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El desafío de Carlos Quinto

Francisco de Rojas Zorrilla



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Personas

CARLOS QUINTO
EL REY DE HUNGRÍA
SOLIMÁN,   gran turco.
EL DUQUE DE ALBA
EL MARQUÉS DEL BASTO
JUAN SEPUSIO
ABRAIMO
DON LUIS DE LA CUEVA
BUSCARUIDO
DOÑA LEONOR
LUNA
MARI BERNARDO





ArribaAbajoJornada primera

 

Sale DOÑA LEONOR, con máscara, y tras de ella, DON LUIS DE LA CUEVA.

 
DON LUIS
Copia de la luz primera,
tú, que con seguridad
del cuerpo de la ciudad
me has sacado a esta ribera;
y con el cubierto velo
que disfraza tu blancura,
eclipsas tanta hermosura
y rebozas tanto cielo :
puesto que ya te he seguido
y de Viena me has sacado,
dime, pues soy tu llamado,
si vengo a ser tu escogido.
No es el que me trae tu ardor,
que aunque te sigo, deidad,
vengo de curiosidad,
y no he venido de amor:
y aunque viniera amoroso
a adorar tu rostro puro,
ni tan fácil te aseguro,
ni a mí me hallo tan dichoso.
Si es desafío, me di,
pues al campo hemos llegado.
Dime, ¿por qué me has buscado,
y a qué me has traído aquí?
Ya escuchar tu voz intento
y tu belleza adorar.
DOÑA LEONOR
A un tiempo te quiero dar
la voz y el conocimiento.

 (Descúbrese.) 

