Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoJornada segunda

 

Descúbrese CARLOS en su tienda.

 
CARLOS
Aquí en mi tienda, aquí en esta ribera
a donde todo el año es primavera,
y adonde aquella fuente bulliciosa
busca el mar cristalina mariposa;
ahora, que la antorcha más luciente
se ha apagado en las aguas de Occidente,
y el lucero de Venus, diosa bella,
el cielo va encendiendo estrella a estrella;
ahora, que la tierra se ha enlutado,
que el sol , planeta ardiente , se ha mareado
en los golfos mayores,
y hasta que vuelve en sí todo es horrores;
ahora, que la rosa
está acostada en su capilla hermosa,
y sumiller la Aurora, por divina
le corre a la mañana la cortina;
ahora, pues, que todos mis soldados
al sueño se han rendido de cansados,
con devoción y con piadoso celo
quiero dar este rato al claro cielo.
Carlos habla con vos, Cordero afable;
dadle auxilios a Carlos, porque os hable;
hoy prevengo a mi brazo aquesta gloria,
y la honra vuestra está en esta victoria;
y aunque la fe no puede, no, vencerse,
puede al menos, Señor, oscurecerse.
¡Ay, triste de mí! ¡Ay, triste,
que en mi gobierno vuestro honor consiste!
Mi ejército, Señor, está sin paga,
porque se satisfaga
socorrerle primero,
pues vos sois mi seguro tesorero.
Si en el cielo divino a vuestro lado
se amotinó vuestro mayor soldado
siendo espíritu puro,
¿qué hará, pues, el soldado mal seguro
en aquesta aspereza,
expuesto a la desdicha y la flaqueza?
El dinero de España no ha venido,
el cerco por instantes ha crecido,
y mi ejército crece;
y aunque Carlos, Señor, no lo merece,
merézcalo el que llega satisfecho
a poner a la muerte el frágil pecho
por la fe solamente,
mucho más de cristiano que valiente;
socorro a mis soldados, Cristo mío,
vos le daréis, Señor, de vos lo fio;
muera el soldado de la herida fiera
y de mal socorrido no se muera.
Ya hay socorro, soldados , Dios le ha dado,
ya ha llegado el socorro.
 

Salen EL DUQUE, BUSCARUIDO y MARI BERNARDO.

 
DUQUE
Ya ha llegado.
CARLOS
Duque de Alba, ¿qué decís?
DUQUE
Generoso, invicto Carlos,
monarca de dos imperios
y de dos esferas rayo,
vuestro ejército valiente
sobre la falda albergado
de esa ciudad, cuyos muros
de incontrastable peñasco
tanto suben, que embarazan
la región del aire vago;
viéndose sin paga ayer,
por instantes esperando
la ruina de la hambre
y de la sed el estrago,
a voces piden socorro;
pero no se amotinaron,
que os deben mucha obediencia
los que son vuestros soldados.
El socorro, o la batalla
pedían, que puesto caso
que el bastimento les falte,
de hambrientos o encarnizados
quieren hacer alimento
de corazones contrarios.
Dar la batalla, señor,
era arruinar los Estados,
que vos no buscáis al turco,
antes bien sois el buscado.
En fin, aquel sustituto
de Dios, que al cetro romano
rige, preside y gobierna
con auxilios soberanos,
envió a Hipólito de Médicis,
su sobrino , cuyos años
parecen los del consejo
sin llegar a veinte y cuatro;
trae el dinero del Papa,
y trae ocho mil caballos
que a su costa ha de ocupar;
y por estandarte un sacro
dibujo de Cristo muerto,
por cuyo abierto costado
viene a dar en sangre suya
socorros más necesarios.
Gallardo es el cardenal,
estas cartas me ha entregado
del Pontífice, su tío;
el sobrescrito es a Carlos,
la piedad es como suya,
el celo, como esperamos:
de muy valiente el ardor
y el brío de gran soldado.
CARLOS
Dadme esas cartas al punto:
¡Con qué contento las abro!

 (Lee.) 

«A Carlos Quinto, por la gracia de Dios, Emperador de Alemania, mi obediente hijo, salud.»

