Jornada primera |
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Sale DOÑA LEONOR, con máscara, y tras
de ella, DON LUIS DE LA CUEVA.
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DON LUIS |
Copia de la luz primera, | | tú, que con seguridad | | del cuerpo de la ciudad | | me has sacado a esta ribera; | | y con el cubierto velo | | que disfraza tu blancura, | | eclipsas
tanta hermosura | | y rebozas tanto cielo : | | puesto que ya
te he seguido | | y de Viena me has sacado, | | dime, pues soy
tu llamado, | | si vengo a ser tu escogido. | | No es el que
me trae tu ardor, | | que aunque te sigo, deidad, | | vengo de
curiosidad, | | y no he venido de amor: | | y aunque viniera
amoroso | | a adorar tu rostro puro, | | ni tan fácil
te aseguro, | | ni a mí me hallo tan dichoso. | | Si es
desafío, me di, | | pues al campo hemos llegado. | | Dime,
¿por qué me has buscado, | | y a qué me has traído
aquí? | | Ya escuchar tu voz intento | | y tu belleza
adorar. | |
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DOÑA LEONOR | A un tiempo te quiero dar
| | la voz y el conocimiento. | | (Descúbrese.) |
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DON LUIS |
Divina prenda, Leonora, | | ¿cómo a buscarme has venido?
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DOÑA LEONOR | Diré lo que ha sucedido,
| | si me estás atento ahora. | |
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DOÑA LEONOR | Antes referirte
intento, | | que cae mejor el contento | | cuando intervino el
pesar. | |
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DON LUIS | ¿Cómo de Liens has venido, | | tu patria, a buscarme aquí? | | ¿No estaba sitiada?
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DOÑA LEONOR | Sí;
| | oye lo que ha sucedido, | | y no intentes divertirte, | | que
ahora quiero contarte | | desde el principio de amarte | | hasta
el fin de persuadirte. | | Era una hermosa mañana, | | cuando las sombras lúgubres | | huyendo del gran planeta
| | al Poniente se conducen, | | y el alba que le aposenta | |
borda de perlas las cumbres | | o ya luciente las ría,
| | o fatigada las sude, | | cuando yo sobre un caballo | | que
de hipogrifo presume, | | pues sin ajarlas, las piso | | de flores
la muchedumbre, | | salí a ensayarme en la guerra | |
con la caza, imagen útil | | donde el corazón
se anima, | | y donde el valor se infunde. | | Tras el cerdoso
animal | | que precipitado sube | | el abrigo espeso, y grave
| | de los podos y acebuches | | con el venablo corría,
| | cuando en este impulso luce | | que como siempre con Venus
| | los ensayos de amor tuve, | | al diferenciarlos pasos | | me
reduce a la costumbre. | | No bien vibraba el venablo, | | para
que el brazo le pulse | | a dar diluvios de sangre | | que el
campo sediento ocupe, | | cuando un clarín por el aire
| | o me para o me confunde, | | que las lisonjas de Marte | |
son de Venus pesadumbre. | | Vuelvo a examinar la causa, | |
y advierto que se descubren | | de caballos españoles
| | dos tropas que el campo pulen | | para que galán se
vista | | de centauros andaluces. | | Tú en todos, de
más gallardo, | | con haber tantos, presumes; | | que
no por la competencia | | el mérito se desluce. | | Mirásteme
atentamente, | | solté a tus ojos mis luces, | | elevose
mi pasión | | (Todo el valor se reduce), | | eclipses
mi honor padece, | | volcanes mi pecho incluye; | | y aunque
el confesarlo es | | gran bajeza de mi lustre, | | no ande hipócrita
el cuidado | | cuando dos almas se unen, | | porque faltara al
amor | | quien a la materia acude. | | Subiste con tus soldados
| | a Viena, donde puse | | en tu presencia estos linces | | racionales,
que confunden | | la vida y la muerte a un tiempo; | | pues cuando
por ellos triunfen, | | basiliscos de sí propios, | |
a sí propios se destruyen. | | Volviste, pues, de Viena,
| | y con afectos comunes, | | pues siempre es vulgar entrada
| | la que el amor introduce, | | me obligaste cariñoso,
| | mi honor a tu pecho expuse, | | como mujer te creí,
| | encendiose aquella lumbre | | que aun después de hecha
cenizas | | constante en el alma luce, | | y escuché tu
voluntad, | | que siempre el mérito suple | | las circunstancias
del trato, | | y con nuevas inquietudes | | quedamos los dos
a un tiempo, | | tú puesto a las servidumbres, | | yo
al premio de tus cuidados; | | fuiste a Viena, y yo fuime | | a Liens, mi patria; y los dos | | en ese monte, que escupe
| | por tantas bocas de piedra | | cristales que el campo usurpe
| | nos hemos visto mil veces; | | y porque el amor le ayude,
| | de los más finos afectos | | fingimos ingratitudes.