DON LUIS
Divina prenda, Leonora,
¿cómo a buscarme has venido?
DOÑA LEONOR
Diré lo que ha sucedido,
si me estás atento ahora.
DON LUIS
¿No me llegas a abrazar?
DOÑA LEONOR
Antes referirte intento,
que cae mejor el contento
cuando intervino el pesar.
DON LUIS
¿Cómo de Liens has venido,
tu patria, a buscarme aquí?
¿No estaba sitiada?
DOÑA LEONOR
Sí;
oye lo que ha sucedido,
y no intentes divertirte,
que ahora quiero contarte
desde el principio de amarte
hasta el fin de persuadirte.
Era una hermosa mañana,
cuando las sombras lúgubres
huyendo del gran planeta
al Poniente se conducen,
y el alba que le aposenta
borda de perlas las cumbres
o ya luciente las ría,
o fatigada las sude,
cuando yo sobre un caballo
que de hipogrifo presume,
pues sin ajarlas, las piso
de flores la muchedumbre,
salí a ensayarme en la guerra
con la caza, imagen útil
donde el corazón se anima,
y donde el valor se infunde.
Tras el cerdoso animal
que precipitado sube
el abrigo espeso, y grave
de los podos y acebuches
con el venablo corría,
cuando en este impulso luce
que como siempre con Venus
los ensayos de amor tuve,
al diferenciarlos pasos
me reduce a la costumbre.
No bien vibraba el venablo,
para que el brazo le pulse
a dar diluvios de sangre
que el campo sediento ocupe,
cuando un clarín por el aire
o me para o me confunde,
que las lisonjas de Marte
son de Venus pesadumbre.
Vuelvo a examinar la causa,
y advierto que se descubren
de caballos españoles
dos tropas que el campo pulen
para que galán se vista
de centauros andaluces.
Tú en todos, de más gallardo,
con haber tantos, presumes;
que no por la competencia
el mérito se desluce.
Mirásteme atentamente,
solté a tus ojos mis luces,
elevose mi pasión
(Todo el valor se reduce),
eclipses mi honor padece,
volcanes mi pecho incluye;
y aunque el confesarlo es
gran bajeza de mi lustre,
no ande hipócrita el cuidado
cuando dos almas se unen,
porque faltara al amor
quien a la materia acude.
Subiste con tus soldados
a Viena, donde puse
en tu presencia estos linces
racionales, que confunden
la vida y la muerte a un tiempo;
pues cuando por ellos triunfen,
basiliscos de sí propios,
a sí propios se destruyen.
Volviste, pues, de Viena,
y con afectos comunes,
pues siempre es vulgar entrada
la que el amor introduce,
me obligaste cariñoso,
mi honor a tu pecho expuse,
como mujer te creí,
encendiose aquella lumbre
que aun después de hecha cenizas
constante en el alma luce,
y escuché tu voluntad,
que siempre el mérito suple
las circunstancias del trato,
y con nuevas inquietudes
quedamos los dos a un tiempo,
tú puesto a las servidumbres,
yo al premio de tus cuidados;
fuiste a Viena, y yo fuime
a Liens, mi patria; y los dos
en ese monte, que escupe
por tantas bocas de piedra
cristales que el campo usurpe
nos hemos visto mil veces;
y porque el amor le ayude,
de los más finos afectos
fingimos ingratitudes.
Seis días ha que no te he visto,
seis días ha que el cielo cubre
de genízaros y turcos
esos campos y esas cumbres;
y aunque te he venido a ver
a un riesgo grande me expuse,
y por la senda encubierta
que aquella montaña cubre,
sin que yo misma me hallase,
hice que a los turcos burle
este Pegaso de nieve,
emulación de las nubes.
Liens, mi patria, está cercada,
viento, que en las hojas cruje;
rosa, que es joya del prado;
ave, que el viento discurre;
árbol, garzota en la selva;
clavel, del alba presume;
Clicie, que al sol enamora;
cristal que las peñas bruñe;
éste no queda en el campo
sin que enemigos le chupen;
árbol, sin que le destronquen;
ave, sin que la atribulen;
rosa , sin que la marchiten;
ni Clicie, sin que la turben;
clavel, sin que le deshojen;
ni viento, sin que le ocupen.
Quinientos mil combatientes
trae Solimán, y presume
asaltar, si Liens le falta,
esas murallas azules.
Flechas dispara que al viento
sus corvos arcos sacuden;
al caer en la ciudad
tan espesas se conducen,
que parece cuando llegan
que las arrojan las nubes;
tormentas padece Liens;
no hay pecho que no se turbe,
ánimo que no se encoja,
necedad que no caduque
consejo que no se yerre,
discordia que no se junte,
suspiro que no sea pena,
pena que no se articule.
El infante entre los brazos,
bien que la madre le arrulle,
sin saber por lo qué llora,
llora más que por costumbre.
El soldado duda el bien,
desmayos el llanto induce,
el valor apenas se halla,
la queja a los cielos sube;
y, en fin, ánimo, consejo ,
mocedad, discordia inútil,
suspiro, pena, cuidado.
Llanto, que el dolor resume,
ni unos al trabajo anhelan
ni otros al alivio sufren.
¿Pues cómo, dime, don Luis,
es bien que a este tiempo uses
de la esquivez y del miedo?
¿Cómo, soldado, no acudes
a libertar a tu dama?
¿Y cómo , amante, se sufre