El título de mis reinos
juzgo que se le ha olvidado;
mas si me llamó obediente
y su hijo me ha nombrado,
ser obediente es más cetro,
ser su hijo blasón más alto.

 (Lee.) 

«Para ayudar a V. M. en tan justa guerra, envío a mi sobrino Hipólito de Médicis, con ocho mil caballos que a su costa servirán. De limosna he juntado entre mis eclesiásticos un millón que lleva; espero en Dios que triunfará V. M. de sus enemigos, y a mí me perdonará no poderle ayudar con más gente. Dios guarde a V. M. para cimiento de nuestra fe católica.- Clemente

¡Oh, cómo se echa de ver
que ordena Dios este caso,
pues con su mayor amigo
me socorre mis trabajos!
Si con Dios Clemente priva,
es evidente y es claro
que lo que el Rey no quisiera,
no ejecutara el privado.
Duque de Alba, ¿cómo haremos
para que sepa el contrario
que tengo dineros ya?
DUQUE
El dinero es gran soldado.
CARLOS
Ahora que ya le tengo
el cielo llueva africanos,
y de genízaros fuertes
se cubran montes y prados.
A mí me importara ahora
saber el intento extraño
de Solimán en el cerco;
si ahora hubiera un soldado
que aquí me trajera un turco
me hiciera un grande agasajo.
BUSCARUIDO
Aquí Buscaruido está,
el que sólo anda buscando
el ruido de hacer un hecho
más que una nariz sonado.
Yo traeré el turco y los turcos
que se hallaren más despacio
para que yo les obligue
a que vengan a obligaros,
traeré la casa de Meca,
todo el linaje otomano,
y el zancarrón de Mahoma
para echársele a tus galgos.
Traeré...
MARI BERNARDO
Tente Buscaruido;
señor, si yo no le traigo,
es señal que no habrá turcos
en todo el campo contrario.
Yo traeré el turco primero
que me hallare más a mano,
y traeré, si no lo encuentro,
turco que aún no esté engendrado:
traeré al mismo Solimán.
BUSCARUIDO
El Solimán he pensado
que para tu mala cara
no te ha de hacer mucho daño.
MARI BERNARDO
Mientes, infame gallina.
CARLOS
A vos, soldado, os encargo,
que traigáis aqueste turco.
BUSCARUIDO
El demonio me ha engañado;
con condición, que no ha de ir
conmigo Mari Bernardo.
CARLOS
No vaya nadie con vos.
MARI BERNARDO
Ireme por otro lado,
pues aunque con él no vaya,
lo mismo que él hace, hago.
BUSCARUIDO
Yo obedezco.
MARI BERNARDO
Yo me voy;
¿pero se ha de ir el bellaco
sin que yo vaya con él?
BUSCARUIDO
¡Que el cielo me haya librado
de aqueste demonio a latere!
MARI BERNARDO
¡Que lo haya mandado Carlos!
BUSCARUIDO
Aquesta vez me voy solo.
MARI BERNARDO
Esta vez no le acompaño;
mas yo le acompañaré
todo lo que ahora falto.
 

Salen EL REY y EL MARQUÉS.

 
REY
¿Está aquí su majestad?
DUQUE
Aquí está.
REY
Señor.
CARLOS
Hermano,
¿qué queréis, Fernando amigo?
¿Qué es esto, marqués del Basto?
REY
Señor, que Abraimo, turco,
de paz al campo ha llegado;
dice que te quiere hablar.
CARLOS
Decid que entre, y vos sentaos.
MARQUÉS
Llegad, valiente Abrairno,
a hablar con el Quinto Carlos.
 

Sale ABRAIMO.

 
ABRAIMO
Guárdele Alá, Carlos Quinto,
monarca de cuyo aplauso
el correo de los tiempos
lleva la nueva a los años.
(Turbado el pecho le miro.
¡Qué severo! ¡Qué gallardo!)
Señor (con temor estoy),
señor (venía este caso
para que la lengua turbe,
y el valor sufra embarazos),
perdonareisme, señor,
en lance tan temerario
la licencia de afligido
por la obediencia de enviado.
Del gran turco, Solimán,
aqueste papel os traigo.
CARLOS
¡Para un papel, tan confuso!
¡Para un papel, tan turbado!
Dadme el papel.
ABRAIMO
Y la vida
a vuestras manos consagro.
CARLOS

 (Ap. 

