos retiros,
si os han cansado groseros
no es, Conde, por no quereros 385
que en este mar del amar,
antes fue por conquistar
almas para mereceros.
Es mi amor tan desigual
de lo que amor suele ser, 390
que ha llegado a merecer
eternizarse inmortal.
Tal se alienta ánima tal
en mis discursos ajenos
que aunque viven de almas llenos, 395
como el vuestro queda atrás,
flor sólo deberos más
me holgara que fuera menos.
A eternidad se convida
aqueste amor lisonjero, 400
que siempre el amor primero
es el que dura en la vida;
y si la parca homicida
cortare el hilo mejor
de vuestra vida, mi ardor 405
me asegura en mi cuidado,
que aunque vos me hayáis faltado,
no puede faltar mi amor.
CONDESTABLE.
Equívoca habláis, Señora,
con diferente sentido; 410
pero aquí siento ruido,
dejémoslo por ahora.
 

Sale CUATRÍN.

 
CUATRÍN.
Sobre un mal domado potro,
comediante de la legua,
porque sólo en los lugares 415
los galanes representan;
postillón de la campaña,
cortés por toda excelencia,
pues a cada paso suele
hacer dos mil reverencias, 420
se apea en aqueste instante...
Pero ya pienso que llega;
él dirá quién es, pues yo
quise pintaros la yegua.
 

Sale ENRIQUE.

 
ENRIQUE.
No entre ninguno conmigo; 425
quedaos todos allá fuera.
¡Condestable! ¡Doña Blanca!
CONDESTABLE.
Señor, ¿cómo vuestra Alteza
hace alcázar esta quinta
y hace cielo aquesta selva? 430
ENRIQUE.
He salido esta mañana
a fatigar la maleza
desos montes, que a los cielos
eternidades apuestan,
con la Reina, y descubriendo 435
vuestra quinta, quise en ella
daros los justos castigos
de vuestras inobediencias;
y ansí, la Reina dejando
en la nevada ribera 440
a quien airado Neptuno
con globos de espuma argenta,
vengo a castigar delitos
de las intenciones vuestras.
¿Cómo os habéis atrevido, 445
Conde, sin daros licencia
a desposaros con Blanca?
¿Qué resolución es ésa?
Vive Dios, que en mis enojos
vuestros escarmientos vean, 450
cortándoos las viles alas.
CONDESTABLE.
Señor...
ENRIQUE.
No me deis respuesta.
CONDESTABLE.
Roberto, padre de Blanca
me dijo, que vuestra Alteza
lo permitió; y así, yo... 455
ENRIQUE.
Vive Dios, que si entendiera...
Pero llamadme a Roberto,
porque los castigos tenga
quien tuviere los delitos.
Id a llamarle.
CONDESTABLE.

 (Ap.) 

Hoy recela
460
el alma nuevas desdichas.

 (Va a llamarle.) 

ENRIQUE.
Salíos fuera vos.
CUATRÍN.
Y fuera,
con sólo un guiñarme de ojo,
de dos trancos a Ginebra:
¿Qué es a Ginebra? a Dalmacia. 465
¿Qué es a Dalmacia? a la Armenia.
y ansí por no dar enojos,
cejando con reverencias
más que quien lleva prestado,
me iré tomando la vuelta 470
desta sala hasta la otra,
donde reyes no me vean,
dando este paso hacia aquí,
con gorradas más bien hechas
que dan los que entran de balde 475
a un cobrador de comedias.

 (Vase.) 