que yo esté cerca, en Liens,
y tú, en Viena te ocupes
en repetir el cuidado,
sin que tus afectos hurten
para el amor una parte
de la que el ocio introduce?
Que yo te venga a buscar
permíteme que te culpe,
que a quien habla con razón
cualquier despego se sufre,
no es justo, no, que tu amada
te solicite y te busque,
y que tú, siendo mi amante,
o me olvides o me burles.
Ea, don Luis, vuelve en ti,
tu brazo la pica empuñe,
el coselete en tu pecho
al otomano deslumbre:
digiere aquel hierro ardiente
que el tiro de bronce escupe,
y sean para sus balas
tus entrañas avestruces.
En Liens, está el enemigo,
violetas, y almoradujes
que hermoseó el Abril,
vuelven sus plantas a Octubre.
Ya no vuelvo por mi parte,
la tuya es quien más me induce,
pues can es el otomano,
herido del hierro aúlle;
sea tu brazo el instrumento
que la pica al pecho pulse;
mueran estos enemigos,
mares de sangre fluctúen,
que de sus cobardes venas
tantos corales inunden;
para sepultar sus cuerpos,
sean las ramas ataúdes,
el sepulcro sean las grutas
y el mausoleo esas cumbres.
Y el cielo quiera también
que mi amor del tuyo triunfe,
que pagues desta constancia,
que esas asperezas mudes,
porque te adore soldado,
porque valiente te ayude,
para que te sirva amante
y mi dueño te pronuncie.
DON LUIS
Bellísima Leonor mía,
en quien mi amor se recrea,
bello objeto de mi idea,
recreo hermoso del día,
confieso que apetecía
tu amor, escollo y diamante;
pero hoy más fino y constante
me haces que exceder intente
más tu enojo en lo valiente
que tu fineza en lo amante.
Tu esfuerzo a un tiempo y tu amor
tu celo y tu fe asegura,
mezclado con la hermosura
¡qué bien parece el valor!
Este cobarde temor
es un honroso cuidado
que el pecho tuvo parado,
pues en acción semejante
no habrá de ser buen amante
quien no supo ser soldado.
Fernando, que es, rey de Hungría,
o con recelo o con pena
a socorrer a Viena
de Ratisbona, me envía;
mira bien si no sería,
aunque tu favor me llama,
acción que eclipse mi fama
contra la debida ley
ser cobarde con mi rey
y valiente con mi dama.
Si a Liens voy a socorrerte,
y dejo a Viena, en rigor,
por dar la vida a mi amor
le doy a mi honor la muerte;
y aunque llegue a merecerte
podrá tanto la pasión,
que dirás entre la unión
que el fuego a dos pechos llama,
¿cómo acudirá a su dama,
quien falta a su obligación?
¿Cómo tus ojos no ven
(pues en el riesgo reparas)
que tú misma condenaras
lo que a ti te estaba bien?
Pues estén a un tiempo, estén,
entre recelo y dolor,
para unir con más primor
dos penas con una gloria,
este amor en tu memoria,
y esta sangre en mi valor.
DOÑA LEONOR
Repara don Luis, repara,
aunque al daño me apercibo,
que te agradezco lo esquivo
y lo amante te culpara;
necia fuera si ignorara
que tu fama es honra mía,
y con bizarra osadía
quisiera, o con mas ardor,
lo que me sobra de amor
dártelo de valentía.
Pero eres tan arrogante
que entre mí propia he pensado
que te sobra más de osado
que a mí me sobra de amante,
aunque es mi amor tan gigante.
DON LUIS
Deja afectos tan ajenos,
que aunque te parecen buenos
el crédito perderás,
pues yo le tengo por más,
y puede ser que sea menos.
DOÑA LEONOR
Pues a Liens quiero volverme.
DON LUIS
A Viena he de volver,
aunque es preciso temer
que he de perderte y perderme.
DOÑA LEONOR
Si el recelarme es quererme,
yo no quiero esa firmeza.
DON LUIS
¿No la llamarás fineza?
DOÑA LEONOR
¿Qué temes, pues?
DON LUIS
Un rigor.
DOÑA LEONOR
¿De qué nace?
DON LUIS
De un temor.
DOÑA LEONOR
¡Qué ignorancia!
DON LUIS
¡Qué terneza!
DOÑA LEONOR
Vence ese engaño mortal
no mueras de prevenido,
suelta la rienda al olvido,
deja el sentir para el mal;
sabe moderarte igual,
reprime el discurso sabio,
la voz prende con el labio,
pues si das en tu elección
la queja a la presunción,
¿qué dejas para el agravio?
DON LUIS
Aunque me arguyas de error
en este mal que me apura,
lo que faltó a mi cordura,
he sobrado a aqueste amor;
unos celos o un rigor
el alma llorando está,
y más constancia será,
más valor, más interés,
por no llorarle después
tenerle sentido ya.
Condene su infeliz suerte
quien con alma divertida
no se muere más en vida
que se vive hasta la muerte;
porque la muerte divierte
tanto el mismo pensamiento
dentro del entendimiento,
que ya de puro sentir
el empezar a morir
es acabar el tormento.
Y así doy a mi cuidado
la pena antes del suceso,
pues mitigaré con eso
un daño que he recelado
vivo, pues considerado,
porque cuando quiera obrar
ese mal que ha de llegar,
o este amoroso recelo,
pasa plaza de consuelo
lo que ahora de pesar.
DOÑA LEONOR
Quédate, invencible Marte.
DON LUIS
Húngara Palas, adiós.
DOÑA LEONOR
Seamos eternos los dos.
DON LUIS
Yo en servirte.
DOÑA LEONOR
Yo en amarte;