Algún secreto misterio
este papel ha encerrado;
el corazón en el pecho
de cólera me da saltos.
¡Turbarse el turco al traerle!
¡Avisarme que es vasallo!
¿Si algún veneno cruel
me envía en él disfrazado?
¿Abrirele? Pero no,
porque desta dada salgo
con dársele a que le lea
el mismo que me le ha dado.
¿Mas yo he de tener temor?
Yo me resuelvo, y le abro:
ábrole en nombre de Dios
a quien mis hechos consagro.)

 (Lee.) 

«Yo he venido de Constantinopla a Viena, a entregar este reino a Juan Sepusio; y hechas las reseñas, le llevo a V. M. cuatrocientos mil hombres de ventaja ; no quiero que se cuente el exceso con la victoria, sino mi valor en mi atrevimiento; esta batalla se remita a dos emperadores: el uno será Carlos Quinto, y yo, Solimán; espero a V. M. en el arroyo que divide los dos ejércitos, mañana a las diez, solo, sin más armas defensivas que una rodela, ni más ofensivas que una espada. -Solimán, emperador de Constantinopla

¡Grande es su valor, por Dios!
Confieso que me he admirado.
Fernando, ¿qué os ha turbado?
¿Y qué os ha turbado a vos?
Esperad, pues, allá fuera
que ya la respuesta escribo.
ABRAIMO
Yo he entrado en la tienda vivo,
y muerto salir quisiera.

 (Vase.) 