ENRIQUE.
Blanca ingrata, fiera hermosa,
basilisco destas selvas,
hechizo tiranamente,
blandamente ingrata hiena, 480
que engañando con la voz
das muerte a tu forma mesma.
Vive el ciclo, esfinge aleve...
BLANCA.
Vuestra Alteza se detenga,
que no desmienten engaños 485
coléricas impaciencias;
si viene a darme a entender
que de mi empleo le pesa,
no le pese, vive el cielo,
ni a mí tampoco me inquieta 490
que vuestra Alteza se case
con Rosaura; y así sea
igual en los dos aquí
la ingrata correspondencia;
que yo con mi esposo, el Conde, 495
tan gozosa, tan contenta
me hallo desde anoche acá,
que solamente me pesa...
ENRIQUE.
¿Qué?
BLANCA.
Que no haya sido antes.
ENRIQUE.
¡Que esto mi enojo consienta! 500
BLANCA.
Ya sentí que anoche entró
por la rota pared, y ésta,
más que fineza es injuria,
más que lisonja es ofensa.
ENRIQUE.
Cuando olvidando el imperio, 505
que lo es mayor la belleza,
venía anoche a casarme,
¿Tan presto a llevar te dejas
de un agravio que es amor,
de una injuria que es fineza? 510
En fin, ¿te has casado?
BLANCA.
Sí;
vengueme de tus ofensas.
ENRIQUE.
¿Ésa es venganza?
BLANCA.
Es valor.
ENRIQUE.
¿Y tu amor?
BLANCA.
Tarde te quejas;
tú me dejaste.
ENRIQUE.
Tú fuiste
515
la que por una sospecha
o quizá por un deseo,
te casaste.
BLANCA.
¿Tú me niegas
que por reinar me olvidaste?
 

Sale EL CONDESTABLE.

 
ENRIQUE.
Es engaño.
BLANCA.
Es evidencia;
520
lo que yo digo es verdad
esposo, y dale cuenta,
por que está su Majestad
culpando tu inobediencia,
y yo te estoy disculpando, 525

 (Ap. 

El alma ya por la lengua
iba a arrojarse. ¡Ay de mí!
¡Que mis congojas me ciegan!)
ENRIQUE.
Conde, ¿no viene Roberto?
CONDESTABLE.
Dicen que está en la ribera 530
con la Reina, mi Señora.

  (Ap. 

¿Qué me perseguís, sospechas?
¿Qué me queréis, fantasías?
¿El Rey dejando a la Reina
se viene a la casería? 535
¿Qué enigmas, cielos, son éstas?
ENRIQUE.
Aunque Roberto os casase,
vuestra culpa es manifiesta,
pero es fuerza perdonaros;
y así, mañana quisiera 540
que a Palermo vengáis Conde.

 (Ruido.) 

¿Pero qué es esto?
CONDESTABLE.
La Reina,
que con Roberto ha llegado.
ENRIQUE.
No quisiera que me viera;
¿por dónde podré salir? 545
Que se ha de enojar por fuerza
pues la dije que a Palermo
me volvía.
CONDESTABLE.
Sin que os vea
No puede ser.
ENRIQUE.
¿Qué he de hacer?
CONDESTABLE.
Mirad que a esta cuadra llega. 550
ENRIQUE.
pues yo me arrojo a salir.
 

Sale ROSAURA y ROBERTO.

 
ROSAURA.
Señor, ¿cómo vuestra Alteza
en aquesta casería?
ENRIQUE.
Como pasaba por ella,
y he entrado a ver a Roberto, 555
que desde mi edad primera
me ha criado; ya sabéis
que éstas son forzosas deudas
de quien soy.
ROSAURA.
Tenéis razón;
merecen mucho las prendas 560
de Roberto.
ROBERTO.
El cielo os guarde.
ROSAURA.
Blanca, ¿de qué es la tristeza?
Vos, Conde, ¿qué os suspendéis?
Roberto...
CONDESTABLE.
¡Ay honor!
ROSAURA.
Me cuenta
que queréis a Blanca mucho. 565
CONDESTABLE.
Tanto, que si ser pudiera
que todos los que han amado
con diferentes finezas
aquel amor redujesen
a un sujeto, y éste fuera 570
capaz de sufrirle todo,
y contra naturaleza
aspirar a ser mayor,
y otra vez se repartiera
entre todos los amantes, 575
fuera el hacer competencia
una luz a la del día,
una flor con las estrellas,
un arroyo con el mar
a la menor llama destas 580
que siento en el corazón;
porque en Blanca tan discreta,
tan hermosamente afable,
tan gallardamente bella,
que ella merece por sí, 585
como todas las bellezas.
Luego si una, siendo todas,
vive eterna en mis potencias,
viendo los méritos suyos
para pagarlos, es fuerza, 590
si merece como todas,
que como todas la quiera.
ROSAURA.
Bien encarecido está.
BLANCA.
Poco el Conde me debiera
si yo no digo mi amor 595
(Vuestra Alteza dé licencia),
que entre dos que bien se quieren
fuera muy poca fineza,
que el uno su incendio diga
y otro calle sus ternezas. 600
Es mi amor tan excesivo,
que antes que mi esposo fuera
sin haberle visto nunca,
dentro de mi propia idea
le estaba queriendo siempre, 605
tanto, que en mí es evidencia,
que no por verle le quise,
sino por naturaleza.
Pues si amor es accidente
que en el sentido se engendra, 610
y mi esposo, el Conde, aquí
de su afecto me confiesa
que me quiso por mirarme,
más gloria a mi amor se deba,
pues yo le adoré sin verle; 615
síguese, pues, que aunque tenga
amor como todos juntos,
ese mismo amor me enseña
que habiendo sido accidente,
por accidente pudiera 620
faltar también este amor.
Luego es fuerza que le exceda,
si mi amor es natural
y su amor es contingencia.
ENRIQUE.
Mucho más le quiere Blanca. 625