 (Suena un clarín.) 

mas ¿qué clarín a esta parte
turba las aves y vientos
y altera los elementos?
DON LUIS
Soldados de Solimán
el campo corriendo están
u de airados u de hambrientos.
 

Salen BUSCARUIDO y MARI BERNARDO, vestido de hombre y mujer.

 
BUSCARUIDO
Yo he de hablar, aunque no quiera,
MARI BERNARDO
No, sino yo.
BUSCARUIDO
Yo he de ser.
DON LUIS
Tened, refrenad las lenguas;
habla, Buscaruido, tú.
MARI BERNARDO
¡Qué esto mi rabia consienta!
DOÑA LEONOR
Luego hable Mari Bernardo.
BUSCARUIDO
Hablo con vuestra licencia:
preguntábades, señora
(si no es que el oído mienta),
¿quién somos? Y ya lo digo,
estadme un poquito atenta.
Yo, señora, soy soldado,
pluguiera a Dios no lo fuera,
español, por mi fortuna,
y gallego, con licencia.
Por mandado de mi suerte
vine a servir a Viena
para dar honor a todos
los lacayos de mi tierra.
Pero hallé aquesta mujer
o este macho de la legua,
hermafrodita, compuesto
de las dos naturalezas,
para mi persecución,
pues tengo, señora, en ella,
como un ángel que me guarda,
un demonio que me tienta.
Ésta, pues, hermafrodita,
de tal manera me inquieta,
que todo cuanto hago, quiere
hacer lo mismo por fuerza.
Si con alguno peleo,
ella riñe mi pendencia;
si callo, no habla palabra,
y si empiezo a hablar, empieza.
Si cuento algún cuento a alguno,
ella cuatrocientos cuenta;
y hace cuanto me ve hacer,
o que quiera o que no quiera.
El otro día me fui
(por ver si acaso me deja)
a nadar en el invierno;
y por porfía o por tema
antes que yo me arrojase
ya estaba nadando ella.
Si río, se está riendo,
sin saber de qué, hora y media;
si lloro, es un Jeremías,
y si canto, una sirena.
Cayose un día un caldero
en un pozo de Viena,
y porque bajé a sacarle
atado a una soga recia,
se arrojó al pozo tras mí,
y esto con tanta violencia,
que a no estar fuerte la soga
y estar de arriba muy cerca,
como otros la hacen cerrada
la hubiéramos hecho abierta.
Si me quiero recoger
a mi tienda, no me deja,
que la temo por lo macho
con tener tanto de hembra.
En fin, aqueste demonio,
hecho de dos diferencias,
es la mona y yo la maza,
y es mona de dos maneras,
porque imita cuanto hago
y porque tras sí me lleva.
Yo me llamo Buscaruido,
y ella los ruidos conserva
que en el imitar, no quiere
dejar mi nombre siquiera.
Es la Clicie que me sigue,
la sombra que no me deja,
es el pintor que me copia,
que me traslada el poeta,
traducidor que me escribe,
autor que me representa,
y es Mari Bernardo, en fin,
nombre de varón y hembra,
muy mujer en porfiar
y muy hombre en la experiencia.
En cuanto a lo que he venido...
MARI BERNARDO
Vive Dios, no lo consienta;
basta, que ha una hora que habla.
BUSCARUIDO
Señal aquestas trompetas,
los militares estruendos
que en estos cóncavos suenan,
es que llega Carlos Quinto.
MARI BERNARDO
Dice bien, que Carlos llega
con muchos soldados nobles,
pues vienen a su defensa
el duque de Alba, Toledo...
BUSCARUIDO
Viene también el de Béjar.
MARI BERNARDO
Es verdad, con el del Basto,
y el grande Antonio de Leyva,
a quien llaman el Señor
tanta española nobleza.
BUSCARUIDO
El conde de Monterey,
MARI BERNARDO
el de Fuentes, y el de Niebla;
BUSCARUIDO
¡Que nunca me contradiga
y que siempre aquello aprueba
que yo digo sin saber
que mentira o verdad sea!
El marqués de Cogolludo,
MARI BERNARDO
con don Diego de la Cueva,
del gran duque de Alburquerque,
altiva rama, aunque tierna.
DON LUIS
Pues va don Fernando, rey
de Hungría, abriendo las puertas
de esa ciudad que a los cielos
eternidades apresta,
a recibir a su hermano
Carlos Quinto el paso alienta.
Ya hace salva la ciudad,
las arrugadas banderas
desplegadas a los aires
impiden la luz febea.
DOÑA LEONOR
Pues adiós, que a Liens me vuelvo.
DON LUIS
Mira que temo...
DOÑA LEONOR
No temas;
vuélvate el cielo a mis ojos.

 (Vase.) 

DON LUIS
Mi amor a tu amor me vuelva.
BUSCARUIDO
¡Oh, qué de clarines se oyen!
MARI BERNARDO
Es verdad, clarines suenan.
BUSCARUIDO
No suenan.
MARI BERNARDO
Dice muy bien.
BUSCARUIDO
¡Oh si una bala viniera!
MARI BERNARDO
¡Oh si viniera una bala!
BUSCARUIDO
Porque la muerte me diera.
MARI BERNARDO
Porque me matara a mí.
BUSCARUIDO
¡Que en esto también aprueba!
Monacillo del infierno,
como yo sin ti me vea
véngame una bala a mí,
y un tiro de bronce venga.
 

(Vanse.)

 
 

Salen EL EMPERADOR, EL REY, EL DUQUE y EL MARQUÉS.