CARLOS
Ya sé lo qué he de hacer yo,
y aunque sé lo qué he de hacer,
de vos procuro saber
si debo salir o no;
de vuestro consejo fío
la experiencia de maestro,
para ver si con el vuestro
conviene el consejo mío.
REY
Mi sentimiento diré,
pues cuando yo os lo declare
si el consejo no acertare
por lo menos le daré.
No me ciega la pasión
ni el temor me reconviene,
y digo que no conviene
salir por esta razón.
En este encuentro he pensado
que por cobrar honra y fama
Juan Sepusio es quien me llama,
y yo soy el provocado.
Y sus soldados dirán,
pues en el campo se halla,
que para dar la batalla
le apadrina Solimán.
Y aún por su respeto, aquí,
sin que el discurso me engañe,
porque trae quien le acompañe
vos me acompañáis a mí.
¿Pues dónde vieron los siglos
aun en batallas mayores,
que riñan los valedores,
y no riñan los validos?
Por declarado enemigo
al campo le desafié;
pero cuando le llamé
no quiso salir conmigo.
Si él, cobarde, aunque cruel,
en la ira se ha templado
aquel que viene a su lado
no debe reñir por él;
que a su opinión satisface
en no quererlo emprender,
que el padrino debe hacer
lo mismo que el duelista hace.
Luego tengo averiguado
que el padrino en su lugar,
ni puede desafiar
ni salir desafiado.
Y no es discurso importuno
el que llego a distinguir,
que los cuatro han de reñir
o no ha de reñir ninguno.
Y así mi razón previno
(o será mengua su fama)
que pues no riñe el que llama
no ha de reñir el padrino.
CARLOS
Cuando aquel que os ha llamado
es cobarde o desigual,
viene a ser el principal
el mismo que ha apadrinado;
y no me toca atender
si él es su padrino o no,
que a mí me desafió
es lo que importa saber.
DUQUE
¡Qué valor!
CARLOS
Vos proseguid.
Marqués, esto no me agrada;
colérica con mi espada
está mi razón.
MARQUÉS
Oid:
no salga tu majestad,
que éste es el consejo mío;
pues para haber desafío
ha de haber seguridad.
De un rey que fuera cristiano
sólo se puede tener;
¿pues cómo la puede haber
de un rey injusto y tirano?
Y de un tirano, pensad,
que será en toda opinión
más segura la traición
que segura la lealtad.
CARLOS
Marqués, no me persuade
vuestro nuevo pensamiento:
la fe da merecimiento,
pero nobleza no añade.
¿Qué importa, pues, que haya sido
cruel, alarbe y tirano?
No porque no sea cristiano
deja de ser bien nacido.
Y esa sentencia no allana,
que el salir es justa ley,
pues yo riño con un rey
que es de la casa Otomana;
y en ley de duda, en razón,
que debo más, reparad,
inclinarme a la lealtad
que advertirme a la traición.
DUQUE
¡Qué resuelvo! Yo prosigo.
CARLOS
¿Y vos, qué determináis?
DUQUE
Yo digo que no salgáis.
CARLOS
¿La causa?
DUQUE
La causa digo.
Si porque el turco muriera
cuerpo a cuerpo y cara a cara
esta guerra se acabara,
yo diría que saliera;
pero el intento se yerra,
Carlos, cuando os resolvéis,
que apenas le matareis
cuando empezará otra guerra.
¿Y en tan extraña mudanza,
quién nueva batalla duda?
Pues lo que ahora es ayuda
entonces será venganza.
Y con diferente ley
peleará cualquier soldado:
si lo hace de un rey llamado,
¿qué hará por su propio rey?
Y demos que él os dé muerte,
que esto del vencer, señor,
no está en manos del valor,
sino en manos de la suerte;
muerto vos, imaginad
los soldados afligidos,
vuestros reinos destruidos,
perdida la Cristiandad.
Con quinientos mil soldados,
y vencedor Solimán,
sus escuadras ya serán
ruina de vuestros Estados.
De manera, que el vencer
antes sirve de irritar;
luego no hay que aventurar
cuando es seguro el poder.
Y el Marqués no dice mal
de la traición, que en rigor
cuando es Solimán traidor
es con su sangre leal.
Porque en él no es vituperio,
antes añade opinión,
aunque sea con traición
querer ganar un imperio.
Reñir con hombre tirano,
donde hay tanto que perder,
eso viene a ser romper
por las leyes de cristiano.
Esto se debe mirar,
y no pensar que es temer
que a vos no os tocó el vencer,
sino sólo el conservar.
Y en este parecer mío
el duelo del mundo halla
que en dándoles la batalla
cumplís con el desafío.
CARLOS
Otro mi discurso es,
y cuando al vuestro me dejo,
haréis cerrado el consejo
y es todo el caso al revés.
Si con aciertos airados
doy la muerte a Solimán,
en muriendo el capitán
se acobardan los soldados,
como sin cabeza están.
Mas mis soldados, advierto,
que antes siendo yo el muerto,
más animosos serán.
Y es la razón, que como él
no es en los casos piadoso
y aunque es siempre valeroso,
es siempre airado y cruel;
matándole, discurrir
bien, que de arriba lo arguyo,
que por él el campo suyo
no querrá ser contra mí.
Mas si él la muerte me diera,
como soy yo tan amado
por mí, cualquiera soldado
por su ejército rompiera.
Luego con razón confío
deste riesgo que se espera
que su ejército no hiciera
lo que un soldado si es mío.
REY
¿Señor, y la Cristiandad,
cómo quedará sin vos?
CARLOS
Volverá por ella Dios.
MARQUÉS
Señor, advertid...
DUQUE
Mirad,
que pudiera ser traidor
Solimán, y este desvelo...
CARLOS
Quien llega a tener recelo,
ya llega a tener temor.
REY
Mirar lo que importa aquí,
viene a ser mayor hazaña.
CARLOS
Si no salgo a la campaña,
¿qué dirá el mundo de mí?
DUQUE
Que fuiste considerado.
CARLOS
Y valiente Solimán.
Y si salgo, ¿qué dirán?
REY
Que anduvisteis arrojado.
CARLOS
¿En fin, él será valiente,
y yo prudente contrario?
Pues quiero ser temerario,
y no quiero ser prudente.
REY
Nuevo riesgo le previene.
DUQUE
Mayor la pérdida es.
CARLOS
En fin, ¿qué decís los tres?
LOS TRES
Todos tres, que no conviene.
CARLOS
¿Duque?
DUQUE
Señor.
CARLOS
Escuchad,
y atended a lo que digo:
vos sois mi mayor amigo.
DUQUE
Diga vuestra majestad.
CARLOS
A un consejo más sucinto,
desde un parecer os paso:
¿qué hicierais en este caso
si vos fuerais Carlos Quinto?
DUQUE
Si he de decir lo que hiciera...
CARLOS
Hablad, ¿qué os hiela? ¿Qué os para?
DUQUE
Si Carlos Quinto me hallara
yo, vive Dios, que saliera.
CARLOS
Todos tres me aconsejáis
haciendo a mi amor la salva;
¿masqué dice el duque de Alba?
DUQUE
El Duque, que no salgáis;
aqueste es mi parecer.
CARLOS
¡Oh, cómo es prudente el viejo!
Nadie me dé más consejo,
que yo sé lo que he de hacer.
A ese turco me llamad;
el celo a todos estimo.
Llamad al turco.
 