| | Seis días ha que no te he visto, | | seis días
ha que el cielo cubre | | de genízaros y turcos | | esos
campos y esas cumbres; | | y aunque te he venido a ver | | a
un riesgo grande me expuse, | | y por la senda encubierta | | que aquella montaña cubre, | | sin que yo misma me
hallase, | | hice que a los turcos burle | | este Pegaso de nieve,
| | emulación de las nubes. | | Liens, mi patria, está
cercada, | | viento, que en las hojas cruje; | | rosa, que es
joya del prado; | | ave, que el viento discurre; | | árbol,
garzota en la selva; | | clavel, del alba presume; | | Clicie,
que al sol enamora; | | cristal que las peñas bruñe;
| | éste no queda en el campo | | sin que enemigos le
chupen; | | árbol, sin que le destronquen; | | ave, sin
que la atribulen; | | rosa , sin que la marchiten; | | ni Clicie,
sin que la turben; | | clavel, sin que le deshojen; | | ni viento,
sin que le ocupen. | | Quinientos mil combatientes | | trae Solimán,
y presume | | asaltar, si Liens le falta, | | esas murallas azules.
| | Flechas dispara que al viento | | sus corvos arcos sacuden;
| | al caer en la ciudad | | tan espesas se conducen, | | que parece
cuando llegan | | que las arrojan las nubes; | | tormentas padece
Liens; | | no hay pecho que no se turbe, | | ánimo que
no se encoja, | | necedad que no caduque | | consejo que no se
yerre, | | discordia que no se junte, | | suspiro que no sea
pena, | | pena que no se articule. | | El infante entre los brazos,
| | bien que la madre le arrulle, | | sin saber por lo qué
llora, | | llora más que por costumbre. | | El soldado
duda el bien, | | desmayos el llanto induce, | | el valor apenas
se halla, | | la queja a los cielos sube; | | y, en fin, ánimo,
consejo , | | mocedad, discordia inútil, | | suspiro,
pena, cuidado. | | Llanto, que el dolor resume, | | ni unos al
trabajo anhelan | | ni otros al alivio sufren. | | ¿Pues cómo,
dime, don Luis, | | es bien que a este tiempo uses | | de la
esquivez y del miedo? | | ¿Cómo, soldado, no acudes
| | a libertar a tu dama? | | ¿Y cómo , amante, se sufre
| | que yo esté cerca, en Liens, | | y tú, en Viena
te ocupes | | en repetir el cuidado, | | sin que tus afectos
hurten | | para el amor una parte | | de la que el ocio introduce?
| | Que yo te venga a buscar | | permíteme que te culpe,
| | que a quien habla con razón | | cualquier despego
se sufre, | | no es justo, no, que tu amada | | te solicite y
te busque, | | y que tú, siendo mi amante, | | o me olvides
o me burles. | | Ea, don Luis, vuelve en ti, | | tu brazo la
pica empuñe, | | el coselete en tu pecho | | al otomano
deslumbre: | | digiere aquel hierro ardiente | | que el tiro
de bronce escupe, | | y sean para sus balas | | tus entrañas
avestruces. | | En Liens, está el enemigo, | | violetas,
y almoradujes | | que hermoseó el Abril, | | vuelven sus
plantas a Octubre. | | Ya no vuelvo por mi parte, | | la tuya
es quien más me induce, | | pues can es el otomano,
| | herido del hierro aúlle; | | sea tu brazo el instrumento
| | que la pica al pecho pulse; | | mueran estos enemigos, | |
mares de sangre fluctúen, | | que de sus cobardes venas
| | tantos corales inunden; | | para sepultar sus cuerpos, | |
sean las ramas ataúdes, | | el sepulcro sean las grutas
| | y el mausoleo esas cumbres. | | Y el cielo quiera también
| | que mi amor del tuyo triunfe, | | que pagues desta constancia,
| | que esas asperezas mudes, | | porque te adore soldado, | |
porque valiente te ayude, | | para que te sirva amante | | y
mi dueño te pronuncie. | |
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DON LUIS | Bellísima
Leonor mía, | | en quien mi amor se recrea, | | bello
objeto de mi idea, | | recreo hermoso del día, | | confieso
que apetecía | | tu amor, escollo y diamante; | | pero
hoy más fino y constante | | me haces que exceder intente
| | más tu enojo en lo valiente | | que tu fineza en lo
amante. | | Tu esfuerzo a un tiempo y tu amor | | tu celo y tu
fe asegura, | | mezclado con la hermosura | | ¡qué bien
parece el valor! | | Este cobarde temor | | es un honroso cuidado
| | que el pecho tuvo parado, | | pues en acción semejante
| | no habrá de ser buen amante | | quien no supo ser
soldado. | | Fernando, que es, rey de Hungría, | | o con
recelo o con pena | | a socorrer a Viena | | de Ratisbona, me
envía; | | mira bien si no sería, | | aunque tu
favor me llama, | | acción que eclipse mi fama | | contra
la debida ley | | ser cobarde con mi rey | | y valiente con mi
dama. | | Si a Liens voy a socorrerte, | | y dejo a Viena, en
rigor, | | por dar la vida a mi amor | | le doy a mi honor la
muerte; | | y aunque llegue a merecerte | | podrá tanto
la pasión, | | que dirás entre la unión
| | que el fuego a dos pechos llama, | | ¿cómo acudirá
a su dama, | | quien falta a su obligación? | | ¿Cómo
tus ojos no ven | | (pues en el riesgo reparas) | | que tú
misma condenaras | | lo que a ti te estaba bien? | | Pues estén
a un tiempo, estén, | | entre recelo y dolor, | | para
unir con más primor | | dos penas con una gloria, | |
este amor en tu memoria, | | y esta sangre en mi valor. | |
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DOÑA LEONOR |
Repara don Luis, repara, | | aunque al daño me apercibo,
| | que te agradezco lo esquivo | | y lo amante te culpara; | | necia fuera si ignorara | | que tu fama es honra mía,
| | y con bizarra osadía | | quisiera, o con mas ardor,
| | lo que me sobra de amor | | dártelo de valentía.