 
CARLOS
Gracias a Dios, duque de Alba,
que ya he llegado a Viena.
REY
Déme vuestra majestad
los brazos.
CARLOS
Enhorabuena
hermano Fernando, amigo,
venido a mis brazos seas:
¿cómo vuestra alteza se halla
en Viena?
REY
Señor, las guerras
me traen con poco sosiego:
Solimán tala mis tierras,
a Griti tiene ganada,
y de Liens la fortaleza
cercada ya, y destruida,
su ruina cercana espera.
CARLOS
Antes que yo le responda
deseo que vuestra alteza
abrace al gran duque de Alba.
REY
Alba, que la luz ostenta
del sol que alumbra dos mundos
y es de Alemania planeta,
vengáis a Hungría en buen hora,
y vuestros alientos vengan
con la espada y el consejo
a hacer nuevas experiencias.
DUQUE
Rey Fernando, rey de Hungría,
hoy que mis años pudieran,
recogerse a los consejos,
se arrojan a la violencia.
A ésta que a mi lado yace,
o bien sepultada o muerta,
como es leona, la ira
la resucita o la altera.
No hay para mi espada halago
como el son de la trompeta,
que en el hielo de mis años
tocan a fuego mis venas.
Vos sois hermano de Carlos:
Carlos, que la fe conserva,
y sobre los hombros suyos
tiene la romana Iglesia.
Yo también soy su columna,
y aunque son pocas mis fuerzas,
no se arruina el edificio
por ser anciana la piedra,
que los puntales antiguos
son los que mejor sustentan.
Yo os prometo, rey Fernando,
hacer en vuestra defensa
tantos estragos y muertes
en las escuadras turquesas,
que nade en coral el campo,
y las blancas azucenas,
con la púrpura bañada,
rosas deshojadas sean;
no ha de quedarme enemigo.
Yo me enojé, vuestra alteza
me perdone, que en llegando
a tratar de esta materia
aunque intente reprimirme
no está en mi genio la lengua.
REY
Vos sois un grande soldado.
CARLOS
Marqués del Basto, ya es fuerza
que habléis a mi hermano el Rey.
MARQUÉS
Déme a besar vuestra alteza
su mano.
REY
Mis brazos son
de mi amor la mejor prenda.
Vuestra majestad, señor,
hable a don Luis de la Cueva,
segundo hijo de Alburquerque.
Un mes ha que está en Viena:
es gran soldado y valiente.
DON LUIS
Siendo tu vasallo, es fuerza
que con el nombre de tuyo
mayores alientos tenga.
CARLOS
Quiero mucho a vuestro padre
por el blasón y la deuda
con que acude a mi servicio.
DON LUIS
Ruego a los cielos, que veas
de la gran ciudad de Dios
restauradas las fronteras.
CARLOS
Hola, llegadme dos sillas:
esta gota no me deja.
DON LUIS
Siéntese tu majestad.
CARLOS
¿Y mi hermano no se sienta?
REY
Por obedeceros lo hago,
aunque vuestro hermano sea,
que en la presencia del sol
nunca lucen las estrellas.

 (Siéntase.) 

CARLOS
Rey Fernando, hermano mío:
duque de Alba, a quien confiesa
mucho aplauso mi corona,
mi cetro mucha grandeza;
marqués del Basto, mi amigo,
nombre que os debe mi lengua,
pues en mi servicio disteis
muestras de tanta fineza,
hacedme todos un gusto.
REY
Dinos , señor, lo que ordenas.
CARLOS
Que me estéis los cuatro atentos.
DUQUE
La atención es la obediencia.
CARLOS
Por muerte del rey Luis,
de Hungría, mayor cabeza,
que dejó el reino por ser
vasallo en mejor esfera,
hubo sobre la corona
sin razón, gran competencia
entre Fernando, mi hermano,
y Juan Sepusio, que intenta
alegar que el reino es suyo;
pero informaros desea
en las hojas el acero
con tinta de sangre nuestra.
Era el reino de mi hermano
por derecho; esta materia
quiero olvidar, porque ya
no es tiempo de hablar en ella,
porque si no le tocara,
ni yo se lo permitiera,
ni a él aspirara mi hermano,
ni hubiera habido estas guerras
ni este riesgo en que nos vemos;
que está el mundo de manera
que al más poderoso rey,
aunque más soldados tenga,
basta el conservar sus reinos
sin que otros reinos pretenda.
Hubo grandes en Hungría,
pero la fortuna adversa
le retiró a Juan Sepusio,
y coronado en Viena
quedó Fernando, mi hermano;
la Divina Providencia
miró en esto lo mejor,
como piadosa y perfecta.
Juan Sepusio, retirado,
ampararse errado intenta
del gran turco Solimán,
y sin razón ni prudencia,
a costa de tantas vidas
comprar tan poca defensa.
Admitiola Solimán,
es bárbaro, y no es fineza,
sino codicia engañosa;
como si cierto no fuera
que al error y a la codicia
los guía una propia rienda.
Con quinientos mil soldados
viene a sitiar a Viena
y a Liens tiene ya cercada;
si sus banderas despliega
dicen que se cubre el cielo
y está a la sombra la tierra;
y en parte, en parte, presumo
que es merced de Dios aquesta,
que como ahora es verano
y la sed es tan inmensa
y el calor tan excesivo,
hacen sombra las banderas,
con que viene a ser alivio
lo que piensa que es ofensa.
Yo, que en Ratisbona supe
desta no pensada guerra,
he escrito a España y a Roma,
a Flandes y a Ingalaterra,
para que todos me ayuden;
dicen que Francia desea;
pero no apuremos esto,
porque será baja empresa
a un rey cristiano faltar
a su heredada nobleza;
y no puedo yo creer
de un rey de tan altas prendas
que se pierda a sí un blasón
por hacerme a mí una ofensa.
En fin, yo he venido ya,
poco importa que defienda
Solimán a Juan Sepusio,
y que ponerle pretenda
la corona de mi hermano,
porque hoy, soldados, es fuerza
que Dios, como causa suya,
piadoso vuelva por ella.
Pelearemos Dios y yo,
que como él conmigo venga ,
no habrá mejores soldados
en los cielos ni en la tierra.
El marqués del Basto trajo
doce mil rayos que engendra
el solar de los valientes,
la España, que de las letras
y de las armas a un tiempo
admite dos competencias;
y con ser tantos soldados,
como el valor los inquieta,
vencen más de valerosos
que de tener experiencia.
Tengo treinta mil infantes;
hoy he de hacer la reseña,
porque treinta mil caballos
de la nobleza tudesca
el Palatino del Rin
los solicita y conserva,
la flor de la Cristiandad
a mis órdenes espera.
Amigos, este es el día
que más importa a la Iglesia;
si hoy vencemos al contrario
la fe cristiana se aumenta;
si somos vencidos, hoy
tuvo fin nuestra ley cierta,
pues de poder a poder
la batalla se presenta.
El turco tendrá la Hungría,
el holandés a Bruselas,
el rebelde la Alemania,
y de Lutero la secta,
como el Hércules, la falsa
Hidra, hollará otras cabezas.
Ea, amigos, la concordia
arda en vuestras nobles venas,
el valor en vuestros pechos,
la espada en vuestra defensa.
Muchos son los enemigos,
y aunque en número os excedan,
ejército es la razón ,
y si se desboca, es fiera
que instigada del apremio
corre con el sol parejas.
El celo de nuestra fe
en vosotros reverdezca:
no hagáis nada de enojados,
hacedlo de conveniencia;
no haya civiles discordias
en vosotros, porque tenga
el otomano temores,
el luterano advertencias,
el valor, noble acogida,
la piedad, senda perfecta,
el perdón, cierto seguro,
premio, el celo de la Iglesia.
Que yo os prometo, soldados,
oponerme a la dureza
del plomo grosero, bruto,
que vida y honra atropella.
Yo, como el menor soldado
de cuantos la pican juegan,
expuesto al riesgo mayor
haré del pecho trinchera.
Si sus plantas racionales
a esotras plantas apuestan,
segad con vuestras espadas
frutos de mejor cosecha.
Con todos hablo, soldados,
todo mi ejército atienda;