Sale ABRAIMO.

 
MARQUÉS
Abraimo,
llegad a su majestad.
CARLOS
Yo le respondo al papel,

 (Escribe CARLOS.) 

Abraimo; el rey de España
no ha de salir a campaña
con un enemigo infiel.
En un renglón solamente
verá lo que he respondido,
por valiente le he tenido,
mas nunca por tan valiente;
que es gallardo le decid,
y que le estoy admirando;
venid conmigo, Fernando;
vos, duque de Alba, venid,
llevaréis este papel
(hablando está el corazón);
toda mi resolución
verá Solimán en él.
Ahora mi labio calla
en tan contrarios extremos,
decid que allá nos veremos
cuando me dé la batalla.
 

(Vanse.)

 
 

Sale BUSCARUIDO de turco.

 
BUSCARUIDO
Saltando de peña en peña,
como otros de rama en rama,
a caza vengo de turcos,
y vengo a muy linda caza.
Pero soy gallego rancio
y he de cumplir mi palabra,
y en materia de cumplir
nadie me lleva ventaja,
que honrado soy, y gallego,
y a no tener tantas faltas,
jurar falso en muchos pleitos,
y dejar limpia una casa,
no ver cosa que sea buena
que no me parezca mala,
y frente de mi Señor
murmurar a las espaldas,
no hubiera tal Buscaruido
en las gallegas montañas.
Y dejando los gallegos
y volviendo a nuestra traza,
yo vengo a pescar un turco;
pero de muy buena gana
tomara que fuera un pez,
y con el anzuelo o caña
me estuviera erre que erre,
una, dos o tres semanas
a ver si pica o no pica
con flema de hombre que paga
si ejecutarle no pueden;
y cuando mucho sacara,
pensando que saca el pez
una rana que pescaba.
Este es el campo contrario;
quien no me ve con mi daga
pensará que soy gallina,
pero por Dios que acertara.
Si yo fuera tan dichoso
que un turco cortés me hallara
que se viniera conmigo
pian, pian, a las plantas
de Carlos, que el ser cortés
ninguno se lo culpara,
vaya; pero venir yo
con mis manos muy lavadas
a buscar un turco abad,
con cerviguillo de a vara,
o con bigote de jeme
o una hoja corcovada,
vive Dios que es fuerte caso;
¿qué haya en el mundo, qué haya
quien venga a pesca de turcos?
Pero veamos, ¿qué falta,
para que este turco lleve?
Que él venga de buena data,
tener yo mucho valor,
y el turco ser una mandria,
todo aquesto puede ser.
Si no me engaño, en las ramas
siento ruido, turco pica.
¡Ay de la hora menguada
en que el hombre busca cosa
que no quisiera encontrarla!
 

Sale MARI BERNARDO de turco.