  (Ap. 

¿Qué esto mi dolor consienta?)
BLANCA.

 (Ap.) 

¡Que a este tiempo haya llegado!
CONDESTABLE.

 (Ap.) 

¡Ah, si éstas verdades fueran!
ROSAURA.

 (Ap.) 

¡Ah, si así le quiere Blanca!
BLANCA.

 (Ap.) 

Mi enojo y mi agravio sientan. 630
ROSAURA.
Ya es hora de ir a Palermo.
CONDESTABLE.
Permítame vuestra Alteza
que vaya hasta allá a servirla,
puesto que no hay media legua
desta quinta hasta la corte. 635
REINA.
Quedaos, Condestable, en ella,
porque sois recién casado,
y es doña Blanca muy bella,
y haréis falta en vuestra casa.
CONDESTABLE.
Mi silencio es mi obediencia. 640

 (Ap. 

¡Qué agravios! Qué desconsuelos!)
ROSAURA.
Roberto conmigo venga.
ROBERTO.
Obedeceros es justo.
ROSAURA.
¿No está cansado tu Alteza
de haber andado esta noche 645
fatigando la maleza?
¿No venís?
ENRIQUE.
Ya os obedezco.
CONDESTABLE.

 (Ap.) 

¡Esta noche ha estado fuera!
ROSAURA.
Blanca, pues tenéis esposo
que vuestras partes merezca, 650
veneradle como a tal;
no os digo más, sois discreta.
Conde, pues la queréis tanto,
y ella adoraros confiesa,
mirad que es hermosa Blanca, 655
tened cuidado con ella.
 

(Vanse ROSAURA y ROBERTO.)

 
BLANCA.

 (Ap.) 

Honor mío, valor mío,
¿dónde hallaré resistencia?
Pero huir es valentía,
cuando es la desdicha cierta. 660

 (Vase.) 

ENRIQUE.
Blanca, adiós.
CONDESTABLE.
Ya se fue Blanca.
ENRIQUE.

  (Ap. 

¡Qué de espíritus me lleva!)
Adiós, Conde.
CONDESTABLE.
El cielo os guarde.
ENRIQUE.
¡Ay, Blanca, y cuánto me cuestas!

 (Vase.) 