 (Tocan.) 

mas de repente la caja
y el clarín el viento altera:
¿qué es esto, soldados míos?

 (Levántanse.) 

 

Sale BUSCARUIDO.

 
BUSCARUIDO
Por esa campaña amena,
que hoy se adornó de tapetes
y ya de alfombras turquesas,
Solimán, el gran señor,
desde Liens llega a Viena,
y con bandera de paz
él y Juan Sepusio llegan
a pedir al rey Fernando
parlamento; ésta es la nueva:
pide bajen tres personas,
las que elija vuestra alteza;
y es que aún no sabe el gran turco
que el César llegó a Viena.
El parlamento ha de ser
entre los dos campos.
CARLOS
Ea,
Fernando, yo he de bajar;
don Luis de la Cueva venga,
y el duque de Alba se quede
a la vista.
DUQUE
Vuestra alteza
puede bajar solamente
y don Luis.
CARLOS
Nadie pretenda
interrumpir licencioso
lo que mi valor ordena,
que me enojaré, por Dios,
aunque más amigo sea.
Ea, Fernando, bajemos,
que en medio de las trincheras
de los dos campos, presumo
que el gran Solimán espera;
hermano, lo que resuelvo
es que Solimán se vuelva.
REY
¿Y si acaso...
CARLOS
Son cobardes.
REY
¿Y no habrá otra conveniencia?
CARLOS
Si habrá.
REY
¿Qué?
CARLOS
Dar la batalla.

 (Vase.) 

REY
Tu mandato es mi obediencia.
DUQUE
¡Qué prudencia!
BUSCARUIDO
¡Qué valor!
DUQUE
Mudo su valor me deja.
BUSCARUIDO
Ea, perros, Buscaruido
buscar vuestro ruido intenta,
que hoy mi tizona ha de ser
colada en la sangre vuestra.

 (Vase) 

 

Salen JUAN, LUNA y SOLIMÁN.