 
MARI BERNARDO
En traje de turco ahora
vengo al campo disfrazada;
a Buscaruido mandaron
que saliese a la campaña
a buscar un turco, y yo
de envidia, de enojo y rabia,
por otra parte he venido
a ver si un turquillo hallara
moderado, para hacer
eterno mi nombre y fama.
Él se fue solo a buscarle,
y ya que con él no vaya,
pues hago lo mismo que él,
no viene a ser de importancia.
BUSCARUIDO
Vive Dios, que es un turcazo,
y aunque es la noche cerrada,
se le divisa el bigote.
MARI BERNARDO
Yo ando en gentil andanza;
un turco diviso allí,
yo quiero sacar la espada.
¿Quién va?
BUSCARUIDO
¡Qué voz tan cruel!
Este turco tiene traza
de hacerme pastel en bote
a menudas cuchilladas.
Ánimo, pues, Buscaruido,
yo quiero engordar la habla
así pudiera la bolsa
y echarte a tiento una braga.
Al punto el turco me entregue
el almaizar, y la espada,
o le arrojaré tan alto
que cuando en la tierra caiga
las monedas con que baje
no han de pasar en la plaza.
MARI BERNARDO

 (Ap.) 

Vive Dios que es Buscaruido;
él ha caído en la trampa,
una burla le he de hacer
pues que la noche me ampara.
BUSCARUIDO

 (Ap.) 

Parece gallina el turco,
pues que no me habla palabra;
¿no me responde el podenco?
¿Cómo el perro no me habla?
MARI BERNARDO
Atar, sonior. (Ap.  Bueno va,
Buscaruido, que te clavas.)
BUSCARUIDO

 (Ap. 

Vive Dios, que dice que ate.)
La espada ponga a mis plantas.
MARI BERNARDO
Toma el cuchillar, sonior.
BUSCARUIDO
Echeme también la daga.
MARI BERNARDO
No tener; atar, sonior;

 (Ap. 

Rabio por estar atada.)
BUSCARUIDO
Y como que le ataré:
¿de qué se cubre la cara?
¿Hasta un turco tiene honra?
Ponga esas manos cruzadas;
vive Dios que ya las pone.
MARI BERNARDO
Atar, sonior.
BUSCARUIDO
Ya le atan.

  (Ap. 

Señor cosas me suceden,
que el diablo no las pensara.
¿Qué haya persona en el mundo,
que sea pescador de caña
y no ande a caza de turcos?
Vive Dios, que yo pensaba
que eran los turcos de carne,
pero este turco es de masa.)
MARI BERNARDO

 (Ap.) 

Por ir con él donde va,
no tengo de hablar palabra,
y en ir con él voy contenta.
BUSCARUIDO
¿El perro, de qué regaña?
¿Quiere que le mate a coces,
o le muela a bofetadas?
No ladre, o le... vive Cristo.
MARI BERNARDO

 (Ap.) 

A fe que va bien armada.
BUSCARUIDO

  (Ap. 

Ahora he echado de ver,
que cuando la Marimacha
a todas las cosas que iba
por fuerza me acompañaba,
todo mal me sucedía,
y tengo por cosa clara
que tenía mala sombra;
la vida y honra apostara
que si conmigo viniera,
no hubiera acertado en nada.)
Venga el alano conmigo.
MARI BERNARDO
Tener las piernas quebradas.
BUSCARUIDO
Pues yo le llevaré a cuestas,
que cuando importa a mi fama
soy ganapán de mi honra.
MARI BERNARDO

 (Ap.) 

Esto está mejor que estaba;
dejarme llevar a cuestas
ha de ser cosa acertada,
que está una legua de aquí
la tienda de la campaña.
BUSCARUIDO

 (Ap. 

A mí no me han de alabar
este turco y esta hazaña
sino que le llevo horror
de Mari Bernardo a casa.
¿Turco, y sin Mari Bernardo?
Me parece que se carga
adrede el perro.) ¡Ah, mastín!
MARI BERNARDO
¿Qué manda?
BUSCARUIDO
Que no se haga
pesado.
MARI BERNARDO
No podré más,
andar, sonior.
BUSCARUIDO
Calla.
MARI BERNARDO
Anda,
atar, sonior.
BUSCARUIDO
Ya está atado.
MARI BERNARDO
Mamola, sonior.
BUSCARUIDO
A España,
que está la mamola lejos;
calle su pico.
MARI BERNARDO
Ya calla.