CONDESTABLE.
¿Qué es esto que por mí pasa? 665
¿Qué confusiones son éstas?
Alerta, cuidados míos,
que toca el honor a leva.
Discursos, huid de mí,
apartaos de mí, sospechas. 670
¡Blanca anoche al desposarse
triste, dudosa y suspensa,
trocado en nieve su nácar,
su carmín en azucenas!
¡En el lecho suspirando, 675
desmayada y macilenta,
mal hallada entre mis brazos,
arrojando fuego en perlas!
¡El Rey en la casería
tan de mañana! ¡La Reina 680
siguiéndole cuidadosa,
él escondiéndose de ella!
Cuando yo entraba, mi esposa...
Pero no pronunciéis, lengua,
tanto linaje de injurias, 685
que unas con otras se encuentran.
¡Ay del tiempo en que el agravio
de tal especie se engendra,
que declararle es injuria
y reprimirle es ofensa! 690
Mas yo le digo a mí mismo,
pues no con mi honor cumpliera
si no lo sintiera tanto;
que aunque es verdad que la afrenta
en tanto afrenta se llama 695
en cuanto pública sea,
y ésta sólo yo la juzgo,
al que noble sangre alienta
más que la publica al mundo
debe mirarla secreta. 700
La Reina ha dado a entender
que el Rey ha salido fuera
esta noche de palacio;
yo sentí en mi cuadra mesma
voces y pasos; es cierto, 705
que esto de las apariencias
pueden engañar acaso;
pero no hay porque se crea
que todos cinco sentidos
uno toque y otro vea, 710
uno escuche y otro alcance,
y que todos cinco mientan.
Luego arguyo bien, es cierto;
mas la Reina entre sus penas,
que era hermosa sí lo dijo, 715
y que mirase por ella.
Ea, ¿qué dudo? ¿qué aguardo?
¡Oh ayúdeme mi prudencia!
¿Y que no advirtiese yo
(¡oh cuánto una pasión ciega!) 720
que el Rey, antes que lo fuese,
en esta quinta pudiera,
puesto que vivió con Blanca,
idolatrar su belleza?
Y si el Rey me negó a Blanca 725
al pedirla, ¿no era fuerza
que para hacerlo tuviese
alguna llama encubierta?
¿Pero esto, no puede ser
que una fantasía sea, 730
que de algún fácil principio
poco aparente proceda?
No es posible; sí es posible,
que a veces en nuestra idea,
como el natural humano 735
a los discursos se deja,
si alguno grabar procura
la imaginación primera
en el carácter del alma,
es el honor de manera, 740
que cuanto se dice y habla,
cuanto se imagina y piensa,
ya de otra razón se alegue,
ya de otra causa proceda,
piensa que todo se dice 745
porque se sabe su ofensa.
Bien arguyo; ¿pero cómo
se ha de apagar este Etna
que en la materia del alma
pródigamente se engendra? 750
¿Cómo, si no las admito,
no descarto mis sospechas?
Pero ya se me ha ofrecido
una industria con que es fuerza
o que viva el desengaño 755
o que mis discursos mueran.
Yo he de intentar esta noche
ser juez de su inocencia,
o testigo de mi agravio;
pues cuando a un tiempo me cercan 760
desengaños al indicio,
y a mis dudas evidencias,
disimularlas es yerro,
reprimirlas imprudencia,
no castigarlas delito, 765
atropellarlas vileza,
contenerlas es oprobio,
no buscarlas negligencia,
recatarlas es rigor,
apresurarlas violencia 770
y así sólo averiguarlas
mi industria esta noche ordena,
dando al indicio castigos,
dando al honor resistencias,
al deseo sufrimientos, 775
quilates a la prudencia,
palma a mi honor si hay victoria,
muerte a Blanca si hay ofensa.

 (Vase.) 

 

Salen BLANCA y SILVIA con una luz.

 
SILVIA.
Deja, Señora, el llorar,
pues le das al sentimiento 780
más quilates de tormento,
más incendio en que penar;
más pienso que por vivir
inmortal en tu tristeza
has hecho naturaleza 785
el suspirar y sentir.
BLANCA.
No puede haber suspensión
en tan hallado tormento,
pues las lágrimas que siento
sudores del alma son, 790
gran fuego se alienta en mí.
SILVIA.
Di, Señora, tu desvelo,
pues quizá hallarás consuelo
en mí.
BLANCA.
No te toca a ti;
mis penas el alma llora 795
déjame conmigo estar.
SILVIA.
Obedecer y callar
es lo que me toca agora.
 

Sale CUATRÍN.