 
SOLIMÁN
Hagan alto mis fuertes batallones
para arbolar al cielo sus pendones
del monte en esa espalda
a quien corona el Mayo de guirnalda;
al impulso fatal del plomo ardiente
el cóncavo metal cruja o reviente.
Ésta es Viena, amigos,
todos seréis de mi valor testigos
si con esfuerzo o con ardor gigante
escalo esas murallas de diamante,
tan altas, que cualquiera dellas sube
a embarazar lo denso de la nube.
Aquí hemos de esperar el parlamento
sólo que entreguen a Viena intento.
Quinientos mil soldados
ocupan esta selva y estos prados,
de la sed afligidos,
siempre cansados, pero no rendidos.
Baja al mar un arroyo lisonjero,
y aunque corre ligero,
hidrópico, y sediento aquel soldado,
le sorbe su cristal comunicado
con fuego tan ardiente
que le quiere parar aquel corriente,
y si algo se le huye por ligero
se lo ayuda a beber su compañero;
y aquel soldado, que rendido yace,
sube a buscar la parte donde nace,
y halla que es una roca que ha enfermado
que por ser primavera se ha sangrado:
pone el labio a su sangre cristalina,
y al nativo licor tanto se inclina,
tan avaro a beberle se provoca,
que sobre los fragmentos de la roca,
y el otro abajo, está tan divertido,
que sin echar de ver lo que ha bebido,
como le falta el curso de la nieve,
la ruda arena por cristales bebe;
sí, a este enojo su sed les abalanza,
¿qué harán si les incita la venganza?
Cuando el ruidoso parche
manda que al campo marche,
sale tanto soldado
que parece que Marte ha granizado;
y si el bélico son de la trompeta
sus ánimos inquieta,
de ardor o de coraje
consiente que su acero el árbol raje;
siega la flor, y pisa la verbena,
destroncada a sus manos la azucena,
degollada la rosa,
de su fuego es fragante mariposa;
muera la yerba, cuando apenas nace,
bruta es su ira, pues las flores pace;
si a este enojo el valor los abalanza,
¿qué harán si les incita la venganza?
Juan Sepusio, mi amigo, hoy es el día
que has de cobrar el cetro de la Hungría
que el rey Fernando te ha tiranizado.
Veamos si con tu espada, y con mi lado
hay competencia humana, que lo estorbe
aunque ampararle intente todo el orbe.
JUAN
En tu valor fiado,
a esta venganza aspiro;
mi ejército, vencido y derrotado,
no permitió la queja ni el suspiro
en ruina tan sangrienta,
porque nunca el que huye se lamenta.
En ti mi honor estriba,
así tu nombre viva,
por más blasón, más gloria,
vinculado en la fama y la memoria,
que a mis sienes restaures este imperio;
sácale del tirano cautiverio;
de Fernando tirano;
reino es mío, monarca soberano;
y aunque mío (con esto me concluyo)
reino que tú me das, es reino tuyo.
LUNA
Señor, si a Luna aclamas gran matrona,
mujer que de virtudes se corona;
si merecen mi amor y mi fineza
ser águila del sol de tu grandeza,
pido que a Juan Sepusio (oh gran monarca
de cuanto ciñe el mar, la tierra abarca)
restituyas el reino que ha perdido,
que es blasón a su ruego merecido;
y porque aqueste ruego satisfagas
hazlo por mí, ya que por él no lo hagas.
SOLIMÁN
Por ti, Luna, por ti, señora mía
hermosa luz donde se esconde el día,
con más rigor y con mayor desvelo
el muro escalaré del cuarto cielo,
y su luciente máquina sujeta,
de rey he de pasar a ser planeta;
el campo se ha de ver en sangre tinto.
¡Oh, si viniera a Hungría Carlos Quinto!
Salen ABRAIMO, y LEONOR, cautiva.
ABRAIMO
Dale a besar, gran señor,
a Abraimo tu pie invicto.
SOLIMÁN
Gran columna de mi imperio,
mis dos brazos te apercibo;
¿qué mujer es la que traes?
ABRAIMO
Sin discursos más prolijos
te diré en breves palabras
muchos ardimientos míos.
Salí de Liens a Viena
con dos mil turcos, que han sido
la señal de la victoria,
pues dieron sangre a este río.
En un cuartel de españoles
representé el valor mío;
fue teatro la campaña,
los oyentes esos riscos.
Del descuido me aprovecho,
y sin cólera y con brío,
lo uno para el valor,
lo otro para el castigo.
Maté doscientos soldados,
y al instante me retiro
por no malograr la suerte
en esos campos vecinos.
Cien soldados recogí
que ahí a tus plantas dedico;
esta hermosura que ves
iba pisando el rocío
de esa margen de azucena
que ya se llora de lirio;
y aunque su espada y sus rayos
pudieran a un tiempo mismo
o embarazarme el valor
o elevarme los sentidos,
belleza, soldados, gloria,
valor y honra sacrifico
humilde a tus reales planta,
y por lauro el honor mío.
SOLIMÁN
El premio serán mis brazos,
oh valeroso Abraimo.
LUNA
Si del gran señor, mi dueño,
son lazos bien merecidos,
a mí me toca de hoy más
dar el premio a tus servicios.
SOLIMÁN
Dime, general, ¿hay nuevas
si ha venido Carlos Quinto?
ABRAIMO
Presumo que no ha llegado.
SOLIMÁN
¿Quién eres tú, que el rocío
de tus ojos das al campo,
adonde el Abril florido
bordó de clavel tus labios
y tu boca de jacintos?
DOÑA LEONOR
Una infelice mujer.
ABRAIMO
Aquesta esclava te pido,
si merezco algún favor.
SOLIMÁN
Tuya es la esclava, Abraimo.