| | Pero eres tan arrogante | | que entre mí propia he
pensado | | que te sobra más de osado | | que a mí
me sobra de amante, | | aunque es mi amor tan gigante. | |
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DON LUIS |
Deja afectos tan ajenos, | | que aunque te parecen buenos | | el crédito perderás, | | pues yo le tengo por
más, | | y puede ser que sea menos. | |
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DOÑA LEONOR |
Pues a Liens quiero volverme. | |
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DON LUIS | A Viena he de
volver, | | aunque es preciso temer | | que he de perderte y
perderme. | |
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DOÑA LEONOR | Si el recelarme es quererme,
| | yo no quiero esa firmeza. | |
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DOÑA LEONOR | Vence ese engaño
mortal | | no mueras de prevenido, | | suelta la rienda al olvido,
| | deja el sentir para el mal; | | sabe moderarte igual, | | reprime
el discurso sabio, | | la voz prende con el labio, | | pues si
das en tu elección | | la queja a la presunción,
| | ¿qué dejas para el agravio? | |
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DON LUIS | Aunque
me arguyas de error | | en este mal que me apura, | | lo que
faltó a mi cordura, | | he sobrado a aqueste amor; | | unos celos o un rigor | | el alma llorando está, | |
y más constancia será, | | más valor,
más interés, | | por no llorarle después
| | tenerle sentido ya. | | Condene su infeliz suerte | | quien
con alma divertida | | no se muere más en vida | | que
se vive hasta la muerte; | | porque la muerte divierte | | tanto
el mismo pensamiento | | dentro del entendimiento, | | que ya
de puro sentir | | el empezar a morir | | es acabar el tormento.
| | Y así doy a mi cuidado | | la pena antes del suceso,
| | pues mitigaré con eso | | un daño que he recelado
| | vivo, pues considerado, | | porque cuando quiera obrar | |
ese mal que ha de llegar, | | o este amoroso recelo, | | pasa
plaza de consuelo | | lo que ahora de pesar. | |
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DOÑA LEONOR |
Quédate, invencible Marte. | |
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DOÑA LEONOR |
Yo
en amarte; | | (Suena un clarín.) | mas ¿qué clarín
a esta parte | | turba las aves y vientos | | y altera los elementos?
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DON LUIS | Soldados de Solimán | | el campo corriendo
están | | u de airados u de hambrientos. | |
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Salen
BUSCARUIDO y MARI BERNARDO, vestido de hombre y mujer.
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BUSCARUIDO | Yo he de hablar, aunque no quiera, | |
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DON LUIS | Tened, refrenad las lenguas; | |
habla, Buscaruido, tú. | |
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MARI BERNARDO | ¡Qué
esto mi rabia consienta! | |
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DOÑA LEONOR | Luego hable
Mari Bernardo. | |
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BUSCARUIDO | Hablo con vuestra licencia: | |
preguntábades, señora | | (si no es que el oído
mienta), | | ¿quién somos? Y ya lo digo, | | estadme un
poquito atenta. | | Yo, señora, soy soldado, | | pluguiera
a Dios no lo fuera, | | español, por mi fortuna, | | y
gallego, con licencia. | | Por mandado de mi suerte | | vine
a servir a Viena | | para dar honor a todos | | los lacayos de
mi tierra. | | Pero hallé aquesta mujer | | o este macho
de la legua, | | hermafrodita, compuesto | | de las dos naturalezas,
| | para mi persecución, | | pues tengo, señora,
en ella, | | como un ángel que me guarda, | | un demonio
que me tienta. | | Ésta, pues, hermafrodita, | | de tal
manera me inquieta, | | que todo cuanto hago, quiere | | hacer
lo mismo por fuerza. | | Si con alguno peleo, | | ella riñe
mi pendencia; | | si callo, no habla palabra, | | y si empiezo
a hablar, empieza. | | Si cuento algún cuento a alguno,
| | ella cuatrocientos cuenta; | | y hace cuanto me ve hacer,
| | o que quiera o que no quiera. | | El otro día me fui
| | (por ver si acaso me deja) | | a nadar en el invierno; | |
y por porfía o por tema | | antes que yo me arrojase
| | ya estaba nadando ella. | | Si río, se está
riendo, | | sin saber de qué, hora y media; | | si lloro,
es un Jeremías, | | y si canto, una sirena. | | Cayose