 
BLANCA.
¿Y tú qué quieres, Cuatrín?
CUATRÍN.
Vengo a decir si te agrada... 800
BLANCA.
¿Qué es a lo que vienes?
CUATRÍN.
Nada.
BLANCA.
Dilo, acaba.
CUATRÍN.
Digo, en fin,
que el Conde...
BLANCA.
Di.
CUATRÍN.
Mi señor
en este instante va fuera,
y dijo que te dijera 805
que perdonases su error;
porque no puede venir
esta noche entre tus lazos
a gozar dulces abrazos;
yo no sé si iba a reñir, 810
porque al llegar a avisar,
sea mohína o deshonra,
dijo que un negocio de honra
había de averiguar;
en fin, se fueron los dos, 815
y de lo que el Conde intenta
he venido a darte cuenta.
BLANCA.
Mala Pascua te de Dios,
vete.
 

(Hace que se va y vuelve algunas veces hasta que se entra.)

 
CUATRÍN.
Voyme, aunque me espanto
de lo mucho que has sentido, 820
porque yo no he presumido
que a tu esposo quieres tanto.
BLANCA.
¿No te vas?
CUATRÍN.
Estás cruel.
BLANCA.
No es ése ¡ay Dios! mi cuidado.
CUATRÍN.
No pienso que te he contado 825
como llevaba broquel.

 (Hace que se va y vuelve.) 

BLANCA.
Cuatrín, enfadoso estás;
déjame, acaba.
CUATRÍN.
Y, en fin,
digo que se irá Cuatrín;
pero dime...

 (Hace que se va y vuelve.) 

BLANCA.
¿No te vas?
830
CUATRÍN.
Ireme, pues te ofendiste,
y enojos tantos previenes:

 (Lo mismo.) 

Así, ¿no dirás qué tienes
que estás, Señora, tan triste?
BLANCA.
Vete o, vive Dios, grosero... 835
CUATRÍN.
Digo que soy un cansado,
y que todo cuanto he hablado
fue por boca de barbero;
pues sólo quien lo es ahoga
con arenga dilatada, 840
en viendo un hombre que enfada,
no hay cosa como dar soga.
 

Sale SILVIA.

 
SILVIA.
Señora, el Rey ha llegado
por la puerta del jardín,
y a no estar aquí Cuatrín 845
presumo que hubiera entrado.
sabe que el Conde está fuera,
y dice que te ha de ver.
BLANCA.
Silvia, ¿qué tengo de hacer?
SILVIA.
Él entra ya, no quisiera 850
estar aquí; yo me voy,
porque se ha quedado abierta
del jardín la verde puerta.

 (Vase.) 

BLANCA.
¿Dónde vas?
SILVIA.
A cerrar voy.
 

Sale ENRIQUE.