 (Tocan cajas.) 

¿Qué es esto?
LUNA
Si no me engaño
en ese campo diviso
tres hombres.
SOLIMÁN
Serán los tres
que vienen a hablar conmigo;
bien pueden llegar; y tú
te retira al campo mío.
LUNA
Haré, señor, lo que mandas.

 (Vase.) 

JUAN
¡Oh, quiera el cielo benigno
que llegue ya mi venganza!
SOLIMÁN
Aquí te queda, Abraimo.
ABRAIMO
En medio de los dos campos
están ya los enemigos.
 

Salen CARLOS QUINTO, EL REY y DON LUIS, y EL EMPERADOR se queda al paño.

 
CARLOS
Llegad vos, Fernando, a hablarle,
que aquí no hay ningún peligro;
yo he de oír a Solimán
desde esta parte escondido.
SOLIMÁN
Alá te guarde, Fernando,
hermano de Carlos Quinto.
REY
Guárdete Dios, Solimán.
DON LUIS

 (Ap.) 

Cielos, a Leonor he visto
presa en el campo contrario;
a mi fortuna maldigo.
SOLIMÁN
Don Fernando, yo presumo
se te olvida mi apellido;
yo me nombro el gran Señor,
y Emperador no vencido,
el dueño de dos esferas,
y de dos mundos prodigio.
REY
Y yo soy Rey de romanos,
y es mi hermano, y no lo he dicho,
Emperador de Alemania
y azote del enemigo.
SOLIMÁN
Yo soy sólo emperador
por derecho sucesivo;
no hay quien merezca ese nombre
sino yo, que le he tenido
por herencia y patrimonio
del gallardo Constantino
Emperador; ¡vive Alá,
que esto sufra!
CARLOS

 (Ap.) 

¡Esto he sufrido!
SOLIMÁN
¿Cómo no viene a Viena
ese Carlos vengativo?
¿Y cómo, Fernando, os deja
hoy en tan grandes peligros?
Bien hace de no venir.
CARLOS

 (Ap.) 

Ya no he de poder sufrirlo.
SOLIMÁN
Que yo lo dijera a Carlos...
 

Sale CARLOS.

 
CARLOS
¿Qué decís de Carlos Quinto?
SOLIMÁN
Señor, vuestra majestad...
CARLOS
Sí, Solimán, yo he venido
a defender a mi hermano
y a ensalzar la fe de Cristo;
esto es lo que debo hacer.
SOLIMÁN

 (Ap.) 

Helado mármol me animo:
nombrado me daba asombros,
y ahora desmayos visto.
CARLOS
Solimán, emperador
generoso y siempre invicto,
valiente, siendo galán;
sin ser soberbio, atrevido;
sin codicia, poderoso;
y sin avaricia, rico;
señor del África y Asia,
horror del persa y del indio
(que yo hablo como quien soy,
aunque hablo con mi enemigo);
¿queréis dejar en su reino
a Fernando, hermano mío,
pues os dejo yo en los vuestros?
SOLIMÁN
Ya no puedo, ya he cedido.
CARLOS
Pues adiós, gran Solimán.

 (Vase.) 

SOLIMÁN
Pues adiós, gran Carlos Quinto.
REY
Juan Sepusio, gran Baiboda.
pues por nosotros ha sido
esta guerra, remitamos
el duelo a nosotros mismos;
quede este reino en poder
del que al otro haya vencido;
no por nosotros se pierda,
que es crueldad, sobre delito,
que padezcan dos monarcas
lo que nosotros hicimos.
Peleemos en campaña;
los dos reyes sean padrinos,
y quede con el imperio
aquel que quedare vivo.
JUAN
Yo he traído a Solimán,
y él por mi causa ha venido.
Ya esta causa no es mi causa,
esto no está ya en mi albedrío.
REY
¿Luego no queréis salir?
JUAN
Fernando, ya he respondido.
REY
Por ley de herencia y valor
viene a ser el reino mío.
JUAN
Cobrarale Solimán.
REY
Son los cielos más benignos.
JUAN
Esto es valor.
REY
Es venganza.
JUAN
A cobrar mi cetro aspiro.
REY
Por ti está la Cristiandad
hoy en tan grande peligro.
JUAN
Yo defiendo mi derecho.
REY
Yo he de defender el mío.
JUAN
Darame el cielo victoria.
REY
Darate el cielo castigo.

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