un día un caldero | | en un pozo de Viena, | | y porque
bajé a sacarle | | atado a una soga recia, | | se arrojó
al pozo tras mí, | | y esto con tanta violencia, | | que
a no estar fuerte la soga | | y estar de arriba muy cerca,
| | como otros la hacen cerrada | | la hubiéramos hecho
abierta. | | Si me quiero recoger | | a mi tienda, no me deja,
| | que la temo por lo macho | | con tener tanto de hembra. | | En fin, aqueste demonio, | | hecho de dos diferencias, | | es
la mona y yo la maza, | | y es mona de dos maneras, | | porque
imita cuanto hago | | y porque tras sí me lleva. | | Yo
me llamo Buscaruido, | | y ella los ruidos conserva | | que en
el imitar, no quiere | | dejar mi nombre siquiera. | | Es la
Clicie que me sigue, | | la sombra que no me deja, | | es el
pintor que me copia, | | que me traslada el poeta, | | traducidor
que me escribe, | | autor que me representa, | | y es Mari Bernardo,
en fin, | | nombre de varón y hembra, | | muy mujer en
porfiar | | y muy hombre en la experiencia. | | En cuanto a lo
que he venido... | |
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MARI BERNARDO | Vive Dios, no lo consienta;
| | basta, que ha una hora que habla. | |
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BUSCARUIDO | Señal
aquestas trompetas, | | los militares estruendos | | que en estos
cóncavos suenan, | | es que llega Carlos Quinto. | |
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MARI BERNARDO |
Dice bien, que Carlos llega | | con muchos soldados nobles,
| | pues vienen a su defensa | | el duque de Alba, Toledo...
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BUSCARUIDO | Viene también el de Béjar. | |
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MARI BERNARDO |
Es verdad, con el del Basto, | | y el grande Antonio de Leyva,
| | a quien llaman el Señor | | tanta española
nobleza. | |
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MARI BERNARDO |
el de Fuentes, y el de Niebla; | |
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BUSCARUIDO | ¡Que nunca me
contradiga | | y que siempre aquello aprueba | | que yo digo
sin saber | | que mentira o verdad sea! | | El marqués
de Cogolludo, | |
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MARI BERNARDO | con don Diego de la Cueva,
| | del gran duque de Alburquerque, | | altiva rama, aunque tierna.
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DON LUIS | Pues va don Fernando, rey | | de Hungría,
abriendo las puertas | | de esa ciudad que a los cielos | | eternidades
apresta, | | a recibir a su hermano | | Carlos Quinto el paso
alienta. | | Ya hace salva la ciudad, | | las arrugadas banderas
| | desplegadas a los aires | | impiden la luz febea. | |
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DOÑA LEONOR |
Pues adiós, que a Liens me vuelvo. | |
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DOÑA LEONOR | No
temas; | | vuélvate el cielo a mis ojos.
| | (Vase.) |
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DON LUIS | Mi amor a tu amor me vuelva. | |
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BUSCARUIDO | ¡Oh,
qué de clarines se oyen! | |
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MARI BERNARDO | Es verdad,
clarines suenan. | |
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BUSCARUIDO | Porque la muerte me
diera. | |
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BUSCARUIDO | ¡Que en esto también aprueba! | | Monacillo
del infierno, | | como yo sin ti me vea | | véngame una
bala a mí, | | y un tiro de bronce venga. | |
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(Vanse.)
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Salen EL EMPERADOR, EL REY, EL DUQUE
y EL MARQUÉS.
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CARLOS | Gracias a Dios,
duque de Alba, | | que ya he llegado a Viena. | |
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|
REY | Déme
vuestra majestad | | los brazos. |
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CARLOS | Enhorabuena
| | hermano Fernando, amigo, | | venido a mis brazos seas: | |
¿cómo vuestra alteza se halla | | en Viena? |
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REY | Señor,
las guerras | | me traen con poco sosiego: | | Solimán
tala mis tierras, | | a Griti tiene ganada, | | y de Liens la
fortaleza | | cercada ya, y destruida, | | su ruina cercana espera.