 
ENRIQUE.
Blanca, perdona el error, 855
que sabiendo que tu esposo
fue a Palermo, cuidadoso
vengo a ablandar tu rigor;
enternézcate el dolor
con que me busco en tus ojos, 860
y aunque en tan fieros despojos
no acredites mis ternezas,
las que eran en ti finezas
no vengan a ser enojos.
Aún no me aparto de aquí, 865
cuando con nueva osadía,
como en tus ojos solía,
me vuelvo a buscar en ti.
¡Ay de mi vida! ¡Ay de mí!
Pues que te llego a querer 870
tanto, que más puede ser
con que es fuerza que haya sido
dejar de haberte querido
que dejarte de querer.
BLANCA.
Enrique, rey de Sicilia, 875
monarca el más poderoso,
si avariento de tus rayos
te negaste a mis sollozos,
ya que arrojado te induzcas,
te precipites furioso 880
a romper de aquestas puertas
bien merecidos decoros,
oye en razones sucintas
mal declarados enojos,
y débeme desengaños 885
pues te debo injurias sólo.
Qué de veces, si te acuerdas,
por este tabique roto,
que un artífice labró
con secreto artificioso, 890
nos estudiamos las almas,
tan suspensos, tan absortos,
tan iguales, tan amantes,
que en recatados coloquios
nosotros mismos tuvimos 895
dulces celos de nosotros.
y viéndonos tan suspensos
el apacible Favonio,
de las luces de la aurora
nos dio aviso en blandos soplos; 900
pero aquí anhelando muero,
aquí del llanto me ahogo;
fuiste rey, dándome amante
mano y palabra de esposo.
fui a Palermo, hallete (¡ay Dios 905
con qué de afectos lo lloro!)
con Rosaura desposado.
¡Oh! entonces aquese monstruo
de nieve, ese mar soberbio,
por rizos de espuma escollos 910
me diera infausto sepulcro
en su centro cavernoso
quise vengarme de mí,
airada al daño me expongo,
desposeme con el Conde, 915
y tan otra me provoco,
que por darme ese castigo,
diligencié mis oprobios.
Caseme, en fin; ¡cuánto yerra
la que por vengar su enojo 920
contra su gusto se casa
habiendo querido a otro!
Pues darse entonces la muerte
era una desdicha sólo;
pero casarse a disgusto 925
vienen a ser dos ahogos:
uno, no poder jamás
desechar el amor propio,
que es natural, el primero;
y es el otro, tener odio 930
por los impulsos de amante
a los afectos de esposo.
Y aunque todas estas cosas,
blandamente rigoroso
contra mi amor intentaste, 935
tanto a quererte me arrojo,
tanto; pero ¿cómo lengua,
imaginaciones, cómo
os lleváis de los afectos?
Señor, Señor, aunque logro 940
honras en ser vuestra esclava,
mi esposo es noble, mis ojos
con la lengua de su llanto,
que os están hablando a golfos,
os suplican que os venzáis; 945
dejadme en blando reposo
de inquietudes de mi vida
solicitar desahogos.
Y si arrojado intentáis
hacer al vulgo notorios 950
vuestros afectos pasados,
a mi esposo hacéis forzoso
el agravio en la intención
cuando venganzas aborto
por los ojos en mi injuria, 955
cuando ni mi amor pregono,
ni mis agravios allano,
ni mis impulsos revoco.
Yo misma seré el suplicio
de mi vida rigoroso, 960
y sacando el corazón
del pecho en que yo le acojo,
tomaré venganza en él,
porque se inclinó alevoso
a quereros inconstante; 965
y agora esta mano, sólo
porque ha tocado a la vuestra,
siendo cobarde despojo
de la ofrenda de marido
he de abrasar poco a poco 970
en esta confusa llama...

 (Va a quemarse la mano en la vela y mátala.) 

ENRIQUE.
Tente.
BLANCA.
Porque de este modo...
Mas ¡cielos, la luz he muerto!
Silvia, luz.
ENRIQUE.

 (Ap.) 

Presumo que oigo
un golpe hacia aquesta parte, 975

 (Suena dentro ruido de golpe como de persona que salta.) 

y puede ser que su esposo
haya entrado; yo me aparto
por este jardín frondoso,
cuya llave traigo aquí;
porque viene a ser más logro, 980
ser por noble desdichado
que por ingrato dichoso.

 (Vase y no lo eche de ver BLANCA, y prosigue, pensando que está aquí.) 

BLANCA.
No puede tardar la luz;
yo prosigo con mi enojo:
En efecto, rey Enrique, 985
pues una vida malogro,
que fue roca a tus finezas
y a tus afectos escollo,
no permitas, no permitas
no, que el vulgo malicioso 990
con sombras de honor tirano
eclipse mi honor heroico.
Confieso que te he querido,
Enrique, siendo en el golfo

 Sale EL CONDE por la otra puerta con espada y broquel, lleno de polvo, y vase careando con ella. 

del amor de tanto tiempo 995
poco cursado piloto.
déjame, Enrique atrevido,
que aunque es verdad que a mi esposo
no reportada aborrezco,
no tampoco, no tampoco 1000
te quiero, si antes te quise.
Aunque no constante borro
de la memoria impresiones
que esculpí con líneas de oro,
pero mi esposo y mi honor 1005
antes han de ser que todo.
Vete, Enrique, déjame;
pues a tus plantas me postro,
pidiendo...