| |
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CARLOS | Antes que yo le responda | | deseo que vuestra alteza
| | abrace al gran duque de Alba. | |
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|
REY | Alba, que la luz ostenta
| | del sol que alumbra dos mundos | | y es de Alemania planeta,
| | vengáis a Hungría en buen hora, | | y vuestros
alientos vengan | | con la espada y el consejo | | a hacer nuevas
experiencias. | |
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|
DUQUE | Rey Fernando, rey de Hungría,
| | hoy que mis años pudieran, | | recogerse a los consejos,
| | se arrojan a la violencia. | | A ésta que a mi lado
yace, | | o bien sepultada o muerta, | | como es leona, la ira
| | la resucita o la altera. | | No hay para mi espada halago
| | como el son de la trompeta, | | que en el hielo de mis años
| | tocan a fuego mis venas. | | Vos sois hermano de Carlos:
| | Carlos, que la fe conserva, | | y sobre los hombros suyos
| | tiene la romana Iglesia. | | Yo también soy su columna,
| | y aunque son pocas mis fuerzas, | | no se arruina el edificio
| | por ser anciana la piedra, | | que los puntales antiguos
| | son los que mejor sustentan. | | Yo os prometo, rey Fernando,
| | hacer en vuestra defensa | | tantos estragos y muertes | |
en las escuadras turquesas, | | que nade en coral el campo,
| | y las blancas azucenas, | | con la púrpura bañada,
| | rosas deshojadas sean; | | no ha de quedarme enemigo. | | Yo
me enojé, vuestra alteza | | me perdone, que en llegando
| | a tratar de esta materia | | aunque intente reprimirme | |
no está en mi genio la lengua. | |
|
|
REY | Vos sois un grande
soldado. | |
|
|
CARLOS | Marqués del Basto, ya es fuerza | | que habléis a mi hermano el Rey. | |
|
|
MARQUÉS |
Déme a besar vuestra alteza | | su mano. |
|
|
REY | Mis
brazos son | | de mi amor la mejor prenda. | | Vuestra majestad,
señor, | | hable a don Luis de la Cueva, | | segundo hijo
de Alburquerque. | | Un mes ha que está en Viena: | |
es gran soldado y valiente. | |
|
|
DON LUIS | Siendo tu vasallo,
es fuerza | | que con el nombre de tuyo | | mayores alientos
tenga. | |
|
|
CARLOS | Quiero mucho a vuestro padre | | por el blasón
y la deuda | | con que acude a mi servicio. | |
|
|
DON LUIS |
Ruego a los cielos, que veas | | de la gran ciudad de Dios
| | restauradas las fronteras. | |
|
|
CARLOS | Hola, llegadme dos sillas:
| | esta gota no me deja. | |
|
|
|
CARLOS | ¿Y mi hermano no se sienta? | |
|
|
REY | Por obedeceros
lo hago, | | aunque vuestro hermano sea, | | que en la presencia
del sol | | nunca lucen las estrellas.
| | (Siéntase.) |
|
|
CARLOS | Rey Fernando, hermano mío: | | duque de Alba,
a quien confiesa | | mucho aplauso mi corona, | | mi cetro mucha
grandeza; | | marqués del Basto, mi amigo, | | nombre
que os debe mi lengua, | | pues en mi servicio disteis | | muestras
de tanta fineza, | | hacedme todos un gusto. | |
|
|
REY | Dinos , señor,
lo que ordenas. | |
|
|
CARLOS | Que me estéis los cuatro atentos.
| |
|
|
DUQUE | La atención es la obediencia. | |
|
|
CARLOS | Por muerte
del rey Luis, | | de Hungría, mayor cabeza, | | que dejó
el reino por ser | | vasallo en mejor esfera, | | hubo sobre
la corona | | sin razón, gran competencia | | entre Fernando,
mi hermano, | | y Juan Sepusio, que intenta | | alegar que el
reino es suyo; | | pero informaros desea | | en las hojas el
acero | | con tinta de sangre nuestra. | | Era el reino de mi
hermano | | por derecho; esta materia | | quiero olvidar, porque
ya | | no es tiempo de hablar en ella, | | porque si no le tocara,
| | ni yo se lo permitiera, | | ni a él aspirara mi hermano,
| | ni hubiera habido estas guerras | | ni este riesgo en que
nos vemos; | | que está el mundo de manera | | que al
más poderoso rey, | | aunque más soldados tenga,
| | basta el conservar sus reinos | | sin que otros reinos pretenda.
| | Hubo grandes en Hungría, | | pero la fortuna adversa
| | le retiró a Juan Sepusio, | | y coronado en Viena
| | quedó Fernando, mi hermano; | | la Divina Providencia
| | miró en esto lo mejor, | | como piadosa y perfecta.
| | Juan Sepusio, retirado, | | ampararse errado intenta | | del
gran turco Solimán, | | y sin razón ni prudencia,
| | a costa de tantas vidas | | comprar tan poca defensa. | | Admitiola
Solimán, | | es bárbaro, y no es fineza, | | sino
codicia engañosa; | | como si cierto no fuera | | que
al error y a la codicia | | los guía una propia rienda.