 (Arrodíllase delante de su marido.) 

 

Sale SILVIA con luz.

 
SILVIA.
Aquí está la luz. 1010
BLANCA.
Esposo, ¡ay cielos! si tomo...
Si yo... si... porque... si acaso...
Si Enrique...

 (Túrbase.) 

CONDESTABLE.
Blanca, ¿qué asombros
os conducen tan suspensa? 1015
Vete Silvia.  (Ap.  Aquí, socorros

 (Vase SILVIA.) 

de mi ardiente corazón;
aquí fuego misterioso;
el Rey estaba con Blanca,
o ella haciendo soliloquios 1020
se ensayaba en su venida.
¡En qué de enigmas me engolfo!
«Déjame, Enrique atrevido,
que aunque es verdad que a mi esposo
no reportada aborrezco, 1025
no tampoco, no tampoco
te quiero, si antes te quise.»
Al examen rigoroso
me llaman estas palabras
de mi honor. Mas ¡cielos! ¿cómo 1030
averiguaré mi ofensa?
Pero quedándonos solos
he de ser juez de mi causa;
yo propio ¡ cielos! yo propio
me he de buscar la disculpa 1035
pues el cargo es tan notorio.
Cerrarla quiero, y salir
a mirar si en los contornos
algún criado me escucha,
que es honor tan melindroso 1040
que después de averiguado,
aunque le sirvan de abono
apariencias ya de pluma,
evidencias ya de plomo
pensando que han de poner 1045
en las presunciones dolo,
queda recelosa el alma
y el honor escrupuloso.)

 (Cierra por fuera las puertas y vase.) 

BLANCA.
O es ilusión lo que miro,
o es engaño lo que toco, 1050
o es enigma lo que advierto,
fantasía lo que ignoro,
o es que ni alcanzarme puedo
ni a mí misma me conozco.
¿Mi esposo no estaba fuera? 1055
Pues ¿cómo entró aquí mi esposo
¿El Rey no hablaba conmigo?
¡Qué es esto, cielos piadosos
pero sin duda se fue
por el jardín, receloso 1060
o airado de mis razones;
gran daño en mis males corro,
pues mi esposo me ha cerrado;
todo es males, daños todo:
Deme ya la muerte fiera, 1065
aunque sin culpa la gozo.
Pero ¿qué dirá Sicilia
de mi muerte? Si es forzoso
que acredite no inocencias,
que si un marido celoso 1070
se determina arrojado,
piensa el vulgo escandaloso
que hubo delito si hay sangre
que hubo culpa si hay enojos.
pues consentir el castigo 1075
es de mi sangre desdoro,
hacer vanas resistencias
tampoco ha de ser ahorro.
¡Ay de mí! que tan suspensa,
tan discursiva me cobro, 1080
que ni a la muerte me allano,
ni a la vida me acomodo.
¿Qué tengo de hacer? huir;
mas si está cerrado todo,
¿cómo saldré a esotra cuadra? 1085
Mas por el tabique roto,
pues no he tenido lugar
para cerrarle, me arrojo
en lance tan apretado
a entrarme, porque es impropio 1090
cuando hay salida a la vida
peligrar en lo dudoso.
Y pues que salgo a otro cuarto,
busco a mi padre, que es logro
de mi honor guardar mi vida, 1095
que en pasando aqueste enojo,
podrá haber satisfacciones
y ahora desdichas sólo.
 

(Ha de haber un tabique hecho de madera y dado de cal por encima, que se abra, y después a su tiempo se caiga todo, y encima dél ha de haber algunas pinturas. Abre BLANCA el tabique y vase.)

 
 

Sale EL CONDESTABLE abriendo las puertas.