| | Con quinientos mil soldados | | viene a sitiar a Viena | |
y a Liens tiene ya cercada; | | si sus banderas despliega | | dicen que se cubre el cielo | | y está a la sombra
la tierra; | | y en parte, en parte, presumo | | que es merced
de Dios aquesta, | | que como ahora es verano | | y la sed es
tan inmensa | | y el calor tan excesivo, | | hacen sombra las
banderas, | | con que viene a ser alivio | | lo que piensa que
es ofensa. | | Yo, que en Ratisbona supe | | desta no pensada
guerra, | | he escrito a España y a Roma, | | a Flandes
y a Ingalaterra, | | para que todos me ayuden; | | dicen que
Francia desea; | | pero no apuremos esto, | | porque será
baja empresa | | a un rey cristiano faltar | | a su heredada
nobleza; | | y no puedo yo creer | | de un rey de tan altas prendas
| | que se pierda a sí un blasón | | por hacerme
a mí una ofensa. | | En fin, yo he venido ya, | | poco
importa que defienda | | Solimán a Juan Sepusio, | | y
que ponerle pretenda | | la corona de mi hermano, | | porque
hoy, soldados, es fuerza | | que Dios, como causa suya, | | piadoso
vuelva por ella. | | Pelearemos Dios y yo, | | que como él
conmigo venga , | | no habrá mejores soldados | | en los
cielos ni en la tierra. | | El marqués del Basto trajo
| | doce mil rayos que engendra | | el solar de los valientes,
| | la España, que de las letras | | y de las armas a
un tiempo | | admite dos competencias; | | y con ser tantos soldados,
| | como el valor los inquieta, | | vencen más de valerosos
| | que de tener experiencia. | | Tengo treinta mil infantes;
| | hoy he de hacer la reseña, | | porque treinta mil
caballos | | de la nobleza tudesca | | el Palatino del Rin | |
los solicita y conserva, | | la flor de la Cristiandad | | a
mis órdenes espera. | | Amigos, este es el día
| | que más importa a la Iglesia; | | si hoy vencemos
al contrario | | la fe cristiana se aumenta; | | si somos vencidos,
hoy | | tuvo fin nuestra ley cierta, | | pues de poder a poder
| | la batalla se presenta. | | El turco tendrá la Hungría,
| | el holandés a Bruselas, | | el rebelde la Alemania,
| | y de Lutero la secta, | | como el Hércules, la falsa
| | Hidra, hollará otras cabezas. | | Ea, amigos, la concordia
| | arda en vuestras nobles venas, | | el valor en vuestros pechos,
| | la espada en vuestra defensa. | | Muchos son los enemigos,
| | y aunque en número os excedan, | | ejército
es la razón , | | y si se desboca, es fiera | | que instigada
del apremio | | corre con el sol parejas. | | El celo de nuestra
fe | | en vosotros reverdezca: | | no hagáis nada de enojados,
| | hacedlo de conveniencia; | | no haya civiles discordias | | en vosotros, porque tenga | | el otomano temores, | | el luterano
advertencias, | | el valor, noble acogida, | | la piedad, senda
perfecta, | | el perdón, cierto seguro, | | premio, el
celo de la Iglesia. | | Que yo os prometo, soldados, | | oponerme
a la dureza | | del plomo grosero, bruto, | | que vida y honra
atropella. | | Yo, como el menor soldado | | de cuantos la pican
juegan, | | expuesto al riesgo mayor | | haré del pecho
trinchera. | | Si sus plantas racionales | | a esotras plantas
apuestan, | | segad con vuestras espadas | | frutos de mejor
cosecha. | | Con todos hablo, soldados, | | todo mi ejército
atienda; | | (Tocan.) | mas de repente la caja | | y el clarín
el viento altera: | | ¿qué es esto, soldados míos?
| | (Levántanse.) |
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Sale BUSCARUIDO.
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BUSCARUIDO |
Por esa campaña amena, | | que hoy se adornó
de tapetes | | y ya de alfombras turquesas, | | Solimán,
el gran señor, | | desde Liens llega a Viena, | | y con
bandera de paz | | él y Juan Sepusio llegan | | a pedir
al rey Fernando | | parlamento; ésta es la nueva: | |
pide bajen tres personas, | | las que elija vuestra alteza;
| | y es que aún no sabe el gran turco | | que el César
llegó a Viena. | | El parlamento ha de ser | | entre los
dos campos. |
|
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CARLOS | Ea,
| | Fernando, yo he de bajar; | | don Luis de la Cueva venga,
| | y el duque de Alba se quede | | a la vista. |
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|
DUQUE | Vuestra
alteza | | puede bajar solamente | | y don Luis. |
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|
CARLOS | Nadie
pretenda | | interrumpir licencioso | | lo que mi valor ordena,
| | que me enojaré, por Dios, | | aunque más amigo
sea. | | Ea, Fernando, bajemos, | | que en medio de las trincheras
| | de los dos campos, presumo | | que el gran Solimán
espera; | | hermano, lo que resuelvo | | es que Solimán
se vuelva. | |
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REY | ¿Y no habrá otra conveniencia? | |
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REY | Tu mandato es mi obediencia.
| |
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BUSCARUIDO | Ea, perros,
Buscaruido | | buscar vuestro ruido intenta, | | que hoy mi tizona
ha de ser | | colada en la sangre vuestra. | | (Vase) |
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Salen JUAN, LUNA y SOLIMÁN.
|
SOLIMÁN |
Hagan alto mis fuertes batallones | | para arbolar al cielo
sus pendones | | del monte en esa espalda | | a quien corona
el Mayo de guirnalda; | | al impulso fatal del plomo ardiente
| | el cóncavo metal cruja o reviente. | | Ésta
es Viena, amigos, | | todos seréis de mi valor testigos
| | si con esfuerzo o con ardor gigante | | escalo esas murallas
de diamante, | | tan altas, que cualquiera dellas sube | | a
embarazar lo denso de la nube. | | Aquí hemos de esperar
el parlamento | | sólo que entreguen a Viena intento.
| | Quinientos mil soldados | | ocupan esta selva y estos prados,
| | de la sed afligidos, | | siempre cansados, pero no rendidos.
| | Baja al mar un arroyo lisonjero, | | y aunque corre ligero,
| | hidrópico, y sediento aquel soldado, | | le sorbe
su cristal comunicado | | con fuego tan ardiente | | que le quiere
parar aquel corriente, | | y si algo se le huye por ligero
| | se lo ayuda a beber su compañero; | | y aquel soldado,
que rendido yace, | | sube a buscar la parte donde nace, | |
y halla que es una roca que ha enfermado | | que por ser primavera
se ha sangrado: | | pone el labio a su sangre cristalina, | | y al nativo licor tanto se inclina, | | tan avaro a beberle
se provoca, | | que sobre los fragmentos de la roca, | | y el
otro abajo, está tan divertido, | | que sin echar de
ver lo que ha bebido, | | como le falta el curso de la nieve,
| | la ruda arena por cristales bebe; | | sí, a este enojo
su sed les abalanza, | | ¿qué harán si les incita
la venganza? | | Cuando el ruidoso parche | | manda que al campo
marche, | | sale tanto soldado | | que parece que Marte ha granizado;
| | y si el bélico son de la trompeta | | sus ánimos
inquieta, | | de ardor o de coraje | | consiente que su acero
el árbol raje; | | siega la flor, y pisa la verbena,
| | destroncada a sus manos la azucena, | | degollada la rosa,
| | de su fuego es fragante mariposa; | | muera la yerba, cuando
apenas nace, | | bruta es su ira, pues las flores pace; | | si
a este enojo el valor los abalanza, | | ¿qué harán
si les incita la venganza? | | Juan Sepusio, mi amigo, hoy
es el día | | que has de cobrar el cetro de la Hungría
| | que el rey Fernando te ha tiranizado. | | Veamos si con tu
espada, y con mi lado | | hay competencia humana, que lo estorbe
| | aunque ampararle intente todo el orbe. | |
|
|
JUAN | En tu valor
fiado, | | a esta venganza aspiro; | | mi ejército, vencido
y derrotado, | | no permitió la queja ni el suspiro
| | en ruina tan sangrienta, | | porque nunca el que huye se
lamenta. | | En ti mi honor estriba, | | así tu nombre
viva, | | por más blasón, más gloria,
| | vinculado en la fama y la memoria, | | que a mis sienes restaures
este imperio; | | sácale del tirano cautiverio; | | de
Fernando tirano; | | reino es mío, monarca soberano;
| | y aunque mío (con esto me concluyo) | | reino que
tú me das, es reino tuyo. | |
|
|
LUNA | Señor, si a
Luna aclamas gran matrona, | | mujer que de virtudes se corona;
| | si merecen mi amor y mi fineza | | ser águila del
sol de tu grandeza, | | pido que a Juan Sepusio (oh gran monarca
| | de cuanto ciñe el mar, la tierra abarca) | | restituyas
el reino que ha perdido, | | que es blasón a su ruego
merecido; | | y porque aqueste ruego satisfagas | | hazlo por
mí, ya que por él no lo hagas. | |
|
|
SOLIMÁN |
Por ti, Luna, por ti, señora mía | | hermosa
luz donde se esconde el día, | | con más rigor
y con mayor desvelo | | el muro escalaré del cuarto
cielo, | | y su luciente máquina sujeta, | | de rey he
de pasar a ser planeta; | | el campo se ha de ver en sangre
tinto. | | ¡Oh, si viniera a Hungría Carlos Quinto!
| | Salen ABRAIMO, y LEONOR, cautiva. | |
|
|
ABRAIMO |
Dale a besar, gran señor, | | a Abraimo tu pie invicto.
| |
|
|
SOLIMÁN | Gran columna de mi imperio, | | mis dos brazos
te apercibo; | | ¿qué mujer es la que traes? | |
|
|
ABRAIMO |
Sin discursos más prolijos | | te diré en breves
palabras | | muchos ardimientos míos. | | Salí
de Liens a Viena | | con dos mil turcos, que han sido | | la
señal de la victoria, | | pues dieron sangre a este
río. | | En un cuartel de españoles | | representé
el valor mío; | | fue teatro la campaña, | | los
oyentes esos riscos. | | Del descuido me aprovecho, | | y sin
cólera y con brío, | | lo uno para el valor,
| | lo otro para el castigo. | | Maté doscientos soldados,
| | y al instante me retiro | | por no malograr la suerte | | en
esos campos vecinos. | | Cien soldados recogí | | que
ahí a tus plantas dedico; | | esta hermosura que ves
| | iba pisando el rocío | | de esa margen de azucena
| | que ya se llora de lirio; | | y aunque su espada y sus rayos
| | pudieran a un tiempo mismo | | o embarazarme el valor | | o
elevarme los sentidos, | | belleza, soldados, gloria, | | valor
y honra sacrifico | | humilde a tus reales planta, | | y por
lauro el honor mío. | |
|
|
SOLIMÁN | El premio serán
mis brazos, | | oh valeroso Abraimo. | |
|
|
LUNA | Si del gran señor,
mi dueño, | | son lazos bien merecidos, | | a mí
me toca de hoy más | | dar el premio a tus servicios.