 
CONDESTABLE.
Todo este cuarto he mirado
advertido y cuidadoso, 1100
y nadie escucharnos puede.
¡Oh cuánto, cielos, me importo
para averiguar yo mismo
estos celos rigurosos!
Mas ¿cómo no está aquí Blanca? 1105
¿Blanca? Suspenso y absorto
me tiene mi fantasía;
Blanca hermosa, miento, monstruo
de mi honor. ¡Cielos! ¿qué es esto?
por las venas y los poros 1110
helado sudor me cubre.
¿Qué ilusión de mis enojos
es ésta? ¿Yo no he cerrado?
Pues ¿cómo ¡ay pesares! cómo
no parece Blanca? Quiero 1115
mirar si del alboroto
dejé las puertas abiertas;
cerradas están; no topo
a mis discursos salida,
pues tener llave es impropio, 1120
que hoy he echado llaves nuevas
a esas puertas, receloso
de una vana fantasía.
Pues pensar que ha sido asombro
o ilusión, es desmentirme 1125
a mí mismo; pues ¿qué modo
tendré para averiguarlo?
Pero ya, ¡ay cielos! conozco
que hay culpas en Blanca, y muchas,
pues huyendo de mis ojos 1130
las que en mí fueron sospechas,
son para su dueño abonos.
Él huyó, luego es culpada;
pero, ¿por dónde, si el Noto
por impulso de sus alas 1135
no la ha llevado a otro polo?

 (Llaman a una puerta.) 

Cielos, llamaron; yo quiero
abrir, desmintiendo al rostro
las sospechas de mis males.
¿Quién es?
 

Sale ROBERTO.

 
ROBERTO.
Yo, que a lo furioso
1140
de tus voces he llegado;
¿Qué tienes, hijo?
CONDESTABLE.
Estoy otro
de quien era en mi discurso,
siendo enigma de mis ojos.
Blanca...
ROBERTO.
¿Qué dices de Blanca?
1145
De Palermo vengo, y sólo
a Blanca encontré, arrojando
por la margen de su rostro
en esta primera cuadra
dos destilados arroyos. 1150
CONDESTABLE.
¿Blanca está allá fuera?
ROBERTO.
Sí.
CONDESTABLE.
No puede ser.
ROBERTO.
Reconozco
Que estás otro, como dices.
¿Blanca?
 

Sale BLANCA.

 
BLANCA.

 (Ap.) 

Señor, yo me arrojo.
CONDESTABLE.

 (Ap.) 

O es ilusión cuánto miro, 1155
o es incierto cuánto toco.
¿El Rey no estaba con ella?
¿Yo no vine cuidadoso?
¿No sacó Silvia la luz?
¿No cerré a Blanca yo propio? 1160
Pues ¿cómo ahora está fuera?
ROBERTO.
¿Qué tenéis, Conde?
CONDESTABLE.

 (Ap.) 

Yo propio
¿no me escondí aquesta noche?
¡Mas que me ha de volver loco
esta quinta!
ROBERTO.
¿Qué tenéis?
1165
CONDESTABLE.
Tengo una pena que ignoro.
ROBERTO.
¿Quién la causa?
CONDESTABLE.
No lo alcanzo
ROBERTO.
¿Cómo ha sido?
CONDESTABLE.
No sé el cómo.
ROBERTO.
¿No lo sabes?
CONDESTABLE.
Sí lo sé.
ROBERTO.
Di el efecto.
CONDESTABLE.
Aquese ignoro.
1170
ROBERTO.
¿De dónde nace?
CONDESTABLE.
De mí.
ROBERTO.
¿Quién las obra?
CONDESTABLE.
Yo las obro.
ROBERTO.
¿A dónde vas?
CONDESTABLE.
A morir.
ROBERTO.
¿Qué logras?
CONDESTABLE.
Descansos logro.

 (Vase.) 

ROBERTO.
¿Qué es esto, Blanca?
BLANCA.
No sé.
1175
ROBERTO.
¿Qué sientes?
BLANCA.
Desdichas lloro.
ROBERTO.
¿Por qué causa?
BLANCA.
Por la tuya.
ROBERTO.
¿Qué te hice yo?
BLANCA.
Darme esposo.
ROBERTO.
¿Qué es el remedio?
BLANCA.
La muerte.
ROBERTO.
¿No hay otro, Blanca?
BLANCA.
No hay otro.
1180
ROBERTO.
Oh, ayúdeme mi prudencia.
BLANCA.
Sí hará, pero puede poco.