| |
|
|
SOLIMÁN | Dime, general, ¿hay nuevas | | si ha venido
Carlos Quinto? | |
|
|
ABRAIMO | Presumo que no ha llegado. | |
|
|
SOLIMÁN |
¿Quién eres tú, que el rocío | | de tus
ojos das al campo, | | adonde el Abril florido | | bordó
de clavel tus labios | | y tu boca de jacintos? | |
|
|
|
ABRAIMO | Aquesta esclava te pido, | | si
merezco algún favor. | |
|
|
SOLIMÁN | Tuya es la esclava,
Abraimo. | | (Tocan cajas.) | ¿Qué es esto? |
|
|
LUNA | Si
no me engaño | | en ese campo diviso | | tres hombres.
|
|
|
SOLIMÁN | Serán
los tres | | que vienen a hablar conmigo; | | bien pueden llegar;
y tú | | te retira al campo mío. | |
|
|
LUNA | Haré,
señor, lo que mandas. | | (Vase.) |
|
|
JUAN | ¡Oh, quiera
el cielo benigno | | que llegue ya mi venganza! | |
|
|
|
ABRAIMO | En medio de los dos
campos | | están ya los enemigos. | |
|
|
|
Salen CARLOS QUINTO,
EL REY y DON LUIS, y EL EMPERADOR se queda al paño.
|
CARLOS | Llegad vos, Fernando, a hablarle, | | que aquí
no hay ningún peligro; | | yo he de oír a Solimán
| | desde esta parte escondido. | |
|
|
SOLIMÁN | Alá
te guarde, Fernando, | | hermano de Carlos Quinto. | |
|
|
|
DON LUIS | (Ap.) | Cielos, a Leonor
he visto | | presa en el campo contrario; | | a mi fortuna maldigo.
| |
|
|
SOLIMÁN | Don Fernando, yo presumo | | se te olvida mi
apellido; | | yo me nombro el gran Señor, | | y Emperador
no vencido, | | el dueño de dos esferas, | | y de dos
mundos prodigio. | |
|
|
REY | Y yo soy Rey de romanos, | | y es mi
hermano, y no lo he dicho, | | Emperador de Alemania | | y azote
del enemigo. | |
|
|
SOLIMÁN | Yo soy sólo emperador
| | por derecho sucesivo; | | no hay quien merezca ese nombre
| | sino yo, que le he tenido | | por herencia y patrimonio | | del gallardo Constantino | | Emperador; ¡vive Alá,
| | que esto sufra! |
|
|
|
SOLIMÁN | ¿Cómo no viene a Viena
| | ese Carlos vengativo? | | ¿Y cómo, Fernando, os deja
| | hoy en tan grandes peligros? | | Bien hace de no venir. | |
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|
CARLOS | (Ap.) | Ya no he de poder sufrirlo. | |
|
|
SOLIMÁN |
Que yo lo dijera a Carlos... | |
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|
|
Sale CARLOS.
|
CARLOS | ¿Qué decís de Carlos Quinto? | |
|
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SOLIMÁN |
Señor, vuestra majestad... | |
|
|
CARLOS | Sí, Solimán,
yo he venido | | a defender a mi hermano | | y a ensalzar la
fe de Cristo; | | esto es lo que debo hacer. | |
|
|
SOLIMÁN | (Ap.) | Helado mármol me animo: | | nombrado me daba
asombros, | | y ahora desmayos visto. | |
|
|
CARLOS | Solimán,
emperador | | generoso y siempre invicto, | | valiente, siendo
galán; | | sin ser soberbio, atrevido; | | sin codicia,
poderoso; | | y sin avaricia, rico; | | señor del África
y Asia, | | horror del persa y del indio | | (que yo hablo como
quien soy, | | aunque hablo con mi enemigo); | | ¿queréis
dejar en su reino | | a Fernando, hermano mío, | | pues
os dejo yo en los vuestros? | |
|
|
SOLIMÁN | Ya no puedo,
ya he cedido. | |
|
|
CARLOS | Pues adiós, gran Solimán.
| | (Vase.) |
|
|
SOLIMÁN | Pues adiós, gran Carlos Quinto. | |
|
|
REY |
Juan Sepusio, gran Baiboda. | | pues por nosotros ha sido | | esta guerra, remitamos | | el duelo a nosotros mismos; | | quede
este reino en poder | | del que al otro haya vencido; | | no
por nosotros se pierda, | | que es crueldad, sobre delito,
| | que padezcan dos monarcas | | lo que nosotros hicimos. | |
Peleemos en campaña; | | los dos reyes sean padrinos,
| | y quede con el imperio | | aquel que quedare vivo. | |
|
|
JUAN |
Yo he traído a Solimán, | | y él por mi
causa ha venido. | | Ya esta causa no es mi causa, | | esto no
está ya en mi albedrío. | |
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|
JUAN | Fernando, ya he respondido. | |
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|
REY | Por ley de
herencia y valor | | viene a ser el reino mío. | |
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REY | Son los cielos más
benignos. | |
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|
JUAN | A cobrar mi cetro aspiro. | |
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|
REY | Por ti está
la Cristiandad | | hoy en tan grande peligro. | |
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|
REY | Yo he de defender el mío. | |
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JUAN | Darame
el cielo victoria. | |
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